Capítulo 1: De vuelta al mundo real

En torno a las once menos cuarto de la mañana del primero de septiembre, un elegante e impoluto Bentley de color negro estacionó delante de la puerta de la concurrida estación de King's Cross. En su interior, justo en la parte trasera del vehículo, se encontraba Alison Potter.

La muchacha miraba fijamente a través del cristal de la ventana tratando de decidir si debía bajar o decirle al conductor que diera media vuelta. Quizás todavía estuviera a tiempo de convencer a sus padres de que ya no era necesario que volviera a Hogwarts. Total, ya estaba comprometida y, de todas formas, ellos no deseaban que siguiera estudiando una vez terminara su séptimo curso en la escuela. Después de todo, no se necesitaban estudios para ser una buena esposa, que era justamente lo único que sus padres esperaban de ella.

Pero, a decir verdad, siendo completamente sincera todavía albergaba la esperanza de convertirse en Medimaga, solo que tras los últimos acontecimientos no se sentía demasiado positiva respecto a nada en absoluto, especialmente en lo que respectaba a sus metas y sueños.

No solo tendría que volver a ver a Sirius, por el que, por descontado, aún tenía sentimientos, y lidiar con los comentarios y cuchicheos respecto a su situación, de la que como era natural, ya estaría al tanto la mayor parte del alumnado, sino que además debería enfrentarse a sus amigas y contarles de una vez por todas lo sucedido.

Lo había intentado muchas veces. Dios sabe que lo había intentado. Tanto era así que terminó perdiendo la cuenta de las veces que los cientos de cartas que había escrito dirigidas a Lily y a Sarah habían acabado en el fondo de la papelera de metal que descansaba junto a su escritorio. Quizás fuera por el hecho de que una vez se lo contara, terminaría de volverse real y no habría vuelta atrás. Aunque, pensándolo bien ya era real, le había tomado tiempo asimilarlo pero lo era, y el anillo que decoraba su dedo anular no dejaba de recordárselo incansablemente.

Estaba siendo una cobarde.

Miró una vez más por la ventana, el día había amanecido soleado y una ligera brisa zarandeaba las hojas de los verdes árboles situados en el exterior del emblemático edificio. Todo parecía tan tranquilo, nadie imaginaba el huracán que probablemente se desataría una vez pisara la moqueta del famoso tren escarlata.

Los dedos del chófer comenzaron a tamborilear sobre el volante instando a la muchacha a decidirse a salir de una vez del vehículo. Probablemente tuviera prisa, pero era demasiado educado o profesional para expresarlo con palabras.

Alison suspiró una última vez y accionó el tirador de la puerta con decisión para, acto seguido, posar sobre el asfalto de la calle uno de los carísimos zapatos italianos de charol que portaba.

Habían sido un obsequio de su madre por ningún motivo aparente en concreto. La fortuna de sus padres era cuanto menos abultada y ese tipo de regalos eran algo desesperantemente habitual en su casa. Tanto era así que, por un momento pensó en declinar la invitación a estrenarlos en su primer día pero, finalmente acabó haciendo lo que hacía siempre, ceder. Ceder para complacer a sus padres. Esa era ella, Alison Potter, la eterna complaciente.O eso era lo que, por alguna inexplicable razón, se había esforzado durante tantos años en hacer creer a los demás.

El chófer la imitó, y tras hacerlo, se dirigió hacia la parte trasera del vehículo para sacar del maletero el baúl de la chica y el resto de cachivaches que necesitaría para su estancia en Hogwarts durante el curso escolar.

Éste se ofreció a acompañarla hasta el interior de la estación para, así ayudarla a cargar con todo, hasta que la muchacha pudiera encontrar un carrito metálico donde depositar los enseres que le hiciera más fácil transportarlos hasta el andén 9 y ¾. Pero, la chica rápidamente desechó su ayuda, por lo que el chófer solo asintió y tras despedirse de forma casi solemne, volvió a subir al vehículo y emprendió el camino de vuelta a la mansión Potter.

