2. La hija perdida
Un par de días más tarde de lo que esperaban, los hermanos Winchester y Tinny llegaban en un coche negro, precioso, un Chevrolet Impala del 67 que había enamorado a Tinny en cuanto lo había visto en el aparcamiento del aeropuerto, aun enorme edificio un poco alejado de una ciudad que los chicos le dijeron que era Lebanon, en Kansas. Por el camino, los chicos le habían explicado que del mismo modo que su madre, Mary Winchester, de soltera Campbell, se había criado en una ancestral familia de Cazadores; su abuelo, Henry Winchester, había formado parte de la rama americana de los Hombres de Letras, y aquel edificio semi subterráneo, el bunker secreto de los Hombres de Letras, era suyo por derecho propio.
Por fuera no es gran cosa, - le explicaba Dean entrando en el garaje y aparcando su coche con la misma expresión de satisfacción que había mostrado durante todo el viaje desde el aeropuerto. - Pero por dentro es la hostia, aquí estarás bien y protegida; y Bobby te caerá muy bien, ya lo verás.
Ja, ja, ja – rió Tinny ante el entusiasmo del joven cazador. - Me has hablado tanto de ese tal Bobby Singer que ya quiero conocerlo.
Los tres bajaron del coche y cogieron sus bolsas de viaje y las maletas de Tinny, que había traído bastantes cosas. Ya que ellos le llevaban las pesadas maletas, la joven guía turística insistió en llevar sus bolsas, aunque sólo fuera para sentirse útil; los chicos la guiaron por unos interminables pasillos hasta la sala común del bunker, donde ya les esperaba un viejo cazador de barba cuidada, que llevaba una gorra y camisa de leñador, en el mismo estilo que los dos jóvenes.
¡Bobby! Ya estamos en casa – exclamó Dean, para llamar la atención de su amigo y padre postizo, que en ese momento estaba enfrascado en la lectura de un libro, sentado a una mesa de madera.
El hombre volvió un poco la cabeza y se puso en pie con una sonrisa, aunque no tardó en ocultarla y poner una expresión de severidad.
Ya era hora de que volvierais, idiotas – dijo Bobby, saludando a Dean con un abrazo, y luego lo mismo con Sam. - ¿Ella es la chica?
La chica en cuestión, Tinny, se había quedado parada en la puerta de la sala, con expresión de pánico, pálida y helada, sin dejar de mirar fijamente al viejo cazador. Sam y Dean se volvieron hacia ella, justo a tiempo para ver como su expresión cambiaba totalmente y se lanzaba contra Bobby loca de ira.
¡Tú! ¡Asesino! - Le gritó Tinny a Bobby, poniéndole las manos en el cuello con intención de estrangularle, para sorpresa de todos los presentes. - ¡Asesino!
¡Tinny! - Exclamó Dean, yendo a separarlos, sin entender lo que había pasado de repente. - ¿Tinny, te has vuelto loca?
El mayor de los Winchester cogió a la chica, sujetándola con fuerza, para impedir que pudiera escaparsele y volver a atacar a Bobby.
¿Bobby, estás bien? - Preguntó Sam, yendo a ocuparse de su amigo y padre postizo. - ¿Te ha hecho daño?
No... estoy bien – murmuró Bobby, masajeándose el cuello, sin dejar a mirar a la chica que forcejeaba en brazos de Dean.
¡Dean! ¡Suéltame! - Gritaba Tinny, totalmente histérica. - ¡Dean! ¡Suéltame! ¡Es él! ¡El hombre que veo en mis sueños! ¡El hombre que mató a mi madre!
Todos se quedaron helados al oír aquello, aunque sólo Dean conocía la historia de la infancia de Tinny y de lo que veía en sus pesadillas; Bobby, por su parte, puso expresión de susto, como si se hubiera dado cuenta de algo.
Dean, llévate a Tinny de aquí – dijo Sam, preocupado por lo que la chica acababa de decir. - Al menos hasta que solucionemos esto.
