¡Buenas! Qué puedo decir, ¡muchas gracias por el apoyo!...igual lo sospechaba, si son todos unos inmundos aca (?)
Si, si...a mi también me da pena Nanami, pero sinceramente aparte de con Gojo no puedo shippear a Yuuji con nadie más, so...le tocó la mala parte, pobre. AL MENOS ESTÁ VIVO (?)
Sin más, les dejo la segunda parte:)
Yuuji observó con cierta ansiedad como el aliento que acababa de exhalar formaba una nube densa de vapor cálido delante de sus ojos; apenas había podido distinguirlo en medio del paisaje inmaculado que se presentaba frente a él: todas las inmediaciones que pertenecían al territorio en donde su clan estaba asentado estaba cubierto de nieve. En el suelo, cubriendo el césped y borrando los caminos y senderos que acostumbraban a recorrer para no perderse; los troncos de los árboles y sus ramas, convirtiéndose en esqueletos blancos sin hojas, sin flores, sin frutas; el lago y el arroyo congelados, volviéndose una capa de hielo en apariencia fuerte pero que al mismo tiempo se veía sospechosamente frágil como para atravesarla a pie.
Y el cielo, sobre todo el cielo. Yuuji elevó la mirada hacia las nubes grises que anunciaban una nueva nevada acercándose. Tenía frío pero no estaba congelando como Megumi, a su lado, y no era una cuestión de que él llevase mejor abrigo ni porque tuviese mayor resistencia a las inclemencias climáticas de aquella época del año que les tocaba atravesar.
Sino porque, a diferencia del Omega que lo acompañaba en aquella pequeña expedición en busca de algunas hierbas medicinales que ya se habían terminado y que sabían aún crecían en aquella zona a pesar de las heladas...a él lo esperaba algo más que una planta marchita allí afuera, lejos del refugio de las mantas, de las pieles, de las fogatas crepitantes y la comida caliente.
Y sólo la anticipación y la expectativa le hacían correr la sangre más velozmente de lo normal, calentando cada poro de su piel, erizando cada vello de su cuerpo en respuesta a la ansiedad creciente que sentía. Volvió a mirar el cielo nublado; era ya tarde para ser invierno y ambos se habían arriesgado a aquella salida sólo para que Megumi no tuviese que soportar al estúpido de su hermano tosiendo toda la noche otra vez sólo por estar siempre afuera en las tormentas y sin el abrigo suficiente. Pronto, el sol volvería a caer entre aquel nubarrón denso y la noche larga y aún más fría caería nuevamente…
...y mientras Megumi silbaba a unos metros de distancia ya perdido entre los arbustos para anunciarle que había hallado lo que buscaban, Yuuji se descubrió a sí mismo lejos del bosque nevado, muy lejos de su propia morada y de su propio lecho. Caminando hacia el Omega mientras sus pies enfundados en cuero y piel se hundían en la nieve, se aventuró a pensar qué sería dormir al menos una noche...sólo una noche con él.
— ¿Yuuji?¿Te sientes bien? No me digas que tú también te estás por enfermar.— la voz de Megumi lo sacó de su ensoñación rápidamente al tiempo que se agachaba a su lado evaluando el estado de las plantas que el otro había desenterrado de la nieve.
— ¿Por qué lo dices? No estoy enfermo.
— Estabas temblando y tu rostro estaba demasiado sonrojado para deberse sólo al frío.
Yuuji esquivó la mirada y las palabras de Megumi al menos por unos segundos fingiendo demencia y concentración absoluta en aquella rama marchita pero útil aún; al cabo de unos segundos suspiró, reprendiéndose mentalmente por su propia debilidad.
— Quizás esté levantando un poquito de fiebre. ¡Pero no es nada grave, no te preocupes!
— Por favor. Me sorprende que Nanami te haya permitido salir así. Deberíamos entonces buscar más de…
— ¿Qué están haciendo a estas horas aquí afuera con semejante tormenta acercándose?
