Notas de la Autora: Holis! Ya esta aquí el segundo capítulo! Espero que les agrade! La verdad estoy disfrutando mucho escribir esta segunda parte, y espero que conforme ustedes vayan leyéndola, les vaya gustando tanto como a mi!
También muchas gracias por sus comentarios! Ya saben que me encanta leer sus opiniones, y que eso me motiva a no dejar de actualizar! Por eso sobre todo, muchas gracias a Abril Elena, Anairafuji, Macka14, AnaM1707 y CIELO-BL, que se tomaron un poco de su tiempo en escribirme! Además, me alegra mucho ver de nuevo a quienes ya me leían desde Legado! Muchas gracias!
Disclaimer: Ya saben que nada de este mundo me pertenece, todo es de la queridísima J.K. Rowling , yo solo lo manipulo para mi entretenimiento :D
Capítulo 2: El Elfo Domestico
Podía escuchar de nuevo el suave goteo que hacía eco. Ni siquiera tuvo que abrir los ojos, ya sabía que estaba soñando de nuevo, y que todo a su alrededor estaría tan oscuro, que no vería nada.
Aquel sueño se había repetido algunas veces más en el transcurso de las vacaciones, y siempre era el mismo, con aquellos sonidos extraños, aquella oscuridad total, y siempre aquel pedido de ayuda que llegaba en algún momento. El sueño era progresivo, así que cada vez que lo soñaba, avanzaba un poco más en el mismo recordando lo que había pasado las veces anteriores, y reaccionando a eventos que de esa forma sabía que sucederían.
- Ayuda… - susurró entonces la voz, de esa forma apenas audible que ya esperaba.
Se movió un paso a la derecha para quitarse del camino de aquella cosa que gruñía a su espalda, y de la otra que intentaría sujetar su tobillo, aunque en medio de aquella oscuridad, aún no sabía lo que eran.
- ¿Quién eres? – preguntó en un suave susurro. Ya había aprendido que si hablaba más fuerte, las criaturas que estaban ahí le tratarían de atacar y terminaría despertándose.
- Ayuda… - repitió la voz de nuevo de forma apenas audible.
- ¿Dónde estás? – siguió preguntando, y retrocedió para quitarse del paso de aquella otra cosa que le intentaría sujetar la muñeca – Si me dices, intentare ayudarte –
- Ayuda… - volvió a repetir la voz. Hasta ahí había soñado la vez pasada.
- Necesito saber algo más para ayudarte – le pidió con cierta exasperación, sabiendo que en cualquier momento el sueño podría terminar de una u otra forma – Dime dónde estás y podremos ir a ayudarte, o dime quien eres –
- No sé… - respondió de pronto la voz, y Harry sintió que le dio un vuelco el corazón, pues hasta ese momento, la voz no había hecho otra cosa que pedir ayuda, sin embargo se escuchaba tan débil y cansada, que se notaba que estaba haciendo un gran esfuerzo para comunicarse.
- ¿No sabes dónde estás?, ¿O no sabes quién eres? – le preguntó lo más suavemente que pudo, dando un paso hacia adelante.
- No recuerdo… - murmuró la voz, y dentro de su cansancio, se podía escuchar confusión.
- Necesito que me digas algo más para poder ayudarte – le explicó Harry, y no pudo evitar sobresaltarse cuando sintió que algo le tomaba del cuello con una presión tal, que le hizo gemir de dolor, justo antes de escuchar aquel gruñido en su oído…
Abrió los ojos de golpe, con la respiración agitada y el sudor cubriendo su frente. Estaba de nuevo en su cómoda cama en el número 12 de Grimmauld Place, lo sabía, pero aún le quedaba la sensación fantasmal de aquella mano sobre su garganta. Se sobo un poco el cuello antes de pasarse la mano por el cabello, despeinándolo más mientras se sentaba. Ese sueño era bastante extraño, pero sabía que no tenía nada que ver con Voldemort, porque cuando era así, la cicatriz solía dolerle cuando despertaba, y con estos sueños no pasaba, sólo le quedaba una sensación de inquietud y confusión.
Suspirando, miró el techo de su cuarto por largos minutos, preguntándose si aquel realmente era un sueño, porque la extraña sensación de presión en el cuello que aún perduraba, le hacía dudarlo.
Draco alzo la varita. Hizo un movimiento semicircular con una ligera caída, en un hechizo que llevaba casi toda la mañana practicando. Hizo una mueca, porque no consideraba que el movimiento fuera el correcto, así que volvió a acercarse al escritorio sobre el que estaba el libro abierto en el hechizo que practicaba. Lo reviso nuevamente, tratando de memorizar correctamente cada trazo, cuando el sonido de una lechuza que acababa de llegar a su ventana le distrajo.
