Líneas en la arena
Al día siguiente, Crona no se atrevió a mirar al profesor Stein a la cara. En clase se limitaba a observar el espacio vacío a un par de metros de él. Resultaba engorroso dirigir la vista a cualquier sitio donde él estuviera cerca. ¿Qué pasaría si sus miradas coincidían? ¿Cómo podría lidiar con eso? ¿Qué pasaría si veía únicamente desprecio en los ojos de Stein, o mejor dicho, si notaba en él la misma incomodidad que estaba sintiendo? Marie había discutido la idea con él, había hablado acerca de Crona con él... No le gustaba imaginarse que alguien más pudiera hablar de su persona a sus espaldas. Pensar en ello le causaba gran extrañeza; existir en la mente de alguien más cuando uno ni siquiera está presente. No le agradaba en absoluto la idea.
Permaneció cerca de Maka. Mirarla era algo que sí podía hacer. Maka no parecía muy segura de qué hacer al respecto. Usualmente esbozaba una sonrisa cuando sus miradas se cruzaban, pero el día de hoy lucía distraída, apenas volteándole a ver. Cuando ella se le quedó viendo, ni siquiera sonrió. ¿Tal vez no quería que la estuvieran observando? «Ella se lo haría saber». Crona trató de convencerse de ello, pues Maka no era del tipo de ocultar sus emociones. Aun así, todo esto le resultaba más fácil que estar viendo al Dr. Stein.
Pero mientras más la miraba, más extraña le parecía. Su pluma, que normalmente se movía a grandes velocidades para tomar apuntes, hoy parecía escribir con desgana... Ella tomaba pausas, a veces por minutos, viendo a la nada.
Esta vez Crona se aseguró de esperar a que Maka se encontrara disponible para dirigirle la palabra. Esperó hasta el fin de la clase. Entonces se acercó a su asiento.
—Um. Hola, Maka.
Ella se sobresaltó y se giró para verle.
—Ay, ¡no te había visto!
—Llevo sentándome a un lado tuyo todo el día.
—Ajá... —hizo una pausa, luego desvió la vista. Quizá sí estaba empeñada en evitar mirarle a los ojos—. ¿Qué pasó?
—Quería preguntarte... Hoy te noto perdida.
Las mejillas de Maka se tornaron rosadas. Crona se preguntó si la había avergonzado. Ella respondió en voz baja:
—No creo que pueda hablar de esto aquí... ¿Quieres venir a mi casa al rato? Hay algo que me gustaría platicar contigo... a solas.
«¿A solas?».
—Claro.
—Y que no sea saliendo de clases. No quiero toparme con ningún entrometido en el camino. ¿Puedes venir en la tarde?
—Está bien —dijo Crona—. ¿A qué hora?
—¿Qué te parece a las siete?
—No sé... a esa hora ya está oscureciendo —Maka se veía desilusionada, así que Crona inmediatamente cambió de opinión—. Digo, no tengo ningún inconveniente—
—Te acompañaré de regreso.
Crona asintió. Sonaba importante. Algo más que agregar a la lista de cuestiones por las cuales preocuparse hasta el final del día. Esto hizo que las cosas empeoraran: ahora tampoco podría platicar con ella. Sus nervios se le habían adelantado varias horas, anticipando la reunión vespertina y la caminata de regreso.
Se separó de Maka al salir de clases, despidiéndose con un gesto indeciso. La observó alejarse con Soul, como siempre. Ellos vivían juntos... Sus demás amistades se les unieron después, justo como ella lo había previsto. Maka quería hablar a solas. Crona se preguntó de qué podría tratarse; algo que amerite que los demás no se entrometan.
Esta sería una larga tarde.
Se dio la vuelta para regresar a la escuela. El edificio se empezaba a vaciar. Solo quedaban profesores y los alumnos que estudiaban hasta tarde.
Crona se dirigió a la mazmorra, donde todo era más tranquilo. En su celda el silencio era mayor. Por mucho.
Se sentó en su cama, distrayéndose un rato. Tenía muchas cosas sobre las cuales pensar. Usualmente esto le mantendría la mente ocupada. Tener cosas en las que pensar podría hacerle enloquecer, pero cuando menos no era algo aburrido. Usualmente. Pero la profesora Marie no le había vuelto a hablar el día de hoy. No era que ella estuviera actuando como si nada hubiera pasado, no exactamente; parecía tener algo que decir, pero luego cambiaba de parecer. A pesar de eso, le volvería a mencionar el tema, ¿verdad?
¿Se habrá sentido insultada?
Para variar, esta vez Crona no tenía ganas de encerrarse en su cuarto. Volvió a subir por las escaleras y deambuló sin rumbo por los pasillos, sin saber cómo matar el tiempo. Sintió a Ragnarok asomarse y estirarse.
—Pero qué puñetero aburrimiento —bostezó y se le acomodó encima de la cabeza—. No ha pasado nada desde esa batalla... Hay que ir a asesinar algo.
—No, Ragnarok…
Las cosas habían estado agitadas por un tiempo. Todo el mundo tuvo que hacer su parte para restaurar Death City. Las reparaciones continuaron incluso meses después. Durante las primeras semanas la academia era prácticamente el único sitio donde la gente podía alojarse. Mientras eso sucedía, el lugar estaba lleno de ruido y de multitudes en todo momento. Ahora la escuela se sentía enorme y vacía.
