—¿Eso es... un libro?
El objeto con el que Akko se había tropezado era inconfundible: se trataba de un libro en toda regla. ¿Cómo había llegado hasta allí? Sin embargo, para Akko aquella pregunta no era verdaderamente importante. Si había un libro en el laberinto eso sólo podría significar que era valioso, y lo mejor de todo era que probablemente podría contar como una reliquia para la clase de la maestra Chariot.
Con una gran sonrisa en el rostro, la bruja caminó de rodillas hasta que hubo llegado junto al libro y lo tomó entre sus manos para examinarlo detenidamente. Era bastante grande, con una cubierta de terciopelo de color rojo y sin ninguna especie de decoración o título por ninguna parte. Cuando lo abrió para ver qué había dentro, las páginas crujieron y observó con decepción que estaba escrito con una letra que era incapaz de leer. Pero viendo el lado positivo, eso podría volver al objeto todavía más valioso.
"Aunque me pregunto qué es lo que dirá..."
Akko siguió pasando páginas, tratando (en vano) de interpretar algo de lo que estaba escrito, pero era claro que sus esfuerzos eran inútiles. Simplemente era incapaz de entender ni una sola palabra; y por un breve momento se lamentó por no haber puesto más atención a sus clases de Lingüística Mágica.
—¡Akko! —el grito la sacó del trance en que se hallaba y se giró para ver a Lotte, con Sucy siguiendo sus pasos de cerca— ¡No vuelvas a escaparte así! Tenemos que permanecer juntas si no queremos perdernos.
—¿Qué es lo que tienes allí? —preguntó Sucy una vez que ambas llegaron hasta donde se encontraba.
—Creo que es un viejo libro de magia —explicó Akko. Se levantó y les enseñó el libro, añadiendo:— Me tropecé con él mientras corría, pero creo que podría servirnos para la clase. Seguramente se trata de una reliquia.
—¿Puedo verlo? —preguntó curiosamente Lotte mientras extendía las manos.
—¡Por supuesto! —respondió mientras le entregaba el libro— Estuve revisándolo un poco, pero no pude leer nada de lo que dice. Sería mucho más fácil si tuviera dibujos.
—Supongo que para tu cerebro debe ser difícil entender algo que no sean libros infantiles —intervino Sucy con una sonrisa afilada.
Akko se giró a verla con mala cara, pero se contuvo de comenzar una discusión con ella. En lugar de eso prefirió dirigir su atención hacia Lotte, que se hallaba observando el libro con suma atención. Sus ojos se movían a la par con las líneas, y Akko se sorprendió al ver que, al parecer, su amiga era capaz de comprender lo que decía.
—¿Entiendes algo de lo que está escrito? —preguntó Sucy, adelantándose a su pregunta.
—Un poco. Está en otra lengua, pero puedo entender algunas palabras que sirven para hacerme una idea de lo que dice.
—¿De verdad? —exclamó Akko, maravillada— ¿Dónde aprendiste a leer eso?
—En la tienda de mis padres a veces nos llegaban libros antiguos. Cuando estaban en otras lenguas, mi padre solía invocar a algunos espíritus que lo ayudaban a leerlos. Me enseñó un poco para que lo ayudara a identificar si eran valiosos o no —eso era a lo que llamaba una casualidad muy, muy conveniente.
—¿Y qué es lo que dice?
—Parece que es un libro de historias. Esta en particular —dijo al tiempo que señalaba la página en que se encontraba— dice algo sobre un monstruo malvado que envenenó a la gente de una ciudad hasta que apareció un héroe para detenerlo. Parece que era alguna clase de... ¿araña?
—¿Un bicho? ¿En serio? —Akko no pudo ocultar su decepción. ¿De verdad se trataba sólo de un libro de cuentos? ¿No tenía nada útil? Algo como un hechizo increíble, la clave de la inmortalidad o la receta para una poción de poder ilimitado; no pedía mucho.
