CAPÍTULO II

Draco y Hermione se casaron pocos días después y se fueron seis semanas por Italia y las islas griegas. Ni siquiera la prensa se había enterado. El día que volvieron a Inglaterra lo hicieron directamente a Malfoy Manor. Hermione no dejaba de sentir ansiedad por ese momento: enfrentar la casa que tantos malos recuerdos le traía pero ahora como la señora Malfoy.

Draco lucía emocionado. Ella pensó que para él sería muy fácil regresar a su rutina. La nerviosa era ella. La seguridad que tenía por ser su esposa se derrumbó de repente al aparecerse en las afueras de la propiedad aquel sábado a mediados de julio. No habían llegado por Red Flu porque él quería mostrarle los jardines para que se fuera habituando al que sería su hogar. Caminaron hasta la verja de hierro forjado que, ante la presencia de su dueño, pareció desaparecer. Evidentemente el contrato de unión mágica era efectivo pues ella, sin que él dijera nada, traspasó la barrera sin ningún problema.

Iban tomados de la mano caminando lentamente. Su corazón, latiendo muy rápido intuyendo que desde la casa los estarían observando, sobre todo a ella, la sangre sucia que ahora era la señora Malfoy y de pronto pensó que debió haber usado otra ropa o colores más vivos. Draco debió sentir su nerviosismo pues le dijo:

—No te preocupes si se sienten curiosos contigo. Es normal. Sólo debes ser tú misma y te tomarán cariño enseguida. De la casa no tienes que preocuparte. Danny, una semielfa, se encargará de todo. Tú déjala hacer que para eso le pago bastante bien. Que no te extrañe su comportamiento contigo. Es muy rara, pero no le hagas caso. ¿Ves esas veraneras? Cuando están en flor, forman un hermoso muro rojo.

Hermione no respondió. Le parecía increíble. Hacía seis años había sido llevada a ese lugar por los carroñeros y ahora era su casa. Llegaría a conocer cada curva, cada recodo, cada flor. Envidió la tranquilidad de Draco, su sonrisa por volver a casa.

Una suave brisa revolvió su cabello, el sol en lo alto le daba la bienvenida, los diversos aromas inundaban sus sentidos, los árboles parecían danzar movidos por el viento. Hermione embelesada observaba cada detalle que no había visto aquella primera vez, parecía estar en otro lugar muy distinto. No tenía aquel aspecto lúgubre, aunque pasando el umbral de la puerta, se sintió insignificante con su sencilla ropa muggle, escuchando el murmullo de los cuadros, que inmediatamente fueron callados por su esposo.

Al ingresar al vestíbulo de la casa, Draco pronunció dos nombres y unos elfos inmediatamente se aparecieron. Uno se dirigió a su amo para tomarle la túnica de viaje y los guantes, mientras el otro se acercó a ella por su pequeño bolso.

—Bienvenidos. Frith celebra que el señor se encuentre de vuelta en casa. Espero que el señor esté bien. Y la señora también.

—Gracias, Frith. Los dos estamos bien —Hermione se sorprendió por el trato de los elfos con Draco—. Estamos cansados, deseando tomar el té.

—Lo serviremos inmediatamente en la biblioteca.

Draco la tomó de la mano y la dirigió hacia la estancia donde los esperaba una semielfa, completamente vestida de negro, de pómulos salientes dándole un aspecto esquelético y grandes ojos hundidos que no se despegaban de Hermione. A pesar de su pequeña estatura, parecía imponer.

—Ella es Danny —dijo Draco presentándola. La aludida inclinó ligeramente su cabeza sin perder la mirada del rostro de Hermione, como si quisiera analizar cada gesto, palabra o acción. Esto incomodó a la joven.

Instantes después Danny se marchó. Inmediatamente, Hermione sintió en sus pies a Crookshanks que habiendo percibido la presencia de su ama, no había dudado en desperezarse de su lugar junto al fuego y buscar sus caricias. Hermione lo alzó y abrazó con ternura y luego lo acercó a Draco, diciéndole con voz aniñada que debía quererlo mucho porque ahora también era su amo. Draco, algo temeroso y no muy acostumbrados a las mascotas, lo acarició ligeramente detrás de las orejas.

