Castillo de los Fitzgerald Williams
Inverness, Escocia.
Las anomalías no comenzaron a suceder hasta un par de días después de arribar a Inverness.
Eran pequeñas estupideces. Como objetos que no estaban en donde los habían dejado. O cepillos, libros y chales que desaparecían durante semanas, para aparecer misteriosamente en insólitos escondrijos.
Usualmente, las alacenas de la cocina o el cobertizo.
Al principio, Tobias no conectó el descubrimiento de la pintura (de la que había hecho un bosquejo al día siguiente, con anotaciones al margen de todas sus impresiones y pensamientos en una pulcra caligrafía) con las irregularidades en la casa. No eran comunes, pero tampoco podía decir que jamás habían ocurrido. Recordaba que alguna vez había oído quejas provenientes del servicio, así que supuso que quien-fuese-el-bromista debía estar aburridísimo.
Pero cuando vió aquella mujer en el bosque que bordeaba la propiedad y la frecuencia de los episodios aumentó, Tobias determinó que estaban, si no intrínsicamente, en algún punto relacionados.
Lo contrario (es decir, que su mente tornábase cada día tan paranoica como la de su madre) era impensable.
El castillo era un hervidero de actividades. Sirvientas que corrían de acá para allá con alfombras para sacudir, sábanas para cambiar, arreglos florales que ubicar. Criados que corrían muebles de lugar, cambiaban cortinas bajo la estricta mirada del ama de llaves, sacaban cuadros inmensos del sótano y los colgaban en los salones. Su padre había llegado hacía poco y los preparativos para la fiesta de inicio de la temporada estival estaban en pleno apogeo.
Tobias intentó durante horas escabullirse de allí, incapaz de soportar ni un solo segundo más las histerias de Lady Fitzgerald Williams, pero cada vez que estaba a punto de hacerlo algo lo detenía. No vale la pena enumerar las veces que se desarrolló la misma escena; simplemente basta con decir que, cuando lo consiguió, respiró por primera vez en lo que le parecieron siglos.
Se llevó a Perséfone (la yegua preferida de Lord Fitzgerald Williams) de las caballerizas y se internó en la espesura del bosque. No tenía un sendero predeterminado, si no que fue siguiendo la presencia de los cardos. Las copas frondosas de los ancianos, gordos y retorcidos tejos le hacían sombra e impedían que el calor abrasador del sol lo derritiera ahí mismo. Pequeños arbustos acariciaban las patas de su montura. Con los cascos pisaban los conos de los abetos y restos viejos de líquenes. Campánulas y prímulas aparecían y desaparecían entre la vegetación, dando la impresión que un pintor las hubiera pincelado al descuido en el paisaje. En alguna parte debía de haber un riachuelo que bajaba de las montañas, porque la suave brisa veraniega le traía el susurro de los sauces y el copioso ruido de cristales chocando contra las piedras.
Sin embargo, Tobias no logró sentir la paz que habitualmente lo embargaba cuando paseaba por aquí. Sentía una aciaga sensación extendiéndose a lo largo del bosque y esta fue incrementándose a medida que se adentraba entre los árboles.
...sewing at her seem,
by there comes a heathen knight,
from her her maidenhead has tane
Detuvo la marcha, sus sentidos alertas, su mente en blanco. ¿Qué era aquello que oía? Bajo sus muslos, Perséfone se inquietó.
...he has put her in a tower strong,
with double locks on fifty doors
Ni ligera, ni melodiosa. Dulce en los tonos altos, constante en los bajos. Perséfone amenazó con desmontarlo y Tobias palmeó su cuello, en vano tratando de estabilizarla.
...until you bear to me daughter or son
Al final, debió descender. Pretendió atarla al tronco viejo, pero corcoveó hasta liberarse.
Sumamente turbado Tobias observó como se iba.
...an asking, an asking, you heathen knight,
an asking will you grant to me?
Will you give me a scread of silk, for to row your young son wi?
Tragó saliva, se aplastó los rebeldes bucles castaños contra el cráneo. No había poblado cercano, ni cabaña aislada de la cual él conociese su existencia. ¿Quién entonces sería?
… he took the horse-sheet in his hand,
the tears came twinkling down...
Cada tanto alguna ramilla se quebraba bajo el peso de los tacos de sus botas, pero más que menos el musgo conciliaba el ruido de estas. Se iba alejando del río. Las copas de los tejos se iban espaciando, dejando entrever la luz del sol.
