Alegría; el arte del placer.
—¿Shinji? ¿Qué sucede?
Shinji contempló a Kaworu, suspendido, y pasó los ojos a su hombro. Lo estaba sosteniendo.
—¡Ah, perdón! —Lo soltó, reaccionando—. Perdón, no sé porqué… —No sabía dónde meterse. Ojalá supiese lo que pasaba. No pensó cuando lo detuvo, simplemente se sintió desesperado al ver cómo se alejaba de su lado—. Creo que… tenía miedo de que no quisieras hablarme más.
Kaworu le mantuvo la mirada a un cabizbajo Shinji. Ahí; pequeño, frágil, temeroso de quedarse solo. Un humano diferente de los que conocía. Uno que, quizás, valía la pena proteger. Si la humanidad podía ser tan sensible como él... tal vez el mundo aún tenía esperanzas de conseguir un futuro mejor.
Esperanza… La base de vida de los Lilim.
—¿Te dolería que dejara de hablarte?
Shinji asintió, frunciendo las manos contra las rodillas. Kaworu se halló regocijado. Ese humano era, sin duda, una ternura. Tenía la necesidad de estar más cerca de él.
De tocarlo.
—Shinji… —Estiró la mano hacia su mejilla. Shinji levantó el rostro y se paralizó al ver unos penetrantes ojos que no le quitaban la vista de encima. Quiso moverse cuando Kaworu comenzó a inclinarse hacia él, pero no pudo. Se dejó besar.
Y su campo A.T se disolvió.
Kaworu arrastraba los labios por los suyos, despacio. Los presionaba con cuidado, como si aplicar más fuerza significara partirlos.
No debería estar haciendo esto…
Pensó Shinji cerrando los ojos, tomando sus hombros. Solo quería ser un poco feliz, olvidar el dolor. Y sus besos le regalaban aquello: felicidad y un mareo lo suficientemente intenso como para no pensar en nada más que eso. Ya no tenía excusas para negarse, lo necesitaba.
Kaworu pasó la mano por su nuca, separando los labios, asomando la lengua por ellos. Shinji sofocó un quejido cuando la sumió en su boca. De pronto el beso se volvió intenso. Entrelazaban sus lenguas, jugaban con ellas, Shinji suspiraba en el medio. Kaworu frotaba su cuero cabelludo en una caricia que lo induciría al sueño si no fuese por aquel encuentro que cada vez se tornaba más fogoso. Shinji le seguía el ritmo como podía, pero a veces era torpe por la falta de práctica y los nervios. Torpeza a la que Kaworu se acomodaba, dejándolo respirar unos momentos, y luego volviendo a besarlo. Se preguntó si él tendría practica, pero algo le decía que no. Que solo estaba pensando en cómo hacerlo sentir bien.
Kaworu abandonó sus labios para ir al cuello. Sujetó su cintura, como si así impidiera que escapase, y deslizó la lengua hacia arriba por su piel, haciéndole cerrar las piernas. Esos besos empezaban a despertar ciertas sensaciones en su cuerpo. Lo estremecían, le hacían cosquillas. Estaba ansioso.
—Shinji… —murmuró en su oído subiendo una mano por su pecho, llevándose la playera en el camino. Rodeó su pectoral y presionó. Shinji ahogó un jadeo. Nunca lo habían tocado así. Lo máximo que había hecho en su vida fue besar. Apenas sabía cómo reaccionar. Desconocía los estímulos que estaba recibiendo y temía que el placer huyera de la garganta— ¿Estás cómodo?
Asintió, abrazándose a su espalda. Kaworu sonrió contra el lóbulo de su oreja y lo atrapó con los dientes.
—Qué suave… —balbuceó, cerrando los labios en su lóbulo. Lo acarició con la punta de la lengua, sintiendo más aquella suavidad. Para él, que nunca había tocado otro cuerpo humano, era todo una sorpresa. Un descubrimiento. Lo único que sabía del cuerpo humano era lo que había leído. Siempre solo y apartado del mundo, en el refugio que le había brindado SEELE, tenía libros. Una habitación oscura llena de libros sobre la humanidad; uno de ellos hablaba de la reproducción humana. No le llamó la atención hasta que leyó el término "placer". Desconocía lo que era, pero ahora, en ese momento, lo estaba conociendo. El placer de tocar a otro, de hacer sentir bien al otro. A él.
Shinji apoyó la frente en su hombro con las orejas rojas. Kaworu besaba y lamía su cuello, pasaba las manos por su pecho, se detenía en los pezones. Sus ojos saltaron cuando pellizcó uno. Y de repente se sintió extraño, como si estuviese haciendo algo inmoral. No porque fuera un hombre el que lo acariciara, sino porque estaba entrando a un terreno desconocido: el mundo de los adultos. Se sentía demasiado pequeño como para estar pisándolo.
Guiado por la inseguridad, apartó sus hombros con la cabeza gacha. Kaworu lo miró con una pizca de preocupación.
—¿Te lastimé?
Shinji negó, inquieto.
—No es eso, pero no sé si deberíamos…
Kaworu le sonrió.
—Podemos parar si quieres, Shinji.
—No es como si quisiera… parar. —No supo de dónde sacó la valentía para ser honesto.
Porque es Kaworu.
Llegó a la rápida conclusión. Con él podía sincerarse, él no lo juzgaba. Y empezaba a sospechar que no sabía lo que era "juzgar".
—Si no quieres parar, entonces… —Kaworu se inclinó y besó su mejilla. Un beso cariñoso—. Solo relájate.
