DISCLAIMER: Ni Digimon ni sus personajes me pertenecen. La historia debajo sí por lo que está prohibida su reproducción parcial o total.


Todas las elecciones que había tomado en su vida pasaron por la mente del moreno preguntándose dónde se había equivocado tan atrozmente para cargar con este karma. Como no recordaba nada lo suficientemente terrible pensó que entonces era algo que había hecho en sus vidas pasadas y tenía que remediarlo en esta, pues no estaba dispuesto a seguir arrastrando a personalidades como Michael a sus vidas futuras.

Yamato se había excusado de su casa a pesar de los múltiples intentos de Taichi porque se quedara, incluso lo había tratado de chantajear con dejarse perder en la siguiente ronda de Call of Duty pero cuando dijo que él tomaría el castigo semanal Izzy se vio incapaz de rechazarlo dejando que se fuera.

—Maldito ambicioso —había bufado para sí mismo.

Con Yamato la noche había pasado tranquilamente, nadie realmente le había prestado mayor atención a Michael, pero en cuanto se fue no pudieron prolongar el incómodo silencio mucho más.

—¿Quieres algo de tomar? —preguntó Takeru que asomaba la cabeza desde la cocina. Al ver la cara de confusión de Michael alzó la mano izquierda extendiendo sus dedos pulgar y meñique y haciendo como que bebía de su mano.

—¡Claro! Beer?

—Sí, ¿has probado alguna de Japón? —La pregunta de Joe quedó al aire sin recibir respuesta.

Michael había cruzado la estancia, la sala y se dirigía directamente hacia la cocina.

Wow, wow. No puedes pasar a la cocina, viejo —Taichi se puso en posición de defensa, como en fútbol Americano, haciendo una sentadilla y con ambos brazos estirados, impidiéndole el paso. —Mira, mejor siéntate y en un momento te traigo tu cerveza, ok?

La sala de los Yagami no era muy espaciosa pero contaba con el equipamiento necesario para entretener a 5 jóvenes veinteañeros que acostumbraban jugar hasta la madrugada. Un sillón triple de piel color chocolate que se pelaba cada vez que alguien se sentaba era el centro de atención. Lo habían bautizado "el sillón del combate" y era su arena de combate por excelencia.

En el centro había una mesita de madera desgastada apenas lo suficientemente grande para que cada muchacho colocara su cerveza y frente a ellos su tesoro más preciado: una televisión de pantalla plana enorme (al menos desde su perspectiva) recargada en un antiguo mueble de madera que era de un tono diferente al de la mesa de centro y solo cabía la consola y los mandos. Los que no estaban en partida arrastraban sillas del comedor para no estar de pie todo el rato.

Taichi se adueñó del sillón del combate junto con Joe y Takeru que empezaron su partida contra zombies.

—Oye, tú… red —Michael intentaba llamar la atención de Koushiro. —¡niño rojo!

Koushiro volteó a verlo arqueando una ceja, se señaló a sí mismo.

—Sí, tú. ¿Me puedes traer otra? —meneó el envase de cerveza vacío por encima de su cabeza.

—Me llamo Koushiro. —sentenció y se levantó con desgana hacia la cocina.

—¿Ko- qué? —la mueca en el rostro de Michael puso incómodo a Koushiro.

—Koushiro. —le entregó la cerveza.

—Ku-shee-rou —pronunciaba torpemente Michael tratando de copiar los sonidos que salían de los labios del pelirrojo sin éxito de pronunciar correctamente su nombre.

—¿Sabes? Mejor llámame Izzy —decía el pelirrojo fastidiado, intentando no jalarse el cabello, no estaba de humor para descubrir cuánta paciencia podía llegar a tener.

—¿Qué clase de nombre es ese? —Michael arqueó una ceja burlonamente, una esquina de sus labios se alzó. —Suena como un insecto. —con la lengua apoyándose en las paredes de los dientes expulsó vibraciones que imitaban el zumbido de una mosca.

—Así me llaman mis mejores amigos —giró los ojos restándole importancia, se tumbó en el sillón del combate cayéndole encima a Taichi.—Vas, Champ. —le soltó un puñetazo amistoso al moreno en el hombro.

Izzy por fin sintió que podía relajarse en el sillón pues dos segundos después la pantalla marcaba la leyenda "DERROTA" en mayúsculas. Taichi había muerto en la partida y sin perder ningún segundo Koushiro tomó el mando y se negó a soltarlo a pesar de los quejidos y empujones del moreno.

—¿Cómo demonios haces eso? —bufaba Taichi resignado mientras se incorporaba y caminaba hacia Michael.

—Es fácil predecir cuándo vas a morir —le contestó sin despegar los ojos de la pantalla.

—¿Y tú, Tichi? —el rubio sonreía triunfante creyendo que por fin había atinado la pronunciación correcta de alguno.

—Llámame Tai. ¿Más sencillo, no? —el moreno no iba a ser tan tonto como su amigo, desde un inicio empezaría con algo sencillo para Michael.

—Ok, "Tay"! —sonreía triunfante

Los que estaban en el sillón no pudieron controlar la carcajada al escuchar la pronunciación del nombre de Tai en los labios de Michael. Una vena brotó de la frente del moreno pero intentó retomar la compostura, no iba a caer en su juego.

—Como fan predilecto de Taylor Swift lo tomaré como un cumplido. —su ego volvió a inflarse.

Demi Lovato es mejor —dijo Michael desinflando el ego del moreno. A pesar de la barrera del lenguaje Michael parecía siempre tener algo que decir. —¿Y tú, Joe?

Todos se miraron entre sí asombrados de que captara fácilmente el nombre del peliazul.

—And… you? —miraba a Takeru con una ceja alzada.

—Dime T.K. —dijo Takaishi. —Easy, right?