Crona reparó en que se había acercado a la sala de Shinigami-sama. Hace mucho que no ponía pie en ese lugar, no desde aquella batalla. Pero todo lo que ocurrió allí era difícil de olvidar. Ahora parecía demasiado familiar. Pudo escuchar voces detrás de la esquina. Era imposible descifrarlas hasta acercarse lo suficiente. Dos personas estaban hablando del otro lado.
—No estoy seguro de que me esté llevando en una dirección sana. ¿Será que mi razonamiento no es más que una caprichosa racionalización?
—Hacer experimentos en humanos no es nada nuevo para ti.
«El papá de Maka»... Crona torció el gesto. Nunca le agradó ese hombre. Por fortuna nunca se vio en la necesidad de hacer el esfuerzo, puesto que Maka parecía odiarlo. Escucharlo hablar de experimentación en humanos no le hacía ganarse puntos a su favor. Ponerse a hablar tan despreocupadamente de algo así…
—Sabes que si llevara a cabo tal intervención —dijo la voz que Crona reconoció como la de Stein—, y algo fuera a salir mal, puedo pensar en un par de personas que nunca me lo perdonarían. Y de alguna forma le tengo más temor a una niña que a una guadaña de la muerte. Me siento mucho menos amenazado por el propio híbrido de espada demoniaca y bruja.
Crona se petrificó. «¿Habría algún otro híbrido de espada demoniaca y bruja?», se preguntó, entrando en pánico.
—Bueno, ya los hemos derrotado fácilmente antes —comentó Spirit—, y eso fue cuando eran una verdadera amenaza —¿«una amenaza»? ¿«Experimentar en humanos»?—. Además, no es como si se fuera a librar una contienda entre ustedes, en caso de que les pidas permiso.
—Bueno, por supuesto —respondió Stein—. No es como que tome a cualquier adolescente para abrirle las entrañas.
—Has crecido como persona.
«¿Qué mierda...?», pensó Crona. Se lo estaba imaginando. No podía haber de otra, ¿o sí?
—Ey... —le susurró Ragnarok—, ¿qué esperas? ¡Ándale! ¡O nos van a dejar fritos!
Si Ragnarok también lo escuchó, entonces a Crona no le quedaban más dudas.
—Ragnarok —murmuró.
Sin hacer ni un ruido, Ragnarok se transformó en una espada. Crona se apoyó contra la pared, en posición para atacar.
Unas pisadas se acercaron. Crona sentía el corazón en la garganta. El Dr. Stein apareció al dar la vuelta, solo. Los ojos de este se abrieron de par en par al percatarse de Crona. El tiempo pareció detenerse mientras se sostenían la mirada. Bien pudo haber transcurrido una eternidad hasta que Stein finalmente rompió el silencio.
—Madre santa.
Crona empuñó a Ragnarok, temblando.
—Okay, mira, puedo explicarlo.
—¿Crees que puedes volver a vencernos, viejete? —gritó Ragnarok.
Antes de que Crona se diera cuenta de lo que hacía, se abalanzó en dirección a Stein, quien se apartó enseguida.
—Escúchame, esto es algo de lo que quería hablar contigo —dijo Stein. Su voz permanecía serena, pero una gota de sudor le resbalaba por la frente. Crona siguió aferrándose con fuerza a Ragnarok—. Menos mal que, uh, los dos están aquí. ¿Qué te parece si hablamos en un lugar un poco más privado?
—No, gracias. Aquí estoy bien —contestó Crona, entrecerrando los ojos.
—Hm. Claro. Bueno, verás... estuve discutiendo esto con Marie, ella puede dar fe de esto.
Otro par de pasos se aproximó. Crona se puso en guardia antes de que Spirit apareciera en escena. Este se quedó boquiabierto.
—Mierda. ¡¿Desde cuándo estás aquí?!
Stein le lanzó una mirada severa.
—Spirit, vete a la— largo de aquí.
—¿Que me vaya a la-largo? ¿Seguro? Vas a... —miró nerviosamente a Crona—. ¿Van a pelear?
—No —dijo Stein.
Crona apretó los dientes. Eso le hizo enojar por alguna razón... ¿Qué tanto le estaba subestimando?
—Qu- qué... —fuera de sus casillas, con espada en mano, Crona seguía sin poder decir palabra alguna. Nadie le tomaría en serio de esta manera—. ¿Qué es lo que d-discutió con la profesora Marie?
—En serio, Spirit —Stein suspiró, acomodándose las gafas—, vete de aquí.
—Pero…
—Si te quedas un segundo más, no sé si podré contenerme de soltarles maldiciones.
Si le empezaba a soltar palabrotas a Stein, Crona se preguntó si él le tomaría más en serio. Probablemente ocurriera lo contrario. Lo mejor era no decir nada. Spirit echó un último vistazo, dudoso, antes de retirarse.
—Voy a empezar con una pregunta —dijo Stein. A Crona no le agradaba la tranquilidad con la que hablaba, pero él mismo lo había dicho: no consideraba a Crona una amenaza—. ¿Alguna vez has considerado la posibilidad de vivir individualmente? Quiero decir, ¿como un ser separado de tu compañero?
