Fullmetal Alchemist y sus personajes no me pertenecen, hago esto sin fines de lucro.
Advertencias: Rated M, Slash (de clase slow burn), Fix-it. PTSD, Time Travel, temas maduros en general.
-"ABC..."-. Diálogo
-"ABC..."-. Pensamiento
ADVERTENCIA: Escenas explícitas, no aptas para público sensible
Llave
Capítulo 2, Sangre
Edward Elric se consideraba un hombre de muchos talentos.
Alardear sobre eso sería recaer en la soberbia, pero tampoco creía que tuviera caso negarlo, de la misma manera que no buscaba la aceptación de otros. Por supuesto, en su adolescencia había estado orgulloso de ser llamado prodigio, porque él era un prodigio. Aprender le venía fácil, tan fácil como respirar… tan necesario como respirar.
Era una sed que jamás se saciaba, desde que la primera gota de conocimiento tocaba tus labios… hasta que morías gracias a tu curiosidad. Probablemente era peligroso, pero para Edward, que no conocía otra forma de vida, no había sido algo especialmente importante; hasta que había aprendido que no todas las personas compartían ese particular rasgo de personalidad.
De pequeño –no era pequeño, nunca lo había sido–, Edward se había aislado de los niños del pueblo y de la escuela. No había sido intencional, era sólo que… los niños podían ser estúpidos cuando no entendían algo.
Y Edward era algo que las personas no lograban entender.
No por mucho tiempo, al menos.
Su hermano había sido su compañía y su roca, junto a Winry y la abuela. Pronto había conseguido entender que simplemente no era igual al resto. Internamente, gustaba de culpar a Hohenheim, así era mucho más fácil sobrellevar las miradas o los murmullos nada discretos.
Entrar al estudio de su padre había sido un alivio momentáneo que había aprendido a disfrutar.
Nunca había sido su culpa, ¿cómo podía ser la culpa de un niño de dos años aprender a leer y escribir antes que sus compañeros de juegos? ¿Y qué si Edward había aprendido a leer con libros de alquimia y filosofía antes que libros con ilustraciones? Winry había hecho algo similar con los libros de medicina de sus padres, ¿o no? Tampoco era su culpa que Edward no entendiera lo que era ser diplomático a los seis años… o a los diez… o a los quince… ¿verdad?
Daba igual, mientras su hermano lo aceptara, Edward creía que nada más era importante.
Incluso si Winry a veces lo llamaba… a veces no era muy amable; sinceramente, Edward se buscaba que la chica reaccionara como lo hacía.
Entender que las personas a veces no entendían a otros era… un gran paso para Edward. Porque a veces se cegaba y no alcanzaba a comprender cómo es que la gente no quería entender.
Aprender era tan sencillo, que a veces olvidaba que a otros les podía parecer complicado, aburrido… y esas cosas. Se había resignado a eso, algo decepcionado.
Su ambición por recolectar conocimiento había sido sin sentido, hasta que… no lo había sido. Su meta le había dado sentido a una recolección como esa. Por mucho tiempo, había creído que ser un prodigio significaba algo, que serviría de algo alguna vez en su vida, cuando realmente fuera necesario. Y lo había sido… para recuperar a su hermano menor… dos veces.
Él era un prodigio, no tenía caso negarlo.
Negarlo sería negar su naturaleza y… había pasado mucho tiempo aceptándose como para regresar sobre sus pasos hasta tal nivel.
Pero eso era todo.
La realidad era más complicada que eso, más compleja y con más niveles que decir simplemente Edward Elric es un hombre de muchos talentos. Cuando había renunciado a aquello que lo hacía especial a ojos de otros, las personas –de nuevo– no entendieron lo que significaba.
Cierto, tenían razón en algunas cosas.
Porque perder su alquimia había sido un golpe duro a la opinión pública –que Edward se sintiera completamente realizado por haber recuperado a su hermano no parecía ser relevante para ellos–, aunque su opinión no era importante para él. Había dejado de ser el Alquimista de Acero y eso suponía que debería haber sido un golpe duro para el orgullo de Edward Elric. Era lógico que llegaran a esa conclusión.
