Ezeiza, Buenos Aires.

En el camino al hogar de la argentina, ambas jóvenes se entretuvieron charlando como si de amigas de toda la vida se tratase, logrando así aligerar el tedioso viaje en un colectivo abarrotado de gente en plena hora pico.

-¿De verdad? Y, ¿te funcionó?- Quiso saber Azula luego de oír el porqué del hecho de que Yuki hablara un castellano tan perfecto, el cual resultó ser la búsqueda de una distracción que lograse mantener su mente alejada de los recuerdos de un desengaño amoroso.

-Sí.- Asintió la japonesa, sonriente. -Estaba tan triste por que Takeru me haya dejado que estaba yendo directo a un pozo depresivo. Mi hermano me dijo que no esté mal y que solo intente distraerme.

-Típico de un hombre.- Giró sus ojos caoba mientras sacaba sus llaves para abrir la cerradura del departamento. -¿Él fué quien te recomendó lo del idioma o lo pensaste por tu cuenta?

-Él me lo recomendó.- Sonrió ella. -Dijo que estudiando italiano apenas y tenía un poco de cerebro para recordar los partidos importantes, así que intenté eso... ¡y me funcionó!

-Lo voy a tener en cuenta entonces.- Dijo la castaña, sonriéndole. Al entrar en el lugar notó un silencio sepulcral extraño. Sharon siempre se encontraba allí a esas horas y siempre que ella estaba en casa, siempre había algo de música o la televisión avivando el ambiente, pues el silencio no era de su agrado. Entonces se preocupó y le marcó. -Ponete cómoda, Yuki. Allá está el baño. Yo voy a llamar a mi amiga a ver en dónde está.

(Aunque me lo imagino...)

La asiática simplemente tomó asiento y esperó a que ella terminase con su llamada, mientras procedía a observar curiosamente todo a su alrededor. El lugar era claramente el hogar de puras mujeres, la decoración así lo denotaba, además de que el aroma a perfume femenino inundaba el ambiente.

Unos largos segundos después, Yuki la vió regresar con una sonrisa de mofa.

-Algo me dice que la encontraste...

-Resulta que mi mejor amiga está enamorada de mi mejor amigo y viceversa.- Dijo, riendo. -Ellos se vieron a escondidas mías, cosa que me enteré después, se amaron, pelearon y ahora volvieron a verse a escondidas mías de nuevo. ¿Por qué simplemente no me lo dicen y ya?

-¿Cómo sacaste tales conclusiones?

-Ella no me contesta y él tampoco, peeero...- Azula le mostró la pantalla de su celular. -...los tarados no saben que tengo su ubicación, y están casualmente en el mismo lugar, en donde también casualmente se encuentra un hotel.

Yuki soltó una risa. Pese a no conocer a ninguno de ellos dos, el asunto le resultaba curioso e hilarante.

-Yo le dije a él que otro andaba atrás de ella y capaz que por eso se dignó a verla. No querían saber nada el uno del otro antes de eso.

-Los celos siempre pueden más.- Comentó su invitada, mordisqueando su lengua. -¿Vas a decirles algo?

-No, que hagan lo que tengan que hacer y después les voy a dar tres días para contarme, tal como la otra vez.- Respondió, mirándola divertida. -¿Vamos a comprar algo para cenar?

-Claro, pero... ¿sabes cocinar? Porque yo no.

-Yo tampoco, pero algo vamos a conseguir.- Rió Azula.

Las chicas, entonces, se retiraron del departamento hacia un mercado que afortunadamente tenían a solo media calle, en donde decidieron comprar simplemente lo necesario para hacer unas buenas pizzas, pues... ¿qué tan difícil podría ser cocinar una pizza mediante tutoriales de YouTube?


EZE Inn Hotel Boutique.

Aunque ambos sabían cómo acabaría, decidieron reunirse para hablar sobre el asunto. Eran notables los sentimientos que Sharon tenía hacia Gerónimo, ella misma se lo había confesado en aquella ocasión en la que la falta de reacción de él desencadenó la pelea que los llevó a estar semanas sin hablarse. Sin embargo el chico, aunque sus acciones demostrasen lo contrario, no lograba admitir aquel "yo también te amo" que tenía dentro de su garganta, y que por alguna razón no lograba sacar a la luz.

-¿Vas a esquivar el tema de nuevo?

-No otra vez.- Gero, quien estaba sentado en la cama, se dejó caer dramáticamente. Luego volvió a sentarse y volteó a la muchacha de largo cabello castaño claro y ojos negros. -¿Por qué ese afán de arruinar buenos momentos, Sharon Jinora Perrino?

-Uh, ¿porque todavía estoy esperando una respuesta tuya?- Respondió la chica, enarcando una ceja.

-Quizás te sorprenda, pero el que solo desees algo no quiere decir que siempre lo vas a tener. Probablemente tu ego al ser hija única te tenga acostumbrada a eso, pero no es así.- Dijo, dirigiendo después su mirada hacia la tv que luego del acto había encendido. -Yo prefiero seguir siendo amigos y pretendo que respetes eso.

Ante tal sermón, Sharon soltó la carcajada. Gero la miró de nuevo, molesto por tal reacción.

-Perdón, pero... ¡fué tu idea venir acá!- Le recordó una divertida Sharon. -Si pretendés que renuncie a mi idea de intentar algo con el chico que amo desde los seis años, ¡entonces vos deberías renunciar a la idea de pretender sexo con la que supuestamente considerás solo tu amiga!

-¡Yo no pretendo eso! ¡Son cosas que se dan!