—¿Ya hiciste esto antes?
—Es mi primera vez teniendo este tipo de contacto humano.
Shinji atajó su cabeza, que ahora se encontraba a la altura del pecho. Kaworu continuó subiendo la mano por éste, dejándole la playera atascada en la clavícula.
—Kaworu, hablas raro.
El nombrado soltó una risita sobre su piel.
—Lo siento, no tuve mucho contacto humano en mi vida.
—Yo… tampoco.
Kaworu alzó la mirada, chocando con la suya. Una mirada tímida que lo observaba desde lo alto.
—Qué lindo eres, Shinji.
Shinji no tuvo tiempo de sonrojarse que ya estaba estirando el cuello hacia atrás con placer. Kaworu deslizó la lengua por uno de sus pezones, llevándoselo con él. Lo succionó, adentrándolo en la boca, sintiendo cómo se endurecía sobre la lengua. Shinji se contuvo de gemir. Le resultó extraño la extrema sensibilidad que lo asaltó. No sabía que ese lugar podía llegar a ser tan sensible, o quizás solo era Kaworu atendiéndolo bien. No lo sabía. No sabía nada. Y de a poco iba dejándole de importar el no saber.
Kaworu rodeó su pezón con la lengua, trazando la aureola, mientras frotaba el otro con dos dedos. Shinji apoyó las manos detrás del cuerpo, el cual comenzaba a sentirse liviano, flojo. Contrario a su pecho, que se comprimía encerrando al corazón de tal modo que pensaba que éste iba a detenerse en cualquier momento.
—¿Se siente bien, Shinji?
El joven asintió, deleitándose con su voz. Suave como siempre, calmada. Le daba seguridad.
—¿Y acá? —Kaworu bajo la mano por su abdomen y Shinji se estremeció cuando presionó su intimidad. Allí, donde su pantalón se encontraba levantado. Cosa que, hasta recién, ni había notado.
Se tapó la boca enrojeciendo completamente. No se dio cuenta. Juraba al cielo que jamás se percató de su propia erección. Se sentía bien ser tocado, sí, ¿pero tanto como para una erección?
Kaworu pestañeó curioso al sentirlo y declinó la mirada. El pantalón de Shinji apuntaba directo a él.
—Esto es… —Metió un dedo en el borde del pantalón y lo estiró hacia sí. Bajó la cabeza para examinarlo bien—. Está parado.
—¡No lo mires así! —Shinji se tapó la entrepierna con los nervios a flor de piel— ¡F-Fue sin querer, lo juro!
Kaworu levantó la vista con una sonrisa. Era la sonrisa de un niño inocente, emocionado por hallar un nuevo juguete.
—¿Qué tiene? ¿No es bueno que esté parado? Significa que te sientes bien, ¿verdad?
—Sí, pero… —Shinji dobló el rostro para no ver esos ojos que lo atravesaban—. Es vergonzoso.
—¿Por qué? Es la naturaleza humana.
Shinji se volvió a él confirmando que era, en síntesis, de otro planeta. No hablaba como una persona normal.
—¿No se siente bien? —preguntó Kaworu en su oído, manoseando su miembro por encima del pantalón. Shinji cerró los ojos, retorciéndose—. Se está haciendo más grande.
—¡Deja de hacer esos comentarios!
—¿Por qué? —Cerró la mano buscando atenderlo mejor, pero el pantalón se lo impedía. Sin preguntar, agarró los bordes y lo bajó un poco. Lo suficiente como para que el miembro de Shinji saltara en una bienvenida. Kaworu dobló el rostro, detallándolo—. Es más pequeño que el mío.
Shinji frunció el entrecejo. Disparó directo a su ego. Pero el joven ni sabía lo que significaba aquello, por ende, no lo dijo con malas intenciones.
—¡Estoy en pleno crecimiento! ¡Ya crecerá! —exclamó, haciéndole reír en un murmullo.
—Si la humanidad sobrevive, lo hará.
Shinji pestañeó, confundido, y luego chilló, excitado, cuando sintió los dedos de Kaworu cerrándose sobre su miembro. Empezó a frotarlo de arriba hacia abajo con cierta velocidad que le hacía contraer el vientre.
—E-Espera, no tan rápido.
—¿Te duele? —Se detuvo.
—No, pero si lo haces así de rápido… —Evitó sus ojos con la mandíbula tensa. Intentaba no poner una expresión vulnerable. Cuando la veía venir, endurecía los gestos. A pesar de estar siendo tocado, invadido de alguna manera, quería mantenerse firme. Ser un hombre digno. Cuando, en realidad, no tenía nada de malo mostrarse débil ante un momento así. Para eso existía el sexo, para liberarse de las ataduras del ego. Pero Shinji aún no lo comprendía. En cambio, quién lo atendía, que era otra especie, comprendió ese concepto más rápido que él.
Kaworu permaneció admirándolo unos instantes y asintió con una sonrisa.
—Entiendo.
Calmó las revoluciones y se dedicó a deslizar la mano lentamente por su miembro; reforzando el agarre por momentos, pasando los dedos por la punta. Shinji dobló los suyos contra el acolchado, respirando jadeante. El sentir era mucho más potente que cuando se masturbaba solo. Aún no podía creer la imagen que estaba viendo. Su intimidad entusiasmada, la mano de Kaworu apretándola, su pelvis temblando por las placenteras sensaciones. El no desmoronarse ahora parecía una tarea imposible.