No entendían que Edward Elric era un ser humano más. No era más que el resto, no era menos que ellos y, si de casualidad tenía una facilidad por encima de la media para comprender ciertas cosas, era su deber hacer algo con eso. Y lo había hecho, ¿no?
Ahora, sin embargo, con el Conocimiento al alcance de sus manos, capaz de comprenderlo como nunca antes habría podido hacerlo, Edward se había dado cuenta de una cosa que jamás había usado para describirse: era un ignorante más.
Dios… no sólo un ignorante, sino el peor de todos.
Gracias a la soberbia que lo caracterizaba, Edward había estado ciego y sordo, había obviado las señales que había tenido para remediarlo y, eventualmente, había cometido errores a lo largo de su vida que le costarían más que sólo una pierna o un brazo, o su alquimia… o su propia vida. Las personas como él tenían una deuda con la humanidad, una obligación consigo mismos también; sus errores eran proporcionales a su falso conocimiento.
Y Edward Elric había cometido errores cegado por la ignorancia que su propio orgullo le brindaba.
Personas como él debían ser más cuidadosas. Era sólo justo intentar evitar y reparar los daños que causaban. Repararlo y evitarlo significaba llenar una mente tan vacía, y no sólo llenarla con cualquier cosa que su memoria pudiera retener, sino… comprender lo que había aprendido, interpretarlo, y usarlo.
Pero cada vez que su mente se acercaba al Conocimiento, Edward se sentía más vacío, porque sabía que había más.
Tenía tanta sed…
Acceder al Conocimiento le hacía sentir humilde.
Gracioso. Jamás se había sentido especialmente dispuesto a rebajar lo que sabía para agradar a otros o para ser aceptado y, ahora, era inevitable. Irónicamente Edward sentía que él sabía menos que antes y debía actuar acorde a eso, ¿qué sabía antes? Nada, ¿qué sabía ahora? Nada, más un tanto más.
La Llave, así lo había llamado.
¿Qué demonios había hecho ahora?
Ah…
Cierto, estaba por salvar a su hermano una tercera vez.
La alquimia era conocimiento, era fácil asimilarla…
-"¿Dónde…?"- no tuvo que completar su pregunta para saber qué sucedía.
Había regresado.
El casi insoportable dolor en su pierna… en donde había estado su pierna, era más que suficiente para saber lo que había sucedido –"Me mintió"- había dicho que regresaría… regresaría durante la transmutación, por Dios…
Quería… vomitar.
El olor a podrido que permeaba en el sótano de su hogar, era el mismo olor a putrefacción que recordaba y que se había convertido en parte de sus pesadillas más vívidas por toda una vida. Y no creía que eso fuera a cambiar esta vez. Recordaba a detalle la forma que la cosa que había creado tenía. Los huesos largos y deformes, una capa negra cubriéndolo, una especie de mano intentando alcanzarlo.
Edward abrió los ojos con esfuerzo, había una bruma frente a él que no sólo se trataba de la capa de polvo que se había levantado por la estática –"¿A-Al…?"- pero no había nadie ahí.
Sin poder evitarlo, comenzó a temblar.
La última vez que había estado ahí… esa última vez había perdido más que dos miembros de su cuerpo, y había condenado a su hermanito. Ahora estaba ahí, ahora podía corregir todo… y él no podía moverse como debía, ¿qué sucedía con su cuerpo?
En su pánico, inducido por una experiencia que no había superado por completo, Edward olvidó que se encontraba dentro de un cuerpo más pequeño, que un niño de diez años no tenía la capacidad de resistir el abuso que había sufrido ahí, tanto física, como mentalmente. Era imposible que pudiera hacerlo. Actuar bajo el impulso de la adrenalina corriendo por sus venas era lo único que lo había salvado aquella ocasión, y que había salvado a Al.
Ahora, sin embargo, no creía que su mente pudiera funcionar de la misma forma que había sucedido aquella vez.
-"¡Al!"- gritó con más fuerza, sólo necesitaba que su hermano respondiera de una vez, quería saber que estaba a salvo y…
Nadie iba a responderle, ¿cierto?
-"¡¿A-Al…?!"- volteó a ver instintivamente al centro de la habitación.
Recordaba algo sobre eso –"Estuvo dentro de esa cosa"- la cosa dentro del círculo de transmutación, en medio de la habitación, era… no era su madre.
