Ozai tenía la mirada perdida en la superficie de la mesa, completamente sumido en su propios pensamientos. Desde lo ocurrido la noche anterior se sentía raro, había estado tan a gusto en los brazos de su esposa que estaba confundido. Había sido reconfortante tenerla contra su pecho y sentirla cerca e incluso se había sentido querido como no recordaba haberse sentido antes.
Iroh permanecía con una expresión tranquila sentado frente a él revolviendo lentamente el contenido de su taza con el uso de una pequeña cuchara, observando la aptitud ausente y reflexiva de su hermano menor lo cual no era para nada propia de él por lo que era imposible que se le pasara desapercibida, además de que le preocupaba.
-Ozai ¿Te encuentras bien?-Pregunto Iroh tranquilamente.
-¿Eh?..¿Qué?...-Dijo él Príncipe alzando la cabeza.
-No has tocado tu taza-Menciono Iroh para luego tomar otro sorbo de delicioso té -¿Qué cruza por tu mente?-Pregunto él mayor. Ozai frunció los labios inseguro a lo que Iroh sonrío de forma comprensiva -Sabes que puedes decirme lo que sea-Aseguro amablemente a lo que su hermano lo miro y suspirando asintió.
-...Yo...no sé como debo comportarme con Ursa después de...Solo no quiero que se sienta presionada-Dijo Ozai siendo escuchado atentamente por él mayor -Especialmente por que la única razón por la que nos casamos es para engendrar hijos y tampoco quiero ser un maldito aprovechado de la situación-Murmuro él Príncipe con amargura.
-Bueno en ese caso lo preferible sería darle su propio espacio-Opino Iroh.
-¿Espacio?-Murmuro Ozai.
-Si. Permitele andar por el Palacio sin tu compañía y tener momentos para ella misma, de esa manera se sentirá más cómoda mientras se va haciendo a la idea-Aconsejo él General tranquilamente.
-Me hubiese gustado que mi caso fuera más como el tuyo-Comento Ozai desviando la mirada.
-Bueno...no todos tenemos la suerte de casarnos con la persona amada-Reconoció Iroh recordando fugazmente a la madre de su hijo -Pero si pones de tu parte, eres paciente y tienes tacto con ella podrías enamorarla-Dijo él Príncipe Heredero a lo que Ozai abrió los ojos mirándolo con sorpresa, Iroh sonrío.
-Hermano...te conozco desde el día en que naciste. Puedo reconocer perfectamente que sientes algo por ella pero depende de ti desarrollarlo-Dijo él General.
-Ni siquiera yo mismo se lo que siento-Murmuro Ozai apretando la taza entre sus manos.
-Yo podría apostar que estas enamorado de ella-Opino Iroh bebiendo de su taza.
-¿Como podría amar a alguien a quien a penas conozco? ¡Eso es ridículo!-Espeto Ozai rudamente.
-No te confundas-Dijo él mayor tranquilamente -Estar enamorado no es lo mismo que amar. Incluso el más pequeño acto de bondad inclusive la apariencia física puede provocar que una persona llegue a enamorarse de otra, aunque esto no quiere decir que el sentimiento vaya a durar, por que en si mismo el enamoramiento no basta para juntar a dos personas de por vida. Solamente el tiempo y experiencias compartidas pueden forjar el amor que los unirá de forma perpetua-Explico Iroh emanando un aura de mucha sabiduría.
Ozai bajo la cabeza de forma pensativa meditando a profundidad las palabras pronunciadas por su hermano mayor. Puede que tuviera razón y por cualquier duda siempre era mejor acatar su erudito consejo pues había vivido varios años más que él obteniendo una basta experiencia.
Más esto había instalado una aunque leve molesta duda en su interior ¿Estaba enamorado de Ursa? Eso explicaría mucho sobre su propio comportamiento y sensaciones cuando estaba junto a ella y aunque le pareciera ridículo si era así ¿Qué pudo hacer esta para provocarle tal sentimiento? Aquello no lo tenía muy claro pero el recuerdo de su primer encuentro golpeo su mente haciéndolo fruncir los labios inseguro.
- . -
Ozai se encontraba en medio de un arduo entrenamiento de Fuego Control, lanzando constantes ataques contra los muñecos de pruebas dejando profundas marcas de quemaduras en ellos. Llevaba un largo tiempo en la sala de instrucción, por lo que diminutas gotas de sudor bajaban por su rostro y pecho descubierto, jamás le había gustado tener tanta ropa al entrenar.