Al ver que se trataba de Hedwig, sonrió ampliamente, acercándose.
- Hola pequeña – le saludo acariciando su cabecita - ¿Harry me escribe? – le preguntó animado, y al punto, Hedwig estiro la patita, ululando orgullosa de su entrega.
La sonrisa de Draco se acentuó mientras quitaba la carta, abriéndola para poder leerla.
Querido Draco:
He vuelto a tener ese sueño raro de alguien que pide ayuda, aunque esta vez la voz dijo algo más que solo pedir ayuda, y aun así no fue nada que pudiera ayudarme a saber quién es, así que sigo en las mismas. Supongo que lo hablare con Sirius y Remus más tarde.
También, ayer le pedí a Sirius que me enseñara a convertirme en Animago. Me dijo que era muy difícil sin supervisión de un experto en la materia, prueba de ello es que inclusive a magos hábiles como lo eran él y mi padre, les costó 3 largos años lograr la transformación, así que me recomendó que le pidiera ayuda a la Profesora McGonagall cuando regresara a Hogwarts, a final de cuentas, ella es una Profesora, y conoce de la materia. Por mientras, me presto algunos libros que me ayudaran a entender el proceso y la teoría de la Animagia, así que comenzare a leerlos detenidamente. Si luego vienes, podemos leerlos juntos, al cabo ya puedes llegar aquí por medio de la Red Flu.
¿Cómo vas con tus practicas?, ya en dos semanas regresamos a Hogwarts.
Saludos.
Harry.
Draco no dejo de sonreír, y se sentó en su escritorio dispuesto a escribir su respuesta, completamente interesado en el tema de convertirse en Animago. Obviamente si era algo que Harry iba a probar, él también podría probarlo, y así aprovecharían las clases extra que recibirían de la Profesora McGonagall, que se notaba que era una consumada Animaga, por la forma tan sencilla en que lograba transformarse.
- Quizás debamos hablarle a Severus – opinó Remus luego de verificar las marcas como de garra en el cuello de Harry, algo que no le gustaba en lo absoluto, no, si una voz le hablaba, y no, si había despertado con la marca de aquella garra en su cuello.
Harry había dudado si decirle a Sirius y a Remus, hasta que entro a bañarse y vio aquellas marcas en su cuello. Asustado, en cuanto termino, corrió a contarles, y ahora estaban en la sala debatiendo.
Sirius gruño pese a todo al escuchar eso.
- Si, supongo que deberíamos… - murmuro, aunque no estaba nada contento de dejar entrar a Quejicus a su casa.
- También podríamos esperar a que regrese a Hogwarts – opinó Harry al ver la inconformidad de su padrino.
- Por supuesto que no – sentencio Sirius con firmeza pese a su previa actitud – Faltan dos semanas para eso, y si ese sueño ha ido progresando como dices, y ahora inclusive te hacen daño en él, es mejor estar atentos y tratar de comprender de lo que trata. Quizás desde el inicio debiste continuar con tus clases de Oclumancia durante las vacaciones –
- Si, quizás hubiera sido lo mejor – convino Remus poniéndose de pie – Vamos a llamar a Hogwarts, Sirius. Si tenemos suerte, a lo mejor Severus se quedó ahí este verano y sólo necesitaremos que vayas por él para que pueda entrar –
- Esta bien – accedió Sirius con tono derrotado.
- Podría ir yo a Hogwarts a tomar las clases por medio de la Red Flu – ofreció Harry, sabiendo que a Sirius no le gustaba la idea de dejar entrar al Profesor Snape a su casa.
- Lo mejor sería que salieras lo menos posible de casa – le recordó Sirius – Y si bien es relativamente seguro viajar por Flu, no es del todo seguro, existen formas de intervenir los viajes –
- Pero a ti no te gusta la idea de que el Profesor Snape venga – comentó Harry, y Sirius le miró algunos segundos, antes de acercarse, hincándose frente a él.
- No, no me gusta Harry – confeso Sirius, porque creía importante ser sincero con el pequeño – No termina de gustarme Quejicus, pero no tiene que gustarme, sólo tengo que aprender a convivir en el mismo espacio que él, porque es importante que se haga de esa forma para ti –
- Lamento estar causando tantos problemas – murmuró Harry incomodo, bajando la mirada.