Podía recordar esa conversación, Al le había dicho que había estado dentro, que había logrado ver a Edward desde esa cosa. Como si estuviera encerrado ahí, y si Edward hacía algo con eso antes de ocuparse de su hermano, de recuperarlo de la Puerta, probablemente…
No quería pensarlo.
Permaneció en el suelo mirando sin mirar la escena que tenía frente a él, absorbiendo cada detalle y evitando recordar dónde exactamente estaba la armadura donde Alphonse había pasado cuatro años encerrado, en un horror que él no podía imaginar. No quería que su hermano pasara por eso, no quería que lo hiciera de nuevo, debía poder salvarlo de la pesadilla viviente que había sido para él permanecer en una armadura de acero sin posibilidad a escapar a esa realidad.
Temblando, junto sus manos, sintiendo el familiar pulso de la estática y la alquimia fusionarse para convertirlo en la matriz de la siguiente transmutación que haría –la primera en ocho años–. Desearía tener algo de tiempo para practicar y no tener que arruinar algo tan importante.
Tuvo que detenerse antes de tocar el círculo de transmutación que había creado para traer a su madre.
No habría podido detener las arcadas que se habían apoderado de él, aunque lo hubiera intentado, el hedor y el dolor, que corría por todo su cuerpo y se concentraba en su espalda y su pierna, se combinaban para hacerlo perder el control. Vació todo el contenido de su estómago hasta que sólo podía sentir el familiar ardor del ácido estomacal pasar por el esófago hasta su garganta.
Era revivir la agonía del peor error de su vida, desde el dolor que lo recorría y no tenía fin, hasta sentir que la vida se le iba con cada gota de sangre que se mezclaba con el asqueroso suelo del sótano que no se habían dedicado a limpiar antes de cometer una estupidez. Ahora, como si se tratara de un segundo experimento humano, Edward era capaz de percibir todo a su alrededor a través de su nariz.
La pesadez era de esperarse, cuando la alquimia humana estaba en el aire, no era fácil respirar. La energía seguía en el aire y el polvo se había levantado con ella, haciendo que Edward respirara cada dos carraspeos, sino se apresuraba, se desmayaría. Lejos de él podía oler a azufre y alquitrán en una extraña combinación que no había notado antes.
Pronto, pronto iba a desmayarse, porque tenía sueño.
-"Al…"- negó con la cabeza, todavía sin poder creer que su hermano podría… que Alphonse podría renunciar… no lo sabía, a su futuro, aparentemente –"Idiota"- quiso decir.
Tal vez no lo había criado bien, se suponía que su hermano no iba a cometer sus mismos errores, que Alphonse era más inteligente que él, que entendía.
-"¿Acaso importa ahora?"- dijo una parte de su mente que sonaba muy familiar –"Al te necesita"-.
Eso… sí, Alphonse estaba esperando por él.
Importaba, pero no ahora mismo. Solucionaría sus errores, y tal vez tendría que modificar la forma en que había educado al menor para que aprendiera a no repetir estupideces como esa misma que se estaba desarrollando frente a él como una pésima broma. Alphonse necesitaba entender que… Dios, no podía pensar en eso ahora.
Necesitaba a su hermano.
Y esta vez lo haría bien.
Debía hacerlo bien, no tendría muchas oportunidades, ¿verdad? Dudaba que la Verdad estaría muy feliz si abusaba de su nuevo acceso… nuevo acceso… paso libre.
A veces podía ser estúpido como ningún otro.
Edward cerró los ojos y tocó el círculo con una mano, sin molestarse en continuar con una nueva transmutación.
Cuando las náuseas disminuyeron a un mínimo soportable y cuando pudo ignorar el creciente dolor de su cuerpo, que entraría en shock muy pronto, Edward supo que había funcionado. Que no necesitara un círculo de transmutación para caminar entre el mundo y la Puerta era, ciertamente, una gran ventaja. Se aseguraría de no abusar de ella.
Ni siquiera abrió los ojos al principio, inseguro de la situación en la que estaba.
