No podía hacer esto.
Itachi y Izumi vivían en un condominio de lujo en el distrito Pearl. El lugar era muy extenso, ocupando la mitad de la última planta de un edificio antiguo de ladrillo color marrón. Debe haber sido surrealista para Izumi, pasar de nuestro diminuto edificio, con corrientes de aire, de pared delgada a este tipo de esplendor. Debe haber sido impresionante. El viejo edificio de apartamentos se asentaba en el borde de la ciudad, cerca de la universidad, pero Itachi y Izumi vivían justo en el punto central del muy bonito y caro distrito Pearl.
Felizmente, Izumi parecía encantada de verme. Un momento potencialmente incómodo anulado. El esposo de Izumi, la estrella de rock, alzó la barbilla en señal de saludo mientras hice lo posible por no mirarlo fijamente. Moría por pedirle que me firmara algo. Mi frente serviría.
—Sírvete algo de la cocina —dijo Izumi—. Hay un montón de bebidas y las pizzas deben estar aquí pronto.
—Gracias.
—¿Vives al lado de Ino y Shikamaru? —preguntó Itachi, hablando por primera vez. Dios mío, su pelo oscuro y cara esculpida eran impresionantes. La gente no debería ser tan codiciosa; ¿No era suficiente que fuera increíblemente talentoso?
—Sí —dije—. Solía ser vecina de Izumi y soy cliente habitual en el café de Ruby.
—Todas las mañanas sin falta —dijo Izumi con un guiño—, una dosis doble de latte desnatada con un poco de caramelo sale enseguida.
Itachi asintió y pareció relajarse. Pasó un brazo por la cintura de su esposa y ella le sonrió. El amor le sentaba bien. Esperaba que duraran.
Había amado, realmente amado a cuatro personas en toda mi vida. No todos fueron amor romántico, por supuesto. Pero les confié mi corazón a todos ellos. Tres me fallaron. Así que pensé que existía una posibilidad de un veinticinco por ciento de éxito.
Cuando Itachi e Izumi empezaron a succionarse la cara, lo tomé como señal para ir a explorar. Tomé una cerveza de la cocina (Tecnología de punta y más allá de elegante) y me enfrenté a la gran sala de estar con renovada determinación. Totalmente podría hacer esto. La socialización y yo estábamos a punto de ser mejores amigas. Una docena de parejas se encontraban esparcidas por el lugar. Una enorme pantalla plana emitía el juego y Shikamaru se sentó el centro, enfrente de ella, embelesado. Vi algunas caras entre la multitud que reconocí; la mayoría pertenecían a gente a la que nunca me atrevería a aproximarme.
Tomé un sorbo de cerveza para humedecer mi garganta reseca. El ser la única sin pareja en una fiesta es una especie única de tortura. Teniendo en cuenta los acontecimientos de hoy, me faltaba el coraje de iniciar una conversación. Con mi talento para escoger en quien confiar, probablemente le preguntaría al único asesino en serie de la habitación por su autógrafo.
Ino gesticuló para que me uniera a su derecha cuando mi celular empezó a vibrar en el bolsillo trasero de mis pantalones. Mi nalga vibró, estremeciéndome. Hice señas a Ino y saqué mi celular, caminando rápidamente hacia el balcón para escapar del ruido y la charla. El nombre de Shisui apareció en la pantalla mientras cerraba las puertas del balcón.
—Hola —dije, sonriendo.
—Mi cita me canceló.
—Es una lástima.
—¿Qué estás haciendo?
El viento azotaba mi cabello, haciéndome temblar. Tiempo típico de Portland en esta época del año, Octubre definitivamente podía ponerse frío, húmedo, oscuro y miserable. Me acurruque más profundamente en mi chaqueta de lana azul. —Estoy en una fiesta. Vas a tener que entretenerte tú solo. Lo siento.
—¿Una fiesta? ¿Qué fiesta? —preguntó, el interés en su voz subiendo de nivel.
—Una a la que no fui exactamente invitada, así que no puedo invitarte.
—Maldita sea. —Bostezó—. No importa. Podría ir a dormir temprano para variar.