¡No hay nada que solucionar, Sam! - Gritó Tinny, forcejeando, mientras Dean se la llevaba fuera de allí.
Vamos, fierecilla, estate quieta – le pidió el mayor de los Winchester, casi llevándola en volandas por uno de los corredores del bunker.
A su pesar, Dean llevó a la histérica Tinny hasta la habitación del pánico que tenían en el sótano del bunker y la encerró allí. La chica empezó a gritar, aporreando la puerta y exigiéndole que la dejara salir; el joven cazador cerró los ojos con pesar, no le hacía ninguna gracia tener que encerrar a alguien a quien apreciaba. Haciendo oídos sordos a las imprecaciones de la chica, Dean regresó a la sala común, dónde le esperaban Bobby y Sam.
¿Qué coño pasa, Bobby? - Le increpó el chico, con voz molesta. - ¿Por qué Tinny tiene pesadillas dónde te ve matando a su madre?
… porqué así fue – murmuró el hombre, ocultando la cabeza entre las manos, después de un buen rato de silencio. - Christine, Tinny... yo no lo sabía... nunca me di cuenta de que lo había visto todo... eso explica que perdiera el habla temporalmente.
¿De qué hablas, Bobby? - Preguntó Sam, tan confundido como Dean por las palabras sueltas que Bobby pronunciaba y la tristeza que rezumaba su voz.
Ella es mi hija, Sam – acabó por revelar. - Mía y de Karen... Ya os he contado como Karen empezó a cambiar de un día para otro, como se volvió cada vez más distante... ni siquiera se encargaba de Christine, que sólo tenía tres años... yo ya no sabía que hacer... hasta aquella noche, cuando el demonio que la poseía se reveló y nos atacó. Escondí a Christine en un armario y me enfrenté a Karen... todo fue muy confuso.
Tranquilo, Bobby – dijo Dean, poniéndole una mano en el hombro. - Pero... ¿qué pasó con ella? ¿Por qué tu hija estaba en Edimburgo?
- Ya sabéis que vuestro padre y yo eramos amigos desde los tiempos en los que fuimos marines, y hacía poco que Mary había muerto y él mismo había empezado con esta vida… fue él quien me aconsejó que la diera en adopción para protegerla y eso decidí... alejarla de mí todo lo posible... aunque parece que no sirvió de nada.
- Vaya, siempre creímos que tú enseñaste a papá, Bobby – comentó Sam. - No que aprendisteis juntos.
Bobby, tú eres el mejor padre que podríamos haber tenido – le dijo Dean para animarlo y porque era lo que ambos, sobretodo él, sentían. - Le explicaré a Tinny lo que pasó y lo entenderá, a ella le atacó un demonio en Edimburgo, no es algo que le pille de nuevas.
El cazador miró a Dean con agradecimiento, aunque no parecía muy convencido de que las cosas con su hija acabaran bien.
Superado por una situación que nunca creía que le pasaría a pesar de todo lo que había visto, Dean tardó unas horas en ir a ver a Tinny, en parte para dejar que se calmara un poco; como suponía que la chica tendría hambre, le preparó un sandwich con un vaso de refresco para que comiera algo. Cuando abrió la puerta de la habitación del pánico, la joven estaba sentada sobre el catre que había en la sala, con las piernas cruzadas y los ojos cerrados.
Tinny... - Dean llamó su atención con voz cauta. - Creía que tendrías hambre... - Dejó la bandeja del sandwich a un lado de la chica. - Tenemos que hablar.
No tengo hambre – dijo ella, con voz fría. - ¿De qué quieres hablar, Dean? ¿De cómo me has tenido aquí encerrada todo el día mientras proteges al hombre que mató a mi madre?
Dean suspiró y se armó de paciencia, ya suponía que aquella conversación iba a ser muy difícil; se sentó su lado.
Sólo te pido que me escuches un momento – le dijo con voz suave. - Bobby nos lo ha contado todo y no niega lo que pasó, sólo...
