Capítulo 2: Cumpleaños
Las personas excepcionales deben estar naturalmente atraídas a otras personas excepcionales. Naturalmente, alguien como Gojou Satoru jamás podría fijarse en alguien tan mediocre como Miwa Kasumi. Eso es lo que ella piensa mientras escucha la voz de Utahime resonando sobre las paredes del templo. Probablemente exacerbada por algún comentario de su más reciente invitado.
Alguien como Gojo-sensei sólo podría sentirse atraído por una mujer tan excepcional como Utahime.
Pero este hecho no la perturba demasiado, lo sabe con la misma seguridad que tienen las ciencias exactas. Es solo natural.
Después de darse una ducha casi no se atrevió a salir de su habitación, temiendo volver a encontrarlo y que fuera tan indiscreto como para continuar indagando sobre aquel vergonzoso sueño que había tenido.
La recurrencia de esos pensamientos era abrumadora y se intensificaban cada vez que sabía que él estaba a punto de llegar.
Lo cual la hace sentir una pervertida de primera.
Su vida académica no tiene nada de sobresaliente, ahora la personal también había llegado al ridículo.
Lo mejor que podía hacer por sí misma en este momento fatídico era tomar una bebida caliente, nada remediaría la situación y ya se terminó hace un tiempo su reserva de golosinas.
Una vez en el comedor se encuentra con Mai y Momo, unas cuantas bolsas de compra las rodean.
—¡Vaya! ¡Qué lindo!
Miwa se sonroja de sólo ver las faldas y blusas que las chicas compraron en su ausencia.
—Podrías haberte comprado algo si no fueras tan tacaña -le dice Mai, sacando de su boca una pequeña paleta.
—No soy tacaña… solo estoy ahorrando.
Momo y Mai se ríen, se ríen mucho de hecho. Y aunque a Miwa le molesta un poco ser casi siempre el motivo de una que otra burla, fuerza una sonrisa y lo deja pasar. Se prepara una taza de té y se sienta a su lado. Las escucha hablar sobre su tarde y omite aquel vergonzoso momento que acababa de vivir junto a Gojou Satoru. A ellas tampoco parece agradarle su querido sensei y, si bien son compañeras hace mucho tiempo, jamás llegaron a compartir intimidades. Termina su bebida caliente y las tres se retiran, las muchachas a acomodar su ropa nueva y ella a seguir sus estudios.
Esta es la primera ocasión en la que activamente busca evitarlo. Camina con cautela por los pasillos al momento de retomar sus actividades y, luego de unas horas, baja la guardia. Generalmente él no pasa demasiado tiempo en la Academia así que se siente casi aliviada.
—¡Miwa! -escucha a través del campo de arquería al que acaba de llegar. La voz de Utahime llega desde lejos y al darse media vuelta se encuentra a sí misma totalmente congelada. Su pulso se detiene cuando vuelve a verlo junto a ella, sonriendo. Utahime-sensei alza una mano en su dirección y no le queda más remedio que caminar hacia ellos, hacia Gojou.
—¡Sensei! —vocifera con extraña convicción y les rinde a ambos una reverencia hermética de la que no se atreve a levantarse, porque tendría que verlo a él a la cara.
—Gojou se quedará un par de días con nosotros. Un estudiante vendrá desde Fukuoka y lo esperará aquí. Por favor, acompañalo al templo en el ala norte y ayudalo a acomodarse en alguna habitación libre. Asístelo en lo que necesite.
—Huh, Utahime, ¿estás intentando deshacerte de mí? —interrumpe Gojou en un tono divertido pero Miwa no siente ganas de echarse a reír. Al contrario, está a punto de hiperventilar.
Maldice su naturaleza mientras está parada entre ellos dos. Podía ser inútil pero era la más confiable. Por esa razón el director a menudo acudía a ella, los asistía y ayudaba en todo lo que le fuera posible.
Esto gana por ser tan obediente, piensa mientras permanece en silencio escuchando a sus superiores.
—¿Ah? ¿Crees que no tengo otras ocupaciones? Tengo alumnos y mucho trabajo pendiente como para ocuparme además de un niño atrapado en el cuerpo de un adulto.
—Qué aburrida eres, Utahime. Te estás volviendo vieja. Ya empiezo a ver algunas arrugas en tu rostro —comenta levantando un dedo acusador pero antes de poder señalar las presuntas arrugas de Utahime, ella brama con una pasión que solo Gojou Satoru puede despertarle.
—¡Si tengo alguna arruga es por soportar tus comentarios inapropiados! ¡Compórtate Gojou Satoru! Además… —continúa con más calma—, eres un mentiroso, yo no me he arrugado.
—Ah… -Gojou suspira—, bien, vamos Miwa. Enséñame dónde voy a dormir.
Reverencia nuevamente a Utahime antes de que ella los deje a solas. Miwa camina con los músculos contraídos, intenta esbozar una sonrisa que da como resultado un gesto exageradamente incómodo y camina mecánicamente en la dirección que su sensei le indicó.
