La nueva vida de Kohaku como gata había empezado un tanto accidentada, pero parecía estar encontrando un nuevo curso, uno más estable y llevadero. En la casa de la que sería su nueva familia, al menos temporal hasta encontrar la forma de volver a ser humana, ya podía relajarse y confiar en que todo iba a ir bien. Los dos hombres que la habitaban eran bastante distintos en cuanto a su entusiasmo por incluirla en la familia. El adulto era puro amor y sonrisas, en cuanto la veía la acariciaba y cargaba en sus brazos. En cambio, el joven no le prestaba mucha atención, pero al menos la aceptaba como compañía mientras estudiaba, dejándola hacerse un ovillo en su regazo.
La primera noche estuvo indecisa de dónde dormir, por lo que primero fue a la cama del que le había abierto las puertas de su casa, pero se encontró con que se movía demasiado, y ella se despertaba a cada rato. Luego se subió a los pies de la cama del joven, y encontró mucha más quietud, por lo que decidió quedarse allí. Pensaba dormir como cuando era humana, pero se encontró con que estaba mucho más activa y despierta, la oscuridad y la quietud no la sumían en el sueño que esperaba conciliar. Por lo que se bajó de la cama y recorrió varias veces la casa, sin saber qué hacer. Como habían cerrado las ventanas, tampoco podía salir a la calle, con lo cual volvió a acostarse y dormitar livianamente, deseando que pasara rápido el tiempo.
Por la mañana, acompañó a los hombres en el desayuno. Byakuya le abrió otra lata de atún, que mezcló con un poco de arroz, y le puso el cuenco en el suelo para que comiera. Cuando terminó, sintió muchas ganas de asearse la cara, y se lamió una pata para refregársela por toda la cabeza. Aunque ya no entendía el idioma humano, había ciertos sonidos y entonaciones que se repetían, y notó que cuando el hombre peliblanco decía los que correspondían con "Senku", el joven le prestaba atención y le contestaba. Con el adulto era más difícil hacer la relación, pero los sonidos de "viejo" eran los que más se repetían, aunque había otro más largo y difícil, correspondiente a "Byakuya", que debía ser su nombre real.
Los dos se fueron luego de desayunar, y Kohaku se alivió cuando vio que una de las ventanas había sido medio abierta, y a distancia de un salto podía treparse a un árbol. Por más que agradeciera tener un hogar seguro, no iba a resignarse y aceptar la vida de una gata de interior, por lo que no le iba a quedar otra opción que escapar y volver a la vida callejera. Lo primero que pensó fue en buscar a Tsukasa, se había quedado preocupada de qué había sido de él luego de la pelea con Stan, y ella había desaparecido del mapa. Recordaba el olor de él, por lo que salió de la casa y se concentró en hacerle caso a su sentido del olfato. A medida que caminaba, también recordaba las calles que incontables veces había recorrido como humana hasta que dio con el emblemático paredón del "rey gatuno". Corrió para llegar más rápido, y saltó ágilmente al borde, buscando al gato. Pero no lo vio, y soltó un largo maullido llamándolo. Se sentó pacientemente a esperar, quizás Tsukasa estaba cazando.
Un rato después, oyó el murmullo de unos arbustos detrás de ella, y miró en esa dirección. Allí estaba, finalmente, con una rata muerta bastante grande en la boca, sostenida por sus filosos colmillos. La soltó a un costado en cuanto Kohaku se acercó a él, y se acercaron ambos con el rabo levantado. Se olfatearon mutuamente, y luego ella se frotó contra el cuello de él, a modo de saludo.
- ¡Tsukasa, estás bien! Qué alivio, estaba preocupada por ti.
- Más bien yo soy el aliviado de verte bien, aunque ese humano que te llevó era bastante confiable, sabía que ibas a estar a salvo.
- ¿Lo conoces? –preguntó sorprendida.
- Nunca interactué con él, pero hace tiempo que lo veo, no te olvides que sigo de cerca todo lo que pasa en mi territorio. Además, suele ir a la casa del dueño del gato con el que tuviste un cruce desagradable ayer... Stan.
- Ah, sí. Tú lo convertiste en gato también, ¿cierto? Me dijo que había sido humano antes, pero a él no le interesa volver a su vida anterior.
- Sí, hace un tiempo. Es muy territorial y astuto, pero no es tan malo como parece, a menos que lo desafíen. Tiene sus instintos animales mucho más acostumbrados y asentados que los tuyos, por lo cual puede pasar de parecer un humano en cuerpo de gato, a un auténtico felino. Y ahí no va a haber razonamiento que le llegue, es como si la mente se anulara, y fuese simplemente un gato.
- ¿A mí también me va a pasar eso? –preguntó preocupada.
- Es posible, sí, probablemente ya lo has experimentado y no lo recuerdes, como si fuese un sueño. Por eso tienes que tener cuidado de dónde andas y con quién estás. No siempre vas a tener la oportunidad de mediar palabras con otros gatos, ni que yo llegue a tiempo.
- No quiero que tengas que vigilarme o cuidarme, ni causarte problemas, quiero ser fuerte por mí misma. Pero no estoy acostumbrada a esta forma y no conozco todo lo que puedo o no hacer.
- Me parece bien.
- ¡Ah! ¡Ya sé! ¿Puedes entrenarme? Quiero decir, si puedo practicar contigo. Haz cosas, y yo te imito.
- Hum, entiendo. Sí, está bien. ¿Tienes que volver ahora?
- No, los humanos que me acogieron acaban de salir.
- Bueno, déjame esconder esto para comerlo luego, y empezamos.
Tsukasa volvió a tomar entre sus dientes a la rata que había cazado, y la llevó a un hueco que ya tenía tierra recientemente removida. Cavó un poco con sus fuertes patas, Kohaku ayudándolo, y luego echó su comida allí y volvió a taparla. Utilizaron ese mismo espacio del lado interno del paredón, ya que tenía varios árboles y no había calles o animales cerca. El gato grande la puso a prueba en agilidad, saltando de diferentes alturas, y ella no tuvo ningún problema con eso. Luego le enseñó a cazar, haciéndolo con una paloma que estaba cerca. Aunque le dieron un buen susto al ave, procuraron no lastimarla, solamente practicar de atraparla con sus patas y colmillos.
El mayor desafío vino luego con la pelea, ya que por más que Tsukasa fue cuidadoso y no la sometió con rudeza, Kohaku no se esperaba sentirse tan impotente cuando él se puso serio, a pedido de ella. Pero la realidad era que un gato callejero no iba a ser gentil, iba a pelear a vida o muerte si fuera necesario, por lo que no se podían permitir la piedad. El gato marrón le enseñó varias estrategias para salir bien parada de ciertos ataques, pero ella sólo tuvo oportunidad de escapar cuando él aflojaba un poco su fuerza. De todas formas, Tsukasa la consoló diciendo que no por nada era el dueño de ese territorio y podía poner a raya hasta a Stan, por lo que no tenía que sentirse mal de no poder darle una buena pelea a él. La orgullosa gata no se quedó del todo conforme, pero entendió el punto, y le pidió intentar unas veces más. Terminó agotada, y los dos gatos se acostaron al sol para descansar, mientras Kohaku le contaba los detalles de su nuevo hogar.
El mayor obstáculo para su objetivo de volver a ser humana, era que ni siquiera Tsukasa tenía información de cómo lograrlo, ni había otros gatos como él a los que pudiera consultarle. Al parecer, tendría que averiguarlo por sí misma, pero había algo del verdadero "deseo" que seguramente tendría que ver, aunque tal vez, no alcanzara solamente con el de ella. El gato le recomendó que se tomara unos días para acostumbrarse a su nueva vida, y que quizás con eso también se inspiraría en nuevas ideas para conseguir lo otro. Kohaku no quería esperar, sabiendo que, para su familia y amigos, había desaparecido completamente de un día para otro. Esperaba que Ruri se hubiera dado cuenta y confiara en la realidad loca, pero, aun así, no podía explicarle a los demás simplemente "Kohaku es un gato ahora".
Frustrada, se despidió de Tsukasa, que finalmente pudo desenterrar y comer la rata que había cazado, y él le dijo que ya sabía dónde vivía el joven peliverde, por lo cual iba a estar atento a ella. Kohaku le agradeció y volvió a su nuevo hogar, que todavía estaba vacío. Normalmente era muy activa, pero el "entrenamiento" con Tsukasa la había dejado un poco cansada, y un impulso más fuerte que ella la llevó a hacerse un ovillo y dormir una cómoda y relajante siesta en el sillón.
Abrió los ojos un rato repentinamente, cuando oyó el tintineo de las llaves cerca de la puerta, y se levantó inmediatamente para correr a recibirlo. El que entró fue Senku, quien se sorprendió de que ella comenzara a maullar y a frotarse contra sus piernas con el rabo en alto. No entendía la efusividad de la gata, ¿tan desesperada estaba de compañía? Sólo lo conocía hacía un día, y los gatos no eran los animales más confianzudos que hubiera. El peliverde se arrodilló, y le pasó la mano por el lomo para acariciarla y calmarla un poco, frunciendo el entrecejo cuando la sintió llena de tierra y polvo.
- Oye, ¿en dónde te metiste? Ayer no estabas tan sucia, y no tenemos jardín aquí –Senku miró alrededor, y enseguida notó la ventana entreabierta– Ah, conque fuiste a dar un paseo. Haz lo que quieras, si te quedas o te vas, no eres nuestra de todas formas.
El joven se puso de pie y se fue a su habitación, Kohaku lo siguió. Estaba esperando que le abra una lata de atún, pero parecía que él no tenía esa intención. Entró detrás de él, y se subió al pie de la cama para recostarse ahí, todavía tenía cierta cautela de ponerse demasiado en su camino, no lo sentía muy atento con ella. En vez de ponerse a estudiar con sus libros, lo vio colocar un extraño aparato en la mesa con forma cilíndrica, era metálico, y tenía muchos cables sueltos. Solamente ver cómo se movían esos finos cables llamó la atención de Kohaku, y sus pupilas se dilataron mucho, inmediatamente cautivada por el repentino movimiento. Le hizo acordar a la caza de esa mañana con Tsukasa, solo que esta vez era algo inanimado e inofensivo. Vio a Senku tocar unos botones que estaban conectados a otro aparato, y una luz roja titiló en el objeto cilíndrico. Las orejas de la gata se irguieron hacia adelante, muy curiosa.