No obstante, Alison se arrepintió de su decisión nada más tomar el baúl por una de las asas y comprobar el peso real del mismo, ¿En qué diantres estaría pensando cuando decidió que sería buena idea meter tantas cosas dentro?.

Si no encontraba pronto un carrito no conseguiría llegar al andén a tiempo para coger el tren, por lo que, con el mejor de sus esfuerzos, consiguió arrastrar la monstruosa maleta hasta el interior de la estación, donde, para su suerte, había una docena de carritos libres, esperando a ser ocupados por los viajeros.

Tras cruzar el andén y con decenas de miradas, nada disimuladas, fijas en ella, subió al tren y se dirigió hacia el compartimento que usualmente solían ocupar ella y sus amigas.

A cada paso que daba, más sentía como si sus zapatos estuvieran hechos de plomo. Estaba aterrada, pero, era inevitable, debía dar la cara de una vez por todas. Así que se situó frente a la puerta del compartimento y la abrió sin detenerse a pensar ni una sola vez más si aquello era buena idea o aún estaba a tiempo de salir corriendo.

Tanto Lily cómo Sarah giraron la cabeza en el instante en el que escucharon abrirse la puerta del compartimento.

—Pero bueno, si estás viva. Ya sabes...cómo has decidido ignorar todas y cada una de nuestras cartas, nos hemos pasado el verano preocupadas por si te había pasado algo. Incluso escribimos a James y a Remus por si ellos sabían algo, pero su única respuesta fue que estabas perfectamente y que en cuanto pudieras nos contestarías las cartas, cosa que por supuesto, nunca hiciste — la recriminó Lily en tono firme regalándole una mirada de incredulidad.

Sarah por su parte se mantuvo en silencio observándola con tristeza.

Era más que evidente que estaban dolidas, y tenían todo el derecho a estarlo. Las había apartado de su lado sin ninguna razón aparente y había vuelto meses después como si nada.

La rubia contuvo con todas sus fuerzas las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos y se dispuso a abrir la boca para hablar pero, antes de que pudiera hacerlo, un sonriente James Potter irrumpió en el compartimento interrumpiendo la conversación de las muchachas.

—Perdonad por la interrupción, chicas. Solo pasaba para avisar a Lily de que me voy a encargar yo de la primera ronda de vigilancia. Ya he avisado a la profesora McGonagall, así que puedes quedarte en el compartimento hasta que sea tu turno — sonrió el muchacho con simpatía dirigiéndose a la pelirroja mientras se balanceaba sobre sus talones con las manos escondidas dentro de los bolsillos.

Parecía casi tímido. Y eso confundió a Lily sobremanera.

Vale que las cosas entre ambos hubieran mejorado notablemente desde el inicio del curso pasado, e incluso hubieran intercambiado alguna que otra carta durante las vacaciones de verano, pero, ¿desde cuándo James Potter era servicial y desinteresado?.

No obstante, cuando, antes de marcharse, el castaño abrazó a Alison desde atrás y le dio un beso en el pelo en tono protector mientras le susurraba algo en voz baja, saltaron todas las alarmas de la pelirroja.

No había que ser muy listo para deducir que durante ese verano en que su amiga había estado desaparecida le había ocurrido algo realmente grave.

—¿Qué ha sido eso, Ali? — preguntó Lily, refiriéndose al gesto de James, cambiando por completo su tono de voz a uno más dulce y sosegado.

Y de un momento a otro empezó a temerse lo peor. No sabía qué era lo que sucedía exactamente, aunque estaba segura de que no podía ser nada bueno. ¿Estaría enferma su amiga? ¿Habría perdido a alguien de su familia?. Miles de preguntas se agolpaban en la cabeza de la muchacha, impaciente por obtener una respuesta.

Alison dejó salir todo el aire contenido en sus pulmones y al fin empezó a hablar.