Te dije que si alguna vez encontraba al hombre que mató a mi madre, lo mataría, Dean – le interrumpió Tinny, enfadada.
No me interrumpas hasta que haya terminado, - la regañó el joven. - Sí, Bobby mató a tu madre, pero todo es mucho más complicado de lo que parece. Él no era cazador todavía, era un simple chatarrero que aún no sabía nada de todo este mundo de mierda y se encontró con qué la mujer a la que adoraba, de repente los estaba atacando a él y a su hija pequeña. Sin saber que hacer, ni como actuar, lo único que pudo fue matarla... aunque se ha culpado de ello durante más de treinta años.
Tinny frunció el ceño al escuchar a Dean y entender las implicaciones de lo que le estaba contando.
¿Qué me estás intentando decir, Dean? Que ese Bobby Singer es... - Dean asintió.
Bobby es tu padre, Tinny... tu madre era su esposa y tuvo que matarla – le explicó. - Sé que será duro, pero te pido que al menos dejes que te explique lo que pasó.
Tinny lo pensó un momento, sin parecer demasiado convencida, por otro lado, sospechaba que si no aceptaba hablar con Bobby Singer, Dean no la dejaría salir de aquella celda.
Está bien – acabó por contestar. - Escucharé al señor Singer, pero no te prometo nada.
El mayor de los Winchester asintió, temiéndose que aquello no iba a terminar nada bien, aún así, quería, necesitaba que Bobby y su hija se reconciliasen. Ella merecía conocer a su padre y el viejo cazador merecía recuperarla y tener una relación con ella.
Dean acompañó a Tinny a la biblioteca del búnker, donde sabía que Bobby se había refugiado tras el violento encuentro con la chica. El veterano cazador estaba sentado a una de las mesas de estudio, al parecer centrado en un libro, pero Dean se dio cuenta de que sólo fingía leer, pues tenía la mirada pérdida y no movía las páginas. Ver al hombre que había sido más padre para él que su propio padre tan hundido, le partió el corazón.
Bobby... - le llamó, con la misma cautela que le había hablado antes a Tinny. - ¿Tienes un momento?
Bobby levantó la cabeza para mirarles, poniendo un poco de cara de sorpresa y susto al ver a la chica, que se mantenía unos pasos por detrás de Dean.
Christine – murmuró el hombre y luego alzó la voz para hablarle a Dean. - Chico, déjanos solos.
Pero, Bobby... - protestó el joven cazador, sin ninguna intención de marcharse.
Quiero hablar a solas con Christine, hijo – insistió Bobby con voz firme y gruñona. - Lárgate de una vez, idiota.
Vale, vale, no te cabrees – dijo Dean, un poco a la defensiva; mientras Tinny hacía lo posible por ocultar la sonrisa que le había aflorado a los labios al ver su relación padre e hijo. - Me largo, pero estaré cerca por si me necesitáis.
El hombre hizo un gesto que venía a significar lo mismo que había expresado con palabras: que se largara. Cuando el chico por fin les dejó solos, Bobby se puso en pie y se enfrentó con la muchacha, que no se había movido del sitio.
Christine... - empezó, acercándose a ella, quién retrocedió instintivamente.
Tinny – le cortó ella, con voz rotunda. - Me llamo Tinny, señor Singer.
Bobby, por favor – le pidió con voz suplicante. - Chris... Tinny, sé que todo esto debe resultar difícil de asimilar.
Dean lo ha explicado – replicó Tinny. - Es difícil asimilar que estoy frente al hombre que veo cada maldita noche en mis pesadillas, pero conocí a los chicos cuando me rescataron de un demonio, así que puedo entender lo que pasó hace unos años, cuando murió mi madre... o al menos empezar a entenderlo.
Yo adoraba a tu madre, y también a ti, mi querida niña – dijo Bobby, apesadumbrado. - Lo que tuve que hacer... jamás me lo perdonaré...