Easy! —Michael se incorporó del sillón personal a una velocidad alarmante, acercándose amenazadoramente a los muchachos. Una vez estando lo suficientemente cerca le pasó energéticamente el brazo por los hombros al rubio menor que se tensó de inmediato ante el toque del desconocido. —¡Juguemos!

Y sin pedir ningún tipo de permiso se tumbó en el sillón con los demás, obligándoles a hacerle un espacio. Le pasaron un mando y comenzaron una nueva partida.


—¿Cómo supiste dónde estaba? —La cabeza seguía dándole vueltas mientras el rubio le amarraba el cinturón de su camioneta.

Yamato alzó la mirada encontrándose con sus orbes color miel aún vidriosos por las lágrimas derramadas apenas hace unos momentos. Sus caireles desaliñados caían desenfadadamente por sus hombros. La luz de los faroles del estacionamiento le daban la apariencia a su silueta de estar bañada en luz, pensó que era injusto que un ser mortal se viera de esa manera.

—¿Matt? —sus labios parecían no querer soltar su nombre pues apenas fue un susurro.

El rubio se tensó incapaz de controlar la descarga eléctrica que le recorrió desde la nuca hasta el fin de la espalda, bastaba que pronunciara su nombre para hacerlo estremecer. Frunció los labios intentando retomar el control de sus pensamientos pero cada vez que tenía a la castaña frente a él no podía controlarse, sus impulsos traicionaban todos los muros que había construido a lo largo de los años intentando olvidar una y otra vez el sentimiento de tenerla cerca.

Pero ella siempre volvía en el momento justo. Justo cuando estaba por olvidarla. Justo cuando las cosas le iban demasiado bien. Ahí aparecía la castaña nuevamente en sus vidas para hacer y deshacer a su antojo. Era tan injusto. Ella era tan injusta.

Yamato se mordió el labio interno para espabilarse. Se repetía a sí mismo ese mantra religiosamente para delegarle la culpa a Mimi Tachikawa. No hacerlo sería admitir que en realidad era un cobarde incapaz de perseguir lo que realmente quería, lo que siempre había querido. Se incorporó por fin fijando sus ojos azules en las orbes brillantes que tenía frente a sí.

—Sora.

Fue tan cruel y tajante como su fuerza de voluntad le permitió. No sabía ni siquiera por qué había acudido al mentado lugar, después de todo ni siquiera era a él a quien la castaña buscaba con tanta desesperación de ayuda. Tragó saliva y con eso la poca fuerza de voluntad que le quedaba y cerró de un portazo la puerta de la castaña, rodeó la camioneta para adentrarse en el asiento del piloto, amarrarse el cinturón y emprender el viaje camino al departamento del rubio.

Mimi quiso preguntar si no esperarían a Sora, que seguía probablemente dentro del bar, pero se quedó callada. El rubio tampoco dijo palabra en todo el trayecto a su departamento.


—¿Será que Zoe esté bien? —Hikari acariciaba el cabello de Miyako, quien miraba a la un punto en la nada perdiendo su mirada.

—¿Zoe? —Sora la miró a través de su tarro de cerveza dando el último trago.

—Me quedé preocupada por la llamada. Sé que no debí escuchar su conversación pero, me preocupa que algo serio le haya pasado.

La muchacha acomodó el codo en la meza y recargó su rostro en su mano. Las mejillas sonrosadas delatan el estado en el que se encontraba, al menos había logrado que el alcohol subiera en su sistema eliminando el filtro que sobria era muy difícil retirar.

—No seas ingenua, Kari —su pecho se expandió y contrajo violentamente expulsando un sonido curioso, señal de un ataque de hipo. —Este es uno de los trucos de Mimi. Ella es así.

—¿A qué te refieres? —Hikari alzó una ceja esforzándose por escuchar con claridad las palabras de Sora aún entre la música.

—Este mismo truco lo hizo cuando Kido la invitó a una cita. Me escribió pidiéndome que le marcara para sacarla de allí. —una risa se coló entre sus palabras, recordando cuando eran cercanas. —No quería estar aquí, y tiene razón. Ya no encaja con nosotras.

—Sora cómo puedes decir eso, Mimi a pesar de todo es nuestra amiga y siempre…

—¿Siempre? —ahora eran las cejas de Sora las que se arqueaban desafianteqente. —Una amiga no huye de sus amigas Kari. Además, es mejor que así se quede…. lejos.

—¿No estás feliz de que haya regresado a Japón? —la voz de Kari sonaba herida.

Miyako seguía contemplando la nada.

—No. —sentenció levantándose de su asiento. —Matti está diferente desde que nos avisó hace una semana. Cree que no lo noto pero desde ese maldito mensaje de madrugada ha estado más distante, y ni siquiera es demasiado cariñoso para empezar.

Hikari notó como los ojos de Sora se volvían más pequeños, fruncía su puño con enojo. Por una parte entendía a lo que se refería su amiga, ese mensaje también revolvió la vida y los sentimientos de su hermano, pues aunque intentase ocultarlo el moreno había estado más distraído que de costumbre.

—Matt está contigo, ¿no es así? —soltó Hikari casi como un bufido, parte de ella creía que su amiga tenía razón.

—¿Y qué dices de Izzy? ¿Estás segura que no irá corriendo a Mimi?

Sintió un nudo en el estómago. No se había puesto a pensar en eso. Era cierto que Koushiro había estado enamorado de la castaña, gracias a eso fue que ellos pudieron coincidir y pasar más tiempo juntos para terminar saliendo.

—¿No has notado cambios en Izzy? —insistió la pelirroja.

—No lo sé —Hikari apretó los ojos intentando hacer memoria pero la última semana parecía como un recuerdo borroso. ¿Había hecho algún comentario? ¿Estaba más en su computadora? ¿Le estaría escribiendo mails como antes?