Durante un momento Akko se planteó abandonar el libro donde lo había encontrado y seguir con la búsqueda, pero no estaba segura de si fuera una buena idea. ¿Y si no podían encontrar nada mejor? ¿O peor aún, nada que lo reemplazara? Además, por decepcionante que fuera, tal vez estaban destinadas a encontrarse con aquel libro aburrido por alguna razón. En todo caso, no perdería nada por tener una pizca de esperanza.
—Quizá deberíamos llevarlo para la prueba —comentó Sucy, rompiendo el silencio que se había creado.
—Creo que será lo mejor —Lotte se mostró de acuerdo—. Parece que es un libro muy viejo, así que la maestra Chariot debería aceptarlo.
—Está bien —aceptó Akko de mala gana tras soltar un suspiro—. Sólo espero que no seamos las únicas que... Espera, ¿qué está haciendo?
Lotte regresó la mirada hacia el libro y abrió los ojos al ver que había comenzado a brillar muy levemente. Y como una señal divina, la tierra bajo sus pies pareció sacudirse durante unos segundos antes de detenerse de forma tan inesperada como había empezado. Casi de inmediato, Akko recuperó toda su fe en el universo y le arrebató el libro de las manos a Lotte mientras lo alzaba con una enorme e ilusionada sonrisa.
—¡Lo sabía! —proclamó orgullosa— ¡Sabía que no podía ser sólo un libro aburrido! ¡Está pasando algo genial!
El libro seguía brillando, pero además de eso no pasó absolutamente nada. Akko seguía manteniéndolo en lo alto a la espera de que ocurriera algo; pero mientras los segundos amenazaban con convertirse en minutos, también lo hacía en volver su frustración.
—Esto es emocionante —comentó Sucy.
—Dije: ¡Está pasando algo genial! —repitió Akko mientras agitaba violentamente el libro. De nueva cuenta, no había nada— ¡¿Cuál es tu problema, libro tonto?! ¡Deja de jugar con mis sentimientos!
—¡Akko, espera! —intervino Lotte al ver que su amiga amenazaba con arrojar el libro— ¡Lo necesitamos para la clase! Además, tal vez la maestra Chariot pueda explicarnos qué es o por qué está brillando.
Akko pareció pensárselo un poco, pero al final consiguió calmarse y accedió.
—Supongo que no perdemos nada por intentarlo.
Con aquella decisión, las tres emprendieron el camino de regreso.
Sin embargo, cuando llegaron hasta la puerta de entrada al laberinto se hizo evidente que algo estaba mal. No sólo la entrada estaba abierta de par en par y ni la maestra Chariot ni ninguna de sus compañeras estaban cerca, sino que también una parte del muro se había derrumbado y ahora era una pila humeante que daba hacia el exterior.
—¡¿Qué es lo que pasó aquí?! —gritó Akko mientras trataba de caminar sobre los escombros que yacían en el piso.
—Parece que algo atacó la academia mientras estábamos allá abajo —sugirió Sucy.
—Tal vez esa fue la razón por la que tembló antes —agregó Lotte mientras miraba hacia todos lados, mucho más nerviosa de lo que había estado en el laberinto.
Y aunque Akko también compartía parte de sus nervios, estaba pensando en cosas más importantes.
"¿Qué habrá pasado con la maestra y el resto de las chicas? ¿Qué pudo haber causado esto?" Otro pensamiento cruzó su mente en aquel momento: "¿Y por qué el libro comenzó a brillar en ese momento? ¡¿Habremos invocado algo por accidente?! O tal vez... tal vez nos estaba advirtiendo."
Lo único que estaba claro era que no iban a obtener respuestas quedándose allí sin hacer nada. Con un fuerte sentimiento de determinación, Akko se dirigió hacia la salida con el libro brillante bajo el brazo para averiguar qué era lo que había pasado.
—¡Vamos! ¡Las otras podrían necesitar ayuda!
Lotte y Sucy la siguieron sin rechistar, acostumbradas ya al espíritu impulsivo de su compañera de cuarto. Afuera las cosas no parecían haber cambiado mucho. También había algunas rocas que se habían desprendido del muro al ser destruido y un extraño aroma a ozono inundaba el aire, pero fuera de eso no parecía haber nada fuera de lo normal. A lo lejos podían escucharse voces, pero eran muy débiles e imposibles de verificar desde donde se hallaban. Antes de que Akko pudiera comenzar a andar en su dirección, el inconfundible sonido de un aleteo se hizo presente.
