El anillo fue puesto en su mano con una delicadeza tan dulce que sintió su corazón a punto de estallar y finalmente sus orbes aguamarina se encontraron con las del contrario.
Ambos brillaban, casi tanto como el sol, pero en lugar de apartar la mirada, la gente exclamó en alegría y algarabía, con gritos, sollozos y felicitaciones en el aire.
—Seremos tú y yo, Temari. Nosotros dos y la eternidad— Soltó el Nara con una sonrisa —Será demasiado problemático ¿No crees?