Crona bajó la espada.
—No, nunca.
—¿Nunca? —repitió Stein—. ¿La idea nunca te ha cruzado por la cabeza?
—¿Por qué lo pregunta?
—Porque recientemente me he cuestionado si eso sería posible —fue la respuesta de Stein—. Marie estuvo hablando de ti... así que me lo planteé.
—¿Eso es algo que podrías hacer? —preguntó Ragnarok. Se quitó del agarre de Crona, volviéndose líquido, para reaparecer sobre su cabeza.
—No lo sé. No creí que valiera la pena sacar el tema hasta que me propuse investigar al respecto, pero no podría mantenerlo en secreto después de lo que oíste —alzó el brazo para darle una vuelta a su tornillo. Crona odiaba que hiciera eso—. ¿Escuchaste la parte en la que dije que no lo haría sin tu permiso?
Crona tenía la impresión de haberla escuchado, pero no respondió.
—Puedo tomarme el tiempo de investigarlo —continuó Stein—, en caso de que sea algo que te interese.
—No puede ser posible —dijo Crona. No sabía por qué la idea le estaba revolviendo el estómago. Como si el doctor pudiera simplemente deshacerlo. Como si fuera tan fácil revertirlo todo.
—No lo sabemos todavía —respondió Stein.
—No —Crona tenía la certeza de eso—. ¡N-no! ¡No lo quiero! No quiero... ¡No quiero que se ponga a pensar sobre mí!
—Ustedes dos seguirían siendo una pareja de técnico y arma. Tendrían cuerpos por separado, eso es todo. Ragnarok, ¿habías considerado la idea?
Ragnarok resopló.
—¿Qué nos vas a hacer, cortarnos por la mitad?
—No, pienso que eso sería ineficaz —respondió Stein—. Solo estoy mencionando todo esto como algo hipotético de momento. Pero, Crona, realmente deberías discutirlo con tu compañero antes de reusarte completamente.
—Ajá, idiota egoísta —dijo Ragnarok, golpeándole la cabeza.
Crona le agarró la muñeca antes de que pudiera asestar otro golpe.
—No hay necesidad de eso —dijo. No había nada que discutir, nada. ¿Por qué Ragnarok no sentía pánico?— No es... ¡No es posible! ¡Ella no lo habría hecho posible! —comenzó a respirar con dificultad. Hacía bastante tiempo que no visualizaba el rostro de Lady Medusa tan vívidamente—. Solo quiere cortarme para sus experimentos, ¿no? ¡No lo voy a dejar!
—No voy a hacer nada —replicó Stein, alzando las manos y retrocediendo—. Si así es como te sientes, no volveré a considerar la idea.
—B... ¡MUY BIEN! ¡DEJE DE HACERME EXPERIMENTOS EN SU CABEZA! ¡NO ME GUSTA!
—Entiendo cómo te sientes —Stein tomó un cigarro de su bolsillo—. Te dejaré en paz. Creo que deberíamos ir a calmarnos.
Cuando este se dio la vuelta y se marchó, Crona no lo detuvo. Aunque tenía ganas de hacerlo, de seguir gritando y decirle lo inútil que era todo esto, amenazándolo para que no se atreviera a intentarlo. ¿Pero qué sería capaz de hacer?
¿Qué podría hacer?
Nada. No podría hacer nada. Nunca era capaz de hacer nada.
...
Con esto se terminaban los planes de Marie, supuso Stein. No había manera de que Crona fuera a aceptar ahora que le tenía tanto miedo. Posó el cigarro en su boca y prendió un encendedor. Solamente echó una chispa. Repitió el proceso varias veces hasta dejarlo y volver a guardar el instrumento.
Spirit no estaba lejos. Stein sabía que no lo estaría. Él estaba esperando justo donde alcanzara a escuchar lo que había sucedido, tenso como un idiota.
—Necesito un encendedor.
Spirit le prestó el suyo. Stein prendió su cigarro y aspiró profundamente. Se reposó en la pared y observó las nubes de humo flotando hacia el techo.
—No es por citar a Crona, pero en serio no sé cómo carajos lidiar con esto.
—¿Dile que lo sientes y que no volverá a pasar? —sugirió Spirit. No estaba siendo de gran ayuda.
—Mi novia probablemente no quiera saber nada de mí si se entera de esto. Se ha encariñado con Crona. Está decidida a acogerle en nuestra casa.
Spirit lo miraba con incredulidad. Obviamente sabía lo que supondría para Stein. Varios pensamientos cruzaron su mente. «Entonces eso significa que— ¿O entonces ella se va a mudar? ¿Qué tanto te piensas involucrar en esto?».
Pero entonces Spirit sonrió y Stein no tuvo idea de cómo interpretar eso.
—Bueno, ¡creo que será para bien!
—¿Tú crees...?
Spirit le dio una palmada en el hombro y suspiró.
—La criaturita necesita una buena figura materna. Si esto pone en peligro tu relación, ¡yo me ofrezco a adoptarle! Extraño la alegría de ser un padre y tener a Maka de chiquita... —juntó sus manos en un gesto anhelante. Stein le leyó la expresión: recuerdos que probablemente él mismo se haya inventado—. ¡No hay nada como tener a un pequeñín que te quiera y admire! Y a lo mejor si Crona viviera conmigo, Maka vendría más seguido... Se llevan tan bien, ¡seguro que eso la haría feliz! ¡Hasta podrían entablar una relación de hermandad y seríamos familia! ¡Sería adorable! ¡¿A que sí?!
