Disclamer: Todito de Horikoshi pero yo me quedo con mis tortolitos, gracias.


Shouto sintió algo frío rozarle el abdomen. «Debería taparnos, seguro que es el frío del invierno». Algo no parecía cuadrar, el sentimiento era muy extraño así que abrió los ojos y, estirando el cuello, buscó algo fuera de lugar. Enseguida, se dio cuenta de la mano de Izuku dentro de su camisa; todavía no había ni terminado de amanecer y Shouto ya estaba empezando a sentir sus mejillas arder. No quería despertar al chico a su lado pero no le apetecía quedarse en esa posición; le dolía el hombro en el que llevaba apoyado toda la noche.

«No tuve pesadillas», pensó, observando la expresión tranquila de Izuku frente a él; estaba tan cerca de su rostro que era capaz de ver cada poro. Se enfocó en lo suave que parecía su piel pero no quería moverse mucho por si acaso. «Quizás, al darse cuenta de la situación en la que estamos, se aleja corriendo. No nos ponemos tan… ¿cariñosos? muy seguido».

Volvió a cerrar los ojos y se concentró en la dulce sensación de tener al chico que le gustaba entre sus brazos. «Sí, no tiene sentido negarlo o esconderlo más, adoro a Izuku con toda mi alma». Sin saber por qué, las imágenes volaron en su mente y comenzó a recordar aquel día, su primera cita, una de las tardes en las que se "reunirían" con sus compañeros en el centro comercial:

Llegué diez minutos antes de la hora. «Cualquier excusa es válida para alejarme de casa». Totalmente prefería esperar en un banco, bajo el gran árbol que le daba sombra al lugar de encuentro con sus compañeros, era el sitio más reconocible de todos.

Desde atrás pude oír a alguien llamándome, me tensé enseguida reconociendo al dueño de la voz: Izuku Midoriya. Me giré justo cuando él llegaba a mi lado y saltaba el banco para sentarse en el espacio vacío a mi izquierda.

—¡Hola, Todoroki-kun! —exclamó, sonriéndome—. También llegaste temprano.

—Sí —susurré, intentando controlar los latidos de mi corazón.

—¿Cómo estás? —Quizás sólo me pareció a mí, pero él estaba más alegre de lo usual.

—B-Bien, Midoriya. —Me acomodé la camisa que llevaba puesta—. ¿Y tú?

—¡Muy bien! —respondió, sin dejar de sonreír; no me hacía falta girar completamente el rostro para darme cuenta de su expresión—. Estaba esperando este día con ansias.

Midoriya empezó a murmurar cosas sobre una revista de héroes que había conseguido de camino al centro comercial. Comenzó a pasar las páginas y leer unos datos que, si no fuese porque me ponía demasiado nervioso a su lado, sonaban muy interesantes; más si venían de su boca. Se notaba su afición a los héroes con cada palabra que pronunciaba, con cada sentimiento que dejaba ver entre líneas.

Revisaba la hora en mi teléfono a cada rato, me estaba empezando a exasperar el tener que esperar tanto. Ya habían pasado más de diez minutos de la hora en la que nos íbamos a encontrar y los demás no aparecían por ningún lado.

—¿Todoroki-kun… —musitó, cerrando la revista—, crees que les haya pasado algo a los demás?

—No sé. —Sí se me hacía muy extraño que siguiéramos solos.

—Capaz lo cancelaron y no nos enteramos —dijo, alzándose de hombros.

—Quizás —respondí, desbloqueando mi teléfono para escribir en el grupo del salón.

El móvil de Midoriya sonó, su tono de llamada era el de uno de los primeros anuncios de All Might. Era un mensaje de Uraraka diciéndole que lo siente mucho pero que estábamos solos, nadie más iba a venir.

—Si quieres irte a casa, pues… nos vamos —susurré, levantándome del banco.

—Ya estamos aquí, ¿no? —Midoriya guardó la revista en su mochila—. Si quieres nos quedamos un rato.

«No me podía creer lo que estaba pasando. Recién me había enterado que iba a pasar la tarde con el chico que me movía el piso…».

Me alcé de hombros cuando vi que giró su rostro, de nuevo, hacia mí; esperando una respuesta y yo, con el débil calor que sentía en el abdomen, no sabía si aprovechar la oportunidad y arriesgarme a que se enterara, o simplemente rechazarlo e irme a esconder a mi habitación.

—Todoroki-kun, no hay problema si no quieres quedarte —dijo, cerrando su bolso y colocándoselo en la espalda—. Yo igual daré una vuelta; a ver si consigo algo interesante.

—Te… Te acompaño, Midoriya.

Di un par de pasos hacia la puerta apenas terminé de hablar; no quería que viera mi sonrojo. Me intenté calmar hasta que llegó a mi lado:

—Caminas rápido, Todoroki-kun —exclamó, empezando a seguirme el paso.

