Todos permanecieron inmóviles en medio de un absoluto silencio frente a la enorme y pesada puerta después de escuchar aquel sonido que anunciaba otra pena más para el corazón de cuanto mutante o humano estuviese ahí, hasta que unas palabras envueltas en un suave sollozo sacaron a todos del profundo aturdimiento en el que se encontraban.
― Oh… Donnie… ― fueron las palabras que habían brotado de boca de Abril; diáfanas, apenas audibles, pero con la suficiente fuerza para darles a los que podían actuar el ánimo para aferrarse a una ínfima esperanza de poder hacer algo, lo que fuera para obtener el éxito que les había sido negado con Mikey.
Siendo quien es, Slash incrustó sus enormes garras en el metal de la puerta usando el peso de su enorme cuerpo al mismo tiempo que lo hacía Cabeza de Piel. Poco a poco y con la ayuda de Rockwell quien ajustó su casco amplificador al máximo, la entrada al refugio a los pocos minutos comenzaba a despejarse del enorme obstáculo.
Tan pronto como hubo el suficiente espacio, sólo entraron el Maestro Splinter acompañado por Rockwell, el resto esperaron fuera. Una vez más el grupo tuvo que soportar una espera llena de angustia.
UN AÑO ANTES
La unida familia de cinco mutantes parecía haber sido maldecida con una pesada racha de mala suerte. Primero el Maestro Splinter padeció una infección muy grave que puso su vida en peligro, pero gracias a la pronta intervención de Donatelo, ayudado por un antibiótico excelente conseguido con muchos sacrificios por parte de los chicos, el maestro logró sanar.
― ¿Quiere que le traiga más té, padre? ― propuso Leonardo siendo muy diligente en todo lo que se refería a mantener el orden y los placeres sencillos de su padre durante su convalecencia.
― Por favor hijo, prepara un poco de Oolong ―, haciendo una reverencia que hizo sonreír al viejo ninja, Leonardo salió directo hacia la cocina.
― ¿Puedo pasar padre? ― tan pronto como Leo salió del cuarto del sensei, Donatelo pedía permiso el cual le fue concedido en el acto.
― Es hora de su inyección ―. El más listo se acercó con respeto a la sabia rata descubriendo uno de sus brazos para aplicar la inyección que tanto bien le hacía a su organismo, Donnie estaba a cargo de administrar el antibiótico y de vigilar todas sus reacciones.
― Listo, sólo era un cable suelto, maestro ―. Rafael arregló un pequeño desperfecto de la luz en el baño privado de Splinter. El padre recompensó a su hijo con una sonrisa al igual que lo había hecho con el joven científico.
― ¡A un lado que la estrella del lugar va a pasar! ― Era Mikey acompañado por su hermano mayor quien lo acompañaba para abrirle la puerta, el travieso llevaba una mesita de cama con varios platos, una tetera y la taza preferida del maestro.
― ¡Listo! Justo lo que usted necesita, sensei ―, quitando las tapitas de todos los platos y tazones, Mikey, lleno de orgullo, enumeraba todo lo que su padre iba a comer ―. Éstos son rollitos primavera, un sushi de salmón y su sopa de fideos favorita.
― Mikey… ― murmuró Leo, notando de inmediato que la pecosa tortuga se olvidaba de algo.
― Ah, sí… casi se me olvidaba, Leo preparó el té ―, añadió guiñándole un ojo a su hermano mayor haciéndolo sonreír.
― Hijos míos, gracias ―. Los chicos rodearon a su padre con brazos felices de verlo en camino a una pronta recuperación.
Después del suceso con la enfermedad del maestro que afortunadamente duró sólo un mes, Rafael tuvo la mala suerte de caer desde una altura bastante peligrosa hasta para un ninja tan bien entrenado como él. El resultado fue una de sus piernas fracturada.
Los chicos protegieron y salvaron al de rojo quien se convirtió en un blanco fácil hasta para un grupo de torpes, pero decididos maleantes. Después de ese tonto accidente, no podían explicarse la razón de ese percance.
― ¿Te duele mucho, Rafa? ― Leonardo preguntó esperando la respuesta para disminuir su velocidad en caso de que la respuesta fuese afirmativa pues cargaba en su espalda al de rojo.