Utilizando el entrenamiento para distraer su mente mientras colocaba una distancia prudente entre él y Ursa teniendo toda la intención de seguir el consejo de su hermano. Habían pasado algunos días y aunque continuaban compartiendo el mismo lecho no habían vuelto a ser íntimos traduciéndose en su forma de demostrarle a su esposa que estaba dispuesto a intentar sacar adelante su matrimonio.
Estaba tan inmerso en la práctica que no fue consciente en que momento Ursa había pasado frente a la puerta de la sala mientras lo buscaba disimuladamente y ahora se encontraba observándolo entrenar. La Princesa estaba maravillada ante los diestros y hábiles movimientos del Maestro, quien parecía no tener ningún problema a la hora de controlar el fuego manejándolo con mucha facilidad.
Sin preverlo su mirada cayó sobre sus pectorales marcados, inmediatamente un sonrojo invadió sus mejillas. No era ciega, sabía muy bien que él hombre con el que se había casado poseía un increíble atractivo y un físico musculoso pero por primera vez se dejo detallarlo a fondo. Sus llamativos ojos, su fina nariz, los pómulos que enmarcaban sus mejillas, lo amplio de su frente.
Complementado por sus facciones duras y agraciadas, sin mencionar lo ejercitada de su musculatura corporal. Algo avergonzada dejo sus ojos bajar por lo acentuado de sus abdominales, mirando con atención como movía sus musculosos brazos al momento de lanzar Fuego. De verdad esperaba convertir su matrimonio arreglado en lo más cercano a uno real.
Ozai estaba concentrado en su combate ficticio mientras hacía una audaz voltereta expulsando llamas desde sus pies dándoles a los muñecos justo en el blanco, pero en cuanto hizo esto obtuvo una vista perfecta de su esposa observándolo desde la entrada. La inesperada sorpresa de verla en ese lugar fue suficiente para que se tropezara cayendo al piso.
Y el Fuego que había planeado lanzar de sus manos justo después de su ultimo ataque termino por golpear el muro revotando en la cerámica y por ende devolviéndose justamente hacia él impactando su pecho, generándole una quemadura de segundo grado. Él bufo cubriéndose los ojos con el antebrazo mientras se recostaba sobre el suelo avergonzado, en parte por la patética muestra de sus capacidades saboteadas por su falta de concentración. Ursa se cubrió la boca con sorpresa y preocupación al ver la escena.
-¡Ozai ¿Te encuentras bien?!-Pregunto la castaña acercándose rápidamente hacia él. Este se sentó mientras le dirigía una mirada de sorpresa ante su tono angustiado.
-Si...esto no es nada-Respondió Ozai tranquilamente apoyando el brazo sobre su pierna flexionada.
-E-Espera aquí. No te muevas-Dijo Ursa antes de salir un momento de la sala.
Él azabache la miro irse con una ceja arqueada sin saber que planeaba hacer, pero aun así se encogió de hombros e hizo lo que le había pedido considerando que debía colocar más esfuerzo en brindarle espacio a su esposa y cuando esta regreso tenía un pequeño envase redondo de color plateado en sus manos junto a algunas vendas lo cual lo extraño visiblemente.
-¿Qué es eso?-Cuestiono Ozai al momento en que ella se arrodillo junto a él.
-Un ungüento para quemaduras, puede que no sea muy grave pero nunca hay que descuidar una herida-Respondió Ursa tranquilamente.
Abriendo el envase para tomar un poco de la crema entre sus dedos acercando la mano hacia su pecho pero inmediatamente Ozai la sujeto firmemente de la muñeca impidiéndoselo. Ella le dirigió una mirada extrañada sin poder evitar temblar un poco bajo su agarre, el cual no era fuerte ni le hacia daño pero no entendía por que la había detenido. Él la miro fijamente sin gustarle que ella sintiera que de alguna manera tenía que atenderlo, cuando él mismo no se lo había ganado.
-¿Por que haces esto?-Cuestiono él Maestro Fuego seriamente.
-Yo...yo fui quien te distrajo, es mi culpa...así que por eso debo ayudarte-Respondió Ursa a lo que Ozai suavizo su mirada al mismo tiempo en que la soltaba.
