Notas del(a) Autor(a): Muchas personas comparten sus sentimientos y las donas prometidas hacen acto de presencia. Mis betas siguen siendo los(as) mejores segundas(os) lectoras(es).


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Capítulo 2

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¿Cómo? —grita Stiles a su teléfono, pisando con fuerza el acelerador—. ¿Los alfas están en tu casa?

No, el aroma es de hace unas horas. Es solo que… ¿Puedes venir?

—Ya estoy aquí —chilla Stiles frente a la casa de los McCall, abre la puerta y corre por las escaleras hasta la habitación de Scott. Su mejor amigo permanece con el teléfono en la mano, observando algo pequeño, peludo y café sobre la cama, se acerca despacio y se detiene—. Eso es…, ¿una ardilla muerta?

—Sí. —Las facciones de Scott están teñidas de desdicha—. Y mi mamá acaba de lavar las sábanas.

—Viejo, todo este asunto con los alfas se está volviendo muy extraño. ¿Cómo se supone que tenemos que interpretarlo, como una amenaza o un regalo?

—No lo sé. —Scott arruga la nariz.

—Hay una delgada línea entre seducir y aterrorizar —argumenta Stiles pensativo, entonces otra idea se le ocurre—: ¿Estás seguro de que fueron los alfas? ¿No habrá sido Derek?

Scott se le queda mirando.

—¿Por qué pondría Derek una ardilla en mi cama?

Stiles se encoge de hombros.

—¿Por la delgada línea entre el terror y la seducción? Suena un poco como él, ¿o no? —Scott le da una mirada extrañada, él se sonroja—. Olvídalo, ¿podría ser como una bolsa de regalos?, algo así como un "Bienvenido a la manada".

—Preferiría dulces y Candy Buttons —farfulla Scott. Stiles se acerca a la ardilla en busca de pistas, pero el asqueroso aroma le da en la cara—. Creo que deberíamos llamar a Derek. —McCall observa a la ardilla por el rabillo del ojo, como si fuera a desaparecer si no la mira directamente.

—¿Eh? —Stilinski está más preocupado por pinchar a la ardilla con el palo de lacrosse de Scott.

—Por todo el asunto de que ahora somos parte de su manada. ¿Tal vez sabe por qué los alfas hicieron esto?

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Después de escuchar la delirante historia, de Scott, y los balbuceos sobre la rabia, de Stiles, Derek dice:

Hiciste bien en llamarme —Su voz suena áspera por el altavoz. Stilinski está muy sorprendido por su actitud, se ha mantenido calmado y los ha escuchado—. Los alfas te están poniendo a prueba, quieren conocer tu reacción a la invasión de tu espacio, es probable que te estén vigilando. En este tipo de situaciones, ambiguas, como beta, tu primera reacción debió haber sido llamarme.

—Bueno, llamé a Stiles…

Derek suspira hondo. Stiles puede ver la mirada que le está dando al teléfono.

—Estamos trabajando en ello, en el inter…, ¿qué hacemos con Tambor?

—Tambor era un conejo —corrige Scott—, viejo.

—Ponlo en una bolsa y tíralo a la basura —ordena Derek—, y actúa como si nada pasara.

—Em, los alfas amenazaron a Scott con adorables criaturas del bosque… —contradice Stiles nervioso—, así que, sí, pasa algo.

—Por eso dije que no actúen como si pasara. ¿Está tu madre en casa?

—No —responde Scott aliviado—, tiene el turno nocturno.

Puede que la Sra. McCall haya tomado el asunto de los hombres lobo de manera tranquila, pero Stiles sabe que Scott prefiere mantenerla al margen. Palmea la espalda de Scott, este le da una mirada agradecida.

Bien —prosigue Hale—. Por si las dudas, me quedaré en tu casa esta noche para demostrarles que estás bajo mi protección, es mejor que te quedes en otro lado.

—Pero… —comienza Stilinski.

—Me quedaré con Stiles —asevera Scott, todavía pálido.

Stiles se traga sus objeciones e incesantes preguntas.

—Por supuesto, compañero.

Nada más sucede. Por la mañana, Derek le avisa a Scott, vía mensaje de texto, que puede volver a su casa y que hablarán durante la reunión de la manada.

Stiles convence a McCall de ir a practicar lacrosse y quedan de verse en el campo de la preparatoria. Cuando Stiles saca su bolso del Jeep el calor es sofocante y desearía haberse quedado en casa y jugar Xbox. Scott ya está ahí, lanzando pelotas a la meta y yendo por ellas, no se necesita mucho para hacerlo feliz.

—Jugando a buscar la pelota, ¿eh? —bromea, dejando sus cosas en la banca, junto a las de McCall.

—¿En serio, viejo? ¿Bromas perrunas?

Stilinski se encoge de hombros, sí, no es su mejor argumento, pero en su defensa han sido días estresantes.

Una vez que empiezan a jugar se olvidan de Derek, los alfas y el aura de misterio que rodea a la ciudad, es lo grandioso del lacrosse. Juegan en silencio (tanto como les es posible) hasta que Stiles casi se cae por el agotamiento.

Okey, tiempo fuera —jadea, dirigiéndose a la banca—, necesito agua.