Hermione recorrió la habitación con sus altas paredes cubiertas de libros hasta el techo, cómodos sillones al calor de la chimenea y anchos ventanales desde los que se veía el bosque a lo lejos. Draco le explicó que más allá estaba el lago, visible sólo en el último piso de la mansión. El ambiente era tranquilo y acogedor y Hermione amó la habitación de inmediato.

Minutos después apareció una mesa con el servicio completo de té y, mientras Hermione se servía, Draco hojeaba con ceño fruncido unos documentos que probablemente debía revisar de vuelta a casa. Ella no conocía nada de su vida en Malfoy Manor pues no había hecho preguntas al respecto, disfrutando únicamente del presente, de su luna de miel por Italia y el crucero por varias islas del Mediterráneo. Las últimas semanas había olvidado que de nuevo debían retomar la rutina de sus vidas.

Pasado una hora en la que Hermione se había entretenido recorriendo la biblioteca, sintiendo el usual aroma de los libros antiguos, Frith apareció en la habitación y viendo que ya habían comido, con un chasquido desapareció el servicio de té.

—Señora, Danny pregunta si desea ver sus habitaciones.

—¿Qué tal quedaron las mejoras? —preguntó Draco.

—Creo que el señor estará complacido con el resultado.

—¿Hiciste cambios? —inquirió Hermione.

—En las habitaciones del este; pedí que pintaran y redecoraran esa parte de la casa pues siempre me gustó más. Esa ala era antiguamente destinada a los invitados pero ahora será la nuestra; es mucho más alegre y tiene una hermosa vista de los rosales que a mi madre tanto le gustaban y a parte del bosque. Ve con Danny. Es una buena oportunidad para que se conozcan mejor. Yo terminaré de revisar estos documentos.

Hermione se sintió algo nerviosa cuando regresó al vestíbulo; hubiera preferido esperar a Draco y haber visto juntos las habitaciones. No le había gustado Danny, que ya la esperaba con mirada fría en el descanso de la escalera. Hermione subió los anchos escalones hasta ella.

—¿La he hecho esperar?

—Estoy aquí para esperarla y cumplir las órdenes de la señora —respondió con frialdad.

Y dando media vuelta, empezó a andar por diferentes pasillos que perdieron a la bruja, hasta que llegaron al fin a una puerta la cual abrió y haciéndose a un lado, dejó entrar a Hermione. Una hermosa y gran habitación lujosamente decorada con muebles nuevos y modernos en tonos arena las esperaban. Hermione se dirigió hacia los ventanales y apreció los jardines.

—Desde aquí no se ve el lago —comentó algo desilusionada.

—No señora, no desde esta parte de la casa.

A Hermione no le pasó inadvertido el énfasis que Danny había hecho en la última frase, como si quisiera insinuar que esa habitación era inferior a otras de la mansión.

—Es una pena... Pero ¡me encanta! Tengo entendido que ha sido redecorada.

—El señor dio órdenes de prepararlas precisamente para usted. Antes eran utilizadas sólo por huéspedes.

—¿Entonces no era este su dormitorio?

—No señora; el señor nunca ha usado estos aposentos.

Hermione desconocía esa información y pasando su mirada por la estancia, se dio cuenta que habían deshecho sus baúles.

—Una de las elfinas ha acomodado las pertenencias de la señora en lo que llega la suya.

—Yo... no tengo una elfina —dijo Hermione con turbación, preguntándose cuántas criaturas habría en esa casa—. Puedo encargarme de mis cosas perfectamente. Estoy en contra de la esclavitud.

—La señora debe saber que las señoras de su posición acostumbran tener una para su servicio personal —Hermione percibió la crítica—. Además, cada elfo de esta casa recibe un salario desde hace varios años por órdenes del Ministerio de Magia—. Hermione se regañó por su estupidez. Por supuesto que así era. Ella misma había propuesto la Ley de protección de los derechos de los no humanos mientras estuvo en el Departamento de regulación y control de criaturas mágicas.

—Supongo que en esta casa habrá alguna que me pueda servir o si no, por favor, contrate una —propuso algo turbada.

Luego de una pausa en la que Hermione se preguntaba porque la semielfa no se iba sino que permanecía rígida sin despegar sus ojos de ella, le preguntó:

—¿Lleva muchos años en Malfoy Manor?

