Disclaimer: No es de mi pertenencia el UNV ni los personajes propios de él, todo ello pertenece a la escritora J. K. Rowling. Los Oc's si son invenciones mías.

Rated: T

Género: Amistad

Protagonists – Principales: Team Oc Arlene Nott, June Jeong, Michelle Garrod, Eileen Chester – Secundarios: Team Hogwarts; Lily Evans, Pandora Lovegood (Crazzines), Dorcas Medowes, Regulus Black, hermanos Bones. Merodeadores; James Potter, Remus Lupin, Sirius Black, Peter Pettewred.

–Hablan–

–Piensan–

…–Recuerdan–…


Eternas Serendipias

ARCO I: Primer año en Hogwarts

Capítulo I

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…_Aprende de mí, sino por mis preceptos, al menos por mi ejemplo, lo peligroso que es la adquisición del conocimiento…_

(Mary Shelley –"Frankenstein")

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Torre de Ravenclaw – jueves 3 de septiembre, año 1971

Jeong reconoce que no es una chica simple para tratar, se le dificulta horrores mostrar interés a extraños. Prefiere una infinidad de veces apiñarse con sus libros y observar lo que sucede, que fingir hacer algo que no quiere hacer. Ciertamente, ella no es de un temple imperturbable como Michelle, quien mantiene una imparcialidad estoica ante numerosas situaciones que a la asiática le pondrían los pelos de punta; tampoco está llena de sí misma como Eileen, lo que convierte a June en la más acertada a la hora de llegar a una conclusión. Pero todas aquellas características solo apuntaban a generar en ella un perfil intelectual y algo sombrío. Se conforma con dicho perfil, práctico y realista, así es ella misma. Sin embargo, no puede evitar que, en determinados momentos, sus reflexiones pasasen más allá de la mera observación objetiva y empezaran a juzgar.

La bajita rubia de cabello ensortijado e iris plateados, con quien compartieron el viaje en tren y el navegar en balsa por el Lago Negro hasta el castillo, había generado en June una primera impresión que no fue para nada agradable.

Una primera impresión que se consolidó como hecho verídico cuando Nott fue seleccionada por el Sombrero para la casa de Slytherin, la Casa de los puristas de sangre que desprecian y activamente buscan dañar a todos aquellos que no pertenecen a las Sagradas Veintiocho familias mágicas.

Es sólo una Casa y es sólo una niña que tiene un apellido que no eligió y que se comporta algo extraño. No es para que te hagas la cabeza, ¿sí? Sabes perfectamente que esas características no lo son todo para catalogar a alguien como... No. No seas prejuiciosa, Jeong, eres mejor que eso.– se reprendió mentalmente y retiró de un manotazo el edredón azul de su cama.

Anoche no había podido dormir bien porque seguían rondando, en su cabeza, ciertos asuntos que se potenciaron durante la cena en el Gran Salón y aplanaron su animosidad de haber sido electa para la Casa de Ravenclaw. Voluntariamente, nunca fue del tipo de persona que se levanta con los primeros rayos de sol, pero esta era su primera mañana en Hogwarts, haría una excepción y se levantaría.

Al correr las cortinas de tonos grisáceos y azules, manteniendo un ceño arrugado y flecos lacios despeinados, se encontró de frente, a un par de metros de distancia, con su primera compañera de habitación, quien por algún motivo había decidido sentarse en pijama sobre uno de los baúles que bordean hacia los laterales de las tres camas en la habitación que les asignaron.

–B-buenos días– saludó la niña con aparatos en los dientes, gruesos anteojos redondos como búhos y el cabello castaño tan enmarañado y espeso que parecía un nidal conmemorativo para todas las aves que tanto ama Chester.

–Buenos días– devolvió June, colocando los pies sobre el alfombrado tupido en franjas cobrizas y añiles.

–¿Dormiste bien?– titubeó la niña con una voz aguda y quebradiza.

La asiática recordaba que la subdirectora de Hogwarts, la jefa de Casa de Gryffindor, había llamado a esta chica hacia el estrato de selección por el nombre Trelawney…

–Dormí bien, Sybill. Gracias por preguntar– asintió June, esforzándose por darle una sonrisa a su compañera de año.

Trelawney sería una de las dos niñas con quien la morena compartiría habitación durante los próximos siete años de clases. Sería apropiado y maduro generar una buena convivencia.

Agachándose frente a su baúl en el que ahora reposan sus corbatas y listones, los cuales llevan los colores índigos y grises, extrajo un toallón negruzco, reunió una pequeña pila de productos de higiene personal y la ropa para cambiarse en el cuarto de baño de la habitación. Pensaba darse una ducha rápida, cepillarse los dientes y alistarse para bajar al comedor a tener un desayuno temprano. June estaba segura que allí se encontraría con sus dos mejores amigas a quienes había visto por última vez, en la pasada noche, siendo guiadas hacia sus alas correspondientes en el castillo.

Ninguna había sido seleccionada en la misma Casa.

–Sabes mi nombre. Eso es… nunca antes… eso es… muy bueno– caviló en voz alta la niña de lentes redondos. Volviendo su mirada hacia ella, June quedó ligeramente sorprendida de que su compañera se viera tan entusiasmada y sonriente por aquella nimiedad. Iba a decirle que lo sabía porque Minerva McGonagall la llamó, frente a todos en el Gran Salón, por su nombre y apellido. No hubo realmente otro motivo para que supiera como se llamaba, pero Sybill se le adelantó y, desbordando alegría, llegó hasta ella. –¿Sabes? ¡Espero que tú y yo podamos llegar a ser grandes amigas! ¡Las mejores amigas de todos los tiempos!

Bien. Aquello fue sumamente extraño y ameritó que los ojos rasgados de la asiática se abriesen exorbitados al escuchar tal proclamación. La niña, con una velocidad que no esperó, pasó a estrechar con demasiada confianza su mano mientras se acercaba invasivamente a su espacio personal. Los ojos de June se hicieron más redondos, si eso era posible.

–Eh, si… seguro– acotó la asiática, intentando separarse del agarre de la castaña, el cual la tomó desprevenida e hizo que casi se le cayese los artículos apilados, como una torre, que sostenía.

–Pensé que ni si quiera me hablarías o… o que no le agradaría a ninguna de mis compañeras de cuarto. Generalmente, no le agrado a otros, piensan que soy rara porque me quedo mirándolos mientras duermen pero yo… pero tú…¡Tú sabes mi nombre y eso me pone muy contenta! – verborragicamente, subiendo de intensidad en su voz y bajo el escrutinio incomodo de los iris ónix de June, quien observaba espantada como los frenos de la chica se le acercaban peligrosamente a su rostro. Sybill continúo hablando tan efusivamente que parecía estar a punto de tener algún tipo de ataque –¡Estoy segura que podremos llegar a ser amigas íntimas! ¡Siempre estaremos juntas y compartiremos todos nuestros secretos y-!

Un par de ronquidos disneicos –Rerthhhh… Erghhh– seguido del silbido agudo de tela rozándose, cortaron el discurso emocionado de la castaña con lentes redondos.

June bendijo en su pensar a todos los grandes magos –¡Gracias a Morgana y al maldito patriarca Merlín!– cuando los sonoros ronquidos que emitió su segunda compañera de residencia, Pandora Craziness, una muchacha de largos cabellos rubios plateados, quien dormía plácidamente con las cortinas de la cómoda abiertas, resonaron con la misma acústica que mantuvo durante la primera hora tras haberse acostado anoche.

Sybill giró nerviosa sobre sus pies, buscando la cacofonía de la única cama ocupada de la habitación. Aquel distanciamiento le dió la apertura suficiente a Jeong para escaparse a pasos presurosos hacia las duchas.

Al cerrar la puerta del baño tras de ella, los ojos de la morena giraron, en sus cuencas, de la exasperación y previó que este comportamiento perturbador de Trelawney volvería a repetirse en las siguientes mañanas durante varios meses.

Terminando de arreglarse y secarse el cabello, con un encantamiento simple de aire caliente –Aer Calidus–, la asiática recogió su bolso de mano, un discreto portafolio color caoba con tirantes largos en el que aún se encuentran los libros que llevó consigo en el viaje y, por las escalerillas caracol de la Torre Oeste, llegó a la Sala Común.

Con pasos lentos, atravesó la sala circular de Ravenclaw, una de las habitaciones más grandes y ventiladas de todo el castillo. Contempló, con mayor asombro del que le presto la noche anterior, las paredes nacarinas cóncavas que se hallan simétricamente rodeadas por ventanales ovales de bronce. Las cortinas añiles parecen haber sido diseñadas con el único propósito de guiar los haces de luces hacia los cómodos sillones que acompañan a las varias columnas labradas de bibliotecas de cedro.

Justo antes de decidirse a inspeccionar algunas de los anaqueles, a sabiendas que contaba con el tiempo suficiente para hacerlo, dirigió una rápida mirada hacia una de las esquinas. Allí, asentados en los sillones y de pie frente a la escalerilla que lleva al dormitorio masculino, un reducido grupo de estudiantes superiores de su Casa, quienes pertenecían a los últimos años de escuela, se encontraban transcribiendo ávidamente con plumas entintadas sobre pergaminos que clasifican en dos pilas. Entre los cuatro jóvenes, que murmuraban sobre si añadir o no un esquema para los de primer año, se encontraba la hermana mayor de Elly.

La prefecta de Quinto año, Leena Chester.

Jeong no la conocía realmente, había hablado con la quinceañera de hebras cobrizas sólo un puñado de veces y aún, cuando fue ella quien la recibió alegremente en el mesón tras la selección, no siente que hubiese la suficiente relación como para acercarse a saludarla. Aparte, que podía entrometerse en la tarea que claramente sus compañeros mayores de Casa están realizando para los ingresantes de este año.

