La vida no es fácil para los vivos y mucho menos, para el alumno de segundo año de la escuela técnica metropolitana de magia y hechicería de Tokio, Satoru Gojo. Uno de lo hechiceros más fuertes dentro de ese lugar y también, uno de los más problemático.

-¿Qué tan importante es poner un velo?-

Cuestionó hastiado y con un enorme chichón en la cabeza. Su última misión, fue un verdadero desastre y recibió su castigo por ello. Hizo estallar una mansión, hasta los simientes, al rescatar a dos alumnas de tercero de la escuela que, habían desaparecido allí dentro por dos días.

-Lo necesario, como para ocultarle al mundo sobre la hechicería- respondió su amigo Suguru Geto, en total seriedad -Ese es el fin de esto, proteger a los más débiles con nuestro poder y desde las sombras-

La compañera de ellos, Shoko Ieiri, se mantenía al margen de la conversación, jugando con los lentes de sol de su amigo y con los cueles, no podía ver nada.

-Eso es lo que me molesta- puntualizó, tomando sus anteojos de nuevo -Proteger a los débiles, es un mal innecesario-

Él iba a refutar, ya que estaba completamente equivocado, pero se lo impidieron.

-Buenos días- saludó el maestro Yaga al ingresar -Satoru, baja las piernas del pupitre y sientate derecho- obedeció con un sonoro suspiro.

-Bien, hoy hablaremos de las técnicas malditas y rituales, ya que...- un leve toque en la puerta, se escuchó -Si que fue rápida su visita con el director- miró una planilla en sus manos -Bueno, como les decía, hoy tendremos una nueva alumna ingresante- caminó hacia la puerta, abriéndola -Pasa, por favor-

Ella ingresó al aula y el tiempo se detuvo, justo ahí, al igual que su corazón, ¿Qué dios errante había creado a esa perfecta obra de arte? Nunca había visto a alguien como ella, en toda su vida, su piel era nívea y muy clara, su cabello largo y rizado hasta más allá de sus caderas, sus ojos eran preciosos, de un hermoso color avellana y adornados por largas pestañas, era alta, pero no tanto y delgada, ocultando su perfecta anatomía bajo una capa en tonos granates. Era hermosa, algo jamás visto por esos lares o en esa escuela.

-Ella es Dea Fleming- tenía un nombre tan perfecto como ella -Y será parte del equipo de Kento y Yu-

-Pero ellos son de primero, profesor-

Indicó Shoko, estaba feliz de que otra chica se uniera a la tropa.

-Ella tomará ambos cursos, es una hechicera muy especial- ocultó sus manos un poco cohibida, al estirar sus mangas -Sientate a donde quieras-

Inclinó su cabeza y pasó delante de ellos, dedicándoles una linda sonrisa al mirarlos de reojo. Tomó el tercer asiento junto a la ventana, muy lejos de todos. Dejó su mochila en el respaldo de la silla y se inclinó a buscar sus materiales de estudio, pero al abrirla, hizo un gesto de confusión y consternación, colocando un rizo detrás de su oreja, en donde llevaba una barra metálico que atravesaba su pabellón auricular de lado a lado. Levantó la mirada y descubrió que estaba mirándola, le dedicó una sonrisa y lo saludó con la mano, en un pequeño gesto que él correspondió. No había notado, que sus manos llevaban mitones de cuero del mismo color que su capa y que parecían heridas a simple vista.

Ella volteó con una libreta y pluma en mano, ya que su profesor, había comentado algo que él no escuchó. Se desconectó del universo, había quedado prendado de su nueva compañera. Era obvio que no pertenecía a esas tierras, ¿De qué lugar del mundo vendría?, ¿Cuántos años tendría?, ¿O cómo sería su dulce voz?

-¿Satoru?- habló su profesor -¿Satoru?-

-¿Qué?- respondió, saliendo de la burbuja del encanto.

-Te estoy hablando desde hace más de tres minutos- sus compañeros, suprimieron una risa, lo habían encontrado infraganti -¿Quieres comentarle a Dea sobre tu poder y técnicas?-

-Si- rascó su nuca y la miró, incorporándose -Soy el portador de los seis ojos, fin-

Ella tomó apunté y soltó una pequeña risa, que lo embelesó por completo, mientras sus compañeros golpeaban sus frentes y el profesor, le daba un tremendo golpe en la cabeza.

