CAPÍTULO 2

A veces el desastre llega a tu vida de la forma más inesperada o disfrazada de las mejores intenciones, un giro en el destino que reubica las piezas de ajedrez en tu historia haciéndote cuestionar aquello que creías y te definía. Nadie es absolutamente bueno o malo, somos seres complejos, por más insignificantes que parezcan algunos; aquello que nos hace quiénes somos puede ser capaz de atraer luz y oscuridad a nuestras vidas; una serie de tropiezos y errores me prepararon para asimilar las cosas que me ocurrían de la mejor manera posible, o al menos eso era lo que yo creía.

Las fantasías que creamos en nuestra mente ofrecen cierto consuelo cuando la realidad es difícil de superar, hay quienes fantasean con la idea de encontrar a alguien bueno con quien compartir su vida entera, y quienes fantasean con huir de alguien que ha vuelto un infierno cada uno de sus días. No se puede juzgar la validez de lo que deseamos sin conocer toda nuestra historia y, aun así, juzgar tiene un peso que te hunde y termina convirtiéndote en un simple verdugo.

David tenía esa facilidad de hacerme sentir juzgada ante sus ojos, en las reuniones de trabajo que solíamos compartir por el bien de la comunidad, se sentaba por lo general frente a mí, sonriendo todo el tiempo y ofreciendo soluciones inútiles que rara vez eran aceptadas, pero la gente lo adoraba, y no solo quienes acudían a nuestras reuniones, toda la ciudad parecía guardar el mismo afecto por él, todo eso pareció cambiar la noche en que él y el amante de su novia se enfrentaron, la gente no paraba de comentar al respecto y buscar cuáles habían sido los posibles motivos por los que una buena mujer como Mary Margaret había sido arrojada a los brazos de otro hombre.

Eso parecía haber sido suficiente para que David dejara de lado esa sonrisa confiada y que su presencia en las reuniones fuera silenciosa, sin comentarios tontos para aligerar el ambiente o esa manera molesta de intentar explicar mis palabras cada vez que yo decía algo, como si yo necesitara algún tipo de traducción o el resto fuera demasiado idiota para comprenderme, quizá lo eran, porque me parecía realmente absurdo que buscaran excusas para justificar una infidelidad solo porque la culpable era mujer. Todos somos igual de capaces de hacer cosas buenas y malas.

Tras las primeras semanas de haberme instalado en la ciudad, una noche decidí salir a dar una vuelta y despejar mi mente, hacer otra cosa que no fuera trabajo, terminé en una pequeña librería buscando algo para comprar y leer, mientras buscaba en los estantes algo interesante, David ingresó en la tienda, me oculté con la intención de no ser vista y evitar socializar, pero él no es alguien a quien logras evitar con facilidad.

—Debí imaginar que usted sería una estupenda lectora —dijo inmiscuyéndose en mis asuntos.

A duras penas sonreí, tomé el libro que tenía en las manos, fui hasta la caja y pagué. Creí que al salir de la librería podría continuar mi camino sin ser molestada, pero él decidió perseguirme.

—Estoy seguro que es una mujer independiente, pero es tarde y aunque no lo parezca es un poco peligroso.

—Estaré bien.

—De todas formas, me sentiría más tranquilo acompañándola.

—Quizá el peligro que debo evitar es usted.

Él sonrió, y por un momento creí que lo había convencido de dejar de molestarme, pero solo tomó impulso para continuar persiguiéndome. Me dijo que cuando era pequeño se había extraviado en el lado de la ciudad donde yo vivía, que desde ese entonces se sentía más seguro explorando el sur donde estaban los muelles y siempre había gente alrededor.

Debo confesar que su compañía me resultó extrañamente acogedora, incluso su historia tonta me hizo sonreír, pero detrás de esa historia había un verdadero motivo que lo llevaba a cruzarse en mi camino todo un siempre, él estaba convencido que podría mostrarme a las maravillosas personas que habían perdido sus empleos y necesitaban que yo realizara un buen acuerdo para que puedan continuar con sus vidas; pero yo necesitaba de él para hacer mi trabajo de forma exitosa, así que sus intentos solo lograban molestarme. Cuando nos detuvimos frente al portal de mi casa él volvió a bromear diciendo que estaba fuera de forma y que caminar conmigo le había quitado literalmente el aliento.