—En primer lugar, siento mucho no haber contestado vuestras cartas. De verdad, pensé en hacerlo cientos de veces, incluso terminé muchas de ellas, pero…nunca me atreví a mandarlas — explicó la rubia antes de hacer una pausa para respirar — Supongo que necesitaba algo de tiempo para sincerarme con vosotras y, a decir verdad, prefería contaros esto en persona.

No obstante, antes de que pudiera continuar, las dos chicas se levantaron de sus asientos, casi como si de un acto reflejo se tratara, y le pusieron las palmas de las manos sobre los hombros en señal de apoyo. El enfado se había disipado casi por completo dando paso a una creciente preocupación.

—Pero, Ali, ¿Estás enferma? — preguntó tímidamente Sarah que en el fondo no quería saber la respuesta a esa pregunta.

—No, tranquilas, no es nada de eso — suspiró Alison negando con la cabeza mientras las tomaba de las manos para invitarlas a sentarse junto a ella.

Las chicas se sentaron mecánicamente sin disminuir ni un ápice su preocupación, impacientes porque su amiga continuara hablando.

Entonces, Alison se quitó los guantes de ante púrpuras que cubrían sus delicadas manos, dejando a la vista, el extravagante, aunque exquisito, anillo que decoraba su dedo anular.

—¡¿Qué?! — exclamaron las dos amigas al unísono, abriendo sus bocas en forma de una pronunciada o por la sorpresa.

—¿Te has casado, Alison? Pe...pero no puede ser, apenas has cumplido los dieciséis — balbuceó Sarah incrédula hablando por Lily que en ese punto se había quedado completamente muda.

—No — suspiró la rubia — Aún no al menos, es un anillo de compromiso. Cuando llegué a casa al inicio de las vacaciones, mis padres me habían organizado una encerrona para que aceptara. Me informaron de que ya estaba todo cerrado y que aunque no debería casarme hasta que acabara el séptimo curso, debía aceptar formalmente el compromiso ese mismo verano, y así fue…— explicó con tranquilidad sin despegar los ojos del suelo.

No sabía cómo debía mirar a sus amigas, por una parte sentía vergüenza porque siendo sinceros…¿quién en sus cabales y por voluntad propia se compromete a los dieciséis años? Pero claro, su familia era de todo menos normal. Y por otra parte, no deseaba bajo ningún concepto recibir miradas de lástima por parte de sus amigas, bastante tendría con los mensajes de ánimo que recibiría al llegar al castillo.

—Pero Ali, siempre nos dijiste que pasaría cuando acabarás el colegio, es demasiado pronto, no estás preparada para eso — trato de decir Lily que al fin había conseguido recuperar el habla — Te prometo que encontraremos el modo de evitarlo — dijo abrazándola con fuerza mientras dejaba escapar algunas lágrimas de sus grandes ojos verdes, mojando con ellas la chaqueta de la rubia.

—No se puede evitar — contestó en respuesta elevando la mano derecha hasta posicionarla frente a su rostro — Este anillo tan bonito, no solo es un anillo de compromiso, es el sello de un juramento inquebrantable. No puedo romper la promesa que guarda ni quitármelo pues, en caso de hacerlo, moriría— explicó la rubia sin separar sus ojos color zafiro del anillo.

—No — dijo Sarah negando con la cabeza sin dejar de llorar — No te pueden hacer esto, encontraremos el modo de solucionarlo, ya lo verás. Si es necesario me pasaré día y noche en la biblioteca para tratar de romper el hechizo, te lo prometo — sollozó la castaña envolviendo con los brazos a su amiga.

Pero, aunque Lily y Sarah no dejaron de abrazarla y de llorar sin descanso durante varios minutos, Alison no lloró. No esta vez. Se había pasado el verano llorando por algo que no tenía solución y, ahora que finalmente lo había aceptado, solo sentía resignación.