—Bueno yo sí lo sé, todos cambian cuando llega Mimi. Y no permitiré que arruine mi relación y deberías hacer lo mismo. —Sora tropezaba un poco las palabras por el efecto del alcohol. Aún así su mensaje fue captado fuerte y claro por la castaña.

—Creo que es mejor que nos vayamos.

Hikari salió de su tormento de pensamientos al escuchar la voz de Miyako, Sora sorprendida la miró atenta.

—¿Cómo te sientes?

—Mejor. —sonrió tímidamente. —Yo invito el taxi de regreso.


—¡Muere, muere, muere! —gritaba ruidosamente Michael aplastándole todos los botones al mando del xbox.

Takeru hizo el combo para el golpe final y terminar el turno de Michael igual de rápido que sus otros combates.

—No duras mucho, ¿huh? —los dientes de Taichi resplandecían en su sonrisa pícara. Descubrió que le gustaba molestarlo.

—¿Quieres intentar conmigo? —a pesar de haber perdido sus últimas 5 partidas Michael sonreía.

—Pff, claro "americano" —los muchachos se reían. Takeru le dejó su lugar para que Taichi se acomodara.

3, 2, 1… GO!

La partida comenzó rápidamente, Taichi confiado en sus habilidades rápidamente hizo una serie de ataques rápidos bajando la vida de Michael a la mitad. El rubio intentaba con todas sus fuerzas recordar lo que Izzy le había estado enseñando: aplastar botones a lo desgraciado hasta que salga algún poder.

Dejando a todos boquiabiertos la secuencia que aleatoriamente tecleó Michael logró convocar una especie de bola de fuego que fue lanzada directamente a Taichi nivelando los marcadores de vida. Taichi sonrió dejando su pose desenfadada en el sillón para erguirse y tener mejor control del mando. Bastaron un par de golpes rápidos más para que la vida de Michael se fuera directamente a cero.

Comienza el segundo round.

Los dedos larguiruchos y flacos del moreno se mueven a través de los botones sin siquiera detenerse a pensarlo lanzando patadas precisas. Cuando haces algo constantemente tus músculos memorizan el movimiento y lo repiten casi inconscientemente, eso era para Taichi jugar en xBox.

El segundo round comenzaba a ponerse más intenso, Taichi a pesar de llevarle una ventaja bastante amplia a su contrincante no bajaba la guardia ni un segundo, por su lado Michael estaba adolorido de tanto presionar botones al azar esperando que pudiera replicar su técnica del combate anterior.

La barra de Michael teñida de rojo anunciaba su muerte.

Taichi saboreaba su triunfo que estaba a un solo combo de quitarle la sonrisa arrogante al rubio que los había estado atormentando toda la noche, veía esta partida como un reto personal, algo así como un duelo de egos.

Con la mente esclarecida de cuál sería su siguiente movimiento siguió la secuencia que conocía a la perfección y ejecutó sin ningún error el combo fatal que terminaría por anunciar el K.O. de su contrincante.

Michael, frustrado por haber perdido contra Taichi tiró de la palanca del mando con toda su fuerza zafándola de su lugar, el pequeño botón negro salió despegado hacia la pantalla principal dando justo en medio de la O.

Pasaron varios segundos para que Taichi se diera cuenta de qué es lo que había pasado.

—¿Qué hiciste Michael? —Izzy fue el primero en atreverse a hablar. A pesar de haber ganado la partida el semblante de su amigo estaba ensombrecido, tenía los labios entreabiertos como si quisiera decir algo pero nada salía de su boca.

—¡Fue accidente! —Michael soltó el mando al piso y un golpe sordo resonó en la habitación. —Sus cosas son tan baratas que se rompen fácilmente

—Escucha idiota —Takeru se había levantado decidido a golpear al rubio que estaba hablando de más era una mano detuvo su paso.

Taichi tenía la mano extendida cubriendo el torso de Takeru, tenía la mirada fija en el piso donde estaba el control de su consola.

—¿Por qué lo hiciste? —preguntó el moreno fijando sus ojos marrones en la figura de Michael. El tono en el que le habló era firme.

—Ese tono…—susurraron al unísono Joe y Koushiro. Takeru soltó una pequeña risa pero volvió a su semblante serio cuando vio que ni Taichi ni Michael se inmutaron.

—Ya te dije. Fue un accidente. —Los miraba a todos por debajo de su hombro, arrogante. —Solo hice lo que el insecto me dijo —refiriéndose a Koushiro.

El puño de Taichi se cerró furiosamente, Michael que notó la acción de inmediato se puso a la defensiva, no parecía importarle que estuviera en desventaja numérica. Esto enfureció más a Taichi, pues le daba la impresión que no importase cuántos fueran, Michael siempre se creía mejor que ellos.

—No vuelvas a llamarlo así. —No había duda en el tono de Yagami. —Y te pido te retires de mi hogar.

El enojo que se había asentado en los muchachos dio paso rápidamente a la sorpresa, mirándose entre sí ninguno sabía qué decir o cómo se suponía que debían reaccionar. El semblante del moreno no daba espacio a la duda, había sido muy claro.

—Excuse me? —Michael preguntó ofendido.

Leave. Now. —esta vez lo dijo en su idioma para que no hubiera pérdida en la traducción. La mirada feroz de Taichi penetraba los oscuros ojos azules de Michael.

Fine. —Se dio media vuelta, tomó su caja de no-pizza-sino-charadas y se abrió camino hacia la salida. Una vez en el marco de la puerta, entre estar y no estar habló. —Te arrepentirás.

Y de la misma manera en que Taichi había usado su idioma para que entendiera que no era bienvenido en su casa, Michael había hecho lo mismo.