Sin poder evitarlo, sus ojos volvieron con suma atención a los cables, y ella adoptó un estado de alerta con todo el cuerpo, apoyando sus patas traseras con firmeza para preparar el impulso. Se movían tanto, repentinamente, era demasiado tentador, una necesidad imperiosa de tocarlo y morderlo. No pudo controlarse más, y se bajó de la cama para hacer una pequeña carrera, y saltar ágilmente al escritorio, atacando con sus patas a su "presa". Lo que no esperaba, era de pronto sentir un fugaz dolor agudo, electrificante, que le hizo poner todos sus pelos de punta por el susto. Rápidamente, Senku apretó un botón cercano, y la luz roja se apagó también, maldiciendo. Kohaku se lamió la pata, pero ya no sentía ese dolor, había desaparecido tan rápido como lo había sentido, había recibido una descarga eléctrica.
- ¡¿Por qué te metes en el medio?! –Protestó Senku, pero la miró con un dejo de preocupación, porque vio que la gata seguía con los pelos parados y respirando aceleradamente.
Kohaku sintió el tono de amonestación, y bajó la cabeza, mirándolo a los ojos. Sentía su frustración, pero no parecía realmente enojado. Luego lo vio sonreír ligeramente, confundiéndola.
- Mírate nomás, eres un peluche estático... Con ese pelaje rubio y la melena así de inflada, pareces una leona –Vio cómo la gata lo miró intensamente ante eso, más bien se había convertido en una estatua estática en ese momento– ¿Qué sucede... te identificaste con "leona"? No tienes nombre, bien podría quedarte ese mientras estés aquí.
La gata parpadeó, al fin viendo una sonrisa sincera y amable dedicada a ella de parte del joven, y se relajó inmediatamente. Sólo para corroborar su instinto y ver si de verdad estaba siendo más aceptada y no seguía enojado con ella, se acercó con pasos lentos, cuidando de evitar por completo aquellos peligrosos cables, y olfateó en dirección a Senku, estirando la cabeza hacia él. El peliverde se quedó quieto, mirándola con curiosidad sin saber por qué de pronto hacía eso, y luego le acercó lentamente el dorso de su mano para que lo oliera. Ella lo hizo, y mirándolo a los ojos se frotó con suavidad contra su dedo, con lo cual luego Senku sonrió más ampliamente y le rascó el cuello.
Esa caricia fue muy estimulante para Kohaku, que levantó la barbilla lo más que pudo para darle mejor acceso a que continúe con esa caricia. No terminaba de entender al joven, por momentos la ignoraba o parecía rechazarla, y por otros se portaba de esa forma cálida y serena con ella. No, más bien siempre era sereno, o daba esa impresión, no lucía como alguien que explotara emocionalmente o fuese apabullante ni demostrativo. Y si lo pensaba bien, en ningún momento la rechazó abiertamente, ni la echaba de su habitación, simplemente "dejaba ser". Percibirlo de esa forma la hizo verlo de una forma más agradable y de confianza. Tal vez no sería como la bola de amor expresivo que era el padre de él, pero tenía su forma de querer y respetar, mucho más calma.
Cuando Senku terminó de acariciarla, ella se movió a un costado del escritorio, y se sentó allí, dejándolo hacer lo suyo tranquilamente, mientras lo observaba. No intentó volver a jugar con los cables ni importunarlo, solamente buscó hacerle compañía silenciosa. Al menos hasta que oyó el tintineo de las llaves en la puerta nuevamente, con su agudizado oído, y se dirigió entusiasmada hacia la entrada. Había llegado Byakuya, que llevaba una caja grande en las manos, y apenas la vio, la saludó con palabras dulces. Ella le maulló en respuesta, luego se frotó contra sus piernas, y apenas él apoyó la caja en el suelo, ella se dispuso a olfatearla con curiosidad.
- Te compré unos regalos, bonita –le dijo el peliblanco, mientras le acariciaba el lomo para saludarla– Mira...
Abrió la caja, y comenzó a sacar su contenido de uno en uno. Le había comprado una camita redonda, esponjosa y calentita; un poste para rascarse, y juguetes como un ratón de peluche y una pequeña "caña de pescar" con una pluma y una pelotita en la punta. También sacó un cepillo, y luego de dejárselo olfatear, se lo pasó por el lomo, y ella se estremeció ante la sensación, aunque de gusto. A continuación, le jugó un rato con la caña, que ella persiguió en intentó cazar como si su vida dependiera de ello. Luego de entretenerla un rato, Byakuya sacó de la caja también una litera, que rellenó con las piedritas higiénicas, reemplazando la precaria caja con papel picado que le había preparado provisionalmente. Y finalmente, sacó una bolsa de alimento, que echó en un cuenco y se lo dio a comer. Olfateando el aroma apetecible, Kohaku se lanzó a comer, de verdad tenía bastante hambre. La textura dura de los bocados y su sabor levemente salado y artificial no le convenció, pero sólo quería llenarse el estómago en ese momento. No dejó ni un granito de comida, y el peliblanco lucía curiosamente satisfecho de verla.
Después de comer, la gata se relamió la boca, y luego se ayudó con sus patas para limpiarse también toda la cabeza, y ya que estaba continuó con todo su pelaje, que lo sentía un poco sucio. Cuando terminó, volvió a la habitación de Senku, y se echó a dormir en la cama. Era cierto que podía estar allí sin preocupaciones, tal como le había recomendado Tsukasa. Quizás si convencía a los dos humanos de que era una gata ejemplar que merecía mucho amor, se cumplía alguna de esas misteriosas condiciones para volver a ser humana más adelante.
Al día siguiente, antes de salir hacia la escuela, Senku le dejó la ventana abierta adrede a Kohaku. Al menos ahora tenía más cosas para entretenerse, aunque sola no tenía la misma gracia, por más que tuviera suficiente comida y comodidades. Por lo que cuando se aburrió de estar sola, salió de la casa y se fue rápidamente a encontrarse con Tsukasa. Curiosamente se lo encontró de camino, a poco de andar. Se saludaron con el "tradicional" olfateo y frotarse mutuamente, y luego buscaron un sitio tranquilo sin transeúntes para ponerse al día.
- ¿Cómo estás, Kohaku? ¿Mejor?
- ¡Sí! Creo que estamos llevándonos mejor con el joven de la casa, y su padre ayer me compró un montón de cosas para gatos.
- Me alegro de escuchar eso.
- Por cierto, ¿qué hacías por aquí?
- A decir verdad, iba a visitarte. Estaba tranquilo con lo que me dijiste, pero me daba curiosidad ver cómo te adaptaste en ese lugar. No conozco casi las casas de humanos, a decir verdad, pocas veces estuve dentro de una.
- ¿Quieres venir a conocer la mía? O sea, la de los que me adoptaron... no están ahora y no volverán hasta la tarde creo, puedes estar tranquilo.
- Claro, gracias Kohaku.
Los dos gatos dieron la vuelta y se dirigieron al departamento, colándose por la ventana. En cuanto entró, Tsukasa miró y olfateó atentamente todo a su alrededor, genuinamente sorprendido. Kohaku, toda contenta, lo guió por la casa, mostrándole las habitaciones, y contándole cuáles eran sus rincones favoritos. Se permitieron un rato de inocente diversión jugando con el ratón de peluche, corriendo y saltando por toda la sala de estar, y luego la gata rubia le ofreció su comida, aunque Tsukasa cuando la probó le dijo delicadamente que prefería la carne de las aves y roedores, se había acostumbrado demasiado a la carne fresca. El gato adoró la sensación de rascarse en el poste, y luego Kohaku le ofreció dormir una siesta cómodo en su camita, ya que él siempre lo hacía a la intemperie, y seguramente no descansaba en profundidad por tener que estar alerta.
Tsukasa dudó, pero luego aceptó, y ella lo tranquilizó diciéndole que iba a estar atenta mientras él dormía, aunque no creía que volvieran los humanos tan pronto. Lo dejó ocupar toda la confortable camita, y él era tan grande que entraba justo. Ella se recostó cerca, contenta de al fin poder retribuirle un poco de todo lo protector y amable que había sido con ella, desde que lo había conocido. El gato de pelo largo durmió profundamente, evidentemente a gusto de poder descansar sin preocupaciones. El sueño le duró poco más de una hora, mientras Kohaku cambió de lugar y se entretuvo mirando por la ventana, disfrutando de los rayos de sol que le calentaban el cuerpo. Tsukasa se despertó por su cuenta, abriendo los ojos adormilado pero satisfecho, y la gata se volvió a acercar a él.
- ¿Descansaste bien? ¿A que esa camita no es de lo mejor?
- Sí, muy bien –bostezó, mostrando sus afilados colmillos– No recuerdo la última vez que dormí así.
- Bueno, cuando quieras serás bienvenido aquí, al menos podrás disfrutar de un rato de tranquilidad y comodidad mientras sea gata.
- ¿No nos estaríamos aprovechando? –Preguntó él, siempre correcto.
- No... ¿de qué? Estas cosas ya están compradas, que duermas un rato o me hagas compañía no cuenta como aprovecharse. Además, me siento más tranquila con poder retribuirte un poco de todo lo que me has ayudado.
- A decir verdad, yo te metí en este problema, más bien estaré en deuda contigo por siempre.
- No digas eso, ni te sientas así, Tsukasa. Vamos a encontrar la forma de que yo vuelva a ser humana, y con eso, te pasaré la información para que a futuro esté disponible para otro humano arrepentido –bromeó.
- Sí, te ayudaré, y será bueno saberlo. Kohaku, debería volver ya, pero te agradezco mucho por el juego y el descanso. Cuídate.
- No es nada, tú también cuídate.
Los gatos se despidieron frotándose nuevamente las cabezas con sus rabos en alto y un suave ronroneo, y Tsukasa saltó a la ventana para irse. Kohaku quedó bastante animada y satisfecha, y decidió dormir ella una buena siesta también. No estaba cansada, pero su cuerpo le pedía dormir curiosamente, debía de ser otro de esos comportamientos gatunos habituales. No fue un sueño profundo, menos de dos horas en total, y no podía evitar estar atenta a los pequeños sonidos que oía a lo lejos, probablemente de la calle. Cuando se despertó, se fue a comer un poco más, y aunque agradecía tener un plato de comida diario, esos bocaditos duros no la terminaban de convencer.
