AVA
Por Cris Snape
Disclaimer: El Potterverso es de Rowling.
Esta historia participa en el reto anual "El retorno del Long Story" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.
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ROSEMARY´S BABY
"Te odio.
No pongas esa cara, William. No vas a conseguir que me ablande porque es verdad. Te odio. Fuiste un egoísta y un cabrón y me dejaste sola con Ava. ¿Qué derecho te crees que tienes? ¿Cómo te atreviste a cargarme con semejante responsabilidad? No es justo y lo sabes. Eres un desgraciado y un hijo de puta. Te odio.
Audrey"
"Hola, William.
Acabo de mandar al carajo mi propio récord personal. Había conseguido escribirte una carta sin incluir ni un solo insulto y fíjate en lo que he hecho antes. He estado a punto de tirar el papel a la basura, pero me parece más honesto hacerlo de esta manera. Tampoco me arrepiento de lo que dije porque ambos sabemos que tengo razón. No estuvo bien que te marchases, William. No es justo que tenga que ocuparme de Ava yo sola. Ese no era el trato. Se suponía que íbamos a hacerlo los dos juntos. Yo me quedé por eso y tú me traicionaste. Te fuiste y ahora tengo que cargar yo con las consecuencias. Todo lo bueno y lo malo que le pasa a Ava me afecta a mí y siento tener que decirte que estoy muy cansada.
Supongo que debería explicarte a qué se debe mi malestar. Ya te he informado sobre los fenómenos extraños que rodean la existencia de tu hija. No sé qué piensas al respecto, pero yo estaba convencida de que Ava los provocaba y ahora estoy segura casi al cien por cien. Reconozco que todo esto es una locura, pero sé que he actuado correctamente. Al menos yo estoy intentando ayudar a Ava. Yo no he huido como una cobarde. Sigo aquí.
La cuestión es que Angela me puso en contacto con un hombre. Un sacerdote católico. Me da igual lo que puedas opinar al respecto. Sé que no eras un tipo religioso, pero no admitiré ni un solo reproche porque, ¿dónde estás ahora? Ya estoy bastante cabreada, así que ni se te ocurra opinar. Haberte quedado con nosotras. La cuestión es que llamé a ese hombre. Se llama Elijah Moore y es un tipo bastante normal. Yo pensé que traería puesta una sotana, pero usaba ropa de calle y era bastante amable. Es un hombre joven. Me pidió permiso para recorrer la casa y luego estuvo hablando con Ava. Yo pensé que me diría que está poseída y la regaría con agua bendita, pero en vez de eso me comentó que necesitaba ayuda de alguien más profesional que él. Vale. A mí también me pareció un poco incomprensible, si se supone que es un exorcista, pero de todas formas acepté sus condiciones y dentro de unos días vendrá a vernos un hombre de Londres. Un tal Percy Weasley.
Te confieso que he buscado sus nombres en Internet. A Elijah Moore sí lo he encontrado. Tiene mucha relación con algunos periodistas que investigan fenómenos paranormales e incluso sale en un par de reportajes de televisión en los que visita casas encantadas. Podría decirte que parece respetable si creyese en esas cosas. Aunque, ¿cómo no creer si tenemos en cuenta todo lo que estamos viviendo últimamente?
Estoy preocupada, William. Después del incidente de la cocina, Ava está un poco más calmada, aunque yo no termino de fiarme. Todavía no se me han curado las heridas de los brazos y me estremezco cada vez que recuerdo lo que ocurrió. Nunca antes nadie había salido herido y me pregunto qué pasará si todo empeora. A Ava le pasa algo que hace daño. ¿Te das cuenta? Deberías estar aquí. Tú la entendías mejor que nadie. Era tu hija. ¿Pensaste en ella cuando te fuiste? ¿Tenías una idea de lo que estaba por venir? ¿Hubieras tomado otra decisión de haberlo sabido?
Ya no sé qué pensar respecto a ti. Hubo un tiempo en el que creí que eras un buen hombre y ahora sólo puedo odiarte. Siento tener que decírtelo, William. No me gusta repetir lo evidente, pero espero que quitarme la careta me ayude a encontrarme mejor. Yo también lo necesito, ¿sabes? No eres el único que quiere liberarse del miedo y el dolor. También soy humana y espero que lo entiendas algún día. Espero que te arrepientas de lo que has hecho.
Ya paro. Angela estará muy decepcionada conmigo.