—No tantos como Frith, que atendía al señor Lucius desde joven. Yo vine cuando se casó la difunta señora —repuso con voz apagada y una mirada sombría que casi rayaba en desprecio o maldad.

Hermione trató de mantener la calma; sin embargo, el ambiente se notaba diferente. Luego de una pausa se aclaró la garganta.

—Espero que lleguemos a entendernos. Creo que ya sabe que todo esto es nuevo para mí, pero sé que puedo dejar todo en sus manos. Yo no pretendo cambiar nada.

—No hay problema. Desde hace casi un año que llevo la casa yo sola, y el señor no ha tenido queja alguna. En tiempos de la difunta señora era distinto pues a ella le gustaba supervisar todo minuciosamente.

Nuevamente aquella impresión de que sus palabras querían decir algo más.

—Yo prefiero dejar que siga encargándose de todo —repitió.

—¿Desea la señora algo más? —dijo pasando una mirada por la estancia.

—No. Todo está perfectamente.

—Me he limitado a seguir las indicaciones del señor. Espero que todo sea del agrado de él. Estas habitaciones son más pequeñas que las del ala oeste, y puede que él extrañe el espacio faltante. Las que usaba son dos veces más grandes y mucho más hermosas, con muebles de gran valor, una hermosa chimenea y vista al lago.

Hermione se sintió cohibida; no entendía la insistencia de Danny en dejar claro que los cuartos donde la habían instalado no eran gran cosa, muy por debajo de la excelencia de Malfoy Manor. Por suerte, escuchó los pasos de Draco acercándose, quien inmediatamente se mostró muy entusiasmado con los cambios como si de un niño se tratara. Danny, al fin, se marchó.

—Siempre me gustó esta parte de la casa. Ha quedado perfecto. ¿Te gusta? —Hermione asintió—. ¡Me encanta la vista que tiene!

Draco seguía curioseando por el dormitorio, el baño y el vestidor, yendo de un lado a otro, abriendo armarios, admirando los cuadros y otros detalles.

—¿Qué tal te fue con Danny? Si no te sintieras bien con ella, le podemos decir que se vaya, pero es buena trabajadora; te quitaría el peso de llevar la casa.

—Supongo que nos llevaremos bien cuando nos conozcamos mejor. Después de todo, supongo que es normal que le moleste que yo haya venido.

—¿Y por qué le iba a molestar? —preguntó Draco frunciendo el ceño.

Por alguna razón, Hermione sintió que había hablado de más y quiso arreglarlo.

—Supongo que es más fácil atender a un hombre solo y… —titubeó— quizá creyó que yo vendría a cambiar todo.

—No tiene por qué importarle, para eso le pago —y tomándola de la mano, le dijo algo más tranquilo—. No hablemos de ella, la verdad es que me interesa muy poco. ¡Ven, te voy a dar un tour por la casa!

El resto de la tarde pasó como en los días en los que sólo habían sido ellos dos. Tampoco volvieron a ver a la semielfa y cenaron tranquilamente, recordando algún momento de los sitios que habían visitado y después volvieron a la biblioteca donde él, instintivamente, se dirigió a uno de los sillones. Sentados uno junto al otro, Draco tomó El Profeta, cómodamente reanudando su vida en la casa. Acariciando a Crookshanks, de pronto a Hermione se le ocurrió que ella no era la primera que se había sentado en aquel sillón. Pansy la había precedido, había dejado su huella en aquellos almohadones, había usado aquella vajilla en la que había tomado té; y sin poder evitarlo, un escalofrío recorrió su espalda.

~ oOo ~

Aquella primera mañana, Hermione se había levantado tarde y para su pesar, se encontró con que Draco estaba terminando su desayuno alegando tener que ocuparse de muchos pendientes.

—Tía Andrómeda me ha enviado una lechuza. Nos visitará hoy; está ansiosa por saludarte. También vendrá Theo.

—¿Theodore Nott?

—Sí; es mi socio. Sé que es domingo, pero debido a mi ausencia, debemos revisar unos contratos. Espero que no te moleste que te deje sola en tu primer día en casa.

—Tranquilo. Buscaré en qué entretenerme.

—Perfecto, estaré acá para el almuerzo —y tomando sus cosas, besó su cabeza y salió del comedor.

