Y pues, otro fic que se termina =) Ya dije que no iba a ser muy largo y que estaría separado por diferentes títulos y que en sí era cortito. No he querido meterme mucho en el pasado, pero sí quería explicar lo que pasó de una forma más sutil.

En fin, que fue un placer trabajar un GaaSaku =)

Advertencias: Lime o Lemon, como gusten considerarlo. OOC.


1. La hermana

Antes de que Sakura tuviera oportunidad de rumiar todo lo que estaba cambiando en su vida, los sucesos pasaban muy deprisa. Por ejemplo, la noticia corrió como la pólvora gracias a la prensa y la importancia de que el Kazekage decidiera casarse y no fuera un enlace político. Kankuro, por suerte para ellos, se enteró antes de la noticia, pero el resto de conocidos se sintieron algo ofendidos con la información a través de la televisión y no por ellos.

Sakura sí había llamado a sus padres, a Naruto e Hinata y Ino antes de que todo el caos estallase, pero igualmente, la noticia había llegado a otras partes del mundo.

Las llamadas preguntando si era cierto aparecieron poco después y, para colmo, las entrevistas empezaron a llover en su buzón y en el de Gaara. Él solo dio una de ellas para confirmar que sí, iba a casarse, y no por política.

Pese a ello, los ojos de todos continuaban en ellos y eso había llegado a preocuparle. Porque se percató de que no conocía para nada cómo eran las bodas en Suna.

Gaara ya la había advertido.

"Las bodas en Suna no son como las del resto de países".

Pensó que era sólo por el tema de los trajes o las reuniones familiares, fiestas y demás. Pero no. Había mucho más que desconocía.

Y no empezó a comprenderlo hasta que las visitas llegaron.

Una de esas mañanas en las que te despertabas con un terrible dolor de cabeza y que sólo querías dormir, su timbre resonó tan estridente y persistentemente que estuvo muy tentada a matar a la persona que hubiera detrás. Hasta que abrió para descubrir a Temari y Shikamaru.

—Sentimos venir sin llamar —comenzó la rubia mujer—. Cuando Gaara me llamó quería venir cuanto antes, pero como ya sabes, Shikamaru tiene muchos deberes hacia el Hokage, así que simplemente, cuando hemos podido, hemos salido. No recordé avisar y ahora estamos aquí. ¿Qué tal te encuentras?

—Perdida —confesó buscando con la mirada algo de apoyo de Shikamaru, quien sólo atino a esbozar una nerviosa sonrisa, dejar las maletas a un lado y excusarse con la idea de ir en busca de sus cuñados.

—No le hagas caso —descartó Temari abanicándose—. Realmente no es bueno que los hombres estén por aquí estos días.

Sakura se sentó en el sofá, muy perdida.

—¿Estás preocupada? —preguntó Temari sentándose a su lado—. Sé cómo te sientes. Yo me sentí de la misma forma cuando me casé con Shikamaru. No sabía nada de Konoha en esos temas y es tan diferente de la arena, que jamás pensé que podría sobrevivir. Pero sé que lo harás bien. Yo seré tu madrina en esto, te guiaré y asesoraré.

—Estoy muy cerca de entrar en pánico —confesó—. Me siento confusa, perdida y completamente estresada con esto. Una boda debe ser felicidad e ilusión, no… un escenario donde parece que me caso con mil personas y no con una.

Temari se rascó el mentón, pensativa.

—Bueno, Sakura. Puede que no lo sepas, pero te estás casando con un Kazekage y eso implica conllevar esa sensación.

—¡Lo sé! —suspiró estirándose completamente en el sofá—. Es agotador.

Temari asintió, lamiéndose los labios.

—E imagino que mi hermano no te ha explicado nada de cómo se hace en Suna.

—Nada de nada —confirmó—. Sólo dijo que eran diferentes a las de Konoha, nada más.

—Y es cierto —corroboró Temari levantándose—. Te vas a casar en tres días. Así que tenemos mucho que hacer —puntualizó—. Date una ducha y prepárate, porque nos vamos a marchar.

Sakura la miró con mucha pereza. No quería. Quería volver a su cama, arroparse con el aire acondicionado a tope y quedarse dormida.

Por supuesto, no iba a negarse a Temari. Así que se duchó y se preparó para la tortura a la que fueran a arrastrarla.

Descubrió que ir de compras era algo más divertido cuando no te miraban por encima del hombro al ser extranjera. Temari era una profesional en ello y no tardó en recordarles a las dependientas con quién estaban tratando. El viejo respeto que sentía por la princesa de Suna, resaltó de nuevo en aquella ciudad.

Temari la llevó a una vieja tienda de vestidos de novia. Desde los más modernos hasta los más anticuados que palpitaron su corazón y le recordó la emoción de lo que conllevaría ponérselo. También, rememoró que pese a trabajar donde lo hacía, tenía un límite que gastar.

Paseó entre las diferentes prendas y cogió una de las etiquetas. Estuvo a punto de caerse de culo al ver el precio. Rápidamente, apretó el brazo de Temari para alejarla lo más posible de la dependienta.

—No puedo permitirme esta clase de vestidos, Temari —confesó—. Son muy caros.