- ¡Ey!, ¡Ey!, ¡Eso no es verdad! – le aclaró de inmediato Sirius, tomándolo del mentón para hacer que le mirara – ¡Nada, absolutamente nada de esto es tu culpa, Cachorro! Tú no pediste ser elegido por esa Profecía, ni tener que pasar por todas estas cosas que un niño nunca tendría que pasar. Más bien discúlpanos a nosotros por no poder protegerte como necesitas, porque un niño debe ser protegido, y no estar entrenando ni preparándose para tratar de sobrevivir a un loco. Si alguien aquí ha fallado no eres tú, sino nosotros, los adultos que tenemos la obligación de cuidar de ti –
- Pero es por esa obligación que tenemos, que estamos dispuestos a hacer todo lo necesario – agregó Remus sonriéndole, acercándose para acariciar su cabello – Y lo necesario en este momento es que Severus venga a seguir dándote clases de Oclumancia, ¿Entendido? –
Harry les miró inseguro, pero asintió con la cabeza.
- No pienses más en eso y déjame hacerle la vida imposible al buen Quejicus cuando venga a visitarnos. Eso me pondrá de buen humor – comentó Sirius divertido, poniéndose de pie.
- No lo harás, Sirius. Debes ser un buen anfitrión – le censuró Remus.
- ¡Oh, vamos, Remus!, ¡Sólo un poquito! – protesto Sirius como niño chiquito, y Harry no pudo evitar sonreír divertido al escucharles.
- Debes darle un buen ejemplo a Harry, Sirius – le recordó Remus caminando hasta la puerta – Y ahora vamos –
- Si, si – respondió Sirius de forma monótona, pero le dirigió a Harry una sonrisa que presagiaba que trataría de salirse con la suya. Aquella era la sonrisa del Merodeador.
Harry sonrió divertido, y viéndoles irse se puso de pie. Pensaba regresar a la Biblioteca para seguir estudiando los principios de la Animagia, cuando apareció frente a él un ser que nunca antes había visto en persona. Era una criatura más bien pequeña, pero con grandes y saltones ojos color verde del tamaño de pelotas de tenis. Sus orejas también eran grandes como las de los murciélagos.
- Harry Potter, señor, es un gran honor conocerlo – le dijo el ser con voz chillona, e hizo una reverencia en la que casi toco el suelo con la punta de su larga nariz.
- Yo… Igualmente… - murmuró Harry confundido – Eres… Un Elfo Domestico, ¿Cierto? – se animó a preguntar. Ellos no tenían Elfos Domésticos en Grimmauld Place, Remus se encargaba de la mayoría de las cosas con la ayuda de la magia, y Sirius y él le ayudaban también, así que no lo necesitaban, pero había leído sobre ellos, y visto imágenes en los libros.
- ¡Sí, así es, señor! – le respondió el Elfo feliz - ¡Me llamo Dobby, el Elfo Domestico! –
- Mucho gusto entonces, Dobby – le saludo Harry, tendiéndole la mano.
Dobby miró aquella mano con consternación.
- ¡Oh!, ¡¿Harry Potter quiere estrechar mi mano?! – le preguntó, y verlo así, hizo dudar a Harry, que bajo un poco la mano.
- Pues… ¿Si…? - respondió inseguro.
- ¡Oh!, ¡Había escuchado de la grandeza de Harry Potter!, ¡De que era un mago noble, pero jamás imagine que lo viviría! – chillo el Elfo, y rápido tomó la mano de Harry - ¡Es un placer, Harry Potter! –
- El placer es mío – le respondió Harry sonriéndole ligeramente, aun inseguro por lo que estaba pasando en esos momentos – Aunque aun no entiendo lo que haces aquí –
- ¡Oh!, ¡Dobby ha venido, porque debe advertir a Harry Potter! – le respondió mirándole ahora con grave seriedad – ¡Debe advertirle sobre el enorme peligro que corre Harry Potter! –
- Si bueno, eso lo sé desde hace un tiempo, Dobby – comento con cierta ironía, y el Elfo le miró confundido.
- ¿Harry Potter ya sabe sobre el peligro que se acerca?, ¡Que impresionante es Harry Potter! – alabo - ¡Dobby había escuchado que Harry Potter era un mago extraordinario, pero no sabía que tanto!, ¡Harry Potter me asombra! –
- No es como si fuera un secreto que Voldemort está buscando la forma de matarme – opinó Harry encogiéndose de hombros, y el Elfo salto.
- ¡Señor, no diga su nombre! – le pidió con un chillido asustado - ¡Nadie dice su nombre!, ¡Era el mago más terrible de todos los tiempos! –
- ¡Esta bien, está bien, lo siento! – se disculpó Harry de inmediato al ver su histeria, mirándolo confuso.
- Además, ¡Dobby no vino por eso, señor!, ¡Dobby vino a advertirle, pero no sobre El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado!, ¡Harry Potter no debe regresar el siguiente año a Hogwarts, señor! – le hizo saber el Elfo mirándole con gravedad, y Harry frunció el ceño ante sus palabras.