—Buena idea. —Me acerqué a la barandilla. Autos se apresuraban por la calle de abajo. El distrito Pearl era la meca de bares, cafeterías y genialidad en general. Un montón de gente se encontraba afuera desafiando al tiempo. A mi alrededor, las luces de la ciudad disolvieron la oscuridad y el viento aulló. Era encantador en una especie de voluble, crisis existencial. No importaba el clima, amaba Portland. Era tan diferente a la casa en el sur de California, algo que me gustaba muchísimo. Aquí las casas se encontraban construidas para la nieve y el hielo en vez del sol. La cultura era más rara, más indulgente. O tal vez sólo tenía problemas para recordar algo bueno con respecto a mi ciudad natal. Escapé. Eso era todo lo que importaba.
—Debo ir a ser social Shisui.
—Suenas apagada. ¿Qué pasa?- Gemí. —Hablamos mañana en el trabajo.
—Hablemos ahora.
—Más tarde, Shisui. Tengo que poner mi cara feliz e ir a enorgullecer a Ino.
—Saku, déjate de tonterías. ¿Qué está pasando?
Retorcí mi cara y tomé otro sorbo de cerveza antes de contestar. Habíamos estado trabajando juntos desde hace casi dos años. Aparentemente, un montón de tiempo para que pueda averiguar lo que trato de ocultar. — Karin se fue.
—Bueno. Ya era hora. ¿Te pagó?
Dejé que mi silencio hablara.
—Jodeeeer. Saku. ¿En serio?
—Lo sé.
—¿Qué te dije? —gruñó—. No te dije...
—Shisui, no vayas allí. Por favor. En ese momento, pensé que hacía lo correcto. Era una amiga y necesitaba ayuda. No podía...
—Sí, podías. ¡Estaba jodidamente usándote!- Respiré hondo y exhale lentamente. —Sí, Karin estaba jodidamente usándome. Tenías razón, me equivoqué.
Murmuró una larga serie de improperios mientras esperaba mayormente paciente. No es de extrañar que no hubiera querido tener esta conversación. Nunca habría una buena manera de contar esta historia de mierda. La frustración hervía dentro de mí, calentándome contra el frío.
—¿Cuánto necesitas? —preguntó, con voz resignada.
—¿Qué? No. No voy a aceptar dinero prestado de ti, Shisui. Conseguir más deudas no es la respuesta. —Además, propietario de la empresa o no, no estaba segura cuanto tenía disponible. Shisui no era mucho mejor que yo ahorrando. Sabía esto debido a la ropa de diseñador que usaba diariamente para trabajar. Al parecer siendo residente de Portland el Sr. Amante requería un gran armario. Para ser justos, lo usaba muy bien. Suspiró. —Sabes, para ser alguien quien siempre está ayudando a los demás, eres una mierda aceptando ayuda para ti misma.
—Ya se me ocurrirá algo.
Otro suspiro afligido. Me incliné sobre la barandilla y bajé la cabeza, dejando que el viento frío y húmedo azotara mi cara. Se sentía bien, compensando el tirante dolor de cabeza amenazando con iniciar detrás de mi frente. —Voy a colgar ahora, Shisui. Aquí tienen cerveza y pizza. Estoy bastante segura que si me esfuerzo lo suficiente puedo encontrar mi lugar feliz.
—Vas a perder el departamento, ¿no es así?
—Es probable que tenga que mudarme, sí.
—Quédate conmigo. Puedes usar mi sofá.
—Eso es dulce de tu parte. —Traté de reír, pero el ruido que salió era más bien una tos estrangulada. Mi situación apestaba demasiado para ser divertida. Dormir en el sofá de Shisui mientras él follaba en la habitación de al lado con alguna desconocida. No, no pasaría. Puesto que, me sentía pequeña y estúpida por dejar que Karin jodiera conmigo. Dar testimonio de la vida sexual oh-tan-activa de Shisui sería demasiado.
—Gracias, Shisui. Pero estoy bastante segura que has hecho cosas innombrables a muchas, muchas personas en ese sofá. No creo que alguien pueda dormir allí.
—¿Crees que está embrujado por los fantasmas de coitos pasados?
—No me sorprendería. - Bufó. —Mi asqueroso sofá está allí si lo necesitas, ¿de acuerdo?
—Gracias. De verdad.
—Llámame si necesitas algo.
—Adios, Reece.
—Oh, oye, ¿Saku?
—¿Si?
—¿Puedes trabajar el domingo? A Temari se le presentó algo. Le dije que tú la cubrirías.
—Paso los domingos con Nino —dije cuidadosamente—. Lo sabes. - El silencio fue la respuesta de Shisui . Podía sentir la culpa deslizándose sobre mí. —¿Qué si la cubro un turno diferente? ¿Es algo que pueda mover?
