ATENCIÓN: Puedes evitar leer las partes explícitas (que estarán marcadas en el texto con un aviso de +18 antes de que empiecen) sin que afecte a la historia principal.


—Creo que esto es lo último —Levi llevó hasta el salón un par de cajas de cartón con cosas de las habitaciones. Habían empezado a embalar el viernes después de cenar y estaba deseando terminar de una vez. El problema es que, al llegar a la nueva casa, habría que pasar otros tantos días desembalando.

—Déjalo donde puedas, yo estoy acabando de guardar la cristalería —Erwin enrollaba unas copas de champán con papel de periódico -encima de la mesa de comedor- antes de colocarlas con cuidado en otra caja.

Levi se acercó después y empezó a empapelar copas con él.

—Podías aprovechar la coyuntura y decirle a tu madre que se han perdido.

Erwin se rio mientras seguía envolviendo y Levi agradeció la visión de su expresión. Erwin no solía estar relajado y habitualmente tenía pegada a la cara la sonrisa prefabricada que utilizaba en sus actos públicos. Pero cuando estaba tranquilo y despreocupado por las apariencias, como ahora, aquella risa natural y franca lo volvía más atractivo a los ojos de Levi.

—Le daría un ataque. "Era la más cara de la tienda. Seguro que te la han robado los de la mudanza. Te confías enseguida" —Bromeó Erwin, sonriendo mientras imitaba la vocecilla de su madre.

—Qué dura es la vida del niño mimado — Levi también sonrió.

Apenas quedaban un par de copas así que terminaron de colocarlas y cerraron la caja correspondiente en silencio. Luego se pusieron a guardar algunos trofeos y medallas que había sobre la mesa.

—¿Te acuerdas de esto? —Erwin sostuvo una enorme medalla de oro. Todavía relucía como el primer día, pues Levi se encargaba de limpiar sus trofeos a menudo para que no tuviesen una mota de polvo. En ella se podía ver el relieve de la diosa de la victoria Nike, portando la corona del triunfo y la palma y, sobre ella, la insignia representativa de los juegos olímpicos.

—Déjame pensar, creo que ese día me estaba tomando unas cañas… —Respondió con sequedad, organizando las cosas en la caja para que cupiese bien todo.

—Que gracioso eres, señor Ackerman. Nunca había entrenado a alguien que llegase a las olimpiadas. Pero, como dependía de ti, sabía que no debía preocuparme —. Erwin se quedó mirando el premio mientras lo sostenía entre las manos, como si el brillo de su superficie reflejase la imagen de aquel combate.

Levi era un aspirante muy prometedor, la gente había estado siguiendo su flamante trayectoria desde hacía años. El estadio estaba a reventar y retransmitían los combates en televisión todos los días. Levi no parecía para nada nervioso. Estaba como siempre: estoico, sesudo. Daba igual la responsabilidad o las expectativas de aquellos juegos, aunque fuese a marcar de forma definitiva su futuro como deportista. Él siempre mantenía la mirada serena y la concentración. Su entrenador de entonces trataba de estar a la altura. Cada vez que Levi pasaba de ronda, lo dejaba marcharse al vestuario. En cuanto volvía, se cercioraba de que todo iba perfectamente y se limitaban a hablar sobre la estrategia con el siguiente contrincante. Cuando Levi ganó la final con un espectacular tuio mondolio chagui (una patada voladora de 360º) que estrelló a su adversario contra el suelo, el público estalló para proclamarlo como nueva estrella olímpica. Cuando Erwin lo vio desde las gradas, se levantó de su asiento para gritar por encima de la muchedumbre.

—Así que dejaste de entrenarme porque no debías preocuparte —Levi ni siquiera lo miró mientras seguía organizando las cosas, aunque el tono pretendía ser crítico.

Erwin le dedicó a la medalla una última sonrisa suave y la metió también en la caja.

—Porque ya no podía hacer otra cosa. Mi carrera política empezaba a arrancar, el clima laboral era complicado y yo ya no era un entrenador tan eficiente.

—Pero tú siempre habías querido conseguir una medalla olímpica —. Levi lo miró con curiosidad entonces, dejando de organizar un momento.

—En cuanto te propusieron para los juegos me di cuenta de que debía hacer lo correcto. Las últimas competiciones habías llegado muy justo al primer puesto, no había sabido aprovechar todo tu potencial. Y al mismo tiempo mis proyectos políticos estaban también resintiéndose, había mucha gente que dependía de mí y no podía dejarles tirados. Claro que quería llegar a las olimpiadas… Pero esa ya no era mi misión, era la tuya.

—Y aun así me lo preguntaste a mí para que te liberase de esa carga.

Erwin levantó la vista hacia Levi y se lo encontró mirándolo directamente, con una intensidad que lo hizo detenerse un instante. Acabó por bajar la mirada para seguir guardando cosas, aunque se le escapó una sonrisa más triste de lo que esperaba.

—En el momento en que te vi subido al podio fue como si nos separasen enormes murallas. Me di cuenta de que siempre habrías podido haber hecho lo que tú quisieras.

—Porque estaba contigo —. Le replicó Levi— Y seguía tu sueño. Debía hacer que todo el sacrificio mereciese la pena.

Erwin lo miró un momento y dejó lo que estaba haciendo. Rodeó la mesa con pasos lentos y firmes y llegó junto a Levi para acabar recogiéndolo entre los brazos. Llevó su mano a la cara de él, atrayéndolo contra su pecho, y miró hacia abajo para no perder sus ojos de vista.

