Parte 2
—¿También te gusta mirar las estrellas? —habló Ren sin darse cuenta.
—Oh, no noté que estabas despierto —Horo lo miró con sorpresa.
—Lo sé, te veías concentrado —le dio una pequeña sonrisa.
—Me encanta mirar las estrellas. Cuando estaba en Hokkaido siempre lo hacía, donde vivo el cielo está despejado y puedes ver hasta las más pequeñas. Cada una de las constelaciones se aprecia con claridad.
—Suena como algo impresionante de ver. En mi casa, en China, está bastante contaminado, así que no se ve mucho.
—Eso es malo.
—Lo es —suspiró lamentando esto. Pero la curiosidad lo invadió al instante —. ¿De verdad es tan despejado en tu pueblo como para apreciar con tanta claridad? —se sentía intrigado por aquel lugar.
—Créeme, nosotros vivimos en medio de la naturaleza, alejados de las grandes ciudades. Así que es normal que tengamos una vista tan maravillosa, me siento privilegiado —le regaló una sonrisa.
—Eso suena bien. Tu hogar se oye como un sueño, Horo —se acomodó de lado, quedando frente a frente. Hace un rato que no tenían una charla tan relajante. Se sentía tan cómodo junto al chico de Hokkaido.
—¿Que mi casa suena como un sueño? pero si en la tuya hasta el excusado es de oro, cuando fui a cagar allá pensé que tendrían dólares para limpiarme el trasero —expresó realmente impresionado, recibiendo una risa de parte de Ren.
Cuando estaba a solas con Horo se volvía don sonrisas, cosa que los demás no tenían el honor de ver seguido.
—Eres un bobo, ya lo dije —declaro, jalándole la mejilla con malicia, mientras su amigo se quejaba.
—A veces lo soy —puso su mano sobre la de Ren que sostenía su rostro. Lo miró de una manera que a Ren le pareció tan dulce, que sentía ganas de abrazarlo muy fuerte. Pero eso sería sobrepasar los límites imaginarios que habían impuesto.
—Algún día ¿puedo ir a quedarme allá?
—¿Eh? —lo miro sin entender.
—A tu casa, ¿puedo ir a quedarme?
Horo sintió asombro ante aquella petición. Sabía que el de cabello violeta estaba acostumbrado a comodidades inimaginables, en cambio, él vivía de manera muy humilde, de lo cual el chino estaba al tanto, pero aun así estaba dispuesto a ir.
—Claro que sí. Te llevaré conmigo cuando terminemos este viaje —volvió a acariciar la mano que sostenía, haciendo que sus corazones dieran un brinco por el contacto de sus pieles.
—Entonces… ya quiero que acabe este viaje —habló con la intención de que Horokeu notara el leve coqueteo. Decir aquella simple frase había requerido de juntar demasiado valor.
Se observaron a los ojos de manera intensa, transmitiendo cosas que no sabían cómo poner en palabras, dejando en claro que lo que había dicho era sincero en su totalidad.
—Yo también quiero que acabe. Así podré estar contigo todos los días —le dijo con suavidad, obsequiándole una sonrisa que lo hizo desfallecer.
—Sera primera vez que pasaremos tanto tiempo juntos —acarició la mejilla de Horo con delicadeza.
—Tomaremos desayuno por la mañana, viendo el paisaje.
—Te puedo preparar sándwiches al desayuno —declaro con diversión haciendo reír a su amigo —, ya soy todo un chef en eso.
—Quien viera al señorito preparar panes como los dioses.
—Soy el orgullo de mi casa.
—Bason debe estar llorando de felicidad, conociéndolo.
Ambos se miraron con una sonrisa. Era tan confortable el sentimiento que se producía entre ellos, que les parecía agradable el solo estar juntos o incluso pelear, como lo hacían comúnmente, claro que eso era compensado con estos momentos.
—Y luego de desayunar te llevare a recorrer Hokkaido, los lugares más hermosos, cada día un lugar distinto —afirmo el de cabello celeste con ensoñación.
—Y cuando volvamos, nos ducharemos, para luego mirar las estrellas y nos iremos a dormir —le siguió el chino.
—Es un buen plan, es un excelente plan.
—Los es —dijo visualizando todo en su mente.
Horokeu lo miro con una expresión maliciosa, sonriendo de medio lado.
—Oye Ren, en mi casa solo tengo una cama, tendremos que dormir juntos, ¿estarás bien con eso? —dijo en un tono coqueto que no intentó ocultar en lo más mínimo.
Las mejillas de Ren tomaron un leve color rosa al imaginarse ciertas cosas en tan solo unos segundos.
—Estaré más que bien con eso. Solo es dormir juntos después de todo, podemos hacer aquello cuando sea, con cualquiera de nuestros amigos —explico un poco nervioso.
—Además, es una cama pequeña, tendré que abrazarte por la cintura para no carme.
—D-Dije que estoy bien con eso.
—Entonces, ¿puedo meterme en tu saco de dormir ahora? —preguntó Horo por impulso, sin temer a la respuesta.
Las orbes doradas del chino se ensancharon ante aquella solicitud que lo había tomado desprevenido. Su rostro había subido un tono, volviéndose rojo como tal.
Medito por un momento que le pareció eterno al de pelo celeste. Se preguntaba: ¿por qué le hacía tales preguntas de manera tan sorpresiva? De seguro le daría un paro si seguía siendo tan espontaneo.