- ¿No debo volver?, ¿Y eso por qué? – quiso saber.
- ¡Hay una conspiración!, ¡Este año pasaran cosas terribles en el Colegio Hogwarts! – le informó Dobby mirándolo preocupado - ¡Por eso Harry Potter no debe volver!, ¡Su vida puede estar en peligro! –
Harry frunció más el ceño ante sus palabras.
- ¿Una conspiración?, ¿Cosas terribles?, ¿Quién se supone que lo está tramando? – preguntó, pero entonces Dobby salto, y haciendo un ruidito ahogado, miró hacía todos lados antes de tomar un adorno que había sobre la mesa de la sala, y comenzar a golpearse la cabeza con él, lo que sobresaltó a Harry.
- ¡Ey, ¡Ey!, ¡Para! – le pidió, tratando de tomar el adorno, pero forcejeo con el Elfo un poco, antes de conseguir que lo soltara - ¡¿Por qué haces eso?! –
- Dobby debe castigarse, señor, ¡Dobby no puede hablar sobre secretos que no son suyos!, ¡No puede hablar sobre los secretos de su familia! – se lamentó.
- ¿Sobre los secretos de tu familia?, pero se supone que viniste a advertirme – observó Harry confundido. Había leído sobre el hecho de que los Elfos se castigaban cuando faltaban el respeto a su familia, o hablaban de más, era parte de su naturaleza, pero jamás pensó que lo hacían de esa forma tan violenta.
- ¡Porque Dobby debía venir a advertir a Harry Potter pese a todo! – chillo Dobby haciendo un movimiento casi histérico con la cabeza - ¡Harry Potter es demasiado importante!, ¡Harry Potter no puede morir!, ¡Por eso Dobby vino a advertirle, aunque luego tenga que plancharse las orejas! –
- ¡Esta bien!, ¡Esta bien! – aceptó Harry, tratando de que volviera a estar tranquilo aquel Elfo, no fuera a ser que quisiera volver a golpearse de nuevo con algo. Por si las dudas, puso fuera del alcance de Dobby el adorno.
- Dobby escuchó de sus amos que Harry Potter ya fue atacado por El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado. Harry Potter tiene mucho de qué preocuparse, así que Dobby quiere ayudarlo. Dobby quiere proteger a Harry Potter, por eso Dobby vino a advertirle – le explicó – Dobby está haciendo lo correcto –
- Pero yo no puedo dejar de ir a Hogwarts – le hizo saber Harry – Y si algo peligroso va a pasar, debemos informar a Sirius y los demás, quizás ellos puedan hacer algo –
- Harry Potter puede informar, pero Harry Potter no debe ir a Hogwarts – le pidió el Elfo - ¡La vida de Harry Potter no debe ser puesta en peligro de esa forma!, ¡Harry Potter ya tiene mucho de lo cual preocuparse! –
- Y aun así debo ir a Hogwarts – sentencio Harry decidido – No puedo quedarme sólo cruzado de brazos porque puede pasar algo peligroso, ¿Qué tal si puedo ayudar en algo? –
- ¡Oh, hay tanta grandeza en Harry Potter! – admiró Dobby - ¡Sólo Harry Potter podría pensar en ayudar, cuando eso puede poner en peligro su vida! –
- No creo que eso sea cierto, Dobby. Hay muchos otros magos que no dudarían en ayudar, aunque eso significara poner en peligro sus vidas – le aclaró Harry – Yo conozco a varios, y seguramente tú también conoces a algunos –
- No realmente – le respondió Dobby, y luego se sobresaltó, buscando en todos lados, antes de acercarse a la pared para comenzar a golpear su cabeza ahí.
- ¡Ey!, ¡Tranquilo!, ¡¿Qué paso?! – preguntó confundido Harry, acercándolo para jalarlo de la vieja ropa y alejarlo de la pared - ¿Estas bien? – le preguntó al verlo desorientado.
- Si, Dobby está bien – le respondió el Elfo tambaleándose de un lado a otro ligeramente – Harry Potter es en verdad tan noble, que se preocupa por alguien como yo. ¡Harry Potter es mejor de lo que Dobby había pensado! –
- Creo que tienes una idea algo distorsionada de como soy – no pudo evitar comentar Harry divertido, y Dobby le miró asombrado.
- ¡Oh!, ¡Por supuesto que no! – declaró de inmediato - ¡Harry Potter es noble, es valiente y poderoso!, ¡Harry Potter será un gran mago humilde, porque Harry Potter no se vanagloria de haber derrotado a El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado, y se preocupa por ayudar a otros! –
- No soy muy distinto a los magos que me rodean – le explicó Harry hasta cierto punto divertido.