Levi lo siguió con la mirada en todo momento, respondiendo a su abrazo y aspirando su olor, que le resultaba tan característico y relajante.

—Sí mereció la pena. Gracias. —Erwin se acercó para besarlo en cuanto pronunció aquellas palabras y Levi le correspondió con gusto.

—Eh, tortolitos, todavía queda mucho que empaquetar —Petra apareció en el salón cargando más cajas y las dejó cerca de las que había ido trayendo Levi.

Ambos se separaron con tranquilidad y Levi siguió guardando sus trofeos mientras que Erwin se acercaba a Petra para saber qué faltaba por organizar.

—Pues he vaciado ya las dos habitaciones que quedaban. Cuando terminéis aquí ya podemos desmontar algunos muebles —Explicó ella, planificando el trabajo.

Llevaba un peto con los bajos remangados hasta los tobillos y una camiseta vieja. Y en la cabeza no faltaba la pañoleta para recogerse el pelo, que Erwin y Levi se habían quitado hace un rato para ponerse a cerrar las cajas A Levi le pareció que aquella ropa de andar por casa le quedaba muy bien.

—Deja los muebles, de eso se encargan los del a mudanza. Si ya hemos terminado nos podemos ir al Luna Rosa, que hacen unas pizzas cojonudas —Propuso Erwin, llevándose las manos a la zona lumbar para estirar la espalda.

—No me apetece salir. Si queréis pizza, las pedimos —Añadió Levi desde la mesa.

—Pizza en el suelo del salón suena bien —Opinó Petra, emocionada. Entonces se llevó la mano al bolsillo y sacó su móvil, leyendo el mensaje que le acababa de llegar.

—Bueno, vosotros ganáis. Pizzas en el suelo del salón —Concedió Erwin, dirigiéndose a la cocina para buscar su propio móvil y hacer el pedido.

—¿En el suelo? Tenemos la mesa, eh. Y bastante sucia está ya… —. Reprochó Levi.

—Mierda, no me acordaba… —Fue lo primero que dijo Petra justo antes de teclear en su teléfono y llevárselo a la oreja para hacer una llamada.

—¿Qué pasa? —Levi fue el único que prestó atención al comentario de Petra, pues Erwin ya estaba hablando con la pizzería para que anotasen el pedido de su cena.

—Hola, nena. Mira, que estoy de mudanza, pero que voy en un rato, ¿vale? Sí, no te preocupes. Chao, chao —Petra colgó el teléfono e hizo una mueca—. Lo siento, chicos, mi hermana me pidió que me quedase con mis padres hoy porque ella tiene una cena. Me había olvidado por completo. Os voy a tener que dejar todo esto empantanado, lo siento —Petra se iba encogiendo cada vez más, dando la sensación de que se hundía en el suelo debido al remordimiento.

Levi se acercó a ella y la abrazó, frotándole los hombros.

—Eh, no pasa nada. Esto ya está hecho. Y así nos toca más pizza a cada uno.

Petra le dio un par de golpecitos en el pecho a modo de pataleta cuando Levi la chinchó de aquella forma.

—Calla, que me ha dolido eso de quedarme sin pizza.

—Si seguro que cenas croquetas de tu madre —. Animó Levi.

—No, hoy tenían pescado cocido —gimoteó Petra.

—Muy sano.

—No tienes corazón.

Ambos se balanceaban suavemente mientras se entretenían con aquello. Levi se separó un momento y le dio un corto beso en los labios.

—Eh, hablando en serio, ¿quieres que te acompañe?

—No, tranquilo. Sólo es una noche y es sólo por si acaso. A mi madre ya se le va un poco la cabeza y preferimos tenerla controlada. Gracias, pero no te preocupes —Petra se apretó contra Levi, afianzando su abrazo como parte de su agradecimiento.

—Venga, a la ducha y largo de aquí —Ordenó él con suavidad, burlón.

—Sí, mi capitán —Petra le dio otro pequeño beso y se separó para poner rumbo a su nuevo cometido.

—Bueno, ya tenemos la cena encargada —Erwin apareció tras Levi con el teléfono todavía en la mano, moviendo la pantalla con el índice de la mano contraria.

—Petra se va a casa de sus padres así que mañana ya sabes lo que toca comer —Le informó Levi, poniendo otra vez rumbo hacia los montones de cajas, ahora para apilarlos lejos de la mesa y poder limpiarla.

—¿Sí? Lo llego a saber y nos abrimos unas latas de conservas con un poco de queso —Erwin todavía tardó un momento en responder. Dejó de menear la pantalla con el índice y levantó la cabeza, girando a un lado y otro hasta localizar dónde se había metido Levi.

—Ahora ya está. Además, ya me he hecho a la idea.

XXX

—Lo siento, chicos, de verdad. Mañana voy a llegar tarde, pero creo que como con vosotros —Petra ya había metido las cosas en el coche y esperaba con la mano sujetando la puerta del conductor.

—Será tu última oportunidad de probar la pizza —Se burló Levi manteniendo su tono serio.

—Eso espero, no os las zampéis enteras.

—No creo que podamos. Dales recuerdos a tus padres y pídele a tu madre la receta de las almejas —Erwin llevaba tiempo intentando conseguir aquella receta donde las almejas quedaban bañadas por una salsa blanquecina con especias. Petra asintió y sonrió ante su insistencia.

—Yo se lo recuerdo —Le prometió.