—No tienes que gastar nada —respondió Temari encogiéndose de hombros—. Mis hermanos y yo tenemos de herencia una dote especial para estos casos. Yo gasté la mía para mi boda. No toda, claro, porque Shikamaru pagó la otra parte. La de Gaara es completamente para la mujer y la de Kankuro, pasará igual.

—Espera. ¿Eso es…?

—Justo al contrario que ocurre en Konoha. Lo sé —reconoció Temari sonriendo—. Mi hermano ya me ha dado todas las indicaciones para tus costes, Sakura. Podrías comprarte tres de estas tiendas si lo desearas.

Estaba entre maravillada y ofendida de alguna forma. En Konoha la mujer debía de llevar una dote, a veces, más importante que la del hombre. Nunca el hombre se preparaba para esas cosas. Es más, a muchos matrimonios se vieron cancelados debido a que la mujer no aportaba ganancias al apellido masculino. Algo idiota, si lo pensaba y carente de razonamiento amoroso.

—Elige el que más te guste de los modernos —propuso Temari.

Sakura paseó entre ellos, algo más tranquila con el tema monetario, hasta que se percató de que todos mantenían una cosa en común. Incluso los antiguos.

—¿Por qué todos son tan reveladores de alguna forma? —preguntó.

Temari los observó.

—En Suna hace mucho calor como para ir con un vestido cerrado o tradicional de Konoha. Si quieres, podemos pedir uno de allí, pero… te vas a asar —le recordó—. E igualmente, es una costumbre el revelar, que no mostrar, para que el novio esté tentado para descubrir lo que hay detrás.

Sakura soltó una carcajada sin poder remediarlo.

Gaara sabía de sobras qué había debajo de toda su ropa. Detrás y delante. Conocía hasta el mísero lunar oculto. Aunque, incrementar su deseo por ella no le parecía una mala idea.

—Me gusta este —zanjó, mostrándoselo—. ¿Puedo probármelo?

—Por supuesto —aceptó la dependienta.

Temari la ayudó a ponérselo y fue maravilloso como encajó en sus curvas y realzó su busto. Además, le gustaba la cola en forma de hojas que resaltaba, de alguna forma, su lugar de nacimiento.

Con el vestido decidido, lo siguiente fue encontrar un peinado de acorde a él. No estaba muy segura de ponerse extensiones y alargar su cabello hasta que descubrió el peinado más maravilloso de su vida y deseo tenerlo de cualquier forma. Resaltaba su cuello, seducía con las curvas y resaltaba su rostro.

Después, Temari la llevó para elegir flores, comida, regalos y un sinfín de cosas más que se preguntó si Gaara debería de participar.

—No puedo escoger todo sola. ¿Él no debe de opinar sobre los colores o demás cosas? Es su boda también.

—Debería, sí, pero estamos hablando del Kazekage. Además, Gaara está ahora mismo organizando todo para estar dos semanas encerrado contigo, sin pensar en otra cosa que en ti.

Sakura se quedó sin habla. Ella misma había estado preparando el hospital para su regreso. Imaginaba que con Gaara era lo mismo, pero desconocía hasta qué punto llegaban en sí todas sus tareas.

—Comprendo… —farfulló pensativa.

Temari asintió, se llevó una mano a la frente y miró hacia el cielo.

—Estoy agotada…

—Es natural. No has descansado. Entre el viaje y dar vueltas por la ciudad. Creo que nos merecemos un descanso. ¿No crees?

Temari no se negó ante la tentación y tras comprar algunas cosas de comida, regresaron. Shikamaru apareció horas más tarde, con igual gesto de cansancio.

—¿Fue todo bien? —preguntó Temari recibiéndolo en la entrada.

—Sí —respondió buscándola con la mirada—. Gaara está tan nervioso como se espera de un novio —le aseguró.

Sakura desvió la mirada, avergonzada. Era bien cierto que no necesitaba esa clase de confirmación, pero la emoción del hecho de que también estuviera sintiéndose nervioso o estresado por el día, la ayudaba un poco a mitigar su cansancio y preocupaciones.

Aunque le habría gustado más verle y poder relajarse en sus brazos.

—Iré a descansar —informó Temari. Continuaba algo pálida.

Sakura la siguió, preocupada.

—Temari. ¿No quieres que te revise? —le ofreció—. Estás muy pálida.

Temari agrandó los ojos y le hizo muecas para que entrara y cerrar la puerta tras ella. Tras asegurarse de que Shikamaru estaba más concentrado en su comida y la televisión, la mujer bajó la voz.

—En realidad, creo que sé lo que es —le dijo—. Tengo un retraso. Bueno, dos —corrigió con las mejillas enrojecidas—. No quería decir nada hasta estar más segura, pero…

Sakura extendió su boca en una sonrisa sincera.

—Temari, eso es maravilloso. ¿Por qué no te has hecho pruebas?

—Porque… me da algo de miedo que sea sólo estrés o cualquier tontería —reconoció azorada—. Si mancho, todo se habrá terminado.

—Por eso, es mejor hacer las pruebas —indicó—. Puedes empezar por la simple o una analítica. Yo podría aprovechar un poco mi posición y adelantar los resultados, si te parece.

Temari pareció encantada. Sakura tomó las muestras y las envió al hospital.

