The Lurker estaba en racha últimamente. Con las rodillas hundidas en la hierba húmeda junto al río, el villano saqueaba con dedos inquietos cada billete, moneda y objeto de valor en las bolsas y carteras que acababa de robar. Qué fácil, ¡demasiado fácil! Con su singularidad de teletransporte, robar era tan sencillo… y, además, aquella noche había podido llevarse con él la vida de dos agentes de policía.
Una vez terminó de vaciar sus trofeos, el hombre apartó sus ganancias y se deshizo del resto abocándolo al río. No podía cargar con peso innecesario. Entonces se llevó los dedos bajo el pasamontañas, y torció el gesto al notarse los guantes pegajosos. Ah, todo lleno de sangre. Sus mangas, guantes, ahora su cara. ¡Qué desagradable! Chasqueando la lengua de disgusto, The Lurker se desprendió de toda su ropa y la dejó caer también río abajo. Observó durante un momento las manchas oscuras esparcirse por el agua, dejando un reguero negruzco tras ellas mientras la corriente las arrastraba. Sabiendo que lo buscaban, volver con las mismas prendas y manchado no le iba a servir de nada más que para que lo atraparan. Así que cogió su botín y se teletransportó bajo el puente, donde recuperó una mochila que había procurado esconder con una muda. Mientras se enfundaba los pantalones, sin embargo, un eco le llamó la atención. Se volvió de lado a lado, confundido. ¿Eso había sido una voz? Se asomó al otro lado del puente, pero no vio a nadie.
Poco a poco, sin embargo, sus dedos fueron perdiendo habilidad sobre la hebilla de su cinturón. ¿Qué era ese dichoso sonido? Era… era música. Una voz disonante que resonaba junto al agua. El villano chasqueó la lengua, se pasó una mano por el pelo y se asomó de nuevo. Alguien estaba cantando, eso seguro. Pero… ¿dónde? Poco a poco, el hombre olvidó cómo se sujetaba una mochila. Se le escurrió el asa entre los dedos, y todo su botín se desparramó por la hierba. Él no se dio cuenta.
Todavía descalzo, The Lurker avanzó lentamente por la hierba hacia el río. A medida que se acercaba, la voz se hacía más clara. Era un eco etéreo, mágico, sobrenatural. Era seductor, dulce… El ladrón se detuvo junto al borde empedrado y se inclinó para mirar. Algo bailó bajo la superficie: una elegante sacudida de aletas, un destello rosado, verde, azul. Las notas retumbaban en los oídos del incauto.
Cuando un par de manos pálidas, finas, translúcidas, salieron del agua para recibirlo, The Lurker había olvidado cómo mantenerse en pie. Perdió el control de su propio peso y se precipitó al agua, a los brazos de una hermosa mujer de piel suave que rodeó su cuerpo con delicadeza y lo arrastró al lecho del río. Perdido en los ojos de ella, el criminal solamente oía su voz, pensaba su canción, y absolutamente nada más ocupaba su mente que no fuera aquella mística criatura.
El hombre llevó las manos al rostro de ella. Era suave, translúcido, gomoso. Sus ojos azules brillaban llenos de promesas. Sus labios carnosos le sonreían, le cantaban, le susurraban besos. Ella lo arrullaba mientras sus dedos bajaban lentamente a su garganta, mientras lo rodeaba en un manto de aletas sedosas e irisadas. Ella, dulcemente, le cantó, hasta que la luz en los ojos de The Lurker se apagó, su cuerpo aflojó su agarre y el villano pasó a ser solamente un cadáver.
Amelia salió del agua tomando una generosa bocanada de aire. Se llevó una mano al lado rapado de su cabeza y, con una sacudida, se recolocó la melena blanca al otro lado con gesto ausente. Se pasó las uñas por entre los mechones, tratando de deshacer los nudos, mientras la larga, pesada cola irisada ondulándose perezosamente tras ella perdía brillo y tamaño y se convertía en un par de piernas menudas.
Dos pares de pies se detuvieron frente a ella.
—Espero que ese no fuera el nuevo recluta que ibas a traernos.