El silencio absoluto, la noche y la velocidad constante que mantenía Yamato la habían arrullado sin que se diera cuenta. No sabía el momento exacto en el que había cerrado los ojos y tampoco podía recordar si había soñado algo. El portazo que dio Yamato al cerrar la puerta de su lado de la camioneta fue lo que la obligó a regresar a su consciencia.

Tratando de despabilarse buscó con sus manos torpemente el broche que la desencadenaría del asiento pero sus manos no lograban dar con la hebilla del cinturón. Quería pensar que la culpa de eso la tenía el alcohol que seguía presente en su sistema y no el nerviosismo de haberse quedado dormida mientras Yamato la estaba llevando a su departamento.

YAMATO LA ESTABA LLEVANDO A SU DEPARTAMENTO. Y no tenía los tacones puestos.

El pánico la ahogó hasta la garganta y de nuevo se vio indefensa cuando su puerta se abrió develando la imagen del rubio frente a ella que no dudó en acercarse y liberarla del cinturón él mismo. Le sonrió de una manera extraña. La miraba intensamente.

—¿No vas a bajarte? —se dio cuenta que no se había movido un milímetro de su posición aunque ya no tenía ninguna atadura literal y el rubor le cubrió las mejillas.

Asintió energéticamente, bajó un pie y luego el otro. Sintió el frío del asfalto en las plantas de sus pies y las piernas le flaquearon. La peor traición es la que se hace uno mismo.

Yamato evitó que volviera a conocer el piso cómo hace algunos momentos en el estacionamiento del bar. Le rodeo la cintura agarrándola firmemente y con su brazo libre recogió sus largas piernas cargándola como la realeza que era. Todo su cuerpo se tensó ante el toque del rubio, sentía su mano en sus muslos. La única respuesta que emitió él fue levantar una esquina de sus labios y caminar hacia su departamento. La puerta ya estaba abierta, supuso que el rubio la había abierto cuando ella intentaba liberarse de las garras del cinturón de la camioneta.

Una vez cruzaron la puerta los recibió una oscuridad profunda, todas las persianas del pequeño departamento estaban cerradas así que no entraba ni una pizca de luz. A pesar de la casi nula visibilidad Yamato se abrió paso a través de su departamento que conocía de memoria, tenía experiencia llegando hasta el culo de borracho, así que no tuvo problema alguno en dejar delicadamente a la castaña en su sofá.

—Lamento haberte despertado —dijo una vez la dejó en el sillón y caminó a encender las luces. —Pero si no cierro las puertas fuerte se quedan abiertas, es una camioneta vieja. Ahora vuelvo.

Yamato se perdió de su vista tan solo un momento, escuchó un estruendo que supuso era la puerta de copiloto que había quedado abierta porque a sus piernas le habían dado por no querer funcionar, y regresó casi trotando por la puerta con sus tacones en la mano. Mimi ya se había incorporado y estaba ahí parada, sonrojada al ver su calzado en las manos de Yamato. Él pareció leerle la mente porque dejó sus zapatos pulcramente acomodados a un lado de la puerta.

—¿Te sientes bien? ¿Quieres agua? —le preguntó el muchacho preocupado. Ella solo asintió y volvió a tomar asiento en el sillón. Se sentía extrañamente cómoda, quizá era el alcohol pero no podía evitar sentirse sumamente relajada.

El muchacho regresó con un vaso hasta el tope de agua y se lo extendió, la muchacha lo tomó con ambas manos dando sorbitos cuidadosos para no derramar ni una gota.

Yamato la miró enternecido. Se quedó parado mirándola sorber el agua.

—Gracias —dijo apenas en un susurro, había dejado el vaso con agua en la mesa. Se dio cuenta de que podría manchar la madera y se incorporó abruptamente. —¿Tienes una servilleta? —dijo arrastrando las palabras graciosamente.

—No te preocupes, vamos lo llevo arriba. ¿Puedes subir escaleras? —la castaña asintió suavemente. El rubio tomó su vaso y emprendió camino hacia las escaleras. —Sígueme.

Ella obedeció casi como si estuviera en un encantamiento, no había célula en su cuerpo que cuestionara sus movimientos.

A punto de llegar al final de la escalera el rubio se encorvó y Mimi soltó una risita bastante audible.

—Cuidado aquí —dijo Yamato fingiendo fastidio ante la risa de la muchacha.

Vio el desperfecto de la pared: un ladrillo que sobresalía amenazadoramente del techo. Al estar pintado del mismo color era fácil golpearse con él. Mimi sonrió confiadamente, Yamato que ya había cruzado sano y salvo se giró para ayudarla, le extendió la mano.

—Matt… —apoyó las muñecas en sus caderas y lo miró pícaramente. El rubio al escuchar su nombre se exaltó, vio la mirada juguetona de la castaña y le sonrió expectante.

La castaña se irguió cuanto pudo y aún con toda su altura logró cruzar de los escalones al angosto pasillo sin siquiera rozar el ladrillo amenazador. Una vez completó su hazaña hizo una reverencia y ambos se rieron.

—¿Eso también lo aprendiste en Estados Unidos? —dijo el rubio molestándola, caminaron juntos hacia la habitación y él encendió la luz del pequeño cuarto con la cama individual esperándola. Dejó el vaso de agua en el buró al lado de la cama. —No es muy grande pero, espero puedas descansar bien.

Se dio media vuelta y estaba a punto de irse.

—¿Puedes quedarte un poco más? —La castaña sujetaba su mano impidiéndole que se alejara de ella, no sabía de dónde había sacado el impulso de retenerlo de esa manera. El roce de sus manos les erizó la piel. Yamato asintió suavemente.