Audrey"
Percy Weasley tiene el pelo rojo y trae puesto un traje de color marrón que resulta bastante anticuado. Usa gafas de carey y tiene el nudo de la corbata perfectamente ajustado. Los zapatos relucen de limpios y mantiene la espalda tan recta que parece que alguien le ha metido un palo por el culo. Tiene una barba bien cuidada, aunque no demasiado poblada y a Audrey no le gusta nada la forma que tiene de observar todo lo que le rodea. No parece un sacerdote, así que tiene que preguntarlo.
—¿Es usted cura?
Percy Weasley la mira de reojo mientras se aproxima al mueble de la entrada. Sobre él solo hay colocados un florero y un plato para dejar las llaves. Percy lo examina con mucho interés y apenas mueve la cabeza cuando habla.
—No.
Audrey se sintió molesta desde que ese hombre llamó a su puerta. Esperaba que Elijah Moore lo acompañara para hacer las presentaciones pertinentes y explicarle en qué consistiría la labor del recién llegado, pero el cura no ha acudido a su casa y ella no tiene ni idea de cómo lidiar con ese individuo.
—El señor Moore me dijo que es usted un experto.
Por primera vez desde que llegó, Percy Weasley deja a un lado su escrutinio para centrar su atención en ella. La observa con los ojos entornados y Audrey está a punto de darle una colleja cuando la mira desde la cabeza hasta los pies. No sabe por qué encuentra tan molesto a ese hombre, pero sí sabe que quiere que se vaya de su casa cuanto antes. Una vocecita en su cabeza ha empezado a gritarle que sólo va a traerle problemas y que es mejor que se libre de él ya mismo. El problema de Ava podrá ser solucionado de otra manera. Seguramente.
—Porque lo soy.
Pronuncia esas palabras con lentitud y Audrey tiene la sensación de que la considera una estúpida.
—Pero no es cura.
—No lo soy.
—Ni exorcista.
Percy Weasley alza una ceja y sonríe con condescendencia.
—¿Por qué debería serlo?
Audrey se queda sin palabras durante un instante y las ganas de pegarle van en aumento.
—Por el problema que tiene Ava. El señor Moore dijo que usted podría solucionarlo.
El hombre la mira durante unos cuantos segundos más, hasta que se da media vuelta y comienza a examinar la escalera. Audrey piensa en lo mucho que odia la barandilla nueva. Es de cristal y la escogió William. ¡Cómo no! Si hay algo en esa casa difícil de limpiar, fue elegido por su querido marido. Por supuesto que se comprometió a mantenerlo todo en condiciones él mismo, de forma personal e intransferible. Otra de las muchas promesas que no cumplió el muy desgraciado.
—Tal y como señaló el señor Moore, el problema de Ava es mi especialidad, aunque le aseguro que mi trabajo no tiene nada que ver con la labor que pueda llevar a cabo uno de esos exorcistas.
Audrey se cruza de brazos y se interpone descaradamente en su camino. No va a dejar que se pasee por su casa sin antes obtener alguna clase de explicación. El señor Weasley es mucho más alto que ella, pero no se ve particularmente fuerte, así que no tendrá problemas para retenerlo en el recibidor.
—¿En qué consiste su labor?
Tiene la vista fija en el cuadro de la escalera y nuevamente parece no prestarle atención alguna. Da un pasito a la derecha, otro a la izquierda y asiente como si algo le satisficiera muchísimo. Audrey está a punto de perder la paciencia.
—Señor Weasley —habla con voz alta y clara—. Si no me dice qué hace aquí, tendrá que marcharse.
Esas palabras parecen activar algo en el hombre, puesto que se gira bruscamente y la mira con pasmo absoluto. Audrey está a punto de reírse sardónicamente porque, ¿qué se esperaba? Permanece con los brazos cruzados y la expresión muy serie e incluso golpetea el suelo con el pie. Lo ideal hubiera sido llevar zapatos de tacón para que los golpes resonaran en la tarima, pero está bastante segura de que consigue ser medianamente firme e incluso algo intimidante. El señor Weasley parpadea un par de veces, carraspea y se digna a darle la explicación que lleva esperando desde que puso un pie en su casa.
—Verá, señora Miller. El señor Moore piensa que Ava es una niña especial y yo soy un experto a la hora de reconocer niños como ella.