—Perdona, Midoriya. —Acorté mis zancadas.

—¿Hay algún lugar al que te gustaría ir, Todoroki-kun? —preguntó, con una de sus enormes sonrisas en el rostro; dejándome sin aire por un momento.

Yo sólo logré negar con la cabeza, observando a mí alrededor; la verdad, no había tantas tiendas que me podría interesar visitar.

—Entonces… —Midoriya subió una mano hasta rascarse la nuca—. ¿Podemos ir a la tienda de cómics?

—Sí —musité, casi en un suspiro. «Se me hacía imposible pensar que habría algo en ese local que él no tuviese ya».

Subimos las escaleras hasta el tercer piso y cruzamos el pasillo que separaba la sección de tiendas "de jóvenes" del área de comida. «Quizás podríamos comer en un rato… Acá tienen un soba delicioso», pensé, siguiendo a Midoriya hasta la puerta de la tienda de cómics.

Él la abrió y la sostuvo, haciéndome espacio para pasar. «Hacía meses que no entraba, al menos desde antes de iniciar clases». El dependiente lo reconoció y le ofreció una figurita de All Might que le había llegado hace un par de días. Intenté no acercarme tanto pero, desde mi punto de vista, Midoriya parecía explotar de felicidad. No hubo necesidad de esperar mucho más para que él aceptara el producto, lo pagara y guardara en su vibrante mochila amarilla.

Vi que se estaba despidiendo del muchacho y me giré, dándole la espalda para que no se diera cuenta de que lo estaba viendo desde que habíamos entrado. Frente a mí había tres figurines que hubiese preferido no reconocer… Endeavor, de diferentes tamaños y con su habitual pose. «Ugh, ¿por qué?», pensé, estático, esperando que Midoriya dijera algo o llegara a mi lado.

—Todoroki-kun, —sentí como su brazo rozaba mi camisa—, ¿qué estás viendo?

—Nada —respondí, respirando profundo—. ¿Listo?

—¡Sí! —gritó, demasiado emocionado para mi gusto—. ¿Quieres ir a comer un helado, Todoroki-kun?

Me detuve en seco bajo el marco de la puerta. «¿Los amigos hacen eso, verdad?», pensé, sacando fuerzas del lugar más recóndito en mi interior para asentir y acordarme de cómo caminar. En su rostro había duda pero no dijo nada, simplemente me siguió el paso hasta la tienda de helados.

Llegamos al área de comida y estaba a reventar. Tuvimos que pasar entre unos niños corriendo y unas señoras chismoseando sobre alguna de sus vecinas; hacía tiempo que no tenía que pedir permiso tantas veces para recorrer los menos de cien metros que nos separaban de la heladería.

—¿De qué quieres el helado, Todoroki-kun? —interrogó Midoriya, unos segundos después de llegar frente a la nevera—. El de limón y mandarina es nuevo, creo que yo probaré ese.

—Sí. —No entendía cómo podía decidirse tan rápido en algo como esto—. No sé, uhm, ¿guayaba?

—Ese es delicioso, Todoroki-kun —dijo, alegrándose—. Te va a gustar.

Pedimos nuestros conos, pagamos y empezamos a buscar una mesa vacía pero fue imposible, todas estaban ocupadas. «Lo malo del verano era justamente eso». Midoriya acertó cuando opinó que podíamos subir a la terraza del centro comercial, no había mucha gente ahí por lo que conseguimos fácilmente un banco vacío.

Nos sentamos y él me ofreció de su helado; la verdad, la mezcla de amarillo y naranja entre la base blanca se veía interesante, pero no me quería atrever a probarlo hasta que tuve su cucharilla a unos centímetros de mi boca, instándome a abrir los labios y descubrir la mezcla ácida de sabores que él me daba…

De inmediato regresó a la realidad. Shouto asoció el sabor de helado con lo que él reconocía cada vez que besaba a Izuku y, sin pensar en lo que podía pasar, se acercó al chico que tenía acostado a un lado. Acarició lentamente su boca con sus labios, descubriendo que no estaba equivocado: Izuku sí sabía a mandarina.

Se preguntó, separándose de su novio, si él también tendría un sabor característico. La necesidad de saberlo fue en aumento así que, apenas sintió al muchacho removerse entre sus brazos, no espero mucho para preguntarle:

—Izuku… ¿mis labios saben a guayaba? —interrogó, viendo al chico frotarse los ojos.

—Todoroki, uhm, —Intentó desperezarse antes de responder—. ¿Sí?

—Ok. —Abrazó a su novio una vez más—. Puedes seguir durmiendo.

—No —susurró Midoriya, acurrucándose contra su cuerpo—, pero si quiero quedarme así.

—Está bien. —Shouto no se había dado cuenta del débil brillo que reflejaban sus mejillas con el movimiento—. La escarcha, Izuku.