-Sientate ya, Satoru- tomó asiento, tocándose la zona afectada -Tus compañeros ya se presentaron, pero él es Satoru Gojo, el idiota de esta clase y heredero de un poder ocular de su clan, conocido como los seis ojos- escribía todo lo que decía -Su técnica es la maldición ilimitada y es un hechicero de rango especial- finalizó -Ahora, es tu turno- abrió sus ojos, enormes, no le gustaba ser el centro de atención -Cuentanos de ti- apretó sus labios al igual que sus manos, negándose a pronunciar palabra -Bien, parece que no quieres hablar...- se acercó, invadiendo su espacio personal, muy cerca de su rostro -¿Pudieron notar algo raro en ella?- preguntó al resto -No, baja esa mano, Satoru-

Así lo hizo y ni siquiera lo miró.

-No tiene energía maldita- aseguró, su otro alumno.

-Muy bien, ella tiene un poder oculto y muy raro- colocó una mano sobre su cabeza -Se llama maná o potencial mágico- los miró a todos -Y puede manejar varios tipos de hechicería con él, ¿No es así?- asintió en silencio -Muestranos- exigió y negó -Muestranos-

Presionó la mano sobre su cabeza, haciéndola chillar y Gojo se incorporó para intentar detenerlo. Ese hombre, era un salvaje y él lo sabía por experiencia propia.

-No- respondió en su susurro -No quiero- sostuvo las muñecas de su profesor con ambas manos, cuando volvió a ejercer presión -Por favor, no me obligue a hacerlo- murmuró, suplicante.

Lo miró con sus ojos cambiantes y todo a su alrededor, comenzó a temblar, al igual que las luces a parpadear, ella estaba haciendo eso.

-Gracias, Dea- la soltó con una sonrisa -Es un placer tenerte aquí- volvió a su escritorio y ella, quedó inerte -Y ese es el poder del maná, chicos- tomó sus libros entre sus manos -Es todo por hoy- salió del aula a paso largo.

-¿Estás bien?- Shoko se acercó a ella, muy apresurada y lanzándose sobre el pupitre - Discúlpalo, es un poco brusco pero, es un gran maestro-

-Si, gracias- soltó todo el aire contenido, en una sola exhalación -Es muy intimidante...- miró hacia la puerta por si él volvía -Pero el director ya me habló de él- sonrió a los tres, su voz era hermosa y muy serena -Me tendría que haber quedado en Rumania, si hubiera sabido que tendría un profesor así- se relajó en su lugar -Soy Dea, pero ya lo saben, así que...- miró de uno a uno -Soy la chica nueva y de intercambio-

-¿Intercambio?-

Volvió a hablar su compañera, sentándose frente a ella.

-Si, sólo estaré un año aquí y me trasladarán a Kyoto- su teléfono timbró, había recibido un texto -Y luego decidiré, en cual de las dos quiero graduarme- respondió, escribiendo en su celular -Soy la primera persona con potencial mágico aquí y quieren ver que tal me adopto- dirigió sus ojos al chico alto detrás -¿Qué tipo de magia te rodea?- lo apuntó -Puedo verla desde aquí-

-¿Puedes ver mi infinito?-

-Si- respondió, arrugando su frente -¿Se supone que no?-

-Pues, no- aseguró, su otro compañero -Nadie puede ver el infinito de Satoru-

-No sé que decirte...- se incorporó, acercándose a él, a penas y le rebasaba el pecho -Yo lo veo- movió sus manos a su alrededor - Está rodeándolo- lo miró a los ojos, que estaban ocultos detrás de sus lentes de sol -Te juro que no miento, lo veo- de cerca, era más hermosa, todavía.

-Te creo- dijo él -¿Quieres conocer la escuela?-

-Si, claro- estornudó y él, murió de ternura -Maldita Gaia, deja de hablar de mí- murmuró, envió un texto y guardó sus pertenecías en la mochila -Cuando quieran, estoy lista- la colgó de su hombro, esperándolos.

Ser médico, era la ambición más grande que tenía, sin importar su origen o las expectativas del clan sobre él. Era un Zenin, eso era cierto pero, no iba a seguir el camino de los hechiceros, no, él sería mucho más que eso. Él sería médico. Ahora se encontraba allí, en la clase de anatomía y fisiología general, bajo otro apellido que no era el suyo, logrando sus metas y sentado en uno de los pupitres de esa facultad.

