Como bien todos los derechos sobre los personajes le correspondemos a Rumiko Takahasi. Esta es solo una historia alternativa, para darle gusto a la imaginación.

Haber creído que trabajar como camarera era fácil, habían sido solo palabras lanzadas a la ligera, pero tampoco se iba a dar por vencida. Encontrar trabajo había sido sencillo, a pesar de no tener experiencia, la contrataron ya que era la semana más concurrida del año, la Golden Week, y estaban cortos de personal en la "Cocina de Izayaka".

Yufuin era una ciudad turística que todavía estaba conectada con sus raíces rurales; una mezcla de arrozales, viviendas, templos, ryokan de lujo, varios onsen, el espectacular monte Yufu, sin olvidar la avenida principal Yunotsubo que conecta con el lago Kinrin. No se le podría comparar con la ajetreada y concurrida ciudad de Tokio, donde las aglomeraciones pululan y pareciera que la ciudad jamás duerme ni mucho menos se detiene. Pero ella había decidido detenerse y ya no tenía cabida en aquel lugar donde había nacido y crecido.

-¡Akane! ¡Akane! Date prisa en atender la orden de la mesa 6 antes de que se enfríe.

Ocupaba concentrarse, no debía quedar mal ante el voto de confianza que el señor Yoshida le daba al haberla contratado. Para llevar tres días trabajando en el restaurante, lo manejaba bien pero debía seguir esforzándose.

-No te desanimes, lo haces bien. Ya irás mejorando- le dijo Konatsu- quién también iba a hacer entrega de otra orden.

Ella le sonrió ante el comentario, él había sido el encargado de estarla entrenando y permanecía siempre al pendiente por si le necesitaba. Un chico atento y servicial, alto, de complexión delgada un tanto andrógino en sus rasgos; un buen compañero en lo que a ella se refería.

El día que transcurría con el trajín de la temporada, fue interrumpido por un estruendo proveniente desde la cocina, aunando a una discusión que ya estaba llegando a los oídos de los comensales.

Konatsu y yo nos miramos a lo lejos, no pareciera que lleváramos poco tiempo de conocernos pues sin palabras podíamos entendernos a la perfección, discretamente nos dirigimos al origen del alboroto. Ya nos dábamos una idea de lo que estaba ocurriendo, el señor Yoshida reprendiendo a un inusual par de cocineros, una vez más, por su falta de coordinación para trabajar juntos.

El platillo principal de la Cocina de Izayaka, es el Buri no Atsu-meshi, pero para atraer a los turistas provenientes de Hiroshima y Kansai se había incluido el okonomiyaki en el menú. Para ello se habían contratado a dos cocineros, Ukyo Kuonji y Kurenai Tsubasa, pero la definición de coordinación y trabajo en equipo no existía para este par, pues siempre estaban discutiendo por todo convirtiendo parte de la cocina en un campo de batalla. A mí parecer el señor Yoshida se pasaba de buena gente, al solo darles advertencias y no haberlos despedido todavía; o quizás yo era la exigente por haber vivido en un ambiente tan estricto y controlado.

Decidimos mejor volver a nuestras actividades, antes de que también a nosotros nos reprendan.

Por fin termina el día, parecía interminable con el horario extendido ¡estoy exhausta!

Si me vieran vestida así conduciendo una bicicleta, en vez de andar a la última moda y en un auto lujoso, sería la portada de la sección de sociales y la "desgracia" de mi círculo de amistades.

¡Vaya como cambian las cosas!

Siento que alguien me sigue, mi cuerpo se tensa y me preparo para lo que pueda ocurrir; doy vuelta en la siguiente esquina al lado contrario de dónde realmente me dirigo pero es más ágil que yo y me corta el paso.

¡Miau!

¡Menudo susto, me he llevado! Solo es un gato, parece que la paranoia se apoderó de mí por un momento, pero no puedo bajar la guardia. Suelto el aire que sin darme cuenta he estado conteniendo, y levanto la vista percatándome que hay una pareja a la distancia que me observa, no lucen muy felices, quizás los interrumpí. Aunque poniendo un poco más de atención, noto que al parecer ya estaban discutiendo antes de que yo apareciera, la pelirroja luce realmente molesta y el chico, que aunque no logro distinguir bien sus facciones por la falta de alumbrado en la calle, luce tenso con los brazos cruzando su pecho. Quizás el disgusto es por el atuendo tan revelador de la chica; prefiero no demorar más y no entrometerme, lo que pase entre ellos no es mi asunto, paso de largo retomando el rumbo para llegar al pequeño apartamento que alquilé.

Ventanas cerradas, la puerta sin rastros de haber sido forzada, los escasos muebles y pertenecías en su lugar; me he hecho a la rutina de revisar todo, antes de ponerme cómoda. Un rápido baño y a dormir, pero poco dura mi descanso cuando escucho un fuerte golpe que hace añicos la ventana de mi habitación; tardó en reaccionar, lo que ocasiona que el intruso me inmovilice de inmediato.

¡Esto no puede estar pasando! ¿Cómo es que dieron conmigo tan rápido? ¡No, yo no voy a volver a ese lugar! !No, por favor, sueltame!