- ¡Harry Potter se rodea de magos grandiosos como él, pero sólo Harry Potter ha podido derrotar a El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado!, ¡Ese fue un mérito propio de él! – sentencio Dobby.
- Bueno, mis padres me ayudaron. Yo sólo nunca hubiera podido – le aclaró Harry.
- ¡Y muchos más ayudarán a Harry Potter!, ¡Yo mismo vengo a protegerlo! – le aseguró el Elfo.
- Gracias Dobby, pero no necesito que me ayudes. Voy a regresar a Hogwarts, y si algo malo va a pasar, vamos a lidiar con ellos – le aseguró.
- ¡No!, ¡No puedo permitirlo, señor! – chillo desesperado Dobby - ¡Harry Potter debe mantenerse a salvo!, ¡Dobby lo siente mucho, señor! – y trono los dedos.
- ¿Que sientes? – quiso saber Harry confundido, pero entonces, una esfera translucida lo rodeo levantándolo un metro del suelo - ¡¿Qué rayos?!, ¡Dobby! – le grito, golpeando la esfera, que al contacto se sentía sólida como la piedra - ¡Déjame salir! –
- Dobby lo siente mucho, señor, pero Dobby no puede hacer eso si quiere que Harry Potter siga con vida – se disculpó el Elfo, y entonces desapareció, al mismo tiempo que Sirius y Remus entraban corriendo.
- ¡¿Harry?! – exclamó Sirius, acercándose apresurado junto con Remus.
- No va a ser tan fácil sacarlo – comentó Dumbledore mirando la esfera que rodeaba a Harry.
- ¡Haremos lo que tengamos que hacer! – decidió Sirius con firmeza. Luego de ver que no podían sacar a Harry de aquella esfera, terminaron llamando a Dumbledore, que llegó al numeró 12 de Grimmauld Place bastante pronto.
Dumbledore asintió con la cabeza ante sus palabras.
- Así haremos entonces – convino mirándolo – Necesito que vayas a Hogwarts y traigas a la Profesora McGonagall y al Profesor Snape – le pidió.
- ¡¿Qué?! – brinco Sirius - ¡¿Por qué a él?! –
- La magia Élfica es muy fuerte, Sirius, por eso los Elfos son capaces de Aparecerse grandes distancias, y donde lo deseen, inclusive si ese lugar está dentro de una casas con poderosas barreras, o con Encantamientos Fidelio – le explicó, extendiendo sus manos para abarcar la sala, en una referencia a su propia casa con antiguas y poderosas barreras, en donde aquel Elfo simplemente había entrado sin disparar ninguna alerta – No va a ser fácil deshacer esa magia, porque los Elfos ni siquiera usan hechizos, su magia la usan en un estado salvaje y puro, de ello que ni siquiera necesiten varita como los magos, así que para poder sacar a Harry, vamos a necesitar de la ayuda de la Profesora McGonagall, y del Profesor Snape –
Sirius bufo.
- Esta bien, iré por ellos – claudico, mirando entonces a Harry – Descuida Cachorro, pronto te sacaremos de ahí – le prometió, y luego de ver asentir con la cabeza a su ahijado, se dio media vuelta dispuesto a dirigirse de inmediato a Hogwarts.
- Puedes entrar por mi chimenea – le informó Dumbledore – La conecte directamente a la chimenea de ustedes para venir –
- Si, gracias – respondió Sirius asintiendo con la cabeza, y se apresuró a la otra estancia donde estaba la chimenea, mientras Harry lo veía irse, esperando que no fueran a tardar demasiado en liberarlo de ahí.
- Harry – le llamó amable Dumbledore, y éste le miró - ¿Entonces este Elfo no te especifico que se supone que iba a pasar? – le preguntó.
- No señor – negó Harry con la cabeza – Se golpeaba cada vez que le preguntaba, así que deje de hacerlo –
Dumbledore asintió con la cabeza.
- Estaremos alerta, pero cualquier otra cosa que pase, no dudes en informarnos – le pidió.
- Así lo hare – convino Harry.
En cuanto Sirius llego a Hogwarts, invoco su Patronus, un enorme Lobo plateado.
- Quejicus, necesito que me encuentres en la entrada del Gran Comedor. Es importante y también urgente – enuncio, y vio a aquel Lobo plateado alejarse veloz, antes de él mismo salir corriendo de la oficina de Dumbledore para buscar a McGonagall. Por suerte para él, no tuvo que ir hasta su oficina, pues se la encontró a medio camino mientras subía las escaleras - ¡Minerva! – le llamó, y la bruja se detuvo, volviéndose para mirarle con asombro.
- Sirius, ¿Qué haces aquí? – preguntó curiosa.