Intentó sobrellevar el hecho de estar sola y aburrida, pero no pudo hacerlo, necesitaba moverse, hacer algo más productivo. En aquella casa no lo iba a encontrar, y apenas era el mediodía, por lo cual los hombres iban a tardar un tiempo más en volver. Salió por la ventana, y quiso comprobar cómo estaban las cosas en su casa familiar, por lo que se dirigió ahí. Para evitar ir por la calle, saltó por los tejados que encontraba, y descubrió que era un camino mucho más rápido y seguro, tenía que decirle a Tsukasa de eso. Era mucho más exigente, pero extrañaba el entrenamiento al que le dedicaba su vida humana, por lo que recibió ese cansancio de buena gana. Cuando llegó a la casa, olfateó el aire y se dio cuenta de que no había nadie dentro, lo que al menos le daba la oportunidad de curiosear y treparse a su querido árbol.
Antes de saltar, un pedazo de tela blanca le llamó la atención, estaba justo al pie del árbol, con una piedra encima. Rebasaba del olor a Ruri, por lo que Kohaku se frotó contra él, extrañando mucho a su hermana. Era extraño que eso estuviera ahí, y una parte de ella pensó que Ruri lo había puesto a propósito para que lo encuentre, no había otra explicación. ¿Quizás era la forma de su hermana de confirmar que Kohaku era esa gata misteriosa que habían echado de la casa, y que luego vio en la ventana por la noche? ¿Sería como una muestra de apoyo, y de tranquilizarla con que de alguna forma entendía que algo había pasado, pero que confiaba en ella? La gata rubia atrapó el suave pañuelo con los dientes, y se lo llevó consigo. Se subió al árbol para saciar su curiosidad, aunque no encontró nada llamativo, solamente lidió con la nostalgia de su hogar y su familia. Sin más que hacer, volvió a su nuevo "hogar".
Dejó el pañuelo sobre su camita, y luego de beber agua para refrescarse, se echó a dormir, esta vez acompañada del reconfortante aroma tan sutil que emanaba de la tela. Un buen rato después, Senku llegó, y ella lo fue a recibir cariñosamente como el día anterior. Para su agrado, esa vez el joven se arrodilló al instante para acariciarla, y ella apoyó sus patas delanteras en las rodillas de él, estirándose lo más posible para alcanzar a olfatear su rostro, y luego frotarse contra él. Cuando Senku le rascó las orejas y la barbilla, ella ronroneó sonoramente, lo que incentivó al peliverde a acariciarla un poco más. Luego se puso de pie, y se fue al dormitorio, a donde ella lo siguió con el rabo en alto.
Para su sorpresa, Senku no se sentó inmediatamente en el escritorio, sino que se recostó pesadamente en la cama, bostezando ampliamente. Curiosa, porque nunca lo había visto relajarse salvo por las noches al dormir, se subió a la cama, y luego se animó a subirse al abdomen de él. Le escuchó soltar un quejido, pero no la quitó de encima, por lo que Kohaku dio unos pasos más sobre él hasta alcanzar su pecho, donde se recostó apoyando sus cuatro patas sobre él.
- Pesas, leona –le dijo sin mucha convicción, y se le quedó mirando– Pero es absurdamente relajante, de alguna forma.
Senku no había tenido gatos antes, solamente conocía un poco los que eran mascotas de sus conocidos, que en general eran felinos bastante orgullosos y que apenas aceptaban algunas caricias. Por eso le sorprendía tanto que esa gata rubia que apenas lo conocía hacía unos días, fuera tan mansa y cariñosa. Seguramente era una gata extraviada, pero no había visto carteles de que se había perdido y la estaban buscando. Su padre iba a poner algunos, pero para buscar a su dueño, más bien. Y si nadie se la reclamaba, era bastante probable que se quedara con ellos, Byakuya se había asegurado de eso al comprarle todas esas cosas el día anterior.
Esa tarde tenía una tutoría en la casa de Xeno, todavía faltaban un par de horas. Podía aprovechar para levantarse y estudiar un poco, pero algo dentro de él no se animó a hacerlo cuando vio que la gata estaba encima de él con los ojos cerrados. Era como si le diera pena quitarla de ahí, aunque sabía que era una pérdida de tiempo sólo echarse en la cama sin más, tampoco podía quedarse dormido. Resopló resignado, y se permitió quedarse un rato más así, no era tan grave relajarse un momento.
Lo curioso fue que cuando su padre llegó, Kohaku no fue a recibirlo, sino que siguió encima de Senku. El joven pensaba usar esa excusa para levantarse de una vez, pero no iba a funcionar al parecer. Como la habitación de Byakuya estaba más al fondo en el departamento que la de su hijo, y la puerta del dormitorio estaba abierta, el peliblanco miró de reojo dentro para saludarlo, y se detuvo sorprendido inmediatamente. Luego sonrió maliciosamente y entró en la habitación, hablando con un tono cómicamente dramático.
- ¡Aah, así te quería agarrar, hijo!... yo sabía que tarde o temprano ibas a ceder.
- ¿Qué dices, viejo? –replicó un tanto molesto de la expresión burlona de su padre.
- Que pretendías mostrarte indiferente a la linda gatita, y ya la tienes encima y no te atreves a levantarte para no quitarla, ¿no?
- ...
- ¡Lo sabía! ¡Lo sabía! –Rió con ganas y un dejo de burla– Eso les pasa a todos los negadores, "yo no voy a encariñarme con ese animal que no busqué tener"... y mírate nomás ahora.
- No me vengas con eso, el que se gastó un dineral en comprarle todas esas cosas a la leona fuiste tú, ni que yo la estuviera consintiendo. Sólo me acosté y se subió encima.
- Pero ahí está todavía... Espera, ¿dijiste "leona"? –Su sonrisa diabólica se amplió, así como el brillo en sus ojos– ¿Incluso ya le pusiste nombre? Oh...
- No... Mierda, eres imposible, viejo. No fue adrede, ayer estaba trabajando en mi prototipo de cohete, y la tonta quiso jugar con los cables cuando estaba enchufado, y le dio corriente. Como se le pararon todos los pelos, le dije que parecía una leona... y me miró atenta, como si le hubiera gustado, tal vez se llamaba así.
- Hmmm ya veo, ya veo... ¿o sea que además ya le hablas y consideraste ponerle un nombre que pareció gustarle? Admítelo hijo, perdiste completamente contra ella.
- Viejo, te lo advierto...
- "Leona"... –lo interrumpió, como si no lo hubiera escuchado protestar– No suena mal, es rubiecita como una, aunque es la leona más dulce y mimosa, excepto cuando juega, ahí parece sacar su naturaleza feroz, ¿no, michi bonita?
Finalmente, cuando Byakuya se acercó un poco más y usó un tono más dulce e infantil, Kohaku lo miró, y se sintió atraída por la energía cariñosa que emitía el hombre. Se levantó y se bajó del pecho de Senku, y el hombre la alzó en sus brazos para sostenerla como a un bebé, y le acarició y rascó los "mejores puntos", lo que la hizo ronronear de forma muy audible.
- ¿Quieres jugar un poco, leoncita? De seguro te aburriste bastante sola –Le dijo Byakuya.
Senku aprovechó para levantarse, y cuando miró el reloj, se dio cuenta que todavía tenía un rato más, por lo que decidió estudiar un poco. Su padre se llevó a la gata para jugar, y al fin quedó solo y tranquilo en su habitación. Como el relajo con la gata lo había adormilado un poco, calculó el tiempo para darse una ducha antes de salir. Mientras se estaba bañando, oyó la voz de Byakuya.
- ¡Hijo! Vas a la casa de Xeno, ¿verdad?
- Sí, viejo –le contestó, alzando su voz.
- Tengo que devolverle un libro que me prestó, ¿me haces el favor de llevárselo?
- Claro, mételo en la mochila.
- Genial, gracias Senku.
Luego de secarse y vestirse, el joven estaba listo para salir, por lo que fue a agarrar su mochila. Estaba un poco abierta, y se iba a quejar con su padre por no cerrarla bien, pero se ahorró las palabras. Cuando la levantó, estaba más pesada de lo que esperaba.
- Maldición, ¿acaso puso dentro el tratado completo de astrofísica? Viejo aprovechado, no es ni un milímetro gracioso que me haga cargar con esto –Murmuró molesto, pero se colocó la mochila al hombro y se fue a la casa de su tutor.
No estaba tan lejos, unas ocho cuadras, por lo que pudo soportar el recorrido, aunque estaba seguro que la espalda le iba a doler un poco después. Tocó el timbre de la casa, y Xeno le abrió la puerta y lo saludó con una fina sonrisa. El científico tenía siempre un porte digno y elegante, con su pelo blanco echado hacia atrás dándole un curioso volumen en la parte superior de la cabeza, que sin embargo le lucía muy bien. A pesar de vivir con un gato, nunca se le podía encontrar ni una pelusa en su impecable vestimenta. A Senku le parecía curioso que ni siquiera se saque los lustrosos zapatos formales en su propia casa, pero consideraba que era por sus costumbres occidentales, además de recibir a su alumno con propiedad.
- Buenas tardes, Senku. ¿Cómo estás?
- Hola, Xeno. Bien, con unos pequeños cambios en mi casa, pero todo en orden.
El científico lo invitó a pasar con un gesto de su mano, y Senku apoyó la mochila en el suelo, junto a la mesada que utilizaban para estudiar, aliviado de librarse del peso en su espalda. Unos segundos después, el gato gris apareció, caminando dignamente hacia él. Tenía ese "ritual" de olerlo y luego mirarlo fijo, siempre, como si lo estuviera aprobando de dejar entrar en su casa. Pero esa vez su atención se dirigió súbitamente a la mochila del joven, y sus pupilas se dilataron. Senku lo miró con curiosidad, ya que no era un objeto nuevo, era la mochila que siempre usaba para ir a esa casa. Stan olfateó intensamente toda la mochila, hundiendo su hocico en la tela, y rascándola con una pata.
- Oye, ¿qué haces? Deja en paz mi mochila –Lo echó sacudiendo la mano hacia él, y el gato lo miró bajando sus orejas y siseando, sin apreciar el gesto– ¿El atrevido eres tú, y tienes el descaro de sisearme a mí?
- ¿Tienes algo especial ahí? –Preguntó con curiosidad Xeno, que también le había sorprendido la insistencia de su gato.
- Un libro que mi padre me pidió que te devuelva, pero dudo que tenga un olor tan particular.
- Stan, ven aquí –Lo llamó Xeno, haciendo sonar sus dedos. Su gato lo miró, pero luego de pensarlo mejor, volvió su atención a su mochila– Stan...
