Sirius empezó su segundo año en Hogwarts con ilusión. El verano había sido largo: si sus padres ya lo repudiaban antes, cuando entró en Gryffindor pasaron a tratarle como si estuviese infectado de viruela de dragón. Hasta su hermano prefería mantener las distancias. Aunque la cosa mejoró: se fueron de vacaciones sin él y le dejaron en Grimmauld con Kreacher como canguro. Por si acaso desconectaron la chimenea de la red flu. Así que se entretuvo diseñando las gamberradas que al año siguiente desarrollaría junto a sus amigos. James le había regalado un espejo de doble dirección por el que charlaban a diario y también se escribía con Remus y Peter.
A su prima no la había vuelto a ver. Sabía que el próximo curso Andrómeda empezaría en Hogwarts, con ella también se llevaba bien aunque no era tan divertida como Bellatrix. La había echado de menos durante su primer curso, pero no tenía ningún deseo de juntarse con esnobs de sangre pura para planear el genocidio muggle. Aunque no estaba seguro de la posición de Bellatrix respecto a la gente no mágica: de cara a su familia y compañeros mantenía la fachada de arrogancia y superioridad, pero era demasiado inteligente como para creer las mentiras que les habían inculcado en su familia… O eso quería creer él.
-¡Ya estamos en casa otra vez! –exclamó James en cuanto pisaron el castillo- ¡Y este año va a ser aún mejor porque seguro que entro al equipo de quidditch! Llevo todo el verano practicando.
-¿A qué te vas a presentar? –preguntó Sirius.
-A cazador, es lo más divertido, con mi vista buscador no puedo ser… ¡Haz las pruebas tú también!
-Nah… -respondió Sirius con desinterés- Creo que intentaré ser comentador.
-Antes se casa McGonagall con un troll que permitirte comentar nada –sentenció Remus.
Los cuatro amigos se echaron a reír porque sin duda así sería. Además del quidditch, James y Sirius tenían otro asunto entre manos: descubrir qué le pasaba a Remus. ¿Por qué siempre parecía cansado, asustado, con arañazos y seguía extrañándose de que quisieran ser sus amigos? Con la capa de invisibilidad de James lo siguieron una noche y constataron que era un hombre-lobo. Remus se aterrorizó al enterarse de que conocían su secreto, pero le ignoraron y empezaron a buscar la forma de ayudarlo. Encontraron la manera de una forma inesperada.
-Vamos a darles ajenjo a estos escarabajos –susurró James- y así cuando mañana los slytherins intenten transformarlos…
-Se volverán agresivos y los atacarán -completó su cómplice abriendo la caja que la profesora de Transformaciones había dejado sobre la mesa del aula.
De repente, un gato atigrado salió de debajo de un pupitre y se acercó a ellos. Con una mezcla de horror y fascinación, presenciaron cómo se convertía en McGonagall. Se quedaron completamente paralizados, incapaces de cerrar la boca.
-Sabía que tramaban algo, pero no imaginé semejante absurdez. Intentaremos que el castigo esté a la altura de su intelecto. Pueden sentarse ya mismo a empezar su redacción sobre la complejidad del noble arte de la Transformación. Y veinte puntos menos cada uno.
-¡Pero, pero, pero…! –empezó James.
-¿¡Cómo ha hecho eso!?
-Soy una animaga, señor Black, se estudia en tercero, así que siéntense y escriban.
-¿Pero cómo lo hace? ¿Puede convertirse en cualquier animal? –insistió James sentándose.
-Le repito que lo estudiarán el año que viene, no veo la necesidad de adelantarles la lección.
-Sí que la hay, profesora –intervino Sirius con su sonrisa encantadora-. Necesito saberlo para incluirlo en mi redacción sobre "La complejidad del noble arte de la Transformación". No querrá usted frustrar mi sed de conocimientos…
Si algo había aprendido de sus padres era a usar palabras grandilocuentes con tono dramático. La directora le dedicó una mirada glaciar a su sonriente alumno. Después, suspiró y les explicó las bases de la Animagia y los libros que existían al respecto. James y Sirius tomaron nota de todo, sin necesidad de hablarlo supieron que ambos tenían el mismo plan. Hubieron de posponer la incursión a la biblioteca porque James estaba con los entrenamientos para las pruebas de quidditch. Sus amigos –y algunos admiradores- fueron a animarle y chillaron entusiasmados cuando consiguió el puesto de cazador.