—Agradezco vuestro empeño chicas, pero no se puede hacer nada — concluyó la rubia sonriendo con tristeza mientras limpiaba con sus manos las lágrimas de las mejillas de Sarah tratando de consolarla.

No quería que sus amigas estuvieran tristes por ella, todo lo contrario. Vale, quizás no era algo por lo que alegrarse pero, necesitaba que la ayudaran a sobrellevarlo, a vivir su sexto año en el colegio con la mayor normalidad que les fuera posible. Que la ayudaran a olvidar por un momento cuál sería su futuro una vez acabara los estudios en la escuela. Y en definitiva, que vivieran con ella en el presente.

Pero claro, aún quedaba una parte importante que debía contarles y por eso, esperó a que se hubieran calmado un poco para hacerlo.

—Aún— empezó — No os he contado lo peor — confesó entre dientes cerrando los ojos.

Las dos muchachas se pararon para mirarla, incrédulas.

—¿Puede haber algo peor que lo que nos acabas de contar? — preguntó Lily con incredulidad cruzándose de brazos.

— A ver — suspiró la rubia — Sé que lo que os he contado es muy difícil de entender y de digerir para vosotras, porque bueno vuestras familias son muggles y son... normales. Pero también sé que sabéis que esto inevitablemente pasaría, yo ya os he contado muchas veces como son las cosas y bueno si, quizás ha sido muy pronto pero era algo para lo que en cierto modo estaba preparada — trató de explicar Alison.

No obstante, los nervios y su acelerado ritmo a la hora de hablar, conseguían que su explicación fuera de todo menos precisa. Además, sus manos, frotándose involuntariamente la una contra la otra no hacían más que delatarla. No obstante, las chicas no abrieron la boca, esperaron pacientemente a que su amiga terminara de hablar.

—Pero, la peor parte y para la que nunca podría estar preparada fue que el candidato elegido por mis padres fue él — pronunció finalmente a la espera de una reacción por parte de sus amigas.

Quizás no lo hubiera dicho con todas las letras pero estaba segura de que las muchachas deducirían, sin demasiada dificultad, que estaba hablando de Sirius.

—¿Él? ¿Quién? Tienes que estar de coña...— contestó la pelirroja incrédula abriendo mucho los ojos, incapaz de creer la respuesta a esa pregunta — Por eso te ha abrazado James… —murmuró entendiendo por fin el extraño comportamiento del castaño.

Sarah por su parte se tapó la boca con la mano.

¿Cómo es que Remus no le había dicho nada de eso? Habían estado mandándose cartas todo el verano y era obvio que si Sirius era el prometido de Alison, él debía saberlo casi con seguridad. Por un momento se sintió decepcionada y enfadada a partes iguales. No obstante, rápidamente recapacitó al deducir que lo más probable era que James le hubiera pedido que no dijera nada.

—Ojalá fuera una broma pero, no lo es, lo podréis comprobar cuando veáis en su dedo anular un anillo similar al mío — suspiró con resignación dejando caer su cabeza sobre el respaldo del asiento.

Las chicas no podían creerlo, después de todo lo que había hecho sufrir el moreno a su amiga, ahora encima tendría que casarse con él, la vida era increíblemente cruel e injusta algunas veces.

—¿Y... él que ha dicho? — preguntó tímidamente Sarah.

Alison bufó ante la pregunta de la castaña

—¡¿Qué qué ha dicho?! Parece que esté encantado... se ha convencido a sí mismo de que me está haciendo el favor de mi vida — dijo sin poder evitar que su pulso se acelerara al recordar la conversación con el castaño en el balcón de la mansión Black.

Desde entonces no había vuelto a verle y mucho menos a hablar con él. No obstante, su madre no dejaba de alabar al muchacho y recordarle la suerte que tenía de estar comprometida con alguien tan apuesto y educado como él, lo que generaba que tuviera aún más ganas de estrangularlo.