Mimi se sentó en la cama recargando la espalda en la pared, ladeó la cabeza de un lado a otro sintiéndose cansada. Yamato apagó la luz de la habitación antes de tumbarse a su lado sintiendo el colchón ajustarse bajo su peso. La muchacha tiró de la sabana para cubrirse las piernas.

—¿Cómo lograste zafarte de los muchachos? Creí que los viernes eran importantes para ustedes —preguntó una vez estuvieron bien acomodados.

—Pfff, me debes una enorme —Yamato sonreía genuinamente captando la mirada de la castaña—Fue toda una odisea, tuve que decirles que la banda me necesitaba, que había salido una tocada de imprevisto y que me necesitaban. Solo los convencí realmente cuando les dije que yo me sacrificaba y perdía el reto de la semana, así que ellos pueden ponerme el castigo que quieran.

—¿Castigo? —la castaña no entendía a lo que se refería

—Es... una tradición con los chicos. El que tiene menor puntaje en los torneo debe cumplir un castigo elegido por los demás.

—Realmente no entiendo por qué los hombres tienen tendencias masoquistas

Ambos rieron, mirándose en la oscuridad. Apenas podían distinguir las facciones del otro.

—¿Cómo va tu banda? —preguntó la castaña deshaciéndose del silencio

Él pareció dudar en lo que iba a responder, tardó unos minutos en acomodar sus pensamientos.

—No muy bien, como puedes ver. Apenas hemos conseguido tocadas estos últimos meses. Los chicos están tensos y a decir verdad, también yo lo estoy. —la transparencia de sus palabras los sorprendieron a ambos.

—Pero, la última vez hasta te detenían en la calle para sacarse fotos contigo.

Ambos volvieron a reír aligerando un poco el ambiente

—Aún lo hacen —dijo orgulloso — Pero me da miedo.

—¿Las chicas? —él le dio un codazo ligero, no retiró el brazo después. Mimi se recargó en él mirándolo más de cerca.

—Dejé la universidad para dedicarme a la música de tiempo completo, mi padre estaba en contra pero decidí hacerlo de todas maneras. Al principio nos iba muy bien y ahorré dinero, por eso es que al menos tengo donde vivir. Pero ahora mi futuro no parece seguro. Eso me aterra. Haberme equivocado.

—Sé que quizá no cambie mucho la situación pero, los he escuchado y son muy buenos. Incluso creo que tendrían más éxito internacional que aquí.

—¿Internacional? — la chica asintió sin despegarse de él — ¿Cómo Estados Unidos? Todos están locos ahí.

Su risa sarcástica la hizo levantarse para enfrentarlo, él con una sonrisa cálida le pasó el brazo por los hombros volviéndola a recargar en él.

—Claro. Serías toda una estrella de rock. Aunque sí que es un mundo diferente. Además, entiendo como te sientes.

—¿En serio? —sonaba incrédulo, sintió el leve asentimiento frotarse contra su hombro.

—Bueno, sí que tienen costumbres extrañas —la risa ligera brotó de sus labios — Cuando llegué a la escuela un niño me saludó besándome la mejilla, estaba tan asustada que comencé a gritar: ¡acosador!

—Princesa al ataque —se burlaba Yamato imaginando la escena.

—Cuando entendí que así era la manera estándar de saludar ya había dejado en claro que no pertenecía. Me decían que debía regresarme a mi país, que no era bienvenida. Se burlaban de mi acento y mis costumbres. —la castaña sintió el cuerpo de Yamato tensarse, estaba sorprendido pero más que todo molesto. —Pero pronto se detuvo gracias a que conocí a Zoe. Ella me salvó. Estoy tan agradecida con ella.

—¿Pero no es Italiana? —Mimi se sorprendió que recordara aquello, lo había mencionado cuando les habló de la muchacha hace ya muchos años.

—Sí, pero al ser rubia y de ojos azules parecía encajar más que yo. Pronto nos volvimos el dúo dinámico más popular de la escuela. Y vaya que estudiamos por mucho tiempo, tanto que cuando ella decidió que quería estudiar leyes... entré con ella.

—¿Qué? —Yamato se había separado para mirarla mejor, eso sí que lo había tomado por sorpresa.

—Hey, ¿qué? ¿crees que no puedo? —fruncía el entrecejo endureciendo las sombras de su rostro.

—No dije eso, es solo que nunca te imaginé...

— Y tienes razón, por eso solo estuve un año. —ambos volvieron a reír y ella se recargó nuevamente en él.

—¿Qué hiciste después? —preguntó evidenciando su curiosidad

—Conocí a James —aunque no podía verla sabía que estaba sonriendo —Y a Michael. James solía trabajar de reclutador en una agencia de modelos, encontró mis redes sociales, tuvimos una cita y logré firmar con la agencia.

—¿Pero no es tu chofer? — preguntó dudoso.

—Sigue como cazador de talentos, pero lo hace mientras me lleva por la ciudad. —de nuevo esa risa contagiosa. —Es como mi familia ahora.

Yamato tuvo curiosidad de preguntar sobre cómo conoció a Michael pero prefirió no hacerlo.

—Gracias a James ahora tengo un trabajo que aunque empezó porque me veía "exótica" para los estadounidenses, pero que me permite tener una vida cómoda y darme ciertos gustos, así que estoy agradecida por la oportunidad.

Ahora lo entendía, por más extraño que pareciera estaba en una situación parecida a la de él. Irse a Estados Unidos no fue su decisión y quedarse le permitía tener una vida agradable, como él siempre quiso que ella tuviera. Pero no tenía estudios ni una garantía de nada, aunque quisiera no podría regresar permanentemente a Japón. Se le rompió el corazón al pensar que sufrió cuando era más joven e incapaz de protegerse, jamás imaginó que alguien como Mimi pudiera ser objetivo de acoso.

