ENCORE
1. Palabra francesa que significa "de nuevo, más, todavía".
2. Expresión prestada del inglés, donde es usada como exclamación del público para pedir una pieza extra una vez finalizado el repertorio oficial.
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Tell me that you're still mine
Tell me that we'll be just fine
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Tres días más tarde, la medianoche las encuentra bajo las sábanas revueltas de la cama individual de Chloe.
El estrecho colchón ya se queda pequeño para una mujer adulta, de modo que la única forma en que las dos caben de manera que les resulte cómoda a ambas es tumbarse de costado, completamente pegadas, o usarse mutuamente de almohada.
Pero ninguna de las dos tiene nada que objetar.
Después de un año de sentir que están en lados opuestos de una grieta del largo de un campo de fútbol, tan lejos física y emocionalmente que era como si hubieran vuelto a ser completas desconocidas, les sienta bien este extra de cercanía.
Es más, lo necesitan.
Las llena de paz, de profundo alivio; y es el único bálsamo reparador existente capaz de curar las heridas que se han hecho —a sí mismas, y a la otra, queriendo o sin querer— a lo largo de todo el año.
El capullo de mantas en el que se han envuelto, sus cuerpos enroscados mientras esperan que se las lleve el sueño, preserva su calor corporal y mantiene sus pieles desnudas fusionadas en cada zona en la que se tocan por una fina capa de sudor.
En ese preciso momento, Chloe coge una profunda respiración.
Beca nota su pecho expandirse y contraerse bajo el brazo que tiene cruzado sobre sus costillas, el pesado latir de su corazón que reverbera en la palma de su mano igual que si estuviera directamente sobre su piel.
El gesto derrocha tanta satisfacción que genera calor en el estómago de Beca. Y, a pesar de que ya están todo lo juntas que el plano físico permite, Beca, de manera instintiva, tensa su brazo alrededor de su cintura para atraer a Chloe más hacia ella.
Acaricia con su nariz la parte trasera del cuello de Chloe, descubierto por el moño semi deshecho en el que se recogió sus mechones cobrizos al ver a Beca entrar de puntillas por la puerta de su habitación dos horas antes.
Cambia el sentido de sus caricias al llegar a la línea del pelo de Chloe en su nuca, descendiendo de nuevo. A mitad de camino, se detiene un instante para depositar un beso con la boca abierta en el valle formado entre dos de sus vértebras.
Chloe exhala con un poco más de fuerza de lo normal.
- Duerme – ordena en voz rasposa que no se alza por encima del susurro.
Beca suelta un resoplido lleno de diversión.
- ¿Y si no quiero? – desafía, empleando el mismo tono.
- Entonces mañana cuando suene el despertador a las seis y tengamos que levantarnos para ir a clase no te quejes de lo cansada que estás.
El cuerpo de Beca se sacude suavemente con una risa silenciosa. Presiona la curva de su sonrisa contra la piel del cuello de Chloe, allí donde se une con su hombro, como si quisiera esconderla, pero perfectamente consciente de que Chloe puede sentirla.
No se molesta en responder con palabras, no es necesario. En su lugar, estira de nuevo el cuello para depositar un beso en la misma zona, solo que ahora es apenas el roce casi fantasmagórico de labios cerrados sobre piel.
Chloe suelta un suspiro contento al saber que ha ganado esta ronda y recoloca su cabeza en la almohada compartida, buscando una posición cómoda. Irradia tanta tranquilidad que Beca espera contagiarse un poco.
Desliza su mejilla sobre la suave tela de la funda de la almohada hasta que su frente queda pegada al cuello de Chloe, entre sus clavículas.
Llena sus pulmones del dulce aroma de Chloe: floral, salado, con un suave toque de vainilla que acompaña a la pelirroja allá donde vaya y es tan característico de ella que Beca ya lo considera parte de su olor natural.
Su respiración se acompasa con la de la pelirroja que descansa entre sus brazos, ya sea de forma consciente o por el simple hecho de que sus torsos están unidos y resulta antinatural llevar ritmos distintos.
Poco a poco, igual que la niebla va entrando al atardecer en un pueblo costero, siente la relajación recorrer su cuerpo, destensando músculos y tendones hasta volverlo gelatinoso, hasta que se derrite por completo contra Chloe.
Pero, a pesar de todo eso, el sueño la elude.
No es algo externo lo que la mantiene despierta: la casa está sumida en la habitual calma que corresponde a esta hora en un día de diario.
Cuando Beca se escabulló escaleras abajo para colarse a escondidas en la habitación de Chloe, todas las Bellas ya estaban durmiendo o haciendo sus vidas silenciosamente detrás de las puertas cerradas de sus cuartos.
Tampoco es sea por falta de agotamiento precisamente. Han sido cinco días de muchos acontecimientos, con vidas que siguen adelante sin entender de retiros y nuevas relaciones, y pocas horas de sueño.
Aubrey se aseguró de exprimir hasta la más pequeña gota de energía de ellas durante el fin de semana y sus fogosos encuentros nocturnos con Chloe en los días siguientes se encargaron del resto.
Beca todavía no se ha recuperado del retiro, pero Chloe resulta tan adictiva que prefiere pasarse las noches explorando su cuerpo de manera extensiva y haciendo un registro de todos los sonidos que es capaz de arrancar de su garganta, antes que durmiendo.
No, su problema es mental.
Se encuentra atrapada en una especie de limbo: su cuerpo le pide a gritos que descanse de una vez, pero su mente se niega a dejar de correr en círculos, gritando y agitando los brazos por encima de la cabeza.
Es una sensación que la persigue desde que volvieron a casa, pero ha ido ganando fuerza con cada día que pasaba. Pretende llamar su atención, apuntarla en la dirección de un pensamiento que permanece clavado en los rincones oscuros más recónditos de su mente.
Es algo importante que está olvidando, algo que le molesta estar pasando por alto, al igual que una astilla que no ves a simple vista, pero cuya presencia se hace notar cada vez que pasas el dedo por encima.
Beca se encuentra frunciéndose el ceño a sí misma mientras rebusca por el interior de su cabeza como la misma desesperación de un perro que puede oler un hueso que ha enterrado en el jardín, pero no recuerda exactamente dónde.
Mañana por la mañana se espantará al encontrarse los agujeros y la tierra revuelta bajo la dura luz del día, pero, de momento, solo le preocupa descubrir el escondite.
Cuando por fin lo averigua, es con el equivalente emocional a haber apoyado la mano abierta sobre una montaña de espinas de rosas. Sus ojos se abren de golpe, da un respingo interior y una sensación fría cae por su espalda.
Su pecho se constriñe con el retorno de la boa constrictor de los nervios, y tiene la confusa sensación simultánea de que su cerebro se ha quedado congelado y de que parece haber empezado a funcionar al triple de velocidad de lo normal.
