Harry tiene la vaga sensación de que está soñando.

Hay pequeños pájaros volando por la habitación, coloridos y alegres, piando y produciendo un sonido musical muy agradable. Hay mariposas también, que baten sus alas lentamente, provocando una sensación de paz. En la pared frente a él hay un enorme ventanal que deja entrar la luz del sol y el resto de paredes están cubiertas de árboles frondosos donde los pájaros y las mariposas conviven entre sí. La imagen es antinatural, sobretodo porque en medio de la habitación hay un hombre rubio, vestido con una camiseta blanca y unos pantalones anchos. Parece concentrado mientras observa el lienzo que tiene delante. Sujeta un pincel con su mano izquierda con un pulso increíble, mientras que en la otra mantiene un paleta con distintos tonos de azules, verdes y naranjas. El sol se refleja en su cabello claro, su piel parece relucir cuando los rayos del sol le tocan y el perfil de su rostro es ridículamente perfecto. Y entonces levanta la mirada, como si hubiera percibido que alguien está mirándole y se fija en Harry. Sus ojos parpadean y se arrugan cuando sonríe. Sus pómulos se elevan y sus labios se curvan. Su expresión parece iluminarse.

Y Harry cree que está soñando, porque una imagen así de maravillosa tiene que ser irreal. No hay otra explicación.

—Buenos días.

El rubio deja el pincel y la paleta en una mesa cercana y se levanta con gracia del taburete donde estaba sentado para acercarse a Harry. Tiene las manos manchadas de pintura, al igual que la camiseta. Sus pies descalzos hacen crujir la madera del suelo mientras camina con paso elegante. Cuando llega a su altura, Harry es capaz de percibir el gris de sus ojos y la claridad de sus pestañas.

—Estoy soñando —murmura, solo para no dejarse caer en la falsa realidad que ve.

Draco ríe y el sonido cristalino de su risa hace que el corazón de Harry revolotee dentro de su caja torácica como uno de los pequeños colibríes que vuelan a su alrededor.

—No estás soñando.

Se apoya en la pared cuando el rubio envuelve los brazos en su cuello y enreda los dedos en su cabello. Se estremece ante el toque cálido y conocido, observando el fantasma de la risa en la boca de Draco, sus mejillas coloreadas y su mirada brillante. Harry levanta las manos para sujetar los antebrazos del otro, percibiendo la piel suave y firme bajo su tacto.

—Eres real.

Draco resopla, negando con la cabeza como si lo que acaba de decir Harry fuese evidente.

—¿En serio, Potter? —se burla.

Le ve acortar la distancia y Harry se mantiene ahí, quieto y con la respiración suspendida mientras deja que Draco le bese castamente. Dura apenas unos segundos, pero el simple gesto hace que el estómago de Harry se enrolle sobre sí mismo y que una emoción inexplicable recorra toda su piel.

Es en ese momento cuando Harry sabe que es real, porque su imaginación no sería capaz de crear algo tan perfecto como eso.

—Draco —suspira.

Se despierta con el corazón a mil por hora y el sudor acumulándose en su espalda.

—Draco —gime. Y el nombre le suena extraño y conocido al mismo tiempo.

Hay una mano en su brazo que le acaricia suavemente. Parpadea con dificultad, alcanza sus gafas de su mesita de noche y espera a que su mirada se enfoque lo suficiente. Está en una habitación que no reconoce, sobre una cama que no parece la suya. Gira su rostro a la izquierda para ver a un hombre rubio a su lado, que le contempla con aprensión y preocupación.

—Está bien, Harry. Respira —le dice—. Solo ha sido un sueño.

—Era real —contradice, porque el sueño se sentía real, el toque de Draco se sentía real.

—Solo era una pesadilla.

Niega con la cabeza porque no era una pesadilla, era un sueño maravilloso y Harry siente la inmensa necesidad de volver a él, de volver a ese sueño y nunca salir de ahí. Tiene ganas de llorar sin saber porqué.

—¿Dónde estoy? —pregunta, estudiando la habitación— ¿Quién eres?

Sabe que es Draco porque lo reconoce de su sueño, aunque no se ve tan brillante ni tan esplendido. Este Draco parece cansado y preocupado.

—Soy Draco, tu marido.

—Marido —repite.

—Desde hace siete años.

La mano de Draco se retuerce sobre la sábana de la cama y Harry ve que está acariciando una banda plateada en su dedo. Cuando mira hacia su propia mano, ve que él lleva la misma alianza.

Frunce el ceño, lleva una mano hacia sus sienes e intenta que la creciente sensación de pánico no se apodere de él.

