—¿Estás segura que no nos descubrirá? —preguntó Ranma, mirando hacia todos lados.
—No. Hoy tiene práctica de tenis. Regresará más tarde —explicó Akane—. Es nuestra única oportunidad.
Ranma fijó la vista sobre su objetivo: la puerta de Nabiki. El plan era simple. Entrar a su habitación. Buscar las estúpidas instrucciones de la estúpida maldición. Salir sin ser descubierto. Pan comido.
—¿Por qué no mejor entras tú? Un hombre no debería estar entrando así al cuarto de una chica —argumentó Ranma, sin querer aceptar que le preocupaba lo que Nabiki pudiera hacer si lo descubría—. Ni que fuera el viejo libidinoso de Happossai para andar husmeando entre sus cajones.
—¿Ah sí? No recuerdo que anoche hubieras sido tan caballeroso conmigo —reclamó molesta.
—¡Eso fue diferente y lo sabes!
—De cualquier modo, técnicamente eres una chica entrando al cuarto de una chica.
Ranma resopló. Era cierto. Desde el evento de la noche anterior, había evitado a toda costa el agua caliente al estar en casa.
—Yo vigilaré. Si la veo acercarse por el pasillo te haré una señal —le aseguró Akane, tratando de darle confianza.
—Pues, ya qué —se resignó y abrió la puerta.
Una vez dentro, Ranma empezó por el escritorio, buscando entre los papeles y cada cajón con mucho cuidado, tratando de regresar cada objeto a su sitio original para que Nabiki no sospechara nada.
Por su parte, Akane montaba guardia. Al cabo de un rato, oyó a alguien subiendo por la escalera. Aunque era demasiado temprano todavía, contra todos sus pronósticos, fue precisamente Nabiki quien se apareció al final del pasillo.
—¡Na-Nabiki! ¿Qué haces aquí? —exclamó Akane muy alto para que Ranma escuchara.
Ranma se quedó paralizado con las manos dentro de un cajón.
—Maldición, ¿se supone que esa es la señal? Qué poco discreta —masculló, cerrando el cajón lo más silenciosamente posible.
De puntillas, se acercó a la ventana que sería su ruta de escape.
—Creí que tenías práctica —oyó decir a Akane.
Ranma trató de abrirla sin éxito. Estaba atorada.
En el pasillo, Akane se recargó en la pared para bloquearle el paso a su hermana.
—La cancelaron. ¿Qué haces afuera de mi habitación?
—¿Yo? Nada… solo pasaba por aquí. De hecho, estaba pensando en ir por un helado, ¿no quieres acompañarme? Yo invito —dijo, tomándola del brazo.
Nabiki sonrió de una forma siniestra, haciendo que Akane la soltara inmediatamente.
—Mi dulce hermanita… ¿Crees que me conformaría con un helado cuando sé perfectamente lo que está ocurriendo aquí?
—¿A… a qué te refieres, Nabiki? —preguntó Akane, haciéndose la tonta.
—Supongo que, justo ahora, Ranma está tratando de buscar esto —dijo, sacando las instrucciones de su bolsillo.
Akane trató de arrebatárselas, pero Nabiki las alejó de su alcance.
—Tranquila, lo podemos negociar. Acompáñame a mi oficina —agregó, rodeando a Akane para poder entrar a su habitación.
Akane maldijo en voz baja antes de seguirla.
Sin siquiera mirar, Nabiki abrió la puerta de su armario para revelar a Ranma, quien había tratado de esconderse ahí.
—Tan predecible —observó para después sentarse en la silla de su escritorio como toda una jefa.
—Nos descubrió —dijo Akane, dirigiéndose a Ranma.
—No me digas… —comentó con sarcasmo, saliendo de su escondite.
—Siéntense, por favor —dijo, extendiendo la mano hacia su cama.
Ranma y Akane intercambiaron miradas inseguras, pero accedieron, sabiendo que no tenían muchas opciones.
—3,000 yenes —exigió, yendo directo al grano.
Ranma se vació los bolsillos.
—Toma.
—¿500 yenes y un cupón para el Neko Café? —cuestionó Nabiki, examinando el contenido.
—Es todo lo que tengo —se excusó.