Un impulso infantil se apodera de ella y le entran unas ganas incontrolables de revolverse en la cama, de golpear el colchón con puños y talones en plena rabieta, de gritar y gruñir y sacarle la lengua al techo.
Beca detesta hablar de sentimientos.
Le llena de tanta ansiedad que es incapaz de mantener la seriedad por mucho tiempo. Empieza a cargarse por dentro de tensión e, igual que un globo que se ha hinchado demasiado, puede acabar por explotar.
Así que hace bromas. Empujada por su propia desesperación, por los nervios y el pánico a que las cosas se vuelvan demasiado serias y no sea capaz de soportarlo, hace uso del sarcasmo y el autodesprecio.
Y sabe que es problemático. Sabe que es un claro mecanismo de defensa que se activa durante ese tipo de conversaciones. Sabe que es una gran flecha de neón que apunta de forma directa a todos sus traumas.
De hecho, está convencida de que por lo menos el noventa y cinco por ciento de su cansancio actual no es debido a mal dormir dos noches en una tienda de campaña con otras nueve mujeres, o los extenuantes ejercicios de Aubrey.
No, está segura de que su cansancio actual se debe más al desgaste emocional y mental que supuso mantenerse tan seria durante su discusión con Chloe. Porque lo intentó, de veras que lo intentó, y luchar contra tus instintos más básicos es agotador.
Creía que, a modo de compensación por uno de los peores momentos de toda su vida, estaba cubierta de tener que soportar más conversaciones de ese tipo por lo menos hasta dentro de tres años.
Pero aquí está: bufando a media noche porque se acaba de dar cuenta de que le toca hablar de sentimientos. Otra vez.
Parpadea en la oscuridad de la habitación de Chloe, prestando especial atención a la tranquila respiración de la pelirroja que descansa entre sus brazos. Beca se muerde el interior de su mejilla mientras debate consigo misma.
Parte de ella argumenta que la conversación puede esperar a mañana, que no es tan urgente como para tener que despertar a Chloe.
Pero es solo una excusa para postponerlo un poco más.
La otra parte de ella sabe perfectamente que, si espera a la mañana, encontrará otro motivo para dejarlo para luego. Y luego, encontrará otro nuevo motivo para dejarlo para más tarde. Y más tarde se convertirá en un año antes de que se quiera dar cuenta.
Porque la otra parte de ella sabe perfectamente lo fácil que es caer en esa trampa y no quiere que vuelva a pasarle. Ha aprendido la lección. Ha empujado la piedra hacia un lado del camino para no tropezar de nuevo con ella.
Y la otra parte de ella quiere decirlo ya.
Cierra los ojos un instante y se centra en respirar. Solo respirar. Dentro por la nariz, fuera por la boca, despacio y de manera regular, para luchar contra la ansiedad que ya puede empezar a sentir concentrarse en su pecho.
- ¿Chlo? – el susurro dubitativo va acompañado de un suave apretón con el brazo que descansa en la cintura de la pelirroja.
Chloe coge aire de manera abrupta al despertarse y mueve la cabeza sobre la almohada.
- ¿Mmm? – murmura, adormilada.
Beca pierde el escaso valor que había reunido y se queda callada.
- ¿Qué pasa? – inquiere Chloe, su voz rasposa y algo confundida.
Intenta girarse de forma que no esté dándole la espalda, pero Beca vuelve más firme el agarre sobre su cintura para impedírselo porque sabe que no va a ser capaz de decir lo que tiene que decir sintiendo la mirada inquisitiva de Chloe sobre ella.
- ¿Bec? – preocupada, Chloe vuelve a intentarlo, sin éxito –. ¿Estás bien?
Beca suspira y esconde su rostro en la espalda de su mejor amiga.
- Tengo que decirte algo – admite la morena quedamente –, y es más fácil si no me estás mirando a la cara.
Chloe suelta un resoplido que oscila entre la exasperación y la diversión. Pero Chloe, siendo Chloe, el ser caritativo y el alma comprensiva que es, acepta sus necesidades sin cuestionarlas y deja de revolverse.
El aire se carga de expectativa y Beca de tensión.
Debe de estar crispando los dedos nerviosamente, porque Chloe mueve el brazo sobre el que no está tumbada para seguir el de Beca, y entrelaza sus manos. Le da un suave apretón para demostrarle su apoyo.
Beca traga saliva, ligeramente mareada por la fascinación que siempre sigue a un momento así, en el que Chloe demuestra estar tan en sincronía con sus emociones y necesidades que sabe siempre qué hacer, o qué decir —o qué no hacer ni decir— para calmarla.
Hace que Beca se pregunte qué ha hecho en su vida, o en las anteriores, para merecer haber tropezado con alguien tan especial.
Y es eso, más que nada, lo que la empuja hablar por fin.
- Si mañana me tuvieran secuestrada en un yate en medio del mediterráneo, sé sin un ápice de duda que vendrías a rescatarme.
- Eso… – a Chloe se le escapa una risa sorprendida y sacude la cabeza como puede sin levantarla de la almohada –. Eso es altamente improbable.
- Pero no imposible.
- No, supongo que no, pero… – Beca puede escuchar el ceño fruncido de Chloe en su voz –. ¿A qué viene eso ahora, Bec?
La morena cierra los ojos y expulsa un suspiro pesaroso.
- Lo que quiero decirte es que… Sí que confío en ti – admite en una exhalación –. Ciegamente. Y sí que confiaba en ti – recalca el tiempo pasado del verbo para que Chloe entienda a qué se refiere con esto –. Nunca dejé de hacerlo.
Nota el ligero tensar del cuerpo de Chloe entre sus brazos, el cambio en su respiración, y aprieta los dientes con fuerza para luchar contra la urgente necesidad de parar. Tiene que seguir adelante, igual que un coche sin frenos.
- No quería irme a casa este verano. Lo siento por mi madre, pero me habría quedado de buena gana contigo todo agosto en vez de irme a Seattle con ella – Chloe resopla el intento de una risa, pero le falta fuerza –. Y quizá hasta habría sido mejor – Beca encoge uno de sus hombros –, porque lo único que hice durante ese mes separadas fue pensar.
- Nada bueno salió nunca de pensar demasiado – murmura Chloe, comprensiva.
Beca bufa.
- Y tanto… Ahí fue donde empezaron todas mis paranoias. Porque sabía que tenía que cortar con Jesse, pero me ibais a preguntar qué había pasado y ¿qué se supone que debía deciros? ¡No podía contaros la verdad!
- Poder, podías – le recuerda Chloe en voz suave.
- ¿Y arriesgarme a perderte? – replica Beca de manera inmediata –. Preferiría convivir con mis sentimientos y tenerte solo como mejor amiga mil veces antes que no tenerte en mi vida, Chlo.