Scott trota tras él. Se mantienen en silencio, pasándose la botella de agua. Dos figuras conocidas cruzan el campo, ambos las observan hasta que Jackson se sienta a lado de Scott y Lydia junto a Stiles, lo que no es buena señal. No los habían visto desde el incidente con el kanima.

«¿Kanidrama?», divaga el cerebro de Stiles, «¿Dranima?».

Ey —profiere Jackson—. Ahora soy un hombre lobo. —El eufemismo del siglo.

Síp —contesta Stiles—, ya lo sabíamos, gracias.

Jackson lo ignora, su atención está con Scott.

—La luna llena es en unos días y, em, me preguntaba si…

—Espera —interrumpe Stiles—. ¿Nos estás pidiendo ayuda? Nos odias, hiciste que despidieran a mi padre y, oh, es verdad —agrega con deleite—: intentaste matarnos, que, en palabras de tu padre, sería suficiente para una orden de restricción.

—No estaba hablando contigo —espeta Jackson.

—Cierto —admite Scott—, pero tiene razón. ¿Por qué deberíamos ayudarte?

—Para evitar que asesine a alguien durante la luna llena, si no mal recuerdo, tu calidad moral impide que pasen estas cosas.

Scott luce confundido.

—Espera, ¿no has estado entrenando con Derek? Es tu alfa y mira que los otros alfas…

—Derek es un idiota —objeta Jackson—. Me apuñaló con sus manos. —Parece bastante traumatizado por el hecho de que Hale usara las manos.

—Sí, Derek es de lo peor —concuerda Scott y, cómo es demasiado fácil, arrastra a Jackson al centro del campo entre comentarios sobre "marcar el territorio" y "cuando te gusta una chica… y quiero decir cuando te gusta de verdad" que hacen a Stiles querer arrancarse los oídos.

Tenemos que hablar —prorrumpe Lydia con un inquietante movimiento de cabello.

Mierda, mierda, mierda.

—Hola, Lydia, sí, me alegra verte. Estoy feliz de saber que tu horrible novio lagarto no te asesinó, no es que sepa sobre lagartijas aterradoras o asuntos sobrenaturales, ya sabes, en general, pero fue divertido, ¿eh? —Afortunadamente la mirada gélida de Lydia corta su balbuceo antes de hundirse más.

—No soy estúpida, Stiles. Jackson me contó sobre los hombres lobo, kanimas y todo lo demás que, dicho sea de paso, ya había descubierto, porque, oh sí, no soy estúpida.

«No eres estúpida», concuerda Stiles sin atreverse a decirlo en voz alta, «pero vaya que das miedo» y preguntándose cómo podría salir indemne, susurra—: Lydia…

—Sé que es peligroso, créeme, no tienes idea de lo bien que lo sé. —Un escalofrío cruza las facciones femeninas.

Stiles se da cuenta de que está aterrada, lo ha estado desde hace tiempo, ¿cómo es que hasta ahora se da cuenta?

—¿Jackson? —Y está listo para ir y darle un puñetazo, hombre lobo o no.

—Por favor —ironiza ella como si la sola idea fuera un insulto. Lo paraliza con la mirada—. Te enseño la mía si tú me enseñas la tuya. Quiero la verdad, Stiles, toda. Creo que ha quedado bastante claro que la ignorancia no protege a nadie. Además, apesta saber que tus amigos te mienten en la cara y ni siquiera lo hacen bien.

Stiles suelta un suspiro, tiene razón, por mucho que quiera mantenerla al margen de los tejemanejes de Beacon Hills en los que ha estado involucrado durante los últimos seis meses, ella parece estar en el centro de todo. Así que comienza a hablar y, conforme avanza, observa como los ojos de Lydia se abren sorprendidos, al terminar espera ansioso el veredicto.

Después de unos instantes, ella expresa sin aliento:

—Bueno, eso explica muchas cosas. —Y lo abofetea.

—¡Ay! —chilla Stiles, de nuevo, de una manera varonil—. ¿Por qué demonios fue eso? ¿Y qué explica?

—Todos ustedes son los idiotas más grandes que he conocido. Es decir, sé que Scott es un tonto de remate…

—Oye —se queja Stiles sin mucho esfuerzo, Scott podría escucharlos.

—… pero no esperaba esto de Allison o de ti, estoy reevaluando seriamente mi impresión sobre tu inteligencia.

—¿Tienes una impresión sobre mi inteligencia? Es lo más bonito que me has dicho.

No estoy de humor Stilinski. ¿No se te ocurrió pensar que, en tu prisa heroica por protegerme, fui atacada por un hombre lobo, tuve alucinaciones y desmayos, y no tenía idea de lo que estaba pasándome? ¿Qué creía que me estaba volviendo loca? ¿Qué los demás creyeron que me estaba volviendo loca? Jackson me gritó sin ninguna explicación y, de pronto, pude haberlos matado a todos en mi cumpleaños. Y todo se pudo haber evitado si hubieras tenido la cortesía de tomar cinco minutos de tu tiempo y decirme lo que estaba pasando, en vez de salir corriendo en busca de aventuras.

Stiles la mira, boquiabierto.

—Está bien, ¿qué? Espera, ¿cómo está eso de que pudiste matarnos? —Ahora es el momento de Lydia, al terminar Stiles expresa—: ¡Vaya!, eso explica muchas cosas. Y tienes razón, somos los peores amigos, los peores de todos los tiempos. Lo lamento mucho, Lydia.