Entonces Erwin se agachó para darle un beso y ella le acordó el camino poniéndose un poco de puntillas para llegar antes a su boca.

—Ten cuidado en la carretera —Le advirtió Levi. Luego se acercó para darle otro pequeño beso en la boca.

—Descuida. De aquí a allí no hay mucho recorrido.

Petra entró en el coche y Levi y Erwin se quedaron en el jardín, despidiéndola con la mano y esperando a que se marchase. Una vez el coche salió del portal y de la vista, ambos volvieron dentro.

XXX

—Estoy que reviento —Erwin se pasó la servilleta por la boca y apartó de sí la caja de lo que quedaba de pizza. Había pedido tres diferentes y habían dejado algo más de la mitad de una entre los trozos sobrantes.

—No haberte apretado una pizza tú solo —Levi bebió un buen trago de agua y dio por finalizada su cena también— Es verdad que están muy buenas.

—Como tú —Erwin coqueteó de forma descarada, bebiendo de su copa de vino tinto como si no hubiese dicho nada, sonriendo de medio lado.

—Es todo un cumplido viniendo de Mr. Handsome —Le respondió Levi, quitándole la copa para beber un poco.

—¿Te has pensado ya lo que hablamos? —Erwin estaba relajado, con la camisa blanca remangada y los dos primeros botones abiertos y las piernas cruzadas con los pies descalzos, únicamente cubiertos por unos calcetines ejecutivos negros que quedaban cubiertos a partir del tobillo por el pantalón de pinzas.

Levi no lo miró de inmediato. Estaba al otro lado de la mesa con una camiseta básica y un pantalón de chándal gris, de esos con los bajos de puño, y unas deportivas blancas. Jugueteaba con uno de los cartones triangulares que se usaban para apoyar el trozo de pizza. Suspiró.

—Pues no me apetece mucho meterme en esos líos. Los periodistas, los políticos, la gente… basta con que prendas una chispa para que se encarguen de quemar el bosque entero. Pero tú mandas, a fin de cuentas. Si estás empeñado en que me encargue de la seguridad del ayuntamiento, no vas a parar hasta que me tengas ahí metido —Respondió sin oponer mucha resistencia.

—Bueno, es más para tenerte cerca a ti en vez de a unos extraños que tengan que estar plantados en la puerta de casa, que tampoco es que nos haga especial gracia a ninguno de los tres. De la gestión general puedo ocuparme yo pidiéndote algún consejo —Le propuso Erwin, moviendo los dedos de los pies bajo los calcetines.

—O sea, que me quieres como matón.

—Bueno, si quieres llamarlo así —Erwin rio y se llevó de nuevo la copa a los labios.

Levi volvió a suspirar y acabó por asentir con la cabeza. Luego se levantó de su silla y se dirigió hacia Erwin para ponerse tras la suya. Le pasó las manos sobre el pecho y se acomodó apoyando el mentón en el respaldo, cerca de su cabeza.

—Es una mala idea. La prensa se te va a echar encima y la oposición ya ni digamos —Le susurró. Y con esas se acercó un poco más para darle un beso en el pómulo y luego acercarse a su oreja para succionarle el lóbulo.

Erwin se dejó hacer, girando un poco el cuello para que Levi tuviese vía libre, y suspiró con relajación.

—La prensa viene y va. Y si mañana me tiro un pedo, la oposición lo usará para acusarme de contaminación ambiental —Comentó, entretenido, llevando una mano a la mejilla de Levi y acariciándolo.

Levi dejó su lóbulo para empezar a darle besos por el cuello. En cuanto llegó casi a su clavícula, volvió a subir de nuevo, pero esta vez con la lengua, lamiéndolo suavemente. Erwin volvió a suspirar y sintió un cosquilleo por la espalda que le hizo cerrar los ojos. Su mano fue subiendo hacia la oreja y el pelo de Levi hasta acomodarse en su nuca.

—El caso es que no sólo te afecta a ti, también a mí y a Petra —Levi susurraba cada vez más suave y profundamente, pero no dejaba de reprochar en la oreja de Erwin. Subió su mano izquierda, acariciando su pecho, hasta acariciar el cuello de su acompañante— pero estás dispuesto a pagar el precio por conseguir lo que tú quieres, ¿verdad? —. Agarró su mandíbula con algo de fuerza para girarle más la cara y morderle el cuello lo suficiente para que contrajera los hombros. Erwin soltó un pequeño gemido sorprendido, agarrando con más fuerza la nuca de Levi, y la silla hizo un ruido súbito al arrastrarla unos centímetros por tensar el cuerpo entero.

Levi lo soltó y se separó de él, adelantándolo sin mirar hacia atrás.

—Te espero arriba —Aunque lo dijo con tono calmado no dejó de ser autoritario.

Erwin se quedó un momento en su sitio, respirando algo agitado y mirando como Levi salía del salón para subir las escaleras. En cuanto se recuperó un poco, se puso en pie y recogió la mesa, guardando el resto de la pizza en el horno antes de subir junto a Levi.

XXX

[+18]

Cuando Erwin subió Levi estaba sentado en la butaca de la habitación, con la ventana a su espalda. Frente a él se abría un espacio suficientemente amplio en el que había vuelto a estirar la alfombra, que tenía el tamaño exacto para ajustarse a la perfección entre la butaca donde estaba y los pies de la cama.