—Lo digo en serio, Regina. Acompañarla me ha quitado el aliento y me ha acelerado el corazón. Es una lástima que yo sea un hombre comprometido.

—Es una fortuna diría yo, porque jamás estaría interesada.

Quizá la gente tenía razón y él le había dado motivos suficientes para que ella prefiriera traicionarlo antes que pasar su vida juntos. Aunque ella no fuera de mi agrado, David parecía tornarse en un hombre indescifrable, capaz de los actos más bondadosos y terribles a la vez.

No debería dejar a mi mente divagar, especialmente cuando tenía cosas mucho más serias sobre las cuales debía preocuparme. Las decisiones, en especial las malas decisiones que había tomado continuaban acumulándose una detrás de la otra, empezaban a abrumarme, y por momentos creía que en adelante todo podría desmoronarse.

Por más que intentaba sentir alegría, la situación en que se había dado mi actual estado no era la ideal, era un desastre. También quería enojarme por la propuesta irracional de David, y no podía hacerlo porque de cierta forma yo había iniciado todo, lo había chantajeado para que se case conmigo, un matrimonio que no podía ser disuelto por el momento, que debería mantenerse oculto y ahora él pretendía que juguemos a la familia feliz. Empezaba a darme cuenta que había construido mi propia trampa.

—Nos casamos, tuvimos sexo y ahora esperamos un hijo.

—Y no es 1960. Tengo opciones.

—Si me dices que no quieres tenerlo iré contigo y apoyaré tu decisión. No voy a negar que eso solucionaría este desastre, pero si deseas tenerlo… sea como sea seré parte de tu vida.

Un hijo no estaba entre mis planes en este momento. Quería hacerlo, con la persona correcta y en el tiempo correcto, algo que había seguido posponiendo. Me reprochaba a mí misma por todo lo que había pasado y mi cabeza empezaba a doler de tanto pensar.

—Vamos a pensar las cosas, ahora mismo no puedo hacerlo.

—Está bien. Puedes quedarte con mi habitación, tomar algo de mi ropa para dormir.

A pesar de su tono condescendiente, fue exactamente lo que hice, estaba demasiado cansada, sabía que no podría ir a casa y que el resto de lugares estarían llenos. De seguir con la idea de David quedarme en su departamento ayudaría con todas las mentiras que tendríamos que decir. Antes de quedarme dormida volví a pensar en esa noche que él me acompañó por primera vez a casa, en esa caminata que a mí también me quitó el aliento.


DAVID

Solemos decir que la mañana trae consigo claridad, que dormir puede ayudar a lidiar mejor con los problemas; el timbre de mi puerta despertándome me llevó a abrir sin ser consciente de lo que estaba haciendo, no se me ocurrió encontrarme con Mary Margaret frente a frente, cada encuentro con ella era solo una ocasión más para discutir, y no pude evitar sentirme nervioso con su presencia, especialmente porque no habíamos llegado a ningún acuerdo con Regina, quien aún dormía en mi habitación.

—Pensé en pasar a ver cómo estabas, ayer desapareciste antes que pudiera asegurarme que estabas bien.

—Estoy bien, y bastante ocupado. No puedes seguir presentándote sin anunciar, hemos hablado de esto.

—Tú has hablado, e insistes en no escucharme. Cometí un error, los dos lo hicimos. Es momento de dejar de discutir.

—En eso tienes razón.

—Me alegra oír…

Su sonrisa se congeló en su rostro y todo su cuerpo se tensó, la mirada en sus ojos me hizo voltearme a tiempo de ver a Regina caminar descalza, vestida tan solo con una de mis camisetas blancas que permitían ver parte de sus muslos desnudos, su cabello revuelto y su rostro sin maquillaje dejaban en claro que acaba de despertar, tan solo verla me quitó el aliento.

—Me despertaste —dijo suavemente y puso sus labios sobre los míos en un beso suave.

—¿Me pueden explicar qué significa esto? —Casi gritó Mary Margaret—. ¿Se acostaron? ¿Cuánto tiempo ha estado pasando? ¿Cómo pudiste?

—Sinceramente no creo que te deba ninguna explicación.

—¡Claro que me debes una explicación! ¡íbamos a casarnos!

—¡Y tú me engañaste! —grité perdiendo la paciencia.

—David —dijo Regina otra vez con una dulzura desconocida en su voz y su mano en mi pecho parecía intentar calmarme—. No discutas.