Ursa dejo escapar un imperceptible suspiro de alivio para después untar la pomada sobre toda el área enrojecida a causa del Fuego, se perdió un momento mirando el pecho fornido de Ozai, acariciando suavemente aquella área erizándolo. De forma repentina las palabras de su madre se habían repetido en su mente haciéndola sentir más nerviosa especialmente al notar la atenta mirada que su esposo mantenía sobre ella.
Haciendo todo lo posible para concentrarse en lo que estaba haciendo cubrió la quemada con las vendas sujetándolas con un pequeño adhesivo para mantenerlas firmes. Ozai observo atentamente cada uno de los gestos que hacía mientras lo curaba, y no podía ignorar que a esa distancia fácilmente distinguía perfectamente cada parte de su bello rostro. Ella era tan...hermosa, sus ojos, mejillas, labios, hasta el cuello era perfecto.
Sintió su corazón arder al mismo tiempo en que su pulso se aceleraba al sentirla acariciar con mucho cuidado su piel herida. Lo estaba cuidando con mucha dulzura y atención por lo que no podía evitar sentir una sensación emocionante en su interior, el saber que a ella le preocupaba. Estaban tan cerca el uno del otro que Ozai sentía irónicamente como si su piel quemara.
Se sentía atraído hacia ella como una polilla hacia la llama a tal punto que no noto cuando la distancia entre ambos no fue nada más allá que de algunos centímetros sin importarle el consejo de su hermano en ese momento. Ursa lo miro con sorpresa al verlo tan cerca, cruzando su mirada con la de él. Una parte de ella se sintió nerviosa ante la inesperada situación.
Pero curiosamente se sintió como hipnotizada perdiéndose en las profundidades de sus ojos ámbar y no fue él sino ella quién cerro los ojos esperando el beso. Ozai observo sus parpados cerrados y su corazón salto ante esto, entonces acercó sus labios a los de ella, sujetando suavemente su mentón para acercarla aun más. Ursa sintió sus labios sobre los suyos. Era un contacto suave y delicado.
-Príncipe Ozai-Dijo una sirvienta entrando por la puerta interrumpiendo el momento a lo que ambos esposos se separaron repentinamente con las mejillas sonrojadas y las respiraciones agitadas -¡Oh! ¡Lo siento mucho!-Exclamo la mujer al ver que su aparición había sido inoportuna -¡Me retirare de inmediato!-Dijo rápidamente.
-N-No..esta bien...yo..ya me iba-Murmuro Ursa mientras se levantaba apenada.
Ozai quería evitar que se fuera pero se detuvo cuando malinterpretando su reacción pensó que había sobrepasado los límites colocando a su esposa en una situación incomoda y sin querer forzarla a nada se conformo viendo como Ursa salía apresurada. Bajo la mirada y apretó los puños debía apartarse, por que si seguía actuando de aquella manera tan impulsiva seguramente terminaría alejándola.
Pero ahora reconocía que sentía algo por ella, no podía confirmarse enamorado pero sería imposible negar la atracción innata que ella despertaba en él. El corazón de Ursa latía aceleradamente golpeando contra las costillas de su pecho, cruzo apresuradamente por un pasillo y se apoyo contra la pared, estaba impresionada por sus propios actos y de forma inconsciente acaricio sus labios rememorando aquel beso.
- . -
Ursa paseaba por el jardín Real sola, aunque los últimos días había sentido algo diferente en Ozai que le había dado la real esperanza de poder seguir el consejo de su madre donde podrían formar una buena vida matrimonial juntos, claro todo por el bien de sus futuros hijos, lamentablemente él Príncipe de la Nación del Fuego no opinaba lo mismo, alejándose de ella y no había vuelto a mirarla evitándola de todas las formas posibles.
Esto la enojaba como al mismo tiempo la entristecía, estaba dispuesta a hacer un esfuerzo por su matrimonio pero al parecer a Ozai simplemente no le interesaba en lo más mínimo solamente importándole lo de la profecía de Roku. Saberse únicamente la incubadora de la familia Real le heria el corazón profundamente, ella había aspirado a tener mucho más que eso junto a Ikem y tampoco era mucho lo que pedía.