–¡Nadie de Ravenclaw, ni siquiera los de primer año, serían tan mensos como para no encontrar el invernadero ¡Resalta a plena vista!

–Aparte, nos tomaría un buen rato añadirlo en el esquema. Tendríamos que trazar los jardines externos y… tks, ¿Por qué me hicieron prefecto?

–Solo pongámoslo ¿sí? Es mejor prevenir que verlos perderse por el castillo.

–Por una vez estoy de acuerdo con Luther. Añadámoslo.– respondió Leena, sin levantar su atención del pergamino en el que escribe.

Mirándole unos segundos, June reconoció que de aspecto las hermanas Chesters se asemejan. Es innegable la familiaridad de los lentes rectangulares y el color del cabello, pero Leena es mucho más pulcra, su tez es aperlada sin imperfecciones y posee un peinado decente. Quizás, en algunos años la diferencia física entre las Chesters empezara a marcarse: Elly claramente crecerá para ser más alta que la esbelta muchacha de pelo entretejido en trenza a quien ha de haber contemplado en silencio por demasiado tiempo, pues…

–June, te aconsejo que aproveches para bajar a desayunar. En una hora tendrás tu primera clase y hay recesos para que puedas inspeccionar la sala común de nuestra Casa o los alrededores del castillo. Ahora no es un buen momento para que lo hagas –decretó una voz aguda y seria desde el apartado sillón cobalto. Leena prosiguió en su escritura con una pose regia y sin dirigir siquiera una mirada hacia la dirección de Jeong.

En personalidad, las hermanas Chesters eran completamente opuestas.

Garrod y June agradecían que Elly sea como es.

Asintiendo, la asiática partió rumbo al comedor.

Ir directamente hacia al Gran Salón le hizo reconsiderar que, desde hoy en adelante y por los siguientes años académicos, tendría que descender todos y cada uno de los días de la semana los Siete Largos Pisos con escaleras caprichosas que cambian de dirección y con los retratos neoclásicos parlantes que ornamentan todos los corredores de las alas con torres del castillo. La Oeste y la Norte, Ravenclaw y Gryffindor.

A June le consuela pensar que, con Michelle, compartirá este tipo de problemas. Un problema ruidoso y que la sigue mientras desciende: las voces elevadas de los sujetos habladores de las pinturas.

"¡Estoy atónita, eso es lo que estoy, Barnabás! Escuchar que un Black ha ingresado a Gryffindor es… ¡algo nunca visto!"

"Sera un escándalo, eso es lo que será... nada bueno viene de cambiar las tradiciones."

"Si el respetable Cygnus Black I estuviera aún con nosotros, él ya habría mandado al chico con unos merecidos par de azotes a Durmstrang."

"A las ovejas descarriadas de la familia hay que mantenerlas con una soga corta ¡digo yo!"

"Oh, cállense viejos necios, llévense su amargura y cuadros lejos de este pasillo."

"¡Si, váyanse!"

"¿Creen que tal vez Circe escuchó mal durante la Selección de Casas?... Su retrato no esta tan cerca del Gran Comedor."

"No fue de esa fulana griega de quien lo escuchamos, fue de nuestro querido Hengist Rawkes ¡Un conde nunca nos mentiría, señora!"

"Y para empeorar la tragedia dicen que es el tocayo del primogénito de Lord Black I."

"¿El muchacho se llama Sirius?"

"Que desgracia…"

El moderado buen humor que June había recogido tras su ducha tibia y su admiración por la morada de Ravenclaw, se esfumó a cada peldaño y proclamación histérica que los retratos iban emitiendo al 'acompañarla' en su trayecto. Al llegar al Gran Comedor tenía nuevamente las cejas enseriadas, el labio superior superpuesto tensamente sobre el inferior y un dolor de pies que solo podía asemejársele a la vez que accedió salir a correr con Michelle al parque.

Mirando de soslayo hacia los cuatro mesones que se extienden hasta cien metros por delante, se le hizo evidente que en algunas mesadas había más estudiantes que en otras. En la mesa correspondiente de Slytherin los ocupantes eran únicamente alumnos de cursos superiores, todos y cada uno de ellos se veían refinados y ariscos. Los colores de Hufflepuff parecían ser los segundos en preponderar, divergiendo en franja etaria y se veían demasiado concentrados en sus desayunos. A mano derecha, justo en el primer mesón al lado de los pilares, las voces rebosantes y una multitud de alumnos con corbatas rojas y líneas doradas, demostraban ser los predominantes del desayuno. Casi todo Gryffindor estaba ahí.

Al localizar la silueta esbelta de Garrod, quien se ha asentado en la parte intermedia del mesón, viéndose más fascinada por el banquete mañanero que por la compañía, vislumbró además a otra chica de estatura mayor y con corbata amarilla.

Rodando los ojos con cariño, a Jeong no le sorprendió en lo más mínimo que Eileen ya se hubiera instalado a hablar con Michelle en un mesón que no le correspondía por reglamento estar.

Dejándose caer de sentón en la mesada correspondiente a los estudiantes de Ravenclaw, June consideró que se uniría a ellas luego de comer algo y descansar los pies. Bajar cuatrocientos cincuenta y tres escalones –de mierda– le habían despertado el apetito y formado alguna ampolla en su talón izquierdo.

–¿También te han pillado? – musitó Pandora, dándole una mirada lastimera a Jeong. La asiática elevó una de sus oscuras cejas sin comprenderle. De hecho, hasta donde estaba enterada, Pandora debería estar aún acostada en el dormitorio ¿no? –Cuando entraste a la ducha pasaron algunos prefectos por las habitaciones de primer año. Buscaban alumnos que estuvieran medianamente arreglados para mandarnos al comedor. Como vez, no tuvieron mucha suerte de encontrarnos "despiertos".

Había una escasa veintena de estudiantes con insignias añiles en el pecho, cada uno de ellos mascaban algún aperitivo o bebían de tazas metalizadas con una actitud somnolienta. Ninguno, ni siquiera los más grandes, parecen haber descansado bien.

Pasarían un par de semanas para que la morena entendiese que los ravenclaws no son conocidos por ser mañaneros o jóvenes de buen despertar.

–Sí, bueno, por suerte me demoré en el baño y la ducha me despabiló…– consideró, depositando al lado suyo en la banqueta, su bolso de mano.

–Suerte, yo creo que bajé rodando por las escaleras. Me desperté algo aturdida con Sybill mirándome muy fijamente. Juro que casi la tenía encima… Aunque bueno, no debí arrojarle una almohada. La pobre se asustó tanto que terminó encerrándose en su cama– comentó la platinada, mascando con desgano un cupcake de pasas. Al lado de la niña de voz suave y cansina, había un vaso a medio tomar de jugo de calabaza el cual estaba siendo ignorado a favor de que la rubia se sostuviese el rostro con la mano diestra.

Gruñendo, Jeong reconoció que ella se despertó de manera muy similar con su otra compañera de cuarto. De haberse avivado, le hubiera arrojado una almohada para que Trelawney dejase de ser espeluznante.

–Por cierto, te debo una disculpa por los ronquidos de anoche… Estaba muy cansada y olvidé ponerme un hechizo silenciador o una bola de medias entre los dientes. No volverá a pasar.

–Sin problemas– indicó June, ladeándose para tener una mejor vista de lo que podía desayunar. Se estiró sobre la mesada, para inspeccionar una de las jarras que parecía tener té –Tus ronquidos fueron los que me ayudaron a escapar de nuestra compañera.

–Mmh, me alegra ser útil…– encogiéndose perezosamente de hombros mientras borraba el par de migas en la comisura de sus labios, la desgarbada y bonita rubia se presentó: –soy Pandora Craziness. Sé que ayer nos llamaron en la selección, pero– titubeó –eso no se siente como una verdadera presentación.

–Está bien, soy June Jeong– respondió la asiática, devolviéndole una sonrisa a la rubia de ojos celestes. June no había hablado con Pandora la noche anterior, pero la chica tuvo el tacto de notar que la asiática quería la cama junto a las ventanas y en un gesto casual de manos, le indicó que lo tomase. Quizás con Craziness pudiese llegar a congeniar. Alzando la tercera jarra cercana a ella, se sirvió el contenido caliente y oscuro en una de las tazas metálicas. –Espero que sea té común. Hace años que no como o bebo ninguna de estas cosas que están aquí.

No es que los platillos e insumos tuvieran mala pinta u olieran mal. Eso jamás pasaría en la cocina de un elfo doméstico, pero desde sus siete años, la gastronomía de la sociedad mágica había desaparecido casi por completo de su consumo. Tanto ella como su madre, han vivido desde hace media década en uno de los edificios centrales de la localidad de The Hill. Allí se adaptaron a la dieta muggle que consiste mayormente en pastas, comidas para precalentar y deliverys. La pizza se volvió prontamente su opción predilecta para todo.

–Prueba las tartaletas de limón, según mi tía sabe a lemon… ¿pie?– inquirió la rubia extendiéndole uno de los platillos plateados que contenían masas dulces. Pandora se veía encorvada, parecía que en cualquier momento terminaría por dejar caer el mentón de su palma y su cabeza reposaría adormecida en la mesada. Aceptando una de las tartaletas, la rubia sonrió de lado: –La familia de mi papá es muggle. No vivimos con ellos, pero los visitamos a menudo por lo que sé algunas cosas culinarias por mi abuela. La repostería muggle es muy buena.

Sin comprometerse, June tarareó dándole un mordisco a la masa que efectivamente tenía un rico sabor ácido de limón. No era muy aficionada a los dulces, pero…

–Sabe incluso mejor que lemon pie. No tiene merengue– glosó, mirando con detenimiento los bordes finos y bien cocidos de su aperitivo.