—Yo no... no recuerdo...

—Tranquilo, no pasa nada, es normal —Draco le habla con paciencia, aún acariciando su brazo de manera reconfortante, como si estuviera acostumbrado a esta situación—. Tienes amnesia disociativa.

—¿Qué?

—Te maldijeron hace tres años. Desde entonces, no puedes retener tus recuerdos por más de un día —explica. Su voz es pausada y hay una resignación profunda en sus ojos—. Te sentirás un poco confundido, pero se te pasará dentro de un rato.

La información es demasiado para Harry. La incredulidad se apodera de él en un primer momento, pero entonces intenta recordar qué hizo ayer, dónde conoció a Draco. Intenta recordar alguien que no sea Draco. Nada viene a su mente, ninguna memoria, ni una sola imagen.

—¿Dónde está el baño? —pregunta ahogadamente.

—Es esa puerta.

Se levanta demasiado rápido y se dirige hacia la puerta que ha señalado Draco. Afirma que todo esto es una locura en cuanto sus ojos se encuentran en el espejo. Se ve mayor. Su cabello está revuelto y es más largo de lo que había imaginado, sus gafas son las mismas y sus ojos no parecen diferentes, pero tiene la piel más pálida de lo que recordaba. Sonríe amargamente ante eso último. Ni si quiera recuerda la última vez que se miró en un espejo.

Se inclina para mojarse la cara e intenta respirar profunda y uniformemente. Su visión se torna borrosa en los bordes y un centenar de estelas de colores empañan su mirada. Se aferra a lavamanos, inhalando todo el aire que puede. Piensa que va a desmayarse ahí mismo, que se desplomará en el suelo y posiblemente se golpee la cabeza y termine en St. Mungo. No debería importarle, porque mañana no va a recordar nada.

Un sollozo rompe su garganta. Se siente desamparado y angustiado, como si acabase de perder algo importante para él. Piensa en el sueño, en Draco pintando en una habitación llena de magia, en lo bien que se sentía y, en ese momento, lo único que quiere es volver a ese sueño, volver a tener a ese Draco frente a él.

—¿Harry?

Jadea, parpadea rapidamente y carraspea un poco.

—Enseguida salgo —responde.

Hay unos segundos de silencio y se pregunta si Draco es capaz de notar el leve temblor en su voz.

—¿Quieres que te prepare un té? —ofrece el rubio después de un momento.

—Sí, gracias.

Escucha el sonido amortiguado de los pasos de Draco alejándose. Respira profundamente, tragándose la nostalgia que mantiene su garganta apretada y vuelve a lavarse el rostro. Los bordes de sus ojos están rojos, fruto de su llanto. Espera que Draco no se dé cuenta.

Draco sí se da cuenta, sin embargo. Lo sabe porque el rubio se queda mirándole más segundos de lo que es normal en cuanto pisa la cocina, pero afortunadamente no dice nada y deja que Harry tome asiento en silencio.

—¿Estás mejor? —es lo único que pregunta.

Harry quiere decir que no, que se siente como si estuviera de luto, con un dolor tan profundo en el pecho que le hace querer encerrarse en una habitación y no salir nunca más. Y lo peor es que no sabe qué ha perdido, porque su memoria está completamente vacía.

—¿Es así todas las mañanas? —contesta, evitando responder.

Draco se da la vuelta, dejando a un lado la tetera con el agua caliente y mira a Harry con una sonrisa comprensiva y piadosa.

—Normalmente sí —Draco se encoge de hombros y suspira suavemente. Esa familiaridad que tiene con la situación hace que el dolor de Harry aumente. Tres años, piensa. Lleva así tres años—. Aunque últimamente has estado un poco más melancólico. Como si supieras tu situación antes de despertarte, incluso.

—¿No hay una cura para esto?

—Estuviste ingresado en St. Mungo durante un año entero. Lo intentaron todo y te visitaron expertos en hechizos para revertir la memoria pero... nada funcionó.

Draco se da la vuelta cuando la tetera emite un sonido agudo, pero eso no evita que note el dolor en la mirada del otro. Harry guarda silencio mientras ve al rubio servir las tazas junto con el azúcar y la leche. Observa a Draco, que todavía parece tan tranquilo y acostumbrado a todo eso. Le ve moverse por la cocina de manera fluida, contempla la forma en la que su cabello enmarca su rostro, sus ojos pálidos y en cómo sonríe a Harry cuando se da cuenta de que está siendo inspeccionado. Sus pómulos se alzan y sus ojos se arrugan como en el sueño, su mejillas se colorean levemente y su rostro parece brillar por un momento.