Con su mano libre acarició su mejilla delicadamente, sentir su tersa piel bajo su tacto le hacía erizarse la piel.

—Lamento que hayas pasado por eso.

Ella lo miró incapaz de detener su toque.

—Estoy bien ahora, además... tengo que agradecerte lo que hiciste hoy por mí. Me salvaste y te debo una enorme.

—Es cierto —decía sin dejar de acariciarle la mejilla. —¿Cómo me vas a pagar el favor?

Acercó su rostro lentamente al de ella apreciando cada detalle que sus ojos le permitían capturar. Sus narices se tocaron y podían sentir la respiración del otro en la piel.

—Lo que tú me pidas —soltó casi como un gemido, con los labios entreabiertos y conteniendo la respiración.

El sonido de llamada los espabiló, separándolos abruptamente.

—¿Bueno? —la castaña logró contestar sosteniendo el celular torpemente entre sus dos manos.

—¡Meems! ¿cómo estás? ¿todo bien? Te he estado dejando un montón de mensajes preguntándote si llegaste bien y no contestas el jodido celular, pensé que estabas muerta o inconsciente o que te había dado un coma etílico o que un oso te había devorado y...

—¿Un oso? — Yamato la miraba sin entender nada. —Zoe estoy excelente, viva y no tienes que preocuparte, estoy... con Matt. —El rubio sintió cómo el calor le invadía el cuerpo.

— Sí, eso fue lo que dijo James. Estás de suerte que Michael ya estaba en su habitación.

—¿Michael? —retiró el auricular que asomaba la hora, 23:45. —¿Llegó tan temprano?

Todo el calor que le había subido a Yamato se le bajó de inmediato.

—Sí, llegó hecho una furia. Tendrás que hablar con él mañana en la mañana, ¿vale? Como sé que probablemente llegarás con una cruda que no te dejará en paz pediré que te tengan listo comida y pastillas. Cuídate mucho y necesito DE TA LLES.

La castaña rio a través del auricular. Zoe nunca cambiaría.

—Eres un cielo. —mandó un beso al teléfono y colgó. —Creo que es mejor que vayamos a dormir.

Yamato se incorporó de la cama, con notorio nerviosismo y se dirigió hacia la puerta.

—Gracias —escuchó tras de él

—Descansa, princesa. —dijo sin voltear a verla.


Tal y como había prometido la recibieron en la residencia de Zoe con la mejor cura para la cruda después de tomar: caldo caliente, agua y pastillas para el dolor de cabeza. Subió directo a su habitación a darse un baño interminable de burbujas. Cuando salió por fin arreglada se encontró lo que temía:

—Michael… ¿qué pasó ayer? Zoe me dijo que regresaste temprano—estaba sentado en el borde de la cama mirándose los zapatos, solo volvió la mirada cuando lo llamó.

Tay me corrió de su casa.

—¿Tai? Uff no, no creo Michael los japoneses no tenemos esa costumbre… es común en América pero creo que estás confundiendo como sucedieron las cosas…

—Me lo dijo en inglés. Estaba furioso conmigo porque accidentalmente rompí su control de videojuego. Y el rubio me intentó golpear.

—¿Matt? Pero eso es imposible si él no estaba ahí…

—¿Matt? No, no Matt. Uhmmm, ¿T.K.? Wait, ¿cómo sabes que Matt no estuvo?

La castaña tragó saliva.

—Uh, ¡Sora! es… su novia, me dijo que tuvo un compromiso y que salió… pero, ¿estás seguro? T.K. es un sol, jamás se ha peleado con nadie…

I promise.

—Hablaré con él, ¿vale? —Michael solo asintió.

—¿Cómo te fue a ti? ¿Dónde te quedaste?

—Uh, muy bien y me quedé uh, at a friend's house*! Yay!

El beep de su celular interrumpe la conversación. La pantalla iluminada devela el mensaje grupal:

"Hoy, 2:00pm. Ramen de siempre. Los veo. A TODOS. Xoxo, Sora"

Maldición.

—Me han invitado a comer —le mostró el mensaje a Michael.

—No quiero ir. —sentenció mirando a otro lado. Enterneció a la muchacha, que sabía de primera mano lo que es sentir que no pertenecía.

—Descuida, lo entiendo. Hablaré con ellos, ¿vale? Y después vendré directo a casa, contigo. —le plantó un beso en la mejilla y salió del cuarto.

"Encuéntrame afuera del café a dos cuadras antes del Ramen en una hora. Tenemos que hablar"

Enviar.


Los nervios hacían que le temblaran las manos, para ocultarlo decidió meterlas en los bolsillos. El día estaba bastante agradable, apenas había nubes y aunque el sol brillaba no hacía un calor excesivo. Había llegado al lugar de la cita 10 minutos antes.

—Un caballero siempre llega antes —fingió la voz más grave imitando a su papá

—¿Tai? —escuchó tras de sí, se dio la vuelta para encontrar la sonrisa de Mimi recibiéndolo. Ella también había llegado antes.

—¿Cómo estás princesa? —le dio un abrazo cálido, llevaba un vestido floreado que ondeaba ligeramente producto de la brisa. Llevaba una bolsa de regalo en las manos. Se veía preciosa.

—Bien, bien. Gracias por aceptar vernos antes. —estaba más seria que de costumbre. —Michael habló conmigo hace un momento…

Oh no. El pánico le inundó el cuerpo, debía haberlo intuido al menos. Era sobre Michael.

—Me dijo algo sumamente ridículo, que lo habías corrido de tu casa… ¿fue un malentendido, cierto? Es igual de ridículo que T.K. lo intentó golpear y…

Estuvo tentado a mentirle, decirle que todo había sido culpa de Michael, que malinterpretó las cosas y que por la barrera de lenguaje se dio el malentendido. No podía hacerlo.