Después de aceptar el trato que la Verdad le había ofrecido –quizá con más fuerza de la que había sido necesaria–, Edward había terminado con abrir los ojos al Conocimiento, metafórica y literalmente hablando. La Verdad había abierto la Puerta para él, y dejándolo caminar entre las innumerables manos que alguna vez lo habían arrastrado al interior y, ahí, Edward había logrado ver como realmente debería haber visto el interior.
Por supuesto, era difícil asimilarlo todo de una vez y ni siquiera podía decir que había pasado un tiempo concreto –podía haber sido un minuto, podía haber sido un año– desde que había cruzado voluntariamente esa puerta hasta que había abierto los ojos en su pasado.
Podía regresar, eso lo tenía claro, pero de momento era complicado recordar todos los detalles.
-"Eso fue rápido, alquimista"- el tono de burla le parecía innecesario, la Verdad debía saber que él seguía siendo un simple mortal con la capacidad de uno, no tenía sentido que comentara absolutamente nada sobre cómo reaccionaba Edward –"Eso es cierto"-.
Claro que era cierto, la Verdad debía saberlo, ¿no?
Tal vez había aceptado un título que no merecía y no necesitaba, sólo aceptado bajo la palabra de un destino peor para Alphonse gracias a una muerte que ninguno de los dos había esperado –se encargaría de esos asesinos de Xing en cuanto tuviera oportunidad–; pero aceptar ser la Llave no significaba que, de pronto, Edward había olvidado lo que lo hacía ser él.
-"Vengo por mi Alphonse"- frunció el ceño, quería gritar, pero desde donde estaba eso sólo sería patético, desde el cuerpo de un niño sólo se vería estúpido gritándole a algo que le había otorgado una oportunidad para salvar a su hermano –"Dame a mi hermano"- la Verdad no se movió –"Dame a mi hermano y me iré de aquí lo antes posible"- se cruzó de brazos.
Mientras más tiempo estaba ahí, más ansioso se sentía. Tuvo que recordarse que debía respirar, incluso si estaba en ese umbral donde no era realmente necesario.
-"¿Qué es lo que pagarás por llevártelo todo?"-.
-"¿Qué?"- negó con la cabeza –"Ese no era el trato"- de su boca no salió ningún sonido, miró a su alrededor en busca de una respuesta, esperó que la Verdad se explicara, pero nada de eso pasó.
Los temblores habían regresado y la náusea se hacía presente en arcadas vacías.
De nuevo, la Verdad no se movió.
Parecía ser que ser un espectador del espectáculo que Edward protagonizaba entretenía a un ser o ente, o lo que fuera. Qué alivio.
-"Imbécil…"- su mente lo suplió con una serie de insultos más acordes a la situación, pero no dijo nada –"¿Qué es lo que quieres?"- preguntó al final.
No podía renunciar a su alquimia de nuevo… la necesitaría. Había firmado un contrato con la Verdad, cumpliría con su promesa a cambio de esta nueva oportunidad de hacerlo mejor. Además, si llegaba el Día Prometido, Edward no podía cargar en su consciencia ser tan inútil como para no ayudar. No podía renunciar a la alquimia por ahora, debía entregar algo más a cambio, aunque ese no era el trato, ¿verdad? Debía encontrar otra cosa, algo más que pudiera entregar, porque tampoco estaba dispuesto a condenar a Alphonse a una armadura.
Pensó en su brazo y de inmediato recordó la armadura que había sido su hermano. Pensó en la otra pierna, pero sólo bufó. Ninguna parte de su cuerpo podía equivaler a la vida de su hermano, ni siquiera ofrecerse por completo sería equivalente –y, si el ofrecimiento de Hohenheim resonó en su mente, Edward lo ignoró–. Tal vez podría entregar uno de sus sentidos… entregarle la vista…
-"No soy Mustang"- suplió en su mente, como si todo eso fuera un gran chiste del que no se había enterado todavía –"Eso no es equivalente"-.
Se lo había dicho antes, ni su cuerpo, ni su mente, ni su alma… ni sus recuerdos o emociones… nada de eso podía comprarse con lo que valía su hermano. Pensó en entregar alguna habilidad, algo que fuera inmaterial, pero creía que eso no era justamente lo que valía Alphonse.
Al final, Edward cerró los ojos con fuerza.
No lloraría, no lo haría…
Al… debía pensar.