- Albus me pidió que viniera por ti y por Snape – le explicó – Necesitan acompañarme a Grimmauld Place –
- ¿Le paso algo malo a Harry? – le pregunto ella de inmediato mientras se acercaba, ante lo que Sirius sonrió al percatarse de la preocupación en su tono de voz.
- Esta bien dentro de lo que cabe, pero si le ha sucedido algo, y necesitamos que vengan para ayudarnos – le explicó.
Minerva le observó apenas unos segundos, antes de asentir con firmeza.
- Vamos – accedió decidida.
Sirius mismo asintió con la cabeza ante sus palabras.
- Pero vamos primero al Gran Comedor. Ahí debemos encontrarnos con Snape. Los llevare a ambos con un Traslador, y luego les daré acceso a la casa – le explicó comenzando a bajar a paso rápido, y para su asombro, la bruja le siguió fácilmente el paso, así que no tuvo que disminuirlo por caballerosidad, algo que también agradeció mucho.
- Esta bien, lo entiendo – le respondió Minerva siguiéndole – Es una suerte que Dumbledore le haya pedido a Severus que se quedara estas vacaciones, o encontrarlo nos habría llevado más tiempo –
- Obviamente Dumbledore pensó en cosas que nosotros no – opinó Sirius, que llegaba ya a la entrada del Gran Comedor, donde la alta figura siempre vestida de negro de Severus Snape les esperaba.
- ¿Qué pasa? – quiso saber éste en cuanto los vio a ambos.
- Un Elfo se apareció en la casa y encerró a Harry en una esfera de la que no lo podemos sacar – les explicó Sirius a ambos – Dumbledore me pidió que viniera por ustedes porque los necesitamos para sacar a Harry de esa esfera –
- Entonces vamos – apremió Minerva con gesto decido, completamente dispuesta a ayudar a uno de sus alumnos, sin importar que no fuera de su propia Casa.
Snape simplemente asintió con la cabeza, teniendo mil preguntas, pero sabiendo que no era el momento de obtener respuestas.
- Iremos con un Traslador, así que necesitamos salir de los terrenos de Hogwarts para poder usarlo – les informó Sirius, por lo que los tres se apresuraron a salir del castillo, cruzando a buen paso los terrenos, aunque esto les llevo algo de tiempo.
Cuando por fin salieron de las protecciones del castillo, Sirius saco una cuchara que les tendió, y que los otros dos tomaron de inmediato, sintiendo el característico jalón a la altura del ombligo.
El viaje fue agitado como siempre, pero con la experiencia que los tres tenían, ninguno termino en el suelo cuando llegaron, y Sirius se apresuró a guiarlos a donde estaba el número 12 de Grimmauld Place sin perder el tiempo, pero al llegar, hizo una mueca, pues sabía lo que tenía que hacer para darles permiso, y eso implicaba para su mala suerte, tocar a Snape.
- "¡Maldición, no es momento para esto, Sirius!" – se reprochó mentalmente, antes de mirarlos – Te daré permiso, Minerva – le aviso tendiéndole la mano, y cuando la bruja se la tomo, se acercó para poder susurrarle: - Bienvenida al número 12 de Grimmauld Place en Londres, La Noble y Ancestral Casa de los Black – y cerró los ojos para tocar las barreras, permitiendo el acceso de la bruja a su casa. Cuando se alejó, Minerva pudo ver la casa frente a ella, mientras él se volvía hacía Snape haciendo una mueca, justo la misma que estaba en el rostro del Profesor de Pociones – Sólo será para darte permiso – le advirtió, tendiéndole la mano.
- No lo querría de ningún otro modo – le respondió con desagrado Snape, pero tomo aquella mano mientras Minerva miraba curiosa, sin mostrar la diversión que sentía de verlos en esa situación.
Sirius se inclinó, aunque trato de no acercarse tanto al oído de Snape.
- Bienvenido al número 12 de Grimmauld Place en Londres, La Noble y Ancestral Casa de los Black – le susurró rápido, cerrando los ojos y buscando tocar las barreas lo más pronto posible para darle acceso. En cuando lo hizo, lo soltó y se alejó varios pasos – Bueno, vamos adentro – les urgió, sin querer pensar más en eso, mientras Minerva sonreía veladamente con diversión, y Snape tenía aún esa mueca de desagrado en el rostro.
Los cinco habían hecho un círculo alrededor de Harry, y con magia retiraron los muebles que estaban alrededor.
- ¿Listos? – preguntó Dumbledore.
- Si – respondieron Remus y Minerva. Snape sólo asintió con la cabeza.
- Comencemos – pidió Sirius, que quería que aquello terminara cuanto antes, para poder recuperar a Harry.
Dumbledore asintió con la cabeza y levanto su varita en alto. Al punto, Minerva, Sirius, Remus y Snape hicieron lo mismo, manteniendo en alto y firmes sus varitas.