Se siente ligeramente enfermo y ansioso, y muy culpable, siempre estuvo orgulloso de creer que conocía a la pelirroja mejor que nadie porque los demás eran superficiales, en tanto su amor era verdadero y eterno, obvio. En sexto grado, Lydia ganó la feria de ciencias y aunque actuaba como si estuviera feliz, aceptaba las felicitaciones con indiferencia, Stiles supo que algo pasaba. Entonces, Lydia dejó de alzar la mano en clase y a fallar en los exámenes, puede que en ese entonces haya sido un poco acosador, pero sabía que algo no estaba bien y no paró hasta averiguarlo.

«Es lo que hacías por las personas que amabas», se reprocha. Scott incluso empezó a tirarle cosas cuando mencionaba a Lydia Martin, al final lo descubrió, todo por ser terco, incansable y simplemente molesto: Al ganar la feria de ciencias, había sido invitada a participar en una nacional en Washington D.C., sus padres dijeron que no, ya tenían reservado un viaje a Aspen para la misma semana y una feria de ciencias no era algo para sentirse orgullosos, tal vez para otros niños sin vida social, pero no para Lydia, ella era mejor que eso y aparentemente lo era. Cuando no había sido importante, Stiles no había sido capaz de dejar el asunto en paz y, ahora, que realmente lo es…

La expresión de Stiles debe parecer como si hubieran matado a su perro porque Lydia muestra cierto grado de preocupación y enfado, ¡ella no debería estar preocupada! Él preferiría no hablar del tema aquí o en ningún otro lado, ni siquiera quiere pensar sobre ello, pero su boca se abre sin su permiso:

—Peter casi te mata, casi te mueres y yo estaba tan asustado que cada vez que te miraba me dolía, deseaba que dejara de importarme porque preocuparse no impide que la gente muera, solo empeora las cosas. Así que fingí que todo estaba bien cuando no era así. Fue mi culpa, por saliste herida.

Las facciones de Lydia se suavizan, lo que es nuevo e inquietante.

—No te hagas el estúpido mártir —reprende, pero sin decirlo en serio—. Es culpa de Peter porque es diabólico, ¿vale?

Stiles suelta una vacilante risa, tiene su grado de verdad, aunque sin importar lo que diga, seguirá sintiéndose responsable. Dejó de prestarle atención y estuvo a punto de perderla, a veces tiene el impulso de acercarse y tocarla para asegurarse de que está ahí, y no es algún tipo de truco tipo Patrick Swayze en Ghost porque, hipotéticamente hablando, si bien es halagador ser Whoopi Goldberg no le gustaría estar en sus zapatos, así que no volverá a cometer el mismo error.

—De todas formas —agrega Lydia con una sonrisa malévola, sacándolo de sus pensamientos—, estoy segura de que pronto estaremos a mano, no soy yo la que tendrá que lidiar con el psicópata asesino no muerto que por accidente solté en el pueblo, diviértanse.

Stiles le sonríe y le enseña el dedo medio.

—Tal vez no lo volvamos a ver, porque ¿es feliz aterrorizando a los ciudadanos de Río o Mongolia?

La pelirroja le lanza una mirada escéptica, antes de poder decir algo, Scott y Jackson regresan, sonrojados y alegres.

«¿Jackson feliz?», se pregunta Stiles, «¿qué le está pasando al mundo?»

—Oye Stiles —vocifera McCall—, le dije a Jackson que le ayudaríamos con su primera luna llena, lo haremos, ¿verdad?

Por mucho que pasar el rato con Jackson transformado en hombre lobo no es su ideal, Scott se ve tan satisfecho, como si acabara de organizar una noche de juegos, que Stiles solo suspira.

—Vale, pero como rompiste las cadenas, ahora vas y las compras tú. Cada que voy a Home Depot el cajero me ve con lujuria.

Okey —interviene Lydia, poniéndose de pie con elegancia y sacudiéndose la falda—, creo que lo que vinimos a hacer ya lo hicimos, ¿Jackson?

Mientras se alejan, un pensamiento cruza por la mente de Stiles, es algo bobo, pero como están haciendo las paces y antes de que pueda pensarlo, grita:

Ey, Jackson lamento haberte golpeado con el Jeep.

Whittemore se voltea y lo mira sin comprender hasta que Lydia lo patea en el tobillo.

—Oh, em, no hay problema, Stilinski. Ya sabes, lo siento por casi matarte con mis venenosas garras.

—Ni lo menciones, nos vemos en la luna llena.

—Sí, nos vemos, McCall.

—Miénteme de nuevo, Stiles —asevera Lydia, volviendo la mirada al frente y deslizando un brazo por el de Jackson— y te golpearé hasta matarte con tu peroné.

Stilinski y Scott se miran con impotencia antes de recoger sus cosas y volver a casa.

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Una hora y media después, la puerta del ascensor del apartamento de Derek se abre con un rechinido metálico para mostrar a Stiles y a Scott recién duchados con una enorme caja de donas, porque Derek había sido horriblemente impreciso sobre los bocadillos.

