Hacía ya tiempo que sus hermanas se habían ido cuando Lincoln Faren por fin se quedó solo en casa. La soledad era algo que no podía obtener con facilidad, y tampoco muy seguido, por lo que aprovechaba al máximo esos momentos. Como nadie volvía hasta la noche dado a las diversas actividades que tenían las demás, Lincoln podía darse el lujo de invitar a sus amigos. Mientras no causaran ningún destrozo, todo estaba bien. Clyde, Liam, Zack y Rusty traerían sus videojuegos.

Pero aún cuando le gustaba estar con sus amigos, disfrutaba de los momentos que pasaba con su familia. Como eran muchos hijos, y sólo un padre, todos ayudaban un poco en la casa. Luna daba conciertos de rock, y su popularidad crecía poco a poco. Luan tenía un negocio de fiestas que era cada vez más reclamado. Lynn ya estaba en varios equipos que triunfaban en deportes como fútbol, tenis, basquetbol, béisbol y hockey. Y Lisa, a pesar de sus siete años de edad, ya tenía casi asegurado el premio nobel por descubrir curas de enfermedades crónicas. Lincoln la aventajaba por siete años, por lo que él tenía catorce, casi quince. Lynn era mayor por dos años. Luan era mayor que Lynn por un año, y Luna un año más grande que Luan.

Se divertía con ellas, a pesar de tener que dibujar periódicamente unos cómics para su empresa, que ofrecía un salario razonable. Una edición cada dos meses no era mucho, ya que había muchos otros que también apoyaban, pero algo era algo.

Lincoln estaba buscando su propio control cuando se acordó de que no tenía pilas. No había pilas en ningún lugar, excepto tal vez el sótano. Le aterraba entrar a ese lugar, pero no tenía alternativa. Bajó, y se oyó un crujido espantoso. Tragando saliva, entró.

Mientras buscaba, vio que había espacios con menos polvo que otros. Al tratar de recordar, pensó que alguien se habría llevado algo que dejara esas marcas. No recordaba mucho. Pero por alguna razón, su padre se puso repentinamente enojado y depresivo. Y antes de volver a ser el chef que solía ser, tuvo que pasar varias semanas en cama, y con medicamentos. Creía recordar también un suceso que tuvo importancia en su vida, pero por alguna razón, no lo rememoraba del todo. Olvidó todo. Sea como fuese, de vez en cuando forzaba a su mente en busca de recuerdos, siempre sin éxito.

Había pasado mucho tiempo desde ese día. Pero como no veía forma de lograr recordar, se rindió. Volviendo al presente, se encontró revolviendo entre las cajas. Por fin había encontrado unas pilas que parecían que aún funcionaban, pero esa retahíla de recuerdos, o sentimientos, o lo que fueran lo abrumó un poco. Tal vez hubiera seguido investigando, pero sonó el timbre y le quitó importancia.

Ahí estaban sus cuatro amigos, listos para una tarde de juegos. Entre partida y partida, fueron comiéndose frituras, papas, y chucherías, que parecían no tener fin. Pasaron horas sin que ninguno lo advirtiera. Gritaron, rieron, se comentaron novedades de cómics, discutieron, ganaron y perdieron. Alrededor de las seis, por fin se fueron Liam, Zack y Rusty.

Clyde era su mejor amigo, por lo que él sí se quedó más tiempo. Tenían mucha sed, por lo que se sirvieron agua y bebieron unos jugos mientras hablaban entre ellos sobre cualquier cosa.

- Oh, por cierto -dijo Clyde de pronto- Recuerdas a mi novia Haiku, ¿verdad?

- Si, la recuerdo. ¿Qué tiene?

- Dice que su amiga va a contar poemas y cosas así en un club. Hoy es de los días en los que va más gente, según ella. Se reúnen personas de toda clase, y se rumorea que el café es buenísimo. ¿Me quieres acompañar?

- ¿Eh? ¿No irás con Haiku?