Al día siguiente, la respuesta era positiva.

Temari esperaba un hijo o una hija de Shikamaru.

2. Lo raro de Suna

Por supuesto, la buena noticia que ambas compartían no mitigaba el hecho de que Sakura iba a casarse y que quedaban cosas por hacer. Temari era implacable a la hora de indicarle las nuevas sorpresas o de que tomara elecciones.

El vestido ya colgaba de una percha en la puerta de su armario, junto a los adornos, los zapatos y una modesta maleta que llevaría con sus pertenencias.

En Konoha, generalmente la ultima noche se utilizaba para descansar, revisar los preparativos y comerse las uñas mientras se esperaba al día siguiente. En Suna no.

Sakura notó la diferencia a medida que empezaba a caer la tarde y Temari caminaba de un lado a otro con el teléfono en la oreja. Los regalos comenzaron a llegar a la puerta de su casa en diferentes cantidades y horarios.

—¿Es una broma? ¿No se dan durante la fiesta?

—No —negó Temari tirando de uno de los más grandes—. Es justo al contrario. Debido a que los novios pueden desaparecer en cualquier momento, los regalos se envían ante de la boda.

—¿Y si la novia huyera o el novio no decidiera ir?

—Entonces, el desertor pagaría todos los gastos de los regalos —respondió Temari encogiéndose de hombros—. ¿Es que piensas huir?

—Pienso en cómo de duro sería mi castigo si secuestro a tu hermano y huyo, sí —bromeó.

Temari le devolvió una sonrisa cómplice.

—Lo entiendo perfectamente, no creas. En mi boda lo único que deseaba era estar con Shikamaru y nadie más. Me superaban.

Sakura le sonrió, comprensiva.

—Hay una cosa que no hemos hablado todavía, Sakura —recordó Temari—. Es acerca de la lista de invitados.

—Hay muchos que ni conozco —reconoció preocupada—. Imagino que a la larga comprenderé quienes son, pero… Tú no lo estás diciendo por eso. ¿Verdad?

Temari negó, apretándose las manos angustiada.

—Mis padres no van a venir —dedujo.

—No —negó sinceramente—. Se negaron a aceptar la invitación. Gaara habló con ellos, pero no cedieron.

—Me lo esperaba, sinceramente.

Aunque no podía negar que eso le doliera de cierta forma.

—Eso nos lleva a lo siguiente: ¿Quién será tu padrino?

—¿Necesito uno? —preguntó incómoda.

—Sí —confirmó Temari sin darle tiempo si quiera a imaginar otra opción—. Estaba pensando en alguien, si no has pensado ya en algo.

—No, para nada —descartó—. Más bien, no quería pensar en ello y en las molestias que causaría.

—No creo que para él sea una molestia —garantizó Temari.

—¿Shikamaru?

—Naruto —corrigió la mayor—. Se lo he preguntado, lo siento.

—¿Ha confirmado? —cuestionó sorprendida.

—Sí. Dijo que estaría orgulloso de llevarte al altar.

Sakura sintió unas terribles ganas de llorar de agradecimiento. Por supuesto, se lo diría a él cuando lo tuviera delante, pero igualmente, era maravilloso. Esa amistad que el tiempo mantenía y que la distancia no rompía.

—¿Qué piensas? —cuestionó Temari ante su silencio.

—Que no podría sentirme más honrada —respondió cubriéndose los ojos con su palma.

Temari rio y la abrazó.

—Venga, no llores. Que todavía queda una última cosa que hacer.

—¿Más? ¿Cuántas llevamos?

—Bueno, quedan dos —se corrigió revisando un cuaderno que no había soltado en todo momento—. Las bailarinas representativas es una de ellas.

—¿Baila qué?

Temari se echó a reír.

—En Suna es una tradición que se abra el baile con una ceremonia especial. Un grupo de cinco bailarinas ataviadas con los trajes ceremoniales de Suna, bailan alrededor de los invitados. Los invitados deben de colocar dinero entre los pliegues de su falda sin que se les caiga al suelo ni una vez. Esto garantizará que el matrimonio será bendecido con riquezas.

—¿Qué ocurre con el dinero después?

—Oh, eso os lo darán después a vosotros, claro —indicó—. Si un invitado no puede o no quiere donar, estaría avergonzado a los novios.

—¿Has pensado que viene gente de otras tradiciones?

—Sí, por eso, se explicará en su momento.

—¿Y qué tengo que escoger entonces yo?

—Las bailarinas, claro —respondió Temari mostrando unas fotografías—. Escoge las cinco que desees.

Sakura revisó las fotografías.

—No encuentro el sentido a escogerlas.

Temari asintió.

—En todas las decisiones de una boda en Suna hay una razón detrás. Por ser extranjera, no eres capaz de verla, pero escoger cinco bailarinas significa que vas a tentar a tu esposo. Sabrás si te será fiel o no. Es pasearle la tentación por los morros. Además de recaudar el dinero, claro, como te expliqué antes.

Sakura soltó una carcajada.

—¿Eres consciente de que estamos hablando de tu hermano?

—Lo soy —reconoció ella—. Y considero que esta tradición es una asquerosidad. Los hombres y las mujeres tenemos ojos en la cara y el ser humano es fácil de tentar y no ciego a los encantos de la carne. Que no toque, pero sí mire, no significa que vaya a engañarte.