Nada más que un esposo que la amara, una familia cariñosa y hermosos hijos que disfrutaran de la compañía de sus abuelos, pero el destino había sido muy cruel con ella, no solamente jamás volvería a ver a sus padres y sus hijos no los conocerían nunca sino que estaba prácticamente presa en una jaula de oro donde no le importaba a su esposo y no tenía a nadie que pudiera apoyarla en estos momentos.
Soltó un suspiro, por un momento por un fugas momento había creído ver genuina preocupación y cariño en los ojos de Ozai pero al parecer solamente había sido producto de su imaginación, quizás presencio lo que tanto había querido y nunca tendría. Pero ahora que era consciente de este nuevo panorama, haría oídos sordos al consejo de su madre, no se arrastraría mendigando el amor de ningún hombre que la menospreciara ni quiera aunque se tratara de su propio esposo.
Por lo que forjo un fuerte y gran muro para proteger su corazón de cualquier acto que pudiera hacer Ozai, sería tan indiferente con él como este era con ella. Pero por el momento decidió no seguir amargándose con aquel tema concentrándose en el hermoso lugar que la rodeaba el cual sin duda se convertiría en su lugar favorito del Palacio.
Observo la manga del lujoso vestido que ahora usaba, aun le resultaba extraño verse rodeada de tantos lujos. Nunca había tenido nada como eso mientras crecía y ahora que disponía de tantas posesiones sinceramente no sabía que hacer con ellas. Tenía más vestidos de los que podía contar, esencias y aceites de los más costosos, riquísimas joyas, maquillajes de todos los tonos existentes, accesorios de diversas formas y tamaños.
Junto a la basta servidumbre que estaba siempre dispuesta a proveerla de cualquier cosa que pudiera querer o necesitar. Sería un proceso de adaptación, pensó mientras pasaba una mano a través de las hebras de su cabello castaño el cual estaba atado parcialmente por un moño con el símbolo de fuego sobre su cabeza. Entonces pudo escuchar unas divertidas risas provenir del estanque que había en el jardín, con curiosidad se acerco solo para observar a un pequeño niño alimentando a los Patos tortuga de la charca.
-Hola...¿Quién eres?-Pregunto Ursa curiosa captando la atención del niño. Este bajo la mirada mientras un avergonzado sonrojo cubría sus redondas mejillas al ver a la linda señora que le hablaba.
-¿Quisiera...alimentar a los Patos tortuga conmigo?-Pregunto él pequeño tímidamente extendiendo el pedazo de pan que tenía entre sus manos.
Ursa sonrío gentilmente mientras se agachaba a su lado tomando un trozo del alimento que le ofrecía para luego tirar las migajas hacia los animales en el agua riendo rápidamente comidos por los Petos Tortuga, a lo que él niño río contento al ver como estos devoraban presurosos la comida.
-¿Como te llamas?-Pregunto Ursa dirigiéndole una mirada curiosa.
-Lu Ten, Tía Ursa -Respondió él pequeño azabache sonriendo. Ella lo miro con sorpresa -Usted se caso con mi Tío él Príncipe Ozai, lo que la hace mi Tía Princesa Ursa-Explico Lu Ten tranquilamente.
-Eres el hijo de Iroh-Reconoció Usa a lo que él niño asintió, ella sonrío -Es un gusto conocerte-Dijo la castaña.
-¿Le gustaría jugar conmigo?-Pregunto Lu Ten apretando los puños ansioso. Ella hizo una mueca pensativa antes de sonreír.
-Por supuesto-Asintió Ursa y los ojos amarillos del pequeño brillaron emocionados.
-Venga, vamos...-Dijo Lu Ten tomándola de la mano para llevarla con él, pero entonces se pudieron escuchar unos gritos preocupados seguidos después por la llegada de dos sirvientas con la respiración agitada conocidas como Sun y Lin.
-¡Príncipe Lu Ten!-Exclamo Sun entrecortadamente mientras recuperaba el aliento.
-¡Lo estuvimos buscando por todo el Palacio!-Dijo Lin mirando al pequeño Príncipe Heredero para luego reparar en la presencia de la castaña -¡Princesa Ursa! Disculpe nuestra abrupta interrupción, no queríamos importunarla-Se disculpo la pelinegra haciendo una respetuosa reverencia.
