Parte II. La decepción y la magia
Allí, tendido boca arriba sobre las sábanas, Sasuke sintió una amarga decepción subirle por la garganta.
El agotamiento de su cuerpo —su dolor— era similar al que podía experimentar tras una pelea. Sin embargo, la satisfacción no era la misma. No había habido tal cosa como un triunfo: más bien se consideraba derrotado. Había expuesto su mayor vulnerabilidad. Había perdido el control de sus reacciones, había sido irracional. Su voz había producido sonidos vergonzosos, algo que ningún Uchiha antes que él debía de haber hecho de ese modo humillante y, para peor, delante de un hombre.
¿Qué pensaría ahora Naruto sobre él? ¿Podría volver a mirarlo a la cara…? ¡Mierda! ¿Cómo pudo dejar que esto pasara?
Ah… sí sabía cómo. Lo había deseado… ¡por tantos años lo había deseado! Odiaba reconocerlo ante sí mismo pero ahora que ya estaba hecho no tenía sentido negarlo. Había estado solo demasiado tiempo, cerrado sobre sí como una carcasa vacía, inalcanzable para cualquier calidez humana menos para la suya: apenas un atisbo del azul de sus ojos llenos de energía, un pequeño roce de aquellos cabellos rubios, ¡encendían en él un terrible infierno! Después de su familia, con nadie había podido conectar como con él y lo que tan largamente intentó disfrazar como amistad pronto se descubrió como otra cosa.
Cuando se enfrentaban, la memoria de su piel contra la suya en cada puñetazo, en cada patada, permanecía entre sus sensaciones recurrentes por semanas. Dormido, lo soñaba como quien invoca al ser amado desde lo más profundo de sus órganos. En algún momento, contra su voluntad, había comenzado a imaginarlo incluso despierto. Al principio, solo reproducía o perfeccionaba sus batallas. Luego, agregaba diálogos o inventaba encuentros en situaciones imposibles. Pero, finalmente, Naruto se armaba de valor y murmuraba una palabra más allá, una que no podía decirse. Le tendía la mano y le rozaba la mejilla. Y él se desarmaba. Era derrotado por su fantasía y no podía construirse más obstáculos. Se dejaba caer en el jardín de las delicias, por una vez bendecido por la posibilidad de un gesto de afecto auténtico.
Había anhelado ese contacto, ese fluir de dos cuerpos en completa armonía, de un modo tan constante y arrasador que no tuvo herramientas para detener el avance de los hechos cuando por fin regresó a la Aldea y Naruto se dedicó a pasar cada vez más tiempo junto a él.
Cuando llegó el día en que el rubio apeló a una excusa banal para compartir habitación con él, comprendió que estaba por cruzar la línea entre los fantasmas de su cabeza y la realidad concreta que le tocaba vivir. Recurrió a todo su chakra para detener el temblor de su cuerpo y disimular sus nervios. Tuvieron una conversación entrecortada, repleta de vacíos y confusiones, hasta que Naruto, en un acto desesperado, como quien no sabe qué más decir para hacerse entender, le plantó un beso en la boca. Fue un beso torpe, infantil. Sasuke adivinó que el chico debía de tener tan poca experiencia como él. Chocaron los dientes, se mordieron, les costaba respirar como si aún tuvieran doce años.
Sin embargo, ya no tenían doce años. De modo que, al ver que no era rechazado, Naruto se animó a abrazarlo, primero, y a bajarle las mangas de su ropa, inmediatamente después. Sasuke se dejó hacer. Comprendía que aquel era el momento que tanto había esperado pero, ¿dónde estaba la llama devoradora, la lujuria insoportable? ¿En qué momento su cuerpo comenzaría a saber cómo moverse, cómo sentirse?
No se trataba de que no hubiera placer, no, pues lo hubo. Ya habían conseguido arrojarse sobre la cama cuando, con tanto toqueteo, principió a endurecerse. Incluso durante la penetración, entre medio del dolor, la incomodidad y la turbación, hubo destellos de luz en los que creyó descubrirse próximo al orgasmo. Poco después, Naruto, tras notar que era el único que había terminado, estiró el brazo para masturbarlo. Le hizo un poco de daño pero, al ayudar él con su mano también, encontraron el ritmo y pudo eyacular entre sus dedos. Hubo placer, sí. Lo que no había habido era magia.