—Pues las escogeré al azar —zanjó.

Le entregó cinco de las fotografías y Temari sonrió, divertida.

—Has pasado la prueba.

—¿¡Era una prueba!?

Temari se echó a reír.

—Verás, las mujeres que suelen casarse no quieren que su marido vea a alguien más hermoso que ellas, así que procuran escoger las menos agraciadas de las bailarinas y esto luego, se refleja en su boda. Se sabe que es una mujer muy inestable y desconfiada hacia su marido. Por eso, después se suelen poner a las que sí son hermosas o consideras hermosas.

—Menuda pérdida de tiempo —protestó cruzándose de brazos.

—Lo sé, pero una boda en Suna conlleva esa clase de rarezas.

Sakura suspiró, agotada.

—¿sabes? Lo único que quiero ahora es meterme en la cama y olvidar todo por un rato.

—Ah —exclamó Temari reteniéndola—. Eso me lleva a la última cosa que has de hacer.

Sakura se frotó el mentón.

—Por favor, dime que no tengo que emborracharme o algo parecido.

—Nada de eso. Vamos a tu dormitorio.

Sakura la siguió con cierto recelo. Ya no sabía qué más esperarse. Las cosas eran completamente distintas a todo lo que conocía. Algunas, ilógicas o marcadas por tradiciones que se respetaban, pero eran demasiado cerradas para que las comprendiera o aceptara.

Sin embargo, cuando entraron en su dormitorio comprendió que sus ideas estaban muy lejos de lo que Temari se proponía.

Habían cambiado sus sábanas por telas blancas y flores. La habitación olía completamente a fragancia floral. A sus pies, caña de palma descansaba trenzada junto a flores de diferentes colores.

—¿Qué es…?

—Tu cama de soltera —indicó Temari. Caminó hasta el tocador, donde había preparado ya diferentes frascos—. Esto debería de hacerlo tú madre, pero dada la situación, estaré encantada de cumplir con esta ceremonia.

—¿Qué ceremonia?

—La ceremonia de limpieza, por supuesto.

Sakura prefirió no preguntar. Después de esos dos días, comprendió que cuanto más deseara luchar, peor. Temari había tenido que abandonar todos esos rituales familiares para tomar los de Konoha sin rechistar. Ella no podía ni defraudarla ni ofenderla negándose.

Así pues, se desnudó tal y como le demandó y se recostó en la cama. El aroma fue más intenso y cosquilleó en su nariz. Los tarros que Temari fue abriendo para cubrir su cuerpo eran fragancias desconocidas y, a medida que fueron posándose en su piel, comprendió que había algo más, algo que era capaz de reconocer.

Se cubrió el rostro, avergonzada.

Cuando Temari la dejó a solas más tarde, toda su piel ardía y el deseo parecía estar a punto de enloquecerla.

Quería y ansiaba a Gaara más de lo que jamás pensó que haría.

3. Y ahí va la novia

No estaba segura de cuántas horas había logrado dormir, pero Temari apareció nada más salir el sol para comenzar con los preparativos. No le permitió ducharse y aunque sentía que era algo indecoroso de alguna forma, ella le aseguró que lo comprendería después.

—Con el calor que hace y la noche que he pasado —protestó avergonzada—. Porque tú sabías qué iba a pasar…

—Lo sabía —reconoció Temari con un ligero rubor en las mejillas—. Muy bien.

—No voy a preguntar por qué. Imagino que después lo sabré.

—Sí —prometió—. Ahora, nos encargaremos de todo lo demás.

A las diez el coche la esperaba en la entrada. Los periodistas ya estaban esperando en los alrededores. Parecían muy dispuestos a no perderse nada de lo que llevara. Cualquier cosa que delatara un insulto a su cultura, ellos estarían ahí para enterarse.

Sakura procuró ignorarles, más emocionada con la idea de lo que iba a ocurrir. Lo que iba a cambiar su vida y la inesperada revelación de ese día.

Iba a convertirse en la esposa de Gaara. Él iba a ser suyo.

El coche estaba decorado con flores y la parte trasera adecuada para la cola de su vestido. Dentro, Naruto la esperaba. Su sonrisa radiante. No pudo verlo cuando llegó, pues Temari negó esa probabilidad.

—En Konoha los novios entran a la par y los familiares pueden verla. Aquí, solo las mujeres pueden ver a la mujer y los hombres, al novio. Por eso, no podrás verle hasta que vaya a recogerte. Traería mala suerte si otro varón te viera por la noche. Y vamos a pasar por alto que Naruto no es tu padre.

Sakura apenas pudo reprimir el echarse a sus brazos. Naruto se echó a reír, abrazándola.

—Está bien, está bien —dijo dándole palmaditas—. Temari me hizo jurar que no iba a hacerte llorar o me los cortaría. Y creo que era muy convincente. Así que por favor, por el bien de mi matrimonio, no llores —suplicó. La broma en su voz era notoria, pero Sakura no podía controlarse.

—Simplemente me hace muy feliz que estés aquí, Naruto —le aseguró—. Muchas gracias por llevarme.