Hermione desayunó y después se dirigió a la biblioteca encontrándola fría. Se regañó por haber olvidado la varita en su dormitorio en las carreras de la mañana al despertarse y no ver a Draco a su lado, y se encontró con la incógnita de qué hacer. No se le ocurrió más que llamar a Frith, que inmediatamente apareció frente a ella.

—¿Quería algo la señora?

—Sí, he olvidado mi varita y quería encender la chimenea pues siento muy fría la habitación.

—El fuego en la biblioteca se enciende hasta en la tarde, señora. La difunta señora usaba el estudio por las mañanas. Ahí hay un buen fuego. Pero si la señora desea tener fuego acá… —iba a chasquear los dedos pero ella lo interrumpió.

—Oh no. Iré al estudio. Gracias, Frith.

—La señora encontrará ahí pergamino, plumas y tinta. Sólo tiene que llamar a Frith cuando estén listas las cartas y Frith las llevará a la lechucería.

Hermione asintió pero luego se cohibió al salir de la biblioteca pues desconocía hacia dónde debía dirigirse para llegar al estudio. No entendía porque todo aquello la hacía sentir tonta, ella, que por lo general era muy segura de sí misma. El elfo pareció notar la situación y la guió por los pasillos hasta dar con el estudio. Este tenía una agradable temperatura y tumbado junto al fuego divisó a Crookshanks, que parecía completamente amoldado a su nueva vida. Probablemente algún elfo lo había llevado a esa habitación decorada exclusivamente para ser usada por una mujer. Tonos pastel en las paredes, cada mueble y ornamento en armonía Eran notorios los pequeños arreglos florales de pensamientos violetas colocados estratégicamente en toda la estancia. No los había visto en otra parte de la casa y se preguntó si eso tendría algún propósito en especial. En el escritorio, se encontró con varias carpetas y pergaminos escritos con una letra pequeña y ordenada. Luego encontró un diario en cuya portada se leía "Invitados a Malfoy Manor" dividido en semanas y meses, donde se había anotado todos los visitantes que habían estado en la casa, la habitación que habían ocupado, lo que habían comido en cada tiempo y las actividades con las que se les había entretenido. Asimismo, encontró varios documentos firmados elegantemente como Pansy Malfoy con la P y la M en caligrafía muy elaborada dominando a las letras que le seguían. Por un momento, Hermione se sintió como si estuviera cometiendo una lamentable indiscreción, como si en cualquier momento fuera a ser descubierta por la señora de la casa.

De repente, una elfina de grandes ojos color miel vestida de rosado se apareció frente a ella, provocando que el corazón de Hermione diera un vuelco, como si la hubieran encontrado curioseando entre lo que no tenía derecho siquiera a tocar.

—Señora Malfoy.

—La señora Malfoy murió el año pasado —respondió Hermione de forma apresurada aunque inmediatamente se sonrojó al percatarse de la torpeza que había cometido.

—Señora Malfoy, Glondy lamenta haberla asustado. Glondy ha sido contratada por Danny para ponerse a su disposición como su elfina personal. Glondy no deseaba molestar. Es la primera vez de Glondy en esta casa y está feliz de poder ayudarla.

—Gracias, Glondy. Me he asustado y no me di cuenta de lo que decía.

—Glondy desea saber si la señora necesita algo en este momento.

—No, todo está bien. Gracias.

—La señora sólo debe llamar a Glondy e inmediatamente Glondy acudirá.

La elfina sonrió y con una ligera inclinación, desapareció. Seguidamente, escuchó unos golpecitos en la puerta para después ver aparecer en el umbral a Danny.

—Buenos días, señora. Deseaba saber si leyó el menú que he dispuesto para el almuerzo de hoy.

—Me parece perfecto, no es necesario que me consulte —dijo con turbación preguntándose dónde estaría el menú.

—Preferiría que la señora lo vea. Está dentro de la carpeta "Menú".

Algo azorada, buscó entre las carpetas que ella había movido minutos antes hasta que dio con la que mencionaba la semielfa. "Cordero aderezado con zanahoria y hongos, puré de papa, pavo asado en salsa, mousse de fresa".

—Está perfecto —repitió Hermione.

—Si la señora desea cambiar algo, ruego me lo diga para dar las órdenes oportunas. Además necesito que me diga cuál salsa prefiere para el pavo asado. Mi difunta señora se fijaba mucho en las salsas y tenía orden de siempre consultarla.