-¿Cosas que se dan?- Bufó, sentándose y causando que Gero se sonrojara ante su desnudez, cosa absurda para ella teniendo en cuenta lo que acababan de hacer. -Solo decime porqué no.

-¿No estoy listo?- Preguntó él, mirándola con pena. Ella suavizó su expresión.

-¿No estás seguro de lo que sientas por mi?

-No es eso...

-¿Entonces?

-No es fácil de decirlo.

-¿Estás enamorado de alguien más?

-No.- Negó el chico, soltando entonces un largo suspiro. -¿Podríamos hablarlo en otro momento? No vas a sacarme ninguna información hoy.

-En fin...- Sharon suspiró también, viéndolo con pesar. -Te esperé muchos años, no va a matarme esperarte un poco más.- Finalizó, sonriendo. Gero, al oírla, la miró y le regresó la sonrisa.

-Te quiero, aunque seas insoportable.

-Y yo te amo.

-Y, ¿quién no?- Soltó, fingiendo engreimiento. La muchacha soltó una suave risita, reposándose en la espalda de él, sin poder evitar plantarle un beso allí. Gero entonces recordó a su mejor amiga. -No vamos a poder escapar de Azula.

-Yo tengo varias llamadas perdidas de ella.

El castaño miró su celular, el cual estaba boca abajo y en silencio en la mesa de luz. Tal cual, había nueve llamadas perdidas proveniente de la chica de ojos caoba y lunar junto a la boca que en tantas ocasiones se había hecho llamar "su hermana menor".

-"¡¿Por qué no me lo dijeron?!"- Chillaron ambos a la vez imitando la voz chillona que le salía a la chica cada vez que se molestaba. Ante la coincidencia rieron, sabiendo qué era lo que les esperaría al terminar su pernocte y salir de aquel hotel.


Aeropuerto Internacional Ezeiza.

Luego de una noche más que fatídica para las jóvenes (aunque divertida, había que decirlo) y un buen desayuno al despertar, Azula y Yukiko, quien llevaba puesta una muda de ropa cortesía de la primera, habían llegado al aeropuerto de nuevo. Tal como el sujeto le había mencionado el día anterior el lugar estaba ya repleto de gente esperando por la llegada del muchacho propietario de una de las piernas más valiosas del fútbol mundial, por lo que el haber llegado una hora antes para recibir al pariente de la japonesa le había caído como anillo al dedo.

-Todavía no puedo creer que ensuciamos toda tu casa, rompimos dos vasos, dos platos y una botella de tomate triturado para hacer esas pizzas...- Comentó Yuki riendo por lo bajo mientras sostenía un letrero en japonés en una mano y un agua saborizada en la otra.

-Que además estaban inmundas, pequeño detalle.- Rió Azula.

-He probado peores: las mías.- Sonrió. -A propósito, Azula... ¿por qué tenías que venir tú? ¿También tienes que recibir a alguien?

-Estoy esperando a Tsubasa Ozora.- Respondió con una enorme sonrisa digna de una fan.

-Ya veo... con que eres una admiradora de Tsubasa.

-Es uno de mis futbolistas favoritos, junto con Karl Heinz Schneider y Shingo Aoi.

-¿Sí?- Yuki enarcó una ceja, con un brillo juguetón en sus ojos castaños. -Schneider es un gran delantero, y su Fire Shoot es algo de otro mundo.

-En mi opinión, junto con Hyuga, son los mejores delanteros del mundo.

-Y... ¿qué tal Shingo Aoi?- Preguntó, notablemente intrigada. -No le he prestado mucha atención, pero dicen que juega bien.

-Aoi es todo un tema.- La argentina tomó aire para iniciar su respuesta. -Es... indescriptible.

-¿Indescriptible?- Yuki hizo una mueca desentendida.

-Su forma de jugar es indescriptible. Sale con cada cosa, tiene tantos movimientos imprevistos que te sorprenden... ¡y cuando empieza a correr hacia el área contraria! Es... orgásmico.- Sin percatarse dejó ir un suspiro soñador, cosa que no pasó desapercibida por la otra. -Y encima es lindo.

-Es cierto, es lindo.- Asintió la de pelo negro, sonriente por demás.

-Pero quiero hoy más que nada conocer en persona a Tsubasa.- Dijo con una fuerte convicción. -Como amante del buen fútbol siento que tengo que conocerlo en pleno viaje a la cumbre del fútbol mundial.

-Bueno, probablemente hoy sea tu día de suerte.- La asiática le guiñó un ojo, notando inmediatamente a un leve gentío aglomerarse a solo unos cuantos metros de ellas. Yuki volteó hacia allí, le entregó la pequeña botella a su nueva amiga y levantó su cartel.

Azula la miró y sonrió. Le dió unos sorbos al sorbete de la botella y perdió su mirada en un escándaloso encuentro de unos jóvenes cercanos a ellas, riendo por lo bajo al oír un breve intercambio de insultos cariñosos, tales como los suyos con Gero, o con Sharon, o con Ryoma.

-Azula, él es mi hermanito.- Oyó decir a Yukiko, por lo que inmediatamente volteó.

La argentina se atragantó con su jugo, pues se encontró con tres jóvenes asiáticos mirándola con diferentes expresiones: uno con duda, otro con pena y otro con una simple sonrisa. Los tres eran bastante atractivos, pero el de en medio, el de menor estatura de los tres, logró que se colorase como un tomate. ¡Y ella que había dicho tantos disparates delante de Yukiko!

-Él es mi hermanito.- Repitió Yuki al ver la nula reacción de la chica, quien solo tragó saliva y clavó sus ojos caoba en los ojos castaños de aquel muchacho, casi iguales a los de la japonesa. -Mi hermanito Shingo.