-"Te diré cuál será tu pago"- sentenció la Verdad, como si su silencio lo aburriera, como si la agonía y el pánico de Edward fueran aburridos ahora y no unos minutos atrás –"Te devolveré a tu hermano a cambio de la vida que perdiste en un futuro que nunca pasó"- y luego sonrió –"Y la penitencia de recordarlo"-.
Eso… eso no era tan malo.
Es decir, todavía recordaba todo cuando había regresado, ¿no? Recordar sus errores le permitiría no repetirlos –o no repetirlos de la misma manera–, recordarlo sería una buena penitencia, porque al querer cambiar el resultado, invariablemente terminaría lastimando a alguien. Esta vez, sus decisiones impactarían a más de una persona, consciente o inconscientemente.
-"Lo haré"- respondió lentamente –"Lo haré"- si quería, podía darle sus recuerdos, pero sabía que eso no le serviría a ninguno de los dos y la Verdad podía ser todo, excepto estúpida –"Ahora dame a mi hermano, dámelo… ¡ya!"-.
Si había regresado por su propio pie, Edward había regresado también con sus propias reglas. Si la Verdad esperaba que se mantuviera tan pasivo como había estado en esas dos últimas reuniones, le esperaba una gran sorpresa.
Luego sonrió.
El Conocimiento al alcance de sus manos… eso era más bien una sentencia que una bendición, ¿cierto?
De cualquier forma, Edward había aceptado, había cedido a controlar algo que ningún mortal debería tener derecho a controlar y ahora, debía acostarse en la cama que él mismo había preparado, preparándose para lo peor, esperando lo mejor.
Y él no era bueno con esas cosas.
Con Alphonse a su lado, sin el peso de arreglar ese particular error, Edward podría concentrarse en su misión: recuperar las piedras filosofales, enviarlas al otro lado de la Puerta. Y en una misión más personal: evitar el desastre de muchos amigos… y muchas muertes innecesarias.
Cuidar de su hermano sería su prioridad, por supuesto, pero… las cosas serían mucho mejores si Al estaba dentro de su cuerpo.
Se preguntó si Alphonse conservaría los recuerdos de una vida pasada, pero no tuvo que detenerse mucho para obtener su respuesta; porque Al no iba a recordar lo que habían vivido. No…
No iba a recordar cómo habían viajado desde los doce años en todo el país, no iba a recordar los horribles hoteles en los que se habían quedado, ni las largas noches dentro de diferentes bibliotecas en busca de un mito, persiguiendo un sueño en un tren. Tampoco recordaría cómo es que Edward y él habían jugado incontables partidas de cartas o los asientos incómodos que no había tenido que sentir.
Demonios… no recordaría las veces en que había deseado ocultar gatos dentro de su armadura y cómo Edward había terminado buscándoles hogares para no hacerlo sentir mal. Tampoco recordaría las veces en que había hecho sufrir a Edward por un comentario frente al coronel, la teniente y el resto del equipo.
No recordaría a Nina, ni a los Hughes… ni a Mei, o todos los amigos que había hecho y con los que había jurado mantener contacto después de casarse.
Pero tampoco recordaría lo que era vivir media vida dentro de una armadura vintage de Hohenheim, perdiéndose de lo que significaba ser un humano real. No recordaría las noches en vela, mirando al vacío porque no se arriesgaba a prender las luces y entretenerse mientras Edward dormía por los dos, comía por los dos, respiraba por los dos. No tendría que sufrir de nuevo por sentir eventualmente que no era real, que era sólo una creación de un Edward que había querido tener un hermano, Alphonse no recordaría lo que había sido ser agua deslizándose por las manos de la realidad, perdiéndose del mundo porque su cuerpo comenzaba a rechazar el sello de sangre.
Su hermanito no tendría que pasar por un incontrolable miedo al agua cuando, eventualmente, Edward recuperara su cuerpo, ni la fascinante sensación de volver a sentir el aire en su rostro, enfermarse por ser tan descuidado…
Y podría volver a conocer a sus amigos, así que no era una pérdida, no realmente.
Conocería al equipo del coronel con sus propios ojos, abrazaría a Nina… probaría la comida de Gracia Hughes de primera mano para no obligar a Winry a aprender a cocinar… y luego a Edward, para replicar sus recetas. Podría sentirse incómodo con los estúpidos comentarios del señor Hughes y quizá de toda la atención que ser un adorable ser humano le traería.