Ella levantó la mirada, y sus ojos azul cielo se iluminaron. Frente a ella, un joven de piel reptiliana se agachaba para mirarla salir del agua, aunque no hacía amago de ayudarla. A su lado y algo por detrás, un hombre se ocultaba bajo una capucha negra que le enmarcaba la melena de azul pálido. Amelia desvió su atención de él y sonrió.
—¡Spinner! Cuánto tiempo. ¿Cómo estás?
Alargó una mano finísima, y él esta vez sí le tendió sus propias garras para ayudarla a subir. Los tres presentes ignoraron sistemáticamente la desnudez de la joven mientras ella se escurría el pelo, torcida sobre sí misma para evitar mojarse más.
—Me alegra verte, Amelia. Nunca te había visto en acción.
Ella le guiñó un ojo, aunque no dejó de prestar atención al desconocido a su lado. Se dio media vuelta y examinó el lugar con la mirada. The Lurker se había creído muy original, pero no era el único que escondía su ropa bajo aquel puente… ah, ahí estaba la suya.
—Bueno, este capullo se la había jugado a The Broker y matado a dos de los nuestros. Yo me deshago de los cabrones como él —explicó andando hasta una columna. Allí escarbó un poco y sacó un ordenado paquetito. Al abrirlo, evaluó que la ropa de dentro estaba seca y procedió a vestirse.
—Ve al grano —siseó entonces el desconocido—. ¿Qué tienes para nosotros?
Se llevaba las manos a los bolsillos de la gabardina, y un brazo se le convulsionaba de vez en cuando por los nervios. A Amelia se le ensombreció el rostro.
—Así que tú eres Tomura Shigaraki.
El encapuchado arrugó los labios en una mueca, pero no dijo nada más. La sirena se pasó las manos por la ropa y chasqueó la lengua al notar que se le había acabado mojando de todas formas. Luego se acercó con parsimonia al líder de la Liga de Villanos y lo miró a los ojos rojos, desafiante.
—Iré al grano, pues. He estado hablando con Spinner, y me ha convencido para unirme a vosotros. Al fin y al cabo, he reclutado tantos villanos para ti… que ya iba siendo hora de que viniera yo, ¿no crees? —El líder de la Liga la miró de arriba abajo. Torció la cabeza, molesto, y se volvió para pensar. Aun así, la sirena continuó—. Y, de paso, me he traído conmigo a una amiga.
Antes de que Tomura pudiera abrir la boca, un zumbido metálico erizó la superficie del río. Los dos villanos se crisparon y retrocedieron de un salto, cuando una masa oscura y pesada cayó desde el puente a la hierba con un estruendo de metal contra tierra. Tomura se sacó una mano del bolsillo y la enarboló, listo para atacar. Spinner se colocó de un salto más atrás, cuchillo en mano. Amelia, sin embargo, anduvo tranquilamente junto a la sombra oscura que acababa de aplastar el suelo bajo su peso. La figura se irguió y se mostró a los villanos: a primera vista podía parecer el cuerpo de una mujer, pero aquella monstruosidad superaba los dos metros de alto, tenía garras por pies, tentáculos por pelo y una larga cola dando latigazos al aire tras ella, lista para empalar con su punta terminada en cuchilla. Su cuerpo daba chasquidos, y Tomura se dio cuenta de que se trataba, en realidad, de un robot hecho de minúsculas piezas plateadas. Sus ojos, dos luces rojas, se reflejaban en una enorme sonrisa repleta de dientes. Al reparar en Tomura y Spinner, la criatura erizó sus tentáculos y emitió un siseo amenazador, mostrando las fauces negras en una sonrisa aterradora. Amelia, que a su lado parecía poco más que una muñeca, se apoyó en su cadera.
—Os presento a Bloodlust.
Ella torció la cabeza.
—Me he enterado de que buscáis gente para causar un poco de caos, como en Hosu o Kamino… —Su voz, plagada de ecos, hizo retumbar el pecho de los presentes. Avanzó unos pasos, orgullosa, y levantó un brazo. En él, las piezas chasquearon y chirriaron, y su mano poco a poco se convirtió en el cañón de un arma—. Eso es lo que me da bien. Me apunto.