—¿Qué es eso? —Lotte preguntó en voz alta lo que las tres estaban pensando.
—Parece que es esa cosa de allá arriba —dijo Sucy mientras señalaba hacia el cielo.
En el aire se hallaba una gran y extraña criatura voladora. Costaba ver todos los detalles, pero se movía con dos poderosas alas de color blanco unidas a un cuerpo fornido del mismo color. Parecía que no tenía ninguna clase de patas, pero sí una cola larga con espinas. Una cabeza despellejada y similar al cráneo de un ave se hallaba al extremo de un musculoso cuello, y Akko observó con horror creciente que el animal volaba directamente hacia ellas. La criatura abrió sus fauces y de entre ellas comenzó a vislumbrarse un brillo amarillo.
—¡Muévanse!
Las tres brujas saltaron fuera de la trayectoria del monstruo a tiempo para esquivar un rayo amarillo, bastante similar a un relámpago, que salió despedido de su boca. El rayo causó una pequeña explosión en el momento que chocó con el suelo, y de inmediato todo el aire a su alrededor se llenó con el penetrante aroma del ozono. Al menos ahora sabía de donde provenía el olor. No es que sirviera de mucho, pero algo era algo.
La criatura emitió un chillido furioso y Akko se llevó las manos a los oídos para protegerlos del penetrante sonido. Aquel ruido era tenebrosamente similar al ruido que producía una uña al rasguñar una pizarra, pero llevaba un sentimiento consigo. Era difícil de explicar, pero de pronto se vio invadida por una sensación de miedo mucho más intenso de lo que había sentido alguna vez en su vida. El pánico era tal, que Akko fue incapaz de pensar en nada más hasta que pudo ver las expresiones desesperadas en los rostros de Lotte y Sucy, que le gritaban que se moviera.
Corre. Corre. ¡Corre! Con un respingo, Akko se levantó del suelo con rapidez y se giró a tiempo para ver que la criatura volaba directamente en dirección a ella con la boca totalmente abierta, dejando ver una espantosa colección de dientes afilados (¿no se suponía que las aves no tenían dientes?). Akko soltó un grito y corrió en dirección a sus amigas, que trataban de detener al monstruo sin éxito al dispararle una variedad de hechizos ofensivos. Si la magia no era capaz de detenerlo, entonces estaban en verdaderos problemas.
Sucy y Lotte corrieron de vuelta al agujero, y Akko comprendió su plan al instante y las siguió sin dudarlo. Si conseguían entrar al laberinto, entonces sería más probable que consiguieran perder al monstruo y escapar con éxito. Las tres se abrieron camino entre los escombros y regresaron al laberinto a toda velocidad mientras que la criatura, incapaz de seguir volando con normalidad en un espacio tan reducido, soltaba un rugido y se veía obligada a aterrizar torpemente en tierra, reptando lo más rápido que le fue posible en su persecución.
Akko siguió a sus amigas mientras giraban en la primera intersección que encontraron y se escondieron detrás de uno de los muros. Podía escuchar los bramidos que producía la bestia mientras se las arreglaba para entrar al laberinto, y no necesitaba voltearse para saber que sin duda alguna las estaba buscando.
—¡¿Qué es esa cosa?! —susurró Akko al borde de las lágrimas. Ahora que se había detenido, se dio cuenta de que todo su cuerpo estaba temblando sin control y de que todavía, por alguna razón, se mantenía aferrada al libro.
—No-no lo sé —se limitó a responder Lotte, que respiraba agitadamente.
—Nunca había escuchado de ninguna criatura como esa —susurró Sucy mientras se asomaba ligeramente fuera del muro antes de volver a esconderse—. Tal vez es alguna especie nueva de dragón.
—¡¿Qué importa qué es lo que sea eso?! —estalló Lotte— ¿Qué vamos a hacer ahora?