Audrey alza una ceja. Definitivamente no está nada satisfecha y no varía su postura ni un ápice.
—¿Qué quiere decir con especial?
El señor Weasley carraspea de nuevo, estira los brazos a lo largo de su cuerpo y alza el mentón.
—Me temo que no puedo decírselo.
—¿Por qué no?
No obtiene respuesta en esa ocasión. El señor Weasley echa un último vistazo a la estancia y da dos pasos en su dirección, preparado para meterse en la cocina, la sala de estar o en cualquier otro sitio. Audrey no se mueve de su lugar en el pasillo y va a insistir para que todas sus dudas sean resueltas. Sin embargo, el hombre habla antes.
—¿Me invitaría a una taza de té?
Audrey sonríe ampliamente y habla con voz melosa e hipócrita.
—Me temo que no puedo hacerlo.
Weasley la mira con sorpresa una vez más.
—¿Por qué no?
—Por la misma razón que usted no quiere hablarme de lo que ocurre con Ava. No me fío ni un pelo de sus intenciones.
Weasley parpadea y suelta una risita nerviosa e incrédula.
—¿Mis intenciones?
—Sus intenciones, señor Weasley —Audrey avanza hacia él—. Le repito lo que le dije antes. Como no me diga de qué va todo esto, voy a echarle de mi casa. No tengo tiempo para aguantar tonterías, ¿se entera?
Weasley retrocede. Es curioso, pero parece menos petulante ahora que alguien le ha plantado cara. Audrey se siente bastante orgullosa de sí misma y se acuerda de William y de lo contento que se ponía cada vez que la veía actuar de una manera semejante. Solía decirle que le gustaba que fuese una mujer con carácter, aunque últimamente Audrey no sabe dónde se ha dejado todo ese genio.
—No puede hacer eso.
—Ya verá como sí.
—Pero antes necesito ver a Ava.
—Como comprenderá, no voy a dejar que lo haga hasta que no entienda qué está pasando aquí.
Weasley abre la boca para replicar algo y no pronuncia ni una sola palabra. Audrey permanece impasible frente a él y ve como se da media vuelta y agacha la cabeza. Le parece que susurra algo para sí mismo y se pregunta si ha metido en su hogar a un tipo chiflado. Al final, Weasley vuelve a mirarla e incluso le sonríe procurando resultar lo más amable posible. Lamentablemente ya es tarde para eso. Audrey está convencidísima de que es un hombre de lo más desagradable y no piensa cambiar de opinión.
—Entiendo que usted y su marido necesiten una explicación. Y prometo dársela, pero antes necesito ver a Ava para asegurarme de que es quien yo pienso que es.
Audrey asiente y sonríe a su vez.
—¿Se da cuenta de que estamos en un callejón sin salida?
Weasley vuelve a abrir la boca y una vez más no pronuncia ninguna palabra. Entonces, toda su falsa simpatía anterior desaparece y demuestra lo contrariado que se siente.
—Es usted una mujer muy obstinada.
Audrey aprieta los puños para no golpearle.
—¡Bravo! ¡Se ha dado cuenta!
—Quiero hablar con su marido.
Fantástico. Pensar en William no hace que su humor mejore.
—Eso no será posible. No está aquí.
—Lo esperaré durante todo el tiempo que haga falta.
—Pues tendrá que quedarse aquí hasta el final de sus días porque William está muerto.
Weasley da un respingo y a Audrey le alegra enormemente haberlo desconcertado tanto. Está convencida de que podría echarlo a la calle dándole un solo empujón.
—¿Cómo dice?
—Que mi marido murió hace casi dos años. Si quiere hablar sobre Ava, tendrá que conformarse conmigo.
Por tercera vez, Percy Weasley boquea como un pez. Entorna los ojos como si estuviera meditando sobre lo que hacer a continuación y vuelve a mostrarse conciliador con ella. Audrey no se siente más relajada ni por asomo.
—Lamento mucho su pérdida.
—Ya.
—Entiendo que se encuentre confusa. Sé que los incidentes que han tenido lugar en su hogar desestabilizarían a cualquiera, pero es importante que confíe en mi criterio. He visto a muchos niños como Ava y sé qué hacer en estos casos.
—No me diga.
—Sólo le pido que tenga un poco de paciencia y me permita hablar con ella. No necesitaré más que un minuto para confirmar mis sospechas y, entonces, le daré todas las explicaciones pertinentes.