—No es nada —descartó él rascándose la nuca—. Es un honor hacerlo.

Se separó, sonriéndole.

—¿Es muy desastroso?

Él fingió estudiarla con atención, con ese gesto de concentración que los hombres solían poner para hacerse los interesantes aún sin tener idea de lo que hacían.

—No, estás estupenda. Si Gaara no se casa contigo, le partiré las piernas.

Se echó a reír, divertida.

—Jamás harías algo así.

—No, pero bien podría hacerle la vida imposible de alguna forma —aseguró guiñándole un ojo con complicidad.

Sakura tomó aire para incorporarse y mirar hacia el exterior. El coche estaba cubierto por cortinas blancas y ramitas enrolladas para dar color. Era maravilloso. Podía ver desde dentro que el camino estaba adornado con flores y figuras de arena mostrando a parejas abrazándose, besándose o simplemente, tomadas de las manos.

—Suna es tan diferente a Konoha en estas cosas…

—Y que lo digas, Naruto —confirmó—. ¿Te ha sorprendido?

—Muchísimo —garantizó—. Es como si fuera otra ciudad.

Deslizó su mano hasta tomar la de él. Grande y cálida, reconfortante.

—Estoy muerta de miedo e impaciente por primera vez —confesó—. Me había hecho a la idea de que no iba a casarme nunca y menos, con Gaara.

—¿Por qué no? —cuestionó él sorprendido—. Eres maravillosa, Sakura-chan.

Le sonrió en agradecimiento.

—Durante la cuarta guerra ninja, cuando nos atacaron masivamente, inconscientemente ayudé a Gaara a evitar uno de los golpes, pero a cambio de recibir parte de la herida yo. Sé que un ninja médico no debe de hacer esas cosas, pero actué sin pensarlo —reconoció—. En ese momento, me curé parcialmente, pero sabía qué pasaba dentro de mí.

—¿Dentro de ti?

—Sí. Perdí la capacidad de engendrar vida para siempre. No voy a poder ser madre nunca.

Naruto se lamió los labios.

—Ahora entiendo por qué Gaara actuó de esa forma cuando te desmayaste —explicó—. Él enfatizó en que era su culpa lo que te ocurría, pero en ese entonces, ni Sasuke, Kakashi o yo sabíamos qué pasaba. No. Creo que Kakashi sí lo sabía y consideró las repercusiones que tendría en tu vida y por eso, aceptó la petición de Gaara. Ahora todo tiene sentido. Pero… Sakura-chan, tú eres ninja médico…

—Y por eso mejor que nadie sé cuán de estropeado está mi cuerpo y la imposible posibilidad de curarme. Y, desde luego, no pediré ayuda a Orochimaru en algo tan delicado y oscuro. Es más. Si esto fuera posible: ¿él no lo habría intentado ya?

—Es cierto —corroboró chasqueando la lengua—. Lo siento.

—No te disculpes —descartó—. Fueron mis actos. Puede que, por ese entonces, ya sintiera algo por Gaara de una forma muy subconsciente. No lo sé.

Naruto silbó.

—Y yo que pensaba que era Sasuke.

—La verdad, también. Pero ese tiempo ya pasó.

Era un romance amargo que quedaría para siempre estancado en el tiempo. Algo que recordaría con una sonrisa.

Pero no con el corazón sangrante de hacía años.

—¿Eres feliz?

—Lo soy —afirmó—. Mi corazón late a mil por hora ante la idea de qué va a ocurrir. Estoy emocionada y he echado mucho de menos a Gaara estos días.

—¿No os habéis visto?

—Para nada. Era totalmente prohibido —explicó, bufando—. Si Temari no hubiera sido mi madrina, me habría escapado muchas veces.

—Gaara seguro que también te hubiera regañado.

—Seguramente —reconoció intercambiando una sonrisa cómplice.

Realmente se alegraba de retomar esos momentos. Había echado mucho de menos los días en que ambos compartían risas y misiones. Naruto era una persona muy importante en su vida. Y en la de Gaara también. De alguna forma, ambos sentían un amor inmenso por ese joven hombre.

Y agradecimiento.

Apoyó su mejilla en su hombro.

—Hinata tiene mucha suerte de tenerte, Naruto.

Para su sorpresa, él besó sus cabellos.

—Y Gaara de casarse contigo —susurró.

Ambos se miraron y se echaron a reír. El coche se detuvo justo en ese momento y él se tiró de las solapas del traje.

—Bien, hora de lucir a la novia.

Sakura sintió que temblaba mientras él descendía y una reverencia improvisada, extendió su mano derecha hacia ella.

—Y la novia ha llegado.

Sakura se echó a reír y aceptó la mano. La mano y el nuevo sueño que le esperaba.

4. Los resultados de las decisiones

Gaara estaba guapísimo. Podía jurar que sí.

Estaba en lo más alto esperándola. Su traje de ceremonia era blanco, con bordes rojos y un cinturón negro. Su cabello se mecía al compás del viento y su cara era un poema de sorpresa y amor a medida que subía los escalones hasta él.

Cuando Naruto y ella se detuvieron a su lado, Gaara le miró a él e inclinó la cabeza.

—La cuidaré —le prometió.