Kaworu, no muy lejos de esas emociones, entrecerró los párpados comenzando a sentirse extraño. Algo en su interior subía, se incrustaba en el pecho estrujándolo por dentro, y volvía a bajar situándose en la entrepierna; una energía pesada. El miembro de Shinji comenzaba a humedecerse. Podía ver una pequeña gota emanar de la punta. Se mojó los labios, ansioso.
—Shinji… —Inclinó el rostro, abriendo la boca. Shinji vibró cuando deslizó la lengua por la punta, probando su placer, encontrándose con una piel más suave y resbalosa.
—¡E-Espera! Eso no… —Su voz terminó en un murmullo. Kaworu rodeaba la punta en lentos compases, desesperándolo.
Salado… ¿Este es el sabor del éxtasis humano?
Pensó, moviendo la lengua de un lado a otro debajo del vértice. Shinji apretó las muelas viendo cómo su intimidad pegaba unos saltitos por el estímulo recibido. Tenía la garganta reseca. Y miedo. Miedo de terminar demasiado rápido y quedar como un perdedor.
Kaworu separó los labios y metió su miembro en la boca. Cerró los ojos y comenzó a succionarlo de adentro hacia afuera con esmero. Shinji sacudió las caderas.
Su boca… es tan cálida.
Se aclaró la garganta, intentando aguantar. Si Kaworu seguía enfocándose en la punta, acabaría. Iba cada vez más rápido, frotaba el tallo a la vez con la mano. Shinji se estaba nublando. Todo perdía sentido, la mente se emblanquecía y el ego finalmente se dormía.
—Kaworu… —Llevó una mano a su cabeza y lo impulsó hacia abajo sin pensar. Kaworu abrió los ojos de golpe, atragantándose— ¡Ah, perdón! —Sacó la mano, percatándose de lo que hizo— ¡No quise-
—Está bien, Shinji. —Kaworu se relamió los labios mientras subía y bajaba la piel que cubría su miembro—. Significa que te gusta, eso me hace feliz.
Shinji declinó el rostro, sonrojado. Una gota de sudor se resbalaba por su frente. Hacía calor, mucho calor. Su cuerpo hervía.
—Voy a seguir, ¿de acuerdo?
Kaworu devoró su miembro de nuevo, y esta vez más a fondo. Shinji jadeó, estirando las piernas. Su cuerpo estaba dejando de responder, moviéndose por sí solo. Hasta los dedos de los pies no le respondían. Se contraían por el placer.
Kaworu respiraba con fuerza mientras succionaba haciendo todo lo posible para cubrir a su intimidad por completo. Para hacerlo feliz. Shinji se animó a reposar una mano en su cabeza de nuevo. Frunció los dedos contra los cabellos de la nuca, que le parecían tan suaves como una pluma. Los ruidos que hacía al darle placer, para ese momento, ya habían dejado de avergonzarle aunque sonaran en demasía lujuriosos. Estaba en su límite, y Kaworu lo sabía. Su miembro se endurecía dentro de la boca, llegando a su máximo de rigidez. Arrastró los labios hacia arriba por el tallo y se enfocó en darle más atención a la punta, succionándola con ímpetu. Shinji gruñó cuando masajeó a los ya abultados compañeros que descansaban debajo del tallo.
—Kaworu, espera…
No esperó. Aceleró los movimientos, volviéndolo loco, haciéndole perder el aliento. La energía concentrada en su intimidad comenzaba a expandirse rápidamente por todo el cuerpo, rogando salir. Sentía que iba a explotar.
—¡Q-Quítate! ¡Voy a… ¡Ah!
Shinji levantó el rostro y finalmente explotó. Kaworu abrió los ojos sintiendo como su boca se llenaba de un espeso líquido que se desparramó por la lengua y terminó en la garganta. Tragó una vez, dos. Un gusto algo amargo fue lo que percibió. Sonrió por dentro. Shinji estaba culminando gracias a él. Se sentía realizado.
De a poco fue despegando los labios de la punta y el placer de Shinji brincó a su rostro, esparciéndose por él. Kaworu cerró un ojo, llevándose la mano a la mejilla. Lo tocó: viscoso, tibio.
Shinji, tiritando, se fue hacia atrás y se derrumbó en el Futon. Su miembro continuaba palpitando, balanceándose para terminar de vaciarse. Abrió los ojos cuando lo que restaba de su placer le humedeció el abdomen. Allí quedó, respirando agitado, sintiéndose vacío pero pleno. No podía pensar en nada.
Kaworu pasó la lengua por sus labios, complacido, y se inclinó hacia su descompensado semblante.
—¿Se sintió bien?
Shinji vio su cara manchada y se tapó el rostro con el brazo. Tenía vergüenza. Poco a poco iba volviendo en sí, al igual que su intimidad comenzaba a dormirse, agotada por la descarga.
—Límpiate…
—¿Por qué?
—¡Deja de cuestionar todo!
Kaworu levantó las cejas, sin entender el berrinche, y se limpió la cara con la playera.
—¿Así está bien?
Shinji asomó los ojos por encima del brazo y volvió a taparse. Asintió. Kaworu rió en un murmullo y lo destapó con una sonrisita traviesa. Pero estaba ansioso, y su cuerpo ya no podía disimularlo más. Había una incomodidad en medio de sus piernas. Bajó la vista y se asombró al hallar el pantalón levantado.
—Ah, yo también. —Se agarró el bulto; Shinji se sonrojó al verlo—. Es la primera vez que tengo una erección. Qué curioso.