― ¡Estoy bien, Intrépido! ¿Cuándo vas a dejar de tratarnos como si fuéramos bebés? ― espetó la ruda tortuga antes de soltar un leve quejido que sólo fue escuchado por su hermano mayor.
Al instante Leonardo aminoró su caminar haciendo sonreír a las dos tortugas restantes, no le preguntaron al de azul la razón del cambio para dejar intacto el orgullo de la tortuga de piel esmeralda, pero intercambiaron muchas miradas traviesas y algunas risitas que Rafael no alcanzó a escuchar.
…..
Los siguientes dos meses fueron todo descanso para Rafael, no es que estuviese fascinado con eso porque a veces se aburría mortalmente sin salir a partir cráneos, pero sus hermanos, como siempre, cuando alguien estaba en una situación de necesidad lo cuidaban y atendían con esmero.
Mikey, consagraba cada minuto libre de su día para estar al lado de Rafael, jugando con todos los video juegos que había en la guarida y los pinballs. Rafael, estando al lado de su pecoso hermanito, olvidaba por completo que estaba casi como un prisionero en su propio hogar, pero con Mikey esas largas horas no sólo se volvían más llevaderas, sino que también se tornaban más cortas.
También "entrenaban" mucho junto con el Gatito Helado y Mordelón, jugando con todas las figuras de acción que ambos tenían. Gracias a la personalidad infantil de Mikey, Rafael podía desinhibirse también sin miedo a parecer tonto o infantil. Leonardo se sonreía mientras los observaba jugar, sus pequeños hermanos tenían poco de haber pasado la infancia, pero aún estaban hambrientos de satisfacer al niño interior que en muchas personas nunca muere.
…..
Donatelo, llevando un registro detallado de los medicamentos y la dieta de Rafael se alegraba en el alma el saber que todo su esfuerzo por la salud de su hermano de rojo iba sobre ruedas. Rafael agradecía profundamente todo lo que su buen hermano hacía por él, aunque a veces Donatelo le asustaba un poco porque cuando lo veía hacer algo indebido, casi podía sentir la respiración del de morado, no sobre su cuello, sino casi dentro del cerebro, advirtiéndole con la mirada que parara.
…..
― Leo, yo puedo hacerlo, un poco lento, pero puedo ―, replicó Rafael mientras observaba a su hermano mayor ayudarlo a tender su cama y asear su habitación. Leonardo también dedicaba tiempo a compartir buenos ratos con su mejor amigo.
― Lo sé, Rafa, sólo quería que tuvieras un poco más de descanso, así también podemos conversar un buen rato ―, le explicó el de azul ―, pero no te acostumbres porque sólo será unas cuantas veces ―. Terminó Leo, sonriéndole a su mejor amigo y chocando uno de sus puños con el de su hermano.
― En ese caso, creo que te faltó sacudir mis repisas y acomodar mis revistas, Intrépido líder ―, Sonriendo burlón, Rafael colocó su pierna encima de un banquito y se recostó mejor en su silla llevándose las manos detrás de su nuca después de señalar los montones de publicaciones que había juntado en todos esos años.
― Eso fue tan gracioso que hasta se me olvidó reírme… ― replicó Leo mirando varias revistas debajo de la cama y a un costado, justo el que estaba junto al muro ―. ¿Siempre tienes este desorden?
― Menos plática y más acción, Leo ―, se río el de rojo haciendo reír también al de azul quien se apresuró a ordenar todo de inmediato.
…..
― ¡Yo puedo bañarme solo, pedazo de tonto! ― gritaba Rafael al pequeño Mikey que había empezado a seguirlo cuando el gruñón, usando las muletas que le consiguió Abril, iba al baño con su toalla en los hombros.
― ¡Pero tengo que envolver en plástico el yeso de tu pierna para que no se moje! Además, yo te puedo ayudar a limpiar tu caparazón y pasarte el jabón y ayudarte a salir de la tina y…
― ¡Bueno, ya detente que me vas a volver loco! Vamos pues… ― se resignó el de rojo.
― ¡Se nos olvidó lo más importante Rafita, ahora vuelvo! ― el travieso corrió de inmediato al cuarto de Rafael quien al ver eso frunció el ceño; nadie entraba en su cuarto sin su permiso, nadie.
― ¿Qué crees que haces husmeando en mi habitación?
― Siempre que te vas a bañar se nota que lo llevas envuelto en tu toalla, Rafita… ― se sonrió Mikey mostrándole a Rafael su patito de hule.