- Voca Me Magicae – pronuncio Dumbledore con firmeza, e hizo una floritura con la varita, casi como si trazara alguna letra en el aire, y de la punta de esta surgió un chorro de luz rojiza que envolvió en espirales continuas la esfera.
- Voca Me Magicae – dijeron al mismo tiempo y con el mismo tono firme, Minerva, Sirius, Remus y Snape. De la punta de la varita de Snape surgió una luz verde, mientras que de las varitas de Minerva, Sirius y Remus, surgía la misma luz rojiza que surgió de la de Dumbledore, y todas se dirigieron a la esfera, dando vueltas en espiral a su alrededor, pero manteniéndose separadas las unas de las otras.
- ¡Vocabatur! – llamó entonces Sirius con firmeza y fuerza, haciendo un movimiento repetido en círculos con su varita, antes de latiguearla. De la punta de su varita surgió un chorro de luz azulada que se dirigió e impacto con fuerza a pocos centímetros de las espirales que rodeaban la esfera. Mantuvo con firmeza la posición en la que quedo la varita, y el chorro de luz siguió surgiendo de forma constante.
- ¡Vocabatur! – pronuncio ahora Remus también con firmeza, haciendo los mismos círculos repetidos con su varita, antes de latiguearla. De la punta de su varita surgió un chorro de suave luz violácea, que hizo exactamente lo mismo que la luz que surgió de la varita de Sirius, manteniéndose constante, mientras él mantenía firme su varita.
- ¡Vocabatur! – dijo ahora Minerva, siguiendo el mismo proceso que los otros dos, y de su varita surgió una suave luz dorada que impacto también a pocos centímetros de las luces que rodeaban la esfera, manteniendo el chorro de luz constante y la varita firme.
- ¡Vocabatur! – enuncio Snape con tono firme y fuerte también, y siguiendo el mismo movimiento de varita, al latiguearla, de ella salió un chorro de luz plateada que también se dirigió a la esfera como las otras, manteniéndose firme, mientras Snape mantenía su varita.
Dumbledore alzó su varita nuevamente, e hizo otra floritura.
- ¡Vocabatur! – exclamo, latigueando su varita con una fuerza impropia para su edad, y de esta salió una brillante luz dorada que impacto la esfera directamente a diferencia de los otros chorros de luz, haciéndola estremecer. Entonces, uno a uno en el orden que fueron convocados, los chorros de luz impactaron la esfera, y las luces en espiral que rodeaban la esfera se mezclaron, cubriendo como una gruesa capa dorada la esfera.
Snape alzo su varita cortando el hechizo. La siguiente fue Minerva, y enseguida Remus. Sirius lo mantuvo un poco más.
- Ahora puedes soltarlo – le indico Dumbledore, y Sirius asintió, alzando su varita para cortar el hechizo.
Dumbledore fue el único que siguió apuntando su varita, manteniendo el chorro de brillante luz dorada.
- Finite – llamó de forma suave, y entonces alzo su varita cortando el hechizo.
La esfera vibro, y de pronto estallo en una pequeña explosión que lanzo una honda a su alrededor que hizo vibrar todo, obligando a los presentes a dar algunos pasos hacia atrás, mientras toda aquella magia se evaporaba en una nube de denso humo.
Harry cayó al suelo con un ruido sordo y un quejido adolorido, pero libre al fin.
Querido Harry:
¡Es terrible esto que me cuentas!, me alegra mucho saber que estas bien, y que el profesor Dumbledore y los demás pudieron sacarte de esa esfera.
Debes tener cuidado, y de hecho, todos debemos tener cuidado cuando regresemos este año a Hogwarts, si lo que ese Elfo Domestico te dijo es verdad, aunque no dudaría ni un poco que fuera de esa forma.
Sobre lo de estudiar para convertirnos en Animagos, claro que me interesa, así que apoyó la idea de pedírselo a la Profesora McGonagall. Ya estuve leyendo un poco sobre eso. No suele haber en Inglaterra magos o brujas que lo logren tan jóvenes, pero sí lo hay en otros lugares, como en Uagadou, una escuela en África donde sus alumnos lo logran a los 14 años, así que no es imposible.
Igual ten mucho cuidado, y nos vemos en unos días. ¡Estoy ansiosa por comenzar el segundo año y verlos!
Besos.
Hermione.
- ¡Harry, llego el joven Malfoy! – le aviso la voz de Remus desde el piso de abajo, por lo que Harry aparto la mirada de la carta.