—¿La… primera vez? —Tenía que estar mintiendo. ¿Cómo era posible que un chico de su edad nunca se hubiera excitado?— ¿Y cuando te despiertas? ¿No te levantas con…? Ya sabes.
Kaworu lo miró con unos ojos curiosos.
—No, nunca me pasó. ¿Es raro?
Sí, era raro. La erección, al despertarse, es un acto involuntario y no necesariamente significa excitación. Hasta Shinji sabía eso, pues, casi siempre se despertaba con la torre Eiffel tallada en medio del pantalón. Era un problema. Misato, las pocas veces que madrugaba, no reparaba en entrar a su habitación para despertarlo y Shinji tenía que taparse de inmediato mientras la escuchaba reír, tentada por su reacción. Sí, vivir con mujeres era un tema. En especial con alguien como Misato.
—Bueno…, supongo que no todos los hombres somos iguales —atinó a contestar, sentándose. El corazón lentamente volvía a su ritmo normal—. No eres raro. —insistió al verlo con una expresión que le pareció desamparada, además de pensativa.
—Ya veo… ¿Vas a ayudarme?
Shinji parpadeó.
—Como yo te ayudé a ti.
—E-Eso… —Una cosa era ser tocado por un hombre y otra era tocarlo. No sabía si era capaz de superar esa barrera. Bastante bien estaba llevando ese peculiar encuentro.
—Está doliendo un poco… —Kaworu se frotó el pantalón, haciéndolo tragar saliva— ¿Quieres verlo?
—¡N-No!
Kaworu se bajó el pantalón, dejándolo debajo del trasero, y su miembro saltó en libertad. Shinji agrandó los ojos. No mintió. Era más grande que el suyo, al menos le llevaba unos cuatro centímetros. Lo había visto cuando se bañaron, pero dormido. Ahora le daba un poquito de impresión.
—Está muy parado. ¿Fue por tocarte? —preguntó más para sí, observando el estado de Shinji. Con la playera levantada, los pantalones bajos, su intimidad descansando y manchada de placer. Un panorama vulnerable—. Sí, fue por tocarte. De verdad, qué curioso… —Sacudió su miembro, como si no entendiera su propio cuerpo. Shinji respiró hondo al borde de entrar en crisis.
Kaworu alzó la vista y le sonrió. Acomodó mejor las rodillas sobre el Futón y se levantó la playera por la mitad para que lo viera mejor. Shinji quedó embelesado ante esa piel tan blanca. Parecía nieve. Y lo sería si no fuera por su intimidad, que contrastaba la blancura con un color más rosado.
—¿Podrías…?
Shinji arrugó la frente, hidratándose la garganta. Quería y no quería. Tenía miedo de hacerlo mal o de que le llegara a gustar tal acto de dar. Pero el deber le ganaba, como siempre.
Era su deber devolverle lo que le hizo sentir.
Estiró una temblorosa mano hacia él y la cerró en la base de su miembro. Kaworu declinó los párpados viendo como Shinji, sonrojado y con una expresión medio tensa, abría la boca. Deslizó la lengua por la punta de su miembro y luego cerró la boca sobre él, cubriéndolo. Kaworu sintió un inmediato alivio, además de un retorcijón en el estómago.
—Mh…
Shinji succionaba tal como él hizo. Dentro de la boca acariciaba la parte baja del vértice con la lengua, tratando de darle más placer. Solo le quedaba imitar lo que recibió, era un inexperto en el tema. Se sentía extraño con esa cosa metida en la boca, por más suave que se le hiciera. Kaworu llevó las manos a los costados de su cabeza y comenzó a inclinar levemente las caderas hacia adelante. Shinji cerró los ojos sintiendo como su miembro iba entrando cada vez más, al punto de casi tocarle la campanilla del paladar. Soltó una pequeña arcada que hizo eco en la habitación y Kaworu se detuvo.
Hasta ahí está bien.
Pensó, analizando su rostro detenidamente. No quería que sufriera. Tenía que tener todo controlado para que Shinji disfrutara dándole placer tal como él disfrutó.
Shinji agradeció en silencio que se hubiese detenido y continuó succionándolo unos segundos hasta que se quedó sin aire. ¿Cómo mierda hizo él para aguantar tanto? Se preguntó, agitado. No podía quedarse atrás. Así que se limitó a trazar el tallo con la lengua mientras recuperaba el aliento; lo halló húmedo. Kaworu empezaba a respirar precipitado. Su corazón latía rápido, como si estuviera corriendo una maratón. No entendía bien lo que sucedía con su cuerpo, pero lo dejaba estar. Porque se sentía tan bien lo que Shinji le hacía que carecía de sentido cuestionarlo. Quería grabar esas sensaciones en su cuerpo para nunca olvidarlas. Para que, cuando tuviera que partir, quedara impreso en su ser.
—Shinji… —Refregó su cabello en una muestra de placer—. Se siente bien...
El nombrado estrechó los ojos, regocijado de hacerlo feliz. Y en un intento de aumentar esa felicidad, se fue hacia adelante sumiendo lo más que podía su miembro en la boca. Tuvo otra arcada y Kaworu se preocupó.
—No te esfuerces. —Sujetó su mentón, obligándolo a abandonarlo. Shinji se apartó, jadeante. Hilos de saliva seguían conectados a su intimidad—. Lo que haces es más que suficiente para mí. —Limpió su comisura con una sonrisa comprensiva.
