Capítulo 2

La señorita Bingley estaba muy ofuscada. Una vez más había tenido que hacer una parada debido a la incesante lluvia que no les permitía seguir viajando. Ella había planeado llegar al día siguiente al que sería su futuro hogar, la finca más grande y próspera de todo Derbyshire y cuyo dueño sería muy pronto su esposo.

Desgraciadamente, para poder estar cerca del señor Darcy tenía que fingir interés en la sonsa Georgiana Darcy. Ella era una chica con la que apenas se podía conversar, tan tímida y retraída. Lo bueno era que una vez ella se transformara en la señora Darcy, no pensaba relacionarse más con ella. Sabía que Georgiana no sería un problema. De hecho, se iba a encargar de que su marido le habilitara su propia casa para que viviera con su dama de compañía.

Pero como aún no había logrado su objetivo no le quedaba otra opción que fingir amistad e interés. - Mi querida Georgiana, qué bueno que tenemos la posibilidad de pasar este tiempo juntas. La espera hubiera sido mucho más agotadora si no fuera por tu compañía.-

Habían estado todo el día detenidos por la incesante lluvia lo que significaba que el viaje se iba a atrasar un día completo. Georgiana estaba agradecida de la compañía de la señora Annesley. Afortunadamente, Caroline no había viajado con ellas en su carruaje. Al no estar su hermano, había vuelto al carruaje del señor Bingley.

Charles Bingley había tratado de leer un libro para pasar el tedio de la espera. Pero él nunca había sido un gran lector, por eso se aburrió muy pronto. Como siempre cuando se encontraba solo y sin mucho que hacer, su mente comenzaba a añorar aquellos hermosos días que había pasado en Netherfield. En Hertfordshire había conocido a muchas personas simpáticas, y a una de las mujeres más hermosas y especiales.

Cuando paró de llover era demasiado tarde para seguir viajando por lo que todos se resignaron a que sólo al día siguiente podrían continuar el viaje. Georgiana se retiró a su habitación temprano y los hermanos Bingley y el señor Hurst jugaron a las cartas y hablaron de la vida de otros por unas horas más hasta que finalmente se retiraron a descansar rogando que al día siguiente el tiempo fuera más benevolente con ellos.

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El señor Darcy había cerrado los ojos y estaba totalmente entregado a las miles de sensaciones que el beso de Elizabeth provocaba en él. Él jamás había sentido una emoción tan grande, él se sentía en una especie de paraíso terrenal. Por su parte, Elizabeth estaba igual de perdida en el beso. Su cabeza le dolía un poco más que cuando recién abrió los ojos pero seguía confundida. No sabía si lo que estaba pasando era un sueño o la realidad. Pero era todo tan fantástico que no podía ser realidad, ella jamás podría estar en el medio de la nada en los brazos del señor Darcy besándola de esa forma tan escandalosa. Por lo tanto decidió que aprovecharía cada segundo de este sueño para tener una idea de cómo habría sido ser la esposa del hombre más arrogante y engreído que jamás había conocido.

El señor Darcy finalmente reaccionó y reluctantemente decidió terminar el beso. Estaban en el medio del camino, empapados y había parado de llover. - Mi amor - dijo el señor Darcy susurrando en los labios de su amada, - voy a llevarte a mi casa, la que muy pronto será tu casa y llamaré a un doctor para que te examine. ¿Crees que puedes ponerte de pie?-

Elizabeth una vez más estaba confundida. En cuanto el señor Darcy dejó de besarla el dolor de cabeza se volvió más intenso y comenzó a tiritar de frío. -Tengo mucho frío, señor Darcy- No pudo seguir hablando porque comenzó a tiritar con tanta fuerza que eso le quitó la energía que requería para poder expresar lo que sentía.

El señor Darcy inmediatamente se afligió. -No te preocupes mi querida Elizabeth, estamos muy cerca de casa. Déjame ayudarte a ponerte de pie. Te llevaré en mi caballo para que lleguemos más rápido. Además no estoy seguro de que puedas caminar.- El señor Darcy inmediatamente se incorporó y ayudó a Elizabeth a hacerlo. En ese momento se dio cuenta de que el pañuelo con el que le había limpiado la cara a Elizabeth tenía un poco de sangre. Con mayor detención le observó el rostro y se dio cuenta que tenía un pequeño corte en el costado derecho de su frente y un incipiente chichón.