Piensa que es increíble, aunque acabe de despertarse y aún vista en pijama, y se cuestiona porque pierde el tiempo en esa cocina con alguien que no sabe quién es.

—¿Por qué sigues conmigo? —su pregunta hace que Draco levante la mirada. Hay asombro en toda su expresión. Sus cejas se alzan e inclina la cabeza de una manera que encontraría adorable si no fuera por la situación en la que está—. Cualquier otro me habría dejado en el hospital.

La comprensión aparece en el rostro de Draco. Su boca se curva en una sonrisa suave mientras niega con la cabeza, observando la taza entre sus manos.

—Es doloroso que tu marido no te recuerde, que cada mañana te pregunte quién eres, pero... —hay calidez en sus ojos y un amor tan obvio que la garganta de Harry vuelve a apretarse—. Para mí sería más doloroso no volver a verte nunca más. Cuando me llamaron desde St. Mungo y me dijeron lo que te había pasado, solo pude pensar que al menos estabas vivo.

Se quedan en silencio. Draco parece perdido en sus recuerdos, con su sonrisa muriéndose poco a poco y su expresión opacándose casi imperceptiblemente.

—¿Cómo nos conocimos? —pregunta, en parte porque tiene curiosidad, y en parte por distraer al rubio.

—Estudiábamos juntos en Hogwarts.

—¿Éramos amigos?

Draco ríe de una forma divertida y sarcástica que hace que Harry sonría solo con verle.

—No, en realidad nos odiábamos.

—¿En serio? ¿Por qué?

—Éramos un poco idiotas —le ve encogerse de hombros y, a pesar de sus palabras, su tono sigue siendo cariñoso—. Nos reencontramos años después y logramos superar nuestras diferencias.

—Y terminamos casados —dice, dando un sorbo a su té.

—Sí.

Siente un pequeño ápice de envidia cuando observa a Draco porque le gustaría saber cómo era su vida antes. Supone que debió ser feliz, a juzgar la mirada anhelante del rubio.

Piensa en su sueño, en lo cálido y maravilloso que parecía. Se pregunta si en vez de un sueño, era un recuerdo.

—¿Te gusta pintar? —cuestiona.

—¿Qué?

Hay algo ansioso en su pecho cuando Draco vuelve a centrar su atención en él para mirarle con confusión. No sabe porqué necesita saber que lo que soñó fue real, que esa situación existió en algún momento, que fue feliz una vez.

—Soñé algo —murmura, encogiéndose de hombros—. Parecía... real.

—Pintaba antes —afirma Draco, y solo eso hace que una chispa esperanzada despeje su mente y avive su interior—. En mis días libres. Lo dejé hace un tiempo.

—¿Pintabas aquí? ¿En una habitación con un ventanal?

La extrañeza del rubio pasa a la sorpresa y a la curiosidad. Mira a Harry como si fuera la primera vez que lo ve.

—Sí, está arriba—dice lentamente, como si no supiera qué esperar. Es la primera vez desde que se ha levantado que Draco parece totalmente perdido—. ¿Quieres verla?

Asiente con demasiada ansiedad. Su corazón se acelera mientras suben por las escaleras y traga con dificultad cuando Draco se detiene frente a una puerta de madera que abre con cuidado.

La habitación no se parece en nada a la de su sueño aunque reconoce que es la misma. No hay árboles, ni animales. La luz que entra por el enorme ventanal sobre sirve para reflejar la cantidad de polvo que hay en el suelo. Hay varios lienzos en blanco apilados en una de las paredes y un par de cuadros pintados cubiertos parcialmente con una lona. Todavía huele a pintura y disolvente.

Pero es esa habitación, es la de sus sueños, y solo eso hace que el pecho de Harry se afloje por primera vez desde que despertó.

—¿Por qué ya no hay árboles? —se da la vuelta para encarar a Draco, quien le contempla con algo de desconcierto—. En mi sueño habían árboles, mariposas y...

—Colibríes —termina el rubio. Está parado en el marco de la puerta, sin atreverse a entrar y tiene un semblante que Harry no sabe reconocer. Está entre la incredulidad, el temor y la emoción—. ¿Lo recuerdas?

—Lo he soñado —responde. Estudia la habitación una vez más—. ¿Puedes volver a reproducir los árboles y los animales?

Draco abre la boca para luego volver a cerrarla. Se encoge de hombros, parpadeando hacia su alrededor por primera vez. Parece desubicado por un momento y Harry siente una imperiosa necesidad de abrazarle.

—No lo sé. Fuiste tú quien creó la habitación para mi. Después de lo que te pasó...—Draco se detiene abruptamente, sin querer terminar la frase—. Pero puedo intentarlo.