—Pero… quiero devolverte el favor. Debo hacerlo.
Kaworu frunció el entrecejo.
—¿Favor? Shinji, hice lo que hice porque quise —espetó, inclinándose hacia adelante. Se fue recostando sobre él. Shinji apoyó la espalda en el Futon con una mirada abstraída— ¿Soy un deber para ti?
—¡No! —Reaccionó— ¡No quise decir eso!
—¿Entonces qué soy? ¿Qué soy yo para ti?
Shinji quedó suspendido. ¿Qué era para él? Era mucho para él. Tanto, que le costaba explicarlo. No encontraba la palabra correcta. ¿Cómo decirle lo importante que era para su vida? ¿Cómo decirle que lo salvó de un suicidio seguro? Quizás era momento de pronunciar por primera vez lo que nunca tuvo la oportunidad de decir porque nadie se lo despertó.
Excepto él.
—Tú dijiste que me amabas... Bien, yo también lo hago.
Kaworu ensanchó los ojos. Shinji se abrazó a él con fuerza, buscando un refugio para la vergüenza.
—¡Te quiero! ¡Eso eres para mí!
Kaworu entornó los párpados contra su hombro. El pecho comenzaba a cerrarse, los ojos a arder. Molestaba. Se los refregó para quitar la molestia y se sorprendió al hallarlos húmedos.
¿Agua?
Se incorporó y lágrimas rodaron por sus mejillas. Las rozó con las yemas con una expresión vacía.
¿Son… lágrimas? ¿Por qué?
—¿Kaworu? —Shinji llevó las manos a su cara— ¿Qué te pasa?
Su delicado tacto generó que más lágrimas emanaran, derrumbándose en su pecho. Observó a Shinji, quién lucía preocupado.
Ya entiendo… Es por él.
Esbozó una tenue sonrisa, atajando su mano. Refregó la mejilla contra su palma como un felino. Llorar era un sentimiento abrumador, tenía un nudo en la garganta. Pero también era liberador. Como si hubiera esperado toda su vida para derramar esas lágrimas. Quería más de ese sentimiento.
Y también de Shinji.
—Shinji… es todo por ti. Estoy feliz. —Se inclinó a sus labios y los besó. Shinji cerró los ojos, aceptando a esa hambrienta lengua que se adentraba en él—. Finalmente mi existencia vale la pena.
Shinji abrió los ojos mientras Kaworu bajaba una mano por su vientre. Rozó su miembro con los dedos, el cual empezaba a despertar de nuevo, y estacionó en otro punto sensible. Uno prohibido y que le dio escalofríos.
—Oye… —Atrapó su muñeca cuando empezó a frotarlo; rodeándolo, buscando ser recibido—. Ese lugar no es…
—Según algunos escritos, en este lugar se encuentra tu mayor punto de placer. No entiendo porqué los hombres no lo exploran.
¡Porque es de maricones!
Sus amigos se burlaron en su mente. Tarde. Ya había hecho todo lo necesario para ser llamado maricón. Y no le importaba. Porque era cierto, ese lugar comenzaba a sentirse muy bien. Los dedos de Kaworu se movían lentos sobre aquella entrada, hacían una leve presión provocando que se estremeciera.
Kaworu le echó un rápido vistazo a ese sensible lugar y pasó los ojos a su vientre, que seguía manchado por su placer. Llevó los dedos a éste y los remojó, para luego volver a la entrada prohibida.
—Así te dolerá menos. —La humedeció en un lento masaje, sintiéndola palpitar. Shinji llevó la cabeza hacia atrás. Su estómago cosquilleaba sin cesar. Kaworu ya estaba dando por sentado que lo iba a penetrar, y no tenía la fuerza para negarse. Pero sí tenía miedo.
—N-No sé si…
—Confía en mí.
¿Cómo podía confiar en un adolescente que jamás había tenido una erección en su vida? Que era extraño y de otro planeta. No importa, confiaba igual. Estaba absolutamente entregado a él. Antes de que todo empeorara, antes de que perdiera lo poco que le quedaba en la vida, quería sentirse amado.
Mucho más amado.
Kaworu volvió a sus labios y muy despacio comenzó a sumir el dedo medio en su interior. Shinji tensó las piernas. Dolía un poco, se sentía condenadamente raro. Kaworu se detuvo antes de hundirse por completo e hizo presión hacia arriba. Shinji gimió de golpe. Lo agarró desprevenido. Un placer nunca antes sentido lo atacó. Agudo, algo desesperante.
—Es aquí… —Kaworu aseguró, sonriente, y apoyó otro dedo en la entrada. Lo sumió en su interior, buscando encontrarse con su compañero.
Shinji giró el rostro sobre la almohada, aferrándose de las sábanas. Sus caderas querían moverse, despegarse del Futon. Su punto de máximo placer se encontraba cerca de la entrada, pues, Kaworu no tuvo necesidad de sumir los dedos hasta el fondo para hacerlo tiritar.
—¿Acá se siente bien, Shinji? —preguntó moviéndolos de adelante hacia atrás, ensanchando ese estrecho lugar. Shinji asintió debilitado—. Qué alegría…
Kaworu continuó brindándole placer, relajando ese orificio que ya no era tan pequeño. En el medio su respiración se descompensaba, los latidos aceleraban. Otra vez su cuerpo se sentía extraño. Se miró la entrepierna. Su miembro palpitaba incesablemente tratando de llamar la atención. Había quedado delicado luego de sentir los suaves labios del joven que se retorcía debajo de él.