La sonrisa de Pandora se ladeó, enseñando sus caninos dientes puntiagudos. La chica estaba a punto de decirle algo, pero se contuvo al sentir el movimiento de la banqueta: alguien más se les había unido en su parte apartada de la mesada. Por un momento ambas ravenclaw's pensaron que podía ser Sybill con alguno de sus comportamientos extraños. Para tranquilidad de ambas, no lo era.

–¡Aquí está mi persona favorita! – exclamó Elly, sentándose con una postura de cabalgata en el lado desocupado de June. La castaña de rodete desordenado dejó un apropiado espacio para no invadir a su amiga y mostró, sobre su corbata de insignia amarilla, la expresión alegre que la caracteriza. –¿Qué tal dormiste?

–Hmf…horrible– contestó la morena, sorbiendo un trago de su té.

–¿Pasa algo con la Casa de Ravenclaw?– preguntó Chester pestañando reiteradas veces y con una evidente tono de preocupación –¿Tiene maldecidas las camas o algo así?... ¡¿Viste a Leena despertándose?! Créeme sé que verla sin estar toda arreglada es prácticamente traumático y-

–El alojamiento está bien. Y si vi a tu hermana, ella fue quien me mandó a desayunar y no me dejo inspeccionar nada –interrumpió Jeong, depositando la taza en la mesada. No sabía a té negro y le sobraba azúcar para su gusto. –¿Qué tal tu noche en la… la Casa de Hufflepuff?

Encogiéndose de hombros, sin mitigar su entusiasmo ni revelar que obviamente algo la trastocaba, Elly respondió:

–Se parece a la descripción del hogar del señor Bilbo. La de la novela del The Hobbit, ya sabes Tolkien– Definitivamente June no había leído ninguna de las novelas de aquel autor, pero había escuchado demasiadas veces a Chester hablar sobre ellas. La niña de lentes rectangulares prosiguió para aclararse. – Esta bien, me gusta. Es como un sótano grande con muchos tragaluces redondos y plantas por todos lados. El pasillo para llegar es– meditó, haciendo una larga pausa –raro, no sé cómo explicarlo y la Jefa de Casa, la profesora Sprout, parece amable. De hecho, me recuerda a la quiosquera de nuestra otra escuela. La Petite ¿te acuerdas? la que nos daba baguette con sabor a queso gratis.

Asintiendo, la asiática observó de soslayo cualquier deje de inquietud que el iluminado rostro de Chester se negaba a revelar. Para cualquier persona Elly estaba feliz, sin embargo, June no es cualquiera. La conoce, podía ver como se formaban arrugas alrededor de su nariz que es ligeramente redonda. Aquello solo significa que Eileen está escondiendo algo.

–Entonces, ¿estás bien? – volvió a preguntarle.

–Aún no le he mandado una carta a mi padre avisándole de que yo…– suspirando, con su dramatismo característico, se desinfló. La alegría seguía en sus facciones, pero eran más naturales ahora. –Bueno, de que no estoy en donde se supone que debería haber sido seleccionada. Ni siquiera creo poder darle la cara a Leena durante esta semana o todo septiembre– la castaña se reacomodó las gafas con las puntas zurda de los dedos –Fuera de eso, estoy bien– las comisuras de sus labios se curvaron risueñamente. –Me alegra que tu estés en Ravenclaw. Seguro que allí tienen un montón de bibliotecas personales, llenas de esos libros intelectuales que te gustan.

–Los tienen– asintió Jeong dando otro mordisco a la tartaleta. En contra de todo pronóstico, giró su menuda silueta para mirar fijamente a Elly. –Mira, cuando nos entreguen los horarios veremos de coincidir en algún receso y te ayudare a escribir una carta. Tu papá no es de los que se enojen por cosas así. Lo sabes, así que no te preocupes.

–Sí, bueno. Él solo se enoja si alguien entra en su laboratorio y bebe estúpidamente algo que no debe. Cosa que ya hice y aún sigo viva ¿eh?– bromeó, esquivando sus terrosos ojos de los escrutadores iris ónix de la asiática. Jeong bufó ante el intento tonto de ironía de su amiga. –Bien, bien. Te buscaré para el receso y escribiremos esa carta. 'Chelle ya les ha mandado con Tuka– la lechuza de oreja cortas que pertenece a Garrod. –una carta a sus padres. Me dijo que te dijera hola y que hablara contigo cuando termine de desayunar. Ya sabes, cuando 'Chelle está comiendo es mejor no entrometerse o te morderá la cabeza.

Siguiendo la dirección que miraba la castaña, June se encontró observando la espalda de Michelle quien estaba aceptando algún bocadillo que una colorada le ofrecía.

–Desayuné con ella antes de que el mesón de Gryffindor se llenara. Sus compañeras de cuarto parecen agradables, todas le han tomado cariño a nuestra 'Chelle, aunque son… muchas. Créeme, son muchas compañeras– prosiguió hablando Elly. –¡¿Puedes creer que los Gryffindor comparten habitaciones de a cinco?! Hufflepuff es como Ravenclaw en eso, son habitaciones de a tres. Uno, dos, tres– contó, como si estuviera teniendo algún problema matemático muy difícil para resolver. –No de cinco.

–Eso es porque en cada año ingresan mayormente alumnos que terminan seleccionados allí– esclareció la asiática, agarrando nuevamente su taza de té extremadamente dulce. –Para Gryffindor y también para Slytherin es común que haya el doble de ingresantes que en las demás Casas. Este año no fue la excepción– aplomó, encogiéndose de hombros antes de dar un trago. –Aparte me gusta así. Hay más privacidad con solo dos compañeros en una habitación que con cuatro.

Elly abrió la boca para decir algo en contra de eso, lo cual seguramente iba terminar con una exclamación que se oiría ¡siempre es mejor más que menos!, pero en cambio los iris terrosos de la castaña vieron a la niña rubia al lado de June, quien se había mantenido callada contemplándoles con pereza.

–¿Eres compañera de Ju?

Asintiendo, la platinada extendió su mano diestra por delante del pecho de la asiática. –Pandora Crazzines.

–Elly Chester– estrechó la mano con la rubia manteniendo a Jeong en el medio. –Te encargo mucho a mi Ju, asegúrate de que duerma bien y que siempre cierre las ventanas antes de acostarse. ¡¿Qué?! Nunca cierras las malditas ventanas y luego andas toda resfriada. Hasta con moquillos.

La asiática rodó los ojos con irritación y separó el estrechamiento de mano entre su amiga y Crazzines. Lo que Eileen estaba contando solo había pasado una única vez y sucedió cuando se quedaron con Garrod en House-End Chester's para tener una pijamada. Lamentablemente, fue justo para mediados de enero, la época en que más nieva en Londres.

–¿No deberías estar con tus compañeros de dormitorio? – inquirió roncamente Jeong, sintiendo un picor de vergüenza subiéndole por sus mejillas. Para hoy, al menos en lo que respecta la mañana, había completado su dosis diaria de peticiones raras con Sybill. Elly no estaba sumando más a eso. –Sabes que si algún profesor o prefecto te pilla en otros mesones te van a regañar.

Aquello era cierto y, razonablemente o permisivamente, los demás compañeros de Garrod en Griffyndor parecieron haber hecho la vista gruesa al tener una hufflepuff desayunando con ellos.

–Aceptaré cualquier regaño si así puedo pasar tiempo contigo y 'Chelle. A menos que el regaño venga de Leena, ahí si saldré volando. Y sabes que lo haré– guiñó juguetonamente hacia June, quien se esforzó por ocultar una sonrisa ante las palabras de Elly. Allí había un secreto, uno que solo les pertenecía a ellas tres y que en parte algunos profesores y Leena también conocen, pero no al nivel de Jeong o Garrod. –Mira, te mostraré con quien comparto habitación, es con la chida de allá, la que está sentada junto a su gemelo y…– el dedo apuntador de Chester paso a señalar hacia el mesón de los chicos con corbatas amarillas, pero nunca llego a señalar a nadie del mesón de Hufflepuff. De hecho, el dedo índice de la castaña apunto hacia la zona más apartado y cerca de los pilares diestros. Hacia la mesa de Slytherin. –¡Arly! ¡Ju, ahí está la chica con la que viajamos en el tren!

Mierda.

–¿Nott?

–Sí, iré a saludarla y a ver como está. Ayer me dio la impresión de que no estaba… bien ¿sabes?– levantándose, se preparó para ir a trote hacia la rubia con corbata verdusca quien acababa de tomar asiento y mantenía la cabeza gacha. –Hablamos después ¡Te buscaré, Ju! ¡Lo prometo!

–Espe-… –las palabras de Jeong se quedaron a medio salir de su boca. Observó entre consternada y cautelosa a una de sus dos mejores amigas acercarse hacia donde no debía ir.

Por unos segundos pensó en levantar la voz, llamar a la muy idiota y detenerla. Sin embargo, un esclarecimiento de gárgara a su izquierda le hizo enmudecer y volver la mirada hacia la platinada semidormida.

–Tu amiga Chester es… sociable– divagó Pandora, sin encontrar otra palabra para definirle.

–Lo es – murmuró la morena, pensando que además de eso, Elly –también es una idiota con un complejo enorme de miss superhero o algo por ese estilo– Jeong ya podía sentir una leve migraña avecinársele por el torrente de pensamientos que se aglomeraban nuevamente en su cabeza. De un largo trago, vació el contenido dulzón de su taza, sin dejar de ver como la hufflepuff se mezclaba con los Slytherin's.

La sensación punzante que se incrustó en la mente de June como una espina, volvía a indicarle que Nott aparentaba ser algo que no es. Two-faced, se les suele llamar.

Y los doble-cara son peligrosos.