Akane lo miró con desaprobación. Antes de que su hermana decidiera subir el precio, sacó su cartera y pagó lo que faltaba.
—Bien, Nabiki. Ahora danos las instrucciones —dijo Akane.
—Ah… no tan rápido.
—¡Aprovechada! Ya te dio el dinero, ¿qué más quieres? —reclamó Ranma.
Nabiki lo calló con solo una mirada.
—Ese fue el pago por mi silencio, Ranma. Después del escándalo que hicieron anoche, es lo menos que merezco, ¿no crees? —dijo con superioridad.
Ranma y Akane no sabían hacia dónde voltear, estaban muy apenados. Habían olvidado que la habitación de Nabiki estaba justo al lado y que las paredes eran muy delgadas.
—Bueno. Como la maldición sigue en pie, supongo que no llegaron muy lejos. Pero, tranquilos, yo solo quiero ayudarlos —dijo con una voz sospechosamente amable—. 5,000 yenes por las instrucciones.
—¿¡5,000 yenes!? —exclamó Akane indignada—. No quiero saber cuánto sería si no quisieras ayudarnos.
Nabiki encogió los hombros y esperó a que su hermana cediera.
—De acuerdo —aceptó fastidiada, colocando el dinero con agresividad en las manos de su hermana.
—Aquí tienen —dijo Nabiki, haciendo entrega de las instrucciones—. Les recomiendo el apartado tres, sección b; la lectura es muy -¿cómo decirlo?- estimulante.
Con las instrucciones en mano, los chicos se refugiaron en la habitación de Akane para revisar la información con tranquilidad. Se sentaron frente al escritorio para revisar la sección de Preguntas Frecuentes con detenimiento.
—Bien, empecemos por aquí. "¿Cuál es el criterio de selección para los poseídos?" —leyó Akane—. "Como primer opción se buscan candidatos que estén enamorados mutuamente. De no haber candidatos que cumplan con estas características, se tomará en cuenta como segunda opción los casos donde por lo menos uno esté enamorado del otro".
Mientras asimilaban la información, ninguno de los dos dijo nada. Aunque ambos dudaban de los sentimientos del otro, no querían mostrarse vulnerables preguntando. Akane aclaró su garganta para romper aquel silencio incómodo antes de seguir leyendo.
—"¿Qué partes del cuerpo afecta la maldición?" Este viene con un diagrama…
Observaron el dibujo de una silueta humana, la cual indicaba que la posesión se concentraba del cuello hacia abajo con grados de control que podían variar de caso en caso.
—Bueno, esto quiere decir que no perderemos la conciencia —comentó Ranma.
—Por lo menos… La siguiente pregunta es "¿Cómo afecta la hora del día la potencia de la maldición? Los efectos de la posesión se presentarán con menor intensidad durante el día y con mayor intensidad durante la noche, con un escalamiento extraordinario en las noches de luna nueva". ¿Luna nueva? ¿Cuándo es la próxima luna nueva? —preguntó Akane.
Ranma se levantó para acercarse a revisar el calendario de pared.
—Diablos…
—¿Cuándo?
—Mañana en la noche... ¿Qué más dice? —preguntó Ranma, volviendo a su lugar.
—"Para más información sobre qué implica el escalamiento extraordinario, favor de referirse al apartado tres, sección b". Es lo que mencionó Nabiki...
Mientras Akane buscaba dicho apartado, Ranma empezó a preocuparse. Anoche apenas había podido resistirse, ¿cómo es que podía llegar a ser peor?
—Aquí está. "El escalamiento extraordinario se manifestará en los cuerpos de los poseídos como lib-" ehm…
—¿Qué?
—"Libido incontrolable… que aumentará progresivamente hasta ser insoportable para los cuerpos poseídos, dejando así como única solución la consumación del… "
¿Por qué no terminaba la frase? La curiosidad lo estaba matando. Ranma se acercó más para leer por sí mismo "...acto sexual". Atareado, se dejó caer sobre el respaldo de la silla.
Akane continuó, brincándose esas dos palabras.
—"...o, en su defecto, la disipación del escalamiento con los primeros rayos del sol". Bueno, mientras tengamos agua fría cerca no habrá problema —dijo Akane, aunque su voz no reflejaba tanta seguridad.