—Podemos esperar a que se aburra y se vaya —sugirió inseguramente Sucy, de forma poco característica en ella—. O a que alguna de las maestras se dé cuenta de lo que está pasando y venga a ayudarnos.
—¿Y qué haremos si el monstruo nos encuentra antes? ¡Los hechizos no le están afectando en nada!
Sucy y Lotte se trabaron en una discusión, pero Akko dejó de prestarles atención. No podía dejar de pensar en lo aterrada que se había sentido antes, cuando la bestia había chillado. ¿Y si ya era demasiado tarde para que llegara la ayuda? ¿Qué iban a hacer si la maestra Chariot y las demás estaban... estaban...
"Por favor." pensó mientras soltaba un solo sollozo. "Necesitamos ayuda. Maestra Chariot, Amanda, Diana... quien sea. Por favor."
De pronto, Akko pudo sentir que el libro comenzaba a temblar entre sus brazos y bajó la mirada hacia él, viendo con sorpresa que el brillo que no se había apagado todavía comenzaba a aumentar de intensidad.
—¿Chicas? —fue lo único que preguntó, y cuando ambas brujas se giraron para ver lo que ocurría, el libro saltó de los brazos de Akko y cayó al suelo al mismo tiempo que soltaba un estallido cegador de luz.
Akko se cubrió los ojos con un pequeño grito de sorpresa, incapaz de ver nada. Una vez que la luz hubo desaparecido, se atrevió a abrir los ojos de nuevo y por un momento se quedó atónita. Parpadeó en rápida sucesión para asegurarse de que sus ojos no la estaban engañando: en el suelo, a un par de metros de donde había caído el libro, se encontraba la figura de un hombre. Estaba dándoles la espalda, pero pudo ver que estaba usando una especie de uniforme de cuerpo completo de color azul y rojo. En su espalda se veía claramente un emblema con la forma de una araña de color rojo.
"No puede ser."
—¿Qué es esto? ¿Qué acaba de pasar? —preguntó Lotte nerviosamente— ¿De dónde salió ese sujeto?
El ya mencionado hombre soltó un gruñido que las sobresaltó a todas y comenzó a levantarse con lentitud, visiblemente desorientado. Ahora que podía verlo con más claridad, se dio cuenta de que llevaba puesta una máscara con dos ojos grandes y blancos que le recordaron vagamente a un insecto. Las partes rojas de su disfraz llevaban un patrón de líneas que reconoció como un burdo intento de dibujar una telaraña, y en medio del pecho una araña de color negro. El hombre se incorporó sobre una rodilla y sacudió la cabeza, tras lo cual fijó su mirada inexpresiva en el trío de brujas, que permaneció inmóvil. Luego de unos segundos que parecieron eternos mirándose uno al otro, el tipo finalmente habló:
—¿Por qué están vestidas así? ¿Estamos en una fiesta de disfraces o algo parecido? —aparentemente ajeno a su propia vestimenta, el hombre se levantó por completo del suelo— Porque yo no recuerdo... no recuerdo...
Tan repentinamente como había comenzado a hablar, se calló. Comenzó a alternar entre mirar a los alrededores y a ellas tres veces, y entonces se quedó mirando el suelo. Dejó escapar un ligero gruñido de dolor al mismo tiempo que se llevaba una mano sobre su ojo izquierdo, y se tambaleó.
—¡Oye! —le dijo Akko, extrañada ante el comportamiento tan errático del hombre— ¿Te sientes bien?
—Auch —se limitó a decir con voz quebrada. Luego que pasar un par de segundos más en silencio, volvió a hablar: — ¿Qué es este lugar? ¿Cómo llegué aquí? ¿Y quiénes son ustedes?
—Ah... —por primera vez, Akko sintió que no sabía qué decir.
—Somos-somos brujas —respondió Lotte en su lugar—. De la Academia Luna Nova.
—¿Luna qué? Bueno, no importa —más enfocado que antes, el individuo volvió a recorrer la habitación del laberinto con la mirada—. Brujas. Ajá. Supongo que explica la decoración tan acogedora.