—Más te vale, Gaara —dijo Naruto ofreciendo su brazo hacia él—. Porque te estoy entregando una parte de mi corazón.

Sakura le miró maravillada. Naruto le guiñó un ojo y después, descendió las escaleras hasta reunirse con Hinata, a la que besó en la mejilla y acaricio su abultado vientre. Sakura sonrió hacia ella, felicitándola con la mirada. Ya tendrían tiempo más adelante para hablar de todo y de nada.

—Temari tenía razón —susurró Gaara a su lado para llamar su atención—. Me has dejado con la boca abierta.

Sonrió, emocionada y maravillada.

—Lo mismo puedo decir de ti —felicitó—. Estás increíble, Gaara.

Él se inclinó en agradecimiento y avanzó unos pasos hasta el altar frente a ellos. Era una enorme mesa de arena que goteaba pequeñas muescas semejantes a oro. Un paño rojo y dorado con las iniciales de ambos se mostraban en relucientes bordados dorados. Sobre él, una de las tantas ramas de palma enredadas que había visto, dos copas y un lazo blanco.

No había ningún sacerdote, ni nadie oficiaría la ceremonia de más.

Era una cosa entre ellos. Gaara tomó la copa primero y se la ofreció. Antes de que ella pudiera tomar, habló.

—Mis votos, mi vida, mi alma y mi corazón para siempre serán tuyos.

Después, ella bebió. Cuando Gaara dejó la copa, ella tomó la contraria para acercarla a sus labios.

—Mis votos, mi vida, mi alma y mi corazón siempre serán tuyos —repitió.

Gaara bebió con seguridad y esperó a que ella dejase la copa. Después, ambos tomaron las ramas enredadas con firmeza.

—Que lo que ha unido el destino, no lo separe la naturaleza —habló Kankuro desde abajo. A su lado, Tenten sonreía, emocionada.

—Que lo que ha unido el amor, que no lo separe el destino —continuó Temari, al lado de Kankuro y Shikamaru.

—Que lo que ha unido la esperanza, que no lo rompa jamás la desdicha —terminó Naruto.

Después, tiraron a la par de la rama. Para su sorpresa, no cedió. Era algo que temía que pasara desde que la vio. Conociendo su fuerza, esperaba llevarse con ella a Gaara incluido. Sin embargo, la rama permaneció firme.

Los invitados aplaudieron, emocionados. Si la rama se rompía, pronosticaba que las peticiones no serían afortunadas y la pareja no triunfaría en su vida marital. Si no se rompía, ambos debían enlazar su chacra en ella. Después, se la ofrecerían a Kankuro y Naruto, quienes la tomaron con firmeza y también entregaron algo de su chacra a ellas. Después, se lanzó en la fogata tras el altar.

Finalmente, tomaron el lazo. Enrollaron sus muñecas y enlazaron sus dedos.

—A partir de ahora, te tomo como mi esposa.

—A partir de ahora, te tomo como mi esposo.

Los aplausos no mitigaron los fuertes latidos de su corazón. A medida que sus rostros se acercaron, Sakura sentía que había algo, mucho más, de lo que a simple vista podían percibir los demás. Esa unión significaba mucho para ellos.

—¡Dejen algo para después! —gritó alguien.

Se separaron. Sakura no pudo evitar echarse a reír y, finalmente, abrazarle. Llevaba queriéndolo hacer desde que se vieran. Gaara la recibió con gusto, enterró su nariz en su cuello y se quedó tenso. Sakura se apartó, avergonzada.

—Lo siento, Temari no me dejo ducharme, dijo que…

Gaara la afianzó más contra él y eso, remarcó algo que había obviado por los nervios y lo maravillada que se sentía por el lugar que los rodeaba.

—¡Gaara! —exclamó en un susurro.

Él la miro con el deseo en los ojos.

—La idea de eso es volverme loco —murmuró—. Han cubierto tu cuerpo de afrodisiaco. Has estado excitada y ahora, yo puedo percibirlo. Es una costumbre extraña, lo sé, pero… a los hombres de mi país nos afecta como una condena.

Sakura movió los labios sin saber bien qué decir. Sentía que su cuerpo reaccionaba al recuerdo de esa noche, a la intensidad de la mirada y el roce del cuerpo de Gaara. Farfulló una maldición y lo besó nuevamente. Los pétalos de flores secas oscilaron por encima de sus cabezas.

—Desgraciadamente, tenemos que ir a comer y la fiesta —le dijo él entre gruñidos a medida que bajaban las escaleras.

Antes de que pudiera decir nada más, le arrebataron a Gaara de las manos. Kankuro lo abrazó primero. Después Shikamaru y así sucesivamente mientras que con ella pasaba lo mismo. Temari la abrazó con mucha fuerza.

—Bienvenida a la familia.

Sakura sonrió.

—Ahora entiendo lo de esta noche… —susurró.

Temari se apartó sonriendo, avergonzada.

—Me costaba un poco de explicártelo, perdona.

—No, lo comprendo. Más bien, es culpa mía por no reconocer algunos de los ingredientes.

Temari lo descartó, pero antes de que pudiera seguir con la conversación, más mujeres las rodearon para abrazarla y felicitarla. Ambos fueron guiados hasta el coche, en abrazos y palmadas. Cuando iba a entrar, Temari tiró de la cola del vestido y tras que ella soltara los lazos, la cola quedó completamente a los pies.