Estaba reclinado contra el lado izquierdo, con el codo del mismo lado apoyado en el reposabrazos para soportar su mejilla con los nudillos de esa mano. El brazo derecho reposaba al lado contrario y tenía la pierna derecha cruzada sobre la izquierda. No llevaba nada salvo un conjunto de correas que se ajustaban a su cuerpo, apretando sus músculos, que le recorrían desde el pecho hasta los pies. Era lo que habían bautizado como "traje de maniobras 3D" pues servía para sostenerse en diferentes posturas en el aire cuando utilizaban el columpio bondage. El columpio no estaba montado en ese momento, pero aquel equipamiento le sentaba de maravilla a Levi fuese a utilizarlo o no.

Erwin se acercó en silencio y entró al cuadrilátero que estaba delimitado por la alfombra, frente a Levi.

—Quítate la camisa —. Le ordenó Levi sin apenas inmutarse.

Erwin esbozó una sonrisa pícara y empezó a desabrocharse los botones lentamente, sin decir nada. Luego se quitó la prenda y la dejó sobre la cómoda. Antes de que Levi dijera nada se llevó las manos al cinturón para desabrochárselo.

—He dicho la camisa —Le interrumpió. Erwin miró a Levi un momento y obedeció, dejando sus manos quietas.

—Ponte de rodillas —Levi no había cambiado de posición ni de tono mientras le miraba fijamente a los ojos.

Erwin mantuvo la expectación, mirándole con fijeza, y tomó una inspiración profunda antes de hincarse frente a Levi hasta queda de rodillas. Levi lo observaba altivo desde su posición, con la sombra de la butaca sobre él, contrastando la tenue luz que llegaba desde detrás por la ventana. Lo repasó durante un momento y empezó a balancear suavemente su pie derecho.

Dejó de clavarle los ojos de forma casi brusca, pero sus movimientos fueron tranquilos y controlados. Llevó su mano derecha a un lado de la butaca para coger unas esposas que había dejado preparadas y las lanzó frente a Erwin sin miramientos.

—Póntelas a la espalda —Le ordenó.

Erwin miró las esposas y después a Levi, retador. No obstante, no dijo nada antes de coger el instrumento para cerrarlo primero alrededor de su muñeca izquierda, con la calma propia del que todavía duda en si aceptar aquella situación.

No se dio prisa, de eso se trataba. No iba a contradecir directamente las órdenes de Levi, pero no le daría el gusto de hacerlo rápido. Cerró la mano derecha sobre las esposas para escuchar el lento crujido del metal y todavía la movió y frotó suavemente, como queriendo asegurarse de que no se soltaría. Después levanto la vista hacia Levi, quedándose inmóvil un momento.

—¿A qué esperas? —Allí estaba la impaciencia de su captor. Levi era consciente de lo que Erwin estaba haciendo y mantuvo su rol, poniendo presión para avivar aquella tensión creciente que se palpaba entre ellos.

Erwin movió los brazos a su espalda, despacio, rozando su cuerpo en el camino y tomando aire. En cuanto llegó a su zona lumbar sus hombros se tensaron hacia atrás, obligándolo a inclinarse frente a Levi, y su pecho se proyectó hacia adelante, abriéndose para repartir la tensión. Erwin tuvo que levantar la cabeza esta vez para poder verle a la cara. Sus pezones estaban crecidos y duros sobre sus pectorales.

Sonó el segundo chasquido metálico mientras Erwin todavía miraba a los ojos de su acompañante y trató de separar sus manos, sintiendo como la cadena se tensaba para impedírselo. Luego se fue reincorporando despacio, remarcando su dignidad.

Levi lo seguía vigilando con la cabeza apoyada en su puño y unos ojos fríos y calculadores que parecían atravesarlo de lado a lado. Se mantuvo estático.

Erwin no dudó en aprovechar aquel momento para disfrutar de la visión. Podía ver el cuerpo musculado de Levi perfilado por aquellas cintas que le resultaban tan eróticas y lo recorrió con la mirada por el camino que su postura le obligaba a seguir. Primero su pie, balanceándose arriba y abajo con lentitud, marcando una cadencia que aumentaba la expectación; luego su pierna, fibrosa y curtida, donde el vello se iba volviendo cada vez más abundante. Ascendió por su muslo derecho, que estaba lo suficientemente ladeado como para darle una vista agradecida de su nalga, apoyada en la butaca y remarcada por las cintas, que la recogían desde la raíz de la pierna en dirección al pubis, como las de un suspensorio. Después venía un pequeño desnivel que lo obligó a pasar a su cintura, recorriendo su costado remarcado por su fuerte músculo transverso y adornado por un serrato potente que se intercalaba con los intercostales. Allí encontró rastros de las cicatrices de su pecho, que le daban un aspecto aguerrido, y continuó por su hombro, su cuello y su mentón hasta llegar a sus labios y volver a cruzarse con sus incisivos ojos.

Levi empezó a moverse en ese momento. Su pierna derecha se despegó lentamente de la izquierda, deshaciendo el cruce que ocultaba sus genitales. Poco a poco fue abriéndose frente a Erwin, ayudándose de las sombras para hacerle difícil el contemplar sus secretos de forma abrupta. Una vez su pie volvió a estar apoyado en el suelo todavía se abrió más de piernas, dándole una vista completa y total de su género.

—Ven —. Le ordenó.

Erwin tragó saliva y se humedeció los labios. Trató de fijar aquella visión con la mayor cantidad de detalles, pues habría pagado por enmarcarla en su habitación para la posteridad.