—Eh, mira, no importa. Yo me encargo de eso.
—Lo siento.
—No hay problema. Hablamos luego. Y me colgó.
Guardé mi celular, tomé otro trago de cerveza, y fijé la mirada afuera en la ciudad. Oscuras nubes flotaron a través de la luna creciente. El aire parecía más frío ahora, haciendo que mis huesos dolieran como si fuese una anciana. Necesitaba beber más. Eso resolvería todo, esta noche por lo menos. Sin embargo mi cerveza estaba casi terminada, pero vacilé en regresar al interior.
Ugh.
Basta de esto.
Una vez que la bebida se terminó, mi solitaria fiesta de autocompasión se acabó. Renunciaría a rondar en las sombras, sacaría la cabeza de mi trasero y me dirigiría adentro. Esta era una oportunidad para no dejarla escapar, como si no hubiera querido un millón de veces o más cruzarme con alguien de la banda. Ya conocí a Itachi Uchiha. Así que, los deseos podían hacerse realidad. Debería pedir tetas más grandes, un trasero más pequeño, y una mejor selección de amigos mientras estaba en ello. Y el dinero suficiente para pagar la educación universitaria de mi hermana y para mantener un techo sobre mi cabeza, por supuesto.
—¿Quieres otra? —preguntó una profunda voz, sobresaltándome. Mi barbilla se levantó, ojos abiertos ampliamente. Pensé que estaba sola, pero un hombre se sentaba encorvado en la esquina. Cabello rubio, largo y ondulado hasta los hombros brillaba débilmente, pero el resto de su cuerpo permaneció en la sombra.
Guau.
No. No podía ser él.
Quiero decir que podría ser, por supuesto. Pero no podía ser, sin duda. Quienquiera que fuese, tenía que haber oído la mitad de mi conversación telefónica, que fue más que suficiente para marcarme como una de las grandes idiotas de nuestro tiempo. Se escuchó el tintineo y siseo de una cerveza siendo abierta, luego me la ofreció. La luz del interior reflejaba la transpiración de la botella, haciéndola brillar.
—Gracias. —Di un paso más cerca, lo suficientemente cerca como para ver algo de él incluso con la poca iluminación, y tomé la cerveza. Santa Mierda. Era él, Naruto Uzumaki.
El momento cumbre de mi vida estaba oficialmente sobre mí. Así que, pude haber tenido una o dos fotos de Stage Dive en la pared de mi habitación cuando era adolescente. Bien, tal vez hubo tres. O doce. Lo que sea. El punto es que había un póster de toda la banda. Al menos lo que el fotógrafo, probablemente pensó que era de toda la banda. Sasuke se hallaba en el frente, con el rostro contorsionado mientras gritaba en el micrófono. A su derecha, medio envuelto en sombras y
humo, estaba Itachu, ardiendo sobre su guitarra. Y a la izquierda, hacia el frente del escenario, estaba el bulto que era Sasori, tocando su bajo.
Pero no importaban. No realmente.
Porque detrás de todos ellos, estaba él, con las luces brillando a través de su batería. Desnudo de cintura para arriba y goteando sudor, la imagen capturándolo a medio golpe. Su brazo derecho cruzado a través de su cuerpo, enfocado en su objetivo, el platillo que estaba a punto de golpear. De aplastar. Tocaba con abandono y se veía como un Dios. Cuántas veces después de un día de cuidar a mi madre y a mi hermana, trabajando duro y haciendo lo bueno, lo responsable, me acostaba en mi cama y miraba esa foto. Y ahora, aquí estaba.
Nuestros dedos se rozaron en la manera que es inevitable cuando entregas algo. De ninguna manera pudo haberse perdido el temblor en mi mano. Afortunadamente, no hizo ningún comentario. Hui de regreso a mi lugar por el borde, recostandome casualmente con la cerveza en la mano. La gente genial se recostaba. Parecían relajados.
Se rió suavemente, haciéndome saber que no engañaba a nadie. Luego se inclinó hacia delante, apoyando los codos en sus rodillas. Su rostro entró plenamente en la luz y quedé atrapada, cautivada. Mi mente en blanco. No tenía duda sobre ello. Real y definitivamente, sin lugar a dudas era él.