-¡Vamos a ganar la copa sin ningún problema! –exclamó James.
-Así compensarás que quedemos últimos en la Copa de las Casas por vuestra culpa… -apuntó Remus.
-¡Sus bromas son más importantes que cualquier copa! –exclamó Peter.
Estaban tumbados junto al Lago Negro en una tarde de marzo inusualmente cálida. Era viernes y habían terminado las clases. Remus repasaba sus apuntes, Sirius se aburría de la inactividad y Peter contemplaba fascinado a James que jugueteaba con una snitch. Entonces pasó algo sorprendente: la pelota dorada revoloteaba sobre su cuello cuando una pequeña bola peluda la atrapó de un salto y salió corriendo. Aunque cojeaba, parecía moverse bien entre la hierba y se desplazaba muy deprisa.
-¡Eh! ¡¿Qué eso?! –exclamó James.
-¡Una rata te ha robado la snitch! –exclamó Peter.
-No parecía una rata… -murmuró Sirius.
-¡Vamos a seguirla! –ordenó James.
Los dos amigos se levantaron de un salto con Peter a su zaga. Remus suspiró, guardó sus apuntes y los siguió también. Aunque casi lo habían perdido de vista, no fui difícil encontrar el punto donde se perdía su rastro. Próxima a la entrada del Bosque Prohibido, con un siniestro libro en su regazo, estaba Bellatrix. Solía quedarse sola una vez terminadas las clases: Rodolphus tenía muchos amigos y Snape disfrutaba del absorbente hobby de espiar a Lily Evans… Andrómeda estaba tan preocupada por las amenazas de sus padres si sacaba malas notas que pasaba el día estudiando con sus compañeras. Así que Bellatrix se entretenía con sus lecturas en soledad.
-Hombre, tenías que ser tú –masculló James-. Raro que no esté también Quejicus…
-Si tanto te gusta pídele ser su novio, a mí déjame en paz.
Sirius dibujó una sonrisa burlona y James sacó su varita de forma amenazante, pero como Bellatrix le ignoró, no atacó. Su primo le preguntó si había visto a algún animal del tamaño de un ratón. Ella negó con la cabeza. No obstante, no tuvo mucha credibilidad porque había un sospechoso bulto bajo su túnica. James la acusó de estar escondiendo a la rata.
-Es un colgante que…
En ese momento, por el cuello de su túnica asomó una pequeña cabeza marrón clara. Era similar a un roedor pero con morro alargado. Parecía apacible y afectuoso con su dueña. Bellatrix chasqueó la lengua con fastidio: "Genial, Raspy, muy oportuno".
-Qué rata más rara –comentó Peter.
-No es una rata –replicó la chica con desprecio.
-Es un escarbato, acumulan objetos brillantes –recordó Remus-. Por eso ha cogido la snitch.
El escarbato había salido por el cuello de la túnica de Bellatrix y reposaba ovillado en su regazo. Parecía una cría de poco más de un mes, su bolsillo se notaba abultado pues la snitch tenía casi su mismo tamaño. James le exigió que se la devolviera porque se la había robado. Bellatrix sujetaba en una mano su varita preparada para atacar y con la otra lo protegía.
-Ahora es de Raspy. Y respecto a que la ha robado… ¿cómo las has conseguido tú, Potter?
James apretó los puños con fastidio, él también la había sustraído. Comentó entonces que la iba a denunciar: iba en contra de las normas tener un escarbato. La bruja se defendió alegando que no era su mascota: lo había encontrado en el Bosque Prohibido, atrapado entre unas matas de frambuesas mezcladas con ortigas. Estaba herido y cojeaba y había decidido cuidarlo. Cuando estuviera recuperado lo devolvería al bosque (que no debían visitar pero a ella le daba igual).