Hermione se fijó nuevamente en el pergamino y titubeó.

—Pues... la verdad... no sé... creo que es mejor que usted elija la de siempre; es decir, la que crea que le hubiera gustado a su señora.

—¿La señora no prefiere alguna en particular?

—No.

—Me parece que mi señora hubiera elegido una salsa de vino blanco con naranja.

—Pues esa entonces.

—Perdone la señora si la he interrumpido mientras escribía.

Hermione aclaró que no había interrumpido nada y Danny le dijo que si necesitaba enviar alguna carta nada más tenía que llamar a Glondy, quien la llevaría a la lechucería. Luego se marchó. Al quedar nuevamente sola, Hermione imaginó que quien solía sentarse allí escribiría en sus diarios sin perder el tiempo como lo había hecho ella, dando instrucciones para el día a través de los elfos, escribiendo varias cartas o tachando algo del menú que no le pareciera. Definitivamente todo eso era algo nuevo para ella.

Decidiendo despejarse después del incómodo momento que acababa de vivir, pensó en regresar a su cuarto, pero sin darse cuenta se desvió y se encontró frente a un largo corredor y otras escaleras que no había visto antes. Todo estaba en penumbra y en silencio como si la casa estuviera vacía. Abrió al azar una puerta y encontró un cuarto en total oscuridad y olor a moho y muebles cubiertos con fundas. Cerró la puerta y repitió la acción con varias habitaciones más, pero todas estaban cerradas y nuevamente se regañó por haber olvidado su varita. Siguió caminando hasta que dio con una gran ventana desde donde se apreciaba, al fondo, el lago y diferentes gazebos más allá de un bosquecillo. Comprendió que se hallaba en el ala oeste de la casa. Se dispuso a volver cuando una puerta detrás de ella se abrió y en el umbral estaba Danny viéndola con severidad, como siempre.

—Me perdí —se excusó Hermione como si la hubieran descubierto haciendo algo reprochable.

—La señora se encuentra en el lado opuesto de la casa.

—Sí, me he dado cuenta.

—¿Ha entrado la señora en alguna habitación?

—No; sólo abrí una. Las otras estaban cerradas. Supongo que usted prefiere tenerlas así.

—Si la señora desea que se abran estos aposentos se hará de inmediato. Sólo debe dar la orden. Están amuebladas completamente y pueden utilizarse.

—No, no es necesario —dijo Hermione poniéndose en camino hacia la escalera.

—Cuando la señora lo desee puedo mostrarle esta parte de la casa —Hermione negó—. Los elfos las tendrían presentables como cuando se vivía en ellas —insistió con un interés que no pasó desapercibido.

Al llegar a otro corredor, Danny le mostró la dirección a seguir y avanzaron hasta que a la distancia se escuchaba el rumor de conversaciones en el estudio.

—Las visitas de los señores han llegado.

Hermione asintió y entró a la habitación.

—¡Hermione, me alegro que aparecieras! —le dijo Draco con entusiasmo. Andrómeda inmediatamente se levantó y corrió a abrazar a la joven seguida de Teddy, quien parecía estar muy feliz de ver a la amiga de su padrino.

—¡Qué linda estás! —le dijo Andrómeda con efusividad—. Te ha sentado el matrimonio. Qué buen color tienen los dos —Hermione se sonrojó.

—Hicimos un crucero por el Mediterráneo y tomamos mucho sol —aclaró.

—¿Recuerdas a Theodore Nott? —preguntó Draco a tiempo que un elegante mago de cabello oscuro, ojos de un azul profundo, piel clara y casi tan alto como Draco pero con cuerpo algo más trabajado se acercó.

Hermione recordaba a un muchacho desgarbado que pasaba inadvertido, pero el tiempo transcurrido desde la última vez que lo había visto en Hogwarts había favorecido muchísimo al muchacho. Theo le sonreía amistosamente.

—Tenía que agradecerte personalmente el que le hayas quitado la cara de pesadumbre a Draco —le dijo en un tono de lo más jovial—. Hace seis meses creíamos que íbamos a tener que llevarlo a San Mungo. Parecía bastante enfermo.

—¡Qué estupidez! Yo no estaba enfermo —dijo Draco con brusquedad.

—Yo también lo había notado —comentó Andrómeda.