Amelia esbozó una sonrisa satisfecha y se volvió hacia Tomura
—¿Qué te parece?
Él tardó en responder. Se rascaba el cuello histéricamente, encogido sobre sí mismo, con el ceño fruncido y la cara torcida. Claramente, aquel robot era otro Muscular… pero, hostilidad aparte, parecía fácil de controlar, y mucho más poderosa... Spinner, por su lado, se acercó con cuidado y observó más de cerca a Bloodlust, que se dejó examinar de buena gana. Se agachó frente a él para alcanzar su altura, sacudiendo la cola, y ladeó la cabeza igual que él.
—The Broker nos prometió una nueva base —murmuró finalmente Shigaraki—. ¿La tenéis?
Amelia cambió el peso de pierna. Con una serie de chirridos, Bloodlust se irguió y se dirigió a la carretera con grandes zancadas, aplastando la hierba a su paso y dejando socavones en cada punto donde sus garras arañaban la tierra. Una vez llegó a la calle, sus piezas empezaron a cambiar de lugar, crujiendo y chocando entre ellas, como si por su cuerpo corrieran cientos de escarabajos brillantes. Finalmente, su superficie dejó de moverse y se asentó con un chasquido… dejando en su lugar un furgón. Spinner silbó.
—Shigaraki, ¡un Transformer! ¿De dónde la has sacado?
Amelia se contoneaba escaleras arriba. Se frotaba el pelo, que aún le goteaba.
—Yo no revelo mis fuentes, solo mi producto. ¿Venís?
Spinner trotó tras ella, pero Tomura se detuvo a pensarlo. De otro no se fiaría tanto… pero The Broker le había proporcionado prácticamente todo lo que tenían, y su alianza era fuerte. No tenía ninguna razón para tenderles una emboscada, y mucho menos conocido el aumento en popularidad de la Liga de Villanos tras el incidente de Kamino. Así que subió al furgón.
Al día siguiente, la Liga se había replegado y ya se instalaba en la nueva base. Esta era más grande, tenía habitaciones y, aunque era un lugar sucio y abandonado, podía adaptarse con relativa facilidad y poco trabajo. Las dudas que Tomura pudo tener sobre Bloodlust quedaron aplacadas por su obediencia a la hora de ayudarlos con los transportes y, por lo general, no solía estar alrededor para molestarlo, o se transformaba en algo estúpido como una cafetera y desaparecía.
Una vez estuvieron todos juntos, Shigaraki reunió a todos sus compañeros en la sala principal de la nueva base. Muy a duras penas había logrado retener a Dabi, a quien habían tenido que prometerle que sería una reunión rápida para poder convencerlo de que se quedara. Aun así, el joven se había sentado en una esquina, al lado de la puerta, y no movió un músculo cuando la nueva miembro entró en la habitación con paso ceremonioso. La chica estudiaba el lugar con mirada desinteresada, llevándose las manos a la cintura, y fue solamente cuando se cruzó con la del joven de fuego azul que el chico arqueó una ceja.
—Esta es Amelia —explicaba Tomura—. Junto con Bloodlust, a quien ya conocéis… se unirá a nosotros.
En cuestión de segundos, la expresión de la joven cambió del más absoluto desdén a una amplia sonrisa traviesa. Dabi no perdía detalle.
—Spinner me comentó que podíais necesitar a una persona que os ayudara a mover ciertos hilos… así que aquí estoy.
Twice, que había estado apoyado contra la pared, dio un brinco.
—¡The Broker me ha hablado de ti! —exclamó antes de llevarse la mano a la frente—. No me suenas de nada.
Toga se había sentado en el reposabrazos de uno de los sofás y se cruzaba de piernas, examinando a la nueva de arriba abajo con una sonrisa bobalicona abriéndole la boca.
—Es muy guapa…
—Eres quien reclutó a Spinner, ¿verdad? —inquirió Mr. Compress, girando su bastón. Su compañero asintió, pero Amelia esbozó una sonrisa orgullosa.
—Cariño… llevo trabajando para Shigaraki y The Broker más tiempo del que vosotros lleváis aquí. Yo ayudé a planear el ataque a la USJ.