El científico respiró hondo, sabía que su gato se pasaba de orgulloso y territorial, aunque solía ser muy obediente y cuidadoso. Como no insistió en rascar la mochila nuevamente, lo dejó estar, además de que no quería demostrar que su propio gato no le prestaba atención. Pero de pronto vio que la mochila se "movía", o mejor dicho, algo dentro de la mochila lo hacía, a pesar de estar quieta en el piso firme de madera.
- Senku... ¿por qué se mueve tu mochila?
- ¿Qué? –Preguntó, mirando a su maestro como si estuviera loco.
- Tu mochila. Algo se mueve dentro. Ahora entiendo que Stan estuviera comportándose extraño.
¿Que algo se movía? Si bien al principio le pareció algo ridículo, apenas miró su mochila, pudo confirmar que era verdad, y no tardó en hacer conexión con qué –o quién– podía estar ahí. Cerró los ojos con fastidio, maldiciendo interiormente por no haberla revisado antes cuando la vio un poco abierta y estaba demasiado pesada, se había confiado, y su falta de costumbre a tener animales lo descuidaron por completo.
- Ah, diez billones por ciento seguro que sé de qué se trata. Perdón, Xeno, tenemos visita... ¿recuerdas que dije que "algo cambió" en mi casa? –El científico asintió, frunciendo el ceño– Bueno, este es el motivo.
Abrió su mochila, e inmediatamente una bola de pelos rubia salió de allí, con los pelos parados de los nervios y la confusión.
- ¿Qué hace un gato en tu mochila? ¿No comprobaste que había algo raro antes de salir?
- No lo noté, Xeno. Mi viejo dijo que tenía ese libro para ti, supuse que eso era el peso extra... un libro muy grande, claro, pero viniendo de ti, era muy posible. No maulló ni se movió, no estoy acostumbrado a tener un gato.
Kohaku, apenas vio a Senku, corrió hacia él, e intentó trepársele. Él la agarró debajo de las axilas, dejando su cuerpo colgar.
- Ah, no, leona, tú te metiste en el problema, ahora no vengas a buscar consuelo. Mira, ahí tienes alguien para entretenerte –Le dijo, apoyándola en el suelo, frente a Stan.
- No sé si es prudente que sueltes a tu gata en una casa ajena y con otro gato. Son animales territoriales y no se conocen, podrían pelear...
- En realidad sí se conocen, rescaté a esta gata del medio de una pelea entre el tuyo y otro enorme que es del barrio, aunque vive en la calle.
- Stan no sale a pelear con gatos ajenos –Dijo Xeno contrariado, alzando una ceja.
- Xeno, diez billones por ciento seguro que no miento, y sé lo que vi. Era tu gato, estaban del lado de esa ventana exterior que tienes allí. Debían estar peleando por ella, son gatos machos. Aunque viniendo de ti, seguro no hay de qué preocuparse, lo debes haber castrado ya.
El científico miró a un costado, apretando los labios, lo que era un claro signo de que no era como Senku pensaba. Su alumno abrió mucho los ojos, sin poder creerlo.
- Con lo meticuloso y obsesivo que eres, ¿no castraste a tu gato? Lo tienes hace más de un año.
- Lo intenté, Senku... pero no se deja. Es extraño, pero es como si supiera cuando pretendo llevarlo al veterinario, entonces es difícil encontrarlo, y cuando lo hago, se comporta como una fiera.
- ¿Cómo le haces los controles entonces?
- Llamo a un veterinario a domicilio para que lo revise y vacune. Y ahí se deja bastante, aunque se asegura de poner sus límites de alguna forma. Pero una cirugía requiere otro espacio y equipamiento.
- Ya veo... con que "sabe", ¿eh? Es interesante, aunque no tiene mucha lógica, no es como si pudiera leerte el pensamiento. Ahora... ¿eres consciente de que, si parece que ya intentó algo con esta gata, y de que suele salir sin que lo sepas, debe haber dejado una considerable descendencia felina en el barrio?
Xeno abrió los ojos horrorizado, y miró a Stan inmediatamente, que le devolvió una mirada cautelosa. Carraspeó, y se acomodó mejor en su silla.
- No podría descartarlo, pero tiene que coincidir exactamente que la gata hembra esté en celo para que eso suceda, de otra forma no intentan reproducirse. Y no he visto muchas gatas cerca o por el barrio, ni un aumento considerable de cachorros, por lo cual me inclino a pensar que no es así como sugieres.
- Claro, pero sí que existe la posibilidad... bueno, suficiente de hablar de gatos, ¿podemos empezar? Dejémoslos que hagan lo suyo, y si se pelean o hay que separarlos, ahí actuaremos. No los oí gruñéndose todavía, así que quizás no suceda nada. Quién sabe, quizás tu gato galán no quiera hacerle daño, o perdería todas sus posibilidades de intentar dejar su linaje genético "elegante"
- Basta, Senku –Lo silenció Xeno, aunque con una pequeña sonrisa divertida, de alguna forma estaba ligeramente orgulloso de esa idea– Stan sí es un gato elegante, se comportará, ya verás.
- Sí, dile otra vez "Stan, ven aquí", a ver si funciona esta vez –se burló.
- Espero que, ya que tienes tanta disposición para humoradas a costa mía, tengas algo exponencialmente más interesante que decir de tus avances científicos.
- Por supuesto, a eso vine. Ya te dije que no esperaba que la gata se metiera aquí. Byakuya le presta mucha más atención, él la dejó entrar a la casa.
- ¿No la habías rescatado tú?
- Sí, yo la saqué del medio de la pelea, pero después eligió seguirme, y no pensaba dejarla entrar a mi casa. Pero el viejo es blando y se apiadó, y desde hace unos días ya está con nosotros.
- Ya veo. Bueno, comencemos con lo nuestro de una vez.
Los dos científicos, maestro y alumno, se dispusieron a comenzar la tutoría, que estaba destinada a que Senku presentara una carpeta con un innovador proyecto astrofísico, lo que le garantizaría una beca en la universidad de Tokio. La universidad era pública, pero él necesitaba fondos para sus investigaciones y prototipos, además de mantener funcional y moderno su equipamiento para hacer dichas cosas. Por su parte, los gatos quedaron "a su suerte", y Stan se acercó a Kohaku con ese paso gatuno tan lento y firme, característico suyo.
- Vaya, vaya... parece que repensaste mi oferta, gatita Kohaku. Viniste directamente a mi casa, nada mal.
- ¡Ja! Te crees tanto... no fue así, para nada, ni siquiera sabía que iba a venir aquí.
- Y sin embargo aquí estás. El destino, lo llamo yo, o segundas oportunidades.
- ¿Tienes la desfachatez de hacerte el seductor otra vez, cuando intentaste atacarme?
- ¿Atacarte? ¿Cuándo? –Preguntó confundido, sentándose.
- ¡¿"Cuándo"?! Luego de que te rechacé la otra vez, te pusiste intimidante de pronto, parecías otro... y si Tsukasa no intervenía para ayudarme, estaba segura de que de verdad me ibas a lastimar. La pelea de ustedes fue salvaje.
- Oh... lo siento. No lo tengo claro –No lucía del todo arrepentido, pero se detuvo a pensarlo.
- ¿A qué te refieres? –Preguntó con recelo.
- Es como un recuerdo borroso. Creo que me suena familiar lo que dices, y que apareció de la nada el gato marrón mágico... pero es como si no pudiera atar todos los cabos, tengo lagunas.
- Eeh... ¿de verdad? –Recordó que Tsukasa le dijo algo de que podría pasar que no recordara comportamientos instintivos, y eso la hizo sentir un poco más de lástima, en lugar de mantenerse a la defensiva.
- Sí. Algunas veces me pasa, cuando salgo de esta casa. No mucho, o más bien nunca nadie me cuestionó antes al respecto. ¿Me perdonas, gatita? –La miró intensamente con sus ojos zafiro.
- No lo sé. Depende cómo te portes conmigo.
- Oooh, estoy a prueba entonces. Nada mal –Se volvió a apoyar en sus cuatro patas, e irguió el rabo– Bueno, déjame compensar las molestias, sígueme.
- ¿A dónde vamos? –Le preguntó, sin seguirlo.
- No me arruines la sorpresa, gatita. Pero estoy seguro que te va a gustar. Nuestros humanos están ahí, tienes esa seguridad de que no te pasará nada, aunque dudes de mí todavía.
- Hmmm... de acuerdo.
Finalmente, Kohaku lo siguió, dejándose guiar por él. Tanto Xeno como Senku los miraron sorprendidos, porque les había parecido oírlos hacer algunos soniditos como maullidos suaves, y aunque la gata rubia había bajado sus orejas y estaba un poco rígida, no se habían enfrentado. Stan guió a Kohaku a la cocina, donde tenía su cuenco de comida.
- Prepárate para disfrutar una exquisitez que no habrás probado nunca. Come, todo tuyo.
- ¿Vas a comprar mis disculpas con comida?
- Es un comienzo –Stan le contestó con lo más parecido a un guiño de ojo que un gato podía imitar.
Sin estar del todo convencida, pero atraída por un delicioso aroma, se acercó al cuenco de comida. Probó un bocado, y se le hizo agua a la boca. Era como comer pollo, jugoso y blandito, pero en comida procesada, infinitamente más delicioso que los bocados de comida seca. No podía detenerse, y se confió en el "todo tuyo" que le había dicho Stan. Limpió el plato hasta lamerlo, y recién luego se sintió culpable de habérselo devorado todo. Siempre había sido de buen comer, pero no había tenido ni un poco de recato esa vez. Sin embargo, el gato gris parecía satisfecho.
- Te preguntaría si te gustó, pero creo que el plato reluciente me dio la respuesta.
- Perdón... no me di cuenta. Estaba exquisito de verdad, y...
- Te dije que te lo dejaba todo. ¿Quieres repetir?
- ¿Eh? Hmmm... ¿Se puede? No, no... no debería, es tu comida, olvídalo.
- No te preocupes, Kohaku. Me gusta ver a las gatitas disfrutar –añadió con un ronroneo.
- No te vas a rendir, ¿verdad?
- No, la esperanza es lo último que se pierde. Pero es divertido. O te "ríes" de mí, o conmigo... ambas me sirven, si es para entretenerte. Ya no me miras feo, al menos.
- ¿Siempre fuiste así?
- El humor siempre fue parte de mi vida, en especial el ácido y el provocador. Era muy entretenido sacar a las personas de su zona de confort. Espera un momento, voy a buscar tu segunda porción.
