Se me olvidó mencionarlo en la descripción (aunque ahora ya está reparado), pero esta historia contiene severos MANGA SPOILERS.
Perdón por las molestias.
¡Bienvenidxs de nuevo a mi historia!
Ha pasado una semana (más o menos, no lo tengo muy claro jeje) desde que publiqué el primer capítulo, y hoy sí que me puse en serio a escribir el siguiente, el cual ya es un poco más largo y contiene el POV de Mikasa.
La verdad es que ya tengo ganas de ir avanzando para ver vuestras teorías sobre la historia, aunque aún queda material por añadir que llegue a confundir a los lectores jsjsjsjs. Pero espero que el fic quede bien al final, por lo que voy a esforzarme mucho.
Sin mucho más que decir, ¡continuemos!
De repente, sintió como si una fuerte corriente de aire la hubiera azotado.
Sus ojos se abrieron como platos ante la sensación, consiguiendo respirar con dificultad en el proceso, como si acabara de correr un largo maratón. Por si fuera poco, sentía un ardor desagradable que la hacía mostrarse aún más confundida, ignorando los débiles corrientazos que chocaban ligeramente contra su gabardina verde estampada con las Alas de la Libertad.
Poco a poco la extraña sensación fue desapareciendo de su cuerpo, y cuando ya podía respirar y moverse mejor, pudo abandonar su mueca de molestia y recomponerse, recorriendo con su mirada el área donde se hallaba, y suspirando con alivio al darse cuenta de que se encontraba en los exteriores del cuartel general, sentada en una de las paredes frontales, haciendo algo que no recordaba.
Una fragancia de aspecto exótico comenzó a teñir intensamente el inoloro aire de los alrededores, evidenciando que la presencia de alguien importante se acercaba a la de ella. Incluso el carácter exótico de la misma hacía que le fuera fácil identificar de qué lugar se trataba, y, por tanto, a quién pertenecía.
Aquella, por lo que sabía, pertenecía a una mujer de rasgos orientales como los suyos.
—Kiyomi —pronunció ella, aún algo anonada, pero sin alzar la vista y encarar a la mayor que terminaba de posicionarse a su lado. Es por eso que se tensó un poco cuando ella clavó su mirada preocupada sobre ella.
—¿Aún sigues así por él? —fueron las palabras que ella recibió de parte de la mayor, consiguiendo que la alocada mente de la azabache pudiera recordar el motivo por el que se encontraba allí, en un estado deplorable que sólo se intensificaba cuando niños jugando con caras felices pasaban por delante del portón y la nostalgia de los tiempos pasados e irrecuperables se apoderaban de ella.
—Déjame, por favor —pronunció con dificultad, tratando de ignorar el nudo que se formó en su garganta —. Sé que parezco una idiota llorando por él, pero no puedo, Kiyomi. No puedo evitar añorar el pasado.
No le era muy difícil indagar en la mirada de la más mayor y descubrir cómo se sentía al verla así, porque ella misma dejaba ver muy abiertamente lo que ella pensaba. Esa misma razón era por la que evitaba hacer o mantener el contacto visual entre ambas: porque la decepción que latía en las pupilas ajenas la desestabilizaba y la hacía hacer sentir más culpable de lo necesario.
La líder de Hizuru buscaba en ella una personalidad diferente a la que se encontró. Pensaba que la Ackerman, aparte de unas habilidades extraordinarias derivadas de su singular apellido, iba a tener una personalidad de líder innata, algo muy necesario para una regente de un país, y cosa que pensaba que sus padres le habían instruido desde su más tierna infancia.
Pero lo único que encontró fue un tatuaje, las susodichas habilidades, y, para su decepción, una mirada que profesaba un incondicional amor hacia el chico Jaeger, el mismo que ahora la hacía sufrir y entrar en conflicto con su deber en el Cuerpo de Exploración, ya que no podía evitar sentirse culpable por los muertos de Liberio y la muerte de Sasha, porque amar a su verdugo la hacía sentirse parte de esos asesinatos.
—Tengo fe en que algún día consigas ver que llorarle a ese chico no ayuda en nada. Hay gente que te necesita, Mikasa: tus amigos, Paradis, Hizuru...
—Ya lo sé, Kiyomi —la cortó ella, comenzando a sentirse abrumada y deseando que la conversación entre ambas llegue a su fin —. Sonaré como una ilusa, pero algo en mí me sigue motivando a tener esperanza de que él aún siga siendo el Eren de siempre en alguna parte de su ser, y es algo que ni Liberio puede borrar. Es ilógico que el Eren de antes haya cambiado tan abruptamente. Me niego a creerlo.
La mayor, esbozando una mueca de ligera molestia, captó las intenciones de la muchacha, por lo que decidió darse la vuelta y retomar la marcha hacia el interior del edificio.