—¿Qué hay de otras formas de romper la estúpida maldición?
—Pues, esa es justo la siguiente pregunta.
—¿Y?
—A ver, aquí dice que... "No las hay" —leyó y suspiró derrotada.
Ranma se quedó meditando unos momentos en silencio.
—Akane… tenemos que hablar seriamente —dijo, girando la silla para mirarla de frente—. Creo que lo mejor será que me quede fuera de casa unos días.
—¿Estás seguro, Ranma? No creo que sea necesario. Aunque por accidente volvieras a ser hombre, somos artistas marciales y tenemos mucha fuerza de voluntad para enfrentar-
—No —interrumpió Ranma—. Puedes llamarme un pervetido si quieres… Pero, anoche… llegó un punto en el que yo… —pausó, dirigiendo su mirada a otro lado— yo no quería… parar.
Esa confesión encendió una chispa dentro de Akane. Sintió un eco del calor que había experimentado la noche anterior y, de pronto, ansiaba repetirlo.
—Ranma, yo-
—Déjame terminar, Akane —agregó con decisión, volviendo su mirada a la de ella—. Aunque tú logres retener el control de tu propio cuerpo. Si yo pierdo el mío, ¿crees que podrías detenerme?
Akane guardó silencio un momento antes de responder con seguridad.
—Sí podría.
Sus palabras lo hicieron enfadar. Queriendo probarle un punto a su terca prometida, Ranma la tomó por las muñecas y forcejeó con ella para levantarla de la silla.
—¡Oye, suéltame! —exclamó a oídos sordos.
Abrazándola, Ranma se dejó caer de espaldas al suelo e inmediatamente después, la empujó para quedar sobre ella. Ranma se había montado sobre su cadera y le retenía las muñecas por encima de la cabeza, inmovilizándola. Akane se retorció, tratando de liberarse en vano, logrando tan solo que la falda de su uniforme azul se le subiera por encima de las rodillas.
—¿Ves? Eres una ingenua. No deberías sobrestimar tu fuerza —advirtió Ranma—. Ni siquiera puedes contra mí cuando estoy en forma de mujer.
Akane dejó de resistirse.
—No estaba hablando de mi fuerza, Ranma —explicó ella con tranquilidad—. Podría detenerte, solo pidiéndotelo.
—¿Y qué si eso no fuera suficiente? —insistió frustrado—. No lo entiendes. Incluso ahora, quiero…
—¿Qué?
—¡Bah, olvídalo!
—Ranma, confío en ti.
—A-Akane…
Conmovido, Ranma liberó las muñecas de su prometida.
—Pero, en todo caso —continuó Akane, aprovechando que sus manos estaban libres y llevándolas hasta el cuello de la camisa de Ranma—, ¿por qué te pediría que te detuvieras?
Como Akane lo adivinó, aquel comentario fue suficiente para que Ranma bajara la guardia completamente. De un tirón, invirtió los papeles. Ahora, era Ranma quien estaba debajo de ella.
—Torpe. Tengo más trucos bajo la manga que solo fuerza —agregó ella triunfante.
—Tramposa —dijo él con resentimiento.
Ella aún lo sostenía del cuello de la camisa y Ranma se percató de la extrema cercanía entre sus cuerpos. El silencio llenaba el ambiente de una tensión expectante. Esa Akane... Si seguía jugando así con sus emociones lo volvería loco.
—¿Vas a quedarte ahí todo el día? ¿Tanto así te gusto como mujer, depravada? —preguntó desafiante, tratando de romper esa tensión y hacerla enojar.
Con una sonrisa, Akane lo soltó y se enderezó.
—Uy, sí… —dijo con sarcasmo—. ¿Cómo resistirme, bella chica del cabello de fuego? —preguntó de manera sobreactuada—. Aunque sé que es imposible, porque alguien como yo ¡jamás podría competir contra Kuno! —exclamó, llevándose la mano al pecho como si estuviera frente a una audiencia.
—Ja, ja... Muy graciosa, Akane —comentó Ranma con ironía, apoyándose sobre sus codos.