—Eres el héroe araña —dijo de pronto Sucy en un ligero tono de sorpresa, causando que los tres pares de ojos se posaran sobre ella—. El del libro.
—¿Disculpa? —preguntó desconcertado el supuesto héroe.
—¡Es cierto! —exclamó Akko, olvidándose momentáneamente de la situación— ¡Lotte dijo que el libro hablaba de un bicho heroico que salvó toda una ciudad! Debe haberte traído hasta aquí.
—Espera, ¿de qué están hablando? Yo no soy un "héroe" —respondió el hombre mientras negaba con los brazos—. ¿Y dices que ese libro me trajo hasta aquí? Eso no tiene ningún sentido.
—Tal vez no sabe que es un personaje ficticio —se aventuró Lotte—. ¿Pero cómo pudo haber escapado del libro?
—Estaba pensando en que necesitábamos ayuda y de repente ¡Shush! —explicó Akko al tiempo que movía sus dedos dramáticamente—. ¡Entonces el libro sí era mágico después de todo! Quizá hace que sus personajes se vuelvan reales si alguien los necesita.
—Pero no parece recordar que se supone que es un héroe —continuó Sucy—. ¿De qué nos sirve entonces?
—Esperen, un momento. Alto —las interrumpió el héroe del cuento antes de que pudieran seguir su debate—. No entiendo casi nada de lo que están diciendo, pero yo no soy ningún personaje de ningún libro. Soy una persona. Sé que soy una persona, toda mi vida he sido una persona.
—Eso es lo que un personaje ficticio diría —susurró Sucy.
—Si no eres el héroe del cuento, ¿entonces por qué llevas ese ridículo disfraz? —preguntó Akko acusatoriamente.
—Porque...—nuevamente, el sujeto se quedó mortalmente callado mientras miraba sus manos; como si hasta ese momento se hubiera dado cuenta de lo que traía puesto— Yo-yo lo hice. Sí. Hice el traje. Porque yo... quiero decir, tenía que...
Al ver que amenazaba con crear otro silencio incómodo, Akko se apresuró a hablar antes de que tuviera la oportunidad:
—¿Lo ves? ¡Esa es exactamente la clase de ropa que usaría un superhéroe!
—¿De verdad? —preguntó el hombre quedamente al tiempo que estiraba la parte frontal para mirar el emblema que adornaba su pecho— Una araña. Araña, araña... cierto. La exposición del Salón de la Ciencia de Nueva York. Estuve allí. Y la araña... ella me... Pero no lo entiendo. ¿Se supone que soy un héroe? No puedo recordar nada. No me siento muy heroico, ¿sabes?
—Bueno, no sé qué es lo que te pasó —comenzó a explicar Lotte, llamando la atención del extraño—, pero el libro en verdad decía que eras un héroe. Decía que salvabas a la gente.
El héroe arácnido pareció meditar acerca de sus palabras, pero repentinamente todo su cuerpo se estremeció. Sin ninguna advertencia previa, disparó unos extraños hilos blanquecinos directamente de sus muñecas que se pegaron en ellas y las jaló hacia donde se encontraba.
Casi de inmediato, el muro que estaba detrás de Akko y sus amigas se vino abajo y la bestia de antes apareció entre la nube de polvo producida por el derrumbe, mirándolos desde las cuencas vacías de su esquelética cabeza.
—¡¿Están bien?! —les preguntó el hombre mientras se levantaban rápidamente del suelo— ¡¿Qué es esa cosa?!
—¡Es el monstruo! ¡Nos encontró! —gritó Lotte, angustiada.
La criatura abrió sus mandíbulas y se abalanzó hacia el grupo, dispuesto a tragarlos. Pero una vez más, el héroe fue más rápido: tomó a las tres del cuello de sus túnicas al mismo tiempo que daba un gran salto hacia un lado, fuera del alcance del pseudo-dragón. Tan pronto como las hubo dejado nuevamente en el suelo, gritó:
—¡Corran!
No tenía que repetirlo dos veces. Los cuatro salieron disparados mientras trataban de alejarse todo lo posible del monstruo. No estando dispuesto a perder a su presa, la criatura reanudó la persecución al tiempo que soltaba un fuerte alarido; reptando por el suelo y usando sus alas como brazos para impulsarse.