Chloe coge una respiración temblorosa, como si estuviera conmovida por esa firme declaración susurrada en su espalda. Sus dedos entrelazados le dan un apretón a los suyos en un mensaje silencioso que Beca entiende a la perfección: yo también.
- ¿Crees que…? – la voz inquisitiva de Chloe se apaga brevemente y Beca escucha el sonido húmedo de sus labios al frotarse –. ¿Crees que este año habría ido de otra forma si no hubieras tenido tanto tiempo para pensar?
El silencio se hace en la habitación mientras Beca medita su respuesta.
- En algunas cosas sí, pero, ¿en general? Probablemente no – dice, despacio, al cabo de un rato.
- Supongo que tienes razón – concuerda Chloe con un suspiro –. Eso no habría cambiado el tema de tus prácticas…
Beca hace una mueca, pero no trata de desmentirlo porque sería un malgasto de tiempo y aliento. Vuelve a esconder el rostro en la parte trasera del cuello de Chloe y acaricia la piel a su alcance con la punta de la nariz.
- ¿Cómo las conseguiste, por cierto? – inquiere Chloe, curiosa.
- Oh, fue a través de Luke, de hecho – responde Beca. Ahora se da cuenta de que, en realidad, no le ha contado a Chloe nada sobre su tiempo en Residual Heat –. Se sentía mal por haberse cobrado el favor que le debía tan a última hora.
- Tampoco fue su culpa que sus dos becarios le dejaran colgado sin avisar de la noche a la mañana.
- Eso le dije yo – se muestra de acuerdo con un pequeño movimiento de cabeza –. Pero Luke sabía que no entraba en mis planes quedarme en Barden todo el verano, menos trabajando por una miseria en una estación universitaria con solo cinco oyentes…
- ¡Ey! – protesta Chloe –. ¡Yo soy una de esas cinco!
Beca sonríe para sí misma, recordando una conversación similar que mantuvo con su padre lo que ahora le parece que fue siglos atrás.
- …Así que empezó a preguntar a sus contactos en discográficas – continúa –, y uno de ellos le dijo que en Residual Heat siempre andaban buscando becarios porque pocos aguantaban el año entero.
- Eso no suena especialmente prometedor – observa Chloe, y Beca puede ver a la perfección en su cabeza el movimiento preocupado de cejas que probablemente haya acompañado al comentario.
Resopla una risa un tanto sarcástica.
- Y que lo digas… Pero en su momento solo fui capaz de ver la gran oportunidad que suponía.
- Mmm, es comprensible.
Hay una pequeña pausa en la conversación mientras las dos parecen estar perdidas en sus respectivos pensamientos.
- ¿Tan mal va, entonces? – Chloe hace la pregunta de forma que rebosa delicadeza, llena de cautela, como si tuviera miedo de estar a punto de meter el dedo en la llaga.
A Beca le recuerda, por algún motivo, a los pétalos de una rosa. Suspira, pesarosa, y tuerce el rostro desde su escondite en el cuello de la pelirroja.
- Sí, pero no – es su enigmática respuesta –. ¿Esperaba hacer algo más que servir burritos y cafés? Sí. ¿Aún así estoy aprendiendo mucho? Sí también.
- ¿Pero…? – le insta Chloe con suavidad.
- Pero…
Beca se humedece los labios con la lengua en un gesto nervioso.
Se debate entre exponer la realidad en su estado más crudo y honesto, aunque suponga admitirse a sí misma la gravedad de su situación —que se ha estado negando a ver para no sucumbir a la desolación—; o volver los bordes difusos para que no parezca tan serio.
Al final le puede el cansancio: lleva tanto tiempo (no) lidiando con este miedo paralizante ella sola que necesita compartir la carga con alguien más, alguien que pueda relevarla de vez en cuando, o que simplemente se la quite de encima con dulces palabras de consuelo.
Decide soltar por fin todas las piedras que le pesan en el estómago, que le tiran de los hombros hacia abajo, que amenazan con subir el nivel del agua en la que se está hundiendo.
- Mi jefe, Sammy, es una de esas personas que nunca estás segura de si es un genio o simplemente está chiflado. Pero es el dueño de Residual Heat, así que algo debe saber para haber llegado hasta donde está, ¿no?
- Supongo – responde Chloe sin mucho convencimiento.
- El caso – Beca sigue adelante, porque ahora que ha empezado, ya no es capaz de parar –, es que cometí el error de tener una – recalca la cifra –, idea semi buena en una sesión de estudio con Snoop Dogg, y ahora Sammy quiere escuchar mi material.
Chloe se tensa entre sus brazos y gira la cabeza hacia un lado en un movimiento que empieza y termina bruscamente, como si la hubiera querido buscar con la mirada pero se hubiera dado cuenta a medio camino de que es físicamente incapaz de retorcerse tanto.
En su lugar, usa sus manos todavía unidas para darle una serie de urgentes apretones que transmitan su excitación.
- ¿Estás de broma? – sisea, incrédula, pero llena de un orgullo que hace que el corazón de la morena dé una dolorosa punzada de vergüenza –. Bec, eso es genial.
- No, no, no lo es – niega Beca, vehemente, a través de una sonrisa que es más la mueca de una persona que está a un grano de arena de desmoronarse por completo, que una expresión de auténtica alegría.
- ¿Cómo no…?
Pero Beca interrumpe a Chloe antes de que pueda siquiera empezar a demostrar su profunda confusión.
- Porque le enseñé algunos de mis mejores mixes y me dijo, y cito textualmente: "Eso puede hacerlo cualquier niño con acceso a un portátil" – algo de su desesperación traspasa a su voz sin su permiso y sus palabras suenan ahogadas cuando continúa –. Me he pasado los últimos diez años perfeccionando algo que no sirve para nada.
Traga saliva con notable esfuerzo a través del fuerte nudo en su garganta que parece haber salido de la nada.
- Es suficiente para convertirme en DJ de raves en las que todo el mundo está demasiado colocado como para notar que hay música puesta, pero no para ganarme la vida como productora musical porque – cambia su tono para que se note que está usando palabras ajenas –: "No tengo voz propia."
Sus ojos se llenan de lágrimas con absurda rapidez, como si alguien acabase de abrir las puertas del embalse agrietado y malamente construido que tiene en el pecho, y todas las emociones que ha estado reprimiendo el año entero acabasen de desbordarse.
- Y me ha dado una segunda oportunidad para que le enseñe algo original pero… – Beca suelta un húmedo resoplido –. Por lo visto, no tengo nada que decir. Y si lo que dice Sammy es cierto, sin nada que decir no valgo para la industria discográfica.
Parpadea en una rápida sucesión, pero lo único que consigue es que la fina línea acuosa que se había estado acumulando sobre su párpado inferior y se mantenía ahí por pura fuerza de voluntad, termine por caer.