Alphonse tendría una oportunidad de conocer a sus amigos como debía haber sido desde el principio, conectar con todos ellos y crecer.
Edward no podía pedir que su hermano recordara un tiempo traumático sólo porque él… porque él tendría problemas para no enloquecer sabiendo que todo lo que había vivido era… había pasado, pero no para todos, no para Al. No podía ser egoísta, podía darle una mejor vida a su hermano, y eso haría.
Cuando llegó a esa conclusión, Edward supo lo que significaba su peaje a la Puerta, una penitencia por un trato que lo beneficiaría, que había elegido al final.
Edward sintió que la luz en la habitación se hacía insoportable y cerró los ojos.
Lo siguiente que supo fue que la espalda le dolía como si hubiera cortado a lo largo de toda la columna, que su pierna seguía sangrando y la hemorragia no se detenía, que el aire no era limpio ni remotamente agradable, que a su alrededor todo olía a muerte y putrefacción, con un poco de sangre y vieja suciedad. Supo que su hermano había regresado con él cuando, en un momento de pánico, comenzó a moverse a su alrededor, sin importarle el dolor que lo podría haber dejado inmóvil.
Intentó rodar y arrastrarse hasta una figura que no había estado ahí antes, pero se detuvo al mirar al centro de la habitación –"Debería deshacerme de eso"- se encogió un poco y luego miró hacia la figura.
-"¿Al?"- su garganta ardía como si hubiera tragado jabón, aunque sin el agradable olor que tenía.
Por supuesto, su hermano no se movió.
Pero se movía, respiraba regularmente, podía verlo subir y bajar entre cada respiro.
La última vez que todo eso había sucedido, había sido la abuela Pinako quien se había encargado de enterrar la cosa que había resultado de su transmutación, ella se había dedicado a cuidar de ambos para ocultarles lo peor de un error –excepto que Alphonse lo debió haber visto, como Edward, cuando había regresado al mundo, en la armadura–.
-"Entonces, ¿por qué Al…? ¿Por qué Alphonse creería que era buena idea repetirlo?"-.
Cerró los ojos por un momento.
Tal vez sería buena idea descansar antes de tomar una decisión.
La aberración estaría ahí, sin duda, por la mañana. Alphonse tardaría mucho tiempo para despertar, y podría…
-"¿Her…? ¿Herma…?"- escuchó un movimiento a la derecha, algo así como alguien arrastrándose como él lo había hecho –"¿Mamá…?"-.
-"Dios… no"- negó con la cabeza y abrió los ojos con pesadez –"Si acaso existes, no dejes que lo vea… no dejes que Al…"- pero sus plegarias llegaron a oídos sordos.
-"¡ED!"- un quejido –"¡HERMANO! ¡Mamá…!"-.
-"Dios…"-.
El grito agudo de Alphonse cruzó la habitación, despertándolo por completo –"¡Hermano!"- tosía, notó, casi tan violentamente como si alguien le hubiera arrancado un pulmón, Edward alzó una mano para intentar tocarlo, pero estaba demasiado lejos.
-"Debería ser más fuerte que esto"-.
A lo largo de su vida había sufrido dos amputaciones inmediatas, sin anestesia. Había pasado por una infección por eso, había pasado por varias reconexiones de nervios gracias a sus descuidos o irresponsabilidad. También había pasado por varias contusiones, había sido apuñalado, empalado, varias veces había sobrevivido explosiones… ¿por qué no podía dejar de ser un bebé ahora?
-"¡Hermano!"- la desesperación hizo que Alphonse se levantara y tropezara varias veces, intentando buscar una fuente de luz.
-"Aquí… Al…"- comenzó a respirar profundamente –"Al… por acá"-.
-"Ed… hermano…"-.
Estaba dividido.
Necesitaba descansar.
Necesitaba tranquilizar a su hermano.
Necesitaba moverse.
En algún punto de ese eterno momento, Alphonse se arrastró hasta llegar a Edward, sin mucha fuerza, pero cuando alcanzó a verlo, no fue una sonrisa de alivio, como había esperado. Sino la mueca de alguien que había visto un fantasma, con el rostro de su madre…
-"¿Al…?"- parecía que todo su vocabulario se había reducido al nombre de su hermano, y no podía evitarlo, cerró los ojos.