Nott muestra una timidez extraña, habla midiendo sus palabras y sus actos, incluso su actual actitud, que consistió en levantar su mirada del mesón para entablar un dialogo corto con Chester, parecía actuado. Calculado. Fingido. Falso.

A esa desconfianza, se le sumaba la Casa en la fue seleccionada Arlene y su apellido. La asiática no quería que esta niña, con quien compartieron ocho horas de viaje, estuviera cerca de sus amigas. Tenía el presentimiento de que su juicio, aunque algo precipitado y subjetivo, no estaba errado. Pero ¿qué pasa si sus amigas si querían estar cerca de ella…?

–¿Son amigas desde hace mucho tiempo?– inquirió Pandora, inhalando los últimos sorbos de su jugo de calabaza.

–No– respondió prontamente June con el pensamiento en Nott. –Digo sí. Tks, si lo somos, pero solo con Elly y Michelle, quien está en Gryffindor. Las tres hemos sido amigas desde hace cuatro años.

–Ya…– los iris celestes de Crazinnes se posaron en el agarre tenso que mantenía la morena con su taza vacía. Algo le incomodaba a su compañera de cuarto, pero aún no existía entre ellas la confianza suficiente como para preguntárselo. Por lo que optó por la elección más razonable, cambiar el tema. –¿Qué asignatura crees que vayamos a tener en nuestro primer periodo?

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Los dos primeros módulos de clases se dividieron entre las asignaturas de Encantamiento, compartiendo salón con los de primer año en ravenclaw, e Historia de la Magia con hufflepuffs en el Aula 72. En ambas materias compartió banqueta con sus amigas que fueron seleccionadas en Casas distintas a la de ella, la sensación de que aún seguían asistiendo a Harrow College y que al sonar la campana del mediodía volverían juntas por la ruta de Grove Hill, le dio una comodidad familiar que tan pronto como la alcanzo desapareció. Geográficamente ya no estaban en Londres, ni siquiera en Inglaterra y cuando el periodo lectivo termino, tanto June como Elly se excusaron para ir a enviar cartas a sus padres. Michelle fue incluida a acompañarlas, pero antes de poder siquiera contestarles la avasallaron sus nuevas compañeras de dormitorio, quienes animadas la llevaron para almorzar juntas al Gran Comedor.

Habian entrado en el periodo de receso, el cual se les aconsejo que emplearan para estudiar y completar tareas adicionales. Aún no les habian dejado ensayos en los que trabajar, aunque el avejentado profesor de Historia, el fantasma de Cuthbert Binns, había recitado con parsimonia que averiguasen o repasasen sobre lo acontecido en el año 1378, La Ventisca de jabón. Garrod, entre bocados de algo que se parecía a la lasaña y sabe a croqueta de calabacín, accedió a ir con tres de sus compañeras de habitación: Mary Macdonald, Dorcas Meadowes y Marlene McKinnon, a estudiar en la biblioteca del castillo.

–¡Estudiar juntas será muy divertido, chicas! – chillo la rolliza rubia de ojos tan azules que parecen profundos bagajes de cielo.

De las cuatro, ella era la única extasiada por ir a buscar el área de estudio donde pasarían horas entre libros y pergaminos.

–Difícilmente veo lo divertido que puede ser ir a la biblioteca a pasar tiempo con polvorientos libros, Mary– mascullo Dorcas, alisándose la falda gris tableada del uniforme y levantando en alto su barbilla.

–Oh vamos Dorcas, no empieces a pudrirnos el ambiente con tu humor de basilisco– protesto Marlene dándole un empujón juguetón hacia la enseriada Meadowes. El rostro pecoso de McKinnon resplandecía con una sonrisa traviesa, mientras que la expresión de la niña que empujo se agriaban. –¡Cambia esa cara, ¿si?! A nosotras nos vendrá bien repasar y de paso podemos darle una mano a Mary y a Michelle para que ubiquen el periodo aburrido que el profesor Binss nos encomendó leer. Créanme, en esto…– dijo la castaña de pecas volviéndose hacia atrás y mirando a las dos nacidas de padres muggles como si les estuviera por dar algún tipo de pésame. –será una de las cosas más aburridas que existen para leer, pero que, por alguna tontería de elite, tenemos que aprender. La historia de la magia solo puede interesarles a los muertos y a los fantasmas… ¿Qué le vamos a hacer? Tenemos que saberla ¡Así que, a la biblioteca!

–Sabes que con ese discurso de mierda tampoco nos estas alentando a ir ¿no?– inquirió Meadowes recibiendo como contestación un guiño de McKinnon.

Dorcas era fácilmente una cabeza más baja que Garrod, llevaba un peinado de coletas rubias arenosas que penden onduladas por detrás de la túnica. Fácilmente ha de ser la estudiante más petiza de todo Hogwarts, pero engañosamente su físico adorable se contrapone con su temperamento colosalmente irritable. Marlene, quien camina adelante guiándolas hacia la biblioteca, ha sido amiga de Meadowes desde antes de ingresar a Hogwarts y ya la ha excusado durante la noche anterior, aduciendo que la pajiza de coletas siempre ha sido bastante estirada para su baja estatura.

A Michelle le recordó uno de los casos anecdóticos que vio en el noticiero dominguero de una mañana, el cual trató sobre una persona con Complejo Napoleonico. Peculiarmente eso hizo que Dorcas le agradase.

–Emh, Michelle…– dudo Mary, mirando con sus vibrantes iris celeste hacia la morena– Tu amiga, la chica de la Casa de Ravenclaw, es muy buena en encantamientos ¿verdad? Ella supo contestar todas las respuestas sobre lo que vimos hoy en la clase del profesor Flitwick.

La trigueña alzó los hombros y asintió. –June está bastante enterada de… muchas cosas mágicas. Ella me ayudo, con lo que sé.

–¿Crees que ella podría… ayudarme?– Macdonald bajo el tono de su voz para no ser escuchada por las otras dos niñas que iban delante de ellas empujándose la una a la otra. Mary no quería que le viesen apenada e insegura. –Mira la cosa es que yo… no soy muy buena con la varita ¿sí? De hecho, hasta ahora no he podido hacer nada más que una pequeña ventisca accidental y eso fue cuando estuve en la tienda de Olivander's. No sé cómo lo hice, pero ya no… y no sale. Nada sale de mi o de mi varita. Me da miedo que nunca más pueda hacer magia y me manden a … –vacilo –¿crees que me expulsen por ya no poder hacer magia?

Los pasos de Michelle, quien iba siguiendo a las otras dos niñas, estuvieron a punto de frenarse por el pasmo que aquella pregunta le generó. Apenas pasaban las cuatro de la tarde, estaban en su primer día en Hogwarts, ni siquiera habian llegado hasta el pasillo en el que se supone que se encuentra la mentada biblioteca y ya tenía junto a ella a una niña que incluso dudaba de si debía estar aquí. Michelle había tenido aquellas dudas hace muchas… muchas semanas. Empatizaba con Mary pues la incertidumbre de pertenecer o no a esta "Sociedad Mágica" también estuvo muy presente en sus pensares. La trigueña podía realizar ciertos hechizos que Jeong califico como nivel básico, los habian practicado en los seguros confines del departamento de la asiática, bajo la estricta supervisión de la señora Sylvia Prewett de Jeong, la madre de June. Tener éxito en hacer "trucos" con su varita fue la forma en que se demostró a si misma que ella debía estar aquí. Fue aquel hecho verídico lo que la tranquilizo.

Sin embargo, Michelle entendía que tuvo suerte de contar con sus dos amigas y personas que la orientasen, lo cual no era el caso de la rolliza chica que se apegaba a su lado. Mary al igual que Garrod también es hija de padres muggles y con justa razón, está asustada.

–No creo que te expulsen y tampoco creo que no puedas, emh… ya sabes hacer magia. Quizás solo estas pasando por un bloqueo o algo por ese estilo. Deberías consultarlo con algún ¿profesor?– sugirió la morena, observando que la expresión de angustia no menguaba en Mary ¡Rayos! Una de las cosas en la que Michelle sabe que no es particularmente buena es en decir algo para que la persona a su lado se sienta bien. Ella sabe escuchar –soy muy buena oyente– pensó, pero no tenía la clase de empatía que poseen algunas personas para saber qué quieren los otros oír para sentirse a gusto. Absteniéndose de resoplar, coloco una mano en el hombro de la rolliza chica y musito lo que esperaba que fuese a menguar la expresión abatida de su compañera: – Si llegas a necesitar ayuda en encantamiento u otras materias donde tengamos que usar nuestras varitas, te ayudare. Y si mi ayuda no es suficiente, hablare con mi amiga June. Ella es excelente enseñando hechizos y cosas así.

–¿En serio se lo pedirías? – y ahí estaba, la voz esperanzada de Macdonald quien miraba a Garrod como si fuese alguna especie de heroína de comic.

Tragando el resoplido de incomodidad, Michelle asintió. –Si lo necesitas, se lo preguntare.

–¡Gracias 'Chelle, eres la mejor!

No ella no era lo mejor. La trigueña aborrece dar su palabra cuando esta involucra a otra persona, la pone tensa y de mal humor, aun cuando sabe que a Jeong no se molestara. –Tranquila, solo un paso a la vez– caviló, recordándose el buen mantra que le han enseñado sus padres desde que tiene memoria. Vivir en un barrio catalogado como peligroso, tal como lo es Brixton, la llevo a ser capaz de adaptarse rápido a situaciones hostiles, a mantener la boca cerrada y a demostrar quién es atreves de sus actos y no de las palabras. La gente de su vecindario no se toma para bien cuando hablas o intercedes por ellos, incluso si es con las mejores intereses y Michelle siempre ha tenido en ella una piel muy gruesa para evitarse problemas, al igual que un temple hermético cuando la situación así lo amerita.