—Akane, ya es hora de la…
La voz de Kasumi los dejó congelados. Ambos miraron hacia la puerta semiabierta, desde donde la mayor de las Tendo se estaba asomando.
—Disculpen… — se excusó con su característica amabilidad, y volvió a cerrar la puerta.
Ranma y Akane se levantaron y se alejaron el uno del otro a una velocidad sobrehumana. Se prolongó un silencio que finalmente Akane rompió.
—Tienes razón, Ranma… Tal vez sea mejor que te vayas unos días.
Los chicos bajaron al comedor, temiendo que toda la casa ya supiera lo que les estaba pasando. A primera vista, la escena era normal. Todos estaban reunidos en la mesa y Kasumi servía los platos.
—Mire, Saotome. Llegó una postal del maestro —dijo Soun—. Parece que está pasándola muy bien en Okinawa.
"Que ya no regrese". Escribió el panda.
—Ranma, Akane, ¿qué tal estuvo su día? —preguntó Nabiki, en un tono que implicaba más, pero que pasó desapercibido por los demás.
—Bien, Nabiki. Gracias por preguntar —dijo Akane, dirigiéndole una mirada asesina y sentándose en su lugar.
—Ranma, ¿por qué llevas tu mochila? —preguntó Kasumi—. ¿No te quedas a cenar?
—No. Me voy a entrenar unos días.
—¿Justo esta semana? ¿Por qué será? —lanzó al aire Nabiki, despertando las sospechas de los demás.
Genma y Soun intercambiaron miradas. Era como si leyeran la mente el uno del otro.
—Ranma… ¿estás ocultándonos algo? —interrogó Soun.
"Di la verdad".
—No estoy ocultando nada. Descubrí una nueva técnica que debo practicar. Necesito concentrarme.
—Por supuesto, estos días debes estar descubriendo muchas técnicas nuevas —dijo Nabiki, subiendo los codos a la mesa y recargando el mentón sobre sus manos—. ¿Por qué no lo acompañas, Akane? Seguro puedes ayudarle a perfeccionarlas.
Ambos se sonrojaron ante sus insinuaciones.
—No será necesario. Akane solo me estorbaría.
—¿Ah sí? ¡Pues, lárgate de una buena vez! —exclamó Akane molesta.
—¡Bien! —respondió, dándose media vuelta para salir de la casa.
—¡Bien! —hizo eco, queriendo tener la última palabra.
Después de unas horas deambulando por Nerima, el rugido del estómago de Ranma le recordó que no había comido nada.
—Pero, qué tonto. Debí haber cenado antes de salir de casa.
El letrero del Neko Café apareció como un oasis. Se le iluminó el rostro. Ranma entró al local y dejó su mochila cerca de la entrada. Ya era tarde y no había clientes.
—¡Hola!
Mousse se asomó desde la cocina.
—Mi querida, Shampoo, ¡has vuelto! —exclamó, corriendo hacia Ranma para abrazarlo.
—¡No soy Shampoo! —corrigió, golpeándole la cara para detenerlo.
Mousse se puso sus anteojos.
—¡Ranma Saotome! ¿Qué haces aquí? —preguntó, poniéndose en guardia.
—Tranquilo, Mousse. Estoy muriendo de hambre.
—Bueno, Shampoo y la abuela me dejaron a cargo del local. Así que tendré que atenderte.
Mientras Mousse preparaba una sopa china. Ranma calentó agua y regresó a su cuerpo de hombre. Siempre y cuando estuviera fuera de casa, no tendría ningún efecto adverso. Tan pronto Mousse le puso el plato enfrente, Ranma empezó a devorárselo como si no hubiera comido en días.
—¡Gracias! Entonces, ¿dices que Shampoo y la anciana salieron? —preguntó con la boca llena.
—Así es. Se fueron un par de días a la montaña a una convención de restauranteros.
La conversación fue interrumpida por el sonido de la puerta abriéndose violentamente. Nabiki entró corriendo, con la respiración acelerada.
—¡Ranma! ¡Aquí estás! —exclamó, apoyándose sobre sus rodillas tratando de recuperar el aliento—. Te estuve buscando por todas partes.
—¿Qué pasa? —preguntó él, dejando de comer.
Nabiki se enderezó y caminó hacia la barra.