—Sí, claro... —Stein no sabía cómo decírselo—. Eso sería súper incómodo.
—Sé que en el pasado tuvimos nuestras diferencias, y tal vez hayamos peleado a muerte, pero he estado tan cabreado desde que me enteré de lo de Medusa... —inhaló como si estuviera tragándose los mocos. ¿Estaba llorando...?— Siempre he pensado que... alguien debe hacer algo.
—Sabes que Maka está loca por Crona, ¿verdad?
Spirit soltó una pequeña carcajada y negó con la cabeza.
—Oh, Stein, ¿de veras crees que todo el mundo es como nosotros cuando fuimos chavales...? Además, Maka no es gay ni nada por el estilo. Si lo fuera, ya me lo hubiera dicho.
Stein volvió a inhalar profundamente. Spirit frunció el entrecejo.
—¿No crees que Maka sea gay, o sí? —Stein no se dignó con una respuesta—. ¡Déjate de cuentos!
—Eso tendrás que hablarlo con tu hija.
Stein había venido aquí para librarse de la peor conversación que había tenido en años. En casa tendría que enfrentarse a Marie, y esa sería una conversación mucho menos amena. Él no quería estar aquí. No quería hablar de esto. Aun así, de todas las personas con las que podría estar hablando, esta compañía resultó ser la menos indeseable.
...
Crona ya se había dado a la fuga. Sin detenerse a tomar un respiro, se adentró en la familiaridad de los sinuosos pasillos en los niveles inferiores de la academia.
No sabía qué otra cosa hacer. Necesitaba desaparecer en un lugar seguro y su habitación era la opción más cercana. Era el sitio más próximo que le guarecería de Stein. No quería pensar en las maneras en que Stein se imaginaba cortándole y suturándole el cuerpo. No quería pensar en cualquier plan que él trajera entre manos para atenazarle el alma. No quería pensar en cómo él parecía estudiarle como a un sujeto para sus experimentos. Sobre todo, no quería pensar en si él habría fantaseado todas esas veces con separarle de Ragnarok.
Pero no había otra cosa en la que pudiera pensar mientras corría frenéticamente por los interminables y serpenteantes caminos, sin darse el lujo de dudar de la dirección a la que se dirigía. Sudando y sin aliento, eventualmente se detuvo frente a su celda. Abrió la puerta, temblando por lo que supuso fue alivio, y se mentalizó a colapsar en el rincón y olvidarse de todo lo sucedido durante la última hora.
Dio un paso adentro y se congeló antes de siquiera soltarse de la manija. «Alguien se metió en mi cuarto». Ese desolador pensamiento se repitió una y otra vez en su cabeza. La pequeña hilera de libros que tenía sobre el escritorio había desaparecido. Su cepillo y crema dental se habían esfumado del rinconcito del lavabo. La cama estaba sin hacer, completamente despoblada de sábanas y cobijas y de cualquier rastro de que Crona hubiera dormido allí. Una capa de polvo yacía en todos lados, fina pero uniformemente distribuida sobre la superficie del lugar.
«¿Acaso la profesora Marie se llevó mis cosas como si ya me fuera a mudar? Hace poco que estuve aquí, ¿lo habrá hecho mientras Stein...? ¡NO! No, Marie es una buena persona, no haría algo como eso. Ella dijo que podría pensarlo, me dijo que me daría tiempo para pensarlo. Es paciente y amable y no me mentiría aun cuando lo que dice no tiene sentido...».
Retrocedió, dejando la puerta abierta, y observó que el pasillo no le era más que vagamente familiar y que compartía el mismo diseño arquitectónico con el resto de los pasillos de la mazmorra de la escuela. Los ladrillos y las rocas a su alrededor no eran ni los ladrillos ni las rocas a las que se había acostumbrado.
—No... no es mi cuarto —dijo para sus adentros.
En un arranque desesperado, se precipitó hacia la siguiente habitación y la abrió de golpe. Una copia vacía de su recámara, igual a la anterior: sin cobijas, sin libros, sin frugales posesiones personales. Intentó lo mismo con la siguiente puerta y se encontró con una habitación vacía, fría y lúgubre. Lo mismo ocurrió al azotar cuatro puertas más, intentando desesperadamente encontrar un rastro de familiaridad.
Fue entonces que no pudo negar que estaba temblando del miedo. Se había perdido. Nunca creyó que fuera capaz de perderse en ese lugar, no como Marie solía quejarse. Crona nunca se había extraviado, ni siquiera cuando deambulaba los más recónditos pasillos siendo espía de Lady Medusa. Siempre era capaz de recordar el camino de regreso al darse cuenta de las vueltas que tomaba y dónde. Solo debía calmarse y pensar…
Se dejó caer de golpe en el suelo e ignoró el dolor que le producía la pared rasguñándole la espalda. Estaba jadeando pesadamente. Trató de mantener su respiración bajo control, inhalando y exhalando de la manera en que Maka le había enseñado. Fue inútil. Se le había disparado el estrés y era demasiada la ansiedad que le producía la idea de que nadie pudiera volver a encontrarle hasta que fuera demasiado tarde. Necesitaba oxígeno más que nada, pero le estaba siendo imposible regular la respiración; a duras penas lograba abastecerse con el aire suficiente para mantener a raya los puntos oscuros que invadían su visión y que amenazaban con dejarle inconsciente.