Pero, ¿de que serviría ahora retractarse sobre lo que, posiblemente, ofreció? Solo haría que Mary volviese a estar angustiada. Además, no es que fuera a obligar a June a ayudar a alguien si ella no quiere hacerlo, cuestión que duda pues la asiática es muy buena enseñando y sabe que le gusta explicar conceptos mágicos.

–¡Ya casi llegamos! –Indico Marlene, girando sobre las puntas de sus mocasines para señalarles uno de los paneles de madera que penden en el cuarto pasillo y que indica con una flecha la dirección de la biblioteca –¡Esta al final de este corredor! ¡Apuremos, la última en llegar tiene cara de Troll!

–Tu cara ya es la de un troll, McKinnon. –gruño Dorcas, quien pese a la reticencia echo a correr atrás de la pecosa.

Mary y Michelle las siguieron a pocos pasos de distancia.

–¡Esa es tu envidia hablando! ¡Orca gruñona! –canturreo Marlene.

Una hora después, Garrod se encontraba mirando con desgano la pila de libros y pergaminos que habian acarreado hasta uno de los escritorios más apartados de Madam Pince, la bibliotecaria de rostro joven y ceñudo. La mujer de cuello casi tan largo como el peculiar sombrero puntiagudo que porta, les había pautado con su tono grave y penetrante, que ella solo prioriza por mantener el silencio en el salón, revisara los libros que retiren, pero no les dará un tour por la sala y definitivamente tampoco las ayudaría a encontrar el material académico que ellas necesitan. Para fortuna de las cuatro niñas, uno de los prefectos de Gryffindor estaba allí y las socorrió a encontrar la sección de Historia para primer año.

Cargadas con los textos necesarios, se apiñaron juntas en un cómodo silencio para leer lo que parecía ser algún tipo de crisis económica que ocurrió durante el Siglo XIV dentro la sociedad mágica. Por lo que iba leyendo y entendiendo, el desastre monetario que surgió tras la fundación del Banco Gringotts es aún, luego de siete largos siglos, una disputa que se mantiene vigente y encubierta. Es un conflicto que surgió entre los magos y los duendes a causa de la terquedad desconfiada y el orgullo avaricioso.

Michelle sabe que en unos años le será inevitable hacerse una cuenta para deposito salarial en Gringotts, allí tendría que conocer a estas criaturas mágicas, los duendes, que son descriptos como seres excepcionalmente ordenados, meticulosos, de mal genio y codiciosos. Por este año y muy probablemente por los siguientes hasta su egreso del colegio, sus padres optarían por mantener intercambios de productos que sustraen de sus almacenes y venden para el señor Chester y la madre de June, de donde obtienen las monedas extrañas para que ella pueda realizar sus compras de materiales académicos.

La trigueña está de acuerdo con dicho intercambio, la señora Sylvia Prewett y el señor Fachnan Chester son adultos generalmente serios y que le han demostrado genuino interés en ayudarla –Además que ellos no desprecian a los muggles o magos nacidos de muggles, sea lo que sea que eso significa– pensó Michelle desdoblando un nuevo pergamino tras terminar con el capítulo IV de la autora Bathilda Bagshot.

La morena aún continuaba tan sorprendida como lo estuvo ayer por la noche. Tan maravillada con todo lo que pudo observar en este instituto colosal que se sentía aturdida y un poco mareada. No le gustaba sentirse así, no le gustaba fomentar sensaciones que desconoce y las cuales no puede controlar, por lo que haber optado por ir a la biblioteca, cuando hay un extenso terreno desconocido a explorar, fue para ella una búsqueda de encontrar calma más que de hallar conocimiento.

Una voz aniñada y dulce, seguido de sonidos de mocasines que se habian detenido a unos pasos del escritorio de ellas, hizo que Garrod apartarse tardíamente su atención del papiro que sostiene y mirase hacia arriba.

–... ella es Dorcas Meadowes y ella es Michelle Garrod. Son mis compañeras de dormitorio, Sev– presentaba sonrientemente Lily Evans, la quinta compañera de recamara en la torre de Gryffindor. Los iris esmeralda de la colorada, oscilaron con un brillo de disculpa mientras apretaba el par de libros que cargaba en sus brazos: –¿Les molesta si nos sentamos a estudiar con ustedes? Entenderé si no quieren, las mesas de estudio están hechas para compartirse entre tres a cinco estudiantes y con nosotros serian-

–Por mi está bien, Lily. Traigan unas sillas y les haremos espacio– interrumpió Marlene, enderezándose sobre su respaldo frente a Michelle y extendiéndose para acomodar el desastre que tanto la pecosa como Mary tenían de su lado del escritorio.

–Siempre y cuando no molesten, me da igual– mascullo Dorcas, demasiado ensimismada en su lectura como para ayudar a sus compañeras a acomodar la mesa de estudio.

Era eso o Meadowes no quería que Lily y el otro chico se sentasen allí con ellas. Y por la forma en que la niña miro al chico de Slytherin, Michelle concluyo que la última opción era la correcta.

El niño uniformado con la corbata e insignia verduscas, de tez tan pálida como la leche caducada y con el rostro encubierto tras una cortina de cabello largo y evanescente graso, les estaba dirigiendo a todas ellas una miraba que fácilmente podía catalogarse como desagradable. Enarcando una ceja, la trigueña reconoció la expresión de desprecio que este chico les dirigía tan abiertamente a Mary y a ella. Lily ha de haberlo presentado, pero Garrod no lo escucho y francamente prefería no saberlo. Reconocía aquellos gestos fruncidos, los cuales eran semejantes a la de ciertos excompañeros de su antigua escuela que piensan que por 'x' motivo racial son mejores que uno. El chico de nariz prominente y hebras sebosas, las contemplaba como si fuesen alguna especie de suciedad que se le ha adherido al zapato.

A la morena le fue fácil devolverle la expresión hosca sin ser tan obvia como lo era la bajita niña de dos coletas asentada a la izquierda de ella.

Luego de acomodarse, quedando la colorada y el chico de Slytherin juntos en uno de los extremos de la mesa, las chicas retornaron a su lectura. Las cosas podrían haberse mantenido tranquilas, Michelle y Dorcas habian dejado en claro que no iban a ser menospreciadas y si el chico decía algo ponzoñoso en contra de ellas ¡bueno! Garrod ya atravesaría ese puente si la situación lo ameritaba.

No obstante, Mary Macdonald, con una sonrisa que parecía extenderse por todo su redondo rostro, expreso entre susurros lo que estaban estudiando.

–Estamos leyendo sobre el periodo del champo.

–La Ventisca del jabón– corrigió exasperada Dorcas.

–Bueno es… parecido. Champo, jabón, ¿son productos de limpieza sabes? Incluso suena mejor el periodo del champo, le da algo de ¿estilo?– aplomo apenada la rolliza rubia, quien tuvo que esquivar una bola de pergamino que Meadowes le arrojo.

Un ligero tirón divertido de labios bordeo el rostro pecoso y trigueño. Periodo del champo. Realmente, no sonaba mal.

–Leí algo de eso en nuestro libro sobre Historia de la Magia, está en el capítulo IV, si no mal recuerdo– conjeturo Lily, dejando el libro sobre pociones que había empezado a hojear para llevar un dedo pensativo hacia su mentón. –Es de la autora Bagshot y creo que era ese el texto que el profesor Binss quería que leyéremos después de clase. Hubiera sido más fácil si nos lo decía así, pero…

Él no lo dijo.

Michelle había llegado a la conclusión, desde que estuvo en el Callejón Diagon que, con la excepción de ciertas personas, la sociedad mágica da por sentado un montón de hechos que los no nacidos de magos tienen dificultades para comprender por si solos. Ellos no conocen las direcciones, saben poco o nada de sus próceres, aquellos que son famosos para los magos son completos desconocidos para los muggles. Es difícil aprender de esta sociedad cuando se afanan por el ocultarse del resto mundo.

Mary ladeo la cabeza, no entendiendo de quien estaba hablando la colorada. Empezando a escarbar en su bolso, Macdonald dirigió su atención angustiada hacia la morena. A Garrod se le iría haciendo rutinario que las cuencas azules de Mary la buscasen a ella como si fuera a darle toda las respuestas y seguridades que ni siquiera ella posee.

Dejando el pergamino que sostiene, la trigueña le extendió su libro de Historia que había estado leyendo momentos antes –Estaba entre los libros que nos pidieron para este año junto al resto de la lista de cosas para traer. Lo compre de Flourish y Blotts, algo caro para mi gusto.

Las tapas grisáceas del encuadernado grueso con un logo redondo que simulan una especie de sol plateado, dejaban entrever el nombre de la autora y el de asignatura La Historia de la Magia. Inmediatamente la angustia había retornado a las facciones de Mary, quien tomo temblorosa el libro.

–Oh no… compre el libro equivocado ¿Qué voy a hacer ahora?– musito la rubia, con la voz quebrada y mirando directamente hacia los iris amarronados de Michelle. –A mis padres no los dejaran entrar solos al Callejón Dyagon, son muggles, como los tuyos y como los de Evans– gimoteo, la expresión de Lily fue mucho más empática que la de los demás presentes en la mesa –Y yo que pensé… que me podría ir bien en historia… ¡Ahora no sé qué voy a hacer!

El chistido de silencio, proveniente de la bibliotecaria, solo sirvió para que las lágrimas acumuladas en que las cuencas de Macdonald cayeran por sus mejillas con toda la angustia que una niña de once años puede contener. Michelle abrió la boca para intentar decir algo, cualquier cosa que consolase a su compañera, pero… tras un instante sin saber que decir se calló. Los demás presentes en el rectangular escritorio parecían estar teniendo el mismo problema que la trigueña sobre cómo actuar para consolarla.