Dean me dijo que entonces no sabías todo lo que sabes ahora, que no tuviste otra opción para protegerme – dijo Tinny, con voz totalmente helada. - Todo eso lo entiendo... pero una vez que todo pasó, ¿por qué te deshiciste de mí? ¿Por qué me diste en adopción?
Al oírla, el cazador cerró los ojos y se dejó caer pesadamente en la silla.
Después de lo que pasó – explicó Bobby. - Un amigo cazador, Rufus, me explicó lo que le había pasado a tu madre y me ayudó a evitar problemas con la ley; fue él quien me introdujo en la Caza... en cuento a ti... después de la muerte de Karen, dejaste de hablar. Yo no sabía que lo habías visto todo – calló, deteniéndose a mirar a su hija unos segundos. - Bebía mucho, no sabía como encargarme de ti y tampoco quería meterte en esta mierda de vida.
Y por eso me diste en adopción – apuntó Tinny, cruzada de brazos.
No lo decidí desde el principio – siguió explicando Bobby. - Conocía a un joven cazador, novato como yo, con dos niños pequeños; su mujer también había muerto por culpa de un demonio.
El padre de Sam y Dean – dedujo la chica, Bobby asintió.
John me aconsejó que no te metiera en esta vida, que te alejara; él se había planteado hacer lo mismo con los chicos, pero había preferido ser egoísta y mantenerlos junto a él. - Bobby volvió a mirar a su hija. - Después de pensarlo mucho, me dijo que lo mejor para ti era darte en adopción. Mi padre fue un cabrón borracho y maltratador… no quería que tú pasaras por algo parecido…
Y, en cambio, Sam y Dean me contaron que fuiste y eres el padre que John Winchester no supo ser… - Tinny apretó los puños, con los ojos llameantes. - A ellos les adoptaste mientras que a mí… me abandonaste.
No… yo… hija mía…
No soy tu hija – sentenció Tinny. - Te dices a ti mismo que hiciste lo mejor para mí, pero en realidad, hiciste lo mejor para ti. ¿Te preocupaste alguna vez por lo que había sido de mí? Tuve suerte… tuve mucha suerte de que la mujer que me adoptó y me llevó a Escocia, es una mujer bondadosa, amable y cariñosa que en ningún momento me hizo pensar que no era su hija, pero mi destino podría haber sido mucho peor, podría estar muerta… o… no quiero ni pensarlo.
Tinny… - le pidió Bobby, pero ella continuó.
No puedo cambiar que seas mi padre biológico, Bobby Singer, pero escuchame bien, ¡nunca! ¡Nunca jamás serás mi padre!
Tinny… por favor… - Bobby se incorporó e intentó tenderle los brazos, pero ella lo empujó contra la silla y salió disparada, huyendo de la biblioteca, perdiéndose por los corredores del búnker.
Los gritos de la joven llegaron hasta los oídos de Dean, que andaba cerca; no tardó ni dos segundos en aparecer en la biblioteca. Se encontró a Bobby mucho más hundido que antes y parecía haber envejecido en unos pocos minutos.
- ¿Bobby? - Le dijo con voz entre preocupada y enfurecida. - ¿Qué ha pasado? - Sin contestarle, Bobby se apoyó en la mesa con la cara entre las manos. - ¡Bobby! Si esa niñata…
- Dean… no ha pasado nada que yo no esperaba que fuera a pasar – murmuró Bobby, con voz neutra. - Christine… Tinny, no quiere saber nada de mí, no me perdona que la alejara de mí…
Dean dio un fuerte puñetazo a la puerta, sobresaltando al veterano cazador.
- ¡Maldita niñata de los cojones! - Exclamó, furioso. - ¡Cuándo la pille me va a oír! ¡No tiene ni idea de todo lo que has pasado, de todo lo que…!
Parecía que todo lo que Dean pudiera sentir por la chica o todo lo que pudiera atraerle, se había volatilizado después de ver sufrir a su familia por su causa.
