Cuando Mimi terminó su cuarto periodo de clase, saltó de su asiento como si éste le quemara para correr a la cafetería y separar una mesa para poder platicar con Joe de muchas cosas. A todos le sorprendió verla tan emocionada mientras corría por los pasillos, golpeando algunos alumnos de por medio, Mimi tenía que conseguir una mesa y nada la iba a detener. Volteo por un pasillo, viendo el cartel de la cafetería. "Que aún queden mesas, que aún queden mesas por favor." Pensó ella.

Entró a la cafetería y se sorprendió al ver que fue la primera, estaba a punto de correr a una de las mesas cuando encontró con la mirada al mismo chico que estaba esperando ya sentado en una mesa, señalándole a Mimi que se sentara con él, ella notó que en su lugar había una malteada de vainilla. "No ha olvidado mi sabor favorito." Sonrió un poco y con pequeños brincos llegó a la mesa, agarrando la silla frente a él y poniéndola a su lado, haciéndole una pregunta silenciosa con la mirada.

"Me dieron el día libre para explorar la escuela." Gira su rostro para verla a los ojos. "Ya te había prometido platicar en el receso, así que tenemos 30 minutos enteros para nosotros." Dio un sorbo a su malteada. "Dispara todas tus preguntas." Dijo Joe sonriendo.

La primera pregunta salió inmediatamente de la boca de la castaña.

"¿Vas a estudiar aquí?" Preguntó Mimi con esperanza.

"Pensé que ya habías deducido eso por nuestra plática anterior, Mimi-kun." Le respondió indirectamente y juguetón.

"Bueno tienes razón, sí lo deduje." Pausó un poco. "Supongo que no quería sentir tantas esperanzas y que al final fuera algo distinto, el hecho de que estés aquí conmigo ya me pone muy feliz." Le sonríe Mimi.

Joe pensó un poco en qué decir después de eso. La cafetería ya estaba prácticamente llena, y no ayudaba mucho que decenas de pares de ojos estén posados sobre su mesa (y la mayoría sobre él, pero decidió no pensar mucho en eso), era bueno que pudieran hablar en un idioma diferente para evitar a gente chismosa. "Mimi-kun realmente es popular." Pensó Joe, aunque no era difícil deducirlo. En Odaiba la castaña también cautivaba el ojo de muchas personas, de pequeño él pensaba que era muy bonita, y verla ahora no lo hizo cambiar de opinión, era increíble cuánta gente podía ser cautivada por la belleza castaña.

"Supongo que tienes razón. Y para contestarte, sí, voy a estudiar aquí" Gira su popote entre sus dedos. "No pude revalidar así que me retrasé un año, parece que también seremos del mismo grado." Le dice sonriendo, la emoción se notaba en su voz. Notando la mirada de su amiga, agrega. "Aunque no sé en qué salón estaré, me lo dirán al terminar el día."

"¿Cómo supiste lo que iba a preguntar?" Le cuestionó la castaña.

"Sigues siendo un libro abierto para mí, Mimi-kun." Ríe por lo bajo. "Aunque hayamos pasado dos años separados, puedo reconocer todas tus miradas." Pausa un poco y suspira, agregando en voz baja. "Realmente es bueno verte Mimi-kun, aunque ya te lo dije antes, quiero que sepas que realmente te extrañé." Dijo Joe sonriendo. "Yo también tengo muchas preguntas por hacerte, pero el que llegó por sorpresa soy yo, así que, sigue preguntando lo que quieras."

"¿Cuándo llegaste a Nueva York?"

"Ayer mismo." Bostezó un poco y apoyó su cabeza en el hombro de Mimi, algo que siempre hacían cuando estaban juntos y que no molestaba a ninguno de los dos.

"Específicamente en la noche, no pude dormir nada por el cambio de horario, tengo muchísimo sueño."

Esta acción no pasó desapercibida por los alumnos que estaban viéndolos desde lejos, los celos se notaban en los ojos de los hombres que esperaban que Mimi se alejara de ese contacto físico. Aunque su enfado aumentó más cuando vieron que ella estaba perfectamente cómoda con lo que Joe hizo. No entendían cómo este chico ya había tenido más contacto físico con ella en un día, que ellos en varios años.

Por supuesto, Joe y Mimi no le prestaron atención a esto, ya que estaban muy enfocados en el otro como para prestar atención a otras cosas.

Mimi no pudo evitar un pequeño cosquilleo en su estómago cuando sintió la cabeza de su amigo en su hombro, sus cabellos oscuros tocando suavemente su mejilla. Ella supuso que era por la falta de contacto en estos dos años. Oh cuántas ganas tenía ella de extender una mano y tocar su cabello, nunca se había contenido de hacer algo con Joe así que no lo pensó más cuando su mano ya estaba acariciándole el pelo. El chico dio un pequeño suspiro y cerró sus ojos, la mano de la castaña arrullándolo, si seguía así se iba a quedar dormido.

"Deberías haber usado hoy para dormir." Le reprimenda Mimi. "¿Por qué decidiste venir hoy si tenías tanto sueño?"

"¿Quieres que te diga la verdad?" La voz de Joe era prácticamente un susurro.

"Te conozco tanto que te es imposible mentirme."

"Tienes razón." Ríe un poco. "La verdad es que tenía muchísimas ganas de verte." Le responde.

"¿Soy tan especial eh?" Mimi extrañaba mucho platicar con él, su amistad con el mayor era una de las cosas que más la hacía avanzar en la vida. Habían estado tanto tiempo juntos que se podían decir todo, leerse las miradas, entenderse el uno al otro, conocerse como ninguna otra persona la conocía, realmente estaba agradecida con el universo por ponerle una persona tan maravillosa en su vida.