- Y me aterroriza pensar que quizá tenga razón porque entonces… – su voz se ahoga en lágrimas y tiene que tragar saliva para recuperarla –. Entonces he dedicado toda mi vida a perseguir un sueño imposible. Y no sé hacer otra cosa, porque lo único que siempre he querido hacer es música.
Se sorbe la nariz y deja escapar una risa seca y desdeñosa.
- Oh, a mi padre le encantará cuando se lo diga.
- Hey, no… – su tono es al mismo tiempo suave y directo, una dulce caricia y una firme mano en la barbilla que te obliga a alzar la cabeza. Pero Chloe se corta a sí misma abruptamente con un gruñido cargado de frustración antes de ir más allá.
Beca presiente cuáles son sus intenciones antes siquiera de que Chloe haga movimiento alguno. No hace nada para detener al cuerpo que se revuelve y se gira entre sus brazos porque, ¿sinceramente?, le sorprende que Chloe haya sido tan paciente.
Beca y Chloe operan en niveles diferentes en tantas cosas, que es un pequeño milagro que funcionen tan bien juntas.
Beca supone que al final es cierta esa típica frase de abuela sobre la atracción entre opuestos, la forma en que se equilibran el uno al otro. Porque Chloe y ella se compenetran —sin dobles sentidos— a la perfección.
Donde Beca es distante, Chloe es cercana; donde Beca es firme, Chloe es blanda; donde Beca es ácida, Chloe es dulce; donde Beca es realista, Chloe es idealista; donde Beca respeta y marca límites, Chloe los sobrepasa y difumina.
Donde Beca se siente más cómoda hablando de sus sentimientos a escondidas, sin la presión social de tener que hacer contacto visual con la otra persona de vez en cuando y la vulnerabilidad que eso conlleva, Chloe lo necesita.
Chloe necesita mirarte, tocarte, sentirse cerca de ti.
Bien pronto en su amistad tuvieron que aprender a encontrar un punto medio en el que ambas acordaran hacer determinados sacrificios —pequeños y fáciles— hasta que ambas se sintieran cómodas.
Aprendieron hasta qué punto estaban dispuestas a ceder sin perderse por completo a sí mismas, conscientes en todo momento que la otra también estaba cediendo, porque no es una relación sana si solo una persona está cambiando en favor de la otra.
El proceso fue torpe, rocoso, cansado. Lleno de pruebas, errores y lecciones. De momentos incómodos y tensos de los que a veces pensaban que no se podrían recuperar. Pero al final lo lograron.
Por eso Beca permite que Chloe se tumbe de forma que quedan cara a cara, de igual modo que Chloe minutos antes permitió que Beca diera voz a todos sus sentimientos desde la seguridad de su espalda.
- No digas eso sobre tu padre – le regaña Chloe mientras acomoda su cuerpo sobre el colchón y recoloca el brazo de Beca alrededor de su cintura –. Ha cambiado mucho desde tu primer año en Barden, y estoy segura de que no sacaría satisfacción alguna de que no triunfaras en la industria musical.
Beca emite un sonido nada convencido.
Aunque es cierto que su padre ha medio aceptado que Beca quiera ganarse la vida con "un hobbie", y se ha estado esforzando por apoyarla y entenderla, Beca estaría dispuesta a apostar su mano izquierda a que le faltaría tiempo para soltarle un "te lo dije" en cuanto le contase que no había funcionado.
Y sabe que no iría con mala intención, sabe que lo último que su padre querría sería hacerla sentirse peor de lo que ya se sentiría en esa hipotética situación, pero eso no haría que escociera menos.
Porque significaría que, en el fondo, había una parte de su padre que nunca creyó que fuera a ser capaz de lograr alcanzar su sueño.
- ¿Pero entiendes ahora por qué no te lo dije? – pregunta Beca –. No era por falta de confianza, aunque pudiera parecerlo, y siento muchísimo que fuera así. Fue por miedo – parpadea para limpiar su borrosa vista de lágrimas, a pesar de que, con lo oscuro que está el cuarto de Chloe, no tiene nada que ver –. Decirlo en voz alta convertiría mi fracaso en algo real, algo que ya no podía seguir fingiendo que no existía. Y, además, si me pedías que las dejara…
- Yo jamás habría hecho eso – interrumpe Chloe, vehemente en su negación, arrastrándose un par de centímetros hacia delante para acurrucarse más contra Beca.
- Lo sé – le tranquiliza Beca con una sonrisa que sabe que su mejor amiga no puede ver, aunque espera que pueda sentirla en su rostro, en su voz –. Pero existía una posibilidad, por pequeña que fuera…
- Nunca – insiste Chloe.
- Y ni siquiera era tanto que tú pudieras pedírmelo – prosigue Beca como si nunca hubiera sido interrumpida –, sino que el pensamiento había cruzado mi mente demasiadas veces para mi gusto y… – sacude la cabeza ligeramente –. ¿Qué diría de mí si lo dejaba, si me rendía a la primera de cambio? Pero, ¿qué diría de mí si me empeñaba en seguir en algo que claramente no era para mí?
Se sorbe la nariz y arrastra la mejilla sobre la funda de la almohada, buscando una zona donde la suave tela no esté húmeda por todas las lágrimas que su postura lateral fuerza a desembocar allí.
- ¿Me convertiría en una de esas personas, de las que todo el mundo se burla a sus espaldas y sacuden la cabeza con lástima? ¿Alguien que ha malgastado su vida, y que un día se encuentra con cuarenta años y sin más que experiencias fallidas en su historial? – suspira y se seca el rostro de un manotazo desdeñoso –. Si tú me lo pedías, pues por lo menos tenía una excusa. Y me avergonzaba lo rápido que habría aceptado.
Vuelve a notar ahora esa espiral negra de vergüenza, como un tornado del que ella era el centro y la envolvía por completo, rugiendo en sus oídos, escociéndole en los ojos, hasta que ya no era capaz de sentir nada que no fuera el violento azote del viento.
El toque delicado de una mano en su pecho devuelve a Beca a la realidad con un parpadeo que derrama una lágrima por su ojo derecho. La nota resbalar por su nariz, su mejilla izquierda, hasta ir a morir en la funda de la almohada contra la que tiene ese lado de su cara presionado.
La mano de Chloe sube por sus clavículas, por su cuello, por su mandíbula. Va trazando un mapa de su cuerpo en la oscuridad de la habitación, dejando que el tacto la guíe allí donde los ojos no pueden llevarla.
Beca cierra los ojos al sentirla acunar su rostro con infinito cariño, acariciar su pómulo con un pulgar que levanta con su movimiento arqueado una ola de calidez y hormigueo.