Se adentró en el coche, algo más fresca y libre sin tanto peso. Temari después se lo entregaría, estaba segura, así que cuando Gaara subió, lo primero que pensó fue el viaje hasta el siguiente lugar iba a ser muy corto.

Le echó los brazos a los hombros y se entregó a sus besos. Su ceñido vestido no impedía la cercanía ni la demostración de su virilidad.

—Dios, quiero escaparme contigo —confesó mordiéndole los labios—. ¿No podemos todavía?

—Creo que en la historia unos novios se han marchado tan pronto —murmuró él mirando con cierto pesar sus senos—. Pero muchos de nuestros invitados han venido de muy lejos. ¿Quieres dejarlos así?

Recordó a Naruto y Hinata, que pese a su embarazo avanzado, ambos estaban ahí, presentes y felices con su enlace.

Negó, suspirando frustrada.

Pasó su mano por la protuberancia de su sexo y él tembló, asiéndola de la mano. Tuvo que hacer uso de su mejor autocontrol para ello.

—Sakura.

—Lo sé, pero… —confesó mordiéndose el labio inferior—. ¿No daría tiempo?

—No —negó él con la misma frustración—. Tampoco quiero que nuestra primera vez como matrimonio sea aquí.

Ella miró hacia el conductor, que pese a los esfuerzos por ignorar la situación tenía las orejas enrojecidas. Se echó a reír e intentó controlar su lívido lo mejor que pudo.

—De acuerdo —aceptó.

Por suerte, el lugar de la fiesta no estaba tan lejos como creía y llegaron antes de que ambos perdieran la decencia y la paciencia.

Ahí, Sakura descubrió que otra de sus decisiones repercutía en los invitados tal y como Temari pronosticó.

Tras la comida y que finalmente la gente pudiera moverse libremente, las bailarinas hicieron acto de presencia. Gaara bostezó, desinteresado, a su lado, pero el público no. Se mantuvieron con ojo avizor a ellas y entregaron sus buenos billetes que colgaban en las hojas anchas de palmera en cada viraje casi imposible de caderas.

Las mujeres se mantuvieron impertérritas ante el baile y sorprendidas por el hecho de su elección. De cierta forma, fue agradable ver el resultado y Temari mantenía un gesto de orgullo satisfactorio.

—Imagino qué cara pusiste con esto —susurró Gaara a su lado—. ¿Elegiste con cuidado?

—En realidad, lo hice al azar —confesó—. Me parece algo estúpido e innecesario. Es una tradición un poco… extraña.

—Lo sé —confirmó él encogiéndose de hombros—. Porque es a ti a quien quiero ver bailar.

Sakura abrió mucho la boca.

—¿De verdad? ¿Ahora? —preguntó sorprendida.

—De verdad. Ahora.

Se levantó, siguiéndole hasta la pista. Las bailarinas abandonaron las mesas para reunirse a su alrededor. Danzaron seductoramente junto a Gaara y a ella, la reverenciaron. Cuando se alejaron, Gaara la tomó del talle y la música cambió a otra más ceremonial y romántica.

No era extraño que unos novios abrieran la fiesta. Tampoco fue que al poco tiempo, el resto se unieron a ellos.

—Creo que tomé muy buenas decisiones —susurró.

Gaara asintió.

—Completamente.

5. La esposa y el esposo

—¿Quieres que nos marchemos?

Sakura detuvo la copa de cereal burbujeante frente a sus labios para levantar su verdosa mirada sobre él. Gaara estaba apoyado sobre la mesa con la cadera y hacía rato que se había quitado la chaqueta. Iba en mangas de camisa y chaleco.

Otra de las tradiciones había obligado a que el novio perdiera la chaqueta. Las mujeres le arrebataron los botones y la chaqueta se sorteó entre los hombres casaderos. Kankuro fue quien la recibió y para sorpresa de muchos, miró a Tenten con cierto regocijo.

Miró al resto con cierta urgencia. No se había marchado nadie. Todos continuaban riendo, bebiendo, contándose anécdotas y bromeando. Algunas parejas continuaban bailando y otras, se mantenían apartadas susurrándose al oído. Sakura se había sentado agotada tras bailar con Kankuro tres veces, con Sai y Naruto otras tantas y hasta jugado a juegos que desconocía con las otras mujeres.

Podía pensar que se había divertido para toda su vida en esa fiesta que jamás olvidaría. Así que la oferta de su marido provocaba otra emoción más intensa y diferente en ella. Algo que había deseado hacer desde muchas horas atrás y que no entendía cómo habían sido capaces de soportarlo.

Extendió su mano, emocionada.

—Por favor.

Gaara le tomó la mano y besó sus dedos uno a uno. Después, miró a su alrededor. No parecía que nadie estuviera atento sobre ellos. Sakura se levantó, no sin antes quitarse los tacones que llevaban matándola todo el día, y avanzar discretamente hasta el coche. El conductor comprendió sin necesidad de palabras y sin mucha ceremonia, puso el coche en marcha.

—¿Qué ocurrirá con la prensa? —preguntó mientras miraba hacia atrás y veía las luces perderse a lo lejos.