"Créeme, lo eres." Y tras decir esto, Joe cayó dormido.

Mimi decidió dejarlo descansar un rato, al menos hasta que terminara el receso, tenía muchas preguntas que hacerle, pero la salud de su amigo era más importante por el momento, ya le podrá cuestionar todo lo que quiera después.

Se quedaron en esa posición durante 20 minutos, él apoyado en su hombro y ella acariciándole el cabello, escuchando su suave respiración, viendo su pecho subir y bajar. La castaña voltea a ver su cara y se encuentra con un rostro tranquilo pero cansado. "Él realmente tenía tantas ganas de verme ¿eh?" Piensa Mimi con una sonrisa. "Supongo que dos años es un largo tiempo, yo también lo extrañé demasiado."

Pasó el tiempo y Mimi decidió despertar a Joe cinco minutos antes de que sonara la campana, la castaña sacudió un poco su hombro, con cuidado de que el mayor no se cayera. Éste despertó en un momento.

"Levántate dormilón, ya casi tengo que regresar a clases." Dijo con una gran sonrisa, su hombro sintiéndose frío de repente, extrañando el calor que le proporcionaba la cabeza del mayor.

"Sí, sí, dame un momento." Le dice Joe. "Te veré después de clases, ¿ok?" Pregunta, acomodándose sus lentes.

"No es necesario Joe-senpai." Responde con sinceridad. "Es importante que hoy descanses, por muchas ganas que tengamos de vernos, tu salud es primero."

"Ahora suenas como el Joe del digimundo." Dice el ojinegro con una pequeña risa.

"Sí que has cambiado eh." La risa ahora en ella.

"Supongo que me puse más guapo."

"Eso realmente no lo puedo negar." Y era verdad, los años le pegaron muy bien al mayor, su rostro no ha cambiado mucho, sigue portando el mismo semblante inocente y puro de una persona que te es imposible odiar, su nariz pequeña y puntiaguda, sus labios que Mimi nunca había notado de esa forma. "¿Desde cuándo sus labios se ven tan apetitosos?" Pensó ella. Su antiguo cuerpo delgado y debilucho ahora remplazado con uno alto y (por lo que puede notar Mimi) un poco tonificado.

"¿Dónde dejaste al Joe que tartamudeaba con cada respuesta y se sonrojaba como un tomate cada que coqueteaba con él?"

"Se quedó con la Mimi que se quejaba de todo." Le responde de forma juguetona. "Tú también has cambiado Mimi-kun, no creía posible que pudieras ser más hermosa, pero estaba equivocado."

"Cuidado con lo que dices, que los chicos se pondrán celosos, eh." Realmente extrañaba juguetear con él de esa forma.

"Yo también me pondría celoso si viera a la chica más hermosa de la escuela coquetear con un chico que acaba de llegar." Dice mientras le da unas pequeñas palmadas en la cabeza, confirmando su teoría al ver los ceños fruncidos de los chicos que seguían viendo hacia su mesa, nunca quitando un ojo sobre ellos. "Parece que ya los puse lo suficientemente celosos, eres muy popular Mimi-kun."

"¿Tanto te tomó darte cuenta?" Le pregunta la chica, sintiendo una extraña felicidad por las palmadas en la cabeza de su amigo. "A cada rato se me declaran los chicos aquí, si ya pensábamos que en Odaiba era un infierno, ¡esto debe ser el mismísimo Gehenna!" Ríe por lo alto. Cualquiera que los viera pensaría que estaban coqueteando, y la verdad, sí lo estaban haciendo, así ha sido su amistad durante mucho tiempo, era imposible la incomodidad entre ellos dos.

"Se extrañan esos tiempos eh." Dice Joe agregando un suspiro pasando su brazo izquierdo por los hombros de la castaña, ella solo respondió acurrucándose en su hombro. "Sé que ya lo dije muchas veces, pero te extrañé demasiado, no era lo mismo sin ti. Sé que hacíamos videollamada casi todos los días, pero no se siente igual que verte todas las mañanas, poder abrazarte, verte sonreír, fue un tiempo muy difícil para mí."

"Para mí también fue difícil." La voz de la castaña cosquilleando el cuello del mayor. "Lo que más extrañé era que me recibieras con un bento de más para mí, tuve que aprender a cocinar para mantenerme viva."

"¿Extrañabas más a mi comida que a mí?" Le dice Joe con una risa. "Entonces tendré que volver a traerte un lonche todos los días."

"Eso me encantaría." A Mimi le estaba dando sueño estar acurrucada contra él, pero no se separó, al contrario, se giró un poco y abrazó por la cintura al chico con su cabeza en su pecho, prácticamente sentada en su regazo, acción que sorprendió a todos los chicos viéndola, con un semblante que gritaba ¿quién eres Joe y por qué eres tan cercano con ella como para que coqueteen tanto? Mimi ignoró todo esto y aspiró profundamente. "¿Sigues usando la misma colonia?"

"No cambiaría tu favorita." Responde Joe, pasando su otro brazo por los hombros de Mimi.

Ella ya no pudo agregar más porque sonó la campana, indicando que los alumnos deberían regresar a sus salones. Se separó de el sin ganas. "¡Nos vemos luego Mimi-chan!" Se separa Joe también mientras se dirige hacia el patio para seguir explorando la escuela. Mimi lo siguió con la mirada hasta que desapareció, una sonrisa en su rostro que no pasó desapercibida por ninguno de los chicos que la veían retirarse a su salón.

Ahí estaba otra vez, la cuarta sonrisa.