—Las personas cambian, querida. Y espero que te dés cuenta antes de que la realidad te azote con fuerza.
"Desearía pensar lo mismo, pero los años no parecen estar de acuerdo".
Quería hablar con él de nuevo, necesitaba verlo a la cara y rebuscar en sus ojos turquesa aquella mirada jovial y radiante del adolescente que un día fue, y que ahora está opacada por un inmenso vacío y un brillo casi inexistente, una depresión tan profunda que dolía.
—Ojalá tener el remedio a tu dolor, Eren. Ojalá volver a tenerte aquí y disfrutar de tu compañía.
Sentía una pequeña opresión en su pecho de nuevo, al igual que las lágrimas deseando brotar de sus ojos. De verdad que deseaba tener en sus manos la solución a los problemas que él callaba y guardaba en su interior, que él tuviera el valor de abrir su corazón y contarle absolutamente todo mientras ella lo arropaba y lo tranquilizaba, aún si ella se viera obligada a callarlo para toda su vida.
Porque la distancia quemaba, quemaba demasiado.
—Mikasa, hay reunión —escuchó hablar a alguien a sus espaldas, una voz que brotó notablemente cargada de molestia y ardor y la hizo tener que resistir de nuevo sus lágrimas.
Escuchar hablar a Connie era como volver a recordar el dilema en el que vivía constantemente, la dualidad de seguir un poco del lado de aquella persona que traicionó a su yo del pasado y puso a sus amigos en su contra. Recordar que también deseba girarse hacia él y mirarlo a la cara mientras se disculpaba, mientras prometía no volver a creerle ni una palabra a Eren y quedarse del lado del Ejército para siempre.
Al final desistió de continuar con su lucha interna, por lo que terminó por dirigirse al lugar donde ésta se iba a llevar a cabo. A pesar de no querer asistir debido a que ya conocía el tema que se iba a abordar, el mismo que tantos quebraderos de cabeza le causaba: ¿Deberían matar a Eren?
—El objetivo de la reunión es plantear las medidas que se tomarán con él —Connie empezó a explicarle el asunto de la convocatoria cuando la sintió caminar tras él —. En principio, la opción de matarlo es lejana porque cabe una pequeña posiblidad de que Zeke Jaeger esté ejerciendo algún tipo de manipulación sobre él, y por eso es que decidieron optar por otras medidas. Las opciones que Zackly barajó estarán sobre la mesa hoy, y probablemente se tomará una decisión.
Dolía escuchar ese tono rabioso y esas palabras afiladas que salían de su boca. Se notaba que Connie difícilmente lo perdonaría por haberle hecho eso a Sasha, al igual que seguramente se guardaba su propia rabia por la niña que la mató.
Y lo entendía. Diablos, entendía ambas partes y no podía elegir a una de las dos, porque eso significaría traicionar a la otra, y ambas son importantes en su vida.
—Entiendo. A pesar de todo, tampoco me fío de Zackly y de las medidas que haya que tomar.
—Ya veremos.
En el ambiente comenzaba a notarse una espesa tensión que incomodaba ligeramente a la muchacha, consiguiendo que un suspiro de alivio emane de sus labios al alcanzar la puerta. La mirada alentadora de Armin chocó con la de ella, lo que consiguió hacer que ella pudiera esbozar una corta sonrisa y relajarse a la vez que caminaba y se sentaba al lado de él, ignorando los cuchicheos de algunos miembros de la Policía Militar y algunas miradas de desaprobación.
Si nunca fue un secreto para los Exploradores que ella guardara sentimientos por Eren, tampoco lo llegó a ser para los demás grupos.
Salió de su ensoñación cuando unos pocos golpes en la mesa en la que se encontraban acabaron por desviar la atención hacia el barbudo hombre que acababa de entrar por la puerta, quien no era nadie más que su superior, aquel hombre de desconocidas intenciones que se iba a encargar de administrarle el pertinente castigo a Eren al término de la reunión.
—Bienvenidos a todos —inició él, mirando a todos los rostros presentes en la reunión, saltándose a la azabache para luego, al término de la inspección, clavar su acusadora mirada sobre ella y no apartarla, ni siquiera cuando sus palabras salieron de su boca —. Supongo que, a estas alturas, el asunto de la reunión no es un secreto para nadie, o eso espero.
—No, señor. Todos los presentes están enterados de qué se va a debatir —intervino Hanji en un intento de terminar con la tensión que se había instalado a causa de la mirada del mayor, quien, entendiendo, terminó por bajar la mirada hacia los papeles y pedirle a uno de sus ayudantes que les reparta una copia a cada uno de los presentes con una simple seña.
Las temblorosas manos de Mikasa recibieron como pudieron el papel que le habían entregado, mientras su mirada ansiosa recorría con rapidez las líneas, para descubrir antes que nadie las intenciones de aquel anciano.