Ambos saltaron en sus sitios al oír la reprimenda dicha con voz grave, autoritaria. Megumi volteó y jadeó casi ahogándose en el proceso, pero Yuuji no sólo no necesitaba hacerlo porque ya había reconocido la voz, sino porque el aroma intenso del Alfa ya lo cubría todo en escasos segundos; de nuevo, su corazón comenzó a latir velozmente y sus mejillas se sintieron tibias otra vez al tiempo que ambos se incorporaban y Yuuji volteaba hacia Gojo. El líder del clan los observaba con cierto aire de superioridad y fastidio que al Omega no le pasó desapercibido y por un momento temió que su enfado fuese real.
Porque, después de todo, había sido él mismo quien le había pedido a Yuuji que saliese aquel día, a aquella hora y en aquel lugar.
Megumi alternó la mirada entre Gojo y Yuuji y éste último vio crecer su nerviosismo conforme los segundos pasaban y ninguno de los dos respondía; justo cuando el Omega suspiró e fingió el esfuerzo de dar la cara por ambos, una brisa helada acarició la piel de su rostro, despeinando sus cabellos y los de Gojo en el proceso. Ahora que se había quedado observándolo como un tonto, podía afirmar que el Alfa se había acercado a ellos sin que ninguno de los dos se percatara y cierto miedo atenazó su garganta cuando se dio cuenta de lo bien que las pieles blancas que llevaba puestas, su piel clara y el cabello albino se camuflaban en aquel sitio cubierto de nieve...si se hubiera tratado de algún enemigo, ninguno de los dos hubiese tenido ni siquiera la chance de descubrirlo antes de que los atrapara.
Lo único que lo hubiese delatado de no haber sido cuidadoso, era aquella venda oscura y molesta sobre sus ojos.
— ¿Y bien?
— Ah…— Yuuji carraspeó, el nerviosismo de su pensamiento anterior aún instalado en su mente.— Se habían acabado algunas hierbas y...tuvimos que salir forzosamente, sí.
— ¿Hierbas?¿Para quién?
Yuuji entrecerró los ojos y por un momento el fastidio se le notó en el rostro al notar el tono receloso en la voz de Gojo.
— Para mi hermano, Megumi lo está cuidando.
La atención del Alfa se desvió de Yuuji a Megumi y ahora era éste quien observaba al líder de la manada con cierto fastidio aunque aún con cautela. No habían estado haciendo nada malo, después de todo; ninguno de los dos había traspasado los límites del territorio y que Yuuji supiera, tampoco existía un horario de salida, siempre y cuando aún fuese de día. La tensión creció entre ellos al igual que la brisa que ya se había convertido en viento, la nieve comenzando a caer de la copa de los árboles cuando las ramas crujían amenazantes.
— Para tu hermano.—de repente, Yuuji notó como a través de la venda las cejas de Gojo se arqueaban, la sonrisa comenzando a dibujarse en su rostro.— No pensé que esa bestia podía enfermarse.
Yuuji suspiró y Megumi resopló ante el comentario. Ellos tampoco lo habían sabido hasta hacía dos noches atrás.
— Lo cierto es que es intolerable, ya...bueno, ya lo conoces….
A medida que Gojo comenzó a caminar a paso lento hacia ellos Yuuji fue perdiendo seguridad en sus palabras, no porque le temiese sino porque su cerebro parecía solo enfocarse en la sonrisa socarrona que iba incrementándose a medida que a él le fallaba el habla. Al final, Gojo se detuvo tan cerca de ambos que aquello en otro tipo de circunstancias y tratándose de otra persona podría haberse considerado una violación al espacio personal de ambos; inclinando el torso hacia delante, detuvo su rostro a la misma altura que ellos, sus labios dibujando palabras en la brisa que ya había descendido aún más la temperatura.
— Volvamos.
— Pero…
Megumi detuvo su réplica en el momento en el que Gojo ladeó el rostro en su dirección. Yuuji observó curioso la escena, sorprendido por el respeto que su amigo parecía tenerle. O el miedo, no sabía cuál de los dos sentimientos reinaba en la mirada dubitativa del otro.