—¡Stiles! ¡Scott! —gritan alegres los betas, corriendo hacia ellos o, más bien, hacia las donas.

—Te amamos, Stiles —declara Erica con fervor con la mitad de una dona de chocolate en la boca.

—Los mejores nuevos miembros de la manada de toda la historia —afirma Isaac, de alguna manera ha terminado con glaseado de vainilla en la nariz incluso antes de que Stiles salga del ascensor.

Stilinski les sonríe. Cuando pone la caja en la barra, Derek se acerca sigiloso y gruñe:

—¿No hay de jalea? —Si se tratara de alguien más habría sonado quejumbroso.

—Claro que te gustan las de jalea —murmura Stiles, lamiendo el azúcar de sus dedos.

—En serio, viejo —secunda Scott—, ¿quién eres?

Los demás hacen ruidos felices y salvajes, inquietando a Stilinski.

—¿No les das de comer?

—No —responde Erica, cantándole a la dona—, nunca nos alimenta, es de lo peor. Su refrigerador solo tiene gomitas de vitaminas y sriracha.

Después de darle un rápido vistazo a Derek, para cerciorarse de que no está prestando atención, Boyd añade malhumorado:

—Normalmente pedimos entrega a domicilio, pero luego se queja de que dejamos al descubierto nuestro escondite secreto.

Hale masculla algo sobre las donas. No obstante, Stiles está seguro de que los está escuchando.

—¿En serio, Derek? —cuestiona sarcástico, aunque escuchar a los betas es hilarante—. ¿De verdad crees que el repartidor de Domino's va a ser un vampiro o algo por el estilo?

—Uno nunca sabe —reitera Derek, luciendo ofendido y traicionado—. No podemos ser irresponsables.

Los betas siguen llevándose la comida a la boca de una forma que empieza a incomodar a Stiles. Cuando Scott intenta agarrar una dona con chispas y Erica le da una palmada, además de gruñir, Stiles decide que ha tenido suficiente.

—Son tus lobeznos, ¿cómo los dejas morir de hambre? Esto no puede seguir así, vamos por la despensa.

—¿Qué? —impugna Derek con el ceño fruncido—. No.

Stilinski se está acostumbrando a la manera tan peculiar del hombre lobo de apretar los dientes cuando dice algo, es como si fuera su momento.

—Créeme, no quiero que me acompañes, pero alguien tiene que pagar. —Derek permanece inmóvil con las cejas fruncidas, Stiles levanta las llaves del Jeep y las agita, Derek no se mueve, Stiles vuelve a agitarlas, el ceño de Hale se profundiza, Stiles las agita una vez más y, para su sorpresa, Hale suelta un gruñido sordo y camina hacia el ascensor, Stilinski lo mira boquiabierto—. ¿Logré que Derek Hale me hiciera caso? —Eleva el puño al aire—. Anoten esta fecha, chicos.

—No nos interesa —responde Boyd, con la boca llena suena más a "o os sa".

—¡Traigan helado! —grita Isaac.

El viaje al supermercado es silencioso e incómodo, Stiles está acostumbrando, es Derek, así que pasa la mitad del trayecto lanzándole miradas desconcertadas, viendo como el sol se refleja en los autos y en la cara del alfa. Derek parece no notar el brillo en sus ojos, sus facciones permanecen imperturbables. Stiles muere por saber por qué accedió a acompañarlo si es evidente que no quiere estar ahí.

—¿Por qué…?

—Para que te quedes callado.

—Oh. —Stiles permanece en silencio el resto del viaje.

Deja el Jeep cerca de la entrada del supermercado. A esta hora del día está bastante tranquilo, así que maniobran el carrito sin problema por los pasillos, hace que Derek lo empuje.

A la par que arroja cosas en el carro, Stiles mantiene una charla constante:

—La pasta es muy fácil de hacer y apuesto a que los carbohidratos son buenos para los hombres lobo, podemos ponerle salsa de tomate y champiñones, ¿te gustan los champiñones? Síp, tienes razón, sería mejor con albóndigas, aunque la carne está en el otro pasillo, así que tomaré algunas latas… —A excepción de que las facciones de Derek se van tensando conforme el carro se llena, no da muestras de estar escuchándolo. Entonces, a mitad del debate entre Nacho Cheese o Cool Ranch Doritos para que Derek escoja uno, Stiles se detiene—. Okey, ¿qué pasa? ¿Tienes algo en contra de las ricas frituras de maíz?

Hale arruga el entrecejo, sus pómulos se marcan más. Stiles, que puede permanecer callado, lo observa sin soltar las bolsas. Cuando Derek se da cuenta de que no se irán hasta que diga algo, farfulla:

—La mayoría… Yo no aprendí… mi hermana, Laura. Era la que cocinaba.