- Escúchame – ordena Chloe, llena de seriedad –. No hay nada de vergonzoso en abandonar si ves que todos tus esfuerzos no están sirviendo para nada. Le diste todo lo que tenías y no funcionó. ¿Y qué? Así es la vida.
Beca se imagina a la perfección el brillo desafiante que probablemente burbujee en su azul bebé y le trae la sombra de una sonrisa a los labios.
- Igual que no hay nada de vergonzoso en intentarlo una y otra vez. Todo arte requiere de tiempo, sudor y lágrimas; nadie nace siendo perfecto en algo. Pero sí que es cierto que hay gente que nace con ventaja, y tú eres una de esas personas, Beca – sentencia Chloe.
La certeza y la vehemencia con la que hace esa afirmación, con la que sus manos sujetan sus mejillas como si quisiera mantenerla quieta en el sitio para que no trate de rehuir sus palabras, oprimen el nudo en la garganta de Beca de forma casi dolorosa.
Tiene la sensación de que tiene una bola de madera del tamaño de una pelota de tenis ahí atascada.
- Bec...
La forma lenta en que Chloe susurra su nombre, saboreándolo, derrocha reverencia y compasión, igual que el delicado roce de las yemas de sus dedos en el pómulo derecho de la morena.
Sus párpados revolotean, queriendo abandonarse a la sensación, pero Chloe la mantiene anclada al presente con su voz.
- La música es tu superpoder – le recuerda, uniendo sus frentes –. ¿Acaso eres consciente de que siempre estás marcando ritmos con tus dedos que solo existen en tu cabeza? ¿Sabías eso? – le da un suave empujón, frente con frente, para llamar su atención.
Beca traga saliva y niega con su cabeza, cuidadosa de no golpear a Chloe por accidente. La pelirroja emite un "mmhh" pensativo, como si hubiera estado esperando exactamente esa respuesta.
- Respiras música, y la música te escucha. Encuentras melodías donde, aparentemente, no las hay, y puedes coger los sonidos más mundanos y transformarlos en magia. Y si tú jefe no es capaz de ver eso, entonces es, claramente, un chiflado que ha llegado hasta donde está por pura suerte, porque no sabría reconocer el verdadero talento ni aunque le diese una bofetada en toda la cara.
- Sí, pero es un chiflado que tiene una estantería con ocho baldes llenos hasta rebosar de premios.
- A Elvis Presley le recomendaron que se limitase a conducir camiones porque no valía como cantante – rebate Chloe, apasionada –. A los Beatles les rechazaron porque "los grupos de guitarra eran agua pasada". A Adele y Lady Gaga les dijeron que nunca triunfarían por ser demasiado feas.
Chloe se pausa para coger una bocanada de aire, tan dispuesta a convencer a Beca de su propio potencial que se ha olvidado de respirar.
- Las estanterías llenas de premios no curan la estupidez.
A Beca se le escapa el tembloroso resoplido de una risa.
- Por desgracia – murmura con unos ojos en blanco que, no le cabe duda, Chloe puede ver incluso a pesar de la oscuridad.
La pelirroja vuelve más firme su agarre en sus mejillas para reclamar su atención.
- Así que, uno de estos días vas a colar a Emily en el estudio de grabación – ordena con firmeza, asintiendo con cada una de las instrucciones –, vais a trabajar juntas en alguna de sus canciones, y le vas a demostrar a tu jefe que, no solo tienes muchísimo que aportar a la industria discográfica, sino que le estás haciendo un favor al salvarle de acabar como un nombre más en la lista de tontos que dejaron escapar un tesoro cuando lo tenían entre las manos.
Beca parpadea los últimos restos de sus lágrimas, disolviéndolas sin que dejen mayor rastro que una pequeña zona húmeda en la funda de la almohada y las marcas secas de su descenso por sus mejillas.
- ¿Vale? – insiste Chloe, juntando sus frentes una vez más.
- Vale – acepta Beca, asintiendo despacio.
Por fin logra tragarse el nudo en su garganta. Cierra los ojos para que la firme y tranquilizadora presencia de Chloe haga su efecto, para que la fe ciega y la convicción tras sus palabras calen hondo en su cabeza.
El ambiente está demasiado cargado, y Beca necesita disipar parte de esa tensión para ser capaz de calmarse del todo.
- Me tranquiliza saber que tu estrategia no incluye colarme en la ducha de mi jefe – bromea de forma algo temblorosa todavía.
Chloe suelta una carcajada sorprendida.
- Eso solo sirve para confirmar mi teoría – responde, encogiendo uno de sus hombros, y Beca intuye la sonrisa torcida que probablemente tenga en los labios, la falta de vergüenza en su expresión –. ¿Te crees acaso que me colaría en la ducha de cualquier persona?
- Pues sí.
- ¡Oye! – protesta Chloe, dándole un empujón mientras Beca se ríe –. ¿Por quién me tomas?
- ¿En ese momento? Por una loca – replica Beca de manera inmediata, sin tener que pensárselo mucho.
El recuerdo del instante en que escuchó una voz desconocida tras ella, solo para girarse y descubrir a Chloe completamente desnuda en su ducha, todavía permanece fresco en su memoria. Y no porque lo reviva de manera habitual, que también, sino por lo —ligeramente— traumático que fue.
La risa de Chloe va cargada de cierto deleite perverso.
- Pues no. Solo soy una persona que… – Chloe se pausa brevemente y, al continuar, su voz es más grave y aterciopelada que antes –, sabe muy bien lo que quiere – roza su nariz contra la de Beca –, y no tiene miedo de ir a por ello.
La respiración de la morena se queda atascada en su garganta en un abrupto pico del que se sentiría avergonzada si no fuera porque ahora mismo es incapaz de pensar.
- Y tú – Chloe golpea las puntas de sus narices juntas con suavidad –, eras lo que quería.
Beca arquea una ceja desafiante en la oscuridad de la habitación.
- ¿Era? – inquiere, con falsa indignación en la forma en que recalca excesivamente el tiempo verbal en pasado.
Siente una sensación cálida crecer en su pecho al escuchar las suaves carcajadas de Chloe, como una pequeña bola de fuego tras sus costillas: es la chispa de orgullo que acompaña siempre a hacer reír a una persona a la que quiere, es la felicidad de estar viviendo este momento.
Sin embargo, es rápidamente sustituida por el electrificante roce de piel de contra piel, cuerpo desnudo contra cuerpo desnudo, cuando Chloe enreda sus piernas y enrosca su brazo alrededor de la cintura de Beca para atraerla hacia ella.
Beca puede notar cada una de las puntas de los dedos de su mejor amiga extenderse en el medio de su espalda, hundirse en piel y músculo en un gesto de agarre ligeramente posesivo que tiene a Beca estremeciéndose de pies a cabeza.