—Es verdad. —interrumpió a la castaña.

—¿Cómo? —estaba perpleja. —Taichi, ¿qué dices?

—Es verdad, todo lo que él dijo. Rompió el control y Takeru intentó golpearlo, le dijo algo a Izzy y lo corrí de mi casa. Le dije que no le permitiría la entrada nunca más.

Ella no decía nada, solo estaba parada ahí absorbiendo la información tratando de encontrarle algún sentido a lo que le decía Taichi.

—Sí, pero…

—No digas nada, no quiero escucharlo. —le tomó la mano y envolvió la cuerda de la bolsa de regalo en su muñeca. —Esto va de parte de Michael, como una disculpa.

—Si no quieres escucharlo es tu problema

La castaña le dirigió una mirada asesina y caminó en dirección al Ramen, ya casi era hora de juntarse todos juntos. Incómodamente Taichi caminó tras ella.

—¿Quieres dejar de seguirme? —bufó la muchacha acelerando el paso.

—Vamos al mismo lugar, ¿recuerdas? —le respondió con el mismo tono.

Frente a la puerta del Ramen acordado Mimi entró primero y eligió una mesa redonda sentándose en una silla cerca de la ventana. Taichi eligió la silla que quedaba justo en frente de Mimi, siendo separados por la amplia mesa.

Mimi se cruzó de brazos y miró hacia todos lados menos al moreno. Él la imitó. Pasaron varios minutos que se sintieron eternos antes de que llegaran Izzy y Hikari tomados de la mano, Izzy se sentó al lado de Taichi y Hikari quedó entre Izzy y Mimi. Los saludaron a ambos.

—¡Vaya! ¿Llegaron juntos? —preguntó pícaramente Hikari al ver que su hermano y Mimi habían llegado puntual, costumbre que ninguno de los dos morenos tenía.

—¡No! —contestaron al unísono y volvieron a mirar a lados opuestos.

Izzy y Hikari se miraron extrañados. Pronto llegó Takeru que se sentó al lado libre de Taichi, intentó saludar a Mimi pero esta lo ignoraba a propósito. Después llegó Matt que tomó asiento al lado de su hermano. Mimi también desvió la mirada del rubio.

—Maldición, en esta mesa no puedo confiar en nadie —pensó para sí misma

La plática comenzó a fluir en la mesa excepto por Tai, Matt y Mimi que miraban quizá con demasiada atención el menú.

Por fin llegó Sora y Joe.

—¡Matti! Llegaron temprano —tomó asiento al lado de Yamato. Takeru rodó los ojos. Joe se sentó a su lado quedando entre Sora y Mimi.

Todos ordenaron sus respectivos platillos y para cuando llegaron se daban varias conversaciones al mismo tiempo. La parrilla se colocó en medio con unas pequeñas tenazas para asar la panza de cerdo mientras comían.

Mimi miró la primera pieza que estaba a punto de estar lista pero Taichi le ganó, adueñándose de las pinzas y robándose la primera pieza de cerdo.

La castaña carraspeó captando la atención de todos en la mesa.

—Izzy, ¿podrías decirle a Taichi que es de mala educación adueñarse de las pinzas? Debería dejarlas en medio para que todos puedan tomar un pedazo. —A pesar de dirigirse a Izzy miraba fijamente a Tai.

—Tai, dice Mimi que deberías ser más considerado ya que…

—Izzy, ¿podrías decirle a la princesa que no todos quieren cerdo en su ramen, y que de ser así, pueden esperar su turno?

—Mimi, dice Tai que si pudieras esperar un poco a que las demás piezas estén….

—Izzy, ¿podrías decirle a Tai que suelte las pinzas ya que ya tomó su pieza?

—Tai, dice Mimi que…

—Izzy, dile a Mimi que tomé las pinzas primero y tengo derecho de tomar el primer trozo y el siguiente si quiero

—Izzy, no tienes que hacer lo que dice Mimi siempre —Sora había interrumpido en la conversación, a Hikari su comentario le cayó como un balde de agua fría. Mimi y Taichi no le tomaron importancia, se miraban a través de la mesa alzándose para gritarse mejor. Izzy dejó de intentar ayudarle a sus amigos.

—¿Entonces se tiene que hacer lo que tú dices siempre?

—Sí. —frunció el ceño

—¿O si no qué, me vas a correr a mí también?

La mesa se quedó en silencio por un momento. Takeru, Izzy y Joe se miraban entendiendo qué pasaba.

—Ohhh, no. No te preocupes, princesa. Me voy yo. —Se levantó de la silla y Mimi lo imitó.

—No te preocupes, me voy yo.

—Mimi, ¿puedes dejar de ser tan mimada? —ahora era Kari la que habló. Toda la atención se centró en ella.

—¿Mimada? —frunció el ceño mirando a su amiga y a toda la mesa. —Ya estoy harta. Les diré la verdad.

Parecía que todo el restaurante se había quedado en silencio para escuchar la confesión que haría la castaña.

—Michael y yo no estamos saliendo, es mi manager.

Las reacciones en la mesa estuvieron divididas, Yamato y Taichi escuchaban con atención lo que la muchacha decía.

—No podía dejar mi trabajo por mas de una semana así que convencí a Michael de hablar con la agencia y que me dejaran desarrollar una campaña en Japón. Gracias a él conseguí quedarme 3 meses y no 3 días como era el trato original. Me ayudó con gastos de viaje y si Zoe no me hubiera prestado su casa… ni siquiera hubiéramos podido venir.

Mimi miraba a todos lados avergonzada. No quería que sus amigos se enteraran de su falta de éxito y lo controlada que estaba su vida.