–Mary, ven conmigo– pidió Marlene levantándose de su asiento y dejando sus cosas en la mesada. Dando una sonrisa comprensiva a Garrod, la pecosa ayudo a la rolliza rubia a levantarse y seguirla. –Vamos al lavabo de niñas en el cuarto piso, ¿si?– le indico suavemente a Macdonald. Volviéndose hacia Dorcas y la trigueña, les apremio en murmullos – Volvemos enseguida, espérennos.

Asintiendo, Michelle vio salir de la biblioteca a dos de sus compañeras de recamara. Los demás alumnos que se encontraban en otros escritorios o recogían libros de los estantes cercanos, voltearon a mirar a la chica de primer año quien salía sollozando del salón silencioso. Las expresiones se dividían entre comprensión y lastima, entre niños de Casas con colores cálidos y los que llevan colores frívolos. Frunciendo el entrecejo, pues a la trigueña no le gustaría que a ella le viesen llorar extraños, volvió su atención al papiro que estaba leyendo y se tragó el nudo de incomodidad que se instalaba en su garganta.

La tensión que se gestó en el escritorio donde quedaron ellos cuatro, fácilmente podía atrapársela con la punta de los dedos.

–No debí decir nada, si me hubiera quedado callada ella no… no estaría así– acoto Lily, dejando caer sus hombros. Las cejas coloradas estaban tan arqueadas como lo estuvieron las de Mary segundos antes de estallar en llanto.

Alzando los hombros Meadowes paso la página del libro que aparenta seguir leyendo. –Se hubiera dado cuenta de una u otra forma. No sirve de nada que te culpes ¿sabes? McKinnon la tranquilizara o al menos soportara todo su llanto hasta que esté mejor y volverán.

–¡Dorcas!– chillo represivamente Evans, obteniendo un segundo chiflido de silencio hacia la dirección apartada en la que estaban. –No es muy amable lo que acabas de decir.

–No se trata de ser amable, se trata de ser comprensiva– Meadowes restó importancia al hecho y por insensible que sonase, pareció ser lo que necesitaban para que la atmosfera en el escritorio se destensara –Mira Lirio, solo digo que llorar no hace ninguna diferencia. Lo que podemos hacer y que si hará una diferencia es compartirle nuestros libros de Historia o cualquier otro texto que necesite para la asignatura. Además– señalo, posando su atención en Michelle quien arqueo una ceja –la biblioteca esta para extender conocimiento, seguro que supliendo los contenidos que no tiene en su libro con los textos que están acá, Mary podrá aprobar Historia de la Magia, ¿tengo razón o no?

–Supongo que si– asintió Garrod, comprendiendo que la petiza estaba buscando respaldo en ella para terminar con la sensación incomoda que se había instaurado.

La sonrisa jactanciosa de Dorcas fue seguida del resoplido y gesto tranquilo que empezaba a aflorar en las facciones de Lily. Sin embargo, la comodidad que volvía a restaurarse fue interrumpida por un masculló entre dientes que Michelle llego a escuchar a medias.

–Ella no sabrá buscar fuentes confiables para estudiar, es una nacida muggle, no sabrá que autores leer…–concluyo el niño de slytherin, oculto tras su enorme libro desgastado de pociones. Había una mueca divertida en él, como si se estuviera regodeando infantilmente de la desdicha de Mary.

–¿Disculpa?– gruño Dorcas, quien ha de haber escuchado lo mismo que Garrod. –No, no te hagas el bobo Snape. Repite lo que has dicho.

–No dije nada– espeto el azabache.

Meadowes estaba a punto de decirle lo que probablemente hubiese sido una grosería que desencadenaría en una disputa en plena biblioteca, por lo que, interviniendo, con obvio fastidio porque no es del tipo de personas que se inmiscuye, la trigueña extrajo de los bolsillos de su túnica un par de pergaminos que llevaba doblados y bien seguros. Entre los papeles que extrajo se hallaban los horarios de clase, el plano sencillo de los pisos del Castillo con las aulas importantes y la torre de Gryffindor y, el tercer papel que desentonaba con los otros dos por su claridad en color, era el que estaba buscando.

Ese tercer papel, que era una hoja de cuaderno, se lo había dado June unos días antes de que subieran al tren para venir a Hogwarts.

–¿Alguna tiene a mano un tintero? – inquirió la morena, extrayendo seguidamente una larga pluma de ganso que llevaba consigo en su bolso y un pergamino en blanco. El tintero de Michelle había sufrido un accidente durante la clase de Historia, un incidente que la involucro a ella y a Elly dormitando a mitad de la conferencia del profesor Binss.

–Aquí, ten–Lily le extendió rápidamente el que lleva en la mochila de mano que colgó en el respaldo de la silla.

–Gracias, Lily.

Desdoblando la hoja de cuaderno sobre la mesada, expuso un diagrama de las ocho asignaturas que cursaran en primer año. Allí estaba escrito con bolígrafo y trazos pulcros, esquemas breves con el contenido de las materias que cursan. Jeong se lo había escrito y entregado a Garrod por si llegaba a tener dificultades con algunos textos y requería de consultar información de otros autores. De hecho, al lado del rotulo de cada una de las materias se podía leer el nombre de autores, títulos y conceptos claves que resaltaban con un subrayado interlineado.

Bendita sea la prolijidad para estudiar de June.

–¡Vaya 'Chelle, eres muy aplicada!– vitoreo Evans, mirando con asombro el exoesqueleto de diversos programas. –Y tu caligrafía también es bonita.

–La de aquí no es mi letra, es la de una amiga. Ella es la aplicada, no yo– corrigió Garrod, manchando el plumín en la tinta y empezando a escribir en el pergamino en blanco. –Voy a rescribírselo para Mary…–murmuro –así, si Mary lo necesita, tendrá un temario del año y algunos autores a los que buscar como apoyo.

–Hmf –el azabache bufo seguido de una bola de papel que Dorcas le arrojo "sutilmente" y que reboto en su nuca grasa.

–Estoy segura que le ayudara mucho– asintió Lily, ajena a la situación hostil entre la petiza rubia y su amigo de Slytherin. Los verdosos iris de la colorada seguían mirando curiosa la hoja de cuaderno que Michelle copiaba. –Emh, a tu amiga no le molestara si se lo compartes a Mary, ¿cierto?

Alzando los hombros mientras continuaba escribiendo, sin manchar toda la hoja con tinta extra, negó –June me lo dio. Me dio que dispusiera de esto como quisiera así que supongo que no le molestara que quiera compartirlo.

–June es… ¿una de tus amigas de las otras Casas?– Pregunto Evans notoriamente curiosa y empezando a exasperar a Garrod quien se estaba sintiendo interrogada. Al obtener un leve asentimiento de la morena, Lily continúo murmurando con una sonrisa que se le iba ampliando: –Esa chica con rodete, la de Hufflepuff, fue muy simpática en el desayuno. Me hizo reír mucho cuando corto en trozos pequeños al pan y lo trago como lo hacen los patos. Fue lindo de su parte ir a desayunar contigo hoy.

Dudando, Michelle detuvo su trazo en la segunda línea que iba traspasando. Los iris chocolate se dirigieron vacilante hacia su derecha, hacia Lily, y luego a su izquierda Dorcas. –Si… umh, quizás a Elly se le haga costumbre el desayunar en nuestro mesón. No solo por hoy, si no por los siguientes días.

Y conociéndola esos días serán todos los años –aquello ultimo no lo iba a decir, pero sí que lo pensó.

Garrod y Eileen, desde que se conocieron, han pasado casi todas sus mañanas desayunando juntas de camino a la escuela. Y aunque la trigueña no fuera precisamente apegada o dependiente de otras personas, hecho que sin duda caracteriza a la castaña de lentes rectangulares, a Michelle le costaría el romper con aquella rutina que le trae un poco de estabilidad a todo lo nuevo.

Observando a la petiza, quien la ignoraba a favor de apuntar desdeñosamente con su barbilla hacia el niño de Slytherin, interpreto su silencio como un "Mejor tu amiga de Hufflepuff que este imbécil grasiento". Mientras Evans, asintiéndole pensativa y alzando los hombros, estuvo a punto de afirmarle que no le molestaría tener que…

–Eso va en contra de las reglas– espeto Snape bajando repentinamente el libro maltrecho que tapaba la mitad de su rostro y escondía una nariz graciosamente ganchuda. Recitando fastidiado, como si Garrod y Dorcas tuvieran algún déficit mental, les recordó: –Cada alumno de cada Casa debe sentarse con sus propios compañeros de selección. Está en los primeros artículos del reglamento escolar. No está bien romper las normas por estupideces como esa.

–Sev, la amiga de 'Chelle no molesto a nadie. De hecho, parece ser agradables y que este en una Casa distintas no hace realmente diferencia– musito con suavidad la colorada, teniendo ahora un brillo entusiasta y esperanzado en su bonito rostro. –¿no lo ves? No hace ninguna diferencia ¡y esto también cuenta, para ti y para mí!

Un tercer chiflido de la bibliotecaria y un par de miradas perspicaces de otros estudiantes quienes también hablaban entre murmullos, se dirigieron hacia ellos. Michelle y Dorcas los ignoraron a favor de continuar con sus actividades.

–…te puede meter en problemas Lily y no quiero que…– los susurros del azabache calaron aceitosamente hasta los oídos de la trigueña. –No quiero que te metas en problemas por relacionarte con otros que se buscan estúpidos problemas adrede.