—Pareces otro —se atrevió a decir Teddy dando saltitos alrededor de su primo, a quien parecía tenerle mucho cariño.

—Me alegro que se haya ido de viaje y te haya encontrado —continuó Theo aún sonriendo. Hermione se extrañó por las palabras de un antiguo defensor de la pureza de sangre.

El rostro de Draco se había vuelto inexpresivo, evidentemente molesto por el rumbo que había tomado la conversación con respecto a su salud y Hermione se preguntó por qué le molestaría tanto el tema. Gracias a Merlín, Frith salvó el momento apareciendo para anunciar que la mesa estaba servida y eso relajó el momento. Andrómeda se adelantó con Hermione.

—Me alegro mucho de verte. Y de verdad te agradecemos por el aspecto que tiene Draco. Prácticamente soy su único familiar y estaba realmente preocupada por él hace unos meses; pero claro, era normal por todo lo que ya sabes que ocurrió el año pasado —Hermione se pensó que en realidad, a no ser por lo poco que había leído en las revistas rosa, no conocía ni un solo detalle de lo ocurrido. Draco se callaba esas cosas y ella jamás preguntaba—. Es una suerte que no te guste volar —comentó Andrómeda como si su miedo a las alturas fuera un gran alivio—. Espero que contigo pronto olvide esa terrible situación.

Durante la comida, Andrómeda comentó que había ido a visitar a Narcissa días atrás y que esperaba que fueran pronto a verla. Después de comer, Draco, quien se notaba algo cansado, sugirió que Hermione saliera a los jardines con su tía mientras él revisaba los documentos con Theodore. Crookshanks las siguió y Teddy se entretuvo con él. Mirando hacia la casa mientras caminaban, Andrómeda preguntó:

—¿Están usando las habitaciones del ala oeste?

—No... las del este. Parece que Draco las prefiere —Andrómeda no dijo nada.

—¿Qué tal te fue con Danny? —preguntó de repente. Hermione se agachó para acariciar al gato sin saber qué responder—. Ella no es fácil pero no debes temerle. ¿Al menos ha sido amable contigo?

—No sabría decirte... es algo rara.

—Trata de evitarla. Deja que se acostumbre a la idea. Debe tener unos celos tremendos.

—¿Celos? No parece que Draco le tenga cariño.

—No, no es por Draco. A él, evidentemente le tiene respeto pero... ¿Es que acaso no lo sabes? —Andrómeda frunció el ceño; Hermione negó—. Draco debió decírtelo. Adoraba a Pansy. Era su niñera.

—¡Ahora comprendo…!

El silencio se hizo entre ellas hasta que pocos minutos después llegaron Theodore y Draco. Andrómeda se puso a hablar con su sobrino y Theo aprovechó para acercarse.

—¿Te gusta Malfoy Manor? Espero que sí porque Draco la adora. Por eso se le dio tanto cuando fue invadida por mortífagos. Me contó que estabas de vacaciones cuando se encontraron. En realidad, fue una sorpresa para todos. Deseo que sean felices —se estaban acercando a la fuente.

—Gracias, Theo.

—Sé que tendrás algún recelo por el pasado... Ya sabes... Slytherin, pureza de sangre y todo aquello, pero soy sincero al decirte que para mí nada de eso es relevante ahora, mucho menos contigo, la responsable del cambio tan positivo que ha tenido Draco. Él es como un hermano para mí y estuve realmente preocupado por la terrible temporada que pasó. Verlo tan diferente y tranquilo nos alegra a todos. Se siente la diferencia en el ambiente, en todo sentido —comentó Theo examinando su aspecto.

Hermione se preguntó qué querría decir con eso. Teddy dio un sonoro bostezo y Andrómeda dijo que mejor se marchaba, así que todos se dirigieron a la chimenea del vestíbulo. Cuando todos se fueron por Red Flu, Draco sugirió dar un paseo hasta el invernadero y el lago.

—¿De qué has hablado con Theo?

—Me ha dicho que está muy contento de verte tranquilo y que se nota el ambiente diferente.

—Theo a veces dice mucha tontería —dijo frunciendo el ceño—. A lo mejor se extrañó de que no aparecieras con una elegante túnica para atenderlos. No le hagas caso.