Weasley se detiene y Audrey puede ver como su nuez se mueve mientras traga saliva. La verdad es que el hombre tiene cierta parte de razón. Reconoce que se ha puesto a la defensiva porque esa reunión no está resultando ser como ella tenía previsto y decide que va a tranquilizarse un poco. Cuando consulta el reloj comprueba que falta poco para que Ava vuelva del colegio. Angela se ofreció para llevarla a casa, así que Audrey relaja su postura y se hace a un lado.
—Venga conmigo. Le prepararé un café.
—Prefiero un té —Weasley habla con la petulancia del principio y Audrey le corta el rollo con brusquedad.
—No tengo té. Un café o nada.
El hombre guarda silencio. Audrey suspira y lo conduce hasta la cocina. Ha pasado una semana desde el último incidente y presenta un aspecto bastante decente. Lamentablemente no han podido sustituir la cristalera aún, así que está cubierta por tablones de madera que le dan a la estancia un aire decadente. Y es una lástima porque a Audrey siempre le ha gustado su cocina blanca inmaculada, de líneas rectas y modernas. Por algo la eligió ella, porque era práctica y fácil de mantener.
Tal y como ya hiciera en el recibidor, Weasley comienza a escrutarlo todo. Observa con detenimiento los muebles, las encimeras y se detiene frente al frigorífico para contemplar los dibujos de Ava. A Audrey le entristece pensar que son bastante antiguos, de cuando William aún estaba con ellas. Ava no dibuja mucho últimamente y cuando lo hace no opta por regalarle nada a ella. Sus ojos se deslizan hasta su regalo del Día de la Madre. Ahí están Ava con su pelo rubio, William con su barba oscura y ella misma. Y arriba, en el cielo, está Rosemary. Tan rubia como Ava. Tan guapa como ella.
—Veo que la niña tiene cierto talento artístico —comenta Weasley mientras observa el mismo dibujo.
—Supongo que sí.
—Insisto en una cosa, señora Miller. Lamento mucho la pérdida de su marido.
Audrey no dice nada. Camina hasta la cafetera de cápsulas que Angela le regaló por su cumpleaños y decide que Weasley se tomará un cappuccino. No tiene pinta de disfrutarlos demasiado.
—Ha pasado mucho tiempo desde aquello. Siéntese.
El hombre se acerca a la mesa y se acomoda en una de las sillas. Prosigue mirándolo todo con atención y hasta parece olfatear el aire. Audrey saca dos tazas del mueble superior y procura centrarse en su labor. Debe tranquilizarse. Es algo que Angela le repite muy a menudo. Respira hondo varias veces y escoge una infusión de valeriana para sí misma. Ha tomado muchas de ésas últimamente. Empieza a contar mentalmente y, entonces, Weasley le habla.
—El señor Moore me comentó que en esta habitación tuvo lugar un incidente.
Audrey se mira los brazos y, aunque su primer impulso es el de negarlo, se dice que no tiene ningún sentido. Ya le habló a ese cura sobre todas las cosas que ocurrían con Ava. Es bastante probable que Weasley esté al corriente de todo. Traga saliva y asiente, aunque no se da la vuelta para enfrentarse a los ojos escrutadores de su visitante.
—Así es.
—Debió ser algo impresionante —Weasley baja sustancialmente el tono de voz antes de hablar—. Aún puedo notarlo.
—¿Cómo dice?
—No tiene importancia.
El cappuccino ya está listo. Audrey acerca la taza hasta la mesa y vuelve a enfrentarse a Weasley.
—Yo creo que sí la tiene. Si necesita que le explique algo al respecto, puedo hacerlo. Para eso está aquí.
—No hace falta. El señor Moore ya me puso en antecedentes.
—Usted ha venido para ayudar a Ava, ¿no se supone que debe conocer todos los detalles?
Weasley suspira y prueba el café. No parece gustarle mucho y se lo hace notar.
—¿Qué es esto?
—Café. ¿No es de su agrado?
Weasley toma otro sorbo y lo saborea con mucho detenimiento. Audrey se pregunta si las ganas de pegarle se pasarán cuando le dé la primera colleja. Si es así, está dispuesta a hacerlo porque no se ve capaz de soportar semejante comportamiento durante más tiempo. Cuenta los ocho segundos que ese hombre tarda en hablar y comprueba que es un desagradecido.
—Hubiera preferido un té.