Bueno, técnicamente no son oraciones completas, pero Stiles le da una A por el esfuerzo. Derek se le queda mirando como si lo desafiara a burlarse. Stiles quiere preguntar, "¿Qué clase de idiota se burlaría de tu familia muerta?", en cambio, dice:

—Eso es genial, viejo. Yo tuve que aprender a cocinar después de la muerte de mi madre porque mi papá es capaz de quemar el agua. No es que sea increíble o algo por el estilo, pero me defiendo. Entonces, ¿Cool Ranch? —Y tira los Doritos en el carrito. Sin que Derek se dé cuenta, Stiles lo observa exasperado. «En serio, ¿qué clase de loco prefiere no comer antes que admitir frente a su manada que no sabe cocinar? No es para avergonzarse. ¿Y qué?, ¿creía que los betas no se iban a dar cuenta, si se la pasaban comiendo cenas Hungry Man? Derek, jodido Hale, señoras y señores». No se atreve a expresarlo en voz alta, de hecho, lo piensa a espaldas del hombre lobo con un par de pasillos de distancia porque todo el asunto lo entristece y tiene ganas de palmear la cabeza de Derek, no es algo a lo que esté acostumbrado, no con Hale. Se siente aturdido, en los últimos días se han compartido demasiados sentimientos incómodos, ¿habrán puesto algo en el agua?

Mientras Derek observa con el ceño fruncido los productos frescos, como si se lo fueran a comer, Stiles puede que haya aprovechado para escabullirse en la panadería y meter cuatro donas de jalea en una bolsa porque, al parecer, es un blandengue. Sin más revelaciones personales embarazosas, terminan en la caja con un carrito lleno de lo que Stiles admite es una interpretación adolescente de una alimentación balanceada y es ahí cuando ocurre el desastre: su padre está delante de ellos.

—Stiles —profiere el sheriff, voltea a ver deliberadamente a Derek, al carro y después a Stiles.

—Eh, hola papá —dice Stiles, estrujando su cerebro para salir de este encuentro sin un castigo—. Te presento a Derek.

El sheriff arquea las cejas.

—Ya nos conocemos.

—Oh, em, cierto, después de… —Stiles logra evitar decir "acusarlo por asesinato" con un balbuceo. Paralizado y desesperado, recurre a una técnica de distracción comprobada—: ¿Compraste hamburguesas, papá? ¡Sabes que no puedes comer carne roja!

—Bueno —responde el Sheriff despacio, de la manera que Stiles sabe que está en problemas—, iba a hacerlas para mi hijo, pero parece que tiene otros planes. —De nuevo, sus ojos se dirigen a Derek, al carro y a Stiles.

—Sí, eh, estoy echándole una mano… con la despensa, las bolsas van a estar pesadas, ya sabes lo mucho que come Scott…

—¿Scott?

La cara de Stiles se sonroja.

«¡Mierda!». Stiles se apresura a explicar—: Sí, Scott y Derek ahora son amigos, más o menos, no amigos-amigos ni buenos amigos, eso sería raro, pero estamos, eh, ¿ayudándolo a mudarse? Sí, y con la despensa, ya sabes, porque acaba de mudarse y necesita ayuda con la mudanza, y con las cosas pesadas.

El sheriff lo observa con los ojos entrecerrados, nadie con dos dedos de frente le creería, pero es salvado por la campana cuando el cajero termina y espera molesto el pago del sheriff. Así que el Stilinski mayor suelta un suspiro e indica:

—Te quiero en casa a las 10.

—Genial, ahí estaré. ¡No te comas las hamburguesas sin mí!

—Ni en sueños —responde su papá con una pequeña sonrisa cariñosa, aceptando el recibo de compra.

Cuando ya no hay moros en la costa, Stiles explota:

—¡Fuiste de gran ayuda! ¡Viejo, te quedaste ahí sin hacer nada! ¡Pudiste haber dicho algo!

—¿Cómo qué? "Oiga, sheriff no piense mal, no tengo malas intenciones con su hijo, porque se acaba de unir a mi pandilla de hombres lobo".

Stiles se le queda viendo.

—¿Eso fue una broma? No sabía que tenías sentido del humor.

Derek ni se inmuta. Stiles está aprendiendo tanto sobre el hombre lobo que es probable que necesite un día o un mes, o dos para asimilar esta nueva y confusa información. Se mantiene en silencio durante el viaje de regreso.

Los betas se abalanzan sobre él cuando entran al apartamento, golpeándolo contra el ascensor y haciendo soltar lo que espera que no sean los huevos.

—¡Eres el mejor! —pregona Boyd.

Stiles no tiene pruebas, pero tampoco dudas de que Erica acaba de lamerlo.

—Vale, sí —se ríe—. Es obvio que soy el mejor. En serio, no sé cómo han sobrevivido sin mí, ¿cómo es que no se han vuelto salvajes? —Derek emite un ruido sordo y los betas lo dejan ir a regañadientes—. Vamos, todavía hay un montón de bolsas en el Jeep. —Los azuza, incluido Scott, al ascensor—. Si quieren cenar van a tener que ir por ellas. —De pronto, una terrible idea se le ocurre—: ¡Oh, dios! Eso sonó como lo que diría una mamá. ¿¡Soy la mamá de la manada!?

La actitud de Derek no es reconfortante, lo observa por unos instantes, bufa una carcajada y se dirige a la cocina con las bolsas, Stiles lo sigue, horrorizado.

Para llegar a la cocina, cruzan una puerta con aspecto inacabado, colocada torpemente en un hoyo irregular en la pared de ladrillo, Stiles tiene la esperanza de que sea una decoración artística y no por un golpe de Derek. Es evidente que el lugar ha sido renovado, la cocina es bastante moderna con electrodomésticos plateados, una isla rodeada de sillas con una barra de acero inexorable, como era de esperar, parece que nadie ha estado ahí desde que Derek se mudó. Stiles deja las bolsas en la barra, toma algunas cosas, abre el refrigerador y se detiene en seco.