«Esto es lo que Stein quiere».
El pensamiento le hizo estremecerse. No sonaba bien. No sonaba a algo que la gente de la escuela haría, pero Stein había admitido fantasear con experimentar en Crona. ¿Así que en qué podría confiar? Desmayarse en el calabozo tras haberse perdido le dejaba en una posición demasiado vulnerable para su gusto.
Dudosamente llamó a Ragnarok y el familiar peso se asentó en su sudorosa palma. La punta de la espada se balanceaba inestablemente de arriba abajo y siguió la línea de visión de Crona, quien miraba de un lado a otro por el pasillo. Se sentía frágil, sin protección alguna. Tuvo la necesidad imperiosa de encontrar una habitación para resguardarse y esconderse de todo, pero sus únicas opciones eran sombríos duplicados de su recámara; la indecisión le estaba carcomiendo.
El sonido de unas pisadas súbitamente le hizo recobrar los sentidos. Se aproximaban desde la dirección en la que Crona había venido... ¿O era en la dirección a la que se dirigía? No lo podía recordar. En cualquier caso, se incorporó con dificultad y corrió en dirección opuesta. Stein no era un oponente al que pudiera hacerle frente, puesto que ya había perdido ante él, en una derrota tan aplastante que ya ni le consideraba una amenaza. Por más que le doliera, Stein estaba en lo cierto; no podría hacer nada contra él. No sería una sorpresa que el doctor encontrara una forma de replicar lo que Lady Medusa le había hecho a Crona en su última batalla.
Su visión se volvió borrosa mientras corría atropelladamente por los pasillos, con tanta velocidad que al momento de virar se estrellaba contra las paredes, dejándose moretones y raspones que Ragnarok se encargaría de remendar. No le importaba. Necesitaba largarse de allí. Nada le importaba más que librarse de Stein y de sus frías, invasivas y calculadoras fantasías de diseccionarle. De ninguna manera se dejaría volver a atrapar para que alguien más le desarmara el cuerpo.
Un desnivel le hizo dar un traspié y chocar contra el suelo. Trató de cubrirse con las manos pero terminó rodando de cabeza debido al impulso. Eventualmente se detuvo. El techo daba vueltas. Tenía la vaga noción de yacer sobre el suelo y la certeza de experimentar un gran mareo.
No obstante, fueron más certeros los continuos pasos que se acercaban cada vez más. Eran delicados y mullidos, y demasiado familiares. Crona no tuvo opción más que permanecer inmóvil. Quería levantarse para escapar y desaparecer, pero se había paralizado. Esperó con impotencia a que se aproximaran las pisadas.
La figura de una persona por fin hizo su aparición bajo la tenue luz, y fue mucho peor de lo que Crona pudo prever: tenía a Lady Medusa enfrente, viva y coleando y sin inmutarse ante el mundo que daba vueltas a su alrededor. La expresión en el rostro de la mujer era impasible e inexorable. Con la mirada que le dirigía a su objetivo bien pudo estar viendo a un insecto que no se dejaba aplastar.
Crona sintió su corazón detenerse y su aliento estancarse en la garganta. Todo su cuerpo parecía haberse petrificado a excepción de sus ojos, que derramaban lágrimas. Esperó a que su madre pronunciara palabra alguna, lo que fuese, pero ella solo le observaba con la misma expresión que Crona recordaba haberle visto en innumerables ocasiones desde la mesa de aquel laboratorio.
Una eternidad transcurrió mientras ella le sometía con los ojos, inmutables como siempre. Crona no percibió el paso del tiempo, solo sintió el dolor de su propio cuerpo, la cálida humedad de las lágrimas resbalando por sus mejillas y el peso de la decepción que aquellas pupilas reflejaban.
El doloroso impacto de un puñetazo contra su nariz le liberó del aturdimiento.
—¡Agh! ¡Ragnarok, qué demonios!
—¡CARAJO, YA ERA HORA! ¿Tienes idea de cuánto me tardé en que me hicieras caso, imbécil? ¡Te quedaste nomás recostándote en el piso por quién sabe cuánto tiempo! ¡Sin razón alguna! ¿No me piensas dar mi propio cuerpo pero sí andas desperdiciando el tuyo tirándote a medio pasillo? Levanta ese inepto culo y tráeme algo de comer. Me muero de hambre...
Ragnarok le agarró la nariz con una mano y con la otra se empeñó en zarandearle la cabeza, gritándole. Los brazos de este eran demasiado pequeños, pero no por ello dejaba de doler.
Crona se enderezó. El mundo había dejado de girar a su alrededor, y en su respiración solo quedaba un dejo de frenesí —al menos ahora era manejable—. Miró de un lado a otro, bruscamente, buscando a Lady Medusa, pero se topó con un pasillo desierto. Un pasillo vacío, carente de familiaridad y apenas iluminado, justo como todos los demás. Antes de que pudiera ser presa del pánico otra vez, Ragnarok le golpeó la cabeza y gruñó.