- Que no te quepa duda alguna – murmura Chloe, uniendo sus frentes, sus narices, hasta que está susurrando las palabras directamente en la boca entreabierta de Beca –, que sigues siendo lo que quiero – echa la barbilla unos centímetros hacia delante de modo que sus labios se acaricien –. Lo único que quiero.
Esta vez, cuando Beca fuerza su saliva a pasar a través del nudo que se le ha formado en la garganta, no es por pena precisamente.
Supone un gran ejercicio de su fuerza de voluntad y de su autocontrol el recordarse todos los motivos —que ahora le parecen insignificantes— por los que no puede lanzarse hacia delante y devorar a Chloe con su boca, dientes y lengua.
Sacude la cabeza internamente y echa un vistazo a su arsenal de distracciones con las que disipar la espesa bruma del deseo que le nubla la razón.
- ¿Incluso a pesar de haberte despertado en plena madrugada para llorarte las penas? – bromea con una sonrisa torcida que deja claro que solo está jugando, que sabe perfectamente cuál va a ser la respuesta.
Da un pequeño respingo asustado ante la inesperada sensación de dedos en su cuello, el roce tan suave que parece casi fantasmagórico. Beca se encoge fuera de su alcance instintivamente porque le hacen cosquillas.
Chloe acaricia el valle de su pómulo, el puente de su nariz, el arco de su ceja, como si estuviera recorriendo con las yemas de sus dedos lo que normalmente recorrería con la mirada.
- Especialmente por eso – susurra tras una cargada pausa.
El corazón de Beca se estremece entero al escuchar esa respuesta porque, aunque entra dentro de lo que esperaba, al mismo tiempo es completamente inesperada. Parece crecer diez centímetros dentro de su pecho, rebosante de emociones.
Es como mirar directamente a un eclipse solar: intenso, cegador, y algo terrorífico.
Abrumada, Beca esconde el rostro en el cuello de Chloe, quien inmediatamente descansa su barbilla contra la coronilla de su cabeza y enreda sus dedos en ondas castañas, rascando suavemente su nuca con las uñas.
Chloe deja escapar un suspiro que derrocha satisfacción. Beca esboza una pequeña sonrisa al escucharlo y empieza a pasear su mano por los valles y montañas de la columna vertebral de la pelirroja.
Se hace un tranquilo silencio, lleno de comodidad, mientras Beca considera si continuar con la segunda parte de la conversación ahora mismo, aprovechando el momentum que han cogido, o si mejor esperar a mañana y dejar descansar a Chloe.
No termina de decidirse, de modo que opta por dejar que sea la propia Chloe quien tome la decisión.
- En algún momento tendremos que hablar sobre ti – dice en un quedo murmullo, sus labios hormigueando por el roce con el cuello de Chloe al moverlos.
Los dedos de su mejor amiga se quedan quietos en su nuca y Chloe hace un pequeño movimiento sorprendido, echando la cabeza hacia atrás en la almohada como si estuviera tratando de buscar su rostro.
- ¿Sobre mí? – inquiere con genuina confusión.
Beca puede imaginarse claramente su ceño fruncido, el ligero torcer de sus labios, y se le escapa una pequeña risa.
- Sí, sobre ti – confirma en tono burlón –. Um… – recupera su seriedad al salir de su escondite, apoyando su mejilla izquierda sobre su brazo doblado bajo la almohada –. ¿Ibas en serio cuando dijiste que te vas a graduar con nosotras?
Chloe se queda callada durante un rato tan largo que Beca está convencida de que, en cualquier momento, le va a decir que no quiere hablar de eso ahora, le va a dar la espalda, y va a fingir haberse quedado dormida.
Sin embargo, tras unos tensos minutos, el cuerpo de Chloe pierde fuerza cuando deja escapar una larga exhalación que suena resignada.
- Sí… – suspira con un encogimiento de hombros, como si estuviera intentando quitarle importancia –. O por lo menos lo voy a intentar.
Algo en el interior de Beca da un pequeño brinco de alegría. Sus labios se curvan solos con los inicios de una suave sonrisa al verse libre de ese último y diminuto resquicio de incertidumbre que se cernía sobre ella como una nube gris.
- Bien – celebra en un susurro –. Porque yo también iba en serio cuando te ofrecí que te vinieras conmigo – igual que la última vez que hizo la oferta, en el momento en que escucha las palabras tomar forma en el aire, se siente egoísta y presa de la duda –. Si quieres, claro. No tienes por qué…
Chloe la interrumpe con una suave risa y un dedo presionado contra sus labios inquietos.
- ¿Cuál es tu plan? – inquiere, curiosa.
¿Y no es esa acaso la pregunta del millón?
- No lo sé – Beca exhala la confesión en un único aliento –. Ahora mismo no tengo ni idea de qué voy a hacer con mi vida después de graduarnos – tuerce el rostro en una mueca, porque no es que esté haciendo que su oferta suene precisamente prometedora –. Pero, sea lo que sea… – encoge un hombro para robarle algo de seriedad –. Me encantaría tenerte conmigo.
Chloe emite un "mmhh" pensativo.
- Podemos no tener ni idea juntas – propone tras un breve silencio.
Beca suspira una risa queda.
- Suena bien – acepta, sonriente.
Chloe reposa sus labios en la frente de la morena y Beca puede sentir cómo se curvan ante su respuesta. Cierra los ojos un instante, disfrutando de la sensación de seguridad que se ha instalado en su pecho al saber que no va a perder a su mejor amiga.
Ha sido una fuente de agonía constante durante todo el año, un pensamiento que la torturaba desde el verano, cuando, por un motivo que ya ni recuerda, se dio cuenta por primera vez de la escalofriante posibilidad de que quizá tuviera que dejar a Chloe atrás.
Era algo con lo que Beca no estaba preparada para lidiar.
¿Tomar caminos separados? Vale, eso es algo que se veía capaz de afrontar. Le causaría pena inmensa, pero más o menos se había ido haciendo a la idea de que no siempre podría vivir en una casa con todas sus amigas.
Pero es muy diferente ir por caminos separados, a dejar a alguien atrás.
- Solo… – Beca se interrumpe a sí misma nada más empezar a hablar con una mueca que se pierde en la oscuridad de la habitación –. ¿Puedo decir una cosa más? – hace una pausa deliberada, pero al ver que Chloe no dice nada, se toma su silencio como permiso para continuar –. ¿Recuerdas el día que fui a recogerte al voluntariado este verano?
Espera hasta recibir un lento y confundido asentimiento por parte de Chloe.
- En realidad llegué antes de lo que te dije – confiesa, solo con cierto arrepentimiento –. Estabais cantando una canción y no quise interrumpir. Me quedé fuera de la clase, viéndote con los niños y… – se humedece los labios en un gesto nervioso –. Creo que serías una profesora increíble.