—¡Santo cielo, era verdad que solo hay vitaminas y sriracha! Creí que bromeaba. —Mantiene la puerta abierta de forma acusadora.

En un estante hay tres envases blancos de comida con etiquetas: "Boyd", "Isaac" y el último tiene un diagrama muy elaborado y anatómicamente correcto de lo que sucederá si alguien osa comerse el contenido, sin duda de Erica.

—Los suplementos alimenticios —señala Derek con un encogimiento de hombros— son saludables.

—¿Qué demonios, viejo? ¡Son gomitas de los Picapiedra!

Derek se gira para meter las latas en la alacena, su espalda luce erizada y ofendida. En ese instante los demás llegan con más bolsas de las que Stiles podría cargar, quizás ser parte de la manada sirva de algo. Empiezan a guardar las cosas, a chocar entre sí y, en general, a ser muy molestos.

—Entonces, ¿hay algún asunto —pregunta Scott— importante de la manada que vayamos a discutir en esta reunión?

Stiles aporrea las puertas de la cocina en busca de ollas y sartenes, por lo menos hay.

—Sí, por favor, ¿podemos hablar del hecho de que los alfas recrearon la escena del caballo de El Padrino en miniatura en la habitación de Scott? —Y tira accidentalmente una pila de tapas de ollas en el piso.

Derek frunce el entrecejo y se pasa una mano por la cara.

—Desde entonces, no han hecho nada. —Suena frustrado—. Creo que al vernos en la estación del tren decidieron evaluar la situación y ponernos a prueba. —Suspira—. Podemos averiguar dónde se esconden, pero además de eso… —Se encoge de hombros.

—Pero mi mamá… —empieza Scott con los ojos muy abiertos—. ¿Puedes hacer rondines por la casa o algo por el estilo?

Isaac suelta un:

—Derek ya… —Se atraganta cuando el alfa voltea a verlo.

Stiles podría jurar que hay un tinte de rojo en los ojos de Hale, metafórica y literalmente.

—Tema terminado —declara Derek rotundo, ignorando las miradas de confusión—. El siguiente tema del que necesitamos hablar es Jackson.

—Bueno, mientras no estés planeando matarlo —expresa Stiles, tarareando en voz baja y llenando una olla con agua para la pasta—, creo que tienes razón.

—¿Razón? —pregunta Scott—, ¿sobre qué?

Stilinski no sabe si Scott desconfía de las intenciones de Derek o si está ofendido porque le da la razón a alguien más que a él.

—Supongo que de lo que Derek quiere hablar es sobre la luna llena y, como aparentemente alguien no lo ha entrenado, tenemos que averiguar cómo mantenerlo bajo control y, en la medida de lo posible, convencerlo para que se una a la manada, por todo el asunto con los alfas. ¿Cierto? —se dirige a Derek, elevando la cabeza, sin dejar de manipular la estufa.

El hombre lobo parpadea como si no estuviera seguro de lo que acaba de pasar.

—Sí —responde.

—¿Los alfas ya lo contactaron? —inquiere Boyd con interés.

Derek niega con la cabeza.

—No creo, Jackson es reciente, es posible que todavía no sepan de él. Además, no ha hecho nada para desafiar a la manada. —Le lanza una breve mirada a Scott—. Así que es posible que crean que ya está con nosotros.

El enfado de McCall es evidente.

—No tienes de qué preocuparte, viejo —dice Stiles en voz alta, antes de que Scott conteste algo ofensivo—. Scott y yo nos haremos cargo, seremos sus niñeros.

—Vale —interviene Erica—, pero por mucho que ahora crea que Stiles es un dios absoluto entre los hombres, sigue siendo humano. ¿No preferirías tener ayuda no comestible para controlarlo?

Stiles asiente enérgico con la cabeza.

—Me gusta ese plan, de verdad. Votemos por el plan de Erica, el plan de no comerme.

—Nadie te va a comer —increpa Derek.

—Cierto, pero creo que Jackson no estará feliz de vernos —expone Boyd con cautela—, sobre todo cuando esté en modo lobuno y más desaliñado que de costumbre. Nos odia.

Tristemente, Stiles se da cuenta de que tiene razón.

—Por otro lado —trae a colación Derek—, me gustaría supervisarlos, al menos, una luna llena más.

La reacción de los betas es inmediata.

—¡Estaremos bien, Derek! —rebate Erica.

—He estado practicando bastante —coincide Isaac.

—En algún momento —señala Boyd—, tienes que soltarnos la correa.

Derek parece molesto e impotente, como si le frustrara que su autoridad sea cuestionada. Stiles se da cuenta de que apesta en "hacer que la gente haga lo que dice" y, por ende, lo maneja de manera equivocada.

—Estarán listos cuando yo lo diga —gruñe Hale con la cara transformada y los ojos en un rojo peligroso.

Los betas no se dejan intimidar y se transforman.

Nunca lo admitirás —arguye Erica, su voz sale en un sonido sordo por los colmillos.