- Dean – Bobby le cogió del brazo, para detenerle. - Dejala en paz, no vayas a soltarle ninguna burrada de las tuyas… he pasado por muchas mierdas, ésta sólo es una más…
- Ni de coña, Bobby – soltó Dean, quitándose de encima la mano de su amigo. - Voy a buscarla y la voy a traer aquí, aunque sea de los pelos.
- ¡Dean! - Vociferó el veterano cazador, viendo como el muchacho salía de la biblioteca como un vendaval, gritando el nombre de la chica.
Sam le había buscado una habitación en el bunker a la chica, y ambos estaban allí, cuando oyeron gritar al otro Winchester.
- Creo que vas a tener un problema – dijo Sam, a quien Tinny ya le había contado lo ocurrido. - No debiste ser tan dura con Bobby.
Ella no contestó, aún alterada por lo sucedido; justo en ese momento, la puerta se abrió violentamente.
- ¡Dean! - Le regañó Sam. - Que te cargas la puerta…
- ¡A quién quiero estrangular es a ella! - Exclamó Dean, furioso, señalándola. - ¿¡Sabes lo que esta niñata le ha hecho a Bobby!?
- Sí, Dean, lo sé… - empezó el menor. - Pero…
- No me defiendas, Sam – le cortó la chica, levantándose de encima de la cama. - ¿¡A quién llamas niñata, cretino!?
- ¡A ti! - Saltó Dean. - ¡Le has destrozado el corazón al pobre hombre! ¡No me extraña que esos demonios fueran a por ti! ¡Eres tan arpía y cabrona como ellos!
Casi no le había dado tiempo a terminar su exabrupto, una bofetada resonó en el cuarto. No era la primera vez que Sam veía como una chica abofeteaba a su hermano, pero sí a una chica tan furiosa.
- ¡Tinny! ¡Dean! - Intentó mediar Sam, pero su hermano, sin decir nada más, salió de la habitación. - Por favor, Tinny, cálmate un poco – le pidió a la chica. - Iré a buscar a Dean y…
-No, no hace falta – le paró ella, algo más tranquila. - Te lo agradezco, Sam, de verdad, pero no quiero que te pelees con tu hermano por mí.
Sam se sentó junto a ella en la cama y le pasó un brazo por los hombros, de forma fraternal. Aún algo tensa, ella se dejó consolar por el corpulento joven.
- No lo he hecho bien – murmuró Tinny, después de un rato. - Estaba tan furiosa, tan nerviosa por todo… que yo… - Se tapó la cara con las manos.
Sam la apretó más contra él, cariñosamente, abrazándola y poniendo su barbilla sobre la coronilla de la chica.
- Tranquila, niña – le susurró, amablemente. - Habla con Bobby por la mañana, después de dormir, descansar y organizar tus ideas; estoy seguro de que te perdonará y también podrás arreglar las cosas con Dean.
- Gracias, Sam – contestó ella, con expresión cansada. - Mmm… ¿puedo llamarte Sammy?
El más joven de los Winchester no puso buena cara, nunca le había gustado aquel diminutivo, que sólo su hermano podía utilizar; sin embargo, volvió a sonreír y asintió.
- Qué conste – le advirtió con tono de hermano mayor, pero sin dejar de sonreír – que es un permiso especial, si te portas mal, te quitaré el privilegio.
- Vale, vale – Tinny se echó a reír al oírle. - Aunque, te recuerdo que soy tres años mayor que tú, Sammy.
- Y yo que te saco dos cabezas – bromeó Sam. - Así que no te pases de lista conmigo, señorita. Anda, duerme un poco.
- Señor, sí, señor – dijo Tinny, en plan marcial, soltando una carcajada. - Y yo que creía que el mandón era tu hermano…
- Bueno, yo también lo soy, un poco – replicó Sam, también riendo y se puso en pie, despidiéndose de ella con un gesto. - Mi habitación está aquí al lado, por si necesitas algo.