Se da la vuelta antes de que le dé tiempo a contestar. Cuando vuelve, lo hace con la varita en su mano. Entra en la habitación con paso cauteloso y le ve estremecerse antes de empezar a conjurar encantamientos que cubren las paredes con árboles frondosos. La capa de polvo se desvanece, el sol comienza a entrar por el ventanal y poco a poco van apareciendo distintos pájaros y mariposas de todos los colores.

Harry observa a Draco todo el tiempo. Admira las floritura que hace con su varita, su ceño fruncido por la concentración, su mirada determinada y cómo sus mejillas empiezan a colorearse. Se queda un poco sin aliento cuando el rubio termina y se gira para enfrentarle. El sol le da de cara y eso hace que su cabello brille y que sus ojos se vean más claros de lo que ya son. Está más pálido que en su sueño y tiene ojeras por falta de descanso, pero Harry no puede evitar pensar que es precioso.

—¿Era así en tu sueño?

Mira a su alrededor y luego se acerca a Draco, quien le contempla expectante. Sujeta su mano libre y la lleva hacia su cuello. Draco sonríe levemente, enredando sus dedos en el cabello de Harry.

—Eres real —dice.

Draco se carcajea en voz baja, sus párpados se entrecierran y su cuerpo parece relajarse ante la cercanía entre los dos. Tiene un par de pecas en la nariz y sus pestañas son más largas de lo que parecen.

—Lo has recordado —murmura.

Hay ilusión y una frágil esperanza en su voz. A Harry se le aprieta el pecho al pensar que Draco se conforma solo con esto, con que Harry haya recordado una cosa tan mínima.

—Te mereces algo mejor —dice con seriedad.

Draco se merece a alguien que le ame y que le pueda hacer feliz todos los días.

—No quiero estar en ningún otro sitio que no sea aquí contigo —responde con facilidad, sin dudarlo ni un segundo.

—¿Por qué?

En vez de contestarle, se aleja de él, tirando de su mano para conducirle a la habitación de al lado.

—Este es tu despacho. Tienes recuerdos y un pensadero. Quizás te ayude a ver porqué quiero estar aquí.

Da un paso incierto hacia dentro de la habitación, estudiando todos los viales que hay ordenados encima de la mesa. Parece inverosímil que parte de su vida esté ahí, al alcance de su mano.

—¿Puedo verlos ahora?

Ve a Draco encogerse de hombros, sonriéndole como si ya supiera que iba a preguntarle eso.

—Claro. Iré a ducharme mientras tanto.

Muerde su labio inferior cuando se queda solo. Examina los viales, dándose cuenta de que todos están etiquetados con distintos nombres y fechas. La mayoría tienen su nombre o el de Draco. Hay algunos de Hermione, Ron y Ginny también. Y solo hay uno de Luna.

Eso último le llama la atención, porque además no tiene una etiqueta desgastada como las demás, sino que se conserva bien e intacta, como si hiciera poco que la hubieran colocado.

Coge el vial, destapándolo y echando el hilo plateado en el pensador. Respira hondo, tragando gruesamente antes de hundirse en el recuerdo.


El recuerdo le lleva directamente al salón de Luna. El sitio está decorado de manera singular. Tiene un sofá de color azul claro y una alfombra verde. Hay varias máscaras de madera colgadas en las paredes, fotografías de varios animales sobre la chimenea y lo que parece un lagarto disecado.

—Toma el vial —le dice Luna.

—¿Para qué? —el Harry del recuerdo frunce el ceño, observando el objeto en su mano.

—Para qué guardes este recuerdo. Tienes que decirte a ti mismo que debes venir mañana a mi casa. La poción y el hechizo de reversión de memoria solo funciona si se hace todos los días.

Su espalda se endereza y sus sentidos se vuelven más atentos cuando comprende que Luna está ahí ayudándole a recuperar su memoria.

—Vale —murmura Harry. Levanta la vista, mirando hacia la nada—. Tienes que venir a casa de Luna hoy. Su red flú está conectada a nuestra chimenea así que solo tienes que decir su nombre para llegar. Sé que no recordarás quién es pero debes venir.

—Y no se lo digas a Draco —añade Luna. Al contrario que Harry, ella no mira al aire, sino que clava sus ojos en él, como si supiera que está viendo el recuerdo, lo cual es completamente imposible—, o no te dejará venir. Se preocupa demasiado por ti como para arriesgarse a que pruebes una poción experimental.


Inhala una gran bocanada de aire en cuanto sale del recuerdo. Sus manos se han aferrado con fuerza al pensadero y siente sus músculos temblar incontrolablemente. Su mente tarda unos pocos segundos en asimilar lo que acaba de ver.