—¿Cuántos años tiene Ryoga?
Ranma se quedó pensando un momento.
—Hm… Pues debe tener la misma edad que yo, ¿por qué?
—Eso pensé…
—¿Viniste hasta acá solo para preguntarme eso?
—Vine hasta acá porque creí que debías saber que P-chan está de visita.
Horrorizado, Ranma entendió todo lo que eso implicaba. La maldición podía activarse con él también.
—¡No! —exclamó.
Se echó hacia atrás con tanta fuerza que la silla donde había estado sentado cayó al piso. Salió a toda velocidad hacia la casa de los Tendo.
—¿Y quién va a pagar? —preguntó Mousse, mirando hacia la puerta y luego hacia Nabiki.
Hubo un silencio prolongado.
—¡Ah! —dijo ella levantando el dedo índice— Tengo un cupón —agregó, sacándolo de su bolsillo.
Antes de entregárselo, tuvo otra gran idea.
—Por cierto, Mousse. Tal vez, tú seas quien esté en deuda conmigo… Tengo información que te puede interesar.
Mientras corría, Ranma se imaginaba lo peor. No, no, no, no. ¡De ninguna manera podía permitir que ese cerdo le pusiera un dedo encima a Akane! Recorrió aquella distancia en tiempo récord.
El instante en el que atravesó la entrada principal, sintió su cuerpo volverse más pesado. Sus piernas ya no lo obedecían. Aunque su mente quería dirigirse a la habitación de Akane, su cuerpo tomó otra dirección. Se maldijo a sí mismo. Debió de haberse convertido en chica antes de entrar.
Akane estaba dándose un muy merecido baño después de aquel día tan ajetreado. Aunque seguía algo molesta por las palabras que Ranma había dicho antes de marcharse de casa, no podía dejar de pensar en lo que había pasado en su habitación. "Yo no quería… parar". Él, prácticamente, le había confesado que la deseaba.
La realidad era que ella tampoco había querido parar. Cuando le había dicho que quería sentirlo -sí, había algo de estrategia en su plan- pero, también lo había disfrutado. Tampoco le había importado si se trataba de Ranma en su versión masculina o femenina. ¿Acaso eso la convertía en una depravada?
Esas memorias hacían que su piel se volviera más sensible. El calor del agua que la envolvía, en su imaginación, se convertía en las manos y la boca de su prometido. Sacudió la cabeza, tratando de sacarse esos pensamientos tan frustrantes.
Viéndolo por el lado amable, la llegada de P-chan había sido muy oportuna. Justo la distraería de todos esos problemas. Sonrió pensando en que, ahora mismo, su mascota debía estar esperándola obedientemente en su habitación.
Escuchó ruido en la parte exterior del baño.
—Está ocupado. Salgo en un momento —avisó para que la persona esperara su turno.
La advertencia no había sido suficiente. Se sobresaltó al oír la puerta corrediza abrir y cerrarse. Como se había acomodado de espaldas a la entrada, quiso girar su cuerpo para ver quién era el invasor, pero su cuerpo no respondió. Tragó saliva nerviosa. Sabía lo que eso quería decir... La maldición estaba activa.
—¿Estás sola? —fue la primera pregunta de Ranma, quien con la mirada estaba buscando señales de Ryoga.
El timbre de su voz la hizo estremecer.
—¿Cómo que si estoy sola? ¿Con quién más voy a estar? —preguntó ella, aún incapaz de darse la vuelta.
—Ah, qué alivio… —dijo, liberando un suspiro.
—¿¡Qué haces en casa!?
—Nabiki me dijo que podías estar en problemas. Vine a asegurarme de que estabas bien.
—Ya me viste. Estoy bien. ¡Sal de aquí, pervertido!
—Ingrata, ¡ni quién quiera verte desnuda! —exclamó enfadado.
Ranma trató de forzar su cuerpo a salir del baño. Nada. De pronto, sus propias manos empezaron a moverse por sí solas para desvestirlo.
—Alto, alto, alto —dijo una y otra vez sin lograr que sus manos pararan.
¡Qué genio! Había llegado hasta ahí para defenderla de Ryoga, ¿y ahora quien la defendería de él?