En ninguna parte del proceso había sabido qué hacer. Le había resultado difícil, engorroso. Probaron varias posiciones pero todas eran imprácticas, los lastimaban en algún lado o eran agotadoras de mantener. Se recostaron frente a frente y no encontraban dónde meter el muñón del brazo que les faltaba, como si el cuerpo humano no hubiera estado hecho para abrazarse en la cama. Al besarse, tenían que esquivar sus narices, les entraban pelos en la boca, se mordían sin querer. Mientras se balanceaban entre las sábanas, el mueble hacía un crack-crack que los desconcentraba… ¡Era mucho más sencillo combatir! ¡Sus puños encajaban mejor cerrados contra el rostro del otro que abiertos en una caricia!
Ah… seguramente Naruto estaría tan decepcionado como él. Sin dudas debía de pensar que no valía la pena. Que Sasuke era demasiado complicado, demasiado frío… ¡y demasiado débil! Debía de haberlo espantado escuchar sus gemidos ridículos, ver las contorsiones de su cara. En este mismo instante, lo escuchaba respirar agitado a su lado, recuperando las fuerzas tal vez para vestirse rápido y poder irse de una vez. Sí, él también quería irse. No estaba hecho para el amor ni para el placer. No eran para él. No volvería a atreverse a tener otra estúpida fantasía.
La voz de Naruto, entonces, lo sacó de sus largos pensamientos.
—Ey, Sasuke… —El muchacho giró el rostro hacia él y le sonrió—. Disculpa si no lo hice muy bien… creo que te lastimé un poco. Odio admitirlo, pero… yo no sé mucho de estas cosas.
—Está bien —masculló en respuesta, casi sin separar las palabras, listo para oír el ruido que produciría la cama cuando Naruto se levantara. No obstante, en su lugar sintió una mano buscando la suya.
—La próxima vez saldrá mejor, lo prometo. —Ahora fue Sasuke quien se volteó a verlo, con asombro—. Gracias por haber regresado a la Aldea. Te amo, Sasuke.
Y, sin esperar respuesta (como si no se atreviera a pedir tanto), Naruto se acercó, lo abrazó y recostó la cabeza en su pecho, dispuesto a dormir allí, escuchando el latido de su tonto corazón. Sasuke trató de rodearlo con su muñón mientras con la mano sana buscaba la suya para tomarla nuevamente.
De a poco, los hechos recientes se reacomodaron en su cabeza, tomando otro significado. Una emoción confusa brotaba de su interior: imposible discernir entre la desesperación, el dolor y una felicidad arrolladora, llena de esperanza. Los dedos de Naruto apretaban los suyos, como si el rubio hubiera encontrado en él algo largamente buscado: el sitio donde más deseaba demorarse. Le devolvió el agarre con fuerza. Se sorprendió a sí mismo al reconocer que una humedad le nublaba los ojos.
Tal vez sí había algún tipo de magia que pudieran construir. Una que ni siquiera había podido imaginar.
* * * FIN DE LAS DINÁMICAS DEL DESEO * * *
Notas de Autora: ¡Y aquí termina! Quiero agradecer a Nazu por haber participado del concurso que dio origen a este fic… finalmente, su pedido (plasmar la confusión y el deseo de Sasuke durante Shippuden y cómo todo eso pudo concretarse después, en su reencuentro con Naruto) coincidió con cosas que yo también necesitaba decir, por lo que conecté mucho con este fic. Supongo que me tomo como una suerte de cruzada personal el desmitificar el amor y el sexo y por eso me gusta mucho hablar de la decepción, del vacío, del no saber qué hacer, que al final no impiden el placer, el amor o la felicidad, porque ciertamente estas experiencias positivas siempre o casi siempre van acompañadas de las otras. Por supuesto, son muy bonitas las fantasías en las que los cuerpos encajan, pero viene bien estar preparadas para cuando no es así. Perdón por ponerle moraleja a mis fics, es más fuerte que yo (? Gracias por leer hasta acá y gracias a Nazu otra vez. Porfa, visiten su página, hace un arte realmente precioso. ¡Hasta el próximo fic!