Luna le está ayudando a recuperar su memoria.

El pensamiento le sacude, la emoción y la esperanza le embarga con tal fuerza que su cuerpo se estremece por completo. Se endereza, guarda cuidadosamente el recuerdo donde estaba y sale del despacho con la certeza de que tiene que ir a casa de Luna en ese mismo instante.

Escucha el sonido amortiguado de la ducha en cuanto entra en su habitación, lo que le hace suspirar con alivio. Va hacia el armario, escogiendo un pantalón y una camiseta que cree que son suyas y vuelve al despacho para dejarle una breve nota a Draco donde le dice que va a visitar a los Weasley. Duda durante un momento, porque se siente mal al mentir a Draco y, sobretodo, le inquieta saber que el rubio se preocupará cuando se de cuenta de que le ha mentido, pero la posibilidad de recuperar su recuerdos es mayor que nada, así que deja la nota sobre el escritorio y se dirige hacia la chimenea.

Luna no se sorprende cuando le ve cruzar por la red flú. Está sentada en el sofá, con las piernas cruzadas y un par de velas aromáticas encendidas encima de la mesa.

—Harry —saluda, sonriendo alegremente—, hoy has venido pronto.

Sonríe de manera incómoda, sin saber muy bien cómo comportarse a su alrededor.

—He visto un recuerdo donde me decía a mí mismo que tenía que venir aquí...

—Oh, sí —Harry se sobresalta cuando la rubia se levanta del sofá abruptamente. Su falda de color purpura hondea por sus piernas hasta sus tobillos y su cabello largo se balancea sobre su hombro—. Voy a ir a por la poción y a por mi varita. Siéntete, por favor.

Es un poco extraño porque, mientras se sienta, no tiene ningún sentimiento de reconocimiento sobre el lugar, como lo había sentido con Draco, pero tampoco le causa desconfianza. Se siente cómodo ahí, incluso si no reconoce a Luna.

—¿Cuanto tiempo llevamos haciendo esto? —pregunta, una vez que la chica ha vuelto.

—Cerca de un mes

—Un mes —repite con sorpresa.

Luna asiente mientras se acomoda en el sofá y le tiende un vial con una poción de color púrpura intenso.

—Tienes que tomártela de un trago —le explica. Harry mira a Luna con reticencia, que parece feliz e inofensiva. Se encoge mentalmente de hombros, pensando en que si su yo del pasado le ha dicho que viniese aquí, no podía ser del todo malo y termina por obedecer—. ¿Cómo está Draco?

A Harry le cuesta pensar en la pregunta, porque está más concentrado en no vomitar la poción sobre el suelo del salón. Sabe increíblemente mal y casi puede sentir como su estómago se retuerce en protesta.

—Está bien —su voz sale ahogada y tiene que carraspear un par de veces para aclararse la garganta—. Hoy recordé algo y... parecía muy feliz por eso.

—Eso es genial. Draco ha estado tan mal estos últimos días.

—¿Ha estado mal?

Luna parpadea hacia él con suavidad, mintiendo una sonrisa tenue en sus labios.

—Supongo que no te lo ha dicho —dice para sí misma. Luego mira a Harry con algo parecido a la lástima—. Su madre falleció la semana pasada, así que no ha estado del todo bien. Me alegro de que le hayas podido animar.

De repente, la imagen de un Draco cansado, pálido y ojeroso viene a su mente. Su corazón se aprieta angustiosamente al imaginar el calvario por el que debe estar pasando el rubio con su madre fallecida y su marido amnésico.

—No sé porqué todavía está a mi lado —comenta, aunque estaba destinado a ser un pensamiento—. Su vida sería mucho más fácil sin mi.

—Si fueses capaz de mantener tus recuerdos a partir de hoy, ¿cuánto tiempo crees que tardarías en enamorarte de Draco? —Harry no responde, porque a estas alturas podría decir que ya está un poco enamorado de él, por loco que le parezca. Luna parece leer su mente porque sonríe contenta—. Nunca ha dejado de amarte, y tú nunca has dejado de amarle a él. Puede que tu mente no lo recuerde, pero tu cuerpo y tu subconsciente sí. Te has despertado todas las mañanas sin saber quién era, pero al final del día ya le querías. Por eso sigue a tu lado.

Se queda en silencio hasta que su culpabilidad se transforma en determinación. Está ahí para recuperar su recuerdos, para que Draco pueda recuperar al Harry con el que se casó. Mira a Luna de manera decidida.

—¿Qué vamos a hacer ahora?