Evidentemente no quería matarlo, solo era una exageración fruto de la rabia que provocaba en ella todo aquello que tuviera que ver con el muchacho que había conseguido robarle el corazón para más tarde rompérselo.

—Ah, sí también me dijo que me amaba y que no hay nada que pueda hacer para que deje de hacerlo — recordó de repente en tono de burla aún más enfadada.

—Bueno Ali, quizás no haya sido la peor de las opciones — intentó decir Lily mordiéndose el labio, algo insegura por sus propias palabras — Sé lo que sientes respecto a él, pero si lo analizas en perspectiva, al menos así podrás convertirte en Medimaga y seguir estudiando, estoy segura de que aunque Sirius sea un poco gilipollas a veces, quiere que seas feliz y cumplas tus sueños.

La pelirroja andaba con pies de plomo pues sabía que la situación era delicada pero, aún así no podía mentir a su amiga sobre lo que pensaba con respecto a su situación. Aunque sus palabras pudieran molestarla, debía ser sincera y mostrarle que quizás, casarse con Sirius no era la peor de las opciones.

No obstante Alison ignoró sus palabras y continuó con su monólogo.

—Me ama tanto que su madre ha tenido que precisar que esto solo es un matrimonio concertado y no tiene por qué significar fidelidad, supongo que conoce de sobra a su hijo y espera que me quede cruzada de brazos y sonría mientras mi futuro marido se acuesta con todas las chicas de Hogwarts en mis narices — se desahogó la rubia dejando escapar una risa sarcástica cargada de dolor.

—Creo que estás siendo injusta, Ali — se atrevió a decir Sarah observando con seriedad a su amiga — Tú fuiste la que le dijiste que no querías volver a saber nada de él. Además, quizás no sea tan malo después de todo, puede que de esa forma tú también tengas la oportunidad de conocer a alguien que consiga que te olvides un poco de Sirius.

—Puede, pero eso no va a cambiar el hecho de que estoy prometida al chico que me ha roto el corazón y voy a tener que casarme con él — suspiró la rubia restregándose los ojos con las manos, agotada de una situación que no había hecho más que comenzar.

Tanto Lily como Sarah volvieron a abrazar a su amiga, apoyando con cariño sus barbillas sobre los hombros de la chica. Quizás no pudieran hacer nada por cambiar las cosas pero, si había algo que tenían claro, era que estarían ahí para apoyarla en todo momento para evitar que tuviera que afrontar sola la difícil situación que le había tocado vivir.


Tras terminar la agotadora e increíblemente larga ronda de vigilancia, James pudo al fin dirigirse al compartimento en el que le esperaban sus amigos.

Estaba algo cansado pero se sentía satisfecho y, de alguna forma, sabía que había hecho lo correcto dándole algo de tiempo a Alison para, finalmente, sincerarse con Lily y Sarah y contarles lo sucedido aquel verano.

A pesar de ser familia, Alison y él nunca se habían llevado especialmente bien pero, desde el compromiso, se había esforzado mucho por acercarse a ella. Sabía de buena tinta que la muchacha no encontraría apoyo o consuelo alguno en su propia familia, para la cual, el citado compromiso era algo de lo que enorgullecerse, y no la condena o castigo que suponía para ella. Por lo que, tras saber que la muchacha no había sido capaz de contarle lo sucedido a sus amigas, se decidió a convertirse en un apoyo para ella, presentándose cada día durante el resto del verano en casa de la chica para instarla, aunque fuera durante unas horas, a salir de su habitación.

Al principio la rubia lo recibía a regañadientes obligada por su madre pero, con el tiempo, acabó por convertirse en una rutina entre ambos.

Los muchachos acostumbraban a pasear sin rumbo fijo. En un principio apenas hablaban, o de hacerlo, sus conversaciones eran completamente intrascendentes. Pero, llegó un punto en el que se habían acercado tanto que la rubia finalmente acabó por sincerarse con él, convirtiendo al muchacho en el apoyo y confidente que hasta ese momento no había tenido, lo que les unió como nunca antes nada había conseguido hacerlo.