—Esto no te concierne, ni siquiera perteneces aquí. Estarás fuera de la vida de David en cuanto hayas acabado con la vida de todos aquí, al menos deberías tener la decencia de dejarnos solos e ir a vestirte.

—No te permito que le hables así —dije interponiéndome entre ellas, y mostrando mi clara intención de proteger a Regina, por infantil y absurdo que pueda parecer, tenía demasiadas ganas de aprovechar la ocasión de vengarme de Mary Margaret.

—¿Vas a defenderla? ¿Vas a elegirla antes que a mí?

—No tienes idea de lo que estás hablando, pero voy a tener la consideración que no tuviste conmigo y decirte que mi relación con Regina es mucho más seria de lo que puedas imaginarte, y no porque te engañé como tú hiciste conmigo.

—¡Deja de decir eso! —Exclamó en un lloriqueo.

—¡Deja de negarlo! ¡Deja de culpar a todos de tus malas decisiones! Seguí con mi vida, y he decidido hacerlo sin tener a toda la ciudad hablando a mis espaldas, así que te agradecería que pudieras cerrar la boca alguna vez y pensar en alguien más que no seas tú.

Eso la llevó a dejar mi departamento. Una mezcla se sentimiento me invadieron, después de todo hace tan solo unos meses creía que pasaría el resto de mi vida con ella.

—He tomado mi decisión —dijo Regina detrás de mí.

—Creo que eso fue bastante evidente.

—¿Estás seguro que es lo que quieres?

Giré hacia ella y tuve que desviar la mirada, era una mujer demasiado hermosa y yo no estaba del mejor humor para mantener la sensatez.

—Sí. Y no creo que ella guarde el secreto.

—Eso es aún más evidente. ¿Cuál es el siguiente paso de tu brillante plan?

Fui a la cocina por algo de beber, aún me sentía alterado por la situación imprevista. Regina me siguió, y se sentó en uno de los taburetes frente al mesón, parecía haber despertado dispuesta a molestarme.

—Parece que hoy estás de mejor ánimo.

—Tu histérica ex ha logrado hacerme ver los beneficios de este acuerdo, solo puedo imaginar el gran drama que hará cuando se entere que estamos casados.

—No tiene gracia.

—Todo tu plan es producto de una ridícula venganza por tu masculinidad humillada.

—No fui yo quien me obligó a casarme contigo.

—Quieres jugar a ser el alcalde, el problema es que estar casado conmigo no te ayudará con eso.

—Tú eres la experta en relaciones públicas y en conocer a la gente, deberías saber lo conservadores que son todos aquí.

—Esto entre nosotros no tiene nada de conservador. Voy a vestirme, tengo cosas que hacer.

Mi mirada se desvió hacia ella mientras se dirigía a la habitación, recordé con claridad la única vez que sus hermosas piernas estuvieron alrededor de mi cintura. Eso me hizo pensar que debíamos establecer un verdadero acuerdo con reglas claras entre nosotros, sin embargo, no podía terminar de confiar en ella después de lo que había sido capaz de hacer con tal de conseguir lo que quería.

Cuando estuvo lista nos dirigimos juntos hacia la mina, al menos hasta donde el cerco policial nos permitió llegar, el lugar estaba totalmente acordonado, Regina no quiso bajar, se quedó en el auto y prometió darme unos minutos; yo necesitaba asegurarme que efectivamente no se habían perdido vidas humanas.

—Tu padre hizo una excelente gestión cerrando este lugar justo a tiempo, la gente está preocupada, pero al menos saben que en cuanto terminemos la revisión podrán volver a sus hogares.

—¿Por qué estaban los agentes del FBI aquí?

—Amigos de tu padre, uno de ellos tenía ciertos contactos y experiencia en estos casos, fueron ellos quiénes llamaron a los ingenieros que revisarán el perímetro para estar seguros que no tendremos algún tipo de deslizamiento o derrumbe.

Su respuesta no me convencía del todo, seguía pareciéndome que había otros motivos y el derrumbe simplemente estaba maquillando su presencia. Me inquietaba demasiado y solo podía pensar que, si alguien como Regina había sido capaz de descubrir lo que había hecho, alguien más también podría hacerlo.

Volví al auto y Regina sonrió mientras me tomaba una foto con su celular, era algo que acostumbraba hacer siempre, la gente lo consideraba extraño, pero todo en Regina era sumamente extraño.


REGINA

—Necesito ir a casa.