—¿Qué pasa? —preguntó Akane, sin saber qué sucedía a sus espaldas.
El corazón de Akane dio un brinco cuando, en lugar del sonido de la puerta corrediza indicando su salida, escuchó el sonido de tela cayendo al suelo.
—Ranma… ¿esa era tu ropa? —preguntó preocupada.
No tuvo que esperar a su respuesta. De pronto, sintió a Ranma unírsele en la bañera. La superficie del agua se rompió en pequeñas olas y, de la nada, las piernas de su prometido ahora estaban enmarcando las suyas.
—Bien hecho, Ranma. Ahora sí estoy en problemas.
—¿No tenías mucha confianza esta misma tarde? Hablando de que los artistas marciales tenemos… —sus manos se posicionaron sobre sus hombros. Sintió a Akane temblar ante el contacto— mucha fuerza de voluntad.
Antes de que pudiera responder, Akane sintió como si un imán la forzara a recargar su espalda en el pecho de su prometido. Las manos de Ranma le recorrieron los brazos hasta llegar a sus manos y entrelazar sus dedos.
Ranma aprovechó para mirar la silueta de su prometida desde ahí. Quién no querría verla desnuda.
—No me veas… —dijo ella, adivinando lo que estaba haciendo.
Ranma miró hacia el techo.
—No te estaba viendo —mintió.
Aunque ambos temían que las cosas fueran a subir de tono rápido, sus cuerpos permanecieron relajados en esa posición. Sus manos comenzaron a moverse inocentemente, sus dedos jugando con los del otro.
—Tal vez… hoy no se sientan tan atrevidos —dijo Ranma, tratando de encontrar una razón.
—No creo que sea eso...
Akane respiró profundamente, permitiéndose disfrutar la cercanía de Ranma. No podía negar que había algo muy especial en poder sentir su piel contra la de él.
—Tal vez, solo quieran estar juntos un momento… —agregó ella al ver cómo las manos de Ranma se aferraban a las suyas con fuerza. Era casi como si tuviera miedo de soltarla.
—¿Eh?
—No sé… Ellos se amaban mucho, ¿no?— preguntó con un atisbo de melancolía en la voz—. Es triste pensar que nunca pudieron estar así…
—No me digas que ahora estás de su lado, Akane —dijo él confundido.
—No… no es eso… Solo creo que entiendo por qué lo hacen.
Ranma se quedó pensándolo un momento, empatizando con las palabras de su prometida. Se olvidó de aquellos pensamientos, así como de su promesa de mantener su mirada hacia otra dirección, cuando sus manos empezaron a moverse. Una de ellas recorrió el brazo de Akane hasta volver a su hombro, y la otra se posó en su cadera.
—Creo que ya no te sentirás tan compasiva —dijo, sin poder evitar admirar la irresistible figura de Akane a través del agua.
—No —admitió ella, viendo que las cosas no permanecerían platónicas.
Contra su voluntad, Ranma obligó a Akane a apretarse más contra su cuerpo. Ella se tensó cuando sintió algo presionando contra su espalda baja.
—¿Ese es tu…?
Aunque para Ranma era normal que esa parte de su cuerpo en particular no siguiera órdenes, se sintió muy avergonzado. Lo que menos quería era poner más incómoda a Akane.
—N-no puedo evitarlo. Lo siento, Akane.
—Esta situación es mucho más peligrosa que la de ayer —dijo ella preocupada, tratando de mover alguna parte de su cuerpo sin éxito.
Ranma empezó a acariciarla delicadamente. A pesar de las protestas en su cabeza, cada nervio de su cuerpo disfrutaba el contacto y pedía más. ¿Era su imaginación o su piel mojada era aún más sensible? Temía ser demasiado obvia, en especial ahora que había perdido el aliento.
Para Ranma, la respiración alterada de Akane era una forma de incitarlo... una invitación silenciosa para que la siguiera tocando. ¿Realmente esperaba que lograra retomar el control en esas circunstancias? Sus manos se pasearon sobre su piel lentamente, acariciando su abdomen y su cintura. Cuando llegó hasta uno de sus suaves pechos, ella arqueó la espalda, presionándose aún mal contra él. La sensación lo alejó aún más de recuperar la cordura.