Quería ser atendido.
Le sacó los pantalones a Shinji, quien se aclaró la garganta en el recorrido, y sujetó sus piernas. Las levantó un poco, dejando su entrada a la vista. Shinji ahogó un grito cuando Kaworu se agarró el miembro y apoyó la punta en la entrada. Comenzó a frotarla.
—¡Espera, eso sí que no!
Kaworu levantó la vista.
—¿Por qué no? Lo voy a hacer despacio.
—Pero… —No va a entrar, pensó. Temía que lo desgarrara—. Me vas a matar con esa cosa…
Kaworu se echó a reír.
—Eres encantador, Shinji —ronroneó, acariciándole el muslo—. Prometo ser cuidadoso. No la voy a meter toda.
Su vocabulario sin reparo le daba vergüenza ajena. Kaworu no tenía problema en decir lo que muchos sí. Bufó. Ya está, no había vuelta atrás. Había llegado demasiado lejos y, la verdad, no quería que parara. Aunque su verdadero motivo para seguir era otro: complacerlo. Incluso aunque conllevara abrirse en más de un sentido.
—Entonces…, ten cuidado.
Kaworu soltó otra risita y asintió.
—Lo haré. —Reforzó el agarre en su miembro y muy despacio comenzó a empujar la entrada. Shinji cerró los ojos a más no poder cuando la punta consiguió entrar, expandiendo ese orificio progresivamente. Sus piernas temblaron. Quemaba, le ardía demasiado, además de estar sintiendo una imperiosa necesidad de ir al baño. Pero solo era eso, una falsa sensación.
—¿Duele mucho? —preguntó Kaworu. Shinji sacudió la cabeza desquiciado—. Voy a entrar un poco más, ¿de acuerdo? —Empujó despacio de nuevo, dejando la mitad de su miembro dentro. El placer no tardó en irrumpirlo. Ese lugar se cerraba sobre él, lo comprimía brindándole calor.
Shinji se retorció por dentro y por fuera. Ahora sí que dolía. Sentía que se estaba partiendo en dos, en especial cuando Kaworu empezó a mecerse, penetrándolo con lentitud. Se llevó la mano al vientre percibiendo un cosquilleo extraño. A pesar de que era desagradable, su miembro se estaba endureciendo. Rebotaba contra el abdomen.
Kaworu lo vio despertar y sonrió. Sujetó sus caderas y aceleró el ritmo, haciendo que Shinji soltara gemidos entrecortados. Se desconoció al escucharse. ¿Esa era su voz? Sonaba diferente a cuando Kaworu lo atendió del otro modo. Ahora parecía débil, como si pendiera de un hilo.
—¿Dejó de doler? —le preguntó, jadeante. Shinji abrió los párpados, sintiéndolos pesados.
—E-Está mejor. —Su cuerpo se estaba acostumbrando a la invasión, pero no dejaba de sentirse extraño, con una molestia. Molestia que empezaba a mezclarse con un agudo placer que arrancaba en el interior y terminaba en la punta de su miembro. Kaworu, al verlo balancearse, cerró la mano en él y comenzó a masturbarlo mientras seguía embistiéndolo.
—¡Ah! —Shinji no pudo evitar desgarrar un gemido. Ambos puntos placenteros le tiraron una alerta que cayó en su cerebro y rebotó en el cuerpo. El dolor se alejaba. Empezaba a sentirse demasiado bien para ser verdad.
Kaworu, al igual que él, estaba entrando en un trance. El placer que lo asaltaba era inexplicable. El interior de Shinji lo exprimía de tal modo que costaba mantener el ritmo. Por primera vez en su vida sentía la cabeza despejada, el cuerpo activo. Se sentía vivo, como si por mucho tiempo hubiera estado dormido. De algún modo, lo estuvo.
¿Este es el placer de los Lilim…?
Se inclinó a sus labios y Shinji jadeó contra su boca cuando empezó a embestirlo más rápido, aplastándolo con el cuerpo. Podía ver su trasero subir y bajar en medio de sus piernas, las cejas arqueadas del placer, el cuerpo brillante por el sudor. Era una novedad verlo así. Siempre mantenía la calma, siempre sonreía como si no conociera la desgracia. Y ahora parecía que iba a explotar. Hasta su lengua exploraba la suya con impaciencia.
—Shinji… —Agarró con fuerza su cintura y se lo llevó con él, dejándolo sentado en sus piernas. Shinji gruñó cuando su miembro se hundió hasta el fondo debido a la posición.
—M-Mentiroso, ¡dijiste que no te pasarías!
—Perdón… pero… —Kaworu cruzó los brazos en su espalda y levantó las caderas. Continuó embistiéndose rápidamente, haciéndolo saltar sobre él.
Shinji emitía ásperos jadeos en su oreja, se aferraba exasperado de su cabello. La invasión ya era demasiada. Sentía que le tocaba el estómago, aunque, otra vez, era una falsa sensación. Solo estaba tocando su punto más sensible, el cual provocaba que el placer se expandiera por todo su cuerpo en eléctricos chispazos.
Kaworu, por su lado, percibía la intimidad de Shinji contra el abdomen. Lo rozaba, humedeciéndolo. Estaba rígida. Desenlazó un brazo de su espalda y la sujetó. Siguió frotándola a su vez que flexionaba más las rodillas para poder penetrarlo mejor. Shinji arqueó la espalda, aspirando el aire entre dientes. Tenía el cuerpo dormido, casi acalambrado de la cintura para abajo. Agradeció estar sobre él, no se sentía con las fuerzas para sostenerse por sí solo.