Elizabeth intentó ponerse de pie pero no pudo por lo que el señor Darcy la tomó en sus brazos y la cargó hasta donde estaba el caballo. Montó rápidamente y la tomó por la cintura para finalmente sentarla junto a él en su montura. -Mi amor, abrázame bien fuerte para que podamos cabalgar a toda prisa. En menos de dos minutos estaremos en Pemberley. -Después de decir eso, el señor Darcy le ordenó a su caballo que comenzara a galopar.

A Elizabeth le dolía aún más la cabeza con el movimiento del caballo. Por eso abrazó lo más fuerte que pudo del señor Darcy y dejó descansar su cabeza en el hombro de él. Ya se había despejado completamente y la luz de la media tarde iluminaba el camino. Ella no pudo evitar reflexionar sobre varias cosas que había descubierto en aquel abrazo. Primero, que el señor Darcy tenía un cuerpo sólido. Pero además que su rostro era aún más atractivo visto desde tan cerca. No pudo evitar notar que esta vez no estaba impecablemente afeitado. Tenía una pequeña barba y pensó que era eso lo que lo hacía ver tan guapo. Este era sin lugar a dudas el sueño más raro que jamás había tenido y pensaba aprovecharlo al máximo. Una vez despierta todo volvería a ser como antes.

Para no caer del caballo, debía mantenerse fuertemente abrazada al señor Darcy. Por eso no podía tocar la barba naciente de él con sus manos, y se moría de ganas de poder sentirla. Por lo que comenzó a besarle las mejillas y así poder sentirla con sus labios. De repente, y mientras hacía ese gesto tan íntimo le preguntó. -¿Cómo cree usted que debo llamar a mi esposo? Porque señor Darcy es muy formal - Mientras decía eso seguía besando su cara hipnotizada por la sensación de la áspera barba sobre sus suaves labios.

El señor Darcy estaba tan nervioso que no supo qué contestar por varios segundos. Los pequeños y juguetones besos de Elizabeth en su cara le habían producido una serie de inexplicables risas, pero su pregunta lo descolocó por completo. Ella no solamente había soñado con él todo este tiempo sino también había soñado con ser su esposa. -Mi amada esposa Elizabeth, me puede llamar Fitzwilliam o William, como me llamaba mi madre.-

-MMMMMM- dijo Elizabeth mientras seguía besando al señor Darcy en su mejilla.

-¿Qué significa eso?- preguntó él riendo.

-Creo que en sueños como este, y si vuelvo a soñar así, te llamaré William. Sobre todo cuando tengas una barba tan alucinante como esta. Sabes que te hace ver tan guapo. Pero cuando despierte y me acuerde de ti con esa actitud altiva y arrogante, pensaré en la suerte que tengo de no haberme casado con Fitzwilliam -Elizabeth se había puesto a reír pero paró inmediatamente porque eso le provocó un dolor de cabeza tan fuerte que fue incapaz de seguir hablando o razonando claramente. Sin darse cuenta se quedó dormida.

El señor Darcy no entendió bien lo que Elizabeth le había dicho pero cuando iba a preguntarle a qué se refería ya había llegado en frente de la casa y uno de los lacayos había salido a recibirlo.

Él desmontó su caballo y tomó a Elizabeth en sus brazos, que para esas alturas estaba nuevamente inconsciente. -Taylor, llama inmediatamente a la señora Reynolds y a Wilson, - dijo el señor Darcy con voz autoritaria.

La señora Reynolds y el mayordomo aparecieron inmediatamente. -Señora Reynolds, encontré a la señorita Bennet herida en el camino. Necesito que le prepare una habitación, un baño de agua caliente y ropa limpia lo más rápido que sea posible. Wilson, ve inmediatamente en busca del doctor Evans y dile que venga de inmediato.-

El mayordomo en seguida cumplió la orden de su patrón y fue en busca del doctor. La señora Reynolds por su parte llamó a dos sirvientas para que la ayudaran a preparar el cuarto y el baño. -Rose, Sarah preparen el cuarto azul en el ala de los invitados…-

-No señora Reynolds, la señorita Bennet se alojará en el ala de la familia,- dijo enérgicamente el señor Darcy. La llevaré al cuarto que utiliza Lady Margaret cuando nos visita.- La señora Reynolds quedó impresionada, pero como buena ama de llaves no dijo nada. Solo seguía a su amo que caminaba con la muchacha inconsciente en sus brazos rumbo a donde estaban los cuartos de la familia.

Una vez que entraron al cuarto la señora Reynolds le pidió al señor Darcy que saliera para poder encargarse de ella. Una de las sirvientas había ido al cuarto de Georgiana en busca de un camisón de dormir para después de bañar a la desconocida poder vestirla con algo limpio y seco.