Stan saltó a la mesada de la cocina, y de ahí a la parte superior de una alacena. Con habilidad, abrió la puerta y se coló dentro, y cuando salió, lo hizo con un paquete de comida en la boca. Saltó luego al piso, y trotó animado hacia donde estaba Xeno. Se subió al escritorio, y se lo soltó arriba de las hojas que estaba leyendo el científico.
- ¿Cómo sacaste eso...? –Preguntó Xeno, mirando a su gato con los ojos entrecerrados– Ya te puse tu comida, Stan, espera a la noche.
Sintiendo la negativa, Stan apoyó su pata delantera en el brazo del hombre mientras le maullaba de forma lastimera, algo que nunca fallaba para ablandarlo. Xeno respiró hondo, y lo miró fijo, y el gato le devolvió la mirada sin pestañar. Luego hizo algo que seguro convencería a su humano: Volvió a agarrar el sobrecito de comida, se acercó a Kohaku, y lo soltó delante de ella, y lo miró otra vez.
- Diez billones por ciento seguro que nunca vi a un gato ser tan expresivo y claro con sus intenciones –Murmuró Senku, sorprendido– ¿Tú le enseñaste eso?
- No... –Contestó Xeno boquiabierto, aunque se lo notaba exudar orgullo en cada poro– Te dije que es un gato muy elegante, y siempre me pareció muy inteligente. La pregunta es también cómo sabe que tu gata tiene hambre. ¿La alimentas bien?
- Mi viejo le compró la bolsa de comida, y hasta ahora no se lo vi vacío ni nos estuvo maullando rogando por comida, come normal.
Xeno se levantó, y fue hacia el cuenco vacío de su gato, mirándolo extrañado. Stan le había susurrado a Kohaku que le pusiera su mejor mirada de lástima y anhelo, por lo que el científico se encontró de frente a dos gatos educadamente sentados, mirándolo con los ojos muy abiertos y las pupilas dilatadas, relamiéndose el hocico. Eso fue demasiado para él, y resignado por la derrota abrió el sobrecito de comida y lo puso en el cuenco. El golpe de gracia fue que los dos gatos le maullaron y se frotaron contra sus piernas ronroneando, lo que provocó que Xeno se entregara completamente a la extorsión emocional y fue a la alacena a agarrar otro sobrecito, que lo volcó en otro cuenco, para que cada gato tuviera uno. Pensaba pasar desapercibido, pero se encontró a Senku parado contra el marco de la puerta, con una sonrisa burlona que ocupaba toda su cara, aunque no se atrevió a decirle nada.
Los gatos comieron felices, disfrutando de su fechoría, y se cuidaron de limpiar completamente el cuenco, para mostrarse agradecidos. Kohaku quedó repleta y muy satisfecha, se había comido una porción y media de esa deliciosa comida, pero había valido completamente la pena. Ya con eso consideró perdonado a Stan, aunque jamás se lo iba a confesar, era demasiado orgullosa para admitirlo en voz alta. Se relamió y limpió el hocico meticulosamente, a la par del otro gato.
- Tienen para rato esos dos, no vendría mal una siesta. Oh, mira, te va a encantar esto.
Decidido a mostrarle todos los lujos con los que su humano lo consentía, la guió a la sala, donde en un rincón había un enorme "árbol" para gatos, una mezcla entre rascadores de varios "pisos" de altura, un cubo gigante para acobijarse, y también una gran y cómoda cama acolchada en lo más alto, como la de Kohaku, pero casi el doble de amplia. La gata miró eso fascinada, de verdad que Stan no se privaba de comodidades y privilegios gracias a su humano.
- Es... increíble. Lo había visto en los negocios que vendían artículos para mascotas, pero verlo ahora como gata... es como una mansión.
- Yo pensé lo mismo cuando lo vi por primera vez. Nada mal, nada mal. ¿Entiendes por qué te digo que me porto como un buen gato? Creo que ese hombre hasta está feliz de gastar un dineral en mí. Ah, y la frutilla del postre, mira.
Stan se trepó para alcanzar una pelotita que colgaba, que parecía tener unos pequeños agujeros. Cuando la golpeó con la pata, unas partículas verdes cayeron de ahí, como hierba seca. Repitió la acción unas veces más, mientras Kohaku miraba curiosa. Luego bajó al piso, y le dijo a la gata que se acerque.
- ¿Qué es...? ¡OOOOOOOOHHHH!
Sin poder contenerse, apenas olfateó aquella hierba, Kohaku se desesperó de gusto, y se echó al suelo, frotándose y girando de un lado a otro, extasiada. Stan movió la cola, luciendo otra de sus expresiones orgullosas y satisfechas, y también cedió al placer de refregarse contra aquella hierba tan adictiva para los gatos, aunque con menos desesperación.
- ¿Qué es esto? No puedo parar, me encanta... –ronroneó Kohaku.
- "Catnip", o hierba gatera, ¿nunca oíste de eso? Es una planta natural, sana, muy atractiva para los gatos. Es como estimulante y relajante al mismo tiempo, te reanima hasta el alma.
- Ah, creo que sí lo conozco. Pero sólo la conocía como un pasto que venden en pequeñas macetas.
- Sí, bueno, es lo mismo, pero seco... y mucho más potente, concentrado. Tranquila, gatita, aunque te entiendo, las primeras veces es mucho más efectivo, luego te acostumbras un poco. Creo que con esto ya hice buena letra como para que me perdones por haberte asustado el otro día, ¿qué dices?
- Hmmm... bueno. Sería muy desagradecida si dijera que no.
- Muy bien, gracias. ¿Dormimos una siesta ahora?
- ¿"Dormirmos"? Espero que eso sólo signifique que vamos a dormir al mismo tiempo, tú en un lado, yo en el otro.
- Aburrida. Lo dices porque no conoces todavía lo bueno que es dormir acurrucados compartiendo calentitos el espacio.
- Y tenías que arruinarlo... me arrepiento de haberte perdonado. Lo hiciste todo para que baje la guardia contigo.
- Oye, gatita, me insultas –Le dijo bajando las orejas– ¿Por qué tienes que pensar lo peor? ¿Qué tiene de malo sólo dormir una siesta? Lo vuelvo a decir, están nuestros humanos ahí, el que va a salir perdiendo si me propaso contigo soy yo. ¿Acaso no duermes con tu humano?
- Sí... pero es distinto.
- Claro, para él es distinto, porque cree que eres una gata normal. Pero si te pones a pensarlo, estás durmiendo desnuda encima de él, y tú sabes que es un humano, y tú también lo eres mentalmente... la mayoría del tiempo. Dejas que te acaricie, te toque...
- Lo haces sonar pervertido.
- Puede ser, pero más bien para darte a entender que es lo contrario. ¿Nunca viste que los gatos duermen muchas veces juntos y encimados? Los humanos tienen frazadas para taparse y acobijarse, nosotros no, más allá de nuestro pelaje natural. Dormir con otro gato, es como tener una cobijita.
- No te detienes hasta lograr lo que quieres, ¿verdad?
- Diría más "hay que probar primero, juzgar después". No te voy a obligar, sólo te quiero mostrar las buenas cosas de la vida animal, por si te arrepientes de volver a tu vida humana. ¿No dormiste con el gato marrón... Tsukasa, le llamas?
- No. Es decir, hemos dormido cerca, pero ni siquiera me propuso hacerlo tan juntos.
- ¿A la intemperie?
- Sí...
- Qué cruel. Pero él es él, yo soy yo. Mira, te doy una idea. Yo me acuesto primero, y te pones luego donde quieras. Si dices que es más cómodo dormir sola por tu cuenta, tienes el resto de este árbol rascador para acomodarte donde prefieras, no voy a insistir. ¿Qué dices?
- Hmmm...
- Bueno, como quieras.
Stan trepó rápidamente hasta llegar a la camita acolchada de la punta, y luego de dar una vuelta sobre sí mismo, se recostó en forma de ovillo. Kohaku se quedó allí, considerando la situación. Los hombres estaban enfrascados en lo suyo, y no podía molestarlos. Recordaba que dormir con Senku era de verdad calentito y cómodo, y lo hacía mucho más relajada y profundo que sola, era muy acertada la comparación con la cobija. No tenía mucho que perder, y Stan había demostrado buenas intenciones, por lo que lo estaba tomando como un amigo más, y más confiable que la primera vez. Trepó también, y el gato gris no se inmutó cuando ella se recostó cerca, detrás de él, haciéndose también un ovillo.
Tanta comida le había dado sueño, eso era innegable, y no tardó mucho en relajarse. Se fue acomodando mejor, y terminó apoyando la cabeza en el lomo del gato. Era como una almohada muy calentita y esponjosa, tenía que admitirlo, y sus ojos se fueron cerrando hasta que se durmió. Cuando volvió a abrir los ojos, lo hizo porque sintió una mano recorriendo su pelaje.
- Qué buena vida, leona, y qué aprovechada eres... le comiste la comida a tu nuevo amigo, y ahora le usurpas la cama y hasta te pones encima.
Kohaku bostezó para despertarse, habiendo escuchado la voz de Senku. Se estiró ampliamente, y sin darse cuenta estaba empujando a Stan con sus patas, como si quisiera quitarlo de la cama. Luego el otro hombre entró en su campo de visión, luciendo una suave sonrisa.
- Tu gata tiene unos ojos muy especiales, nunca había visto algo así. Es muy bonita y elegante también.
- Ah, sí, me parecieron un tanto peculiares. ¿Quieres sacarla de ahí? No sé cómo reaccionará el tuyo, y tengo que volver con ella... no sé si querrá entrar voluntariamente de nuevo.
- No vas a meterla en esa mochila otra vez –lo amonestó– Puedo prestarte la caja transportadora de Stan, me la devuelves la próxima vez que vengas, no la suelo usar.
- Sí, gracias. Será mejor para ella, diez billones por ciento seguro.
Xeno le acarició con suavidad el entrecejo a la gata, y luego le acercó la mano para que se la olfateara. Cuando lo hizo, extendió esa misma mano bajo las axilas de ella, mientras con la otra la levantaba y sostenía desde la base de la columna. Cuando la sacó con seguridad, mantuvo el apoyo inferior, mientras la mantenía segura contra su pecho, y la otra mano la usó para acariciarla y tranquilizarla, aunque se la veía relajada.
- Nunca la sostuve así –admitió Senku.