—Sí, puedes, ven aquí —accedió en un hilo de voz.
Sin esperar ni un segundo Horokeu pegó su saco de dormir junto al de su amigo. Tenía miedo de que se arrepintiera, así que debía ser rápido.
Abrió el cierre que traía al costado su saco y también abrió el de Ren, uniendo los dos en uno solo, haciendo que ambos se sintieran nerviosos, era primera vez que estaban tan cerca.
Se acomodó, quedando pegado al otro chico, enseguida se miraron a la cara, viviendo algo que jamás les había ocurrido, algo que nunca habían sentido. Un momento único bajo aquel cielo adornado.
Los corazones de ambos latían rápido, haciéndolos sentir agitados, mientras sus pálpitos se coordinaban en una sola melodía que podía ser oída a la perfección.
Ambos sabían lo que pasaba entre ellos, pero se contenían, porque tenían claro que no era el momento adecuado para ser algo más que amigos.
—¿Tanto te gustan las estrellas, Ren? —murmuró.
—Sí, desde siempre.
—¿Algún motivo en especial?
—Ellas son importantes. Nos guían —también habló en un tono bajo. Era como si no quisiera perturbar la atmósfera.
—Sabes, cuando te vi por primera vez pensé que brillabas tanto como una —se sinceró con una sonrisa, haciendo derretir los sentidos del chino —. Y más porque tu ropa estaba destellando todo el tiempo.
Ren soltó una risa por esto, solo Horo mataría así el ambiente.
Bueno, su familia mandaba a hacer ropa con hilos de oro incluso.
—¿Eso es un cumplido o no? —pregunto con diversión.
—Por supuesto que lo es, haya sido la ropa o no, para mi aun brillas cuando te veo.
Su corazón se había desbocado por aquello, sus sentidos parecían haberse agudizado, sintiendo tantas cosas en cada fibra que componía su cuerpo.
—Siempre eres tan lindo y tierno, Horo —le dijo sin pensarlo.
Las mejillas de Horokeu comenzaron a arder enseguida al escuchar aquellas palabras. Eso era algo que Ren Tao jamás diría, pero, aun así, se lo había dicho a él.
Ren se dio cuenta de su declaración y se le subió la sangre a la cara.
Se preguntó; ¿Qué había sido todo eso? ¿Tanto eran sus sentimientos como para sincerarse así?
—Quiero besarte —confesó de pronto el de Hokkaido causando otra vez un sonrojo en su amigo.
—N-No podemos, están todos.
—¿Tú no quieres hacerlo?...
—Dios, c-claro que quiero, Horo. Quiero besarte una, dos, tres y mil veces —expresó pasando sus brazos por el cuello del otro. Se sentía acalorado de pronto.
Su tono había sonado como un ronroneo para el chico frente a él, haciéndolo enloquecer en ganas.
—¿Entonces? hagámoslo. Nadie lo sabrá —le susurró al oído, intentando hacerlo caer en sus encantos.
—Pero… es que-
—Vamos, por favor.
—Horo… —dijo en un suspiro aterciopelado.
—Solo dame esta noche para ser más que tu amigo y te prometo que mañana será como si nada hubiera pasado —Pidió en un tono de voz azucarado y ronco, mirando fijamente aquellos ojos de color dorado, para que supiera que hablaba en serio.
Ren sintió su vida darse vuelta ante aquellas palabras de súplica que calaban su corazón.
Vaciló un par de segundos, hasta que asintió con la cabeza.
Con su pulso funcionando a mil se acercó al rostro blanquecino frente a él, y sin poder esperar ni un segundo más unió sus labios con los de Horo. Perdiéndose en ellos, degustando hasta sus comisuras, sumergiéndose en un vórtice de sensaciones que hacían erizar su piel, llenando su boca de suspiros ante cada bocado.
Horokeu lo atrajo de la cintura hasta pegar sus cuerpos, abrazándolo y acariciándolo con suavidad, pero agarrándolo con firmeza de ciertas partes al mismo tiempo, disfrutando cada segundo se le estaba obsequiado. Con la esperanza de que sus amigos no despertaran de sus sueños.
Deslizó sus manos, contoneando la figura esbelta y trabajada entre sus brazos. Con su lengua saboreó aquel delgado cuello, haciendo suspirar a Ren, este jadeo ante una mordida sedienta que disfruto en exceso, enredando ambas manos en el cabello celeste, indicándole que continuara.
Aunque se besaran, los dos estaban al tanto de que este estado de éxtasis en el que se habían perdido no se podía repetir con frecuencia, debía mantenerse en secreto. Así que planeaban guardarlo en sus recuerdos y disfrutar cada uno de los besos, cada caricia y fricción que provocaban entre ellos. Llenándose de sentimientos y sensaciones que tendrían grabar sobre sus pieles hasta que una nueva oportunidad se presentara.
Esperarían ansiosos su viaje a Hokkaido, pero por el momento, continuarían a su ritmo, siendo envueltos por aquella medianoche llena de estrellas iluminando sus secretos.
Estrellas de media noche
Fin
Gracias a las dos personitas que me dejaron review, me alegro que aun queden lectores activos✨ Este fue un pequeño fic de ellos, pero tengo uno mas extenso (y dramatico jdja) en mi perfil, se llama Ganar o perder, los invito a leerlo si quieren uwu Sin mas gracias por leerme y me haria feliz si me dejan review JSJA asi que eso, tqm