–Si bueno– Michelle tardo un segundo en darse cuenta que era ella la que soltó aquel hosco 'si bueno'. Entornando los ojos, pensando que June estaría complacida si la viese hacer su característica mueca, le encrespo sin dejar de transcribir: –Las únicas que nos meteríamos en problema somos yo y mi amiga ¿no? Y si ella me busca para desayunar, desayunare con ella, aun si implica que nos meteremos en estúpidos problemas por solo querer pasar un rato juntas. Las reglas y todo lo demás pueden irse al demonio por lo que me importa.

Si la chica de estatura mayor hubiese mirado hacia su izquierda, se hubiese percatado que Dorcas la observaba con algo similar al respeto. Fueron esas palabras las que ganaron, sin saberlo, el aprecio de la temperamental petiza. Eso y el que dejara a Snape con la boca abierta cual bacalao, sin saber cómo retrucarla.

–Aquí, déjame. Te ayudare añadiendo algunas cosas para Mary– extendió Lily, cambiando presurosamente el tema de conversación. La pluma de escritura de la colorada era de un lindo color grisáceo con manchas redondas de tonos ébanos, contrastaba con su tez cremosa al igual que la nacarina que sostiene la trigueña. –Voy a escribirle por si tiene algunas dudas en las otras materias, más que nada en pociones– un ligero sonrojo se extendió por las mejillas de Evans –Todo lo que sé, que no es mucho, lo he leído en nuestros libros de este año o me lo ha explicado Severus– señalo hacia su lado, intentando una vez más congraciar al chico insulso que aún observaba a Michelle como si fuera una resolana que le molesta a la vista. –Si a todas nos va bien con el estudio podríamos… ganarnos puntos extras para nuestra Casa. Si nos animamos a participar en clase, es seguro que favoreceremos a Gryffindor para el puntaje de nuestro año.

–Pffh– resoplo Meadowes cerrando el libro que leía y estirándose con una gracia felina en su asiento –Eso no servirá de nada, Lily. Nuestros compañeros, Potter y Black, ya se las han ingeniado para que nos resten cuarenta puntos por insubordinación o lo que sea. Ambos ya ganaron la primera detención del año y eso que hoy es solo el primer día– inclinando su cabeza hacia Michelle, apunto: –Si así es como son, no veremos la Copa de las Casas colgada en nuestro salón en ninguno de los años que tengamos de estudio, ¿para que esforzarse contestando a las preguntas de clases?

Terminando la sexta línea de escritura, Michelle estuvo de acuerdo con la apreciación de Dorcas. No por sus compañeros alborotadores a quienes había registrado por lo ruidosos que fueron durante el banquete de anoche, sino porque Garrod nunca fue particularmente dada o interesada a levantar voluntariamente la mano en clases. Ese hecho no iba a cambiar ni en la realidad muggle ni en la realidad mágica.

–Umh puede ser, pero… ¿creen que Black siga estando en Hogwarts?– acoto Lily, mirando con lastima hacia el pergamino en el que escribe –Escucharon lo que dijo su madre en aquella nota-aulladora. Ella no está contenta con... donde fue ubicado su hijo.

El recuerdo de lo que sucedió en la mañana, justo en el momento que los prefectos de las Casas les entregaron a los de primer año los horarios escolares, hizo que la mueca de Garrod se asemejase a la compasiva de Evans. Había sido una situación incómoda, una a la que ya estaba moderadamente acostumbrada y que tan pronto como termino, Michelle pretendió no recordar.

Aconteció de manera súbita con un enorme búho Real Negro que apareció tardíamente en el Gran Comedor y el cual, además de ser desproporcionadamente grande, atemorizante, sobrevoló exclusivamente la mesada de Gryffindor donde dejó caer sobre una cabeza morena lo que asumió que era un sobre de color granate. El niño de tez nacarina y ojos grises paso de su semblante burlesco a uno verdaderamente asustado cuando sostuvo la carta. Y quizás fueses porque el búho continúo revoloteándoles, como si fuese a atacarle en cualquier momento, o tal vez porque algo terrible sucede si no abres ese tipo de correspondencia, el niño, su compañero de Casa, ahombrándose, abrió el sobre y…

"¡SIRIUS ORION BLACK III!" el salón quedó en silencio cuando una estruendosa voz de mujer histérica, que provino del sobre abierto, repercutió por todo el enorme comedor. Cada uno de los alumnos presentes e incluso los profesores y el mismísimo director que se hallan apartados en una plataforma superior en el salón, volvieron su atención hacia el epicentro de donde se proyectó la chillante voz aguda de la señora. "¡NUNCA EN MI VIDA HE ESTADO TAN AVERGONZADA! GENERACIONES DE BLACK'S HAN SIDO CLASIFICADOS EN SLYTHERIN Y MI HIJO, ¡EL HEREDERO! ES COLOCADO EN GRYFFINDOR ¡VIVIENDO CON SANGRE SUCIAS Y TRAIDORES DE ESTIRPE! ¡MARCA MIS PALABRAS SIRIUS, NO ESTARÁS PASANDO OTRA NOCHE DESHORANDONOS ¡TU PADRE TENDRÁ UNA REUNION HOY MISMO CON DUMBLEDORE! ¡SERÁS UN SLYTHERIN COMO EL RESTO DE TU FAMILIA O TE ARRASTRARE DE LOS CABELLOS A DURMSTRANG! "

El niño, Sirius, quien estaba distanciado de Garrod por un par de alumnos, sonrió nervioso y le costó unos buenos minutos recuperar la compostura para luego fingir que nada de eso había sucedido. Michelle sintió pena por su nuevo compañero, pero a su vez no pudo evitar fruncir el ceño y recordarse que June le había explicado que significa el termino …– Sangre Sucia es un insulto horrible para personas que son hijos de padres muggles, es lo peor que se puede decir. Si alguien alguna vez te lo insinúa o dice sin tapujes y no estoy cerca para hacerles que le salgan murciélagos de la nariz, golpéalos. Dales el mejor puñetazo que tengas 'Chelle–… Garrod sabe que el niño de ojos plateados con nariz respingada no ha sido el causante directo del insulto que la involucraba tanto a ella como a un montón de otros chicos quienes miraron ceñudamente a Sirius. Pero fue la madre de él la que hablo, por lo que…

¿Qué tan lejos puede caer la manzana de un mismo manzanero?

La voz sargentona de Dorcas la substrajo de sus pensamientos.

–Dudo que lo saquen– señalo la bajita rubia quien, levantando un dedo en alto, como si señale algo concreto. –Por empezar se ganó una detención con Potter al ponerles snatch's explosivos a las posaderas a dos prefectos de Slytherin. Narcisa Black y Lucios Malfoy – esclareció – Dos alumnos de cursos bastante superiores al nuestro. Eso lo convierte en un mocoso estúpido e imprudente al igual que Potter, pero demuestra que es determinado, que no va a dejar que ni sus propios familiares lo llamen traidor de sangre sin darles un escarmiento. En segundo lugar, el que un Black haya sido seleccionado en otra Casa que no es la de sus-

Snape interrumpió la explicación de Meadowes, con un seseo que ya empezaba a fastidiar a los oídos de Michelle. –Eso no lo hace 'determinado', solo indica que él es un imbécil y jactancioso, al igual que Potter. A ambos solo les gusta llamar la atención… Nos harían un favor al sacar a esos Gryffindor– escupió la palabra –de Hogwarts.

La tinta negruzca de escribir en las plumas de ambas chicas manchó abruptamente un par de centímetros de los pergaminos donde redactaban el glosario para Mary. Tanto las cuencas amarronadas de la trigueña como las esmeraldas de Evans miraron con furia y escepticismo al chico que estaba asentando entre ellas. Michelle ya había escuchado antes aquella forma despectiva de llamar a un lugar, solo que cambiando la palabra de Gryffindor por la de Brixton. Era una forma borde que haría sentir a cualquier que habita dicho lugar como si fuese un marginal, una escoria, una lacra de la sociedad que nació como una carga y vivirá para ser criminal.

Esta conversación definitivamente no iba a terminar bien.

–¿Algún problema con nosotros los Gryffindor's? ¿Eh, chico Slytherin?– expelió con similar repulsión Marlene, quien reapareció repentinamente caminando por detrás de Michelle y Dorcas.

La pecosa iba escoltando a una sonrosada y con ojos muy hinchados, pero sin lágrimas, Mary.

Dándoles una sonrisa nerviosa tras un brownie, la rolliza rubia se veía mucho más compuesta que hace quince minutos. Macdonald tomo asiento frente a una hirviente Meadowes y les extendió la mitad del bocadillo a sus compañeras de dormitorio. Lily y Dorcas declinaron con un leve movimiento de cabeza, mientras Garrod accedía a meterse un trozo de chocolate solo para mantenerse callada y evitar la tentación de extenderle un puñetazo a la cara del paliducho chico.

–No es eso yo, no… Solo me refería a Potter y a Black– Las palabras arrepentidas de Severus fueron ignoradas por el dúo de niñas que se habian alineado como un fuerte en el extremo del escritorio.

–No mientas. Te referías a nuestra Casa, Snape –corto Dorcas junto a Marlene.

Ambas chicas con padres magos y que parecen siempre estar discutiendo la una con la otra, hicieron notar que cuando se unían eran un par bastante feroz para contratacar.

–No es así, yo solo me refería a… a-

–¿Te referías a qué? ¿A qué te molestan los Gryffindor's? ¿A qué sería un favor para Hogwarts que los Gryffindor's se fueran? –rabio McKinonn, con el apoyo completo y absoluto de la agrandada petiza.

–Chicas no es nada de eso. No se lo tomen personal, por favor… Sev no es prejuicioso con respecto a las otras, ¿Casas? –indico Lily quien iba perdiendo determinación al ver como se contemplaban con absoluto desprecio tanto sus compañeras de dormitorio como su mejor amigo.

Finalmente, Evans se había enterado de la tensión que coexistía allí a causa de Snape.