- Es como cargar a un bebé. Bueno, nunca cargué a un bebé, pero por lo que se puede ver es similar. Leí en un libro de gatos que es importante que sientan una base en las patas traseras, es decir que no las tengan colgando en el aire. Y con la otra la puedes asegurar y mantener quieta.
- ¿Te compraste un libro de gatos? –Preguntó Senku con una media sonrisa.
- Por supuesto, no tenía experiencia en criar uno. Stan no es como el gato promedio, pero sí me sirvió como guía, sobre todo para conocernos y que confiara en mí sin tener miedo. ¿Conoces las mejores zonas para acariciarlos?
- No realmente, me centro en la cabeza, y pasarle la mano por el lomo.
- Está bien, pero la mayoría de los gatos tienen tres puntos débiles que suele gustarles mucho. Sin contar la barbilla, aunque sólo la levantan cuando están relajados y confían en ti. Mira, te muestro –Se sentó en la silla, y dejó a Kohaku sobre su regazo– Conviene comenzar por las zonas más seguras para que se acostumbren, detrás de las orejas y las mejillas.
Xeno comenzó a hacerle pequeños masajes circulares con sus índices y pulgares, y la gata inmediatamente entrecerró los ojos relajada, y empujó la cabeza hacia la mano de él, buscando más de ese contacto.
- El cuello luego les suele gustar, y la idea es llegar a la parte en que comienza la espalda, justo entre medio de los omóplatos.
En cuanto Xeno apoyó sus dedos allí y comenzó a masajearla, Kohaku adoptó una posición mucho más erguida, arqueando el lomo hacia arriba. Se la podía ya oír ronronear suavemente, y con sus patitas delanteras comenzó a amasar los muslos del científico. El científico sonrió ante eso, y continuó.
- Toda la espalda es un buen lugar para acariciar y masajear, pero el punto débil que más suele estimularlos es aquí, justo antes de que empiece el rabo, en la base de la columna vertebral y donde sientes los huesos de las caderas. Si levanta mucho la cola puedes continuar, y si ves que estira las patas traseras, mejor, te está pidiendo más.
Cuando Xeno comenzó a masajear y repiquetear allí sus dedos, la gata inmediatamente levantó el rabo y extendió las patas traseras, tal como él había dicho. Senku miraba con una sonrisa divertida, notando cómo disfrutaba ese contacto. Él no había hecho más que pasarle la mano por el lomo o rascarle las orejas, y aunque ella lo disfrutaba, esto que le mostraba su maestro estaba a otro nivel.
- Bueno... hay algo más, pero no a cualquier gato le gusta, Stan me muerde cuando lo intento, pero se lo vi hacer a un amigo con su gato, y le encantaba. En esta última zona, aunque también puede ser desde la mitad de la espalda hacia abajo, si tu mano es grande, darle unas palmaditas rápidas y seguidas, como si estuvieras aplaudiendo con una sola mano. ¿Puedo probarlo?
- Claro, además si te muerde será problema tuyo.
En cuanto Xeno abandonó las caricias, Kohaku lo miró con cara de reproche, pero él rió suavemente, y comenzó a probar ese toque mucho menos delicado. La gata se tensó inmediatamente, pero no de una forma negativa, y en su lugar, bajó la parte delantera de su cuerpo hasta apoyarlo en el muslo del hombre, aferrándose con sus garras, pero sin lastimarlo, mientras mantenía erguidas las de atrás, dándole una forma triangular a su cuerpo. Levantó la barbilla un poco más, cerrando los ojos y ronroneando sonoramente.
- Ah, mira nada más. Eres todo un experto, Xeno. Lo está disfrutando y todo, no cabe duda.
- Depende del gato, pero tu "leona" parece mansa, se deja sin problemas. Otros se pueden poner un poco rígidos y no se relajan tanto, es cuestión de ir hasta donde te lo permitan, no insistir. No te recomiendo que les toques la barriga o las patas, a muchos no les gusta... aunque hay excepciones.
- ¿Quieres probar con ella? Estás de racha.
- No, no quisiera tentar a mi suerte. Prefiero que se quede con una buena imagen, y no que termine mal. Con los gatos hay que saber cuándo detenerse, y siempre volver a las zonas seguras.
Repentinamente, Xeno soltó un quejido de dolor, pero no había sido por un ataque de Kohaku, sino de Stan. Sigilosamente, el gato se había acercado mientras los dos hombres se concentraban en la otra, y le mordió con fuerza el talón. Sus ojos azules lucían más amenazantes y acusadores, y tenía las orejas bajas.
- ¿Qué te sucede, Stan? Ni te estaba tocando –Lo reprendió Xeno, con un tono enojado.
- Creo que más bien ese era el problema. ¿Es celoso?
- No podría decirlo, porque nunca acaricié a otro gato delante de él. Y debería ser celoso con alguien que me toque a mí, o querer echar a la gata de mi regazo, si es posesivo... no al revés.
- Entonces me parece más bien que no le gustó que hagas tan feliz a su nueva amiga –se burló Senku– Pobre orgullo herido de gato macho "entero".
La idea le pareció divertida a Xeno, que rió suavemente, y eso pareció molestar aún más al gato, que comenzó a sacudir la cola enérgicamente de un lado a otro. Para provocarlo un poco más, y como venganza por el mordisco, el peliblanco lo miró mientras seguía acariciando a la gata, que curiosamente parecía compartir la malicia de Xeno, ya que también miraba al gato gris mientras amasaba con sus patas delanteras las rodillas del científico. Eso pareció terminar de molestar al gato, que, aunque tenía una expresión de estar a punto de atacar a su dueño, con las pupilas dilatadas y una mirada dura que no se perdía movimiento alguno, decidió irse orgullosamente, dándole la espalda.
- Oooh, vamos Stan, qué exagerado... –sonrió Xeno burlón– Dime si no es verdaderamente un gato elegante, Senku.
- Lo es, aunque creo que te ganaste unos días de que te haga la ley de hielo.
Pero Stan en realidad no estaba dispuesto a retirarse sin pelear, tenía muy bien pensado darle donde le dolía a su humano, por haberse burlado de él. Asegurándose de estar a la vista de Xeno, se subió a una silla, donde estaba colgado el saco del traje del hombre, e irguiendo su cola, soltó un amplio rocío de orina sobre la ropa, mirando desafiante una última vez a los ojos negros de su humano, y siguió su camino orgullosamente. Xeno había quedado boquiabierto, horrorizado de lo que Stan había hecho con su traje para cobrarse venganza, y Senku silbó provocadoramente, apenas conteniendo una risa.
- Más que ley de hielo, te declaró la guerra. Ese gato tiene agallas, me cae mejor ahora. Lo peor es que te lo mereces y lo sabes, Xeno. Te lo avisó y tú lo provocaste, hasta yo lo sé, que no leí ningún libro de gatos. Te salió cara la broma. Bueno, es hora de irme, parece que tienes algo que limpiar.
- Sí –gruñó arrepentido– dame un momento que pongo bajo agua mi saco, y te traigo la caja transportadora.
Xeno le pasó a Kohaku a los brazos de su dueño, y se fue maldiciendo en voz baja. Senku la sostuvo tal como le había enseñado su maestro, y la gata se quedó quieta y tranquila en sus brazos, mirándolo a los ojos. Unos minutos después, el científico volvió con la caja, y animaron a Kohaku a meterse dentro, que lo hizo sin mucha resistencia. Luego de agradecerle por todo, Senku se despidió y volvió a su casa. Una vez allí, dejó salir a la gata, y Byakuya le preguntó curioso por la situación. Su hijo le contó todo, y el peliblanco estalló en carcajadas.
- Stan es todo un personaje, sólo le falta hablar. Pobre Xeno, me imagino que se estaba divirtiendo bastante, hasta que le hizo eso.
- Sí, pero se lo tomó medianamente con humor, se hizo cargo de la culpa.
- Es lo justo, está bien. Me voy a hacer la cena, Senku, en una hora cenamos si te parece bien.
- Sí, voy a leer un poco. Gracias, viejo.
El joven se fue a su dormitorio, seguido de Kohaku. Agarró un libro de la biblioteca y se sentó en la cama, contra la pared, cruzando las piernas. Por supuesto que apenas vio ese tentador hueco, la gata también se subió a la cama y se recostó sobre él. Senku sonrió, y la dejó quedarse ahí, mientras leía. Cuando Byakuya anunció que estaba lista la cena, pasó por delante de la habitación y esa vez no hizo acotaciones burlonas, pero estaba satisfecho de verlos así.
Luego de comer, el peliverde lavó los platos, y volvió a su habitación para leer otro tanto antes de dormir. Le resultaba curioso que la gata lo siguiera como una sombra, aunque también se dejaba mimar por su padre, pero luego lo seguía particularmente a él. Cuando se recostó, esa vez la gata rubia no se quedó a sus pies en la cama, sino que se puso al lado del torso de él, pegada a su costado. Senku tenía curiosidad de si esas caricias que tanto le habían gustado de parte de Xeno, podía hacerlas él, y se palmeó el pecho con suavidad para llamarle la atención e invitarla a subirse a él.
La gata, luego de mirarlo, no dudó en subirse y ahí el joven aprovechó para seguir metódicamente los pasos, empezando por las orejas, el cuello, y desplazándose lentamente. Tal como había reaccionado con su maestro, ella comenzó a ronronear y amasar con sus patitas delanteras, muy a gusto, y cada vez que Senku se detenía, ella buscaba las manos de él para empujarlas con su cabeza, pidiendo más caricias. Eventualmente se fue recostando y relajando tanto, que se durmió encima del peliverde, que también cayó dormido a pesar del constante peso en su pecho, que sin embargo era muy cálido, y la reverberación del ronroneo también lo había relajado a él.
Al despertarse, la gata ya no estaba encima suyo, y se sorprendió de que una parte de la mente de él se desilusionó un poco de eso. Alzó una ceja, burlándose interiormente de sí mismo, sería el hazmerreír eternamente de su padre. Se vistió y se fue a desayunar, donde la encontró comiendo, cerca de Byakuya que estaba preparando todo. Cuando terminaron, se fueron a al trabajo y a la escuela, dejando a la gata sola como era costumbre. Esa vez ella no perdió oportunidad, y salió unos minutos después a buscar a su amigo gatuno. Lo encontró en el paredón, había extrañado verlo ahí como cuando lo había conocido. Lo invitó nuevamente a su casa, y él aceptó. Fueron por los tejados juntos esa vez, por pedido de Kohaku, y Tsukasa admitió que también era una buena ruta, sólo que él solía ir por las calles para "vigilar" su territorio en todo momento.