-Muy bien, teniendo en cuenta los diferentes mecanismos de defensa que posee el cuerpo humano, podemos decir que...- el profesor pasó a otra diapositiva de esa presentación -El mismo se compone de tres barreras primordiales, ¿Alguien podría explicarme cuáles son?- levantó su mano -¿Alguien más que no sea el señor Azoth?-

La puerta del lugar, se abrió, estrepitosamente.

-Lo siento...-

Se disculpó una joven desde el umbral, mirando un papel en su mano, vestía un overol roto, con camisa a cuadros alrededor de su cintura y una pequeña blusa debajo que enseñaba su abdomen. Sólo podía verse eso de ella, ya que todo estaba oscuro por la presentación.

-¿Esta es la clase de anatomía del doctor Okutsuki?- preguntó e inclinó su cabeza hacia atrás, mirando el cartel en la puerta -¿Aula 3A?, Parece que es aquí- guardó la nota en su bolsillo trasero.

-¿A qué se debe este improperio tan abrupto, señorita...?- ojeó una de las páginas de su libro de asistancia -¿Curtís?-

-En realidad...- acomodó la mochila sobre su hombro -Es Fleming, pero me han registrado con el apellido de mi madre- aclaró -Asi que sí, soy Gaia Curtis, como dice ahí-

-Si y también dice que cursa esta cátedra por elección, ya que estudia biología en la facultad de ciencias exactas, frente a esta-

Encendió las luces, revelando a esa hermosa criatura extrajera, de tes blanca, ojos avellanas y cabello salvaje, casi tanto o más que su actitud.

-Si, necesito puntos extras para mi tesis- miró a sus compañeros con una sonrisa y volvió su mirada a donde estaba anteriormente -Me matriculé en biotecnología roja, así que, hay cosas que debo pulir antes de eso-

-Me parece muy bien, pero...- ojeó de nuevo la plantilla, moviendo sus lentes -Sus notas son terribles, así que, yo juzgaré si merece un asiento en mi clase-

-Es lo justo- respondió y sin intimidarse.

-¿Qué puede decirme sobre el sistema inmunológico, señorita Curtís?- señaló a la presentación -Es el contenido de esta cátedra el día de hoy-

-Que es como un juego de ajedrez-

Todos rieron y en especial, él. Ella tenía mucha imaginación, como para alegar algo así.

-Explíquese-

-Bien- inhaló profundo -Nuestro sistema inmunológico, está constituido por tres barreras primordiales, primera, segunda y tercer barrera, que luego detallaré- levantó tres dedos -Pero este sistema, principalmente, se base en el movimiento de las células blancas o leucocitos, hacia agentes patógenos que invaden nuestro sistema y, paradójicamente, es como el ajedrez, las fichas blancas siempre son las primeras en mover- hizo un ademán obvio -Activando un determinado tipo de defensa o inmunidad, que puede ser innata o adquirida, después de producir memoria inmunológica- ella tenía razón, jamás lo habían pensado así -Pero si es pasiva o activa, eso se veremos después- silencio absoluto -¿Quieren que se los explique?- preguntó al resto, señalando una pizarra -Puedo dibujarlo, son 16 piezas de cada lado y...-

-Suficiente, señorita Curtís- la interrumpió el profesor -Pase, estuvo muy bien su explicación- le dio paso al aula -No hay muchos lugares disponibles, pero...- miró a todos sus alumnos -Delante del señor Azoth hay uno...-

Señaló a un chico de porte entrenado y tonificado, cabello café, ojos verdes, playera del mismo color y pantalones oscuros. La observaba arrogante y como si fuera un insecto dispuesto a aplastar, si tenía la osadía de interponerse en su camino.

-Gracias- subió a las gradas y tomó asiento delante de él, revisando su mochila -Genial, mi hermana es una cavernícola que no usa laptops- revisó más a fondo -No puedo escribir con estos colores y ese trazo- renegó, mirando tres plumones en sus manos -Es una hippie- volteó a ver a su compañero detrás -Disculpa, ¿Pero me prestarías un bolígrafo?- él se lo entregó en silencio -¿Gracias...?- pidió que dijera su nombre.

-Kylar- respondió serio.