-Esperamos que él Príncipe Lu Ten no la haya molestado, escapo de nuestro cuidado en la mañana-Dijo Sun imitando a su amiga -Príncipe debe regresar a sus clases-Dijo la castaña mirando al niño.
-¡Quiero jugar con mi Tía!-Exclamo Lu Ten en tono molesto mientras se aferraba testarudamente al vestido de Ursa.
-Pero Príncipe, la Princesa debe tener mejores cosas que hacer que jugar con usted-Objeto Sun provocando que él niño frunciera el ceño.
-No se preocupen, esta bien-Aseguro Ursa restándole importancia con la mano.
-Princesa ¿Esta segura de eso? Él Príncipe tiene...mucha energía-Pregunto Lin dudosa.
-Por supuesto-Asintió Ursa con una sonrisa mientras pasaba una mano por el corto cabello azabache del pequeño que sonreía contento. Ella adoraba a los niños -Claro solo si tu madre esta de acuerdo con eso-Menciono la castaña. Las sirvientas se mostraron sorprendidas ante estas palabras.
-Mi Señora...la madre del Príncipe Lu Ten falleció-Murmuro Sun. Ursa se llevo una mano a la boca con sorpresa.
-Dios mío...no lo sabía. Lo siento-Dijo la Princesa rápidamente, muy apenada.
-No importa. Mamá murió hace mucho tiempo, ni siquiera recuerdo como se veía o como era su voz-Dijo él pequeño con mucha inocencia sin saber lo triste de aquella oración. Ursa lo miro con pena ante sus palabras.
-Lu Ten...-Murmuro la castaña captando la atención del niño -Podemos jugar a todo lo que tu quieras-Dijo acariciando suavemente su cabello negro, él Príncipe sonrío emocionado.
-Venga-Dijo Lu Ten tomándola de la mano y Ursa lo siguió.
- . -
Ursa caminaba por los iluminados pasillos del Palacio Real con el entrecejo visiblemente fruncido, aunque no quisiera reconocerlo para sí misma la realidad era que sentía preocupación por la aptitud que había tomado Ozai, no solo era un esposo distante sino que no había vuelto a tocarla desde su noche de bodas y aunque una parte de ella no se quejaba por esto la otra sabía que eso no estaba bien.
Se supone que debían cumplir con la profecía de Roku y lamentablemente ella sola no podía hacerlo. Aunque no quisiera, estaba dispuesta a hacer el sacrificio de estar con él simplemente para asegurar la seguridad de su familia la cual se prometio luego de su matrimonio, pero Ozai parecía no ser capaz de hacer lo mismo. Esto causaba que ella se preguntaba si él la estaba engañando. Se reprimió por pensar esas estupideces, él no sería capaz.
Además no se permitían las infidelidades dentro de la Familia Real, al menos eso había aprendido durante su estadía en el Palacio. Aunque tampoco era aceptable para ella agobiarse pensando en donde y con quien pasaba Ozai cuando salía, eso no le importaba, no era de su incumbencia en lo absoluto. Este podría tener centenares de amantes si quería.
¡A ella eso no le va a afectar nunca! ¡Jamás! ¿Por qué? Era simple...ella no lo amaba y como iban las cosas nunca lo haría. A penas y aceptaba que era su esposo debido a que existía un papel legal que así lo afirmaba pero este nunca se comporto como tal, por lo que le era indiferente. Pensaba para ella misma amargándose más con sus conclusiones.
Cuando sin querer al pasar en frente de la gran puerta de la Sala del Trono pudo distinguir la clara voz de su marido junto a la de su suegro, con curiosidad y olvidando momentaneamente su rabia se detuvo volviéndose hacia el marco de madera. Tentativamente aposo su cabeza contra la entrada intentado escuchar que hablaban pero no pudo distinguir nada más que algunos murmullos.
Algo indecisa abrió lentamente la puerta dejando el espacio suficiente como para poder deslizarse cautelosamente hacia el interior de la sala. Cuidando de no captar la atención de quienes se encontraban adentro se oculto detrás de la gruesa cortina pudiendo observar desde una ranura como Ozai se encontraba arrodillado sumisamente a los pies de la escalera ante la presencia del Señor del Fuego, quien reposaba tranquilamente sobre su trono.
-Padre yo...-Decía él Príncipe hasta que la poderosa voz del mayor lo interrumpió.