—Ya le dije que no tengo.
—Lo cual me resulta absolutamente incomprensible. ¿Qué clase de ciudadana británica es usted?
¿Qué clase de idiota eres tú? Audrey sonríe ampliamente y no dignifica ese ridículo comentario con una respuesta. Weasley vuelve a beber de su café y sigue observando la cocina con atención.
—Los hechos pasados no son tan importantes como lo que pueda ocurrir a partir de ahora. ¿Tardará mucho Ava en acudir a casa?
Audrey le echa un nuevo vistazo a su alrededor. Su infusión también está lista, así que regresa a por ella y se queda en pie, con el trasero apoyado en la encimera. Weasley sigue saboreando su bebida de esa manera casi enfermiza y se ve en la obligación de dejar de mirarle.
—No creo que tarde. Ya ha debido salir del colegio.
—Perfecto. Aprovecharé para terminarme este café. ¿Es consciente de que sabe raro?
—¿Cómo dice?
—Se debe a que lo ha preparado con esa máquina horrible. El café natural es mucho más sabroso, aunque sigo prefiriendo el té.
Audrey hace rechinar sus dientes.
—Puede que hubiera sido mejor para todos no obligarle a beber esa cosa. ¿No le parece? No debí ofrecerle nada.
—Eso hubiera sido muy desconsiderado por su parte, señora Miller.
—¿Y a quién le importa?
Weasley no tiene tiempo para responder porque desde allí pueden escuchar como la puerta de la calle se abre y se cierra. Para Audrey fue una decisión difícil de tomar, pero como suele pasar mucho tiempo fuera de casa, ocupándose de las tareas de la granja, decidió darle a la niña una llave de la casa. Instantes después, se escucha su voz infantil y, por una vez, no suela malhumorada.
—¡Llegué!
Audrey traga saliva. Weasley se levanta. Se plantea la posibilidad de impedir que se produzca el encuentro entre esos dos, pero no se atreve a echarse atrás. Aún confía en que ese idiota sepa cómo ayudarla a resolver sus problemas. Está tan desesperada que se agarraría a un clavo ardiendo de ser necesario. Así pues, responde a la niña.
—Estamos en la cocina, cielo.
Ava ya sabe que el señor Weasley acudiría a visitarles. Se lo comentó Audrey la noche anterior, justo antes de acompañarla a la cama. La niña no hizo ningún comentario al respecto, aunque no le disgustó demasiado conversar con Elijah Moore. Cuando hace su entrada en la cocina, sonríe ligeramente en dirección a Audrey y se concentra en Percy Weasley, traspasándole con la mirada de forma insondable.
—Mira, Ava. Es Percy Weasley. Te dije que vendría a visitarnos.
Ava gira la cabeza hacia la derecha y Audrey se estremece porque es un gesto que ha heredado de su padre. Después, camina en dirección a la mesa de la cocina, se detiene frente a su visitante y extiende una mano de forma exageradamente cortés.
—Soy Ava Miller.
El hombre duda un segundo y finalmente se la estrecha.
—Yo soy Percy Weasley.
—Así que usted es el tipo experto en bichos raros.
De haber estado bebiendo, al señor Weasley se le hubiera atragantado el café. Se pone bastante rojo y suelta la mano de la niña como si quemara. Ava sonríe con algo de malicia y Audrey se siente ligeramente escandalizada. No demasiado, puesto que se ha enfrentado a situaciones mucho peores, pero sí lo suficiente como para intentar hacerle un reproche.
—¡Ava! No hables así.
—¿Por qué no? —La niña se gira para mirarla a ella—. Es la verdad. Este señor ha venido a verme porque pasan cosas raras cuando estoy cerca. Eso me convierte en un bicho raro.
—Tú no eres rara. Estás nerviosa desde que papá se fue.
Ava pone los ojos en blanco y se cruza de brazos. Audrey la conoce lo suficiente como para saber que no tardará en explotar otra vez y se arrepiente de lo que ha dicho. No necesita que Ava se enfade. Necesita que Weasley hable con ella y le explique de una vez qué le ocurre.
—Papá no se fue. Se murió.
—Ya lo sé, cielo. Siento haberlo dicho así.
Ava la mira con los ojos entornados y se da media vuelta para encararse con Weasley.
—¿Sabe qué le pasó a mi padre?
Él no responde y a Audrey no le apetece nada revolver en el pasado.