—Se mantendrán alejados por la cuenta que les trae —susurró él buscando su mano.

Ella le apretó los dedos y sonrió, cansada, emocionada, feliz. Sobre todo eso último.

El chofer los dejó en un hotel que habían reservado habitación. Un regalo de bodas de alguno de los invitados. Tras dar sus credenciales, ambos fueron guiados hasta la suite nupcial. Sakura se maravilló del frescor del aire acondicionado y la sensación de libertad.

Pegó su frente al enorme cristal y observó las luces brillar a lo lejos.

Gaara se acercó hasta ella en silencio.

—¿Cansada?

—Sí —reconoció entrecerrando los ojos—. Gaara. ¿Estos cristales pueden abrirse?

—Sí —confirmó él extendiendo su mano hasta abrir una de las alas. Poco después, un águila se posó sobre el filo de la ventana, aleteando sus alas hasta plegarlas.

—Es el pájaro de Sasuke —murmuró sorprendida.

Él le indicó con un gesto que lo atendiera y le dio la espalda, desabrochándose el chaleco y las mangas.

Sakura atrapó el tuvo en la pata del ave y sacó la pequeña nota. Era muy directa, firme y sin más ceremonias.

Sonrió.

Felicidades.

—¿Qué? —preguntó Gaara volviéndose hacia ella.

Le mostró el papelito y Gaara comprendió. Acercó el baso del agua hacia el pájaro y después de beber, éste se alejó, perdiéndose en la noche. Sakura dobló la hoja en varios pedacitos y los rompió, lanzándolos al aire nocturno de Suna.

—Gracias, Sasuke-kun —susurró. Luego, cerró la ventana.

—¿Segura de que no quieres responderle? —cuestionó Gaara moviéndose de nuevo hacia ella.

—No —negó segura—. Esta noche no.

Alargó su mano hasta acariciar sus cabellos. Rojos, brillantes y despeinados.

No necesitaron palabras para que sus labios se unieran una vez más. Pero los de Gaara la abandonaron rápido y cuando se percató, él estaba de rodillas frente a ella, besando su vientre, bajando por sus caderas. Atrapó entre sus dedos algunas de sus hebras, a la par que sus manos se cerraron en sus nalgas para tirar del vestido hacia arriba.

No llevaba ropa interior. Temari le había dicho que las mujeres en Suna no la usaban y que, como novia experimentada, era mucho mejor que no.

Gaara emitió un ronco gemido de satisfacción y pegó su boca sobre su monte, besando y bajando más hasta que llegó a sus labios. Su lengua se abrió paso entre sus secretos y sus labios se cerraron sobre su botón. Sakura movió ligeramente sus piernas, temblando, queriéndolo más y más profundamente.

Quería que la devorase por completo. Que liberase el deseo que había tenido que controlar durante toda una noche y un día.

Con los ojos entrecerrados, observó Suna, su hogar, lo que tendría que compartir con el hombre a sus pies. Él la amaba por encima de su vida y ella le amaba a él por encima de la suya.

—Gaara… —masculló arqueándose maravillosamente cuando el orgasmo la venció.

Gaara la disfrutó y después, subió por su pierna, sus caderas, desvistió su cuerpo con más rapidez y facilidad de la que esperaba. Le hizo probar su propio sabor y ella, sin necesidad de que se lo pidiera, se puso de rodillas, dispuesta a devolverle el favor.

Con él en su boca y sus manos, se maravilló del hecho de que ahora, al fin, nadie podría juzgarla nunca. Ni de amante ni de aprovechada.

Ella era la esposa del Kazekage. Él era su esposo.

Vertería su semilla en su boca, en su vientre, sobre su cuerpo, sobre su alma. Le entregaría todo su amor.

Aquel, era el destino final de su viaje. Del comienzo, de la aventura y del destino. Pero no de su futuro.

6. Siempre hay esperanza

Tres años después, Gaara apareció en su hogar cargando con un niño de ojos grandes y mirada temerosa. Sakura no necesito mucho tiempo para saber por qué Gaara quería adoptarlo. Le recordaba a él y su pasado. La semejanza con su poder de ataque.

Shinki pasó a ser parte de su vida, a llenar de interesantes aventuras su nueva vida. No necesitaban los lazos sanguíneos para comprender que era su hijo y que ambos, Gaara y ella, morirían por él.

A medida que el tiempo avanzaba, Shinki se parecía más a su padre y Sakura pensaba que, a su modo, se sentía ciertamente colmada de felicidad. Su marido la amaba y ella lo amaba por igual. Shinki le dio la oportunidad de aprender algo que jamás habría podido tener por sí misma y la incitó a crear un nuevo lugar.

Un orfanato bajo su mandato.

Pudiera ser que no fuera madre por sangre, pero sí por vida. Al fin y al cabo, madre no siempre es la que engendra, sino la que cría.

Fin

27 de Abril del 2021


Reconozco que me lo pasé genial inventando las posibilidades de la boda xD.

Quise que en vez de la novia, fuera el novio quien repartiera la suerte para la próxima boda.

Y een fin, gracias por el pequeño pero maravilloso apoyo =)

¡Nos leemos! : D

pd: Comisiones abiertas.