Está tan extremadamente consciente de la presencia de Gojou detrás de ella que casi no puede respirar. Tiene miedo de que abra la boca y vuelva a preguntar sobre su sueño. Pero durante buena parte del camino permanece callado. Camina con las manos en los bolsillos tan casual que parece no darse cuenta del hermetismo de Miwa. Repentinamente comienza a silbar, quizás con el objeto de llenar con algo aquel silencio que los viene acompañando desde hace al menos cinco minutos.
—Miwa… —le dice cuando están a punto de llegar y ella se sobresalta del pánico. Se detiene repentinamente y se gira hacia él suplicando mentalmente que se quede callado.- Tu uniforme es muy diferente al de los demás, ¿por qué elegiste ese diseño?
Al escucharlo se tranquiliza. Suspira con cierto alivio y se detiene un segundo a mirar el traje que tiene puesto.
—Bueno… Siento que va más conmigo. Creo que me hace ver mayor, cualquiera que me viera creería que trabajo para una exitosa compañía y gano mucho dinero.
—Um… —murmura Gojou como si no le satisficiera la respuesta—. ¿Quieres verte mayor?
—Supongo… C-Creo que no es una cuestión de edad, sino de inspirar confianza.
—Ya veo, piensas que puedes confiar en la gente mayor.
Miwa asiente con entusiasmo.
—Bueno, estás equivocada.
Ni Miwa ni Gojou sonríen. Y aunque ella puede ver una expresión incompleta de él, sabe que lo que ha dicho no le agrada. No está muy habituada a no ver la curva de sus labios formando una sonrisa. Está serio, y eso le hace sentir que esta equivocación suya es terrible.
—¡Lo siento, sensei! —Miwa se disculpa con otra exagerada reverencia y permanece quieta observando la brillante punta de su zapato.
—¿Huh? ¿Por qué? —cuestiona Gojou, una ceja se curva debajo de la venda negra, está incrédulo.
Miwa se levanta, también confundida. Intenta pensar por qué se disculpa.
—Por haberme equivocado —asume después de deliberar.
—¿Siquiera sabes por qué dije que te equivocas? —La observa negar, sus mejillas pintadas de rosa nuevamente—. La gente más inútil, más cobarde y endeble que he conocido han resultado ser mayores que yo. El respeto se gana, no deberías obsequiarlo, mucho menos por una cualidad tan poco interesante como envejecer. Todos lo hacemos, hasta el más inepto de los seres humanos.
—Pero usted es mayor que yo, Gojou-sensei. ¿Eso significa que no debo respetarlo?
La apariencia seria de Gojou desaparece por completo y sonríe. Miwa observa el gesto, el aura a su alrededor vuelve a ser aquella que le es más familiar.
—¿Eh? —musita como si lo hubiera tomado por sorpresa—. Mi caso es diferente, yo sí soy respetable —Sonríe nuevamente y el corazón de Miwa vuelve a latir. El pecho se siente tibio.
Más tranquila, Miwa continúa caminando hacia el templo en el que se hospedará su sensei durante los próximos días hasta la llegada del nuevo alumno. Se permite sonreír nuevamente, dejando de lado aquel encuentro incómodo que se había dado más temprano.
Al llegar a su destino abre la puerta y Gojou mira el interior no muy impresionado.
—Debí haber reservado una habitación de hotel —Lo dice como si Miwa no estuviera a su lado, como si hablara solo mientras inspecciona su cama por los próximos días.
—¿Hay algo más en lo que pueda ayudarlo? —pregunta, siempre servicial. Pero él la despacha con un gesto de su mano y le agradece su atención.
De regreso a su alcoba Miwa se permite dar largas zancadas, hay algo creciendo sobre su pecho, una emoción intensa que arremete sobre su joven corazón. Su estómago revolotea, no puede ni tragarse la cena y no hay dulce que le apetezca. Se la pasa suspirando mientras el resto de sus compañeros cena y Momo y Mai terminan robando trozos de su plato. Pero a ella no le importa. Gojou Satoru está en el campus y no hay más pensamientos que tengan lugar dentro de su mente. Ni en el entrenamiento, ni la comida, ni dormir, Miwa no puede hacer nada más que suspirar por la presencia tan próxima de Gojou Satoru.
Los días pasan y lo ve de vez en cuando deambulando por los alrededores. Habla con los muchachos de último año, pero todos son tan introvertidos que no llegan a tolerar la burbujeante personalidad del sensei. Miwa los envidia, envidia la forma en la que lo miran y le hablan como si no fuera una jodida celebridad. Ella desea ser tan cándida y elocuente cuando lo tiene cerca, pero sus emociones entorpecen cada interacción.
Miwa se conforma con poder verlo pasar, con oír el sonido de su risa y ser a quien saluda desde lejos con un gesto de lo más amable.
Encara sus siguientes tareas escolares más optimista que de costumbre, el estímulo de estar en el mismo sitio que él le alegra de sobremanera. Y, aunque de a momentos es difícil concentrarse del todo, se empeña mucho en sobresalir así sea en papel.