Sirius era como un hermano para él pero, eso fue un impedimento para estar ahí también para la chica. A decir verdad, sabía que su amigo se sentía más tranquilo al saber que al menos la rubia podía contar con James, ya que él mismo no podía darle su apoyo por razones evidentes. Y, casi sin darse cuenta, la muchacha y el merodeador se volvieron tan cercanos que podían considerarse incluso amigos.

Al abrir la puerta del compartimento, tanto los chicos como Caroline se encontraban sentados en absoluto silencio. Las habituales carcajadas y sonrisas de los Merodeadores que acostumbraban a inundar el vagón, habían acabado por apagarse, dando paso a un insólito y sepulcral silencio.

Pero James, que siempre se había considerado a sí mismo como alguien caracterizado por su alegría y positividad, se negaba a aceptarlo y por eso mismo, se propuso animar a sus amigos costara lo que costara.

—¿Ha muerto alguien? — preguntó a modo de saludo entrando en el compartimento y dejándose caer al lado de un melancólico Sirius.

—Siento no ser el alma de la fiesta — lamentó en tono sarcástico el moreno, pegando su cara al cristal de la ventana.

—Padfoot, llevas todo el verano vagando como un alma en pena lamentándote por todo lo que ha sucedido. ¿No crees que es hora de pasar página y volver a las andadas?, es nuestro sexto curso, ¡vamos a conseguir que sea memorable! — exclamó el castaño zarandeando al moreno por los hombros para tratar de hacerle reaccionar, consiguiendo que una sonrisa tímida se dibujara en los rostros de Remus, Peter y Caroline.

—Prongs tiene razón, Padfoot, somos los Merodeadores, ¡¿Que iba a ser de Hogwarts sin nosotros revolucionando y llenando de alegría el castillo?!, incluso los profesores reconocen que sin nosotros molestando, sus clases no serían lo mismo — le animó Peter golpeando su pierna con cariño.

—Ya lo sé chicos pero, aún la quiero y no puedo evitar preguntarme una y otra vez si me he equivocado y he conseguido hacerla más infeliz aún — suspiró echando la cabeza hacía atrás al tiempo que fijaba sus ojos grises en el techo como, buscando alguna solución o respuesta a la encrucijada que le planteaba tener que convivir nuevamente con su futura prometida.

—Mira Sirius, te voy a decir esto una única vez y grabatelo en esa cabezota, aunque ella no lo vea ahora mismo le has hecho el favor de su vida a costa de tu propia libertad, no se hace ni la más mínima idea de cómo sería su vida si la hubieran prometido a cualquier otro mago sangre limpia, encerrada en una bonita mansión sin poder hacer nada más con su vida a parte de coser, leer y criar a sus hijos — explicó James poniendo los ojos en blanco — Pero, tío, de verdad, no te machaques, al final acabará dándose cuenta y mientras tanto tú debes seguir con tu vida porque si no vas a acabar amargado e infeliz —

—Por una vez coincido con James, Sirius — intervino Caroline sin poder evitar mirar a su amigo moreno con lástima, parecía completamente derrotado — Tienes dieciséis años, casi diecisiete, tienes que vivir, divertirte, disfrutar del sexto curso pues, solo tendrás la oportunidad de vivirlo una vez, ya tendrás tiempo de preocuparte por lo del compromiso cuando llegue el momento. Y, en cuanto a Alison, creo que deberías darle algo de tiempo hasta que se calmen un poco las cosas — le aconsejó la muchacha apoyando con cariño la mano sobre su rodilla tratando de consolarle.