-"¡Hermano! ¡Hermano! ¡ED!"- algo se rompió –"¡ED! ¡Despierta, despierta!"- estaba despierto, ¿de qué hablaba?
A veces, su hermano podía exagerar –"Es-Estoy… estoy… despierto"-.
-"Ah… pero no lo estás, ¿verdad?"-.
No, no lo estaba.
Reconocía los síntomas de la pérdida de sangre, y reconocía que pronto podría infectar la herida de donde había estado su pierna. Era probable que entraría en shock y su hermano –un hermano que no tenía veintitrés, sino diez– tendría que lidiar con él por sí mismo… y no creía que fuera capaz, no en el estado en el que el menor estaba.
-"Al…"- respiró profundamente, se esforzó por alzar su mano derecha, porque no había perdido esa mano esta vez –"Al"- su hermano no respondió, así que tocó su mejilla y logró ensuciarlo de sangre pero al sentir el calor, a Edward no pudo importarle menos.
-"…"- un sollozo –"Ed…"- abrió los ojos sólo para encontrarse con la mirada desencajada de un niño al borde de… de algo que no lograba ubicar dentro de las expresiones que había visto en su hermano antes, ¿así habría sido su reacción la primera vez?
-"Al, estoy…"-.
El sollozo no se detuvo y Alphonse tuvo que respirar varias veces y ahogarse con su propio aliento antes de encontrar la fuerza de decir lo que había querido decir –"Tu… tu pierna, hermano"- señaló el espacio vacío con una mano temblorosa –"¿Dónde…? ¡¿Dónde está?!"- murmuró.
Oh, Alphonse…
-"Al, por favor…"- alzó su otra mano y con la poca fuerza que le quedaba, tomó el rostro de su hermano –"Respira, respira… Al…"- pero el menor no escuchaba –"¡Alphonse!"- gritó.
Dolía, todo daba vueltas, ¿qué tal si descansaba un poco antes de explicarle a…?
-"No era buena idea"- pensó con gracia –"Al, necesito que me escuches, ¿de acuerdo?"- tomó aire y esperó cualquier signo de su hermano que le respondiera, cuando asintió, Edward continuó –"La transmutación falló"- dijo con una fuerza que no sentía –"¿De acuerdo? Falló"- su hermano no intentó mirar al centro de la habitación –"Necesitamos a la abuela… ¿cómo estás?"-.
Hacía años que no veía esa versión de Alphonse.
La versión que había intercambiado por una aberración que iba a ser su madre. Hacía tiempo que había concluido que, a pesar de participar los dos, Al había sido su precio a pagar por desafiar el tabú, un hermano y una pierna a cambio de la cosa del centro –no era su madre, no era ella–.
La risa histérica, que estaba bajo los hipidos del menor, hizo que Edward se concentrara en lo que tenía frente a él –"¡A mí!"- bufó –"¿A mí?"- no le gustaba verlo así –"Ed… hermano… E-Ed, no tienes una…"- se llevó una mano a la boca para evitar lo que Edward sabía, era inevitable.
Cuando Alphonse pudo controlarse lo suficiente, Edward insistió –"Necesito salir de aquí, Al"- sonrió un poco –"¿Puedes hacerlo? Puedes tomarme y llevarme allá… afuera"- era difícil.
En esta ocasión, su hermano no era una armadura, no tenía la fuerza que había tenido dentro de la armadura y Edward… bueno, aquella vez se había desmayado, no recordaba lo que había sucedido hasta despertar en la mesa de operaciones de la abuela Pinako. No sabía cómo lo harían ahora…
-"Si no hago algo yo…"- Al apenas podía mantenerse en control.
Probablemente no había vomitado aún porque estaba justo frente a Edward, pero Edward no había podido devolverle el favor. Su hermanito estaba demasiado afectado, como él… sólo que Edward era mayor, él era el responsable de Alphonse.