Muchas veces ha meditado la idea de pedir una transferencia al Colegio hermano de Japón, pero sabe que el director pondrá el grito en el cielo si se le ocurre presentar la aplicación. Además, estar más lejos de sus hermanos no es una opción para ella, de modo que lo descarta cada vez que la idea se le viene a la cabeza. Hay cosas más importantes en su vida, más importantes que la fijación que está desarrollando hacia Gojou.
Pero es que él simplemente es perfecto, piensa mientras lo ve del otro lado del campo.
—Miwa —La voz mecánica la despierta de su ensimismamiento y se voltea. Mechamaru está ahí, parado frente a ella y al verlo acercase de emociona. Hay algo acerca de él que le permite ser ella misma, no como con el resto de los muchachos que la hacen sentir forzada a asentir sin vociferar sus verdaderos pensamientos.
—¡Hola! Mechamaru, ¿puedo ayudarte? —Pregunta con naturalidad, ya que siempre que alguien se acerca a ella es para pedir algún favor al que generalmente accede, aunque no quiera.
Él extiende una pequeña caja sin decir mucho y Miwa la observa sin entender.
—Es 4 de abril —dice él, como si eso explicara la presencia de lo que reside sobre la palma de su mano.
Ha estado tan ocupada pensando en ese enamoramiento que aún no admite que ha olvidado por completo qué día es.
—Oh… —resopla repentinamente.
Se siente desarmada, abatida por el gesto. Nadie lo había recordado, ni siquiera ella.
—Es tu cumpleaños, ¿no? —Le pregunta como si hubiera comenzado a dudarlo él mismo.
—¡S-sí! —Miwa grita exaltada y toma la caja con tal emoción que repentinamente se siente una niña.
Es un obsequio de cumpleaños. Y lo abre como su fuera navidad. Dentro de la caja se encuentra con una daga espiralada. La hoja está llena de pequeños espirales y se ve tan afilada que la retira con cuidado ceremonial. La posa sobre la palma de su mano y se queda sin aliento.
—Es acero damasco, de doble filo. Está hecha de 512 capas…
Miwa se funde sobre el frío pecho de Mechamaru, repentinamente grita un efusivo agradecimiento y cuando se da cuenta de su arrebato lo suelta y se para frente a él con las mejillas teñidas de rosa.
Él no dice absolutamente nada. Si Miwa pudiera verlo, al verdadero él, hubiera podido ver una ligera sonrisa curvándole los labios bajo un montón de vendas. Nada le satisface más que la expresión de la muchacha que pasa de abrazarlo a mirar la daga de lado a lado, sin lograr quitar de sus mejillas el bochorno.
—¿Es el cumpleaños de alguien?
La reconocible voz de su sensei favorito la obliga a ensanchar una sonrisa. Él acaba de llegar con el grupo de último año y se acerca casualmente. Es tan alto que se agacha ligeramente a ver lo que Miwa tiene entre las manos y ella lo exhibe con orgullo.
—Es un obsequio de Mechamaru —comenta tratando de contener su entusiasmado gesto.
—Lindo. ¿Es tu cumpleaños, Miwa? ¡Eso es genial! Tenemos que salir a festejar, ¿he? ¿he?
Gojou se voltea, pero los estudiantes no parecen tan entusiasmados como él. Gojou frunce el rostro, está fastidiado. De haber estado junto a Itadori y Nobara, seguramente hubiera escuchado un par de gritos efusivos.
—Vaya… —suelta resignado. Mira de reojo a Miwa, quien no suelta palabra alguna. Al contrario, parece estar más preparada para esa respuesta de lo que esperaba. Aquello le molesta—. ¿Mechamaru? ¿Qué dices?
Él tarda en contestar. Gojou desconoce el gesto que Kokichi tiene ahora, lejos de donde están parados. No sabe que, a través de los ojos de Mechamaru, está mirando el aspecto tímido de Miwa y que desea de todo corazón poder pasar ese día especial a su lado.
—Tengo cosas que hacer —miente y se da media vuelta para retirarse.
Uno a uno, los estudiantes se retiraron con excusas similares. Gojou gira el rostro de lado a lado, están solos nuevamente.
—Bueno, Miwa. Creo que sólo seremos tú y yo. Claro, si no tienes otros planes.
—¡Para nada! —exclama más entusiasmada de lo que desearía—. Es decir, no quiero importunarlo sensei. Seguramente tiene muchas cosas qué hacer…
—En realidad me he estado aburriendo toda la semana. Mañana llega el nuevo estudiante y me muero por salir de aquí. ¿Qué quieres hacer? ¿Karaoke? ¿Pizza? ¿Una película?
El corazón está a punto de salirse de su pecho. Late tan fuerte que cree que es audible para el resto. No podría haber pedido un mejor cumpleaños que este, un regalo sorpresa de Mechamaru y una cita con Gojou Satoru.
Quisiera decirle que sí a todas sus propuestas, pero no se atreve. No es capaz.
—Lo que usted quiera, Gojou-sensei.