—Entonces, nunca estarán listos —replica Derek, imitando sarcásticamente a Erica—. Soy tu alfa…

—Eso no significa —puntualiza Boyd, sus palabras tienen un tinte de reproche—, que siempre tengas la razón.

—rebate Derek—, para ti, sí.

Los betas lucen como se esperaría que se vieran tres adolescentes frustrados.

«Derek necesita leer un libro para padres, urgente», cavila Stiles, rodando los ojos por lo ridículo de la situación, así que le susurra a Scott—: Vale, esto es incómodo. —Pero como Scott es Scott, se transformarse y le gruñe a Derek—. O-key. —Stiles da una palmada con sus manos y cinco rabiosas caras voltean a verlo, sus manos vacilan, pasa saliva porque es espeluznante—. Em, creo que Boyd tiene razón, chicos. Si van con Jackson solo empeorarán las cosas. Sé que no es mi mejor amigo ni el de Scott, pero suele frecuentarnos, nos pidió ayuda y se podría decir que confía en nosotros, y estoy seguro de que con ustedes no es así. —Le da una mirada intencional a Derek, pero el hombre lobo tiene la vista perdida en la lejanía—. En todo caso, podrían quedarse con Derek y estoy seguro de que, si logran controlarse muy bien, él se sentirá más confiado de dejarlos salir el mes que viene. —Esboza una sonrisa tranquilizadora. Los betas inclinan la cabeza de manera incómoda, casi desafiante, Derek los observa y se va—. ¿Eso es un sí? —Stiles se encoge de hombros, Derek es raro. El ambiente se distiende, charla alegremente con los demás mientras dora las albóndigas y calienta la salsa de tomate. Cuando la cena está lista, se da cuenta de que Hale no ha regresado—. ¿Creen que deberíamos…? —Inclina la cabeza en la dirección en la que el alfa se fue, antes de que termine de hablar, los demás ponen un dedo en la nariz*—. ¡Demonios! Nunca volveré a ganar. —Mascullando la injusta velocidad de los hombres lobo va en busca de Derek, para sorpresa de nadie, lo encuentra en un oscuro rincón—. Oye, ¿quieres cenar? —Hale lo fulmina con la mirada—. Está bien, ¿qué?

—Socavaste mi autoridad frente a la manada —responde entre dientes con una vena hinchada en el cuello—. ¡Carajo, Stiles!, llevas menos de 24 horas y ya estás jodiendo las cosas…

—¿En serio, viejo? —Ahora Stiles está enfadado, había creído que Derek y él habían tenido un breve momento en el supermercado o, al menos, un cese al fuego, pero al parecer se le olvidó lo idiota que podía ser—. ¡Tú fuiste el que socavaste tu maldita autoridad! Estarían malhumorados y cabreados contigo toda la luna llena, ¿qué tan divertido habría sido? Al menos, ahora, creen que estás siendo justo.

—No tengo que ser justo —argumenta Derek con desdén—. Soy su alfa.

—¡Vaya!, ¿no has escuchado hablar de Maquiavelo? Vamos, esto es liderazgo 101 ¡Ser un cretino y arbitrario no inspira respeto!

—Lo tenía controlado —gruñe Derek, frunciendo el ceño se aleja un poco.

—Sí, siendo un idiota —contraataca Stiles, acercándose para obligarlo a mantenerle la mirada, está lo bastante enfadado como para no sentirse intimidado—. Entiendo todo el asunto del pasado traumático y el estreñimiento emocional, ¡pero no puedes simplemente maltratar a las personas, sin explicarles nada y esperar que te confíen sus vidas! —Vale, tal vez ya no se trate solo de los betas, pero sabe que tiene razón.

—No sabes nada.

Y sí, Stiles está tan cerca de Hale que casi se tocan y puede sentir la iracunda tensión que irradia del cuerpo del hombre lobo, incluso puede olerlo, pino y aire fresco. ¿Es raro oler a la gente? ¿Es parte de pertenecer a la manada?, porque no es como si fuera por la calle y notara el aroma de los demás. Sin embargo, todo a su alrededor se siente más nítido, como si sus sentidos estuvieran hiperconscientes. Derek lo mira fijamente, sus ojos envían una especie de rayos láser de ímpetu hacia los suyos, se le seca la boca, lo mismo ocurre cuando lo tiene contra una pared y porque Derek es intimidante. Es la primera vez que se da cuenta de la forma en la que miles de colores se arremolinan en los ojos del hombre lobo, quitándole la respiración. Los ojos de Derek se enfocan en su boca y es ahí cuando cae en cuenta que lo ha estado viendo por un largo rato, tal vez hasta olvidó responder a lo que sea que haya dicho. Sin pensar, da un paso atrás.

Derek suelta un leve gruñido de frustración.

—¿Cómo te atreves? —Se da la media vuelta.

—Te guste o no, y supongo que es bastante claro que no, también soy parte de la manada. Si todo se vuelve un caos y kaboom, los alfas vendrán por ti y habrá una masacre con mi mejor amigo de por medio, ¿puedes culparme por querer evitarlo? —Derek se aleja como si no quisiera verlo, está bien, no es como si hubiera querido tener esta conversación en primer lugar, solo estaba tratando de ser amable y que cenara algo. «Veamos si ahora te toca pasta, Derek», resentido, se da la vuelta, regresa a la cocina pisando fuerte y anuncia—: Derek no tiene hambre.