-¡Silencio!-Exclamo Azulon severamente -¡No te he dado permiso para que hables!-Espeto rudamente a lo que Ozai se limito a bajar la cabeza y apretar la mandíbula obligado a mantener aquella postura de sumisión.
-Se te ha confiado uno de los honores más grandes de nuestra familia ¿Y tu que haces con el poder que se nos ofrece?-Cuestiono Azulon estrechando los ojos pero Ozai no respondió -Eres débil y decepcionante. A penas y puedo referirme a ti como hijo-Espeto él Señor del Fuego, él Príncipe apretó los puños -¿Tienes algo que decir al respecto?-Cuestiono él anciano arqueando una ceja.
-¿Puedo retirarme?-Solicito Ozai seriamente. Azulon bostezo audiblemente apoyando la barbilla contra la palma de su mano.
-Mi presencia a sido requerida en el Reino Tierra por Iroh-Informo él Señor del Fuego desviando brevemente el tema -Lo que significa que me iré durante algunas semanas. Espero que cuando vuelva hallas cumplido al fin con tu trabajo-Hablo en tono monótono.
-Así será-Asintió Ozai pero su contestación no le complació al monarca.
-¡Llevo escuchando eso desde que te casaste!-La voz de Azulon resonó nuevamente por toda la sala al mismo tiempo en que aparecían llamas alrededor de su trono, haciendo que Ursa oculta entre las cortinas se llevara una mano a la boca para contener un gemido de sorpresa.
-Y nuestra querida Princesa aun no muestra signos de estar llevando el poderoso linaje que mis Sabios del Fuego me prometieron-Dijo Azulon con decepción a lo que la castaña abrió los ojos con sorpresa atónita ante sus desvergonzadas palabras pero no debía de extrañarse, aunque era la primera vez que veía ese lado de su suegro.
-Te lo advierto Príncipe Ozai...de lo contrario no te gustará las medidas que tomare al respecto-Dijo Azulon seriamente. Ozai clavo las uñas contra sus palmas conteniendo su rabia -Aunque talvez deba tener una conversación con ella en cuanto regrese, estoy seguro que después de una larga charla conmigo ella se mostrara más receptiva-Hablo él Señor del Fuego. Ursa sintió una amarga sensación ante estas palabras pero Ozai rápidamente alzo la cabeza y hablo.
-Eso no será necesario-Aseguro él Príncipe con voz firme. Azulon lo miro inexpresivamente durante algunos segundos.
-Cuando naciste no estábamos seguros si serías un Maestro-Menciono para sorpresa de Ozai -No tenías esa chispa en tus ojos por lo que planeé echarte del Palacio ¡Qué vergüenza para un Señor de la Nación del Fuego tener a un No Maestro como hijo!-Exclamo Azulon. Ozai frunció el ceño.
-Por suerte para ti...los Sabios del Fuego me suplicaron que te diera una oportunidad. Iroh por otra parte nunca necesito de ese tipo de suerte. Él nació con suerte...tu en cambio...tuviste suerte de nacer-Espeto Azulon con desprecio.
-Ahora tienes la oportunidad de demostrar que eres un verdadero Príncipe de la Nación del Fuego...Claro...si es que eres lo suficientemente hombre como para embarazar a tu esposa-Espeto sin delicadeza y el tono empleado le dio náuseas a Ursa y si Ozai se enojo no lo dejo ver.
-Si me disculpa Señor del Fuego...hay asuntos que debo atender con el consejo antes de su partida-Dijo él Príncipe irguiéndose.
Azulon frunció el ceño un momento ante la tonalidad insolente de su hijo antes de simplemente ladear el rostro y hacerle una seña para que se fuera. Ozai hizo una respetuosa reverencia antes de abandonar la Sala del Trono ante la atenta mirada de Ursa quien se escabullo sigilosamente detrás de él, cuidando no ser observada por él Señor del Fuego y en cuanto salió al pasillo busco a su esposo con la vista viéndolo caminar deprisa y cortar por un corredor. Sin pensarlo dos veces fue tras su marido.
Ozai abrió bruscamente la puerta de su habitación de un solo golpe de su pie ingresando en ella arrastrando los pies, su rostro estaba rígido y sus ojos ámbar ardían con una gran ira. Apretó los puños gritando en silencio descargándose mientras lanzaba maldiciones mudas hacia Azulon, como si se tratara de un niño berrinchudo que no deseaba ser escuchado por nadie.