—No es seguro.

—Hay cosas que necesito, podemos cruzar si pides algún favor.

—No pienso hacerlo, lo que sea que necesites puede esperar.

—¿Tendremos sexo en nuestro matrimonio? —pregunté con la intención de molestarlo—. Si debemos estar juntos al menos un par de años no creo que la abstinencia sea algo bueno para nuestro matrimonio.

—Parece que hoy tienes todas las ganas de molestarme.

—Suelo aburrirme con facilidad, en especial cuando mi actual esposo es incapaz de darme lo que necesito.

—Debemos ir al ayuntamiento —dijo ignorándome—. Debemos asegurarnos de brindar nuestra ayuda a quienes la necesiten.

No me interesaba en absoluto jugar a la buena samaritana, tenía cosas más importantes de las cuales ocuparme. Así que cuando insistió en que baje del auto con él para entrar al ayuntamiento, me negué rotundamente; le dije que buscaría algo de comer primero. Sabía que no podría cruzar el cerco, así que me dirigí a los muelles y me estacioné en un lugar apartado. Marqué tres veces antes de recibir respuesta.

—Hola Kat.

—He estado esperando tu llamada desde que me enteré lo de la mina.

—He estado ocupada.

Kathryn era mi apoyo legal en la empresa, cada una de mis decisiones debía ser consultada con ella y era alguien de mi entera confianza; cuando recibí mi ascenso y con ello mi independencia para ocuparme de grandes fusiones y adquisiciones, tuve libertad de elegir mi equipo; ella llevaba diez años en la empresa, empezó como pasante y a pesar de su destacada formación académica, y del excelente trabajo que realizaba, por lo general era dejada de lado solo por ser mujer; fue toda una sorpresa que yo, la empleada más prometedora la eligiera a ella; actos como ese provocaban do cosas: enojo y agradecimiento. La mayoría de mis compañeros me odiaban, así que no me afectaba en absoluto; conseguir la lealtad de Kathryn era mi punto de tranquilidad para mantenerme enfocada en los negocios.

—Esto pone en desventaja a los trabajadores, y como no han llegado a ningún acuerdo podemos inclinar todo a nuestro a favor.

—Lo sé.

—Envíame los papeles cuando los tengas listos, les echaré una mirada, sé que no será fácil, pero…

—Quiero que averigües quiénes serán los posibles compradores que tenemos interesados.

—¿Por qué? No hay nada extraño, no sería la primera vez que juegan sucio para ganar en una negociación.

—Solo tengo curiosidad.

Tenía una pequeña idea dando vueltas en mi cabeza, podía ser más de lo mismo o algo mucho más interesante. Bebí un sorbo de mi batido verde desintoxicante, me acomodé mejor en mi asiento y esperé un poco más. Albert era un asiduo visitante de los muelles, más específicamente de ese pequeño puesto ubicado fuera de una pequeña atunera, en dónde podían encontrar los mariscos frescos y a menor costo. Él compraba de todo un poco, sonreía a la gente al pasar y cuando se retiraba, el padre de Mary Margaret hacía exactamente lo mismo. Tomé mi teléfono y grabé la escena a lo lejos.

Por lo general, la gente se acercaba hasta las diez de la mañana, pasada esa hora no quedaba nada. Los mejores compradores solían madrugar, Albert no, él pasaba después de las nueve, cuando la afluencia de compradores era menor. Lo que yo creía que ocurría entre ellos era alguna especie de comunicación secreta, solían pintarse como grandes adversarios, con ideas contrarias y negocios opuestos. Creo que he olvidado comentarles que el dueño de las mayores embarcaciones pesqueras de la ciudad era Leopold White, el padre de la ex de mi actual esposo, y dueño también de las empresas pesqueras que darían trabajo a los pobres ex mineros que estaban a punto de perder la mayor parte de su liquidación.

Dejé la comodidad de mi auto y me acerqué al vendedor de mariscos que estaba atendiendo a Leopold White.

—Señorita Mills, no sabía que gustaba de comprar mariscos aquí. Permítame recomendarle venir más temprano, encontrará mayor variedad.

—No sabía que usted necesitara comprar aquí.

—Me gusta apoyar a los emprendedores locales.

—En especial cuando son parte de su propia empresa.