—Claro… —musitó Dabi, apoyado en la pared sin siquiera mirarla—. Y, ahora que le sale bien, vienes a por tu parte de la gloria.
Ella soltó una carcajada, pero Magne se le adelantó dando un paso adelante.
—¡No seas así con ella! Si tanto ha hecho por la Liga, es bienvenida aquí.
Le tendió la mano, que la sirena aceptó de buen gusto.
—Encantada de conocerte, Magne. Spinner me ha hablado muy bien de ti.
Ella le dirigió una sonrisa. Amelia tenía dudas, sin embargo, de cuán bien podía llevarse Bloodlust con ella. Al fin y al cabo, las fuerzas magnéticas eran las que la mantenían de una pieza, y Big Sis podía acabar con toda su estructura en un momento. Era mejor no juntarlas en una pelea… ¿o sí? A pesar de todo… a excepción de una persona en concreto, Bloodlust no solía llevarse mal con nadie. Y juntarla con Toga podía ser explosivo. Sin embargo, luego se volvió hacia Dabi.
—Así que tú eres el actual ojeador, ¿eh?
Él levantó la mirada hacia ella, desafiante. Aun así, Amelia tenía mucha guerra que dar. Tomura lo sabía, así que se retiró sabiendo que, incluso si chocaban, la sirena tenía las de ganar. Al fin y al cabo, ella había hecho mucho más por la Liga que el propio Dabi… aunque All for One hubiera sentido un cierto favoritismo por él.
—Si vas a proponer que nos llevemos bien —murmuró él arrastrando los labios—, voy a sentir mucho decepcionarte.
Luego esbozó una sonrisa torcida, afilada, y ladeó la cabeza para exponer el cuello. Amelia puso los ojos en blanco.
—Oh, muy bien, chico malo. Sigue buscando a ciegas, pues. Lo que iba a hacer era proponerte ir a hacer un pequeño recado mañana, para el que necesito fuego. Pero no, tranquilo… me llevaré a Bloodlust, si tanto te amenaza mi presencia.
Hubo un silencio tenso. Ambos villanos se miraban fijamente, evaluándose, desafiándose, hasta que Spinner dio un paso entre ellos con una palmada.
—¡Bueno! Vamos a terminar de instalarnos. Amelia, ¿me ayudas con los colchones?
Dabi aprovechó para marcharse, y la sirena se cruzó de brazos mientras lo seguía con la mirada. No le había gustado ese chico desde el principio y, si por ella fuera, no lo habría reclutado. Se había ofrecido él, al fin y al cabo… y no podían arriesgarse a rechazarlo. Pero había algo en esos ojos azules que le daba escalofríos. Aquella promesa que había en ellos de quemarlo todo a su paso… tenía un cierto atractivo salvaje.
Toga sacó a la chica de sus ensoñaciones cuando saltó a cogerle una mano, todavía sonrojada y ligeramente agachada para tratar de parecer más atractiva.
—¿Vendrás a mi habitación? Eres muy guapa…
Ella arqueó una ceja, pero la acompañó a ver las habitaciones que se iban asignando. Mientras no se despertara con cuchilladas en el cuerpo... Una vez se hubo instalado, Amelia salió afuera a tomar el aire. Mr. Compress se ofreció a acompañarla: se quedó de pie junto a ella, en silencio, ofreciéndole su compañía. La sirena levantó la mirada a las estrellas. Ellas le devolvieron sus brillos de reproche. En realidad… llevaba mucho tiempo trabajando sola. Rodearse de villanos, de golpe, de los que podía fiarse… era extraño. Compartir un objetivo, protegerse unos a otros…
Sí, era lo que había estado buscando.
—
Amelia Diaz
Edad: 23
Don: canto de sirena
Cuando está en su forma de sirena, su voz puede desactivar los pensamientos conscientes de sus víctimas en un radio, aunque puede elegir un solo objetivo. Para que funcione, su objetivo tiene que oírla y no saber que se trata de ella. Si descubren la trampa, se sentirán atraídos hacia el sonido, pero podrán resistirse con la suficiente fuerza de voluntad.
Altura: 1,72m