Llegaron a la casa, y se entretuvieron jugando como la otra vez, con el ratón de peluche, y "peleando" ellos mismos, como un entrenamiento amistoso, para que Kohaku siga mejorando su habilidad gatuna. Cuando se cansaron, ella le contó del día anterior y todo lo de Stan, además de su dueño, muy habilidoso con las caricias, y la evidente escena de celos orgullosos del gato gris. Tsukasa la oyó atento y entretenido, aliviado de saber que el gato se había comportado bien con ella, y que no tendría que hacerle una "visita" para ponerlo en su lugar.
Kohaku se quedó con la intriga de lo de la siesta conjunta, y le preguntó al gato marrón. Él le contestó que sí era cierto, y que más de una vez, en especial en los días fríos, veía gatos del barrio que incluso apenas se conocían durmiendo amontonados. Simplemente era una cuestión de seguridad, además de comodidad, en lugar de dormir solos y desprevenidos, más vulnerables a un ataque repentino. Eso, sin contar el gusto de dormir acurrucado con el calor corporal del otro, lo cual era agradable de vez en cuando para la personalidad independiente de la mayoría de los gatos. Cuando oyó eso, se relajó y se sintió un poco culpable por desconfiar tanto de Stan, aunque en su defensa, él ya le había dicho que no era tampoco un santo cuando vivía como humano. Kohaku le volvió a ofrecer a Tsukasa dormir en su camita para que descanse, y él encontró el pañuelo.
- Esto tiene olor a algo de tu casa, vagamente. A la de tu familia.
- Sí, es de mi hermana. Qué fino olfato, y eso que tú no la conociste a Ruri.
- Pero el olor de ella estaba también en ti, es normal.
- Ah, es cierto… Me deja tranquila de que debe sospechar algo de lo que pasó, y me reconforta dormir con un recuerdo suyo.
- Me imagino, sí.
Tsukasa se recostó en la cómoda camita, y cuando vio que Kohaku se le había quedado mirando, le ofreció hacerle un poco de espacio. Ella se negó, avergonzada, diciendo que la idea era que él durmiera cómodo y tranquilo por un rato, pero el gato marrón le contestó que no lo hacía más incómodo, al contrario. Dudando, pero internamente admitiendo que tenía curiosidad, sobre todo porque Tsukasa era muy bueno y grandote, y todo ese pelaje largo y peludo lucía muy mullido y confortable, terminó aceptando. Se hizo un ovillo en el medio de él, frente a frente, y como era bastante más pequeña, cabió perfectamente en el hueco entre las patas de él, apoyando su cabeza sobre el cuerpo del gato. Ooh sí, tal como había pensado, él era muy cómodo y mullido, y no tardaron en quedarse dormidos así.
Esa vez la siesta fue mucho más larga de lo esperado, y Kohaku se despertó cuando sintió algo medianamente rasposo detrás de sus orejas. Abrió los ojos lentamente, adormilada, y se encontró con que era Tsukasa que la estaba acicalando. Lo miró con los ojos aguamarina ya muy abiertos, sorprendida, y él pareció darse cuenta recién entonces y se detuvo, apartándose un poco avergonzado.
- No.… perdón, Kohaku… Costumbre felina. No quise incomodarte, disculpa… no pienses mal de mí –se veía verdaderamente apenado.
- Está bien, eeeh… sé que no querías aprovecharte, incluso recuerdo que lo hiciste cuando yo era humana, me lamías la mano o el brazo a veces –contestó, aunque también avergonzada.
- Sí, es un instinto muy fuerte, más allá del aprecio... es un "lamido social", de amistad y confianza, incluso de familia.
- Entiendo, no te preocupes. ¿Estamos a mano entonces si yo como amiga también hago esto? –Kohaku le lamió el cuello– Ya está, ¿ves? No hay problema.
- Sí, estamos a mano ahora –el gato la miró con afabilidad– Muchas gracias por todo, Kohaku, pero me tengo que volver. Hasta luego.
- ¡Hasta luego!
El gato de pelo largo se levantó de la camita, y se estiró ampliamente, antes de saltar a la ventana para salir de la casa. Kohaku quedó muy animada con la visita, alegrándose de que a pesar de la compleja situación en la que se encontraba, tenía un buen amigo en quien confiar. Se quedó pensando qué hacer a continuación, necesitaba hacer algo más efectivo para volver a su anterior vida, pero al mismo tiempo no tenía de dónde conseguir esa información. Recordó el consejo de Tsukasa de "buscar más cerca", y su instinto le decía que la respuesta tenía que ver con su entorno más próximo, que era esa casa, y los dos hombres que la habitaban, aunque la conexión con Senku la sentía más especial y magnética, aunque su padre era más atento y cariñoso con ella. Por lo que, si tenía que confiar en su instinto y decidir por uno solo, el joven era su apuesta más fuerte, y la más sincera y profunda.
Esa tarde cuando el peliverde volvió, se quedó como siempre en su cuarto. Kohaku no había conocido en su vida a alguien que se pasara literalmente todo su día estudiando. Además de la escuela, siempre estaba leyendo un libro, trabajando en sus experimentos científicos, o mirando las pantallas de sus aparatos tecnológicos, en lo que parecían siempre análisis de textos y gráficos, nunca eran juegos o diversiones banales. Cuando lo veía leyendo o sentado frente a la computadora, ella buscaba sentarse en el regazo de él, o en el escritorio, haciéndole compañía al lado, sin invadirlo. Cada tanto recibía alguna caricia o rascada en el lomo o las orejas, lo cual era agradable para ella. Los próximos días sucedieron con una rutina similar, y cada vez el vínculo de ellos era más natural, incluso Senku a veces era el que la llamaba para ver dónde se había metido las pocas veces que Kohaku no lo seguía, o ya no le delegaba el alimento y la limpieza de la bandeja sanitaria a su padre, sino que se había comprometido en compartir la responsabilidad.
Una noche, en la cual la temperatura bajó considerablemente, Senku se recostó de lado, bien abrigado bajo unas mantas, y la gata se metió dentro de la cama con él. Se fue al fondo hasta los pies, pero como no encontró un buen hueco, volvió a subir hasta asomarse al borde de la frazada, pegándose al cuerpo del joven, y apoyando la cabeza en el brazo doblado de él. Senku sonrió y la rodeó con su otro brazo, acariciándola delicadamente, también disfrutando del espeso y suave pelaje de la gata, que le sumaba un calor más agradable que el del abrigo textil. Kohaku se sintió tan feliz y contenida, en completa confianza y afecto hacia él, que se le acercó un poco más, y estiró el cuello para lamerle la mejilla un par de veces. Senku soltó un suave siseo de incomodidad, pero no se movió.
- Gracias por la intención, leona, pero diez billones por ciento seguro que no sabes lo rasposa que es tu lengua, parece una lija.
La gata lo miró a los ojos, y aunque no entendió sus palabras, sintió por primera vez una actitud mucho más cálida y atrayente hacia él, se lo había dicho con un tono muy dulce y amable, aunque con un dejo divertido. Lo lamió una vez más, buscando más de esa linda actitud, creyendo que era por su "lamida social" como Tsukasa la había llamado, pero sintió que él se estremeció un poco y volvió a emitir ese sonido, que ahora lo reconocía como incomodidad. Le dio pena porque no entendía qué podía estar molestándolo, pero luego Senku le rascó la barbilla y detrás de las orejas, como disculpándose.
- A pesar de ser un gato, eres más transparente que el agua con tus expresiones. Tranquila, no fue mi intención alejarme, pero la sensación es irritante.
Kohaku no terminaba de entender las actitudes del joven, era como que la rechazaba y la acercaba al mismo tiempo. Pero la mirada y el tono de él seguían siendo amables, por lo que, en lugar de volverlo a lamer, empujó su cabeza contra la mejilla de él, ronroneando sonoramente, para ver si eso le hacía mejor. Tal como pensaba, Senku recibió de mejor forma su muestra de afecto, y lo sintió sonreír y acariciarla largamente.
- Sabes... eres una gata muy especial, no tengo ni un milímetro de duda con eso. Parece que no tienes dueño por lo que me dijo mi viejo, así que, si quieres, puedes quedarte con nosotros definitivamente. Tengo que admitir que no está nada mal tu compañía, aunque al principio no estaba a favor de adoptarte.
Percibiendo el tono aún más afable de él, Kohaku le contestó con un suave maullido combinado con un ronroneo.
- ¿Eso fue un "gracias"? ¿O un "trato hecho, este es mi lugar ahora"? De verdad que eres muy expresiva, si de verdad existen las vidas pasadas, no me cabe duda que fuiste humana en alguna –Sonrió, y chasqueó luego– Mira las cosas ilógicas e incomprobables que me haces decir, leona, soy un hombre de ciencia. Pero podría apostar que fuiste una humana más que interesante y que valdría la pena conocer. Bueno, ya, mucho monólogo sin sentido, no puedo creer que estoy hablándole a un gato como si me pudiera entender. Suficiente, a dormir de una vez.
Kohaku lo vio cerrar los ojos y no hablar ni moverse más, por lo que entendió que era momento para ella de hacer lo mismo. Estaba tan cómoda, serena y calentita, que decidió quedarse a dormir allí, todavía apoyando la cabeza en el brazo del joven, y parte de ella pensó que aún si estuviera condenada a vivir como gata el resto de su vida, no sería tan malo si estaba con él, aunque de ser sincera, le gustaba mucho la idea de poder conocerlo y llevarse bien como humana también.
La mañana siguiente, Byakuya se había levantado más temprano ya que tenía que dar un seminario especial en la universidad. Se había olvidado de decirle a Senku, por lo que escribió una nota explicándole que tenía que prepararse el desayuno por su cuenta. Pensó en dejársela en la mesada, pero cuando vio la puerta del dormitorio entreabierta, prefirió ponerla más a la vista, junto a la vestimenta escolar. Caminando con suma cautela para casi no emitir el sonido de sus pasos, se asomó a la puerta lentamente, y luego la abrió sólo un poco más para poder pasar. Pero lo que lo dejó paralizado y boquiabierto, era que había una imagen que no esperaba ver, ni entendía cómo y cuándo había sucedido: Senku dormía profundamente bajo las sábanas y frazadas, y al lado de él, bajo su brazo, dormía una joven rubia... aparentemente desnuda.