El hombre tenía labios de puta, no te miento. Pómulos altos y uno de esos hoyuelos en la barbilla. Nunca entendí el atractivo de esas cosas antes. Ahora lo entiendo. Pero fue él como conjunto que me dejó alucinada. Las partes no significaban nada sin el brillo divertido en sus ojos y la insinuación de una sonrisa con suficiencia. Dios, odiaba a la gente que sonreía con suficiencia. Al parecer, también quería lamer todo porque mi boca empezó a hacerse agua.
—Soy Naruto —dijo.
—Lo-lo sé —tartamudeé.- Su sonrisa se intensificó. —Sé que lo sabes.
Huh. Mantuve la boca cerrada.
—Parece que alguien tuvo un mal día.- No, todavía no tenía nada. Una mirada de muerte cerebral era lo mejor que podía hacer.
¿Por qué se encontraba aquí en la oscuridad? Según todos los informes, el hombre era el alma de la fiesta. Sin embargo, allí estaba, bebiendo solo, escondiéndose como yo. Lentamente, se estiró, levantándose de su asiento. Gracias, Señor. Él entraría y yo la libraría. No tendría que tratar de hacer conversación. Por suerte, dado mi repentino ataque de deslumbrada estupidez.
Sólo que no se fue.
En cambio, se acercó a mí, su cuerpo magro y musculoso moviéndose con gracia descuidada. Era quizá entre doce o quince centímetros más alto que yo. Lo suficiente como para intimidar si ese fuera su propósito. Sus musculosos brazos ponían a las mangas de su camisa a prueba. Brazos de baterista. Sin duda eran agradables como las partes del cuerpo lo eran, cubiertos con tinta y abultados en todas las formas correctas. Apuesto a que se sentían bien, también. Y lo comprobaba tan obviamente que alguien debería abofetearme. Si seguía con esto, me abofetearía. Duro.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó, uniéndose a mí en la barandilla. Dios, incluso su voz se sentía bien. Los pequeños pelos en la nuca se erizaron con deleite.
—¿Mi nombre?
Se puso de pie tan cerca que nuestros codos chocaron. Su codo desnudo, ya que llevaba sólo pantalones de mezclilla, un par de Chucks, y una ajustada camiseta de "Queens of the Stone Age". Naruto Uzumaki me tocó. Nunca me bañaría de nuevo.
—Seee, tu nombre —dijo arrastrando las palabras—. El punto de decirte mi nombre, aun cuando ya lo sabías, era para que me dijeras el tuyo. Así es como funcionan estas cosas.
—¿Sabías que sabía?
—Los ojos locos te delataron un poco.
—Oh.- Un momento después, se quejó. —No importa, esto está llevando demasiado tiempo. Sólo inventaré uno para ti.
—Sakura.
—Sakura, ¿qué?
—Sakura Haruno. -Una brillante sonrisa iluminó su rostro. —Sakura Haruno. Ves, eso no fue tan
difícil.
Apreté los dientes e intenté sonreír. Lo más probable es que parecía una lunática. Una que pasó demasiado tiempo imaginándolo desnudo. Por Dios, qué vergüenza.
Suavemente, golpeó su botella de cerveza contra la mía. —Salud, Sakura . Encantado de conocerte.
Tomé otro sorbo, esperando que calmara el estremecimiento. El trago no golpeó lo suficientemente rápido o duro para lidiar con esto. Tal vez debería pasar a algo más fuerte. La primera conversación íntima con una estrella del rock debería ser conducida probablemente por licores fuertes. Izumi estaba definitivamente encendida con el tequila como combustible en Las Vegas. Y mira que bien le funcionó.
─¿Qué te trae aquí esta noche, Saku?
─Vine con Shikamaru e Ino. Ellos me trajeron. Son mis vecinos. Viven en la puerta de al lado. -Asintió. —¿Eres amiga de Izumi?
—Sí, bueno... Siempre he sido amable con ella. No quisiera presumir… Quiero decir, no sé si diría que éramos amigas cercanas, exactamente, pero...
—¿Sí o no, Saku?
—Sí —respondí, luego cerré de golpe mi boca callándome ante otro brote de diarrea verbal.