—Te aplicaré una variante de Legilimens. La poción ayuda a que tu mente esté un poco más abierta. Creo que la maldición no borra tus recuerdos, sino que los retiene en algún lado. Voy a intentar llegar hasta ellos si estás preparado.

—Lo estoy —responde sin dudar.

—Va a doler un poco —advierte.

Luna sonríe de manera brillante, sus ojos azules e inocentes le miran con dulzura, justo antes de que murmure un hechizo que no reconoce y entonces el dolor lo ciega completamente. Puede sentir un pinchazo agudo en el fondo de su mente, como si alguien estuviera escarbando dentro de su cerebro. Hay una luz blanca quemando sus ojos y un millón de imágenes pasan a través de sus párpados, pero no es capaz de alcanzar ninguna. El dolor le hace retorcerse en el sillón y cree escucharse a sí mismo quejarse en voz alta, pero no está seguro.

Después se queda todo negro.


Harry apenas había prestado atención a Justin Finch-Fletchley desde su primer año en Hogwarts cuando fue petrificado. Eso cambió en cuanto empezó a salir con Draco y éste le dijo que había tenido algo pasajero con Justin. No le había dado ninguna importancia al principio, hasta que se dio cuenta de que Draco y él trabajaban en el mismo Departamento en el Ministerio y que, al parecer, sólo Draco había superado su relación.

Justin iba constantemente detrás de su marido, aunque Draco lo ignoraba y Harry había presenciado con sus propios ojos como el rubio le había rechazado en innumerables ocasiones, Finch-Fletchley no parecía querer rendirse, y eso era algo que a Harry le había desquiciado los nervios desde hacía años.

A pesar de los años, Harry nunca ha sabido sobrellevar sus celos, y despertarse con un terrible dolor de cabeza y que lo primero que escuchase fuese la voz de Justin no era lo mejor del mundo.

—...no tiene sentido. Te mereces algo mejor, Draco. Te estás destrozando a ti mismo por estar a su lado.

Abre los ojos con dificultad. No le extraña encontrarse en una habitación en St. Mungo, teniendo en cuenta que siente como si un dragón acabase de arroyarle. Ve a Draco a los pies de su cama, de espaldas a él mientras habla con Justin. Sus párpados protestan solo por el movimiento que hace al abrir y cerrar los ojos, su cuello está rígido y su cerebro parece querer salir de su cráneo. Y Justin tiene una mano sobre el hombro de Draco y le está acariciando cariñosamente.

—No sé qué le ha dado a todo el mundo con cuestionar porqué estoy con Harry, pero no me voy a mover de aquí, ni ahora, ni dentro de diez años.

—Pero...

—¿Por qué no dejas de decir gilipolleces y te vas a molestar a otro, Finch-Fletchley?

Su voz suena ronca y le duele fruncir el ceño, pero el asco que le tiene a Justin pasa por encima de él y es incapaz de mantenerse callado mientras le ve mirar a Draco como si puedo era salvarlo de su sufrimiento.

Ambos se dan la vuelta a la vez para observarle con distintos grados de asombro. Justin parece nervioso y acongojado, como siempre ha estado cuando Harry estaba delante de él. Draco por su parte, parece al borde de las lágrimas.

—Hola —murmura. Está nervioso y mira a Harry como si no supiera cómo reaccionar a su alrededor—. Soy Draco, tu marido. Sé que estarás confundido pero te lo explicaré luego y...

Harry siente que algo se desploma sobre él. Draco le está tratando como si no recordase nada, como le ha tratados estos últimos tres años.

—Lo sé, Draco —responde con tranquilidad—. Sé quién eres.

El rubio le observa como si fuera la primera vez que le ve. Está congelado durante segundos enteros, abre la boca un par de veces pero no dice nada.

—Voy a llamar al medimago —termina por pronunciar, aún con la incredulidad empañando sus facciones. Se detiene en la puerta, justo a tiempo para girarse hacia Justin, que todavía sigue allí—. Creo que será mejor que te vayas.

—Pero...

—Te ha dicho que te largues —espeta Harry, sin poder contenerse.

Solo de pensar que Finch-Fletchley ha podido estar estos últimos tres años detrás de Draco, aprovechándose de la situación en la que se encontraba, hacía que Harry tuviese ganas de hechizar al hombre hasta que se quedase sin magia.

Justin no duda ni un solo segundo, pero no se va sin darle a Draco una larga mirada anhelante que el rubio ignora deliberadamente.

Harry suelta un suspiro cansado en cuanto Draco se marcha para buscar al medimago. Cuando vuele, lo hace acompañado de un hombre mayor vestido con túnica de St. Mungo que le sonríe de manera simpática.