- ¡Ya bajo! – respondió alzando la voz lo suficiente como para ser escuchado, y doblando de nuevo la carta, la dejo sobre el fino escritorio antes de salir de su cuarto. Les había escrito a Draco y Hermione por la noche, y Draco le aviso que iría a primera hora. La carta de Hermione había llegado poco antes que el rubio – Buenos días, Draco – le saludo cuando lo vio de pie en medio de la sala.
- ¡¿Cuál buenos días?!, ¡Casi fuiste atacado ayer! – protesto Draco, y se acercó a abrazarlo con firmeza, lo que hizo a Harry parpadear asombrado.
- Pero el Elfo no quería atacarme, Draco, quería protegerme – le recordó, sonriendo mientras le devolvía el abrazo.
- ¡Eso es lo que dijo, pero no podemos creerle, no cuando te dejo encerrado en esa esfera de la que sólo 5 poderosos magos te pudieron sacar! – espetó Draco con firmeza, separándose de él, pero manteniendo uno de sus brazos sobre los hombros del moreno. Nuevamente había vuelto a crecer algunos centímetros, y sonrió al darse cuenta de eso.
- Yo sí creo que su única intención era protegerme, sólo que usa métodos poco ortodoxos para hacerlo – opinó Harry, y frunció el ceño al notar lo mismo que Draco - ¡Y hazme el favor de dejar de crecer! – agregó indignado, moviendo los hombros para que el rubio quitara el brazo.
Draco se rio divertido, y separándose de Harry, se dejó caer elegantemente sobre uno de los sillones.
- No es mi culpa. Y hablando en serio, este año si lo que ese Elfo te dijo es verdad, vamos a tener que tener mucho cuidado – comentó.
- Lo mismo me escribió Hermione – le informó Harry sentándose en otro de los sillones, mientras Draco hacía una mueca.
- Si pienso igual que Granger es que algo anda mal conmigo – mascullo.
- Las mentes brillantes pueden pensar igual, Draco – opinó Harry sonriendo divertido.
- Las mentes brillantes deben buscar más opciones. Si te enfocas en lo obvio, entonces no eres tan brillante – refutó Draco con una mueca, y Harry sonrió condescendiente.
- Pobre de tu ego – se burló divertido, pero luego de un momento, su gesto se volvió más serio – De igual forma Sirius está muy furioso. No le gusta la idea de que un Elfo pudo pasar las barreras de la casa con tanta facilidad, y está debatiendo con Remus sobre conseguir Elfos, más que nada como protección, pero a Remus no le gustan los Elfos Domésticos porque le parece como si tuviera esclavos –
- En verdad que no entiendo esa mentalidad – se lamentó Draco suspirando teatralmente – Tan maravilloso que es tener quien haga todo lo que necesitas, la comida, el aseo, la ropa. No tener que preocuparte por absolutamente nada de tu casa, y saber que la encontraras siempre limpia y todo dispuesto para que tú puedas enfocarte en las cosas en verdad importantes –
- Bueno, tengo que aceptar que pienso igual que Remus. Me parece muy esclavista – comentó Harry, sonriendo divertido ante las palabras de Draco.
- Es mentalidad Gryffindor – opinó Draco, restándole importancia con un gesto de la mano.
- Y vivo entre dos orgullosos Gryffindor – le recordó con ironía Harry, ante lo que Draco hizo una mueca.
- Si, supongo que es normal que pienses de esa forma, si tenemos eso en cuenta – murmuró encogiéndose de hombros – Aunque sigo pensando que sería un desperdicio tenerlos aquí y sólo usarlos como protectores. ¿Si sabes que en Hogwarts también hay Elfos? –
Harry fue ahora el que hizo la mueca.
- Supongo que como no los veo, no soy tan consciente de eso – comentó.
- Si tú quieres, jamás los veras ni sabrás que están ahí mientras haces cómodamente tu vida – repuso Draco.
- Eso me parece más horrible todavía – opinó Harry – Y no creo entenderlo nunca, Draco, ya que no me crie cerca de esos seres. Entiendo que quieran servir, y aplaudo su lealtad a su familia, aunque claramente este Elfo es una excepción a la regla, o casi, porque no me dijo a final de cuentas a que magos servía, aunque sí trato de advertirme –
– Aunque puedo aplaudir su intención de ayudarte y venir a contarte, su actitud deja mucho que desear como Elfo Domestico – comentó Draco con acritud.
- Si, supongo que si – convino Harry – Era un Elfo muy peculiar – y no pudo evitar sonreír divertido.
- Si, y está claramente loco. Mira que para protegerte, te encerró en una esfera de la que fue bastante difícil sacarte – le recordó Draco.
- Si, pero no me hizo daño real – observó Harry – En verdad creo que sólo seguía su impulso de hacer lo correcto –
Draco rodo los ojos, y Harry sólo le sonrió divertido.