Michelle, masticando rudamente el pedazo de biscocho e ignorando deliberadamente la situación que se fue por el drenaje a causa de la boca del Slytherin, extendió el pergamino que había terminado de transcribir para que Mary lo chequease. Con una leve negativa de cabeza, Garrod le indico a la rolliza niña que no se interpusiese en el desastre inminente en el que terminaría esta disputa.

No valía la pena.

–Que quede en claro que el problema no es contigo Lily. Pero, con él – señaló Marlene quien, sin empinar la barbilla con desdén tal como lo está haciendo Dorcas, tenía un gesto bastante osco en su inclinación de hombros –que viene aquí a mirar de mala manera a mis compañeras y cuando vuelvo solo lo escucho mofándose de nuestra Casa ¡Con él tengo un montón de problemas!

El silencio que se generó durante los siguientes segundos alcanzo la cumbre que puede tolerarse en un lugar cerrado como lo es la biblioteca. Si uno de los chicos no daba un paso a ceder o un adulto no intervenía para hacerles ver los críos revoltosos que eran, terminaría tal como inician esas riñas adolescente barriales de las que Michelle conoce y a las cuales ha tenido que participar las veces necesarias para sacar del medio a sus hermanas más pequeñas.

Todo empieza con gritos y silencios incoherentes, para luego desencadenar en confrontaciones que solo dejan magulladuras de furia.

–¡Señoritas, es la quinta vez que les llamo la atención ¿tengo que ir personalmente a silenciarlas o debo vedarlas ahora mismo de la biblioteca hasta que sepan mantenerse calladas?! –espeto Madam Pince, quien se tragó con su potente voz hasta el sonido susurrante de las respiraciones de todos los presentes.

Recogiendo sus pertenencias a una velocidad instantánea, con la cabeza gacha y el rostro recubierto en vergüenza, la colorada se levantó de su asiento y entrego con amabilidad a Macdonald el pergamino que escribió. El labio inferior de Lily temblaba y sus cuencas redondeadas resplandecían en colores lima de humedad que no soltaría delante de nadie.

–Discúlpennos, nosotros ya nos vamos. Severus– apremio Lily, agarrando las pertenecías de Snape y pechándolo con ella para salir lo más pronto posible del foco panóptico que se buscaron a sí mismas las cinco niñas y el chico.

La siguiente media hora Michelle estuvo dividida entre querer irse para despejar su cabeza, caminar siempre la ha distendido y además puede que se encuentre con sus mejores amigas en los jardines frontales del castillo ¡Solo Dios sabe cómo Elly debe estar volviendo completamente loca a June por no querer salir de la pajarera de la escuela! O también podía quedarse sentada y continuar leyendo un manuscrito inentendible sobre algún convenio que sucedió tras La-interminable-ventisca-odiosa-del-estúpido-Jabón. Estirando los músculos adormecidos de sus piernas, opto por levantarse y prepararse para retirarse, se iría a encontrar con sus amigas, por hoy ya había tenido suficiente estudio.

Mirando hacia sus tres compañeras de dormitorio, se percató que habian dejado de murmurar sobre lo sucedido anteriormente y finalmente estaban enfocadas en sus lecturas, cumpliendo la normativa de silencio que se requiere en la Biblioteca.

Marlene era quien más afectada se veía, parecía estar conteniendo alguna especie de crisis culposa tras darse por enterada de que Evans probablemente estaría furiosa con ellas cuatro, lo cual desencadenaría en el dormitorio una mala convivencia durante lo que queda de la semana. No es que esto último fuese a ser una sorpresa, pero a Garrod poco le importaba si alguien se molesta con ella por no haber simpatizado con un niño que desde que se paró frente al escritorio solo se comportó como un total cretino. Michelle quiere realmente creer que pese a las pocas horas en las que conoció a Evans, la colorada no sería del tipo de niñas mezquinas que se encaprichan y hacen de tu vida un infierno solo porque sus planes no salen como escatiman.

Tras que Dorcas le diera unas palmaditas en el antebrazo, la trigueña se dirigió hacia la salida de la biblioteca donde accidentalmente choco de lleno, en el pórtico de la entrada, con un chico escuálido y de semblante enfermizo. El niño, quien trastabillo y dejo caer sus pertenencias, tardo un minuto en reaccionar ante el empujón involuntario.

–Mierda–mascullo el castaño desgarbado, quien al igual que ella lleva la insignia y corbata de Gryffindor.

–Lo siento yo no… no te vi. Salí apurada– la trigueña se agacho para ayudarlo a recoger lo que eran pergaminos de los mismo autores o fuentes que ella y sus compañeras habian estado estudiando durante la últimas dos horas, ¿por qué el chico no los leía en la biblioteca?

–No, no… fui yo. No debí quedarme junto al marco tanto tiempo. Fue tonto de mi parte– murmuro cansinamente el castaño, manteniendo la cabeza gacha para que la morena no viese las leves cicatrices que se extendían como heridas viejas y de trazos blancos que van más allá de las zonas que el uniforme y túnica revelan.

Justo antes de entregarle los materiales al muchacho, quien ha de tener su misma edad pese a verse mucho más pequeño que ella, Michelle vacilo. La postura de su compañero era en el mejor de los casos tambaleante, como si le costase mantenerse erguido o incluso de pie, en el peor de los casos le recordaba a la frágil estabilidad de su abuela paterna quien a causa de su avanzada descalcificación ósea tiene problemas para sostenerse en pie por largos periodos de tiempo.

–¿Estas–dudo Garrod, inclinándose para obtener un vistazo de unos inusuales ojos ambarinos –bien?

–Si, yo… bien. Estoy bien– musito él, extendiendo ambas manos que revelan cicatrices mal curadas, sucedidas como hace un mes.

Michelle no le creyó.

–¿Vas a la Sala Común?– inquirió, ahondando en toda la casualidad que pudo imponer en su voz. Alejándose un paso de él para que no agarrase sus pertenencias de inmediato, pero sin ser grosera para impedírselo, se arriesgó: –También voy para ahí, puedo llevarte estas cosas, si ¿quieres?

Y ahí estaba la abertura, si él decía que no ella dejaría de inmiscuirse –Realmente no es lo mío andar metiéndome en asuntos ajenos, pero él se ve… bueno, se ve mal– cavilo en sus pensares, esperando que el chico se negase para que ella pudiese irse con la consciencia tranquila a…

–Voy para ahí y no es necesario que me acompañes. Puedo hacerlo, solo estaba descansado un momento. De verdad, yo no…– el castaño se tambaleo y de no ser por la mano firme de Garrod, quien lo sostuvo del hombro impidiéndole caer de rodillas en las losas, él y los encuadernados hubiesen terminado una vez más esparcidos en el suelo.

Aquel tambaleo fue toda la respuesta que ella requirió. No estaría dejando solo a un compañero de año y Casa, quien apenas puede mantenerse erguido.

–Anda, vamos. No es gran cosa si nos acompañamos– Michelle lo soltó y empezó a caminar a pasos lentos mientras se aseguraba de estar siendo seguida por un resignado niño quien se apegaba a ir cerca de la pared por si volvía a tener una nueva recaída.

–Si, bueno, si vas a la Sala común y no te molesta, está bien… gracias– acoto el niño y tras abandonar el cuarto pasillo de la biblioteca, en un mutismo que se sintió relativamente cómodo, Garrod pudo sentir como la mirada de reojo de él la escaneaba para saber si ella no lo estaba examinando o juzgando. Podía hacerse una idea del porque él reaccionaba con cautela, el bullying nunca es ajeno a ninguna escuela, sea mágica o no y, el chico, se ve escuálido, enfermizo y lastimado, factores que lo convierten en un blanco fácil para que lo intimiden. Sin embargo, cuando descendieron por las escaleras, curiosamente fue él quien se acercó a ella y rompió el silencio –Soy Remus. Remus Lupin.

Reacomodo los pergaminos de él en un agarre férreo, la trigueña se presentó con una sonrisa ladeada –Michelle Garrod.

–Lo sé. Escuche a la profesora McGonagall llamarte en la selección. Tu nombre… me pareció bonito– comento Lupin ganándose una expresión inquisitiva por parte de la chica.

Ninguno de los dos dijo mucho más hasta traspasar el cuadro de la Dama Gorda e ingresar al vestíbulo de paredes cobrizas. La chimenea apagada y los sillones que se encuentran ocupados por una variada diversidad de compañeros de otros años con las características corbatas magentas y doradas, fue el panorama donde se separaron. Remus iría a estudiar solo en su recamara, donde prontamente sería encontrado por sus tres compañeros de dormitorio, mientras Michelle tras dejar su bolso de mano en la cómoda, olvidándose de los libros que acarreo desde el desayuno, correría escaleras abajo para rencontrarse con sus amigas y con la chica rubia con quien compartieron el viaje en tren.

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Continuara...


Nota de Autora:

Me faltan hacer algunas correcciones al capitulo (más que nada gramatical) lo hare durante la semana, pero espero que haya sido entendible y te haya gustado.

Este capitulo corresponde a la perspectivas de June y Michelle. En el caso de June, aclaro que Pandora "Crazzines" (el apellido es inventado) es la madre de una ravenclaw a quien conocemos muy bien (Luna Lovegood) Pandora tendrá relativa importancia y desarrollo en cuanto se vaya acercando con June y escapen de Sybill Trelawney. Ahora, en el caso de Michelle recalco que sus escenas serán siempre más largas que las de las otras tres protas', pues la mayoría de los personajes de esta época eran de Gryffindor's y bue... -.-U tengo que darles contexto a todxs.

Próximo capitulo puntos de vista de Elly y Arlene.

Muchas gracias por leer! Deja tu comentario para que sepa que opinas ;)

Sayo~