—Sí, Izumi es una buena persona. Itachi fue afortunado de encontrarla. —Miró las luces de la ciudad en silencio. La diversión cayó de su rostro y frunció el ceño. Parecía triste, un poco perdido, tal vez. Por cierto, su muy alardeada personalidad de estrella de rock fiestera no estaba por ninguna parte. Debería saberlo mejor. La gente pintó a Izumi como la próxima Yoko Ono, subiéndose al éxito de Itachi, chupándole en seco su fama y fortuna. No tenía que ser su mejor amiga para saber que eso no podría estar más lejos de la verdad. La suerte era, que lo que sea que fuese que Naruto tuviera, tenía poco que ver con los disparates fluyendo libremente en internet. Pero más importante, ¿qué tanto me había avergonzado a mí misma?
—Realmente no tenía una mirada loca en mis ojos, ¿o sí? —pregunté, temiendo la repuesta.
—Sí, la tenías.
Mierda.
—¿Entonces eres amiga de Izumi? Quiero decir, ¿no estás en la industria musical o algo así? —preguntó centrándose en mí una vez más. Su rostro se despejó, su humor cambió. No podía seguirle el ritmo. Con las palmas de sus manos tocó un rápido ritmo en la baranda del balcón.
—No. Trabajo en una librería a pocas cuadras de aquí.
—De acuerdo. —Bajó la vista, aparentemente satisfecho con mi respuesta—. Así que ¿sobre qué se trataba esa llamada telefónica?
—Nada.
—¿No? —Se acercó—. ¿Qué le pasó a tu nariz? Inmediatamente mi mano voló hacia arriba para bloquear su vista de mi rostro. Era solo un pequeño bulto, pero aún así. —Mi hermana la rompió cuando éramos pequeñas.
—No la cubras. Creo que es linda.
—Genial. —Bajé mi brazo. Ya vio el defecto, así que ¿para qué?
—¿Por qué la rompió?
—Se enojó un día y me tiró un camión de juguete.
—No cómo. ¿Por qué? Ahogué un suspiro. —Ella quería un gatito y soy alérgica a los gatos.
—¿No pudieron conseguir un perrito en su lugar?
—Quería pero mi madre dijo que no. Mi hermana todavía me culpa.- Frunció el ceño. —¿Así que nunca tuviste una mascota mientras crecías?
Sacudí mi cabeza.
—Eso es jodidamente terrible. Todo niño debería poder tener una mascota.
—Parecía sinceramente indignado en mi nombre.
—Sí, bueno, es tiempo pasado y me repuse ahora. —Fruncí el ceño y tragué un poco más de cerveza. Todo me decía que la necesitaría. Esta conversación era simplemente extraña.
Se paró, mirándome con una leve sonrisa. Así de fácil y estaba fascinada otra vez. Mis labios se curvaron en una especie de vaga idiotamente esperanzada media sonrisa por su propia voluntad.
Naruto.
Naruto Uzumaki.
Demonios, era hermoso. Mis hormonas largamente inactivas rompieron en un baile de alegría. Algo definitivamente pasaba en mis pantalones. Algo que no había pasado en mucho tiempo.
—Ahí van los ojos locos de nuevo —murmuró.
—Mierda. —Cerré los ojos con fuerza. Nino descubriéndonos a mí y a mi novio siete años atrás fue muy embarazoso, especialmente dado que corrió y se lo dijo a mi madre. No es como si mi madre hubiera estado lo suficientemente coherente como para preocuparse. Esto, sin embargo, lo superaba.
—Tus mejillas se han puesto todas sonrosadas. ¿Estás teniendo pensamientos atrevidos sobre mí, Sakura?
—No.
—Mentirosa —se burló en voz baja—. Estás completamente pensando en mí sin pantalones. Totalmente lo estaba.
—Eso es sencillamente asqueroso, amiga. Una masiva invasión a mi privacidad. —Se acercó, su respiración calentaba mi oreja—. Lo que sea que estés imaginando, es grande.
—No estoy imaginando nada.
—Hablo en serio. Es básicamente un monstruo. No lo puedo controlar.
—Naruto.
—Prácticamente vas a necesitar un látigo y una silla para domarlo, Sakura.
—Basta.
—¿Te parece bien?
Me cubrí la cara caliente con las manos. Sin soltar risitas. Ni un poco, porque las mujeres adultas no hacían esa mierda. ¿Qué tenía, dieciséis? Dentro del departamento, Shikamaru empezó a gritar. El sonido ligeramente silenciado por las puertas de vidrio corredizas. Mis párpados se abrieron mientras él lanzaba insultos a la televisión, sus brazos agitándose como locos. Ino se reía y mi cerebro volvió a su lugar, enviando toda clase de señales de emergencia a través de mi cuerpo. Como si no me hubiese dado cuenta que necesitaba salir corriendo de ahí antes de humillarme todavía más. Buena esa, lóbulo frontal. Al menos podía pensar en eso si no miraba a Naruto directamente.