Odiaba que su padre se involucrara en su vida marital y quisiera controlar todo con respecto a ella, él era un adulto y no solo eso era un Príncipe por lo que sus decisiones no debían ser cuestionadas por ninguna persona y mucho menos por él Señor del Fuego quien no había tenido una esposa desde hace décadas, ni siquiera entendía por que su madre se había fijado en él, seguramente no tuvo opción.
No quería ser como él en ningún aspecto y mucho menos como esposo, ya muchos lo comparaban con un Azulon más joven como para que sumara otra similitud a la lista. Sabía que la descendencia con la nieta de Roku era importante para la familia Real pero no se sentía cómodo ni veía bien intimar con su esposa por la única razón de concebir hijos y no solo eso, se quería un extraordinario prodigio.
No deseaba ese peso para su hijo ni esa responsabilidad para Ursa, ni siquiera la quería para él mismo. Ya no sabía que hacer ni que pensar, quería deshacerse de ese problema y satisfacer a su insaciable padre pero no sacrificando su matrimonio e hijos en el proceso. Sentía que habían progresado mucho para que forzara las cosas. Se llevo las manos al rostro emitiendo un grito ahogado.
-Ozai...-La suave voz de Ursa lo hizo voltear. Él tenía un semblante sorprendido mientras que esta lo miraba preocupada.
-Yo...Ursa ¿Qué haces aquí?-Cuestiono Ozai intentando regresar a su comportamiento habitual, pero inmediatamente esas palabras abandonaron sus labios se reprocho, aquella había sido una pregunta estúpida ese era su cuarto también. Bufó con irritación cubriéndose los ojos con cansancio.
-E-Escuche tu conversación con él Señor del Fuego...-Murmuro Ursa inseguramente. Él Maestro Fuego la miro un momento antes de bajar la mirada sin decir nada -¿Por que no has hecho lo que te pidió?-Pregunto la castaña.
Pues era muy consciente que desde su noche de bodas su esposo se rehusaba a tocarla en lo más mínimo e incluso a relacionarse con ella directamente, cosa que realmente la confundió en un inicio pues ambos sabían que el motivo de su matrimonio había sido justamente el de concebir hijos y estos jamás podrían existir si ellos no hacían el trabajo antes. Y luego se había enojado con él debido a la indiferencia que mostró hacia ella.
Incluso si él no disfrutaba convivir con ella no comprendía por que al menos no le exigía su deber como esposa para con su cuerpo, cualquier otro hombre en su lugar la hubiera tomado incontables veces solo por el simple hecho por ser hermosa, no era tonta sabía que su aspecto era razón suficiente para que la tomara y aun así no lo había hecho pese a tener el derecho, la obligación y la presión de hacerlo. No entendía sus razones por lo que deseaba saber.
-Un matrimonio debe ser mucho más que simple sexo-Dijo Ozai espetando la ultima palabra casi con amargura sorprendiéndola en gran manera -No deseo que te sientas obligada a estar conmigo solo por la profecía, quiero que sea por tu plena voluntad-Confeso con la vista clavada en el lujoso piso -No quiero...que dentro de diez años mires atrás y lo único que rememores es al mal y desconsiderado hombre con él que te viste obligada a casarte-Murmuro para luego alzar la mirada.
-No soy ningún violador...sino quieres estar conmigo no tienes que estar conmigo-Aseguro Ozai seriamente para sorpresa de ella -Esa es la decisión que he tomado e incluso si desata la ira de mi padre...la voy a mantener-Dijo él Príncipe decidido. Ursa bajo la mirada sintiéndose muy mala persona al haber sacado conclusiones precipitadas hacia él.
-Él...fue muy cruel contigo hoy-Murmuro la Princesa sin saber que más podía decir. Ozai la miro en silencio un momento.
-Estoy acostumbrado a su trato-Respondió él Maestro con simpleza -De niño puedo recordar peores cosas que esa-Dijo él Príncipe. La castaña lo miro con pena sospechando el maltrato emocional con el que vivía constantemente y se sintió abatida por esto.