El sonrió y sin disimular me miró de los pies a la cabeza. No dejé que su perturbadora mirada me inquietara, compré langostinos y volví a mi auto, él no dejó de mirarme un solo instante y yo tercamente decidí seguirle el juego, me quedé en mi auto hasta que él se alejó del muelle, solo entonces volví al departamento de David, había tomado una de las copias de sus llaves, dejé los langostinos en el congelador y fui a la ducha para quitarme el olor a mariscos.

Necesitaba mis cosas, pensé al meter mi ropa en la lavadora y tener que utilizar nuevamente una camiseta de David. Mi teléfono sonó y sonreí al ver el mensaje de David preguntando dónde me había metido. Me acosté en la cama y revisé algunos mails en mi teléfono mientras esperaba que la ropa terminara de lavarse, luego la pasé a la secadora y le envié un mensaje a David diciéndole que encontraría la forma de ir hasta mi casa sin su ayuda. No era cierto, pero creía que quizá eso lo obligaría a ayudarme, me ignoró y volvió a preguntarme dónde estaba.

Volví a salir y me dirigí hacia mi casa, logré llegar hasta al borde donde habían cercado el paso, un policía y dos ayudantes viales conversaban en un extremo de la carretera, y tal como lo supuse, David se encontraba allí. Dejé el auto estacionado y caminé junto a David dirigiéndonos a mi casa.

—¿Qué es tan importante que no podía esperar?

Ignoré su pregunta, cuando llegamos a casa fui directo a mi habitación. Mi computador portátil se encontraba justo donde lo había ocultado, me sentí un poco más tranquila, volví a ocultarlo y guardé cosas necesarias en una pequeña maleta, fui al estudio y tomé mi otro computador portátil.

—Trae tu identificación y el acta de matrimonio —dijo ingresando al estudio—. ¿Tienes un bonito vestido blanco?

—¿Para qué?

—Si le diremos a todos que nos fugamos para casarnos necesitamos unas bonitas fotos que lo corroboren.

No fue necesario que yo tuviera un vestido blanco. Graham, su mejor amigo, se encargó de conseguirlo todo; el lugar estaba a tan solo una hora y si alguien estaba lo suficientemente enamorado para huir y casarse, encontraría el sitio lo suficientemente romántico, con un altar de flores blancas naturales en un claro en el bosque que con el caer del sol parecía sacado de un cuento de hadas. Nuestra historia estaba lejos de ser un cuento de hadas.

El vestido era blanco de gasa, con una bonita caída que se arremolinaba a mis pies, mostraba la mitad de mi espalda con un cuello de bandeja que dejaba apreciar mis hombros, un lazo delicado ceñía el vestido a mi cintura. Tuve que aceptar que era una muy buena elección, al igual que la diadema sencilla de perlas que hizo innecesario algún tipo de peinado, bastó con dejar mi cabello suelto. Cuando salí de la cabaña en donde había podido cambiarme, a medida que me acercaba al altar pude ver a David también vestido blanco, un pantalón y una camisa suelta; su mirada me acompañó todo al tiempo hasta que me detuve frente a él, ignorando a Graham que también vestía de blanco a su lado y a otra mujer que nunca antes había visto.

Era evidente que Graham no había perdido ningún detalle. Todo era parte del trato, y la historia diría que esa sería nuestra boda pagana, un sencillo intercambio de votos frente a un juez de paz para plasmar el momento más feliz de nuestras vidas, lo cierto es que no hubo palabras intercambiadas, el fotógrafo se dedicó a decirnos lo que debíamos hacer; lo más real del momento fueron los anillos de oro blanco que parecían haber costado una fortuna.

—¿Te gusta el anillo? —preguntó.

—Lo suficiente para quedarme con él cuando firmemos el divorcio.

Todos los presentes rieron, excepto él y yo, por un momento fuimos cómplices de una verdad que era solo nuestra. Graham sabía que estábamos casados, que lo habíamos hecho en un arrebato de pasión, él no sabía toda la verdad, creía que era solo parte de la venganza contra Mary Margaret y una buena estrategia para ganar las elecciones; así que las fotos eran necesarias para filtrarse a la prensa la mañana siguiente.

David y yo no volvimos esa noche, nos quedamos en la cabaña que habían rentado. A diferencia de la primera vez que nos casamos, en esta ocasión ninguno de los dos bebió alcohol. Quizá habíamos aprendido la lección.

—¿Quieres saber por qué lo hice?

—No —contesté y era cierto, no me interesaban las razones que lo llevaron a hacer lo que hizo.