Ante la orden de Levi empezó a arrastrar las rodillas hacia él, entrando en su territorio y recibiendo la bienvenida de sus piernas. A medida que se acercaba podía sentir con más intensidad el olor característico de Levi y volvió a humedecerse la boca, sintiendo como sus pantalones ya le apretaban demasiado.

No dudó en hundirse con avidez. Aquel era un plato al que no podía negarse y se dispuso a enterrar su boca entre los labios de su compañero. Estaba deseando saborearlo. Devorar aquel clítoris grande y erecto y succionarlo para sentir como le encharcaba la boca con su flujo.

Pero Levi sí se movió de forma brusca entonces y le tiró con fuerza del pelo para evitar que llegase siquiera a rozarlo con los labios.

—No te he dado permiso para eso —Su tono fue rudo y seco y lo soltó con desprecio, haciendo que su cabeza se fuese hacia atrás. Luego puso un pie en su pecho, para mantener la distancia y con el otro empezó a acariciar su pene por encima de la ropa, notando como la humedad había llegado ya hasta el pantalón.

Erwin empezó a suspirar con fuerza, aumentando el ritmo de su respiración mientras le dedicaba una mirada desafiante, y trató de mantenerse mínimamente estoico. Sin embargo, con la boca hecha agua, no pudo evitar empezar a besar la pierna de Levi, sintiendo como él apretaba más el pie contra su tórax.

Levi no tardó en ser todavía más cruel. Se llevó una mano entre las piernas y empezó a masajear suavemente su clítoris, respirando más fuerte con cada estimulación.

Erwin gimió en un tono profundo y dejó salir el aire por la nariz sin apartar la vista del coño de Levi. Notaba su pie frotándole el pene y deseaba que lo hiciese directamente sobre la piel; veía cómo su flujo iba bañando su entrepierna y deseaba lanzarse contra él para recogerlo con la lengua.

Levi notó su excitación y movió el pie desde su pecho hasta su cara, de forma que Erwin empezó a repasarlo con la boca y lamerlo como un perro dócil. Levi lo movía hacia un lado, haciendo que Erwin lamiese su planta, su puente... Luego lo movía hacia el otro, obligándole a lamer y besar su empeine. Al final, Levi introdujo su dedo gordo en la boca de Erwin y éste volvió a gemir, haciendo que su pantalón se humedeciese más que antes. Empezó a chupar su dedo mientras veía como Levi se masturbaba a escasos centímetros y la excitación le hizo tensa los brazos, deseando liberarse de las esposas.

Levi lo miraba retorcerse entre el placer y la desesperación, disfrutando del momento. Fijando sus pupilas en las de Erwin, que lamía y succionaba con entusiasmo su dedo del pie, se introdujo un dejo en la vagina y lo sacó para levárselo a la boca, saboreando su propio flujo de forma descarada. Erwin apretó los dientes en torno a su dedo, sintiendo un escalofrío por todo el cuerpo al presenciar aquello.

—Levi, por favor… —Fue el único momento en el que Erwin se sacó de la boca la piel de Levi, emitiendo aquella pequeña súplica.

Levi lo miró con altanería y bajó suavemente el pie para que Erwin pudiese ir besando el interior de su muslo.

—No tienes permiso —Advirtió al ver como se acercaba peligrosamente hacia su ingle. Erwin lamía con ahínco el muslo de Levi, sintiendo unas ganas crecientes de ahogarse entre sus labios mayores y probar su micropene. Tanto fue así que, en un momento de debilidad, Erwin se dejó llevar por su libido y se dirigió bruscamente haca la entrepierna de Levi. Éste le agarró cara súbitamente, empujándole hacia atrás a modo de repulsa, con lo que Erwin apenas pudo sentir cierto sabor salado en la lengua. También dejó de masajearle el pene y se levantó de la butaca.

Erwin se sorprendió de su reacción y temió que lo fuese a dejar en aquellas condiciones. Sin embargo, no tardó en notar como lo rodeaba desde atrás y se agachaba para desabrocharle el cinturón. Levi tiró el cinturón por el suelo y desabrochó el pantalón de Erwin para bajárselo y acomodarlo en sus rodillas, liberando al fin el miembro palpitante de Erwin.

Se apretó contra su espalda, apoyando la cabeza en su hombro izquierdo para respirarle en el oído. Erwin notó como sus dedos quedaban atrapados contra el pubis de Levi, sin llegar a tocar sus genitales, pero demasiado cerca para no sentir el deseo de hacerlo. Levi rodeó el pene de Erwin y empezó a masajearlo con suavidad.

—Voy a tener que castigarte por ser tan tozudo —Pero no paró de masturbarlo de forma lenta y contenida, notando como el líquido preseminal lo lubricaba poco a poco. Se acercó a su glande y lo frotó con el pulgar; sin prisa, pero sin pausa. Erwin gemía con la voz aspirada, como si el aire no le llegase para respirar. Levi llevó su pulgar al orificio de la uretra, masajeándolo con movimientos circulares y notando como Erwin se mojaba todavía más. Empezó a hacer cada vez más presión, hundiendo su yema en el hueco para sentir como se dilataba.

—Levi, ¡ah! —La voz de Erwin sonó apremiante y quejicosa y Levi notó como se retorcía contra su pecho mientras los dedos de él arañaban su pubis buscando masturbar su entrepierna. Pero no se lo permitió.

Levi detuvo sus movimientos y se volvió a poner en pie, dejando que jadease un rato. Luego volvió con algo en las manos y se arrodilló delante de Erwin, poniéndolo en el suelo frente a él, como un samurái presentando su arma.