—¡Ay! —exclamó, separándose de inmediato, saliendo de la cama de un salto—. Toda tú cama debe estar llena de purpurina.

—Eso se limpia luego —acotó Shouto, destapándose.

—¡Lo siento, Todoroki-kun! —dijo, haciendo una reverencia.

—No te preocupes, —él llegó a su lado en un segundo—, y las formalidades las dejamos hace tiempo, Izuku.

—No se me ocurrió pensar en eso. —Midoriya tenía los ojos bien abiertos, observando la cama; la sábana y la manta estaban completamente llenas de pequeños brillitos de colores—. Sólo pensé que sería un lindo detalle, perdona.

—Es un lindo detalle… —Shouto lo tomó de la barbilla, acercándolo—, y erótico.

Pudo sentir como Midoriya se revolvía entre sus brazos, nervioso, seguramente descolocado por lo que él le había susurrado. «¿Tenía que decírselo ahorita?», pensó, dándose un golpe imaginario en la frente. Todoroki decidió que si lo había empezado, tendría que terminarlo, además, el reloj de su mesita marcaba casi las seis de la mañana y era domingo; nadie estaría pendiente de ellos a esa hora.

—¿Puedo? —preguntó, elevándole el rostro, dejándolo separado de él por casi nada.

—Mhm —musitó Midoriya, asintiendo y mordiéndose el labio inferior instintivamente.

Y lo besó. Un beso dulce como la miel y suave como el algodón. Un beso de esos que te activan todos los nervios del cuerpo y te hacen sentir pequeñas corrientes bajo la piel. Un roce siguió al beso. Todoroki bajó sus dedos de la barbilla de Midoriya a su cuello y comenzó a dibujar pequeños círculos debajo de su oreja; en el lugar donde había descubierto, sin querer, que desataba a su novio.

Izuku le mordió el labio al sentir su mano sobre su delicada piel. Sí, podía parecer que Todoroki se estaba aprovechando de esa debilidad, pero, la verdad, lo hacía para que su novio llegara a su mismo nivel; él siempre se emocionaba mucho más rápido que Midoriya y por eso recurría a esa caricia cuando le era necesario.

Estaban a un lado de la cama, así que Todoroki sólo tuvo que dar dos pasos para sentarse sobre el colchón y jalarlo, haciendo que Midoriya se acomodara sobre sus muslos. «Tiene las mejillas completamente rojas», pensó, besándoselas, activando más intensamente sus terminaciones nerviosas con cada beso.

Le rozó la nariz cuando pasó del pómulo derecho al izquierdo. Sus dilatados ojos verdes haciéndolo suspirar antes de continuar su camino hasta los lunares que cubrían su piel, depositando suaves besos sobre cada uno, derritiéndose de amor en el proceso. «Es tan guapo», pensó, apretándole el rostro con ambas manos y presionando los labios contra los suyos.

Una de las manos de su novio se coló dentro de su camisa, volviéndole a crear aquella sensación que tuvo al despertar. «¿Por qué están tan frías sus manos?». Lo tomó de las muñecas, más por instinto que a consciencia, y entrelazó sus dedos con los de él; adoraba la sensación de tranquilidad que lo invadía.

Llevó sus manos hacia sus hombros, dejando los brazos de su novio descansar sobre ellos, y le soltó las manos para mover las suyas a la espalda baja de Midoriya, acercándolo más a él. Enseguida sintió los vellos de su nuca erizarse; Midoriya había empezado a mordisquearle el hueco entre su cuello y su hombro.

Una corriente recorriéndole la columna lo hizo suspirar y se quedó inmóvil después de dejarle suaves marcas con sus dedos sobre su tersa piel; simplemente respirando, intentando tranquilizarse. Se echó hacia atrás, acostándose sobre las deshechas sábanas que medio cubrían la cama, sintiendo parte del peso de su novio sentado a horcajadas sobre él. Shouto abrió los ojos nuevamente, deleitándose con el intenso verde que veía frente a él; dejándolo boquiabierto por un instante.

Fue cuestión de un par de segundos. Los gritos provenientes del pasillo, la puerta abriéndose de golpe y Bakugou viéndolos con los ojos como platos al entrar; parecía estar decidiendo si los dejaba o seguía a lo que había venido. Como era de esperar, enseguida lo había separado de Midoriya. Vio a Bakugou halarlo del cuello de la camisa hasta pegarlo contra la pared más cercana y presionarle una de sus sudorosas manos sobre el pecho.

—Mira nerd… ¡Ugh, Deku! —exclamó, botando aire por la nariz como un toro—. ¿Por qué dejaste una estúpida caja de chocolates con mi nombre en la nevera?