—Oye… Anoche, te esforzaste más por no llegar tan lejos —reclamó ella con la voz entrecortada.
—Entonces, ayúdame, y no muestres cuánto te gusta... —susurró cerca de su oído.
Aunque las palabras de Ranma pretendían ser una instrucción genuina, las circunstancias lo hicieron sonar como un desafío seductor. Akane sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—¿Quieres decir que me estás mirando? —reclamó, sintiendo vergüenza por la forma tan lasciva en la que su cuerpo estaba reaccionando.
—Aunque cerrara los ojos, puedo oírte.
La otra mano de Ranma tomó a Akane por el cuello para girar su cabeza hacia la de él. Su dedo pulgar acarició los labios entreabiertos de Akane, quien se había quedado sin palabras. Se quedaron mirando un momento, sus ojos brillando de deseo.
—Solo a ti se te ocurre bañarte justo a esta hora, boba —reclamó Ranma, con la voz jadeante y sintiendo muchas ganas de besarla.
Enfadada por su comentario y recordando que no debía ceder, hizo uso de lo que sí podía controlar. Akane mordió el pulgar de Ranma con fuerza.
—¡Ay, pero qué salvaje eres! —reclamó él, alejando la mano y sacudiéndola en el aire.
—¡Tú eras el que no debía estar en casa y ahora…!
Akane perdió el hilo de la oración cuando sintió la mano de Ranma tomarla por el cuello posesivamente. Con la otra -la mano que le había mordido- se deslizó para bajar por su muslo, dibujando un prometedor camino de ida y vuelta hasta su cadera. Akane se arrepintió de sus acciones; hubiera sido mejor dejar que esa mano se quedara donde estaba.
—...y ahora, ¿yo tengo la culpa? —dijo, terminando la idea, aunque sin ningún rastro de autoridad en la voz.
Akane sintió que sus piernas comenzaban a ceder ante sus caricias. Al mismo tiempo, uno de sus brazos se extendió hacia atrás para colgársele del cuello a su prometido, dejándola en una posición sumamente vulnerable.
Ranma estaba perdido, admirando esa erótica visión. Tenía a una diosa tendida sobre él, ¿por qué diablos estaría esforzándose por salir de esa situación? Cuando sintió a Akane tomarlo por el cuello, Ranma dejó que sus labios rozaran su oído. Intencionalmente, le acarició el lóbulo de la oreja con su lengua y lo mordió.
—¡Ranma!
Ella sabía que esa atención había sido enteramente de parte de su prometido. Sin duda, una venganza por lo de anoche.
Aprovechando la piel recién expuesta, Ranma ahora estaba acariciando la parte interna de su muslo. Akane sentía la anticipación de su cuerpo aumentar con cada centímetro que esa mano recorría hacia arriba. Se detuvo justo antes de llegar a su sexo. Akane sintió la necesidad de ser tocada como nunca antes.
—¡Ah! Contrólate... —dijo ella sin aliento, sin saber si le hablaba a Ranma o a su propio cuerpo.
La cadera de Akane ignoró la instrucción, ondulándose para cerrar aquella corta distancia.
El primer roce fue eléctrico. Con un gemido, echó la cabeza hacia atrás, apoyándose entre el cuello y el hombro de Ranma. Ya entendía lo que su cuerpo tanto ansiaba sentir.
—Cállate —ordenó Ranma, restregando su mejilla contra la de ella y haciendo un gran esfuerzo por alejar su mano. Estaban demasiado cerca del punto de no retorno.
Akane se sintió frustrada ante la pérdida de aquella sensación tan prometedora.
Para Ranma, tener a Akane rendida ante él de esta manera era hipnotizante. Admiró el color de sus mejillas sonrojadas, el fuego en su mirada, la sensación y la figura de su cuerpo, completamente entregado... Saber que podía volver a su prometida -usualmente tan terca y violenta- loca de placer, lo llenaba de un orgullo animal que no podía explicar. Lo que daría por seguirla haciendo perder el control así...