Fue un brillante y oportuno descubrimiento. Y funcionó hasta que se inclinó, llegando a mi cara, haciendo que mis pulmones se sintieran como si estuvieran a punto de explotar.
—Tienes un pequeño espacio entre tus dos dientes frontales —me informó, con los ojos entrecerrados en su lectura concienzuda—. ¿Sabías eso?
—Sí.
Me estudió como si fuera una especie alienígena, una curiosidad que dejaron en su puerta de entrada. Su mirada se deslizó hacia abajo por mi cuerpo. No era como si pudiera ver algo conmigo vistiendo un abrigo, vaqueros y botas. Pero ese conocimiento no ayudó en absoluto. Su vaga, apreciativa sonrisa hizo que mis rodillas chocaran. Le tomó por siempre a su mirada volver a mi rostro. Demonios, era bueno. Fui profesionalmente ultrajada sin una sola prenda de ropa removida.
—Tus ojos son de un agradable tono de... ¿Eso es verde? —preguntó—. Es
difícil de decir con esta luz. - Aclaré mi garganta. —Sip. verde. ¿Podrías por favor no hacer eso?
—¿Qué? —preguntó sonando vagamente ofendido—. ¿Qué estoy haciendo?
—Me miras y me haces sentir toda tensa. No me gusta.
—Tú me miraste primero. Aparte, estabas tensa mucho antes de que vinieras aquí afuera. Si tuviera que adivinar, diría que estás tensa en general. Pero no te preocupes, estoy aquí para ayudar. Vamos, dile al tío Naruto todos tus problemas.
—Guau, eso es realmente considerado de tu parte. Pero estoy bien. Se acercó más y me arrastré hacia atrás. Una pena que no hubiera lugar a donde ir. —¿De qué hablabas en el teléfono antes, Saku?
—Oh, tú sabes... cosas personales. Realmente no quiero hablar sobre eso.
—Decías que tu amiga te robó y perderás tu apartamento, ¿verdad?
—Correcto. —Me hundí, mi corazón dolía. Jodida Karin. No era una persona complaciente, pero cuidaba a las personas que amaba. Estúpida de mí, pensaba que eso era lo que tenías que hacer. Cuando mi mamá se enfermó, asumí la responsabilidad, haciendo lo que necesitaba hacer. No hubo otra opción. Sin embargo, el estado de mis finanzas ahora mismo sugiere que se convirtió en un mal hábito—. Sí. Eso básicamente lo resume. - Sus ojos se abrieron alarmados. —Mierda. No llores. No soy Itachi. No sé cómo lidiar con esto.
—Cállate, no voy a llorar. —Parpadeé furiosamente, volviendo mi rostro—. Te dije que no quería hablar de ello.
—No pensé que romperías a llorar. Cristo.
Mi cerveza estaba vacía, tiempo de irse. Además, necesitaba escaparme antes de que mis ojos llorosos me traicionaran. Y Naruto tenía mejores cosas que hacer con su tiempo que hablar conmigo. Gastarme bromas. Esta fue la conversación más terriblemente incómoda y asombrosa de mi vida entera. Por un momento ahí, me olvidé de mis todos problemas.
Me hizo sonreír.
—Entonces... —Estiré mi mano para sacudirla, esperando el contacto final, necesitando tocarlo apropiadamente una sola vez. Había estado colgado en la pared de mi cuarto en casa por años. Terminaría de conocerlo drogada aun si eso me mataba—. Ha sido encantador conocerte.
—¿Estás tratando de deshacerte de mí? —preguntó, riendo.
—No, yo...
—Deja de mirar sobre mi hombro, Saku. Mírame a la cara —ordenó.
—¡Lo hago!
—¿Tienes miedo de hacerme otra vez los ojos locos?
—Sí, probablemente. —Chasqueé la lengua, exasperada—. ¿Normalmente te
burlas de tus fans de esta forma?
—No. Nunca me di cuenta que podría ser tan divertido.
Mi mano se mantuvo en el aire entre nosotros. Estaba a punto de retractarme cuando la agarró. Lo miré a la cara, determinada a no enojarme esta vez. El problema con Naruto Uzumaki era que era físicamente perfecto. Ni una sola imperfección lo echaba a perder, grande o pequeña. Sin embargo, si seguía burlándose de mí, arreglaría eso por él.