La señora Reynolds desvistió a Elizabeth y la puso en la bañera con agua caliente para poder sacarle el frío del cuerpo. Elizabeth recuperó la conciencia pero estaba demasiado agotada y adolorida para decir nada. Sólo pensaba que el sueño cada vez se ponía más raro y absurdo. Una vez que las dos sirvientas la bañaron, le arreglaron el pelo y le pusieron la camisa de dormir, la señora Reynolds pudo reconocer a la muchacha. Era la misma señorita que había estado durante la mañana recorriendo la casa con su familia.

A los pocos minutos llegó el doctor que vivía muy cerca de Pemberley. Él se fue directo a la habitación de Elizabeth y la examinó en presencia de la señora Reynolds. Elizabeth nuevamente despertó y pudo contestar unas cuantas preguntas del doctor. Finalmente, el doctor Evans y la señora Reynolds salieron de la habitación de Elizabeth para hablar con el señor Darcy que se encontraba muy nervioso paseándose incesantemente de un lugar a otro. -Doctor, ¿cómo está mi prometida?- preguntó el señor Darcy muy preocupado.

Los muchos años de entrenamiento como empleada discreta permitieron que la señora Reynolds no cayera desmayada allí mismo. Ella no tenía idea de que su patrón estaba comprometido para casarse. Ella mantenía estrecha correspondencia con su primo el señor Jones, que era el mayordomo de la casa Darcy en Londres. Él le había contado que el señor Darcy había estado muy mal durante varios meses, triste, melancólico y con pésimos hábitos, comía poco y bebía mucho. Ella sintió pánico al pensar que su patrón estaba tomando una decisión apresurada o que la muchacha hubiera hecho algo para comprometerlo. Como fuera tendría que averiguar con su primo. Desgraciadamente la ama de llaves de la casa de Londres era nueva y ella no la conocía tan bien.

-La señorita está bien, un poco confundida de donde está y de lo que pasó pero eso es natural tomando en cuenta el golpe que tuvo en la cabeza. Con unos días de reposo debiera recuperarse completamente. Pero es primordial que se quede en cama y descansando. Yo volveré en tres días y si estimo que está lo suficientemente recuperada entonces podrá levantarse y comenzar a hacer una vida normal.-

-Gracias doctor, no sabe el alivio que siento al saber que este pequeño accidente no ha sido nada grave. A mi prometida le gusta mucho caminar, y a veces se arriesga más de la cuenta.- El señor Darcy despidió al doctor e intentó entrar al cuarto de Elizabeth pero la señora Reynolds se lo impidió.

-Disculpe señor Darcy, pero no es apropiado que usted entre al cuarto de la señorita. Además usted está todavía con esa ropa mojada, en su cuarto lo está esperando un baño caliente. Cámbiese de ropa y yo le enviaré algo para comer. Otra cosa, ¿saben los tíos de la señorita que ella está aquí y accidentada?- La señora Reynolds estaba curiosa por saber qué estaba pasando, cómo había resultado que la señorita de la mañana había terminado siendo prácticamente su futura patrona. Ella reconocía que era una chica bastante guapa, pero a su patrón desde que había heredado Pemberley y la fortuna Darcy lo había perseguido montones de mujeres hermosas y él jamás se había comportado como un adolescente inmaduro como lo hacía con esta desconocida.

Por su parte, el señor Darcy reaccionó de toda la vorágine de emociones que había nublado su buen juicio. Sin duda Elizabeth estaba de viaje y con alguien y él debía hacerse cargo de informar a esas personas y de conseguir el consentimiento formal para poder hacer el anuncio de su compromiso. Después de todo lo que había pasado entre ellos el matrimonio era algo inevitable. Además, después de haberla besado y tenido en sus brazos él sentía que no era capaz de vivir sin ella ni un minuto más de su vida. -Perdón señora Reynolds, ¿dijo que la señorita Bennet está con sus tíos?-

-Sí señor, ella y su tío y tía vinieron a visitar Pemberley esta mañana. Ellos son de Londres, el señor es de apellido Gardiner y se está alojando en la posada de Lambton. Si lo desea, yo puedo inmediatamente mandar a uno de los lacayos para que informe a los señores Gardiners de lo que ha pasado.-

Con la información que la señora Reynolds le dio, supo que Elizabeth estaba viajando con su tío comerciante que vivía cerca de Cheapside. Aunque no le agradaba la idea de tener que hablar y menos invitar a alojar a su casa a la versión masculina de la señora Bennet, sabía que no tenía otra alternativa. Él estaba dispuesto a todo con tal de poder hacer feliz a la mujer que amaba. -No es necesario señora Reynolds, yo iré personalmente a informarles sobre todo lo que ha pasado. Por favor prepare dos habitaciones más porque los invitaré a pasar los días de convalecencia de la señorita Bennet con nosotros.-

-Sí señor.- Fue lo único que dijo la señora Reynolds. No le gustaba la idea que su patrón no hubiera tenido tiempo de descansar, pero sabía que era de ideas fijas y que nadie lo haría cambiar de opinión.

