2. Recuerdos.

Hay sensaciones que nunca se olvidan, como el dolor de perder a un ser querido, como la angustia de la traición, como el escalofrío rico que provoca un beso o las mariposas en el estómago del primer amor.

Tampoco se olvidan los viejos hábitos, tan arraigados ya al subconsciente que, incluso después de quince años, no son posibles de dejar atrás.

Así es como Duo lo supo. Gracias a esa sensación de picazón en la nuca que siempre le ha advertido cuando alguien está tras sus huellas; esa que nunca le ha fallado, ni siquiera en los peores momentos.

Aún así, confiado en su percepción y dispuesto a enfrentar lo que sea, se sorprende porque no había esperado que su perseguidor fuese Heero Yuy. No había esperado ver en su rostro una expresión de igual sorpresa, pero aplacada a fuerza de voluntad.

Y lo más importante: no había esperado nunca volver a encontrarse con él y recordar todos los momentos vividos en un segundo.

Sonríe condescendiente cuando baja a la niña hasta el suelo—. Ve a jugar, Innis —susurra, acariciando cariñosamente sus cabellos castaños antes de que ella parta corriendo a los columpios. Duo dedica un minuto de completo silencio en analizar el entorno y velar por la seguridad de la pequeña antes de girarse a ver a su antiguo compañero de armas.

"Y de cama", se recuerda de golpe, lo que le obliga a morderse el labio inferior para ocultar la risa vergonzosa que le provoca. Dios… necesita olvidar eso o no podrá verle a los ojos con normalidad justo ahora.

Heero sigue en pie ahí mismo, sin mover ni un músculo. Parece consternado por la situación y Duo entiende que lo de la niña, seguramente, ha sido toda una revelación.

—Hace mucho que no nos vemos, ¿verdad? Desde… ¿Marimeia? —constata Duo, sentándose en la banca e indicándole con la cabeza que se siente a su lado; él asiente—. ¿Qué ha sido de tu vida? Lo último que recuerdo es que te volviste escolta oficial de la señorita Relena. ¡Wow, qué privilegio!

—Ya no trabajo para ella —es todo lo que sale de la boca de Heero mientras acomoda un maletín sobre sus rodillas, que luce apropiado junto al traje que está usando.

Duo siente ganas de reírse porque Heero parece una estatua por lo empaquetado y firme que está. Le parece extraño verlo así, usando hasta corbata, pero también le hace recordar viejos tiempos, en que todo se resumía a un Heero –vestido horriblemente mal– silencioso y concentrado en sus cosas mientras él parloteaba hasta que era callado por sus labios resecos y brutos.

Momentos que tomaron un peso gigantesco cuando todo lo demás fue caos, sangre, bombardeos y políticas sin sentido.

Se sorprende a sí mismo sonriendo mientras mira a Heero directamente, sintiéndose afortunado de tener tan buenos recuerdos entre tanta miseria. ¿Heero se sentirá igual?

Le gustaría suponer que sí, aunque le mortifica pensar en ello cuando ve el brillo de una alianza rodeando uno de sus dedos…