-Kylar- repitió y volvió a mirar al frente -Lindo nombre-

Murmuró por lo bajo y él sonrió, mirando ese bellísimo tatuaje que adornaba completamente su espalda. Era una enorme hada, en color negro, colgando de unas enredaderas.

-Lindo tatuaje- susurró él, haciéndola estremecer -Me alegra el ver a alguien más con cerebro aquí- halagó en el mismo tono -Lástima que eres bióloga- el hechizo, terminó.

-Lástima que eres médico- giró a penas, mirándolo de reojo -No sabes lo que te pierdes-

Rieron y ella colocó unos auriculares en sus oídos, ignorándolo todo. Se llevarían bien, según podían ver. La clase continuó con la lectura de material teórico para realizar un informe, pero una melodiosa voz, inundó los oídos de todos en aquel silencio.

-Duerme conmigo...- entonó, dibujando unos acordes de guitarra y complicados arpegios en su material teórico -Si eres piedra, da igual, yo seré pedregoso camino...-

Había terminado hace media hora con su informe y estaba aburrida.

-Duerme conmigo...- continuó, no lo hacía para nada mal, tenía talento para eso -Yo canto, te arrullo, te arropo, te abrigo, te mimo...- siguió tarareando en voz baja después de esa última estrofa.

-Señorita Curtís- habló el profesor llegando a su lado y quitándole un auricular -Las clases de canto, son los días jueves a las 14 horas, en el salón de usos múltiples-

-¡No me diga!- exclamó sorprendida y anotándolo en su libreta -¿Podría repetirme el horario?- lo apuntó con su bolígrafo, mientras él, estaba incólume -No, espere...- entrecerró los ojos -¿Es sarcasmo?-

-¿Usted que cree?- indagó, sin cambiar de actitud.

-Yo creo muchas cosas, doctor- aclaró -Una de ellas, es que la tierra es redonda-

Su compañero detrás, estalló en carcajadas y todos lo miraron como si se tratara de un extraño. Él era Kylar Azoth, el mejor alumno de su generación y eso significa que, jamás reía en público o al menos, no lo hacia dentro de esa institución. Era un prodigio, muy aplicado, con excelentes calificaciones y alguien a quién emular. Sus pies estaban bien puestos sobre la tierra y se encontraba muy centrado en sus metas y objetivos, lo que veían, no era real o normal.

-Fuera de mi clase- apuntó a la puerta, corriéndola.

-Pero...- intentó excusarse.

-Fuera- volvió a decir.

-¡Bien!- se incorporó, molesta -¡Me tendría que haber quedado en Rumania! ¡Si hubiera sabido que las personas en Japón, no tienen sentido del humor!- bajó las gradas a paso molesto -¡Me voy!- cerró esa puerta corrediza con furia.

-¿A dónde va, Azoth?- preguntó, cuando lo vio pasar junto a él.

-Libertad de cátedra, profesor-

Levantó sus hombros, dándole la espalda y caminando a la salida, después de dejar su informe sobre el escritorio.

-Que tenga un buen día- tenía que encontrarla. Salió de allí, urgido, en su búsqueda -¡Ey! ¡Bonita!- la divisó en el terraplén que dividía a ambas facultades -¡Espera!- la detuvo con una mano en su hombro.

-Ah, eres tú...- dijo al verlo, después de escuchar un audio de su hermana -Lo siento, seguro vienes por esto- le extendió el bolígrafo en su mano que él tomó -No quería llevármelo pero, ya vez, me corrieron- volvió a mirar su teléfono -¿Dónde diablos queda este lugar?- habló a la pantalla, haciendo un gesto confuso -Esto de ser extranjera, me mata- divagó en voz alta y lo miró, por un instante -¿Tú sabes dónde queda esto? ¿O cómo puedo llegar allí desde aquí?- le enseñó su celular.

-Si, estás de suerte- sonrió, era muy divertida -Es mi antigua escuela, si quieres, te llevo- ofreció -Mi motocicleta es aquella-

Señaló una hermosa máquina de gran porte y cilindrada, en tonos negro y verde oscuro, a sus espaldas.

-Te lo agradecería muchísimo-

-Ven conmigo, bióloga-

-Como usted diga, doctor-

Montaron la misma y emprendieron camino hacia la escuela técnica metropolitana de la magia y hechicería de la ciudad de Tokio.