—¿Me dirás cómo lo averiguaste?

—¿Importa? —Él guardó silencio, ante mi renuencia de hablar del tema—. Buenas noches, David.

Me fui a la cama y antes de quedarme dormida pensé en la primera noche que David y yo habíamos pasado juntos. Fue él quién dio el primer paso, estrelló sus labios contra los míos y yo respondí con el mismo ímpetu y necesidad. Sus manos hábiles no tardaron en despojarme de mi ropa y yo hice lo mismo, podía recordar con exactitud la ansiedad que sentí mientras desabroché sus pantalones, la forma en que él me hizo girar dándole la espalda para terminar de quitarme el jean ajustado que llevaba puesto ese día, su boca recorriendo la piel de mi espalda y sus manos que casi arrancaron mi ropa interior de encaje mientras me empujaba a la cama; apreté las sábanas cuando sentí sus dientes rozar la piel de mis muslos.

Me moví inquieta en la cama haciendo a un lado mis pensamientos, no quería recordar lo bien que se había sentido estar con él, y lo absurdamente estúpido que era todo lo que había hecho. Me sobresalté un poco cuando David abrió la puerta, intenté disimular mi desconcierto, pero cuando él comenzó a quitarse la ropa no pude evitar protestar.

—¿Qué crees que estás haciendo?

—Solo hay una habitación.

—No pienso compartir la cama contigo.

—Y yo no pienso dormir en un sofá incómodo, puedes tenerlo si quieres o podemos ser adultos y dormir cada uno en el extremo de la cama.

No dije nada más, lo observé quedarse en bóxer y recordé que yo había paseado en la mañana en su delante vestida tan solo con su camiseta, quizá era su manera de desquitarse. Se acostó a mi lado, y no sé en qué momento nos quedamos dormidos.


DAVID

Al despertar temprano en la mañana, por un momento olvidé dónde estaba y con quién estaba, mis manos sobre su piel delicada me recordaron que había dormido con mi esposa; no se sentía real, al igual que su cálido cuerpo junto al mío. Mi boca se hizo agua al ver su ropa interior de encaje, recordé haberle quitado una similar, recordé lo bien que se sentían mis manos tocándola y entonces salí de la cama para ir en busca de un baño con agua fría.

El plan parecía estar funcionando mejor de lo que Graham y yo habíamos pensado, el desastre de las minas tenía las mentes ocupadas, así que mi unión con Regina no estaba teniendo el impacto que normalmente hubiese tenido, la distracción de las personas por sus propios problemas haría que no hurgaran demasiado en los detalles. Podíamos escuchar a la gente susurrar, morderse la lengua para preguntar, solo los más allegados lo hicieron, fingiendo alegría por la feliz noticia, aunque sus rostros no podían ocultar el desconcierto.

—No estará embarazada —decían entre risas. Un matrimonio tan rápido debía haber ocurrido por una buena razón. Yo simplemente reí todas las veces, dejando sembrada la duda.

Regina no parecía prestar atención a los comentarios, ni siquiera mostraba interés, había pasado sentada frente al computador día y noche, y los pocos ratos libres la pasaba al teléfono. Apenas habíamos cruzado palabra. Me había pedido una copia de las fotos para enviárselas a su abogado que llevaba el tema de la herencia, el asunto se había vuelto interminable, los abogados de su padre le habían puesto todas las trabas posibles.

Me sorprendió que a los cinco días de nuestro falso matrimonio Regina accediera a acompañarme al ayuntamiento en dónde yo pasaba la mayor parte del tiempo ayudando a las personas que se habían visto afectadas por el derrumbe de la mina. Su ayuda se limitó a llevar un registro de las personas y los daños, me parecía más bien que era parte de su trabajo y no sus buenas intenciones por colaborar.

La gente en el pueblo tenía miedo de que el derrumbe afectara las negociaciones, y yo realmente no podía asegurarles lo contrario. Bajo ningún motivo Regina me dijo algo referente a su trabajo, casi me vi tentado a revisar su computador, pero no fui capaz de hacerlo. Cuando dieron las seis y nos retiramos a mi departamento, ella aceptó sentarse a la mesa y compartir la cena que habíamos comprado, las noches anteriores había comido delante del computador.

—Necesitamos ir al médico, hacer una prueba de sangre, incluso una de esas ecografías, no sería conveniente filtrarlo a la prensa aún, así que tendremos que ir fuera de la ciudad, estuve consultando un médico excelente, es algo caro, pero el dinero no es problema entre nosotros.