― ¡ESO NO ES CIERTO! ― negó el de rojo haciendo retroceder un poco al travieso por el grito; pero, con la pierna enyesada, le era imposible perseguir a su hermanito. Además, no hubiera podido hacerlo al ver en la carita de Mikey una sonrisa de complicidad. Suspirando derrotado, volvió a resignarse, se sonrió y entró al baño con Mikey. Otro día divertido para la ruda tortuga.
…..
― ¿Quieres ver el canal de deportes, Rafa? ― Sin esperar respuesta Leonardo de inmediato cambiaba el canal sin importarle el perderse Héroes Espaciales.
― ¿No estabas esperando ver todo el maratón de tu estúpida serie? ― la presencia inesperada de Casey en la guarida le convenció de aceptar el buen gesto de su hermano ―. Creo que te tomaré la palabra, Intrépido ―. Leo se sonrió.
― ¡Hola Rafa! ¿Cómo estás? ¿Ya mejor? ― Casey se dejó caer al lado de su amigo, pues había apartado esa tarde para pasarla con él porque Leonardo quería darle ese gusto a su gruñón hermano que le había mencionado que estaba a punto de perecer por el tedio y en secreto Leo planeó todo para su hermanito.
Fue una gran tarde para los dos peleadores callejeros gritando tanto y con gran emoción, provistos de diferentes y sabrosos tentempiés cortesía de la pecosa tortuga.
Cuando llegó la noche, Donatelo y Leonardo ayudaron a Casey a llegar al cuarto de invitados porque no querían que tuviese algún contratiempo saliendo a las calles estando tan somnoliento. Después de asegurarse que el amigo humano estaba cómodo, Leonardo cargó de nuevo a Rafael, pero esta vez al laboratorio de Donnie para sacarle una radiografía para comprobar el avance en los huesos de la pierna de la ruda tortuga.
― Bien, bien… ha sanado por completo ―, fue la conclusión después de que los ojos bien entrenados de Donatelo observaron a detalle la imagen creada por los rayos x ― el ser mutante además de ser joven fueron cruciales para su recuperación; los humanos, al sufrir esta clase de fracturas, duran mucho más tiempo en recuperarse.
― Fue gracias a ti, Donnie, que acomodaste sus huesos, lo enyesaste y le administrabas los medicamentos contra el dolor ―, añadió Leonardo sonriéndole a su hermanito ― ¿Vas a quitarle ya el yeso?
― Sí, Leo, creo que cuando despierte mañana va a estar muy feliz por la sorpresa.
― Por supuesto, el pobre de Rafa no está hecho para permanecer encerrado mucho tiempo, me alegro que por fin pueda volver a su vida normal.
Donatelo puso manos a la obra, haciéndole saber a su hermano mayor que él se encargaría del resto. Leonardo se retiró confiando ciegamente en su hermanito. Rafael estaba tan cansado que no despertó cuando se escuchó el sonido chirriante de la sierra que con habilidad insuperable el más listo deslizaba a través del yeso sin tocar la piel de Rafael.
Después de que Donatelo aseó bien toda la pierna de su hermano, lo llevó a su habitación y se quedó a dormir con él.
Al despertar, lo primero que notó Rafael fue a su hermano de morado durmiendo a su lado y lo segundo fue que ya estaba libre de la "cadena" que lo había mantenido en un encierro que le parecía interminable.
― No vayas a abusar, Rafa, permite que tu pierna se acostumbre de nuevo al peso de tu cuerpo ―, esas palabras lo pillaron desprevenido.
― ¡Me asustaste, Cerebrito!
― Lo siento ―, se disculpó su hermano de morado colocándose sobre uno de sus costados para mirar mejor al de rojo ―, pero quería asegurarme de que supieras que es bueno ir con tiento después de recuperar tu movilidad, Rafael. Puedes ir y venir a tu antojo, pero no saltes, ni corras por un par de días, nuestro padre ya tiene un entrenamiento especial preparado para ti desde hoy para que vuelvas a tener la misma fuerza y tal vez más que antes. No eches a perder todo el tiempo que se invirtió en tu salud.
Esto último lo dijo Donatelo con su voz de doctor, era en esas ocasiones cuando todos no podían objetar nada en contra de las disposiciones del más listo.
Continuará…