Escucha el abrupto pico en la respiración de Chloe.
- Bec… – murmura esta, una advertencia al mismo tiempo que un agradecimiento.
Pero la morena sacude la cabeza en una petición silenciosa de que la deje terminar, y Chloe no vuelve a hacer amago de intentar acallarla. Se queda quieta, algo tensa, y en silencio, a la espera de que Beca diga todo lo que tiene que decir.
- Aunque, oye, si quieres ser bailarina exótica tú solo dime en qué club – Chloe resopla una carcajada algo temblorosa y le da un empujón en el hombro –, y ahí estaré todas las noches con un fajo de billetes de un dólar.
- Cállate – ordena, avergonzada, escondiendo el rostro en la almohada.
- No, en serio – insiste Beca con una risa –. Te apoyaré hagas lo que hagas, pero… – cuando vuelve a ponerse seria, su voz se suaviza y vuelve queda –. De verdad creo el mundo perdería una gran profesora.
Chloe solo hace un ruido poco convencido desde el fondo de su garganta, y Beca puede sentir cómo sus palabras golpean contra la barrera protectora que se forma alrededor de su mejor amiga cuando hablan de su futuro, de su valía.
Ahora es ella quien busca el rostro de Chloe con sus manos, tanteando a ciegas por facciones que le resulta tan familiares y se conoce tan bien como si fueran las suyas. Retira un mechón rebelde de su frente, recogiéndoselo tras una oreja.
Clava su intensa mirada en donde debería estar el rostro de la pelirroja, como si estuviera tratando de disipar la oscuridad para poder escrutar hasta el mejor escondido de los secretos que oculta su azul bebé.
¿Cómo puede alguien como Chloe no darse cuenta de lo absolutamente increíble que es? ¿Cómo puede estar tan ciega a su propia luz?
- ¿Dónde está la Chloe confiada que conocí en mi primer año? – pregunta suavemente, con genuino interés por saber la respuesta –. ¿Dónde está la Chloe que no tuvo miedo de colarse en la ducha de una completa desconocida solo porque tenía una voz bonita, la Chloe que tenía la certeza de que la borde y distante chica nueva era justo lo que las Bellas necesitaban?
Chloe agacha el rostro, escapando de su flojo agarre.
- Esa Chloe creció – murmura de forma un tanto sardónica.
Se queda un momento en silencio y Beca espera en una extraña muestra de paciencia porque presiente que lo de Chloe es solo un punto y seguido, y no un punto y aparte. Sus sospechas se ven confirmadas cuando la pelirroja resopla, sarcástica, ante algo que acaba de pensar.
- Es curioso – continúa –. Entré en Barden tan segura de mí misma y mi futuro, que a veces me pregunto cómo es posible que haya acabado así… – sacude la cabeza con incredulidad –. Pero cuando llegó la hora de graduarme, me di cuenta de que… Ya no tenía nada claro. Veía mi futuro tan incierto que me dio miedo tener que plantarle cara.
Suspira y el corazón de Beca da un doloroso latido porque ahora lo entiende.
Ahora que ha descubierto que a lo mejor no tiene talento para dedicarse a la música, su único plan de vida, lo único que creía que se le daba bien hacer, entiende la obsesión de Chloe por aferrarse a su tiempo en Barden.
Beca siente vértigo y un terror helado expandirse por su cuerpo desde su estómago cada vez que piensa en la graduación a la que se acercan a ritmo imparable.
- De modo que decidí quedarme – la cama se agita suavemente cuando Chloe hace un aspaviento con sus manos –. Solo un año más. Solo hasta que tuviera las cosas más claras – bufa una risa –. Pero ese año se convirtió en dos, y en tres.
- Es fácil perder el control de esas cosas – le consuela Beca, porque si hay alguien que puede comprender el dejar algo para más tarde, y que ese tarde se te acabe yendo de las manos, es ella.
- El problema es que, durante este tiempo, no he hecho nada de valor fuera de las Bellas. Por eso creía que tampoco sería tan malo si me quedara para ayudar a Emily, porque es lo único que, tras siete años de educación universitaria, sé hacer.
Beca se escurre hacia delante en el colchón para disipar los escasos centímetros de distancia que Chloe había establecido entre ellas. Sus rodillas chocan juntas y Beca se detiene instantes antes de darse cabeza contra cabeza.
- Tú siempre dices que las Bellas no están para frenarte – le recuerda con delicadeza, sin reproches –, sino para impulsarte hacia delante. ¿Por qué eso no se aplica a ti también?
- Porque no sé si puedo crecer más allá de las Bellas – responde Chloe, moviendo su cuerpo en un tic nervioso, o exasperado –. ¡Ni siquiera soy de las que tienen más talento del grupo, como tú, o Cynthia Rose, o incluso Jessica!
Beca abre la boca en una exclamación incrédula que nunca llega a salir de su garganta porque está demasiado indignada como para articular palabra ahora mismo. Parpadea un par de veces y sacude ligeramente la cabeza.
- ¿Estás de coña? – exclama –. Chlo, tú tienes mucho más talento que yo.
Su volumen algo descontrolado le gana un "shh" escandalizado por parte de su mejor amiga. Manos aparecen su boca, tratando de cubrirla para que no termine despertando a la casa entera, pero Beca agita la cabeza para rehuirlas.
- A mí me sacas de la música y soy como un pez fuera del agua. Tú no. No habríamos llegado hasta donde hemos llegado si no fuera por ti – continúa a un volumen más razonable para la hora que es, agarrando las manos de Chloe entre las suyas y posándolas unidas en la cama entre ellas.
Les da un apretón con cada parte del mensaje que a la que quiere dar especial énfasis para que llegue de forma más clara a la pelirroja.
Aun así, Chloe suelta un resoplido tan desdeñoso que suena casi como una pedorreta.
- Pfff, ya, claro.
- ¡En serio! – exclama Beca, ganándose una vez más un chistido por parte de su mejor amiga que ignora por completo. Mantiene su agarre firme en las manos de Chloe para evitar que pueda moverlas –. ¿Te crees que yo sola habría sabido manejar a las Bellas? – pregunta con tanta agresividad que casi parece una recriminación –. Fui yo la que salí ganando en el reparto de tareas: solo tengo que ocuparme de la música.
- Tampoco lo digas como si no fuera nada – le reprocha Chloe.
- ¡Es que no es nada! Tú organizas los ensayos, te encargas de gran parte de la coreo, encuentras los patrocinadores y las actuaciones, te ocupas de que tengamos cómo llegar y dónde dormir cuando competimos… – enumera –. Y, sobre todo, manejas a las chicas.
Esta vez es Beca la que alza una mano para cubrir la boca de Chloe antes de que esta tenga tiempo de despegar los labios.