Hermione reparó en su vestimenta de ese día. En realidad había tomado del vestidor algo sencillo sin saber que ese día tendrían visitas. Recordó el aspecto siempre impecable de Narcissa y supuso que había estado mal que ella no se cambiará para el almuerzo. Draco vestía siempre sus elegantes trajes hechos a la medida, pero ella no tenía el aspecto de ser la señora de Malfoy Manor. ¿Sería eso lo que Theo había querido decir con diferente? Para rematar, ese día había olvidado la varita en la habitación pues podría haber transfigurado la sencilla blusa de seda y el pantalón en algo más formal, pero Draco no lo había sugerido. Incluso Andrómeda había estado mejor presentada que ella. Pero Hermione no estaba familiarizada con las costumbres de la aristocracia y su única experiencia con familias de sangre pura eran los Weasley y en La Madriguera todo era siempre mucho más sencillo.

Habían salido de los alrededores de la propiedad y empezaron a caminar por uno de los bosquecillos por lo que iban pisando ramitas y hojas secas. Luego pasaron por un claro dónde se encontraba un invernadero que a Hermione le recordó mucho sus clases de herbología y se entretuvo viendo hierbas mágicas, fertilizantes, guantes, orejeras. entre otros. Posteriormente empezaron a descender por una zona algo más quebrada pero siempre encontrando diferentes tipos de arbustos, flores y árboles frutales que emitían sus fragancias y llenaban los sentidos. Más allá se divisaba un riachuelo. El trinar de los pájaros ponía música al ambiente y ellos siguieron descendiendo. Draco lucía más animado, como en sus días de luna de miel y describía con pasión cada detalle.

Entonces habían llegado hasta el lago. Era más grande de lo que había supuesto y estaba encantada con el paisaje. Jamás hubiera podido imaginar que fuera así de hermoso. Varios gazebos de diferentes tamaños hechos de hormigón, algunos con rosas de diferentes colores cubriéndolos rodeaban el lago. Los pavos reales albinos se divisaban entre la naturaleza y Crookshanks los había seguido para después jugar a atrapar mariposas. De repente, Hermione lo perdió de vista. Empezó a llamarlo y a lo lejos lo escuchó maullar.

—Iré a buscarlo.

—Déjalo, ya encontrará el camino de regreso.

—¿Y si cae al lago?

—No lo creo —respondió Draco con evidente mal humor. Hermione empezó a adentrarse en lo espeso del bosque—. ¡Ven aquí! No es necesario ir por él. Ya regresará. No quiero ir por ahí. ¡Hermione! ¡Ven!

—Pobrecito, puede pasarle algo —a lo lejos se escuchaban los maullidos que respondían a los llamados de la joven.

—¡No le pasará nada! —dijo aún más molesto.

—¡Iré a buscarlo! —insistió con desesperación—. Es la primera vez que está en este lugar y no conoce; no lo voy a abandonar.

El bosque se espesaba un poco más en esa zona y debía agacharse, por lo que no podía ver bien si había un sendero, pues todo estaba cubierto de musgo y raíces, un paisaje muy distinto al que habían pasado. De pronto, el camino se ensanchó y Hermione pudo ver un hermoso puente de piedra en forma de arco atravesando el lago y al otro lado, una especie de glorieta de gran tamaño construida en hierro forjado y vidrio. Mucho más atrás, divisó un pequeño campo de Quidditch.

Crookshanks había cruzado el puente y seguía explorando ignorando su llamado, así que se acercó a la estructura con curiosidad. Se veía que no había sido usada en mucho tiempo pues en su interior había muebles que en algún momento habían sido de la mejor calidad pero que ahora estaban en franco deterioro. Intentó abrir la puerta pensando que estaría cerrada pero se asombró al encontrarla abierta, así que entró sigilosamente y dio una vuelta por el lugar, sintiendo un fuerte olor a humedad. El menaje incluía un juego de comedor de seis sillas con varias botellas de alcohol vacías sobre la mesa, tres sillones de jardín de dos plazas, un camastro con sus almohadones y una vajilla de porcelana. Además, había periódicos desperdigados por aquí y allá, y escobas de vuelo cubiertas de telas de araña. Vio con pesar que el moho y polvo cubrían completamente los muebles y habían manchado las bonitas telas. A Hermione le extrañó que siendo todo tan impecable en la casa, los elfos tuvieran ese lugar en ese estado de abandono. No se sentía cómoda ahí así ya algo molesta por la majadería de Crookshanks, se concentró en su mascota deseando regresar a la casa pues empezaba a oscurecer y a refrescar la tarde.