-De eso debe ocuparse Hagrid –informó James-, es el guardabosques.
-Pues no lo guardó muy bien, Raspy llevaba varios días atrapado… -respondió ella con desprecio- De no ser porque llovió y pudo beber de un charco, hubiese muerto.
-Entonces dáselo a Kettleburn, es el profesor de Cuidado de Criaturas, él se ocupará –propuso Remus.
-Ese inútil la semana pasada pisó al bowtruckle que íbamos a estudiar. Y la anterior enfureció tanto al uro que casi le mete el cuerno por el… No le pienso dar a Raspy para que lo desgracie.
Tuvieron que reconocer que en eso tenía razón, al profesor Kettleburn le faltaban varias extremidades por sus enfrentamientos con criaturas que ni siquiera eran agresivas. El criterio de Dumbledore para elegir a los profesores era un misterio insondable. Como parecía que habían llegado a un punto muerto, a Sirius se le ocurrió una solución. Sacó un galeón de su bolsillo y se agachó frente al escarbato.
-Te la cambio. La snitch no te sirve para nada y abulta mucho, sin embargo el galeón lo puedes usar para comprar… gusanos o lo que te guste.
-No come gusanos, son herbívoros –contestó Bellatrix.
Aún así parecía dudosa. Raspy y ella se miraron y finalmente asintió. El animal extendió una pata para recibir la moneda (primero siempre el pago) y una vez Sirius la depositó, liberó de su bolsillo la pelota que revoloteaba ansiosa. James la atrapó al vuelo y el intercambio se dio por finalizado. Los gryffindors dejaron a Bellatrix y a Raspy tranquilos.
-Lo que es ser rico… -murmuró Remus- Yo no he visto un galeón en mi vida.
Lupin era pobre, pero tenía buenos amigos. Un par de tardes después, mientras James estaba entrenando, Sirius se escabulló a la biblioteca. Llevaba bajo su brazo cuatro libros sobre animagos cuando su prima, que estudiaba un grueso volumen sobre la cría de escarbatos, le interceptó. Miró los libros con suspicacia y le preguntó por qué le interesaba ese tema. Él se encogió de hombros y comentó que era para un castigo de McGonagall.
-Ese tema no se estudia hasta tercer año –adujo su prima- y para un castigo valdría con un solo libro. Si llevas tantos es porque… ¡planeas convertirte en animago!
Sirius era capaz de engañar a mucha gente, pero nunca a su prima, se parecían demasiado. Sus mentiras no funcionaron. Así que le pidió que guardara el secreto, protegía una causa importante que no podía revelar.
-¿Es porque tu amigo es un hombre lobo?
-¿¡Cómo lo sabes!?
-Desde el primer curso lo veo salir del castillo todas las noches de luna llena. Luego siempre está enfermo y tiene un aspecto desastroso… Además he oído aullidos.
-¿Y qué haces tú a esas horas espiándole? –inquirió Sirius.
-No espío a nadie. Duermo muy poco y me gusta dar paseos de noche –comentó la chica encogiéndose de hombros-. En el bosque hay criaturas más interesantes a esas horas, así encontré a Raspy.
Sirius comprobó que sobre la mesa descansaba su mochila más abultada de lo habitual. Asintió y le preguntó si guardaría el secreto. Ella se lo pensó. Finalmente le dijo que a cambio de algo, ante lo que Sirius suspiró y le preguntó qué quería.
-Yo también quiero ser animaga. Ser un animal parece divertido.
-Pero es muy peligroso, lleva muchos años. No puedes hacerlo sola y si alguien se entera…
-Entonces me ayudarás. Lo que hagas con tus amigos, luego lo practicas conmigo y yo estudiaré por mi cuenta. Nadie se enterará y no habrá problemas.
-Pero James lo notará si desaparezco para estudiar contigo…
-¿No está loco con el quidditch? Rabastan es el capitán de Slytherin y nos ha contado que Gryffindor practica casi todos los días. Así que tienes una forma muy fácil de librarte de él.