—¿Qué esperas? Me está dando más hambre.
—No sé a dónde ir. Me perdí —respondió.
—¿Es en serio? ¿Estás idiota o qué? ¿Hemos vivido aquí desde hace quién sabe cuánto y todavía te andas perdiendo?
Sus palabras aliviaron las marañas de ansiedad que se le estaban acumulando en el pecho
—¿Sabes cómo regresar a nuestra recámara?
—Duh. A diferencia de ti, yo no soy un puto idiota. Párate de una vez. Queda, uh... ¡por acá! —declaró Ragnarok, jalándole las greñas y nuevamente apuntando hacia el pasillo.
Crona desconocía si se trataba de la dirección desde la que huyó o no, pero se levantó y siguió los comandos de Ragnarok. Dolía, pero qué más daba. Simplemente quería regresar a su habitación.
Se forzó a continuar pese a la incertidumbre de que Ragnarok no tuviera idea de hacia dónde se dirigía, pero más pronto que tarde llegaron a la susodicha recámara. Crona no perdió tiempo en agazaparse en el rincón detrás de la puerta para finalmente recluirse de todo.
...
El sábado debió haber constituido un alivio pero Stein apenas logró descansar. Marie supuso que otra taza de café no sería una buena idea, pero aun así le sirvió una tercera, justo como él lo pidió. Él la bebió en un santiamén. No pareció despertarse, sino solo agitarse, a juzgar por la manera en que sus dedos golpeteaban la mesa como si estuviera esperando que una catástrofe ocurriera en cualquier momento.
Marie no preguntó nada, solo se sentó a beber su propio café. Stein la miró. Marie arqueó las cejas, invitándolo a comenzar. Eventualmente lo hizo.
—Creo que deberías ir a ver cómo se encuentra Crona.
—¿Crona? —Marie no quería saber a dónde iba todo esto—. ¿Por qué...?
—Alguien debería cerciorarse de que no se haya colgado del cuello o algo parecido. No creo que moriría, pero puede que se haga daño intentándolo.
—¿Tomaste demasiado café? ¿De qué diablos estás...?
Stein la interrumpió.
—Creo que en serio metí la pata ayer. Aunque siendo sincero, la posibilidad de que eso ocurriera era tan inverosímil que ni yo puedo echarme la culpa.
—Explícate.
Stein se lo explicó. A Marie se le fue cayendo el alma a los pies con cada palabra.
—Y así están las cosas —concluyó—. No estoy seguro de qué lo desencadenó, pero me imagino que fue la parte en la que mencioné que originalmente tuve la idea al hacer remembranza de una alucinación de Medusa.
—Pues... —no era que escuchar eso no la mortificara, pero...— ¿Qué tan probable sería?
—Eso es lo que llevo diciéndome.
Marie quería gritarle y reprocharle a Stein para que solucionara este desbarajuste. Pero él estaba completamente perdido y ella lo sabía. Stein era mejor tratando con gente muerta o inconsciente. Podía ser una persona maravillosa, pero... cada quien está equipado con distintas fortalezas. Ella no tenía tiempo que perder. Tenía que ponerse en marcha. No quería pensar en las nuevas arrugas que le saldrían al terminar la semana... o incluso el día.
Si había algo con lo que no estaba equipada era en encontrar a Crona. Podía avistar la escuela, eso era suficientemente fácil: un edificio gigantesco en el centro de la ciudad, adornado con sus características calaveras. Pero le era imposible encaminarse en el laberinto subterráneo aun cuando su vida dependía de ello. Cada corredor de la mazmorra lucía idéntico. Si Crona realmente estuviera planeando quitarse la vida, era más probable que Marie falleciera primero.
Jamás volvería a pasar por esto si tan solo se mudara con ella.
Le tomó un par de horas por fin dar con la recámara. Sabía que fueron horas porque ya le empezaba a dar hambre otra vez. Tocó la puerta, temiendo lo que pudiera encontrar.
No hubo respuesta.
Marie sabía que esa puerta debía ser la indicada. Tenía el mismo patrón de moho que recordaba.
—¿Crona? —le llamó. Volvió a tocar. Ni una respuesta. Se sintió ansiosa pero no podía darse el lujo de dudar—. Voy a pasar.
Lentamente empujó la puerta. Al principio la habitación se veía vacía, pero Marie ya sabía que ese no era el caso. Entró y se giró hacia el rincón más cercano. Había una figura oscura allí. Se acercó a esta con cautela. Su visión se fue acostumbrando a la iluminación del lugar y reconoció la forma de Crona, desplomada en el suelo. Por un momento Marie sintió que se le escapaba el alma, pero luego notó que Crona se movía levemente.
Estaba durmiendo. Marie dejó escapar un gran suspiro de alivio. Vaciló por un momento, no sabiendo si sería oportuno perturbarle el sueño. «Esa posición no puede ser cómoda», concluyó, «o buena para su espalda». Podría despertarle para, cuando menos, hacer que duerma en la cama. Se agachó. Apenas pudo verle unos cabellos asomándose por detrás de sus brazos. Le tentó el hombro.