Los demás están sentados alrededor de la isla, luciendo inocentes y despreocupados, aunque hayan escuchado cada palabra no lo mencionan, Stiles se siente ridículamente agradecido.

—Tienes toda la razón, Stiles —susurra Scott entre un bocado de espaguetis—. Todo un badass, como si fueras su desvergonzado amigo gay… excepto que, menos gay.

«Yo no estaría tan seguro», se sorprende Stiles por el pensamiento, «estoy bastante seguro de que acabo de tener una reacción muy inapropiada frente a Derek».

—Algunas veces, vemos películas —exclama Isaac, rompiendo el silencio incómodo—. Como, manada, vemos películas, ¿si quieres podríamos ver una?

El corazoncito Grinch de Stiles explota por las miradas adorables que Isaac, Erica y Boyd le dan, son tan poco sutiles que es precioso.

—¡A Stiles y a mí nos encanta el cine! —concuerda Scott alegre—. ¿Podemos ver algo con espías?

Veinte minutos después, Stiles está acurrucado entre Isaac y Erica en el sofá, pasándose el helado Chunky Monkey como recompensa por la conmoción emocional del día.

«Los lobos son criaturas muy táctiles», le había informado Isaac solemne antes de saltarle encima y acomodarse en el sillón junto a él.

Ven una película en Netflix, Stiles está bastante seguro de que los betas acosaron a Hale hasta que contrató la aplicación, cuando Derek entra, se queda quieto al verlo.

Derek no voltea hacia el sillón, en cambio, se dirige a la cocina. A través de la puerta, Stiles lo observa guardar los comestibles restantes de la manera más agresiva-pasiva posible, es una interpretación magistral de apachurrar los envoltorios y dar portazos en los armarios. A regañadientes, Stiles admite que está casi impresionado. Entonces, Derek se queda quieto, no puede ver el motivo hasta que el hombre lobo saca una bolsa blanca que gotea mermelada de fresa, abre la boca y la cierra, sus ojos se centran en Stiles, quien aparenta que no lo estaba viendo. Cuando Stiles vuelve a echarle un vistazo, Hale todavía sostiene la bolsa y se nota desconcertado, como si no tuviera idea de qué hacer con ella o pensara que si la mira lo suficiente podría desaparecer.

—¿Qué es esto? —pregunta por sobre el sonido de la película.

—¿Qué es lo que parece? —contesta Stiles sin levantar la voz.

—No entiendo —responde Hale.

—Dioses, Derek —espeta Stiles—, no es una carta de amor, es un postre. Te los comas o no, costaron como cinco dólares.

Derek se le queda viendo, Stiles puede sentir los ojos de los demás sobre ellos, su cara comienza a calentarse.

Meditabundo, Derek mete la mano en la bolsa y saca una dona algo húmeda, la ve como si lo fuera a atacar y la muerde, la mermelada se esparce en todas direcciones, goteando por la barbilla, es la cosa más repugnante y obscena que Stiles ha visto en su vida. No puede apartar la vista mientras Derek lame lenta y suavemente alrededor de su boca, como si estuviera pensando en algo más, le queda un poco de mermelada en el mentón, Stiles tiene el extraño e inexplicable deseo de lamerla.

«Definitivamente», se dice, «estoy empezando a coger las raras costumbres de los hombres lobos». Derek parece darse cuenta de la mermelada en su barbilla, pasa el pulgar, ensuciando de rojo la mandíbula. Stiles siente como si le faltara el aire. «Oh… ¡Oh mierda! Estoy ridículamente atraído a mi alfa, que tal vez, probablemente, me odia. Esto no puede acabar nada bien». Y como es un maestro en reprimir verdades incómodas, se concentra en la película.

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Scott y él están recogiendo sus cosas cuando Derek se aproxima, Stiles desearía que no lo hiciera, porque no solo sigue enfadado, sino que ahora, cada vez que lo ve, recuerda la forma en la que los ojos del hombre lobo se oscurecen, la sensación del pecho de Derek contra el suyo y, si se hubiera movido un poco, hubieran podido besarse… Es tan desconcertante y difícil de manejar estando tan cerca, así que se aleja, Hale vacila, Stiles se siente como un idiota.

—Gracias por las donas.

Stilinski está seguro de que en el lenguaje de Derek eso se puede interpretar como una disculpa.

—Sin problema —responde, sintiéndose muy incómodo. Se ajusta la mochila en el hombro y se despide con la mano antes de dirigirse a la puerta.

—¡Nos vemos, Stiles! —gritan los betas. Erica e Isaac se despiden con fuerza.

Derek asiente con la cabeza, ¿tal vez en señal de despedida?, lo que sea que signifique, ha sido uno de los gestos más amables para con Stiles, en definitiva, es un avance.

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Nota de la Traductora: *El "nose goes'' o "el juego de la nariz", también conocido como "la nariz manda" es un popular método de selección para decidir entre varias personas quien hace la tarea no deseada, dependiendo del lugar las reglas varían, pero el último que se toca la nariz es el "elegido". Algo así como decir "¡Zafo!" en México, elegir el palillo más corto o la versión local para liberarse de una responsabilidad/obligación en grupo.