- No, sólo me lo comentó, porque ella se va de vacaciones con su familia. ¿Te apuntas?

- Pues... Sí, supongo que sí. Sólo déjame decirle a mi papá.

- Muy bien.

No pasó mucho tiempo cuando el señor Faren volvió con las demás hermanas de Lincoln. El peliblanco le comentó lo que planeaba hacer, y su padre le dijo que no había problema, siempre y cuando volviera a más tardar a las dos. Él sabía lo que se podía tardar uno al beber café, sobre todo al estar junto con amigos.

Se pasaron la noche en ese club. Ciertamente era un lugar interesante, y toda clase de gente se encontraba hablando, haciendo alboroto, o bebiendo café. Pidieron un café cada uno, el más sencillo que tuvieran, después de todo se habían pasado la tarde atiborrándose. Y lo lamentaron, porque ese café era de verdad impresionante. La calidez se distribuía agradablemente por la boca, cada trago era como ingerir una parte del cielo, relajaba cada partícula de su cuerpo. Lincoln volteó a ver a Clyde, quien le devolvió la misma mirada alegre y perezosa que suponía que él también tenía en la cara.

Mientras bebían, muchas personas fueron pasando al podio que había al fondo. El lugar se fue vaciando de los revoltosos y se fue llenando de las personas que realmente querían escuchar los poemas. La mayoría usaba ropajes oscuros, pero algunos simplemente se veían normales. Tal como Haiku le había dicho a Clyde, ese lugar estaba más lleno de personas a esa hora del día, pero comprendieron que se refería a la gente interesada. Era una combinación asombrosa: escuchar versos profundos con la calidez de una taza de café a la mano.

Lincoln se sentía a la vez unido y separado de quienes lo rodeaban. Creía que podía comprenderlos, pero tomaba su propia interpretación y veía cada poema a su manera. Gran parte de esos poemas eran sobre un amor perdido, imposible o prohibido, lo que le recordaba mucho a lo que le había hecho Ronnie Anne, y se sentía identificado.

Aplaudía y suspiraba con los demás, que pronto se reunían con otras personas que obviamente conocían. Se acercó a Clyde.

- Este lugar es genial. Deberíamos venir más seguido.

- Sí, me encantó. Eh, mira creo que es ella a quien Haiku se refería.

Lincoln volteó a ver, y una chica se quedó grabada en sus ojos. Era delgada, vestía de prendas impregnadas del color negro, al igual que su cabello, que ocultaba sus ojos. No resaltaba mucho, pero había algo en ella que no se podía explicar ni a sí mismo, pero le llamaba la atención.

Sin embargo, la vista que lo atrapó no fue nada comparado con lo que pasó a continuación. Esa chica comenzó a recitar. Nunca en su vida había pasado por algo parecido. Algo dentro de él se despertó. Cada palabra penetró en su alma de una manera que le encantó. Fue cautivado por la belleza que había detrás de esas palabras, y aún más por la chica que las decía.

Antes de lo que hubiera querido, la chica terminó. Fue poco consciente de las personas que la felicitaron y de que ella se marchaba, ya que seguía meditando lo que acababa de escuchar. De repente, se dio cuenta de que no podía dejar ese lugar sin volver a hablar con ella.

- Clyde, no hay tiempo de explicar. Nos vemos más tarde.

- ¿Qué? Pero, si ya van a cerrar...

- ¡Luego te cuento! ¡Nos vemos después!

- Ok, supongo que te veo mañana...

Lincoln se sintió un poco culpable por haber dejado a su mejor amigo de esa forma, pero realmente tenía que volver a ver a esa chica.

Apenas vio a la última camarera salir de la puerta trasera, cuando volvió a ver a esa chica: también se marchaba.

Agradeciendo a los cielos que estuviera sola, (al fin y al cabo, no quería hacer una tontería delante de nadie) la alcanzó. Sus pasos resonaron en la grava de la calle mientras se acercaba. Ella se volteó justo cuando él se paraba frente a ella.

- Wow.