— ¿Qué acabo de decir?.— de nuevo, aquel tono melifluo cargado de advertencia, sobre todo porque la sonrisa no abandonaba sus labios.
— Yuuji está comenzando a enfermarse, la medicina no alcanzará sino buscamos más hierbas.
Mierda.
Megumi había soltado aquello a una velocidad increíble sin respirar entre ninguna de las palabras; mientras la frase cobraba sentido en sus cerebros, la sonrisa temblequeó en las comisuras de los labios del Alfa al tiempo que giraba el rostro hacia él.
— ¿Es eso cierto?
— Es sólo un poco de fiebre, no es para tanto.— Megumi bufó y Yuuji le hizo mala cara, ambos desafiándose con la mirada.
— Mmh…
Yuuji ya había sabido de antemano que Gojo no manejaba ningún tipo de límite en sus palabras, en sus actos...pero una cosa era saberlo y comprobarlo él mismo, y otra muy diferente que lo hiciese en presencia de un tercero. Intuyendo lo que iba a ocurrir, el Omega permaneció petrificado en su sitio cuando Gojo se aproximó aún más, levantando la mano y apoyando la palma sobre su frente durante algunos segundos.
— Estás hirviendo, pero eso podría deberse a que yo tengo la mano congelada. De todos modos, regresemos. Ya veremos como solucionar este inconveniente. Megumi, no discutas.
Así, el aludido tuvo que agachar la cabeza y ceder a la orden del líder de la manada. Lo cierto es que por obra del destino, casualidad o voluntad propia, Gojo había aparecido justo en el momento indicado. Se habían alejado bastante del asentamiento y, para cuando llegaron al límite donde comenzaban a levantarse sus hogares, lo que había comenzado como una brisa congelada ya se había ido transformado paulatinamente en una tormenta de nieve cada vez más copiosa y molesta. Ambos, Yuuji y Megumi, habían utilizado el torso de Gojo como una pantalla para protegerse de la ventisca, los rostros congelados y la visión bastante deplorable.
Ahora sí, todo era blanco a su alrededor, incluso el mismo aire cubierto de nieve revoloteando por el viento.
Gojo sabía perfectamente dónde estaba y hacia dónde dirigirse pese a que la visión para ellos dos era muy escasa; como Yuuji ya había sospechado desde un principio, primero se habían internado en una pendiente en bajada donde sabía vivía Ryomen junto a Megumi. Una vez Gojo terminó de nuevo su retahíla de advertencias y se hubo cerciorado que el Omega efectivamente ingresara a su hogar, Yuuji percibió una mano cálida de dedos largos entrelazándose con los suyos aún entumecidos en medio de la tormenta.
— ¿Vamos?
Apenas y había oído la pregunta entre el viento y la nieve, pero Yuuji conocía perfectamente la connotación de su tono suave, expectante. Sabía muy bien qué consecuencias podría traer si aceptaba su propuesta...y como toda respuesta, Yuuji simplemente presionó sus dedos entre los de Gojo.
Ahí fue cuando el Alfa aceleró el paso, más impelido por una necesidad instintiva y una ansiedad que Yuuji compartía que por el empeoramiento de la tormenta; con cierta pena, Yuuji comprobó cuán desesperados parecían ambos por el contacto del otro. Apenas lograron llegar a la morada del líder, la cuestión se había descontrolado a tal nivel que las pieles y el cuero que cubrían los cuerpos de ambos habían sido arrancados con rudeza y brusquedad, sus labios negándose a abandonar los del otro.
El cambio de temperatura allí dentro era fantástico y eso que Yuuji nunca llegó a tocar el lecho de Gojo; un jadeo hondo y fuerte escapó de sus labios cuando el Alfa había ingresado en su cuerpo intempestivamente, Yuuji aún de pie apenas apoyando las manos en una mesa para no perder el equilibrio cuando su cuerpo se meció a medida que las embestidas aumentaban en fuerza y rapidez; ansiando mayor profundidad, subió una pierna al mueble y Gojo captó la indirecta presionando su torso contra la madera, los gemidos placenteros y suplicantes convirtiéndose en sollozos de deleite por parte del Omega cuando el otro alcanzó aquel punto tan deseado en su interior.