Como Alphonse seguía negando lo que sucedía, Edward no tuvo muchas opciones. Si no se movía de ahí, moriría desangrado y eso sería… un pésimo final, no podía dejar a su hermano solo en ese mundo, no ahora –"¡Alphonse!"- no quería golpearlo, pero lo haría si su hermano…
-"¿Ed…?"-.
Ambos eran patéticos.
Sonrió un poco, a pesar del dolor –"Al, concéntrate, por favor… vamos… vamos a levantarnos"- su hermano asintió a la nada –"Ayúdame"- pasó un brazo por el cuello de Alphonse e intentó ignorar el dolor, su pierna seguía sangrando, ¿por qué no había cerrado la herida? Ah, cierto, estaba infectada, si la cerraba… probablemente perdería más que el resto de su pierna.
Se levantaron con cuidado y en ese momento notó que Al estaba desnudo.
Avanzaron hasta la pared y tomó un gran respiro –"Vístete, Al… rápido"-.
Su hermano asintió de nuevo, pero esta vez con una urgencia que no había tenido, desesperado por salir de ahí y llevar a Edward a un lugar donde pudieran hacer algo por él, Alphonse se vistió en tiempo récord y regresó con Edward, sin mirar hacia abajo –"Hermano, vamos… vamos…"-.
Subir las escaleras del sótano fue una tortura para ambos, pero Edward se negó a dejar salir un quejido, si verlo como estaba lograba hacer que su hermano sufriera tanto, él no iba a empeorar la situación.
El problema era que la casa de los Rockbell no estaba precisamente cerca –y era la más cercana a la suya– y estaba lloviendo, haciendo el camino especialmente difícil y resbaladizo. El cuidado con el que Alphonse lo manejaba lo hacía sentir tan frágil como realmente había sido en aquella ocasión… y ahora.
No quería preocuparlo, pero ya lo había hecho.
Al menos, se dijo como consuelo, podía sentir que Alphonse estaba controlándose y, a pesar de todo, lograba reaccionar un poco mejor. Más tarde, cuando Edward hubiera sido atendido, su hermano se encargaría de desplomarse y Edward se encargaría de… ¿de qué, exactamente? ¿Cuidarlo? Por favor, sin su pierna y con una infección en camino, seguramente tardaría más de un par de horas en recuperarse.
-"¿Hermano?"- preguntó el menor cuando logró recuperar un poco de aliento después de parar por tercera vez, la lluvia limpiaba la sangre, afortunadamente, así que esperaba que pudiera reducir el riesgo de infección –"¿Qué…? ¿Qué sucedió?"-.
-"Quería… desearía tener más tiempo"- sin embargo, era mejor explicar lo básico por ahora –"Al, hablaremos de eso después… ¿sí?"-.
El menor desvió la mirada –"Pero… tu pierna… mamá…"-.
Edward cerró los ojos por lo que le parecía la enésima vez –"Los muertos no pueden regresar a la vida, Al… estábamos equivocados… fue un error"- había sido un terrible error involucrarlo en sus sueños egoístas de recuperarla –"Y esto es el precio que pagué por pecar"-.
Habría deseado no ver esa mirada nunca…
-"Oh…"-.
Edward perdió la conexión con el mundo después de eso.
Su hermano tomó fuerza de algún sitio invisible y tomó a Edward, llevando prácticamente todo su peso en los brazos. No se detuvo, incluso cuando intentó decirle que podían descansar un poco. Por fortuna, Alphonse no había estado detrás de la Puerta por mucho tiempo, así que conservaba la fuerza de un niño saludable de su edad… excepto porque seguía siendo un niño y su fuerza era la de un niño, no la de una armadura.
Incluso con eso, Alphonse no descansó. Tropezó con sus pies algunas veces, las piedras se atravesaban en el camino, pero de todas formas siguió avanzando. Edward no podía hacer mucho, de momento a momento perdía la consciencia.
Pronto, y no tan pronto como habrían querido, llegaron a la propiedad de los Rockbell.
Lo último que recordó de ese día fue haber tocado el rostro de su hermano, repasado la suavidad de las mejillas redondas de Alphonse, saber que, gracias a una segunda oportunidad que había elegido por capricho, su hermano no viviría el mismo infierno al que lo había sentenciado antes.
-"Gracias"-.
Comentarios y críticas son bienvenidos.
Hasta el siguiente capítulo!