—¡Nos salvaste! —gritó Akko sin dejar de correr ni por un momento— ¿Cómo hiciste eso?
—¡No tengo idea! —respondió el héroe mientras corría a la par que ellas— Sólo-sólo fue instinto, supongo.
—¡Entonces sí eres el héroe del cuento! ¡Puedes detener al monstruo, igual que en la historia!
—¡¿Qué?! ¿Estás loca?
—¡Necesitas creer en ti mismo! ¡Sólo tienes que creer!
—Eso es lo más ridículo que he escuchado en toda mi... —se quedó callado al ver la mirada de pocos amigos que Akko le estaba dirigiendo— Eh... Su-supongo que puedo intentarlo, ¿cierto?
Aunque era más que obvio que no estaba convencido todavía, el héroe dejó de correr y se deslizó brevemente sobre el suelo una vez que el impulso con el que se movía se detuvo. Se giró hacia el monstruo, infló su pecho de aire y levantó una mano al tiempo que gritaba:
—¡Alto allí!
La criatura, sorprendida al ver que uno de ellos se había detenido, dejó de avanzar en seco y se detuvo a unos metros del héroe.
—¡Eso es! ¿Acaso no sabes quién soy? ¡Soy un superhéroe! ¡Nunca tuviste oportunidad! —tomando valor del aparente éxito que había tenido, el sujeto decidió tratar de intimidar al animal— ¡Ahora regresa a donde sea que te arrastraste, o tendré que acabar contigo!
—¡Así se hace, hombre insecto! —lo animó Akko, que se había detenido junto a sus amigas a una distancia segura para observar lo que pasaba— ¡Enséñale quién es el jefe!
Tan pronto como dejó de hablar, el monstruo soltó un ataque demoledor con su ala derecha en contra del bicho humano, aplastándolo con tanta fuerza que rompió el suelo de piedra y lo sepultó en el proceso. Akko permaneció boquiabierta ante la escena y con el puño todavía en lo alto, estupefacta.
—Bien hecho, Akko —comentó Sucy sarcásticamente—. Lo mataste.
—¡¿Cómo iba a saber que pasaría eso?! —le gritó Akko al borde del llanto— ¡Se suponía que peleaba con monstruos! Creí que...
El sonido de los escombros moviéndose la obligó a regresar la vista hacia el monstruo, que también parecía interesado por lo que estaba pasando. La extremidad de la criatura con la que había golpeado al individuo comenzó a levantarse. Y debajo de ella, alzándose lentamente, se encontraba el héroe con los brazos cubriendo su propia cabeza e, increíblemente, levantando el enorme peso que tenía encima.
—Lo juro —gruñó el hombre mientras continuaba quitándose el ala de encima—. Esta es la última vez que escucho lo que sea que digas.
Moviendo uno de sus brazos para liberarlo y continuar soportando la presión que ejercía el monstruo con una sola mano, el héroe uso su mano libre para disparar otro de aquellos extraños hilillos, que se quedó adherido al techo. Luego, jalándolo como si fuera una liga para impulsarse, el hombre se arrojó directamente hacia la cabeza del monstruo y lo golpeó tan fuerte que la gran criatura cayó pesadamente sobre su espalda.
"Increíble."
El hombre aterrizó en el suelo y miró su puño son sorpresa al mismo tiempo que abría y cerraba la mano.
—No puedo creer que hice eso —acto seguido, se volteó para mirar a Akko y sus amigas, que permanecían contemplando la escena—. ¿Qué hacen ustedes tres todavía aquí? ¡Tienen que irse ahora!
Como si quisiera recalcar sus palabras, en ese momento la bestia comenzó a levantarse de nuevo. Sin esperar un momento más, el trío de brujas dio media vuelta y echó a correr por el laberinto hacia la salida, mientras que el monstruo soltaba un rugido furioso y la tierra comenzaba a temblar a la par que se escuchaban el estruendo de la batalla que comenzaba a desarrollarse.