En eso tenía razón: la prioridad de James actualmente era el quidditch. También empezaba a interesarle cierta compañera pelirroja, pero en ese campo no lograba ningún avance. Aún con reticencia, Sirius aceptó. A partir de ese día todas las semanas estudiaba y preparaba el lento ritual para convertirse en animago, primero con sus amigos y luego con su prima. Pronto Sirius fue el mejor de la clase de Transformaciones; McGonagall tenía con él una compleja relación de amor-odio. La verdad es que disfrutaba bastante, casi más con Bellatrix que con James y Peter…
Una tarde notó a su prima menos concentrada y más triste de lo habitual. Le preguntó qué le pasaba y al final ella confesó:
-Raspy ya está curado, voy a liberarlo esta noche.
-Eso está bien, significa que lo has cuidado bien.
-Sí… Lo echaré de menos, pero querrá volver con su familia.
-A no ser que sea como la nuestra –comentó Sirius logrando una media sonrisa de su prima-. Y dado que lo abandonaron estando herido, se parecen bastante a mi madre.
Bellatrix le explicó que las camadas de escarbatos solían ser de siete u ocho crías, no podían ocuparse de todos. Aún así Raspy debía volver a su hogar. Lo llevaría por la noche a la misma hora y al mismo lugar en que lo encontró para ver si así podía orientarse. Sirius se ofreció a acompañarla. Ella al principio se negó, pero él aseguró que tenía un método infalible para escabullirse de noche sin ser visto. Su prima le preguntó cuál pero él mantuvo el secreto. Ella aprovechaba que era buena con la magia para evitar a Filch, pero en un par de ocasiones estuvo cerca de pillarla…
-Está bien. Quedamos a las once junto al busto del duende tuerto de la planta baja.
-Ahí estaré –aseguró Sirius.
Por suerte, los días en que tenía entrenamiento James terminaba exhausto y dormía como un koala. Así que cuando Sirius extrajo la capa de invisibilidad de su baúl llevaba horas roncando. Se cubrió bien y bajó sigilosamente hasta el lugar acordado. Otro de sus planes era elaborar un mapa del castillo que indicara dónde estaba cada persona, era vital para sus travesuras. Remus se estaba documentando mientras ellos seguían con el proyecto animago.
Creyó que había llegado el primero, hasta que se acercó más y vio que había un bulto del mismo tono que la pared. Se quitó la capa y se acercó a Bellatrix que llevaba su mochila abrazada junto al pecho.
-¿Cómo has hecho eso, que hechizo es? –preguntó el chico fascinado.
-Un encantamiento desilusionador, te camuflas con el entorno. Los magos que lo dominan, como mi tutor, pueden volverse invisibles por completo.
-¿Tu tutor? ¿El Voldemort ese? Lo conocí una vez que vino a Grimmauld y me dio un mal rollo tremendo, no deberías juntarte con él, puede que…
-Ya decidiré yo con quién me junto. ¿Cuál es tu forma genial de escabullirte? Me parece que Filch está en el pasillo de la entrada.
Sin decir nada, Sirius cubrió a su prima con la capa y ella ahogó un grito de sorpresa. Comprobó la calidad de la capa y se asombró de que existiera algo tan poderoso. Su primo se ocultó junto a ella y recorrieron los pasillos con cuidado. Lograron sortear al conserje, pero cuando ya rozaban la puerta, la señora Norris empezó a olisquear el aire y a maullar. Al momento escucharon a Filch correr en su busca. Sirius pensó en aturdir a la gata, pero entonces su dueño sabría que algo pasaba…
-Imperio –susurró Bellatrix.
El animal paró de maullar y se quedó paralizado. Con un movimiento de la varita de Bellatrix, echó a correr en dirección contraria. Segundos después Filch llegó y salió trotando tras ella. La chica tiró de su primo, que se había quedado inmóvil y abandonaron el castillo.
-¡Has usado una maldición imperdonable, podrías ir a Azkaban! –exclamó Sirius con horror- ¡¿Y cómo sabes usarlas?!