—Se me ocurrió la idea de decir que actuáramos como pareja porque sé lo que se siente no pertenecer, lo he vivido casi todos los días desde que me mudé y esperaba que cuando vieran lo importante que es Michael como persona para mi, que lo considero como familia ustedes lo tratarían con cariño…

Taichi tragó seco. La había cagado.

—En cambio… Lo citaron horas más tarde para que no estuviera mucho tiempo con ustedes, casi le sueltan un puñetazo —dijo esto mirando a Takeru, quién se sumió en su asiento consumido por la vergüenza. —Y lo corrieron. Así que perdón si estoy siendo mimada. Me retiro porque no tengo nada más que hacer aquí.

Nadie se atrevió a detenerla. Yamato se levantó de su asiento dispuesto a ir tras de ella pero la mano de Sora lo detuvo. El rubio entonces miró a su hermano.

—¿Lo golpeaste? —su tono severo no dejaba entrada a mentiras.

—No lo golpeé. Casi lo hice, pero no pasó. —se escudó nerviosamente.

—Bueno, Matt… la verdad es que si hubieras estado ahí probablemente hubieras querido golpearlo también —por fin habló Joe.

—Creí que habías ido —Sora no soltaba su agarre del rubio.

—Sí, sí fui. Pero me tuve que retirar temprano porque nos salió una tocada y…

—¿Por qué no me dijiste? Pude haberte acompañado —ahí estaba de nuevo haciendo la situación sobre ella.

—Fue solo una canción. Nada importante. Además estabas con las chicas.

—Sabes que eso no me importa…

—De todas maneras no me fui exento. Aún tengo pendiente el maldito castigo.

Entonces a Izzy se le iluminaron los ojos.

—¡Ya sé cuál será tu castigo! —Taichi lo miró expectante, Takeru ya había comprendido por donde iba.

—Ay, no mierda. No, Izzy no es justo…

—¡Ella no está enojada contigo! —se escudó. Taichi seguía sin entender qué sucedía.

—¡Lo va a estar!

—¿De qué hablan? —Takeru rió ante la ignorancia de su amigo.

—Matt tiene que hacer que Mimi nos perdone. —explicó el rubio menor con detenimiento y los ojos de Taichi se iluminaron.

—Saben que es prácticamente imposible, además, tienen que hacerlo individualmente o realmente estará herida con ustedes.

—No aceptará disculpas individuales tan fácilmente y lo sabes. —Joe hablaba desde la experiencia.

—¿Por qué les interesa tanto? —Hikari miraba la actitud de Izzy y de Takeru y no podía evitar recordar las palabras de Sora. Aún tenían sentimientos por Mimi.

—¿No escuchaste nada de lo que dijo? —preguntó Takeru extrañado. —¿Qué te pasa? Esta actitud de rechazo es normal en Sora —la aludida le dirigió una mirada ofendida. —Pero… ¿en ti?

—A todo esto, ¿qué es lo de la bolsa? —preguntó Joe mirando como colgaba del asiento de Taichi.

Pasaron por su mente mil cosas antes de decidirse a abrir el regalo que le había entregado como disculpas de parte de Michael: el control más nuevo de su consola. No podía sentirse más mierda aunque lo intentara.

—La cagamos —dijo Izzy.

—Sip. —secundó Takeru

—No entiendo cómo me metí en esto por su culpa —dijo Joe como berrinche.

—Debo resolver esto… —dijo el moreno y llamó a la mesera para pagar la cuenta. La única que había terminado su plato había sido Sora.

—¿Quieren que lo ponga para llevar? —preguntó amablemente la chica.

—No, solamente la cuenta por favor.

—¿Mesa 6? —se detuvo a revisar algo en el cajero y regresó. —Su cuenta ya está pagada, gracias por venir. Esperamos la comida haya sido de su agrado.

Parecía que no se podían sentir peor de lo que ya se sentían pero al parecer para Mimi Tachikawa no había límites: iba a hacerlos sentir culpables hasta que los perdonase. Yamato tenía que actuar pronto.

Todos se fueron del restaurante, antes de que Yamato se subiera a su camioneta Sora lo detuvo.

—Entonces la tocada, ¿dónde fue? —algo le parecía extraño. No era como si Yamato le avisara cada vez que tocaba su banda pero esta vez tenía un presentimiento.

—Fue en en un bar de mala muerte, a una hora mas o menos del centro. Nunca habíamos ido.

—Debo insistir en que me hubieras avisado y dejaba a las chicas por irte a ver... sabes que eres más importante para mí.

—Fue solo una canción.

—¡Aún así! Anda, cuéntame… ¿cómo estuvo?

—Fue... especial. Aunque fue poco tiempo volví a sentirme vivo. Lo extrañaba... sentir la electricidad recorrer mi cuerpo y aunque sea por solo un momento sentir que... pertenezco, que estoy en casa. —el rubio ya no hablaba de su tocada falsa.

—Bueno, celebremos en tu departamento.


N/A: ¡WOLA! Gracias por leer esta historia que se pondrá más cómica y más dramática porque AMAMOS. Espero les guste, la verdad es que yo me estoy divirtiendo mucho escribiéndola y recordando mis años de escritora en esta plataforma. No sé qué tan larga haga esta historia particular pero lo que sí es seguro es que saldrá los miércoles, no quiero prometer cada semana (porque subestimé la carga en mi trabajo) pero cada 15 días me parece cuando menos razonable, intentaré de todas maneras subir capítulos en cuánto tenga espacio.

Gracias por sus reviews que claro que leo y contestaré cuando tenga un poquito de aire para respirar. Gracias por volver a leerme después de tanto tiempo y si nunca me habías leído antes te invito a pasar por mis otras historias.

PD. AMO a Hikari con locura pero este proceso de confusión es necesario para el desarrollo de la historia, prometo no será así por siempre lol.

Besos, Alex.