—¿Crona...?
—Mmh... —se fue enderezando y la miró con ojos soñolientos—. ¿Profe Marie...? ¿Qué está haciendo aquí?
—Perdón por la intromisión.
Crona se apoyó en la pared y se puso de pie.
—Um. ¿Necesita algo?
Marie de pronto se sintió torpe.
—Solo... Estaba preocupada por ti —Crona no dijo nada—. Creo que debí haberte dejado en paz —suspiró.
—No se preocupe, ya me acostumbré —se sostuvo los brazos. Desvió la mirada con una expresión inescrutable—. Puede venir cuando quiera y hacerme lo que quiera, supongo.
—Oye, ¡no quiero hacerte nada! ¡No es lo que quiero! No es... Tampoco es lo que Stein quiere —no sabía qué decir; había cosas que no podían revertirse ni volver a quedar calladas—. A decir verdad, lo que Stein te contó ayer no era algo que hubiéramos considerado seriamente. Tan solo era una idea que él externó en una ocasión. No sé si haya tenido planes para hablarlo contigo.
—No —respondió Crona—, solo con sus amigos —Marie se mordió el labio—. ¿Para qué me lo haría saber?
—Pues, porque nosotros no vamos haciendo experimentos en la gente a diestra y siniestra, ¡así no trabajamos! Lo que has vivido... no es normal. No tienes por qué tener miedo aquí.
Ragnarok emergió detrás de un hombro y la miró furioso.
—¡Qué afirmación tan descarada! ¡Estamos hablando del tipo que convierte a la gente en zombis!
Crona dio un respingo y chocó contra la pared.
—Dios mío, ¡¿me va a convertir en un zombi?!
—N-no... No, no va a convertirte en un zombi —suspiró—. Él... trató de hacer una buena acción. Tiene buenas intenciones, es solo que su forma de mostrar preocupación e interés es muy peculiar. Lo conozco desde que fuimos estudiantes aquí. Sí, hizo cosas bastante extrañas pero... es un tipo raro. Nos sentimos culpables por no haber hecho nada para ayudar y... —Crona finalmente le devolvió la mirada—, no creo que yo pueda perdonarme hasta que me conste que te encuentras bien.
—¿Perdonarse por qué? —Crona se dejó caer en el suelo una vez más—. No quiero que se sienta mal... Sobre todo si es por mi culpa... Así nunca podrá perdonarse a sí misma.
Ragnarok se le había encorvado en el hombro antes de volverse a implantar. Incluso él parecía haberse deprimido.
—No es algo malo —dijo Marie—, que haya gente que se preocupe por ti.
—Sigo sin entender... Está tratando de decir que... —estrechó los ojos y frunció el ceño en gesto de aparente confusión—. Que al doctor Stein... ¿le importo? ¿O que... e-él...?
Marie logró esbozar una sonrisa honesta.
—¿Sabes? Ustedes dos tienen mucho más en común de lo que quisieran admitir. Por eso las cosas se ponen tan incómodas.
—¿Qué podríamos tener en común?
—Bueno... —Marie se arrodilló a un lado suyo—. Los dos tienen una gran determinación, están dispuestos a hacer cuanto sea necesario y…
—Nos dejamos manipular fácilmente por la misma persona.
Marie sintió su corazón estrujarse. Tan solo quería rodearle en un fuerte abrazo, pero no estaba segura de que tuviera el derecho de hacerlo.
—Ambos se libraron de sus garras —afirmó con cariño—. Los dos pueden entenderse de una manera en la que nadie más puede. Quizá si pudieras hablarlo…
—No quiero hablar sobre Lady Medusa con él —la voz de Crona se rompió. Se cubrió el rostro con las rodillas mientras sollozaba desconsoladamente.
Marie estiró su mano, titubeando, y la posó en su espalda. Estaba tensa.
—No tienes por qué hacerlo —comentó—, pero tal vez puedan ayudarse a perdonarse el uno al otro. Aunque si te da tanto miedo... puedo mudarme a otro lugar.
—¿Por qué? —le cuestionó Crona.
—Porque cuando tú y Stein fueron víctimas del mismo mal, yo decidí que uno de ustedes era quien más valía la pena salvar. Tomé la decisión equivocada.
Ya se había disculpado hace meses. Derramó su corazón frente a Crona en cuanto pudo para hacerle entender lo mucho que lo lamentaba. Había aprovechado la culpa que Crona sintió tras haber traicionado al Shibusen para así ella apostarle la vida en su propia y egoísta misión de rescate. Marie pensó que Crona habría estado lo suficientemente alerta para escucharla, pero solo se le había quedado mirando sin absorber la información, repitiendo: «¿Dónde está Maka? Tenemos que ir a ayudar a Maka». Fue muy pronto, y toda ocasión posterior fue muy tarde. Así que no había mejor momento que el presente.
—Pero... ustedes... están juntos, ¿no? —preguntó Crona, observándola con incredulidad—. No lo haga. ¡Si lo hace no sé cómo podré lidiar con el hecho de que yo fui la causa!
—Puedes salir con alguien y aun así no vivir con esa persona, por si no lo sabías. Es solo que... odio verte con tanto dolor.