Erwin apretó las piernas al verlo, estremeciéndose, y su pene dio un leve respingo.

Levi se llevó el pulgar todavía mojado con los fluidos de Erwin a la boca y lo chupó frente a él, mirándole a los ojos. Erwin apretó los dedos de los pies como reflejo y notó como se tensaban los músculos de su cadera.

Lo que Levi había traído no era más que un pequeño dilatador de uretra, de apenas unos cuatro milímetros de diámetro, que empezó a humedecerlo suavemente con los dedos después de dejar el bote de lubricante a un lado.

Erwin parecía nervioso al verle y eso era precisamente lo que Levi quería. Podría haber preparado las cosas sobre la cómoda y llegar directamente para introducírselo. Pero mostrarle el proceso -como su decisión había sido tomada y, por mucho que se dilatase, no iba a cambiar de parecer, llevándolo hacia un final inevitable- formaba parte de la diversión. Erwin debía sentir la ansiedad y la sumisión al ver que no podía hacer nada para detenerle.

—Levi, por favor… —Erwin volvió a suplicar, esta vez con la garganta más temblorosa, pero el volumen de su voz era cada vez más apagado.

Pero Levi hizo caso omiso a sus palabras y, en cuanto decidió que el dilatador estaba suficientemente lubricado, volvió a acercarse a Erwin.

Éste se echó hacia atrás, tratando de resistirse.

—Levi, no hagas eso… Deja que me ¡ah!

Levi agarró el pene de Erwin con firmeza, apretando lo justo para que el orificio de entrada a su uretra se redondease. Entonces empezó a introducir la punta del dilatador, apenas un centímetro, y la movió adentro y afuera con una cadencia creciente que lo iba introduciendo cada vez un poco más.

Su frente estaba pegada a la de Erwin, observándolo con determinación y Erwin, por mucho que intentase sostener su mirada, era incapaz de mantener la cabeza alta sin apoyarse sobre su hombro. Jadeaba, gemía y se estremecía de arriba abajo y Levi notó como su saliva se empezaba a escapar para caerle en las manos. Erwin había pedido que no hiciese aquello, pero no había nombrado la palabra secreta, así que sus súplicas no eran más que parte de su tremenda excitación.

Cuando el dilatador de uretra estuvo completamente dentro, Erwin se mordió el labio inferior, ahogando un sonido agudo. Su pene estaba erecto y palpitaba con rudeza mientras Levi seguía masturbándolo, apretando su carne para que sintiese el dilatador bien ajustado. Erwin se retorcía y sentía que incluso sus pezones palpitaban pidiendo atención. La mezcla de placer, sumisión, molestia y desesperación estaban haciendo que perdiera el sentido.

Pero Levi volvió a parar y se levantó de nuevo y Erwin quedó jadeante una vez más, a merced de lo que su acompañante quisiese hacer con él. El dilatador se quedó metido hasta el fondo en su uretra y su pene empezó a dar pequeños bandazos por la irritación de su interior.

Levi volvió más rápido que antes y se sentó de nuevo en la butaca, con las piernas abiertas delante de Erwin. Se llevó la mano a su vagina y separó los labios, dándole una panorámica de su entrepierna. Erwin jadeó de nuevo como un perro hambriento viendo como Levi empezaba a masturbarse de nuevo.

—¿Aun tienes hambre? —Levi sonó frío y burlón, tocándose libremente frente a un Erwin incapaz de tocarle o siquiera aliviarse a sí mismo. Echó la cabeza hacia atrás y disfrutó de sus propias caricias, jadeando un par de veces a sabiendas de que hacía aumentar todavía más la sed de su compañero. Cuando lo vio oportuno, se detuvo y separó sus labios menores, sonriendo con descaro.

Fue entonces cuando mostró lo que llevaba en su mano izquierda, aquello que había ido a buscar antes de sentarse. Erwin pudo ver que se trataba de su arnés y sintió como su ano reaccionaba ante aquel viejo amigo.

Levi se introdujo la parte interior de su dildo para quedar conectado a él, convirtiéndolo en su pene, y no tardó en asegurarlo a su cadera con las correas. Luego se puso en pie para volver a acercarse a Erwin y agarrarle del pelo.

—Traga —Ordenó, tosco, mientras empujaba su pene contra la boca de Erwin y lo obligaba a metérselo hasta el fondo.

Erwin recibió el pene de Levi con abundante secreción de saliva, pero, pese a todo, no pudo evitar apretar los ojos y hacer un sonido ahogado con la garganta debido a su envergadura.

Levi empezó a mover su cadera, penetrando la boca de Erwin con menos dulzura de la que había utilizado para masturbarle y Erwin no pudo hacer otra cosa que servir de agujero para su disfrute. Sentía su pene como si fuese a explotar y su ano, sin embargo, palpitaba reaccionando a las metidas y sacadas de aquel falo en su boca.

Levi le agarró la cabeza con ambas manos y embistió con más fuerza, haciendo que se quedase sin respiración. Entonces lo soltó para apartarse de golpe y Erwin tomó una bocanada de aire mientras la saliva se escurría por las comisuras mientras jadeaba.

Levi no se inmutó y rodeó a Erwin para colocarse a su espalda. Sin tener la piedad necesaria para esperar a que se recompusiera, Levi agarró uno de lo brazo de Erwin y lo obligó a echarse hacia adelante hasta apoyar la cabeza en la butaca, dejando su culo expuesto.