Puede que él pudiera verse muy frío e indiferente pero era la máscara que se colocaba como Príncipe del Fuego y solamente ahora podía ver que en el fondo como todos los demás lo único que este deseaba era a alguien que lo quisiera y brindara su apoyo en momentos difíciles, algo que no parecía tener. Vacilante al principio pero muy decidida acorto la distancia entre ambos y para gran asombro del hombre lo envolvió en un abrazo consolador.
-Si sirve de algo...yo no te creo débil ni decepcionante-Dijo Ursa contra su pecho y lo sintió tensarse -Eres un gran Príncipe de la Nación del Fuego y un muy buen hombre. La familia Real tuvo mucha suerte de tener a alguien como tu, nunca pienses lo contrario-Dijo la Princesa sonriendo levemente.
Ozai se lleno de sorpresa ante sus gentiles palabras y bajando la mirada detallo los ojos luminosos de su esposa y la cariñosa sonrisa que le dirigía. Ante esta vista sintió una nueva y desconocida llama encenderse en su pecho muy diferente a todo lo que había sentido antes, esto era más...intenso haciéndolo sentir aunque extraño un agradable calor en su corazón.
-¿Debería preocuparme por lo que pueda hacer él Señor del Fuego?-Pregunto Ursa apartándose suavemente de él, sintiendo que debía ser cautelosa ante las acciones de Azulon al no cumplir con lo que suponía debían hacer.
-No te preocupes...no dejare que te haga nada-Negó Ozai lentamente. La Princesa frunció los labios insegura, no quería arriesgarse a la cólera de Azulon.
-Hay otro modo...para no angustiarnos más por él-Susurro Ursa sorprendiéndose a si misma -Podríamos hacer lo que quiere-Murmuro desviando la mirada. Sus palabras lo paralizaron, ella vio la sorpresa e incredulidad en sus pupilas ámbar pero inmediatamente rechazo la idea.
-No debes sentirte obligada ha hacer esto-Dijo Ozai seriamente -Yo me encargare de mi Padre-Aseguro él Príncipe.
Ursa se acerco a él conmovida por su preocupación viéndolo bajo un telón completamente diferente y era extraño que hace a penas algunos momentos prácticamente venía lanzando maldiciones en su contra y ahora, se encontraba alzando una mano para acariciar su mejilla y antes que él pudiera preverlo ella lo estaba besando. Fue un beso suave y tímido.
Apenas una caricia de labios pero fue más que suficiente para encender un fuego intenso en ellos. La castaña se aparto suavemente regalándole una cálida sonrisa mientras envolvía los brazos alrededor de su cuello, él la abrazo por la espalda casi de forma automática demasiado anonadado por lo ocurrido y esta vez el beso vino del Príncipe, siendo más largo y profundo que el anterior pero igualmente especial.
Con el corazón acelerado la castaña correspondió a la suave caricia en la que sus labios se acoplaban en perfecta sincronía y después de ese beso vino otro, otro y otro. Con el rostro fuertemente coloreado Ursa camino hacia atrás atrayéndolo hacia la cama donde se recostó con Ozai sobre ella, sus piernas se enredaron y sus manos comenzaron a acariciar sobre la ropa.
Toques compartidos acompañados por latidos acelerados y besos apasionados. Entonces ambos pararon separándose un breve momento, mirándose directamente a los ojos cruzando los ardientes ojos ámbar con los más cálidos dorados. El pecho de Ozai subía y bajaba con rapidez mientras la observaba yacer debajo de él.
Las mejillas de Ursa aumentaron en gran nivel su coloración al sentir la intensidad con la que la miraban sus ojos. Él extendió la mano soltando el moño de su cabello castaño provocando que este se esparciera entre las almohadas, grabando a fuego en su memoria cada perfecto centímetro que la componía.
-Eres...tan hermosa que me da miedo tocarte...-Murmuro Ozai en voz ronca, sintiéndola como una delicada flor entre sus destructivas manos. Los ojos de Ursa se abrieron con genuina sorpresa sintiendo que la pared que protegía su corazón de él se derrumbaba hasta no dejar nada.
-Mi amor..-Susurro enternecida.
El corazón de Ozai se calentó al oírla pronunciar aquellas aunque sencillas pero significativas palabras nuevamente. Y volvieron a besarse sin nada más que los detuviera, en aquel momento ya no existía para ellos Ikem, Azulon, la profecía de Roku, ni nada más que no fueran ellos, entregándose completamente el uno al otro.