—Al señor Weasley no le interesa saber eso.
—¿Por qué? No es nada por lo que tengamos que avergonzarnos.
—Ava, por favor.
Normalmente no funciona. Da igual si Audrey la trata con suavidad o si se muestra más brusca. Cuando Ava se enfada, todo se complica hasta que finalmente estalla. Sin embargo, ese día guarda silencio. Vuelve a mirar a Audrey y parece más triste que otra cosa. Siente la necesidad de acercarse a ella para reconfortarla, pero el señor Weasley interviene en la conversación y señala al frigorífico. Sonríe y a Audrey le parece curioso que sepa cómo hablarles a los niños. A lo mejor es verdad que tiene experiencia tratando con criaturas como Ava.
—Veo que te gusta dibujar.
Ava se encoge de hombros y toma asiento.
—Me gustaba antes. Ahora sólo hago las tareas del cole.
—Es una lástima. Creo que tienes bastante talento.
—¿En serio?
—Ese ángel que dibujaste es muy bonito.
Ava parece desconcertada y tuerce el gesto.
—¿Qué ángel?
—El de ese dibujo.
Ava mira hacia el frigorífico y suelta una risita maliciosa. Audrey no puede evitar escandalizarse otra vez cuando la escucha hablar, pero opta por no intervenir en esa ocasión.
—¡Qué bobo eres!
—¿Yo? —Weasley se señala a sí mismo.
—No es un ángel. Es mi madre.
Ahora sí que la cara de Percy Weasley es todo un poema. Mira a la niña, luego al dibujo y finalmente a Audrey y termina por señalarla con un dedo.
—Pero tu madre es la señora Miller.
—¡Qué va! Audrey sólo es mi niñera.
Tiene que soltar una carcajada para no enfadarse. Weasley está absolutamente desconcertado y Audrey intenta que no se note demasiado lo mucho que duelen esas palabras. Ava parece bastante contenta, como si hubiera obtenido el resultado esperado. Prosigue con su cháchara, obviando el efecto que ha causado en los adultos.
—Mi madre murió el mismo día que yo nací y Audrey fue mi niñera hasta que se casó con mi padre. Luego mi padre también se murió y no sé por qué sigo con ella, la verdad.
Audrey le da un trago muy largo a su valeriana y cierra los ojos. No quiere tener esa clase de pensamientos respecto a Ava, pero no puede evitar llegar a la conclusión de que se ha convertido en una niña maliciosa. Suspira profundamente y se niega a mirar hacia la mesa. Deja que su memoria retroceda hasta aquel pasado no tan lejano, cuando William estaba vivo y Ava la quería. Piensa en la niña menuda y risueña que se aferraba a su cuello y le llenaba la cara de besos, la que le pedía que le leyera un cuento por las noches y la que aprendió a leer gracias a su ayuda. Recuerda cómo era su familia dos años atrás y la echa tanto de menos que duele.
La voz del señor Weasley la trae de regreso al presente.
—¿Cómo se llamaba tu madre?
—Rosemary. Era guapísima. Espera.
Ava abandona la habitación corriendo. Audrey sabe perfectamente adónde va y no se toma la molestia de buscar un tema de conversación para romper ese horrible silencio. Todavía tiene los ojos cerrados y puede sentir la mirada de Weasley fija en ella. Se concentra en los latidos de su corazón y en respirar hondo y despacio. Se sobresalta cuando escucha la voz de la niña.
—Mire. Esta era mi madre.
—Es verdad, Ava. Era muy guapa.
—¿Verdad? Mi padre decía que me parezco mucho a ella.
—Señora Miller.
Audrey se ve impelida a abrir los ojos y mira a Weasley. Tiene la fotografía de Rosemary en la mano y le habla con suavidad.
—¿Puede dejarnos a solas un momento?
—¿Qué?
—Necesito comprobar una cosa. Serán cinco minutos.