Su prima alegó que no era de su incumbencia y que se diera prisa. El chico apretó el paso pero continuó:
-Es ese tío siniestro, ¿verdad? Tu tutor… De verdad, Bella, deberías…
-¡No me digas lo que debería hacer! Si vas a pasar el rato diciendo tonterías vuelve al castillo.
A cualquier otro, Sirius le hubiese replicado. Pero en esa ocasión optó por callarse y aguantar las ganas de seguir aconsejándola. Cuando llegaron al bosque se sintieron más tranquilos: ya nadie podría verlos desde el castillo. Podía despedazarlos cualquier bestia, sí, pero no los pillaría Filch ni les quitarían puntos; mucho mejor. No tenían miedo, eran demasiado arrogantes para ello y en las casas de los Black moraban bestias peores que en ese bosque. Además, ninguno lo manifestó, pero los dos se sentían más fuertes estando juntos.
-Aquí es –murmuró Bellatrix señalando unos densos matorrales de frambuesas mezclados con ortigas.
Abrió su mochila y extrajo a Raspy. Sirius se alejó unos pasos para que pudieran despedirse. Aún así en el silencio del bosque escuchó la conversación.
-Bueno, adiós, Raspy. Has sido la mejor mascota que he tenido... Bueno, también has sido la única, pero aún así eres el mejor. Te has portado muy bien estas semanas y has robado cosas muy útiles. Ahora ya estás bien y puedes volver con tu familia, espero que los encuentres.
Lo abrazó con suavidad, le dio un beso en su cabecita y lo depositó en el suelo. El animal olisqueó el aire y empezó a escarbar.
-Cuídate mucho, Raspy -susurró la bruja con voz temblorosa.
Cuando el escarbato se perdió definitivamente de vista, Bellatrix se giró a toda velocidad, sin querer pasar ahí un minuto más. Ninguno de los dos dijo nada mientras salían del bosque. Sirius se adelantó unos pasos porque supuso que Bellatrix no querría que la viese llorar. Aún así escuchó un par de sollozos ahogados. No sabía qué hacer. Quería consolarla, se le daba muy bien tratar con las chicas. Pero con Bellatrix era diferente y no comprendía por qué. Sentía por ella algo extraño e intenso que nadie más despertaba en él. Se dio la vuelta y se acercó a ella:
-Estará bien, Bella –aseguró sonriente pasándole un brazo por los hombros-. Organizará su propia banda de escarbatos y pronto se harán los dueños del bosque. Seguro que lo vuelves a ver cuando vengas a pasear.
Sirius creyó que le apartaría y le repetiría que se callase, pero no lo hizo. Asintió y quiso creer que su primo tenía razón. Continuaron andando en silencio hacia el castillo.
-¡Ay, Sirius, para de pisar mi túnica! ¡Al final me voy a caer!
-Yo no estoy… ¡Bella! ¡Mira!
La bruja se giró y vio que había alguien intentando engancharse al borde de su túnica.
-¡Raspy ha vuelto! –exclamó Sirius- ¡Quiere quedarse contigo!
Bellatrix se agachó emocionada y lo cogió. Le limpió la tierra con su manga y el escarbato frotó la cabeza afectuosamente contra su cuello. La bruja le preguntó si se quería quedar con ella y Raspy profirió un ruidito adorable que los Black tomaron por un sí. Más contenta de lo que había estado en años, Bellatrix lo metió en el bolsillo de su túnica y abrazó a su primo para compartir su felicidad. Sirius respondió al gesto y le comentó que tendría que seguir ocultándolo. A Bellatrix le daba igual, lo importante era que se lo podía quedar. Se volvieron a poner la capa y entraron al castillo.
El resto del curso Bellatrix estuvo mucho más animada. Sirius esperaba con ansia sus citas para estudiar animagia y jugar con Raspy. Cuando se despidieron el último día de curso, Bellatrix le deseó que pasara un buen verano y le permitió darle un beso en la mejilla. Sirius se reunió con sus amigos sonriendo como un idiota.