Conocía muy bien a su amigo y sabía que el muchacho frente a ella no era el mismo de siempre. La vitalidad y alegría que lo caracterizaban se habían disipado casi por completo, dejando en su lugar una estampa de tristeza y agotamiento. Sabía con seguridad que su amigo amaba a la rubia como nunca antes había querido a nadie y nunca la hubiera engañado, aunque, tampoco había que ser muy avispado para darse cuenta de eso. No obstante, ella había decidido no creerlo y no podía hacer nada para cambiarlo. Tan solo apoyarlo y estar ahí para él.

—Si, además ya le has dicho lo que sientes por ella. Debes ser paciente y dejar que dé el siguiente paso. Estoy convencido de que te quiere tanto como tú a ella, solo debes darle algo de espacio, estoy seguro de que tarde o temprano las cosas se arreglarán entre vosotros — trató de animarle Remus sembrando involuntariamente en el moreno la semilla de la esperanza .

—Oye Moony, desde que finalmente aceptaste que estás loco por Fawley y te sinceraste con ella pareces otro — río James guiñándole un ojo al moreno — Pensé que ninguno de nosotros sentaría cabeza y mucho menos tú y, aquí estás, el primero de los Merodeadores al que han conseguido echar el lazo — bromeó James cambiando radicalmente el tono de la conversación por uno mucho más divertido.

Sirius no pudo evitar sonreír. Por muy mal que estuvieran las cosas, James siempre conseguía sacarle una sonrisa.

Remus, por su parte, se ruborizó antes de contestar al castaño que le miraba divertido ante su, más que esperada, reacción.

—Bueno, aún no he tenido la oportunidad de verla desde que nos despedimos al finalizar el curso pero nos hemos estado mandando lechuzas a diario — reconoció algo apurado el castaño, al cual le costaba compartir aspectos tan privados de su vida incluso con sus íntimos amigos.

—Por suerte, y aunque me alegre enormemente por ti Moony, nosotros aún no hemos caído, eh chicos — rió James guiñando un ojo a Peter y Remus.

Caroline puso los ojos en blanco y Sirius respondió con cara de pocos amigos poniendo frente al rostro de James el anillo que lucía en su dedo anular.

—No seas aguafiestas, Padfoot, mi prima ya te ha dejado claro que no quiere nada contigo, lo que significa que hasta que tengáis que casaros nuestra competición sigue en pie y si no espabilas y te das prisa esta vez te ganaré por goleada — le picó con una sonrisa de oreja a oreja dibujada en el rostro.

—Es divertido que digas eso, cuando te pasas 24/7 babeando por la increíblemente inteligente pelirroja con la que compartimos casa — contraatacó Caroline enarcando una ceja para hacer de rabiar a su amigo.

—Mira, sin que sirva de precedente, debo admitir que Evans está buena y no me importaría tener algo con ella, pero, mi corazón es demasiado grande para albergar el amor por una única doncella — recitó James teatralmente colocando una mano sobre su pecho para darle mayor dramatismo a sus palabras.

—Corazón dice... — dijo Caroline dejando escapar una carcajada — lo que te pasa a ti es que tienes alergia al compromiso, ya verás como cambias de opinión cuando te enamores tanto de alguien que no tengas ojos para nadie más que para ella —prometió la muchacha señalando con un dedo al castaño.

—¿Dudáis acaso de mis sentimientos, señorita? — preguntó James fingiendo estar ofendido por sus palabras.

—Evidentemente — contestó la chica divertida, golpeando con cariño a su amigo con la revista que había llevado para entretenerse durante el trayecto.

—Que vos y nuestros melancólicos amigos hayáis caído en las zarpas del amor no significa que vaya a pasarme a mí, soy y siempre seré un alma libre — volvió a recitar cómicamente señalando a Sirius y a Remus alternativamente.

A esas alturas ninguno de los chicos pudo contener la risa.

Las carcajadas inundaron el pasillo frente al compartimento, en el que nadie diría que pocos minutos antes habían estado tristes y callados pues, tras la ligera llamada de atención de James, los muchachos recuperaron su alegría y vitalidad habitual.