Lady Margaret May, will ye ga now?
Los claros de luz se hicieron más y más grandes; el musgo se secó.
Aparecieron crisantemos blancos, escarlatas, dorados.
O ye heathen knight, not yet for you
Su pie se trabó en una raíz prominente y de un tirón lo liberó. Tambaleó hacia atrás; sus manos dieron con el tronco rugoso de un roble. Alzó la mirada.
I'll wash my young son with the milk
No era lo que esperaba ver.
Un inmenso fresno dominaba el claro; la luz del sol cayendo como una miríada de estalactitas por el borde de su copa, cual catarata etérea. El aire se hallaba cargado, el tiempo detenido.
En las piedras de donde emergía su madero robusto, oscuro, derecho, una sílfide.
I will dry my young son with the silk
¿Las sílfides combaban sus cabellos? ¿No eran sus cuerpos luminosos, casi invisibles a la vista de los hombres?
Vestía un finísimo género, casi traslúcido.
Una corona de piedrecillas de colores, cardos y crisantemos púrpuras y rojos engalando sus voluminosos y generosos cabellos azabache.
Su voz, dulce, sublime, perfecta.
...for hearts will break...
Definitivamente no era una sílfide, pero tampoco podía asegurar que su naturaleza fuese humana.
¿Acaso se conocían?
Algo lo atraía hacia ella.
Algo que no tenía explicación.
…and bands will bow...
Tobias se unió a su canto sin siquiera detenerse a pensarlo.
...so dear will I love my lady now!
En cuanto la melodía abadonó su boca, la voz de ella se transformó en un potente chillido consternado.
Alzó el rostro hacia él y los largos cabellos negros se erizaron, enmarcando una expresión angustiada, desorientada, irreflexiva.
Las líneas de las facciones se deformaron, convirtiéndola en una figura odiosa, como las que vió alguna vez en sus libros de cuento.
Trabaron las miradas y Tobias comprendió que eso había sido un error.
Terribles ojos esmeraldas lo traspasaron, pozos sin fondo, pesadillescos.
De pronto fue consiente que las piedras blancuzcas donde nacía el fresno subyugaban un pequeño túmulo.
Cientos de crisantemos del color del arcoiris bambolearon con violencia sus cálices, sus millones de pétalos, y tuvo la horible sensación que encontraban su presencia indignante, irritante.
Y tan súbitamente como inició, acabó y la brisa pareció llevarse todo por delante y Tobias vió como la escena enfrente suyo se desvanecía.
Los ojos de la sílfide relampaguearon y la aflicción que los poseía se disipó y sólo quedaron dos piedras preciosas brillando, latiendo, sangrando pena.
N/A:
La balada infantil que canta (ejem, ejem) la sílfide se llama Prince Heathen (Príncipe Pagano). Está en su idioma original porque: a) dudo que exista una traducción al castellano, b) ¿por qué arruinaría algo tan bello?La pueden encontrar en el libro de baladas de Francis James Child. Es la número 104. Quizás había otras baladas más apropiadas, pero me pareció perfecta para la historia Con respecto al lenguaje de las flores: la mayor dificultad con la que me encontré al querer establecer el significado de las flores es que el significado que les adjudicamos nosotros quizás no es el mismo que le adjudicaban las personas en la época victoriana. Y con lo perfeccionista que soy, eso es un verdadero problema.
Como indica el título de la historia, hay crisantemos por todas partes. Investigar rosas o jacintos es poco desafiante, pero ¿crisantemos? Pintaba para desastre. Leí un montón de blogs, me devané los sesos. Al final decidí tomar el significado victoriano y amalgamarlo con lo que la historia necesitaba. Et voilà! Crisantemos amarillos: la manera elegante de despreciar el amor del otro. O que han despreciado el de uno. También puede referirse a que los avances amorosos no son deseados.
Crisantemos rojos: en general, se refiere al amor que uno le guarda a la persona que lo recibe. También puede proponer el inicio de una nueva relación.
Crisantemos blancos: honestidad, verdad. También habla de la petición de alguien a que sea sincero y diga la verdad absoluta. Pero actualmente en España simbolizan también el amor leal, la longevidad y la eternidad. Muy usado para dejar en los cementerios.
Crisantemos naranjas: simboliza, también en España, el amor delicado.
Crisantemos púrpuras: representan el deseo de bienestar hacia otro. Pero también es un atributo de la divinidad cristiana y para los romanos era un símbolo de buen augurio.