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Archibald Denny era un hombre de casi veintiséis años hijo de un comerciante muy próspero. Su abuelo y su padre habían sido muy pobres y gracias a casi toda una vida de arduo trabajo habían logrado consolidar una sólida posición financiera. Él había decidido enlistarse en el ejército para poder conocer una vida distinta y lograr relacionarse con gente de otras clases sociales. Su padre y su abuelo apenas sabían leer y escribir y no hablaban de nada más que no fuera el negocio y el dinero. Su madre era una mujer buena y trabajadora que se sentía muy orgullosa de él.

Él había logrado ascender al grado de capitán en poco tiempo y muy luego proyectaba transformarse en coronel. Su idea era quedarse en el ejército hasta los treinta y cinco años después de haber alcanzado honor y algunas medallas. Después de eso, se dedicaría al negocio familiar en donde pensaba usar toda su experiencia y conocimientos que había adquirido en la vida militar para hacer crecer el negocio y hacerlo más lucrativo de lo que ya era.

En lo personal, Archibald era un hombre bastante práctico. Él no era un hombre bien parecido, incluso muchas mujeres le habían dicho en su cara que era bastante feo. Él no era un hombre sin experiencia, a lo largo de su corta vida había tenido más de alguna aventura con alguna tabernera y una que otra mujer casada en busca de un romance fugaz con un hombre joven. Pero jamás en su vida se había enamorado hasta que conoció a Lydia Bennet.

Lydia era la hija de un caballero, de un terrateniente de no mucha fortuna pero con una larga historia familiar. Ella además era joven y hermosa, para él, la más hermosa de todas las hermanas Bennet. A él jamás una mujer así de hermosa siquiera lo había mirado, sin embargo su querida Lydia no sólo se había fijado en él, sino que había coqueteado con él. Incluso un día lo había besado fugazmente en los labios demostrándole que ella sentía por él lo mismo que él por ella.

Por eso estaba tan emocionado, esta velada había una reunión social en casa de los Fosters y él podría ver a su Lydia y pasar un momento grato junto a ella. Él sólo rogaba que pudieran salir por un momento al patio para tener la posibilidad de robarle un beso nuevamente.

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El señor y la señora Gardiner volvieron a la posada un poco pasado las cinco de la tarde y no encontraron a Elizabeth en la habitación. El dueño de la posada les informó que había salido hace más de tres horas y que no había regresado. Los tíos de Elizabeth en un principio no se preocuparon pero cuando eran pasado las siete comenzaron a inquietarse. Por suerte, estaban en pleno verano lo que significaba que la luz solar se extendía hasta pasado las nueve de la noche.

-Esperaré tan sólo media hora más, Madeline, y saldré a buscarla,- dijo el señor Gardiner muy preocupado.

-Y yo te acompañaré. Tengo miedo que se haya perdido en el bosque o que haya quedado atrapada en algún lugar debido a la lluvia.- La señora Gardiner conocía bien los alrededores y tenía una idea donde comenzar a buscar.

El posadero estaba revisando unas cuentas cuando vio ingresar al hombre más rico y poderoso de toda el área, nada más y nada menos que el mismísimo Fitzwilliam Darcy. -Señor Darcy, felices los ojos que lo ven. Por favor dígame, ¿en qué puedo servirlo?-

-Deseo hablar con el señor Gardiner,- explicó escuetamente.

-¡Qué suerte! Justo el señor Gardiner y su esposa están aquí en la sala,- dijo el posadero indicando a una pareja que estaba cerca de la chimenea conversando.

-Muchas gracias,- dijo el señor Darcy haciendo una pequeña reverencia. Respiró profundamente y se armó de paciencia para poder hablar con los tíos de la única mujer a la que había amado y por la cual sería capaz de este sacrificio y muchos más.

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Gracias a todos los que dejan comentarios y siguen la historia con entusiasmo.

En el próximo capítulo Caroline llega a Pemberley y se encuentra con una gran sorpresa.

¡Nos vemos mañana!

Saludos,

Yo