Cuando Sam la dejó sola, Tinny permaneció un rato sentada sobre la cama, un tiempo prudencial, hasta qué estuvo segura de que el joven cazador no iba a regresar. Entonces abrió una de las maletas y cogió algunas cosas, que metió en una bolsa de viaje; la dejó a un lado y volvió a sentarse a esperar. Pensaba que lo mejor era no moverse hasta que todos estuvieran dormidos.
Unas horas más tarde, la chica cogió su bolso y la bolsa de viaje y salió sigilosamente del cuarto. Avanzó por el corredor del bunker, hasta llegar a la sala principal, la que daba a la puerta; una vez allí se quedó pasmada al escuchar como esta se abría y unos pesados pasos bajaban por la escalera de la entrada; se ocultó rápidamente para observar como Dean Winchester, borracho como una cuba, aparecía por allí, dando tumbos. Sin percatarse de la presencia de la chica, el cazador se sujetó a la gran mesa mapamundi y dejó allí unas llaves de coche, al parecer, olvidadas, antes de perderse por el pasillo. Sin creerse su suerte, Tinny agarró las llaves y corrió al garaje, donde comprobó que las llaves pertenecían al precioso Impala del 67 que habían utilizado para llegar desde el aeropuerto. Ya pensaba tratar de coger un coche para alejarse de allí lo más posible, pero poder llevarse justo aquel era un premio añadido.
Ya llevaba unos kilómetros conduciendo rumbo a ninguna parte en particular, cuando escuchó una voz a su lado.
- Tinny… ¿dónde vas? - Dijo Castiel, que había aparecido sentado en el asiento del copiloto.
La joven no era una gran conductora y menos acostumbrada a la forma de conducir de Gran Bretaña, por lo que con el sobresalto, el coche se le descontroló y el propio Castiel tuvo que ayudarla para que no se salieran de la carretera. Tinny aparcó en el arcén y miró al ángel.
- ¡Castiel! ¡Me has dado un susto de muerte! - Le regañó la chica, aún con el corazón a mil por hora. - ¿Qué demonios haces aquí?
- Soy un ángel, no un demonio, aunque por unos meses tuve a Lucifer dentro – la chica lo miró sorprendida por aquella revelación que Castiel había dejado caer como quien comenta que tuvo un sarpullido. - Y yo podría hacerte la misma pregunta, ¿qué haces aquí? Te marchaste del bunker sin decirles nada a Sam y a Dean, y llevándote el Impala… te van a matar.
A Tinny le extrañó la mención al coche, pero no dijo nada, sólo suspiró y miró a Castiel, con expresión agotada.
- Por favor, Cas – le dijo con voz suplicante. - Necesitaba alejarme de ellos, todo esto me supera. Ayudame…
El ángel suspiró también con cansancio, preguntándose porqué siempre dejaba que le metieran en aquellos líos.
- Sam y Dean sólo quieren protegerte, Tinny – le dijo, intentando disuadirla. - Aunque a veces, como cualquier otro humano, pueden equivocarse.
- Cas, en serio – siguió pidiéndole Tinny. - No estaré fuera mucha tiempo, sólo el necesario para pensar; ayudame a protegerme y no le digas a los chicos donde estoy.
- Dean me matará si se entera de que sé donde estás y no se lo he dicho – contestó Castiel, entre su deseo de ayudar a la chica y el temor de lo que pasaría si lo hacía.
- No hace falta que sepas donde estoy exactamente, así no tendrás que mentirles – sugirió la joven, con cierta picardía.
- Aff – resopló Castiel, fastidiado. - Está bien, te echaré una mano, pero si Dean se enfada, será culpa tuya…
- Tranquilo, Cas – sonrió Tinny. - El cabreo de Dean me lo comeré yo, no tú…
El ángel asintió y le puso una mano en el hombro, comprensivo. Como blanco habitual de los enfados de Dean Winchester, a pesar de ser más que hermanos, sabía perfectamente lo que le esperaba a la chica.
- Te proporcionaré libros para que aprendas a protegerte de ángeles y demonios – dijo Castiel. - Pero te pongo una condición y es que no tardes mucho en regresar; tienes que prometerlo o te llevo de vuelta al bunker.