Kaworu bajó una mano por su espalda y se aferró a su trasero con una pizca de rudeza que hizo a Shinji estremecerse. Cada vez lo penetraba con más impaciencia, sentía cómo se endurecía en su interior. No podía respirar bien, el aire no entraba en los pulmones. Estaba a punto. No podía creer que tal acto lo llevara al orgasmo de nuevo. Quería avergonzarse, pero no tenía tiempo ni para eso.
Kaworu oía como lanzaba tumultuosos suspiros que parecían sollozos. Se preguntó si estaba sufriendo, pero no parecía estarlo. Su miembro, rígido en su mano, estaba por expulsar su placer. Queriendo ayudarlo, aceleró los movimientos en él. Shinji gimió haciendo un gancho en su espalda y sin poder resistir más comenzó a temblar de pies a cabeza. Kaworu declinó los párpados cuando su néctar se desparramó por su abdomen y dedos, hecho que lo único que hizo fue excitarlo más. También estaba por explotar. Por probar el fruto más deleitable que poseían los Lilim: el orgasmo.
—S-Shinji, creo que… —Kaworu apoyó la frente en su hombro, agitado. Estaba perdiendo fuerza y a la vez una intensa energía le recorría todo el cuerpo, asentándose más en su intimidad. No podía detenerla, no podía controlarla.
Shinji lo observó de reojo incapaz de recuperar el aliento; seguía siendo atacado, saltando sobre él. De pronto temió. ¿Dónde pensaba culminar ese chico?
—Kaworu, espera… —Su voz ni se escuchó, no luego de tremendo orgasmo recibido.
Kaworu, ido, atrapó sus labios respirando con fuerza y aceleró las embestidas de un modo que a Shinji le hizo infartarse. No podía verlo, pero sí escuchar cómo su intimidad le golpeaba el trasero reiteradas veces.
¡Espera, espera, espera!
Gritó en su mente, pues, tenía los labios sellados. Kaworu no pudo esperar. Clavó los dedos en su trasero y en una última embestida soltó un largo jadeo que murió en la boca de Shinji. Éste último quedó suspendido. Suspendido y sintiendo como su interior se iba llenando del placer de Kaworu. Sus labios temblaron sobre los de él. Era tibio, apenas perceptible, pero de igual manera invasivo.
—Shinji… —Kaworu se despegó de su boca para ir a su pecho. Sumió el rostro allí como si fuera un refugio mientras terminaba de vaciarse en su interior. Su miembro latía dentro de él, cansado.
Shinji apretó las muelas con el orgullo herido y sujetó sus hombros.
—¡Idiota, por qué lo hiciste!
Kaworu, sin aliento y con una mirada perdida, levantó la cara.
—¿Qué hice…?
—¡Soltaste esa… cosa dentro de mí! ¡Tenías que sacarla antes!
—¿Por qué? ¿Qué tiene? —No lo entendía. Según su conocimiento, el acto culminaba así.
Shinji lo asesinó con la mirada, sonrojado y sintiéndose asqueado. En ningún momento aquel acto le horrorizó, pero el final fue demasiado para él. Si antes pensaba que había sido invadido, ahora directamente fue marcado.
—¡Agh! Olvídalo...
Kaworu levantó una ceja y de a poco fue bajando las caderas. Su miembro se resbaló hacia atrás, abandonando ese cálido lugar. Shinji abrió los ojos de par en par. Ahora que nada cubría la entrada, de ésta comenzaba a resbalarse lentamente el placer de Kaworu. Se sentía extraño, pegajoso, y estaba más que seguro que aún había rastros en su interior que costaría borrar. El asco aumentó.
—Mierda… —Se tapó la cara, avergonzado a niveles inexplicables. Kaworu lo veía con calma.
—Perdóname, parece que te hice algo terrible.
Shinji se destapó, revelando una expresión irritada. Sus ojos no mentían. Ese chico de verdad no sabía aquel pequeño detalle, como no sabía muchas otras cosas. Quería enojarse con él, golpearlo, pero no podía. El cariño que le tenía lo superaba.
—Está bien… Ahora estamos a mano. Yo también te… Como sea. —Shinji bajó de sus piernas bufando y se puso de pie subiéndose el pantalón. Mucho no duró así; se tambaleó— ¿Ah? —Quiso dar un paso y los músculos de las piernas se tensaron. Dio otro paso y una penetrante puntada disparó a su interior, justo donde Kaworu se encontraba antes.
—¿Qué pasa? —Kaworu se levantó mientras Shinji se refregaba el trasero con una cara de pocos amigos.
—Me duele… ¡Me duele el maldito trasero!
Kaworu ojeó su trasero sin disimulo y se echó a reír.
—Se te pasará en un rato.
—¡Eso espero!
El joven siguió riendo con delicadeza, aunque sabía que no debía hacerlo. Pero es que Shinji lucía tan tierno así, una delicia para sus ojos.
—¿Quieres hacerme lo mismo? ¿Volverte uno conmigo?
Shinji lo miró de golpe, sonrojado. Kaworu se sentó en la cama y colgó el rostro con una sonrisa.
—Yo también quiero sentirte en mi interior, Shinji, así nunca me olvidarás.
El nombrado relajó el cuerpo con una sensación de angustia.
—¿Por qué debería olvidarte? ¿Te vas a ir?