—Has tenido un mal despertar, por lo que me han comentado.

—No ha sido el mejor, no —reconoce.

El hombre realiza alguna hechizos sobre él mientras toma nota en un pergamino.

—Parece que todos tus signos vitales están bien y no tienes ningún daño físico que podamos ver en un primer momento. Tendrás que quedarte unos días en observación, sin embargo. La señorita Lovegood nos ha proporcionado toda la información sobre la poción y el hechizo que ha estado utilizando y no tenemos ningún caso anterior como el suyo, así que debemos asegurarnos de que todo está bien antes de darle el alta. ¿Sabes que día es hoy?

Lo piensa durante un instante y luego niega con la cabeza.

—No.

—Está bien, no te preocupes —le dice el hombre—. ¿Puedes decirme tu nombre?

—Harry James Potter.

—¿Le reconoces? —pregunta, señalando hacia Draco.

—Mi marido. Llevamos siete años casados.

—¿Fue una boda bonita?

Su pulgar acaricia la alianza que lleva puesta y sonríe hacia Draco al recordar el día que se casaron.

—Draco iba vestido de rojo —su voz es suave y cariñosa. Draco se lleva una mano hacia la boca y las lágrimas se deslizan pesadamente sobre sus mejillas. Harry desea poder levantarse y abrazarle—. No es su color favorito, de hecho creo que no tiene nada de color rojo en su armario pero habíamos apostado en un partido de Quidditch que quien ganase elegiría el atuendo del otro y, bueno... siempre he sido mejor buscador que él.

Draco emite un ruido que está entre el sollozo y la risa.

—El hechizo de Luna te ha dejado delirante.

Harry resopla una risa y, cuando su atención se desvía de nuevo al medimago, se da cuenta de que él los contempla con ternura.

—¿Recuerdas algo de estos últimos tres años?

Su alegría muere momentáneamente. El dolor de cabeza se hace más fuerte cuando hace memoria.

—Recuerdo estar aquí ingresado —de hecho, recordaba estar sentado en el afeitar de la ventana, con Ron a su lado, contándole que tenía un problema de memoria, que su vida era muy diferente de lo que creía. Recordaba cómo Draco se había congelado en la puerta nada más verle y como había dicho que no podía hacer esto y se había marchado antes de que Harry pudiese terminar de comprender lo que ocurría. Recordaba cómo Draco se había acercado a él lentamente al principio, como sus ojos se velaban de dolor cada vez que Harry le decía que no se acordaba de él, como con el tiempo, su dolor había pasado a la resignación, cómo Draco se había acostumbrado a ello. Cómo Draco no le había abandonado nunca—. Tengo algunas imágenes claras, pero no sabría determinarlas en el tiempo.

—Es completamente normal. Puede que vayas teniendo cada vez más recuerdos con el tiempo y que todo se vaya aclarando poco a poco. También existe el riesgo de que pierdas algunos recuerdos. La maldición que sufriste no está completamente extinta, pero gracias a la señorita Lovegood podemos trabajar mejor en revertirla.

—¿Cuánto tiempo voy a estar aquí?

—No se lo podría decir, depende de cómo vaya evolucionando. De momento te tomarás una poción para el dolor de cabeza y otra para poder dormir.

Asiente hacia el medimago, toma las pociones que le tiende y se gira hacia Draco. El rubio tiene un rastro de lágrimas en su cara aunque ya no está llorando. Lo que sí mantiene es su perplejidad ante la situación. Harry comprende que le va a llevar un tiempo asimilarlo todo.

—¿Me recuerdas? —le pregunta, aún vez que vuelven a estar solos.

—Sí —alza su mano en una petición muda para que se acerque. Draco se sienta a su lado, entrelazando sus dedos—. Tengo muchas lagunas, muchos espacios de tiempo vacíos, pero creo que recuerdo todo lo importante. Como que tu cumpleaños es el doce de Octubre.

Draco parece desconcertado durante un segundo antes ver la diversión en la mirada de Harry. Entonces rueda los ojos y sonríe levemente.

—Después de tanto tiempo y sigues siendo incorregible —se queja, aunque no hay intención en su tono.

—Pero aún así me amas.

—Te amo —afirma seriamente.

Tira de él a la vez que le hace un hueco en su cama, instándole a que se tumbe a su lado. Se quedan frente al otro y Harry no puede evitar inclinarse para besarle. Junta sus labios con lentitud, disfrutando del contacto. Cuando se separan Draco le mira con cariño, con los labios ligeramente curvados hacia arriba y las mejillas enrojecidas y a Harry le viene un pequeño recuerdo a su mente, donde ambos estaban en una situación parecida, con Harry diciéndole a su marido que era precioso.