Hasta donde él sabía, Senku no salía con ninguna chica, y la noche anterior su hijo se había ido a dormir antes que él incluso, y solo. ¿Acaso el "atrevido" de su hijo había dejado pasar en medio de la noche a esa noviecita secreta? Y al menos ella estaba desnuda, así que estimaba que habían... ooooh. Ese pensamiento al respecto de su anti-romántico y virginal hijo fue tan confuso como revelador, y luchaba interiormente entre la felicidad y el orgullo por un lado, y la leve desilusión de que no le hubiese contado nada de nada, ni siquiera pedido consejos o algo, y además lo hiciera a escondidas dentro de su propia casa. Pero confiaba incondicionalmente en Senku, era un chico muy bueno, inteligente y respetuoso, así que estaba seguro que podía quedarse tranquilo de que no había sido imprudente. Con ese pensamiento en mente, sonrió cariñosamente, y dejó la notita lo más al alcance que pudo, sin atreverse a entrar e importunar más, lo último que quería era despertarlos e incomodarlos, ya hablaría luego de eso con su hijo, tal vez.
Cuando los rayos de sol se filtraron con más fuerza en la ventana, y antes de que suene la rutinaria alarma, Kohaku se despertó por su propia cuenta. Se sentía un poco extraña, pero a la vez era una sensación familiar. Abrió los ojos lentamente, y lo primero que notó fue que Senku no le pareció tan "grande" como antes... y lo segundo más notorio y confuso era que los colores que sus ojos veían habían cambiado notoriamente. Jadeó de sorpresa y confusión... ¿jadeó? No podía jadear, era una gata, era una...
En el intento de levantarse y resolver su confusión, aunque todavía estaba la posibilidad de que estuviese soñando, apoyó una mano en la cama. Una mano. No había apoyado una pata, una extremidad peluda, había apoyado una MANO. Estaba a punto de gritar, pero al mismo tiempo su cuerpo se congeló y no pudo reaccionar, de tan consternada que se encontraba. ¿Cómo... había vuelto a ser humana?
El movimiento repentino de ella despertó a Senku a su lado, que abrió los ojos lentamente todavía adormilado. Al menos hasta que percibió la figura desnuda de una mujer a su lado, y sus ojos se abrieron desmesuradamente, sin entender nada. Los dos se quedaron así, quietos y anulados como si fueran estatuas, sólo sus ojos se movían mínimamente. El peliverde fue el primero de salir del shock, hablando con un tono cauteloso.
- ¿Quién eres?
- Kohaku –respondió por inercia, pero sabía que esa respuesta no iba a ayudar mucho.
- ¿Qué haces en mi cama?
- Ya estaba desde anoche. Soy "tu" gata.
- ¿Ah? –Eso fue todo lo que pudo contestar por un momento, tratando de procesar las palabras que sin duda había oído. Un minuto después, otra salió– ¿Leona?
- ¿Qué? –Ahora fue el turno de ella de no comprender, hasta que ató cabos– ¿Así me llamaban aquí?
- ¿Esto de verdad está sucediendo? –Nunca había probado si era cierto que el dolor despertaba a uno de los sueños, pero por las dudas probó de pellizcarse fuerte el brazo, y sintió un dolor muy real, pero nada más cambió. Luego la miró de reojo, y se sonrojó ligeramente– ¿Vas a seguir desnuda mucho más, o piensas cubrirte?
Ante esa pregunta, Kohaku bajó su mirada a su cuerpo, y se sonrojó furiosamente cuando vio que estaba a medio sentar, con sus pechos expuestos. Se tapó como pudo con las manos, y luego con las sábanas que alcanzó a agarrar, muy avergonzada. Se esperaba una reacción mucho más incrédula y exagerada de parte de él.
- No me di cuenta –se justificó– No vestía ropa siendo gata.
- Esto ni tiene ni un milímetro de lógica, y sin embargo sigue siendo la única opción posible –bufó Senku– Sé que me acosté con una gata a mi lado, y sin enterarme me despierto con una chica ocupando el mismo lugar. Y también eres rubia y tienes esos ojos aguamarina que tenía la leona. No tiene sentido, pero no hay otra explicación. ¿Tienes alguna que ofrecerme?
- No de por qué de pronto volví a ser humana. Solía serlo, me "convirtieron" en gata –trató de ignorar la cara fruncida del joven– y desde entonces estuve buscando sin éxito cómo volver a mi vida original. Te reconozco, y tenía mi "mente humana" como siempre, pero a la vez no entendía ya palabras del lenguaje ni nada, era realmente una gata.
- Bueno, eso explica algunas cosas que me parecían curiosas de ti –Suspiró.
- ¿Qué me dijiste antes de dormir? Oh, espera, primero... ¿cómo te llamas tú?
- Senku. No recuerdo del todo, pero creo que algo de que podías quedarte con nosotros ya que nadie te había reclamado como gata perdida. De alguna forma ya pensaba que tenías algo demasiado humano y perspicaz para ser un gato.
- ¿No pediste ningún deseo?
- ¿Pedir un deseo? –Repitió, frunciendo el ceño– No, para nada. Por favor, no...
- Antes de que pienses que estoy fantaseando0, lo voy a aclarar –lo interrumpió– Yo en cierta forma le pedí a un gato... "especial", que me gustaría ser un gato para vivir relajada y cómoda. Al día siguiente, me desperté siendo una gata, tuve que huir de mi casa familiar, y luego me encontré contigo. Eso es todo lo que pasó.
- Gracias por aportarme un poco más de claridad a la situación... igualmente ilógica. Como sea, no creo que tenga una explicación científica, al menos no por ahora.
Senku se levantó de la cama, y se dirigió a su armario, de donde sacó una camiseta y un pantalón deportivo, y luego de pensarlo, sacó unas "geta", las tradicionales sandalias japonesas.
- Lo siento, esto es todo lo que tengo que podría servirte para vestirte y que te quede. Al menos para que puedas volver a tu casa y ponerte algo más decente y acorde –Apoyó la ropa en el borde de la cama– Voy a cambiarme para ir a la escuela, vístete aquí.
- Gracias –Murmuró.
Apenas Senku agarró su ropa y cerró la puerta de la habitación, Kohaku soltó un largo suspiro. Había vuelto a ser humana, finalmente. Mientras se vestía con rapidez, una parte de ella lamentaba el hecho de que parecía haber perdido el buen vínculo con el joven. No era de extrañar, si bien ella conservaba sus memorias y todas tenían mucho sentido, no era lo mismo para él, que la veía como una completa extrañada salida de un mundo de fantasías, hablando de "convertirse" y de "gatos especiales". Lo curioso era que tampoco la había tratado de loca, se lo había tomado quizás demasiado bien y con serenidad. Hizo memoria, y recordó que su último pensamiento fue que no estaría tan mal vivir como gata, pero que también hubiera querido conocer a Senku como humana. Era más una resignación que un deseo... por lo que estaba segura que algo de lo que él había dicho, había sido el detonante para volver a su forma original. ¿También querría conocerla más, tal vez?
Cuando volvió ya vestido y aseado, Kohaku también estaba lista, y pasó al baño. Ahí fue cuando notó el mensaje de su padre, y agradeció internamente porque no estuviera, o esa sería una situación bastante difícil de explicar. Más tranquilo, aunque con muchas dudas en la cabeza, Senku preparó el desayuno para ambos, donde hablaron un poco más, Kohaku contándole que vivía medianamente cerca de allí, y sobre su familia y Tsukasa. También le contó su punto de vista de la visita a Xeno y Stan, y varias cosas más interesantes, como esa dualidad entre puros instintos felinos y mantener la mente humana, conviviendo y luchando ambas partes al mismo tiempo.
Terminaron de desayunar, y se prepararon para salir. Se despidieron en la puerta, pero Kohaku lo detuvo, no quería que todo quedara como una anécdota y dejarlo en el pasado sólo como un buen recuerdo de su breve vida gatuna. Quería conocerlo más, tal como se había dicho a sí misma antes de dormir, y habían congeniado bien ese breve momento que compartieron también como humanos, y estaba segura que para él también había sido así.
- Senku... no creo que haya sido casualidad que decidiera seguirte sin conocerte antes, o que me haya sentido tan cómoda contigo en tan poco tiempo, cuando además creo que gracias a ti pude volver a ser humana. Así que... ¿Quieres volver a empezar? –y añadió con picardía– Con la "pata" derecha esta vez.
- Sí, está bien por mí –sonrió de costado– También me hiciste tragarme mis palabras de que no me interesaba ni un milímetro tu presencia en esta casa, y anoche estabas lo más tranquila dentro en mi cama, y yo no pretendía quitarte del medio. Volvamos a empezar, y comprobemos si esa intuición animal es acertada.
Senku extendió una mano hacia ella, como quién sella un trato. Kohaku la tomó y asintió, pero luego sonrió con confianza y lo atrajo hacia él, lo suficiente para plantarle un beso en la mejilla. Él la miró sorprendido y un poco aturdido por el repentino acercamiento, y ella se explicó.
- Lo habíamos dejado por aquí anoche. Continuemos desde ese lugar. entonces, ¿te parece?
- Claro, leona.
Fin
Bueenaaas! Hasta aquí llego esta historia, espero que la hayan disfrutado! Sí, como los leí, de por sí los michis son adorables, y Kohaku michi (y por supuesto mis reyes, Tsukasa y Stan) también lo son. Confieso que para los datos y comportamientos gatunos, me inspiré en gran parte en mis propios gatos, que también son de lo más especiales, de verdad sólo les falta hablar por momentos. Por otro lado... ¡Muchas gracias por los bellos mensajes de apoyo y amor, siempre! De parte de Cherry y de mí :)
Anuncios parroquiales xD: En cuanto a próximas y nuevas historias... sinceramente, no tengo "long-fics" Senhaku planeados por un buen tiempo, tal vez sí "cortos" como éste o no más de 4 capítulos. La falta de momentos y novedades de la ship en el manga me la desmotivaron y enfriaron un poco, y ya saben que soy multiship fuerte de Kohaku, así que voy a aprovechar para escribir otras historias de ships con mucho potencial y terreno por explorar, que me emocionan mucho más. Se viene un bello Tsuhaku, Genhaku también tengo algo en mente, y pronto empezaremos un long-fic AU de época, Xenhaku/StanChar BRUTAL con una amiga.
Eso es todo, muchas gracias por leer, y ojalá sigan disfrutando mis presentes historias, y las que se vienen. Abrazo virtual!