Yuuji se vio repentinamente obligado a arquear el torso hacia atrás cuando Gojo tomó sus cabellos y jaló con fuerza de ellos mientras sus embestidas se convertían en golpes contra su trasero, los gemidos del Omega transformándose ya en gritos y jadeos de placer.
— Voy a acabar en tu interior y quiero que Nanami lo sepa.— el gruñido de sus palabras junto con su respiración agitada solo lograron excitar más a Yuuji, haciéndole sentir un poco culpable.— Voy a llenarte para que entienda que soy yo quien te da el placer que buscas y que seré yo quien te dé hijos. ¿Entiendes, Yuuji?
— S-Sí…
Y Gojo cumplió con su palabra; luego de varias sesiones de sexo sobre distintos muebles dentro de su hogar, finalmente habían concluido exhaustos sobre el lecho lleno de pieles del Alfa. Yuuji ahora sudaba, pero no sabía a ciencia cierta si se trataba del calor que hacía allí dentro culpa de ellos dos o realmente estaba levantando temperatura.
— Yuuji, estás ardiendo.
La voz de Gojo sonó levemente congestionada mientras las yemas de sus dedos recorrían el abdomen de Yuuji, quien en esos momentos estaba subido sobre sus caderas, montándolo mientras su propia pelvis realizaba movimientos circulares sobre el miembro del Alfa aún completamente en su interior.
— ¿Sí…?.— su pregunta salió en un suspiro suave, agitado. Un gemido lastimero escapó de su garganta cuando Gojo empujó sus caderas hacia arriba, hundiéndose más en su interior.
— Así es…¿te sientes bien?
A decir verdad, Yuuji se sentía raro...pero no en el mal sentido de la palabra. Al oír su pregunta sonrió inclinándose hacia el torso de Gojo, lamiendo la piel de su pecho y ascendiendo por su garganta; una risa apacible escapó de sus labios al oír o mejor dicho, sentir el gruñido de Gojo a través de su torso, de su garganta al tiempo que las manos de largos dedos acariciaban su espalda, el calor incrementándose en el bajo vientre de Yuuji conforme los minutos pasaban y ya había perdido la cuenta de cuantos orgasmos había gozado ya.
Enterrando sus dedos en los hombros del Alfa, Yuuji se impulsó hacia arriba mientras sus caderas hacían el resto del trabajo, bajando y subiendo sobre la pelvis ajena hasta que otro orgasmo lo alcanzó de lleno, sus uñas clavándose en la piel nívea dejando marcas rojizas, los rasguñones surcando sus hombros mientras los espasmos aún recorrían su cuerpo al completo.
Agitado e intentando recuperarse, Yuuji volvió a reír casi como si estuviese bajo los efectos del alcohol; agachándose de nuevo, buscó los labios de Gojo de forma más cariñosa, contenida; los labios del Alfa también formaban una sonrisa sobre los suyos, los suspiros entremezclándose con los sonidos guturales de su garganta cuando Gojo acabó en su interior, llenándolo como lo había prometido.
— ¿Si me siento bien? Me siento fantástico.
Respondió Yuuji al cabo de unos minutos cuando Gojo, impulsado por un deseo ardiente que los abrasaba a los dos por dentro volvió a colarse entre sus piernas y el Omega lo recibió con total entrega.
Jadeó cuando la primera penetración volvió a ser profunda, muy profunda; Yuuji se aferró a su cuello con ambos brazos y a su cintura con ambas piernas mientras sentía la respiración de Gojo sobre su oído, los dientes presionando su oreja.
Una risa suave retumbó en el pecho del Alfa mientras comenzaban nuevamente el vaivén de sus caderas. Afuera, el viento azotaba las paredes, el techo, las pieles que servían para cubrir la entrada a la morada del líder; el silbido de la tormenta competía con el crepitar de la hoguera, con sus gemidos y jadeos ya sin contención.
— Estás entrando en tu necesidad, Yuuji. Qué buen momento para estar juntos.