—Kacchan… —Desde donde estaba sentado podía ver a Midoriya temblar ligeramente—, para felicitarte que hayas pasado el examen remedi…

—¡Claro que lo iba a pasar, imbécil! —Parecía que Bakugou lo haría explotar en cualquier momento—. Preocúpate por tu noviete y déjame a mí en paz.

«¿Cómo sabe que estamos saliendo si no le hemos dicho a nadie? ¿Izuku le habrá mencionado algo?».

—Kacchan, pero… —murmuró, listo para protestar por la falta de tacto de Bakugou.

—Ningún pero —dijo, liberándolo en un simple movimiento, haciendo que Midoriya casi cayera al suelo—, no me hacen falta tus tonterías.

—Somos amigos, Kacchan. —Se notaba que Izuku sólo quería calmarlo y alejarse de él.

—Preocúpate por mitad y mitad y ya —soltó, volteando a Todoroki, aún sentado a la orilla de la cama; había aprendido a las fuerzas que no debía meterse cuando estaban estos dos juntos—. Y tú —vociferó poniéndose frente a él—, mantenlo bajo control.

Los dejó solos tan rápido como había llegado. Shouto podía sentir la tensión en el ambiente y deseaba poder hacerla desaparecer cuando se fijó en las húmedas mejillas de su novio. Se acercó enseguida, dejando que él lo abrazara como cada vez que lo veía llorar; no podía soportar verlo en ese estado pero tampoco sabía cómo hacer para que Midoriya no fuese tan sensible.

Lo dejó apoyarse completamente sobre su pecho, esconder el rostro en el hueco donde antes lo estaba mordiendo y apretarlo tan fuerte con los brazos que estaba seguro dejaría de respirar en cualquier momento. Había llegado a entender que lo mejor que podía hacer en esa situación era dejarlo llorar en su hombro y abrazarlo en silencio, sobándole la espalda con la mano izquierda hasta que se tranquilizara.

Bakugou era una fuerza muy grande para Izuku. Tenían tantos momentos juntos que era imposible creer que algún día ellos dos se separarían, no lograba imaginar un futuro donde no trabajaran juntos contra cualquier villano que se apareciera. Tampoco quería figurarse en un momento donde él no los acompañara; serían invencibles si así fuera.

Pero el presente era todo lo que podía tener Shouto por el momento, así que se concentró en calmar a Izuku, repartiendo débiles olas de calor sobre la camisa, relajándolo hasta que sus ojos dejaran de producir lágrimas y él dejara de sorberse la nariz hasta el infinito.

Le dio un corto beso en la frente cuando sintió que volvía a respirar acompasadamente y fue consciente del hombro mojado de su traje de héroe. Un suave —gracias— llegó a su oído, tan bajito que hubiese podido ser imaginación suya, pero no, Izuku siempre hablaba muy despacio cuando terminaba de llorar.

Shouto cerró los ojos, aún sentado en el piso, acomodando mejor la espalda contra la pared y abrazando fuerte a su novio, quien ya había dejado de quitarle la respiración y ahora simplemente disfrutaba del sosiego que comenzaba a inundar la habitación.

No supo si fue mucho o poco el tiempo que habían pasado en la misma posición; tampoco es que le importara mucho. Sintió al muchacho removerse entre sus brazos, nuevamente, intentando liberarse y plantarle un dulce beso en el cachete derecho con otro —gracias— susurrado casi en completo silencio.

«¿Qué hice yo para merecer esto?», pensó, observando embelesado a su novio. Sus ojos, aún vidriosos, le devolvían la mirada. Sus mejillas sonrojadas, dándole ese aire angelical que tanto le gustaba e intensificando la presencia de las pecas adornando su piel. Subió una mano hasta su rostro, limpiándole las pocas lágrimas que le quedaban y dejando escapar el aire que tenía contenido desde que él se había lanzado a su brazos.

—¿Estás bien? —musitó, quitándole la última lágrima que pudo ver.

—S-sí, ya estoy mejor —le respondió, curveando las comisuras de sus labios.

—Me alegra, Izuku. —Shouto mantenía la expresión sin sentimiento pero podía ver el suave brillo que iluminaba sus ojos.

Se quedaron abrazados un rato más, deseando que el tiempo se detuviera y el momento se volviera infinito. Reconfortándose mutuamente. Sin saber por qué y sin querer averiguarlo por el momento, simplemente disfrutando de la compañía y del cariño que se profesaban en casi completo silencio. Sólo se oían los sincronizados latidos de sus corazones y sus respiraciones haciéndolos inhalar y exhalar simultáneamente.

«Lo adoro demasiado… No puedo creer que realmente estoy viviendo en este sueño».


Al fin saqué tiempo para terminar de escribir la segunda parte (y final) de esta historia!

Confieso que era una maraña de emociones mientras escribía... Ya me dejarán saber si les gustó.

¡Los leo en la cajita de abajo!