—Yo también te amo —susurra.

—Todavía no me lo puedo creer —la voz de Draco se rompe y una lágrima se desliza por su nariz a cuando cierra los ojos. Harry se remueve para tirar del rubio en un abrazo apretado—. No puedo creer que todo esto sea real.

—Es real, Draco. Estoy aquí.

Acaricia el cabello de su marido con suavidad, dejando un beso en su frente. Deja que Draco llore todo lo que necesite y le consuela hasta que nota que la respiración del rubio se tranquiliza y su cuerpo deja de temblar.

—Deberías dormir un poco —le dice, porque conociéndole, sabe que Draco no ha descansado ni un poco desde que llegó ahí.

—No puedo. Yo...—nota que el cuerpo de su marido se estremece, así que Harry acaricia su espalda y espera a que hable—. Tengo miedo de que cuando me despierte tu... no me recuerdes.

—Eso no va a pasar.

Draco levanta la cabeza para mirarle desde abajo. Sus ojos grises parecen más claros que nunca.

—Eso no lo sabes. Ya has oido lo que ha dicho el medimago, puedes perder tus recuerdos y... no sé si voy a poder soportarlo, Harry. No sé si puedo pasar por esto ahora que vuelvo a tenerte conmigo.

Su garganta se aprieta cuando ve a Draco llorar de nuevo. Seca sus lágrimas con los dedos.

—Estoy aquí y, si por algún casual perdiera mis recuerdos de nuevo, créeme que volveré a hacer cualquier cosa para regresar a tu lado.

—¿Me lo prometes?

—Te lo prometo, Draco.


Lo primero que siente al despertar es que está en una posición un tanto incómoda. Tiene el brazo izquierdo atrapado bajo su cuerpo lo cual hace que apenas tenga sensibilidad en esa extremidad. Cuando hace un intento por sacarlo, se da cuenta de que hay alguien durmiendo a su lado.

Al parpadear, ve a un hombre rubio mirándole. Tiene los ojos claros, aunque los bordes están rojos e hinchados y tiene unas marcadas ojeras, como si hubiera estado toda la noche despierto. Su cabello rubio estas despeinado contra la almohada y sus labios se aprietan en una fina linea.

—Hola —dice. Su voz es un poco ronca y temblorosa y parece atemorizado por seguir hablando—. Soy Draco, tu marido.

Hay un segundo de expectación y luego Harry parpadea, sonríe suavemente y enreda sus dedos en el cabello de Draco.

—Lo sé. Todavía estoy aquí.

El rostro de Draco se hunde en tanto alivio que por un momento Harry piensa que va a volver a llorar.

—Yo... no sabía qué esperar.

Envuelve sus brazos alrededor del rubio y entierra su rostro en el cuello del otro, aspirando el leve olor a colonia que todavía conserva Draco.

—Ya no tienes que ser fuerte por los dos, cariño —asegura, besando su piel—. No voy a irme.

Tiene la sensación de que va a tener que repetir mucho esa última frase, que Draco va a necesitar una afirmación constante de que Harry está ahí para él, que no lo va a volver a olvidar, pero no le importa. No cuando Draco le sonríe como si estuviese viviendo un sueño.

Porque Luna tenía razón. Harry ha pasado tres años de su vida despertándose sin recordar a Draco, pero siempre terminaba enamorándose de él al final del día.

Fin.


¡Hooooooooola holita vecinitos!

Bueno, esto ha sido un camino mucho más largo de lo que esperaba.

Tenía previsto publicar esta parte hace ya mucho tiempo, pero a mitad del capítulo me dio un bloqueo terrible y aunque quisiera, no me salían las palabras. De hecho desde aquí voy a pedir perdón por si en alguna parte del capítulo la narración no es del todo fluida. He hecho lo que he podido.

A pesar de ello, me ha costado mucho menos escribir el final una vez que he podido superar el bache y aquí estoy, aprovechando mi insomnio para publicar esto.

Siempre me quedo la espinita clavada porque quería escribir un final feliz para esta historia. Sé que he hecho llorar a mucha gente, pero espero que lo hayáis disfrutado también.

Muchas gracias por los comentarios, lo votos, por tener paciencia conmigo y por todo, todo vuestro apoyo. De verdad, muchas gracias.

Espero que os haya gustado y, sobretodo, espero poder salir completamente de mi bloqueo mental y así poder publicar historias nuevas, que ya lo echo de menos.

¡Nos leemos pronto!