Sacudió su cabeza. ¡No! No podía olvidarse que todo esto era culpa de la maldición. Ese no era el momento para dar rienda suelta a su deseo. Fuerza de voluntad. El problema era que ninguna parte de su cuerpo quería hacer caso y, a juzgar por lo que veía, Akane tenía el mismo problema. Tendría que recurrir a otro recurso que no podría fallar: atacar el orgullo de Akane.
—Akane, eres tan débil —comentó aún falto de aire, pero en un tono burlón—. Apenas y te toqué y mira cómo te pones.
—No… no es cierto —contradijo, volviendo parcialmente en sí—. ¿Qué dices de ti? ¿Crees que no puedo sentirte todavía? —preguntó, echándose hacia atrás para presionar su espalda baja más firmemente contra el punto más sensible de su prometido.
—¡Ah! A-Akane, basta —rogó, aunque, contrario a sus palabras, sus manos se afianzaron a la cadera de Akane para mantener ese delicioso contacto justo como estaba.
Akane se percató entonces de que había logrado mover sus piernas a voluntad. Tenía que pensar rápido. Haló el tapón de la bañera con su pie para que se vaciara el agua caliente. Con todas sus fuerzas, pateó el grifo y un chorro incontrolable de agua fría los bañó a los dos.
Cuando la fuga se detuvo, ambos se quedaron inmóviles unos momentos, aún les chorreaban gotas de agua helada. La pelirroja suspiró, apoyó su frente en la espalda de Akane y le soltó la cadera. Se sintió culpable al ver que le había dejado los dedos marcados en la piel.
—Diablos, Akane… Y esta ni siquiera era la noche de luna nueva.
Akane se dio la vuelta hacia él, cubriéndose los pechos con los brazos. Miró a Ranma sin decir una palabra, lo cual empezó a preocuparlo.
—¿Estás… estás molesta porque vine? Realmente, creí que estabas en problemas. Debes creerme.
La joven se quedó en silencio. Lentamente descubrió sus pechos, dejando a Ranma embelesado. Aunque ahora tenía el control de su cuerpo, seguía igual de excitado y frustrado.
—¿Akane? ¿Qué haces? —preguntó, relamiéndose los labios.
Akane no dijo nada. Esperó a ver si su prometido se atrevía a dar el primer paso. Pasó un largo rato en el que ninguno movió un músculo.
—Olvídalo —dijo decepcionada y lista para ponerse de pie.
Ranma la haló de la muñeca para obligarla a quedarse. Armándose de valor, la acorraló contra el borde de la tina y le plantó un beso en los labios.
Akane no tardó en corresponderle, profundizando el beso y dejando que Ranma paseara sus manos por su cuerpo, ahora sí por su entera voluntad. Se abrazó a Ranma con fuerza, dejando que se acomodara entre sus piernas mientras exploraba su boca con su lengua. Ambos disfrutaban cómo cada movimiento incrementaba la sensibilidad de sus cuerpos.
Ranma abandonó los labios de su prometida, le besó el cuello y los pechos, para después emprender su camino de vuelta a su boca. Las sensaciones y las reacciones del otro les dictaban cómo seguir. Ranma acarició sus muslos mientras se mecía contra ella suavemente. Akane lo alentó paseando sus manos por su espalda y enredándolas en su trenza.
El cuerpo de Akane se tensó de pronto. Ranma se detuvo extrañado. Tomándolo por sorpresa, su prometida lo empujó con violencia, alejándolo de ella. Ranma se quedó sentado, mirándola confundido. ¿Se habría arrepentido?
—¿Akane? ¿Te lastimé? —preguntó Ranma preocupado.
—No… —susurró, tratando de recuperar el aliento.
Su cuerpo tambaleante empezó a ponerse de pie. Ranma extendió los brazos y se puso de pie al mismo tiempo que ella, pensando en protegerla en caso de que pudiera caerse.
—No soy yo —advirtió Akane asustada, tomando a Ranma del antebrazo con fuerza.
De pronto la puerta corrediza se abrió con violencia.
—¡Ranma! ¿¡Qué demonios le estás haciendo a Akane!? —gritó Ryoga.
AN: ¡Muchas gracias por sus comentarios y por seguir esta historia! Espero que este capítulo les haya gustado tanto como me ha gustado escribirlo :D Como nota, le hice unos edits menores al primer cap.