—¿Qué significa esa mirada? —preguntó, acercándose—. ¿Qué estás pensando ahora? - Mi estómago se precipitó y todos los pensamientos de violencia se hicieron a un lado. —Nada.
—Hmm. No eres una muy buena mentirosa.
Traté de sacar mi mano de su agarre. En cambio, la sostuvo con firmeza.
—Una rápida última pregunta. Esta mierda con tu amiga, ¿esa clase de cosas suceden a menudo?
—¿Qué?
—Porque cuando estabas en el teléfono, hablando con tu otro amigo, sonaba como si así fuera. —Me miró, bloqueando el cielo nocturno—. Sonaba como si fuera un problema para ti, la gente usándote.
—No necesitamos hablar sobre esto. —Torcí la mano, tratando de liberarla. Incluso con las palmas sudadas fue una tarea imposible.
—¿Te diste cuenta que tu amigo te pidió un favor incluso sabiendo que estabas toda triste por tu otra amiga que te robó? ¿Cómo te hace sentir eso?
Di un tirón a mi brazo, pero lo sostuvo fuertemente. En serio, ¿qué tan fuerte era este bastardo?
—Porque creo que fue una especie de movimiento bajo. Entre nosotros, no creo que tengas muy buenos amigos, saku.
—Oye. Tengo buenos amigos.
—¿Me estás jodiendo? Te roban y esperan mierda de ti cuando estás mal. En serio, amiga. Solo imbéciles harían eso.
—Naruto...
—Pero lo peor es que los dejas. No entiendo eso.
—No los dejo hacer nada.
—Sí, lo haces —dijo, su voz subiendo de volumen—. De verdad lo haces.
—Buen Dios, ¿tienes un botón de silencio?
—¡Es aterrante! Estoy oficialmente aterrado —gritó, avisándole a todo el maldito vecindario de mi vida—. ¡Esto debe terminar! No lo soportaré por más tiempo. ¿Me oyes, Portland?
—Déjame ir —dije a través de dientes apretados.
—Tú, señorita Haruno, eres un felpudo.
—No soy un felpudo —gruñí, todo en mí se revelaba ante la idea. Eso o correr por el miedo a ella. Estaba tan alterada que era difícil de decir. Rodó los ojos. —Vamos, sabes que lo eres. Está justo ahí en tu rostro.
Sacudí mi cabeza, más allá de palabras.
—Entonces, no le di a esto ningún pensamiento y decidí que necesitas límites. Saku. Los. Límites. Son. Tus. Amigos. —Cada palabra fue puntuada con su dedo tocando la punta de mi nariz—. ¿Me oíste? ¿Está entrando? Eso fue cuando me solté y empecé a gritar. —¿Quieres límites? ¡Qué hay de que te salgas de mi maldita cara! ¿Cómo está eso de límite, eh? Nada de esto es de tu maldita incumbencia, imbécil desagradable.
Su boca se abrió para contestar pero lo acusé insensiblemente.
—No sabes una jodida cosa sobre mí. ¿Y crees que puedes ponerte en mi cara y romper mi psiquis por diversión? No. Que te jodan, amigo. Que te jodan fuerte.
Todo se quedó en silencio, incluso la música adentro. El mayor horrible silencio reinaba. La gente nos miraba a través del vidrio con caras curiosas. La boca de Ino era una perfecta O.
—Mierda —murmuré.
—¿Sakura? - ¿Qué hice? Lauren me invitó a esta bonita fiesta y me volví una psicópata contra uno de los invitados. Era tiempo de marchitar y morir, lo podía sentir. —Por favor suelta mi mano.
—Saku, mírame.
Nunca.
—Vamos, dame tus ojos.
Lenta y cansadamente me volví hacia él. La más lenta de las sonrisas curvó sus perfectos labios. —Eso fue jodidamente asombroso. Estoy orgulloso de ti ahora mismo.
—Estás loco.
—Nooo.
—Sí. Si lo estás.
—Solo piensas eso ahora. Pero dale algo de tiempo. Piensa sobre lo que dije. - Sacudí mi cabeza en silencio.
—Fue genial conocerte, Saku. Hablaremos de nuevo realmente pronto — dijo presionando un beso en mi mano antes de soltarla. Había una luz en sus ojos, una que no quería descifrar. Una en la que ciertamente no confiaba—. Lo prometo.