- Cas, eres muy duro para ser un ángel – protestó la chica, haciendo una mueca.
- Me he dejado el arpa en mi nube – soltó Castiel, sarcástico. - Soy un guerrero, Tinny… a ver, ¿qué elijes?
- Está bien, está bien – lo aplacó la chica, levantando una mano. - Te prometo que no tardaré mucho en regresar.
Castiel asintió y se despidió con un gesto, desapareciendo del asiento del copiloto. Tinny continuó su camino, suspirando; no sabía exactamente a cual de los infiernos iba alguien por mentir a un ángel.
El móvil de Dean sonó muy temprano por la mañana.
- Más vale que tengas una buena razón, nivel apocalipsis, para llamarme a estas horas – gruñó el joven, enseñándole los dientes al móvil, sin mirar quien le estaba llamando.
- Tengo una muy buena razón, Dean Winchester – sonó la voz enojada de Charlie Bradbury. - ¿¡Cómo se te ocurre llamar arpía cabrona a una chica asustada y traumatizada!? ¡Será posible
- Hola, Charlie – dijo Dean, desperezándose. - Supongo que la bronca mañanera la debo a que mi hermanito es un bocachancla… No tendría que haberte llamado.
- Ya, él me dijo que dirías eso – dijo Charlie, con voz más comprensiva. - Dean…
- Lo sé, lo sé, niña – contestó Dean, sentándose en la cama. - No hace falta que sigas echándome la bronca. Luego iré a arreglar la movida con la chica.
- Más te vale – le advirtió la joven cazadora. - Sam me dijo que Tinny te gusta…
- Vuelvo a decirlo… Sammy es un bocachancla – gruñó Dean. - Nos hemos acostado varias veces…
- Vale vale, no me cuentes detalles – le cortó Charlie, con voz asqueada. - Anda, ve y arreglalo… te quiero, puta.
- Y yo a ti, niña – le dijo Dean, con cariño. Charlie Bradbury era como una hermana pequeña para él. Nunca le agradecería bastante a su hijo adoptivo Jack, el nuevo y joven Dios, que una de las cosas que arregló fuera que Charlie volviera a la vida.
El joven cazador colgó el teléfono y se levantó para ir al pequeño lavabo de la habitación. Se lavó la cara con agua fría para terminar de despertase; luego se puso una camisa que estaba más o menos limpia y salió de la habitación, rumbo a la de la chica.
- ¿Tinny? - La llamó mientras tocaba a la puerta. - Tinny, soy Dean, ya sé que es temprano pero tengo que hablar contigo.
Pasaron unos minutos y la puerta no se abría; Dean empezó a preocuparse.
- ¿Tinny? ¿Estás bien? - Preguntó, abriendo la puerta. - Voy a entrar, eh…
El joven cazador abrió la puerta del todo y se quedó parado, mirando la habitación. Estaba vacía y la cama hecha, pero no parecía haber sido utilizada; también vio que las maletas que Tinny había traído estaban en un rincón, una de ellas abierta, y también faltaba el bolso y el abrigo de la chica.
- ¿¡Dónde demonios…!? - Dean miró por todos lados, algo vano, ya que la habitación no era lo suficientemente grande para que alguien pudiera esconderse.
Teniendo una súbita inspiración, volvió a su propia habitación y rebuscó por todos lados: en la mesa, en los cajones, en su cazadora… sus peores temores se hicieron realidad: las llaves del Impala no estaban allí. Empezó a maldecir como nunca es su vida; tanto que desde la cocina, donde Sam y Bobby estaban desayunando, se oían sus reniegos. Luego lo vieron pasar como alma que lleva que lleva el diablo hacia el garaje del bunker.
- ¿Qué estará pasando? - Murmuró Sam, extrañado, cuando un gran grito contestó a su pregunta.
- ¡MI BEBE! ¡ESA MALA PUTA SE HA LLEVADO A MI BEBÉ!