- Ni se te ocurra decir que no es para tanto – le advierte –. Porque sí lo es. Si no hubieras estado aquí para apagar fuegos y pacificar conflictos, las chicas probablemente se odiarían ahora – resopla una risa –. Es más, seguro que las Bellas ni siquiera existirían a estas alturas porque no soportaríamos estar en la misma habitación.
- Eres una exagerada – desestima Chloe, probablemente acompañado de unos ojos en blanco que Beca no puede ver.
- No, no lo soy – niega la morena, vehemente –. Tú nos has hecho una familia – asegura –. Tu superpoder, Chlo, son las personas. ¿Cómo puedes no darte cuenta…?
Captura las mejillas de Chloe entre sus manos con firmeza, tal y como la pelirroja hizo con ella minutos antes, y clava su mirada en un punto central con una intensidad que, espera, sea capaz de traspasar la oscuridad.
- Si eso de dedicarme a la música al final no me sale bien, en diez… – sacude la cabeza al darse cuenta de su error –. Qué va, en cinco años, nadie se acordará de mí – encoge un hombro, despreocupada –. Pero tú eres una de esas personas que deja marca. Eres…
Titubea un instante, en busca de una comparación que le haga justicia.
- Eres como un unicornio – exclama cuando por fin la encuentra, y se sonríe a sí misma, satisfecha –. Todo quien te conoce se enamora un poco de ti. No sabes…
Se interrumpe a sí misma y frunce el ceño. Su creciente irritación con la falta de luz en la habitación de Chloe se hace de notar ahora más que nunca, porque tiene la sensación de que Chloe no le va a hacer caso si no puede ver lo sincera que está siendo.
Una cosa es que pueda escucharlo en su voz, que pueda notarlo en la vehemencia de sus gestos, pero todo eso palidece en comparación a verlo con sus propios ojos, a tener la prueba irrefutable de que Beca no le está mintiendo.
- Espera un momento, quiero… – no acaba la frase, distraída con tantear la pared de Chloe a ciegas con una mano en busca de la pequeña caja de plástico que la pelirroja tiene pegada con cinta de doble cara en algún punto por encima de sus cabezas.
La encuentra con un "¡ajá!" triunfante y busca con la punta de su índice la pestaña que sabe que está situada en el borde superior. La empuja a través de las tres posiciones que tiene, hasta la última, y enciende la tira de lucecitas led enredada en el cabecero de la cama.
Parpadea ante la luz amarillenta que baña la habitación de Chloe ahora.
Es suave, pero sus ojos, acostumbrados —y tras haber sido forzados a escrutar la oscuridad absoluta en busca del más mínimo vistazo de Chloe— a la falta de luz, necesitan un momento para acostumbrarse al súbito cambio.
Una vez se recupera del deslumbramiento, clava su mirada en Chloe y acaricia su mejilla con inmensa ternura.
- Ojalá pudieras verte a través de mis ojos – susurra, su voz algo cogida por la emoción, recorriendo con esos mismos ojos el rostro de Chloe con avidez, como si lo hubiera echado de menos –, porque eres maravillosa.
Chloe parpadea en una rápida sucesión. Su mirada adquiere esa cualidad cristalina de cuando está luchando contra las lágrimas, que hace que su azul bebé se parezca a las aguas turquesa del Caribe en un día soleado de verano.
- En serio – insiste Beca –. No te haces idea alguna de cuánto, er…
El resto de la frase muere en su boca, convertida en un "¡mmhh!" sorprendido cuando Chloe de repente se lanza hacia ella y cubre sus labios con los suyos en un beso inesperado, ardiente, febril.
Empieza hambriento desde el primer momento y solo va escalando con cada segundo que sus labios se deslizan, sus bocas abiertas, compartiendo respiraciones húmedas y lametones profundos.
Los dedos de Chloe se clavan en la cadera de Beca, posesivos, antes de deslizarse hacia su espalda para, con firme presión en la zona baja de su espalda, empujar a Beca hacia su cuerpo todo lo posible.
Sus piernas se enredan con una familiaridad sorprendente considerando que solo llevan tres noches explorando este nuevo nivel de su relación, como si solo fuera un paso más en una de sus viejas y más reusadas coreografías.
El roce de sus pieles desnudas es electrificante.
Un escalofrío hormiguea en sentido descendente por la columna de Beca. Parece seguir el mismo camino que la sábana que resbala por su espalda inclinada al alzarse sobre Chloe en sus brazos estirados, pero con un par de latidos de retraso.
La sábana cae hecha un guiñapo en la base de su espalda. Beca tiene un breve momento de vergüenza, el impulso de taparse fuerte durante ese único puñado de segundos, —los residuos de un hábito de cuatro años que todavía no ha conseguido perder—.
Pero Chloe la mira con ojos llenos de reverencia y se olvida por completo de lo vulnerable, lo expuesto, de su postura.
No intercambian una sola palabra y, sin embargo, Beca entiende a la perfección lo que Chloe está intentando decirle con esa mirada cargada de significado: ojalá pudieras verte a través de mis ojos, porque tú también eres maravillosa.
Se le eriza la piel del cuerpo entero, una sensación de frío y calor al mismo tiempo.
Su corazón martillea contra sus costillas, como si quisiera escaparse de su prisión de carne y hueso, con tanta fuerza que Beca puede notarlo en su pecho, en sus oídos, y en su garganta. Tiene que tragar saliva para asegurarse de que siga en su sitio.
Es, curiosamente, en ese momento que Beca siente un extraño momento de paz.
La incertidumbre que ahora rodea su futuro, las dudas que la plagan —como vuitres volando en círculos sobre caroña— sobre sus propias capacidades, sus instintos, sus sueños, su talento, no parecen tan aterradoras.
Bajo la firme devoción de la mirada de Chloe, siente que puede enfrentarse a lo que sea.
Porque ya no está sola.
Porque Chloe la mira como si supiera que Beca puede enfrentarse a lo que sea y salir ganadora.
Porque quizá lo único que necesitas cuando has dejado ver las cosas claras es tener a alguien a tu lado que te dé la mano. Alguien cuya fe ciega en ti nunca flaquee. Alguien que siga creyendo en ti incluso cuando tú no crees en ti misma.
Chloe es esa persona para Beca.
Beca es esa persona para Chloe.
Y, quizá, mientras se tengan la una a la otra, todo irá bien.
(Todo irá bien.)
.
Tell me that it's not my fault
Tell me that I'm all you want
.
FIN
A/N: Quizá este fic pueda ser esa persona para mí… (Wishful thinking).
Perdonad de nuevo por la tardanza, espero que haya merecido la pena. Gracias una vez más por seguir aquí y estar siempre dispuestes a embarcaros en las aventuras que se le ocurren a mi alocado cerebro.
Nos vemos muy pronto.
xxx