No se fía ni un pelo. Por su mente pasan una serie de imágenes terribles y criminales y siente que los pies se le quedan pegados al suelo. Sin embargo, algo en su interior le dice que lo haga, que tiene la solución a todos sus problemas al alcance de su mano. Así pues, deja la taza vacía en el fregadero y abandona la estancia sin decir una palabra. Necesita respirar. Permanecerá junto a la puerta en todo momento y, si ocurre algo, podrá escucharlo perfectamente. Apoya la espalda en la pared y contempla su alianza con aire ausente. No sabe por qué no se la ha quitado aún. William no se merece que la lleve. Ava tampoco. De forma repentina, un ardor angustiante se establece en su garganta y necesita recurrir a todo su autocontrol para dominarse. Ni siquiera es capaz de concentrarse en respirar y durante un segundo desea que Percy Weasley le diga que Ava es especial y se la lleve para siempre. No la necesita a su lado. Es un pequeño monstruo, una niña desagradecida que sólo le ocasiona problemas. Y Audrey es joven y puede tener una vida lejos de esa granja, de ese pueblo y de Ava. Lejos del recuerdo de William.
Audrey agita la cabeza. Es una persona horrible. ¿Cómo se atreve a experimentar semejantes pensamientos? Se supone que es una mujer adulta y los adultos se enfrentan a los problemas con valor, no fantasean con la posibilidad de escapar de ellos. Además, sabe que su vida jamás sería la misma sin Ava porque, demonios, quiere a Ava. La sostuvo entre sus brazos por primera vez cuando apenas tenía seis meses y puede que no sea su madre biológica, pero siempre ha estado allí para ella. La ha visto crecer y ha sido muy feliz a su lado. No quiere que desaparezca. Pese a todo lo malo que les ha ocurrido últimamente, Ava es su hija.
Percy Weasley no exageraba nada cuando le pidió los cinco minutos. Audrey se lleva un buen susto cuando la puerta de la cocina se abre y el hombre pelirrojo se reúne con ella en el pasillo. Parece contento, como si hubiera encontrado lo que venía a buscar. Ava permanece sentada frente a la mesa, con la mirada fija en algún punto indeterminado. Audrey se mete las manos en los bolsillos traseros de su pantalón vaquero antes de hablar.
—¿Y bien?
—Mi reunión con Ava ha sido muy esclarecedora. Tendrá noticias mías dentro de un par de días. Que tenga una buena tarde, señora Miller.
Percy Weasley hace ademán de dirigirse a la salida y Audrey no puede consentirlo, así que le interrumpe el paso por segunda vez ese día.
—Me debe una explicación, señor Weasley.
El hombre alza el mentón y se ajusta las gafas sobre la nariz.
—Tendrá que esperar.
—Me prometió que me lo explicaría todo en cuanto hablara con Ava.
—Sé lo que dije, señora Miller, pero las circunstancias han cambiado.
Audrey entorna los ojos y aprieta los puños. Ya está bien de contenerse. Echa el cuerpo hacia delante y se esfuerza por mantener los brazos pegados al tronco. Sólo necesita ser un poco más paciente. Nada más.
—¿Qué quiere decir?
Weasley carraspea como si la situación estuviera incomodándolo. Después, clava en ella su mirada azul e inclina la cabeza en un gesto tan educado que la saca de quicio.
—Usted no es la madre de Ava, señora Miller. Eso me incapacita para revelarle cierta clase de información.
—¿Qué?
Está absolutamente indignada. De pronto le parece que todo se vuelve negro y sus brazos cobran vida propia para darle a ese maldito cretino un empujón. Weasley se tambalea un poco y la mira como si además de estúpida la considerara una demente.
—Como le he dicho, pronto recibirá noticias mías. Ahora debo marcharme.
Audrey fantasea con la posibilidad de retenerle para obligarle a hablar, pero Weasley la aparta de su camino y abandona la casa sin decir ni una sola palabra más. Cuando Audrey sale al exterior para seguir reclamándole cosas, ha desaparecido de su campo visual. Busca su figura en las calles aledañas, algún vehículo desconocido en el pueblo, y no encuentra nada. Cuando regresa a casa tiene la respiración agitada y el corazón le late a mil por hora. Ava está sentada en la escalera y sonríe cuando la ve llegar.
—No te preocupes, Audrey. Pronto te librarás de mí.
Tras decir eso, se levanta y se marcha corriendo a su dormitorio. Audrey permanece muy quieta en el recibidor durante varios minutos. Le duele todo. Acaba de recibir una auténtica paliza y lo único que quiere es dormir. Así pues, arrastra los pies hasta alcanzar el sofá y se deja caer sobre él. Lo último que ve antes de sucumbir al sueño es el rostro decepcionado de William.
Hola, holita.
Muchas gracias a todos por leer y comentar. Aquí dejo el segundo capítulo. Espero que os guste.
Besetes.