Aunque su cuerpo lo anticipaba, el frío del lubricante sobre los dedos de Levi abriéndose camino dentro de él lo sorprendió al tiempo que le propinó un nuevo subidón de placer y excitación, adobado con el dolor característico de su esfínter.

Aunque esta vez apenas sintió el dolor. Su culo se había ido relajando debido a la excitación que había acumulado. Su cuerpo estaba dispuesto y embriagado por el placer físico y psíquico del momento.

—Estás deseando que te la meta, ¿verdad? Tienes el culo en su punto —Levi masajeó la próstata de Erwin desde su interior haciendo que éste se retorciese y gimiese contra la butaca. No obstante, enseguida retiró los dedos de él. Erwin estaba suficientemente dilatado y no quería que se abriese del todo antes de meterle la polla. Le gustaba sentirlo un poco apretado.

Por eso no esperó mucho más. Llevaba ya rato deseando metérsela hasta el fondo y, por mucho que disfrutase haciéndole sufrir y desesperarse, la demora también lo obligaba a él a retrasar sus impulsos.

Buscó el predispuesto ano de Erwin y empezó a penetrarlo sin más preliminares. Sentir las paredes de su compañero apretando contra su pene, pero dejándole vía libre para entrar, le resultaba una sensación increíble.

Erwin emitió un gemido alargado y alto cuando sintió el duro pene de Levi adentrarse en él sin piedad y sus piernas se abrieron todo lo que el pantalón y la postura les permitía.

Levi no se anduvo con más miramientos y empezó a moverse para buscar su propio placer. Someter a Erwin lo excitaba enormemente, pero el sexo suave no era suficiente para que consiguiese una estimulación adecuada. Lo agarró por los brazos con firmeza para tener un punto de apoyo y empezó a embestirlo con fuerza, separándose y entrando cuan largo era su pene de silicona.

Erwin jadeaba, gemía e incluso gritaba cuando la cadera de Levi golpeaba contra su culo haciéndolo sonar como si lo azotase.

Levi gruñó, su placer había empezado una escalada rápida y su deseo se había apoderado de él para volverlo rabioso y despiadado. Con un rugido impaciente tiró de Erwin para repararlo de la butaca y obligarlo a apoyar la cabeza en el suelo, haciendo que su culo se expusiese mucho más. Luego Levi se puso se pie y apoyó las manos sobre sus nalgas, abriéndolas para poder penetrarlo hasta el fondo con fuerza.

Para Erwin el cambio supuso un aumento considerable de la estimulación de su próstata y gimió con más fuerza al sentir como le sobrevenían un par de orgasmos prostáticos que hicieron estremecerse a sus testículos y a su pene. El dilatador de uretra empezaba a ser insoportable porque el líquido transparente luchaba por salir de ella, desbordando entre las rendijas que el pequeño palo metálico le dejaba.

Erwin disfrutaba con cada penetración por parte de Levi y sentía como el orgasmo definitivo se acercaba con la misma cantidad de deseo y miedo. En un momento dado, Levi se echó ligeramente hacia adelante y aquella fue la postura definitiva para que el pene en su interior estimulase con fuerza el punto G que le hizo sentir como si sus testículos se calcinasen. El placer lo sobresaltó de golpe en el orgasmo peneano, pero el dilatador cortó la salida del semen generándole un dolor agudo e intenso mientras el líquido blanco apenas afloraba por rebosamiento, a pequeños borbotones, entre los recovecos que dejaba el metal.

Levi no tardó mucho más. Con unas últimas embestidas empujó su cadera contra el culo de Erwin como si fuese a atravesarlo y apretó los dientes al sentir como un intenso orgasmo contraía las paredes de su vagina y hacía palpitar su clítoris. Luego sacó el pene de golpe y Erwin dio un último grito sorprendido.

Levi se tomó un momento, sentándose sobre la cama jadeante. Tras el orgasmo, el arnés enseguida empezaba a molestarle y no tardó en quitárselo para ver como el flujo de su eyaculación vaginal se escurría entre sus piernas.

Erwin se quedó sobre la alfombra, retorciéndose entre jadeos y quejidos mientras el dolor en su pene y testículos lo acuchillaba. Sin embargo, aquello seguía suponiendo para él una excitación y un placer difíciles de explicar.

A Levi le deleitó esa visión. Desde allí podía ver el ano dilatado y húmedo de Erwin contrayéndose espasmódicamente, al igual que sus testículos, que luchaban por deshacerse del semen que el dilatador de uretra no dejaba salir. Su pene seguía erecto, pero se contraía de la misma forma, generándole -supuso- descargas de dolor que Erwin sabía disfrutar.

Todo ello le generó a Levi la suficiente excitación para volver a la carga. No era extraño que tras un primer orgasmo no se aliviase del todo, sintiendo que todavía necesitaba algo más que le consolase.

Se dirigió a la butaca nuevamente y nuevamente separó las piernas, todavía respirando profundamente.

—Erwin, haz tu trabajo y podrás aliviarte —Indicó a la espera de que su compañero obedeciese una vez más.

Erwin levantó la cabeza y se arrastró como pudo hasta la entrepierna de Levi. El dolor apenas le dejaba moverse, pero por fin podría saborear el postre que llevaba toda la noche deseando.

Erwin soltó un gemido ahogado en cuanto hundió su boca entre las piernas de Levi. Sentir su enorme clítoris en la lengua y poder succionarlo mientras saboreaba su flujo lo excitó mucho más, dándole una nueva dosis de placer y dolor, que le hizo saltar las lágrimas hasta humedecerle los ojos.