Con el gato en sus brazos, cruzó el puente y mucho más adelante, desde donde no se divisaba la glorieta, la esperaba Draco con rostro inexpresivo y las manos en los bolsillos del pantalón.

—Lo siento, pero Crookshanks no me hacía caso.

Draco emprendió el regreso caminando de prisa, provocando que Hermione tuviera casi que correr.

—Qué lástima que la glorieta esté abandonada.

—¿Llegaste hasta ahí?

—Sí. Está todo lleno de polvo y moho. Es una pena que esos hermosos tapices...

—¿Entraste? —la interrumpió con aún más sequedad.

—Sí —titubeó—, pensé que estaría cerrada con llave pero no.

—¿Y para qué?

—Curiosidad, supongo —dijo Hermione sofocada pues no estaba acostumbrada al esfuerzo físico. Al bajar no había notado que el terreno fuera tan quebrado. Draco seguía avanzando rápidamente y le llevaba bastantes metros de distancia.

—No te quedes atrás —le gritó—, no vaya a ser que también te pierdas en el bosquecillo.

—Es que vas muy rápido —se quejó—, no puedo seguirte el ritmo.

—Si me hubieras hecho caso en vez de irte por el gato, ya estaríamos en casa. Crookshanks hubiera encontrado perfectamente cómo volver. No comprendo para qué has tenido que salir tras él.

—Creí que podría pasarle algo…

—Es una criatura mágica, Hermione. Saben defenderse de los peligros o lo que creas que pudo haberle pasado. En cambio, ahora te quejas porque estás cansada.

—No me quejo. Simplemente me cuesta seguirte los pasos porque vas muy rápido. Además, creí que me seguirías cuando fui a buscarlo. Pero no lo hiciste y ahora tienes una excusa.

—¿Excusa para qué?

—¡Olvídalo!

—Nada de eso, Hermione. Quiero saber a qué viene esto —se había detenido y ella al fin lo había alcanzado.

—Evidentemente no deseabas ir a esa zona del bosque.

—Y… ¿por qué crees que no quería?

—Pero, Draco... ¿cómo lo voy a saber? Simplemente, se veía en tu cara.

—Pues, ¡es verdad! No quiero ir a ese lugar, a esa maldita glorieta. Y si tuvieras los recuerdos que tengo yo, tampoco querrías ir ni oír hablar de ella. Espero que ahora esté satisfecha tu curiosidad.

Según hablaba, Draco se había puesto aún más pálido y en sus ojos grises, ahora tristes y angustiados, pudo ver la desolación que algunas veces le vio en Montecarlo. Hermione le tomó una mano, pero él la quitó con brusquedad.

—Draco, por favor, no me gusta verte así. Olvidemos lo que pasó. Estamos discutiendo por algo sin sentido.

—No debimos haber venido a Malfoy Manor. Es muy pronto todavía...

Draco continuó caminando, apartando ramas con violencia y dando grandes pasos hasta llegar a la casa. Frith se apareció anunciando que el té estaba servido por lo que se dirigieron hacia la biblioteca, donde Draco se sentó con rostro inexpresivo. Hermione supo que se había escudado en la oclumancia para que ella no percibiera sus emociones. Al cabo de un buen rato, se acercó a él y tomando su rostro con las dos manos, pudo ver que bajaba las defensas y en su lugar aparecían unos ojos tristes y cansados.

—Draco, no quiero que estés molesto conmigo.

—No lo estoy.

—Sí lo estás, porque he abierto una herida y estás sufriendo, y no puedo soportarlo. Te amo mucho, y no puedo verte así.

—¿De verdad me amas tanto? —le dijo con la duda en su mirada, con el aspecto de un niño indefenso, y Hermione percibió que parecía como si quisiera decirle algo, pero en vez de hablar, la acercó a su pecho y la abrazó con fuerza.

—Perdóname por haberme puesto así… La visita de mi tía y sus comentarios por mi salud me pusieron los nervios de punta… No debí desquitarme contigo...

La besó en la frente y luego le sonrió y fue así como terminó el incidente.