Crona inclinó la cabeza, su flequillo le ocultaba el rostro. Permaneció inmóvil por unos instantes. Después presentó espasmos. Dejó salir un grito sofocado y comenzó a temblar. Marie se apartó, alarmada. No era su intención hacerle llorar tan violentamente. ¿O acaso se estaba riendo? ¿Ambas cosas?
—¿Dolor? ¿Qué dolor? Eso no existe —parecía causarle gracia—. No es más que un montón de nervios reaccionando... No sé por qué ella no se deshizo de mis receptores del dolor. ¿Podría haberlo hecho? ¿Hubiera sido así de fácil? —se enderezó, apoyándose contra la pared. Tenía una sonrisa ausente. Una lágrima le resbaló por la mejilla—. ¿Todo es un círculo en la arena? Tan solo... ¿O solamente se trata de las líneas que dibujé? Si toda línea que dibuje puede ser borrada, ¿es lo mismo para todas las demás?
—¿Cuáles... «líneas»?
—Las líneas en las que me puso Lady Medusa —le explicó Crona, como si fuera lo más obvio del mundo. Sus ojos se clavaron firmemente en la mirada de ella—. Verá, yo soy la espada demoniaca. Mi sangre es negra. Eso es lo que yo sé, profesora Marie, que mi sangre es negra.
—Creo... que entiendo —dijo Marie—. No, no es como una línea en la arena. Algunas líneas no pueden ser borradas... pero con el tiempo pueden disiparse —su mano se cernía sobre la espalda de Crona hasta que se atrevió a posarla sobre sus hombros—. Y tal vez no puedas borrarlas, pero puedes dibujar sobre ellas. No eres las líneas que esa bruja dibujó. Puedes ir a donde quieras. Y si no sabes a dónde ir... puedes dejar que otras personas te guíen. Creo que es un poco gracioso…
—¿Qué parte de todo esto es gracioso? —preguntó Crona.
—Es solo que yo tengo un pésimo sentido de la orientación —afirmó Marie, sonriendo a pesar de la ironía—, y aquí estoy diciendo que voy a guiarte. Pero si mal no recuerdo, tú tienes un buen sentido de la... ¿orientación literal?
—Creo que... tengo un sentido promedio de la orientación... supongo... —Marie le notó el bizarro sentido del humor desvanecerse—. No creo que yo sepa muy bien qué es lo promedio…
—Entonces, ¿podríamos ayudarnos mutuamente? —preguntó Marie—. Por si no te has dado cuenta, soy un tanto despistada... Me vendría de mucha ayuda alguien que sea centrado, como tú.
Crona parpadeó.
—¿Centrado?
—Sí —confirmó Marie, sintiéndose un poco más segura de sí misma—, tu actitud es centrada y... quiero ayudar. Pero si pedirte que vivas conmigo no es la manera de hacerlo, entonces... Hay muchas otras cosas que puedo hacer. Puedes hablar conmigo. Puedes contarme lo que sea.
El cuerpo de Crona se tensó bajo su brazo. Parecía dudar. «No, no puede». Marie se dio cuenta de ello, tristemente resignándose. «No conmigo. No ahora. Tal vez nunca». Después de que le hubiera exigido el mundo entero a Crona para que se ganara su perdón, ¿cómo podría confiar en ella?
—De momento, ¿te puedo pedir un favor?
—Está bien —respondió Crona.
—Lo que pasa es que... —forzosamente rió entre dientes—. ¿Podrías acompañarme para salir de aquí? Me preocupa no volver a ver la luz del día.
—Um, claro…
Marie se puso de pie. Crona se levantó antes de que ella le pudiera ofrecer ayuda. Lucía fatal, como si no hubiera dormido en toda la noche. A pesar de ello se le notaba la disposición de ayudar.
—Gracias —dijo Marie. Lo decía en serio.
Crona caminó pausadamente delante de ella, guiándola fuera del laberinto. Marie se preguntó si ella en verdad le habría sido de ayuda, si algún día podría ayudarle a dibujar sobre esas líneas. Crona era poeta, tal vez hubiera escrito algo que no era capaz de borrar. Probablemente ese fuera el caso. Incluso las líneas escritas a lápiz eran imposibles de borrar si eran talladas con demasiada convicción. Pero si cada línea fuera dibujada tan tenuemente todo el tiempo, eventualmente todas se desvanecerían. Dibujar líneas profundas requería agallas…
Marie se sentía orgullosa por pensar como poeta. Tal vez ya estaba comprendiendo un poco mejor a Crona. Tal vez algún día... todo estaría bien. Sonrió a sus espaldas, donde no la podría ver. Pronto llegaron al exterior. Marie se sintió un poco más esperanzada al verle caminar bajo los rayos del sol.
...
Notas
¿Se acuerdan de que Crona se suponía que iba a visitar a Maka? Pobre chava. Empecé a ponerle nombre a los capítulos porque el título del que sigue es súper importante.
Un GRAN, GRAN agradecimiento del tamaño del universo a Ren por escribirme la escena del ataque de pánico porque yo solamente escribí un borrador de unos cuantos párrafos y me quedé "CONCHETUMARE CÓMO LE HAGO?" Así que de nuevo te doy las gracias, Ren.
Se vienen grandes momentos de CroMa como compensación por el bajón que fue este capítulo.
