- Me gustan las plantas. Son felices conmigo. Cada día me llena de felicidad verlas tan hermosas. -dijo mirandolas con alivio.

Él tomó la regadera que ella había puesto en la mesa, se acercó al jardín y empezó a regar las plantas. Ella lo siguió.

- También me gustan las plantas, disfrutar sus frutos y sus flores. - dejó de regar y la miró - sé lo que significa este jardín para ti. Te ayudaré a cuidarlo.

Un jardín que había sido testigo de amores eternos, juegos entre hermanos, felices fiestas, reuniones fúnebres. Silencioso testigo que ahora ofrecía belleza y quietud a una mujer cuya sonrisa solía ser grande y llena de energía.

Él puso de nuevo la regadera en la mesa y fue a abrazar a la mujer que sin darse cuenta tenía húmedas las mejillas. Ella correspondió el abrazo. En el jardín había florecido una nueva historia.