Regina no había hablado en absoluto del embarazo hasta el momento, y no parecía tener ningún tipo de ilusión al respecto, quise pensar que al igual que yo estaba adaptándose a todos los cambios que había en nuestras vidas.

—¿Necesitas enviar los exámenes a tu abogado? —me fue imposible no preguntar.

—Así es —contestó con sinceridad—. Al igual que tú has pasado dejando creer a la gente que nos casamos porque estoy embarazada.

—No he dejado de repetir lo enamorados que estamos, ayudaría si no te la pasaras encerrada trabajando.

Eso definitivamente le molestó, empezaba a darme cuenta que cualquier actitud o comentario machista era un encendedor.

—La gente empieza a verte como un hombre de familia y el alcalde ideal que esta ciudad necesita —dijo con evidente enojo y sarcasmo—, joven y echando raíces con una hermosa esposa y un posible bebé en camino. Así que no seas hipócrita conmigo.

—No lo soy, es parte de nuestro acuerdo.

—Nos iremos mañana por la tarde, conseguí que me atendieran el fin de semana, tengo una reunión el lunes por la mañana y un montón de trabajo por hacer. ¿Cuándo dijo tu padre que estará listo el informe del perito?

—Nos quedaremos un poco más de tiempo aquí, es mucho más concurrido y necesito que la gente nos vea juntos. Mañana iremos a comer al mercadillo natural que tanto te gusta.

—Ese lugar pertenece a Eugenia Lucas y no puede odiarme más.

—Y suele estar repleto en la mañana.

Ella sabía que era el precio a pagar por su plan de último momento para ir al médico, pudo haberme consultado, pero Regina no le consultaba a nadie, ella solo decidía y el resto debíamos cumplir.

Si Eugenia Lucas tuviera permiso de portar armas, estoy seguro que me habría disparado en cuanto me vio. Antes de la entrada este del parque central Eugenia había colocado una serie de pequeños puestos de comida y productos naturales, ella era la dueña y las personas rentaban el espacio, su hija Ruby había estudiado fuera y regresó con grandes ideas emprendedoras que habían dado buenos resultados. Cuando Ruby se graduó le fue diagnosticado un cáncer, su padre no había logrado ganar la batalla cuando ella era apenas una niña, pero Ruby era una luchadora, y después de tres años de entrar y salir de hospitales, Eugenia estaba lista para darle el mundo con tal de verla feliz.

A pesar de lo incómoda que Regina parecía con las demostraciones de afecto en público, no dijo nada cuando la abracé por detrás y puse un beso en su mejilla mientras ella compraba unas sales de baño naturales.

—Compra unos de canela para mí.

—Detesto el olor a canela. Llevaré estos que huelen a lavanda y frutos cítricos.

Ella me dio un beso y se alejó de mí para pagar por sus compras.

—La gente debería conocer muy bien con quién se casa —dijo Eugenia detrás de mí.

—Hola Eugenia —dije volteando a mirarla.

—¿Es cierto lo que dicen?

—No lo creas todo.

—Creo en lo que veo, y sé que ella no es nada bueno. Si es cierto lo que dicen, no era necesario casarte con ella, en especial cuando aún traes el corazón roto.

—Debo irme, dale mis saludos a Ruby.

Recorrimos el resto de puestos tomados de la mano, compramos algo de comer para el camino y emprendimos el viaje fuera de la ciudad.

—¿Quieres dejar el teléfono un segundo?

—¿Sabes por qué soy la mejor? Porque doy lo mejor de mí, siempre. Las personas por las que tanto te preocupas van a poder tener una liquidación justa gracias a mí, así que no, no puedo dejar el teléfono un segundo —dijo volviendo a mirar la pantalla de su celular.

—Estamos casados, tendremos un hijo, lo mínimo que podemos hacer es intentar conocernos y llevarnos bien. No sabemos nada del otro.

—Sé lo suficiente de ti —dijo sin mirarme.

—El trabajo no lo es todo, y me gustaría que pudiéramos disfrutar de este embarazo, creo que cualquier niño se merece el máximo esfuerzo de sus padres por hacer de su vida algo maravilloso.