Levi disfrutó del trabajo de Erwin. Sintió como devoraba su carne con la voracidad de un perro hambriento y se deleitó agarrándole la cabeza para apretarlo contra sí. Erwin succionaba su clítoris, hurgaba con su lengua en los recovecos de su vagina y recogía todo el flujo que generaban sus gestos con el gusto del que relame un plato después de una comida exquisita.

Levi se dejó llevar, respirando con fuerza y soltando algún gemido ante el buen sexo oral que Erwin le estaba dando. Adelantó sus pies hasta su pene y lo frotó con cuidado, notando como él se quejaba y se ponía en tensión. "Seguro que te está reventando" pensó. Con cuidado, usó los dedos del pie derecho para agarrar la pequeña bola que daba forma al extremo del dilatador y continuó masajeando su miembro con el otro. Erwin gritó entre sus piernas, pero Levi no lo soltó.

El placer había vuelto a ponerle en marcha y sentir la lengua de Erwin jugueteando en su entrepierna, buscando introducirse dentro de él e intercalándose con el trabajo de succión de sus labios le permitió pasar al siguiente nivel y ver cada vez más cerca un nuevo orgasmo. Erwin interpretó la actitud corporal de Levi e hizo fuerza contra él, acelerando la velocidad de su boca y la fuerza de sus succiones. Levi empezó a mover con fuerza la cadera y le agarró del pelo con las dos manos, apretándole la cabeza hasta ahogarlo dentro de sí.

—Trágatelo… todo —Su última frase sonó entrecortada y mordida por la tensión de su mandíbula al sentir como se corría una vez más dentro de la boca de Erwin. Su cuerpo se flexionó y se encontró encaramado a su cabeza, casi en posición fetal, y jadeando para recuperar el aliento.

Pero antes de soltar a Erwin, le arrancó el dilatador de la uretra con el pie y ejerció más presión con su otro pie contra su pene y testículos. Los gritos y quejas de Erwin quedaron contenidas contra el cuerpo de Levi, que hizo fuerza para que no se soltase.

De la polla de Erwin empezó a desparramarse todo el semen retenido y todavía salieron unos pequeños chorros en ráfaga, como golpes de ariete, en respuesta a un segundo orgasmo peneano y al peristaltismo reflejo de sus testículos.

Erwin se estremecía de arriba abajo, todavía ahogando sus quejidos y alaridos contra Levi. Su cuerpo se tensaba con cada contracción de sus genitales, que le producía un dolor difícil de sobrellevar, y las piernas le temblaban intensamente mientras apretaba y retorcía las manos contra las esposas.

Poco a poco el dolor fue disminuyendo y Erwin fue cogiendo aliento y relajando el cuerpo, intentando no moverse demasiado por temor a volver a sentir ese dolor.

Levi, por su parte, fue aflojando la fuerza de su presa a medida que sentía cómo su compañero se iba calmando y se quedó con los brazos apoyados sobre las rodillas, mirándole.

Erwin se fue incorporando poco a poco hasta levantar la mirada hacia Levi mientras todavía respiraba pesadamente por la boca. Ambos se quedaron mirando, recuperándose.

—Ha sido… increíble —La cara de Erwin parecía salida de una escena de terror. Tenía los ojos hinchados y húmedos -incluso se le había escurrido alguna lágrima por el rabillo del ojo- y su cara, desde su nariz hacia abajo, estaba barnizada por el viscoso flujo de Levi, que se concentraba más densamente en su labio inferior y su mentón.

—Ya lo sé —Levi le acarició la cara, recolocándole algunos pelitos desordenados detrás de la oreja, y luego lo besó con cariño.

[Fin del +18]

XXX

Pasaban de las diez de la mañana cuando Erwin se despertó abrazado a Levi en el centro de la cama. Le costó un poco abrir los ojos ante la claridad que entraba en la habitación, pero no tenía prisa por despertarse.

Aunque los primeros segundos de conciencia fueron dulces y placenteros, no tardó en empezar a notar las secuelas de la sesión sadomasoquista de la noche anterior. Tenía las muñecas marcadas y doloridas por las esposas y tanto su trasero como su miembro sufrían el escozor típico de aquellas situaciones. Sin embargo, aquellas pequeñas molestias no hicieron más que recordarle todo lo que había disfrutado con Levi, así que no sintió ni una pizca de arrepentimiento.

Cuando ya se dio por despejado, se secó el resto de baba de la comisura y aspiró el aroma de Levi, que todavía dormía apaciblemente a su lado, de espaldas. Tenerlo ahí acurrucado contra su pecho le daba una sensación muy tierna y confortable, pero al mismo tiempo le parecía irónico que fuese la misma persona que lo dominaba y lo hacía gemir a cuatro patas por las noches.

Se acurrucó contra él y le besó el hombro, momento en el que Levi se recolocó un poco y gruñó, señal de que la bestia empezaba a despertarse.

—¿ñera es?—Levi apenas pronunciaba todavía las palabras.

—Deben de ser las once. ¿Quieres desayunar? —Erwin le habló con mucha suavidad sabiendo que los despertares eran momentos críticos en el carácter de Levi.

Éste no emitió más que un nuevo gruñido y se arrebujó en la manta, volviendo a respirar parsimoniosamente. Erwin interpretó aquello como un "sí, si lo preparas tú" y a ello se dispuso.