Kaworu bajó el rostro deshaciendo la sonrisa.
—Solo quiero formar parte de tus recuerdos. ¿Está mal?
Shinji lo meditó. Ser recordado… Ese era uno de sus grandes anhelos. Le daba pánico irse del mundo sin permanecer al menos en un mísero corazón. Al final ese joven no resultó tan distinto a él. Aunque por fuera eran opuestos, por dentro tenían la misma meta. Una que, Kaworu no lo sabía, pero ya había cumplido. Shinji jamás lo olvidaría, no importase qué.
—No está mal. —Shinji se sentó a su lado y le sonrió—. Pero tendrás que esperar un poco, apenas me estoy… Ya sabes, recuperando. —Se rascó la cabeza. Kaworu volvió a estirar la sonrisa.
—La noche es larga, puedo esperar.
Y lo hizo.
Esperó hasta que se recuperara y diera rienda suelta a su deseo. De espaldas, sonriente, Kaworu recibió a Shinji. Éste último ahora entendía porqué Kaworu no se pudo controlar. Porqué, siendo un ser tan dulce, se tornó rudo en un momento. Estar dentro de él era cálido, una clase de protección. Volverse uno con otra persona era una sensación tan magnífica que no podía plasmarla en palabras, en especial si se agregaba un condimento fundamental: amor. Kaworu no se quejaba como él, disfrutaba de la unión, jadeaba en el medio. Cada vez que Shinji lo penetraba, sonreía. Se dejaba llevar, llevándose también su virginidad en la marcha. Escucharlo suspirar, gemir, lo llenaba. Por primera vez en su vida estaba haciendo feliz a alguien. Él, quién siempre buscó recibir amor, se encontró deseando darlo.
Un amor desinteresado que, si no fuera por el cansancio, hubiera querido entregarle toda la noche.
—Al final terminé acostándome en la cama de arriba —murmuró Shinji contra su cuello, recordando. Kaworu, amable, le había ofrecido su cama para dormir cuando llegaron a la habitación. La rechazó en su momento. No se sentía en posición de tomar un lugar superior. Estaba bien en el piso, debajo de él. Así se sentía, debajo—. Debería volver al Futon.
Kaworu dobló el brazo donde Shinji estaba apoyado y le acarició la cabeza. La tenía húmeda luego del necesario baño que se dieron.
—¿No estás cómodo acá?
—Lo estoy.
—¿Entonces?
Shinji dibujó una leve sonrisa y flexionó las rodillas, acurrucándose contra su cuerpo.
—Ojalá esta paz nunca terminara, pero sé que cuando salga de tu habitación todo volverá a empezar.
Kaworu lo escuchaba con los ojos fijos en el techo. Shinji hablaba bajo, murmullos tristes.
—Voy a tener que seguir luchando, y ya no sé ni porqué lo hago.
—¿Para proteger a los que quedan?
—Tal vez.
—¿Para ser aceptado?
—Es posible.
—… ¿Te cuento algo curioso?
Shinji levantó el rostro para verlo. Kaworu mantenía los ojos en el techo.
—Si se provoca el tercer impacto la humanidad no solo morirá, sino que renacerá en un solo individuo. Las guerras se acabarán, la tristeza también. No existirá ni el dolor ni el placer. ¿No es eso lo que quieres?, ¿paz?
Shinji tardó en responder.
—Suena a un mundo vacío… ¿Cómo sabes eso?
—Me lo contaron cuando era pequeño.
Cuando decidieron mi destino.
Agregó en sus pensamientos, estrechando los ojos. Su deber era acabar con la humanidad, para eso nació. Para reclamar su lugar, que fue usurpado por Lilith. Debía volver a su lugar de origen, los restos de Adán, para dejar a sus hijos libres, los Ángeles; los verdaderos sucesores de la Luna blanca. Toda su vida se manejó siguiendo órdenes, estaba a merced de SEELE, quien lo tenía amarrado con una cadena. Nunca se quejó. Era natural para él, ya que no tenía otro propósito para existir. Pero ahora un nuevo motivo se cruzaba con su destino: Shinji. Un humano frágil, diferente a los que conoció. Uno que logró quitarle la mala imagen que tenía de los humanos. De él dependían sus próximas acciones. Pero el muchacho dudaba, haciéndole dudar a él también. Si Shinji no era feliz en ese mundo, ¿qué sentido tenía desviarse de su misión?
—Shinji, te lo preguntaré de nuevo. ¿Eres feliz en este mundo? ¿Quieres seguir protegiéndolo?
El nombrado sumió la nariz en su cuello, cerrando los ojos. Estaba cansado, muy cansado para responder a tan importante pregunta. El sueño llegaba, lento y penetrante.
—En este momento soy feliz contigo, Kaworu. Pero respecto al mundo… aún no lo sé.
Kaworu volteó el rostro para atajar el instante justo en el que Shinji se entregaba a los brazos de Morfeo. Lo vio allí; respirando tranquilo. Sin miedos ni barreras.
—Yo tampoco lo sé. —Regresó la vista al techo. Unos ojos distantes—. Tendremos que descubrirlo mañana, en el día prometido.
Se puso de costado y lo abrazó. Cerró los ojos. Sería la última vez que dormiría. Y agradecía que fuera en unos brazos gentiles y frágiles, y no en la oscura habitación de las instalaciones de SEELE.
Yo no puedo evitar mi destino, pero quizás pueda evitar el tuyo, Shinji.
Continuará...