Ella volvió a quedarse en silencio y yo no tuve más ganas de insistir. El resto del camino ella siguió en el teléfono y yo puse algo de música a bajo volumen para entretenerme. Llené el tanque de mi SUV en la gasolinera. Ella se quedó en el auto y yo ingresé a la tienda, tomé unas botellas de agua y unos skittles. No sabía lo que le gustaba, así que compré chocolates, galletas y papitas.

—Me gustan las galletas integrales.

—Claro que sí. Solo espero que a este bebé le gusten las golosinas como a mí, la fruta y los vegetales están bien, pero no eres un niño si no comes algunos dulces.

—Eso no es cierto.

—¿Vas a prepararle galletas integrales y tortas sin sabor en su cumpleaños? ¿Qué hay de las vacaciones? ¿Podremos ir a Disney?

—Disney está sobrevalorado, la mayor parte del tiempo pasas en filas interminables.

—Tendré que esperar a que estemos divorciados para llevarlo.

—¿Quién dice que será un niño y que tendrás permiso de viajar con él?

—Una niña también estará bien, así tendré más oportunidades de ser el favorito.

—Estamos de luna de miel, ya tendremos tiempo de pelear por su custodia.

Ni siquiera dudé de sus palabras y no quería pensar en el infierno que tendríamos que atravesar cuando nos divorciemos.

Me sorprendí al llegar al hotel y que Regina haya reservado una sola habitación para los dos, pero su respuesta tuvo sentido, ya que no podíamos correr ningún tipo de riesgo, tanta era su precaución que incluso pagamos en efectivo, de esa forma sería más difícil seguir el rastro de nuestros movimientos.

Ella parecía disfrutar utilizando unos pijamas de seda por las cuales mis ojos estaban agradecidos. Esa noche, antes de quedarnos dormidos, acostados uno junto al otro, las cosas entre nosotros parecían volverse cada vez más reales.

—¿Recuerdas la primera vez que te enamoraste? —pregunté mirando el techo de la habitación—. Mi madre me dijo hoy que el amor me ha hecho tomar las peores decisiones.

—Creo que es una buena razón —dijo en un susurro. La miré y ella también estaba mirando el techo.

—¿Por qué? —pregunté girando hacia ella.

—Imagina que tus peores decisiones se han tomadas a causa del odio. Buenas noches, David.

Cerró los ojos y se volteó dándome la espalda.

—Buenas noches, Regina.

En la mañana, esperamos un poco inquietos en la sala de espera del consultorio del ginecólogo que Regina había elegido. Una enfermera nos hizo pasar, llenamos los datos en otra sala de espera un poco más íntima, le tomó los signos vitales y luego le dijo que debía ponerse una bata de color melón y subirse a la camilla.

Regina estaba sentada en el borde de la camilla cuando el médico llegó, se presentó con nosotros y dijo que haría un ultrasonido para revisar que todo estuviera bien.

Cuando encendió la máquina y movió el transductor sobre el vientre de Regina, una ligera emoción se apoderó de mí, creo que fue la primera vez que comprendí que tendría un hijo. El problema fue que esa emoción que estaba sintiendo se convirtió en preocupación cuando el doctor dijo que quizá era pronto y que sería necesario hacer un ultrasonido intravaginal.

Regina parecía un poco preocupada, me acerqué y tomé su mano después que se acomodó colocando sus piernas en los estribos. Apretó mi mano cuando el médico introdujo el transductor. El médico guardó silencio durante procedimiento, parecía extremadamente concentrado, y nada de lo que hizo en la pantalla tuvo sentido para nosotros.

—Lo siento, usted no está embarazada —dijo el doctor.

Regina soltó mi mano, el médico siguió explicando que no había rastros de que Regina hubiese estado embarazada o de un aborto espontáneo. Al igual que ella me sentí contrariado, los dos habíamos visto las pruebas. Quise ayudarla a bajar de la camilla, pero ella no me lo permitió.

—Se hizo tres pruebas diferentes, y todas salieron positivas —dije mientras Regina se cambiaba en el baño.

Esperamos que Regina volviera, nos sentamos frente al doctor y él volvió a explicar todo con mucha paciencia.

—Me gustaría hacer algunos exámenes.

—No creo que sea necesario —dijo Regina—. Es evidente que fue un falso positivo.

—Es necesario que hagamos más exámenes y ahora mismo.

—¿Por qué? —preguntó Regina un poco tensa—. ¿Es algo malo?

—No nos preocupemos innecesariamente, hagamos los exámenes primero.