Los dos corrieron hacia el garaje y se encontraron a Dean, furioso y con un ataque de ansiedad, todo a la vez.
- ¿Dean? - Le llamó Sam, con prudencia. Su hermano se volvió para mirarlo con un brillo homicida en los ojos.
- ¿Quién de los dos fue, Sammy? - Pregunto, enfadado.
- ¿Cómo?
- ¿Quién tuvo la genial idea de traer a Tinny a casa? - Explicó Dean. - ¿Fuiste tú o fui yo?
- Amm… creo que fuimos los dos, Dean – contestó Sam, temiendo que su hermano fuera a estallar en cualquier momento.
- ¿Nos puedes decir que ha pasado, hijo? - Intervino Bobby.
- ¿Qué que ha pasado? - Saltó Dean. - ¡Pues que la cabrona de tu hija, Christine, se ha largado! ¡Con mi coche!
- Eyh, chaval, baja el tono, que es mi hija – le reprendió el veterano cazador.
- Ya lo sé, Bobby, pero sea o no tu hija; cuando la pille la voy a estrangular.
- Cálmate, Dean – terció Sam, aunque por su expresión estaba tan o más enfadado que su hermano. - ¿Cómo sabes que se ha ido? Podría haber cogido el Impala para cualquier otra cosa…
- Charlie me llamó hace un rato – empezó a explicar Dean y luego cambió momentáneamente su expresión. - Muchas gracias por irte de la lengua, chivato…
- Ejem… Dean, al grano – le pidió Sam, un poco culpable.
- Bueno, fui a la habitación de Christine para hacer la paces después de la discusión que tuvimos ayer; y me encontré que la habitación estaba vacía, la cama intacta, y, a parte de su bolso y su abrigo, parecía que se había llevado algunas de las cosas que trajo de Escocia.
Sam inspiró hondo, tratando de mantener la calma, era obvio que Tinny lo había engañado, fingiéndose arrepentida, y que ya pensaba marcharse en cuanto ellos se durmieran.
- Vale – dijo después de unos minutos de silencio. - Encontraremos a Tinny, por muy bien que se esconda, podemos rastrear el GPS de su móvil. Lo que me pregunto es como consiguió las llaves del Impala.
Los tres se miraron sin saber como había sido posible, ya que Dean siempre las tenía a buen recaudo; hasta que otra voz se oyó por allí.
- Porque cuando Dean llegó anoche, borracho, después de ir a tomar algo, las dejó sobre una mesa de la sala, sin darse cuenta – explicó Castiel, que había aparecido en aquel momento.
- Anda – murmuró Dean, un poco incomodo, pero luego cambió de nuevo la expresión. - ¿Y tú como sabes eso?
- Porque la vi marcharse y, de hecho, traté de convencerla para que volviera, pero no lo conseguí – explicó el ángel, ganándose una mala mirada de Dean en el proceso.
- ¿Y no la trajiste de vuelta? ¿Para qué te devolvió Jack tus alas? Para que revolotearas por ahí seguro que no fue… - soltó el joven, de mala manera.
- Quería estar sola durante unos días, Dean – explicó Castiel, sin amedrentarse por el enfado de su amigo. - Respeté su deseo y me ocupé de que estuviera protegida; me prometió que volvería pronto.
- ¡Cojonudo! - Maldijo Dean. - ¡Pero que muy cojonudo! ¡Cas, de verdad, después de tantos años, ¿cómo puedes ser tan idiota e inocente?
- Tinny te la ha jugado, Cas – le explicó Sam, al ver que el ángel estaba algo confuso. - No va a volver, no pronto, al menos.
- Maldita sea – masculló Castiel, enfadado también. - Tenemos que encontrarla, avisaré a Crowley y a Rowena, a ver si pueden ayudarnos.
Dean suspiró y asintió, poniéndose una mano en el hombro a su amigo ángel, como para disculparse por haberla tomado con él, cuando no tenía ninguna culpa.
- Dean, por favor – le pidió Bobby, preocupada. - Encuentra a mi niña y traela a casa.
