1. Los lobos del sur


Horas más tarde su madre salió de su habitación limpiandose la sangre con un trapo, en cuanto lo vio le sonrió haciendo que se sintiera aliviado.

-¿cómo está?- pregunto Eiji sonriéndole tiernamente a su madre.

- el esta bien, la bala no tocó órganos vitales y ya la saqué de su cuerpo, habrá que esperar que su condición de lobo lo cure- Eiji asintió entendiendo la condición del chico, mas su madre le miró preocupada, parecía que quería preguntarle algo.

-¿pasa algo madre?-

-mmm bueno... Eiji es sólo que... es raro que lo hayas traído aquí sin pensarlo demasiado, después de todo, es un alfa del que hablamos- Eiji se sorprendió al escuchar a su madre, es verdad que cuando lo vio ni siquiera se preocupó por eso y era obvio que su madre se extrañará, sobre todo considerando su desconfianza con los alfas. Los únicos alfas que podían tocarlo eran su padre y su hermana.

-la verdad no se que pasó mamá, no me di cuenta de que era un alfa, sólo lo traje aquí sin pensar- su madre asintió y el se encogió de hombros.

-Entiendo. Ahora que sabes que es alfa te mantendras lejos de él ¿no es asi?-

-quizás lo mejor sea que si, pero quiero saber cómo llegó aquí y que fue lo que le paso- su madre asintió y le aviso que iría a preparar la cena, sólo esperaba que su padre llegará pronto, la comida se les terminaba y eso le recordaba que dejó al conejo en el árbol, ojalá nadie se lo robara.

Miró la puerta de su habitación, pensando en si debería entrar o no. Al final decidió entrar, abrió la puerta con cuidado y a paso lento se dirigió a su cama y se sentó en una silla a un lado de esta, miró unos segundos al lobo que descansaba en su cama, ese pelaje claro, casi blanco.

-¿así que eres un alfa?- dijo acariciando el pelaje del lobo -¿de dónde vienes? Y ¿Por qué puedo tocarte sin sentir repulsión?- no era un secreto que Eiji se sentía asqueado por otros alfas, no le habían hecho nada, no poseia ningún trauma, sólo que por alguna razón el olor de los alfas le producía asco y por eso mismo se le había hecho extraño haberlo cargado sin siquiera percibir sus feromonas.

Se levantó, le dio una última mirada al lobo y salió de su habitación, no sin antes tomar su pijama para cambiarse y dormir, ya no tenía ganas de cenar, menos con la inquietud que crecía en su corazón y su mente por culpa de ese alfa, no había estado ni un día completo, ni siquiera le había dirigido una palabra, pero sentía que algo los unía, quizá la diosa luna los había juntado en otra vida.

-que extraño- se dijo a si mismo dando vueltas en la cama sin parar, para ver si así el sueño acudia a el, sin embargo nada daba resultado. Miro el reloj que ahora ya marcaba la 1:00 AM, frustrado, salió del cuarto directo al suyo donde descansaba el alfa.

Entró en silencio como hace unas horas, y se volvió a sentar en la silla, el lobo ahora dormía tranquilamente, su respiración era tranquila, muy distinta a cuando lo encontró. Suspiro, algo le decía que había sufrido mucho, antes de llegar al territorio de su manada.

- no se como se tome mi padre el que estés aquí- dijo tomando una de las patas del lobo y acariciandola.

Eiji era consciente de lo sobreprotector que su padre era con él, aunque también le preocupara que no haya encontrado una pareja, tenía fé en él para que dirigiera la manada con sabiduría cuando llegara el momento, en las manadas ya no tenían el antiguo pensamiento de que los omegas eran débiles, de hecho los consideraban muy fuertes, ya que era difícil traer a los cachorros al mundo y ellos podían hacerlo. Es por eso que un omega si podía ser líder de una manada y estaba escrito que si el primogénito del líder era omega y demostraba ser digno se le permitía dirigir la manada.

Hace años que los lobos del sur se habían doblegado a Eiji y nadie cuestionaba su derecho de ser el próximo líder. Su padre lo entreno desde niño y era muy fuerte aunque también muy dulce a la hora de tratar con los demás, pero si se trataba de defender a su manada no dudaría en matar.

Hace años peleó con un alfa que quería ser el líder, al final logró vencerlo, quedando como el futuro líder, todos le demostraban respeto y admiración, además de que lo reconocían como el mejor cazador de la manada.

Su manada estaba en el centro del bosque, rodeada por otras cuatro manadas ubicadas en los puntos cardinales, su padre dirigía las 5 y cada una tenía un líder que rendía cuentas a su padre.

Eran conocidos como los lobos del sur, y al norte habían manadas con una estructura similar a la suya, ellos eran los lobos del norte, había conflicto con ellos por que querían su territorio y ni su padre ni los demás líderes estaban dispuestos a ceder.

Pensando en todos aquellos problemas y sosteniendo la pata del lobo que réposaba en su cama, el sueño lo ataco, quedándose dormido apoyando la cabeza en sus brazos cruzados encima de la cama sin soltar al lobo.

Continuará...