"El joven Eren Jaeger, actualmente cautivo en una de las celdas del cuartel y bajo custodia de los altos cargos, se niega a compartir información sobre su estancia en Liberio, además de también negarse a revelar detalles de su conversación con su hermanastro Zeke Jaeger. Aparte, es culpable de insubordinación y de indirectamente asesinar a su compañera de escuadrón, Sasha Braus.
Por eso, comenzamos a replantearnos su jurada lealtad hacia Paradis y su libre albedrío de elegir qué hacer. Algunas personas cercanas a él comenzaron a negar una supuesta traición hacia el Ejército, alegando que su manera de actuar podría verse atribuida a Zeke Jaeger, quien podría estar tomando posesión de su mente y estar obligándolo a atentar contra la seguridad de Paradis, algo que pone en peligro la situación de la nación y sus aliados.
Y es por eso por lo que hay que tomar medidas cuanto antes. Obligar a los hermanos Jaeger a declarar y revelar las conversaciones que tuvieron en Liberio.
O, en el peor de los casos, buscar a otro candidato para tener el Titan Fundador."
—Como bien pueden ver, Eren Jaeger es culpable indirecto del asesinato de Sasha Braus, una amiga cercana suya —el Generalísimo retomó la palabra después de echarle una breve hojeada a su guión —. Además, el soldado Connie Springer confirma que, cuando el joven Jaeger fue notificado de la muerte de la joven Braus, en especial tras conocer sus últimas palabras... se rió.
El impacto que aquellas palabras causó en todos los presentes que no estuvieron en el acto fue enorme, y más miradas aterrorizadas y desaprobatorias se posaron sobre Mikasa, quien estaba demasiado abrumada y su tensión constante no pudo ser temporalmente desplazada por nada, ni por la mano de Armin, la cual se posaba sobre la suya en un intento de confrontarla y ayudarla a llevar mejor esta tortuosa reunión.
Un aterrorizado Comandante de la Policía Militar decidió romper su silencio, levantándose bruscamente de la silla.
—¡¿Qué diablos?! ¡Eren Jaeger es un peligro total para el bienestar de la isla! ¡No podemos permitir que siga viviendo si se rió de la muerte de una de las personas que más le importaban! ¡¿Qué sigue?! ¡¿El escuadrón de Levi entero?!
—Protesto —intervino Hanji con voz firme, deteniendo las palabras del hombre —. Debe relajarse, Comandante. Sé que nunca ha confiado plenamente en el Cuerpo de Exploración, pero le podemos asegurar que Eren nunca ha hecho eso hasta ahora. Por eso suponemos que Zeke podría estar ejerciendo control sobre él, porque no creemos que sea capaz de hacer esas cosas.
—Y si es capaz, ¿qué? ¿Va a esperar a una masacre bajo sus carcajadas para saber si lo están manipulando o no?
El silencio volvió a instalarse en la sala, y Hanji se vio incapaz de replicarle, porque hasta ella se sentía culpable de defender a Eren y confiar en él, incluso si al final tenía razón y el joven titán era obligado a sufrir en silencio mientras reírse era su única forma de escapar del terror de una opresión calculada por parte de su hermano mayor.
Entonces, la Policía Militar vio en su silencio la manera ideal de tratar de convencer a Zackly de que el plan inicial de traspasar el Fundador era el mejor, pero Mikasa, aterrada, era incapaz de escucharlo y prefería aislarse en su mente y tratar de lidiar con la tentación de no salir corriendo, bajar a los calabozos y rogarle desesperadamente al castaño por una explicación, porque tener que escuchar a aquellos que lo defendían a capa y espada dudar de si debería continuar con vida era algo que no podía soportar.
Tenía que haber un motivo. Se negaba a aceptar que él tuviera un lado retorcido y psicópata que comenzaba a manifestar, y mucho menos con Sasha.
Su cabeza comenzaba a dolerle demasiado en el proceso, también debido al estrés causado por tener que soportar una reunión que estaba ascendiendo a los gritos y una presencia en la ventana que la alentaba a seguirla y refugiarse en ella, a sumergirse en aquel limbo de paz y cambio que la hacía perder la cabeza, pero que a la vez la convencía de que el mundo que la aguardaba allí era un lugar mejor.
Aún si aquel limbo conseguía anular casi por completo su conciencia y recuerdos, le parecía mucho mejor.
Porque cuando la atracción se hizo más intensa y tentadora, oía la voz de Kiyomi en un tono que le hacía asemejarse a la de alguien que hablaba en otro cuarto.
—Pero de todas formas, ruego que te cuides. Puedo necesitarte antes de que te lo esperes.
Y después de un pequeño instante, sus pasos entraron a una sala llena de espadas, donde un joven de cabello castaño y ojos turquesa hizo contacto visual con ella por primera vez.
