DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro. Este fic es un regalo de cumpleaños atrasado para DAIKRA (L)


— Aves del Sengoku —


— II —

— Del hanyō y la sacerdotisa —


El sol comenzaba a molestarle en la cabeza, el calor lo estaba agobiando. Refunfuñó, cruzándose de brazos mientras su compañera parecía disfrutar de observar el cielo recostada a su lado, indicándole de vez en cuando las formas que podía imaginar en las nubes que pasaban sobre ellos.

—Sí, por supuesto que parece un ave —repitió, entornando los ojos.

—No, InuYasha, te digo que estaba moviéndose, como si batiera las alas —Kagome se sentó, mirándolo con el ceño fruncido —. No lo estoy inventando.

El trinar de algunas aves acompañaron sus palabras, como haciéndole coro a su idea. El hanyō se fijó en la nube que ella señalaba, a simple vista sólo parecía eso, pero si se concentraba… no, las nubes no se mueven a voluntad, eso debía ser producto del reflejo del sol o algo así.

—Quizá sea por los rayos del sol… Nunca había escuchado que una nube pudiera moverse de esa forma —intentó restarle importancia, encogiéndose de hombros.

—Hum… sí, puede ser —Kagome quiso creerle, aunque seguía sintiendo que lo que había visto era real.

Se quedaron ahí mirando el cielo un par de segundos, una pequeña bandada de aves cruzó su línea de visión mientras su canto rompía la quietud del bosque, hacia donde se dirigían. Ella soltó un suspiro, InuYasha volvió a bufar antes de ponerse de pie y extenderle la mano para ayudarla a hacer lo mismo.

—Deberíamos volver con los muchachos —comentó, volviendo a mirar el límite del bosque con algo de ansiedad.

—De acuerdo… —Tomó su mano y sonrió, levantándose y sacudiéndose la ropa. —Supongo que la comida debe de estar lista.

InuYasha no le respondió, pues seguía con su vista fija en los árboles que se encontraban a algunos metros de ellos. Kagome arrugó las cejas, confundida con su repentina concentración, y también miró en esa dirección, sin saber qué pasaba.

—InuYasha, ¿qué ocurre? Me estás asustando —Preguntó, sin lograr descubrir la razón por la que el hanyō observaba de esa forma ese lugar.

—Keh, no es nada —trató de sonar relajado, pero no pudo mentirle a la colegiala.

—No me engañas, algo ocurre —volvió a escrutar esa dirección, intentando ver algo que no hubiese visto antes, pero no logró ver nada.

—Sólo me pareció ver a Shippō y Kirara entrando al bosque —admitió, encogiéndose de hombros —. Pero creo que fue mi imaginación.

—¿Estás seguro? No se me ocurre porqué irían al bosque, pero quizá…

—No te preocupes, Kirara sabe cuidarse. Seguro a Shippō se le ocurrió alguna estúpida idea de broma y la arrastró con él…

Nuevamente, el canto de los pájaros se hizo presente, perdiéndose en el bosque y llamando, de alguna forma, al ojidorado. Soltó otro bufido, entornando los ojos antes de comenzar a caminar, haciéndole un gesto a su compañera.

—Será mejor que vaya a buscarlos antes de que se metan en problemas. No me agrada este bosque —comentó, la mirada fija en el lugar —. Tú deberías volver con los demás, no tardaré.

—¿Estás loco? Por supuesto que no te dejaré ir solo —Kagome comenzó a seguir sus pasos, decidida —. Sango y el monje Miroku podrán cuidarse solos.

—Keh, cómo fastidias —fue lo único que dijo antes de seguir caminando.

Ambos se internaron en el interior del bosque, el hanyō con sus sentidos alerta y la sacerdotisa preguntándose porqué no había ido por su arco y flechas, ya que se sentía vulnerable de esa forma. Instintivamente, agarró del brazo a InuYasha buscando protección, algo que él le permitió sin darle más que una mirada para comprobar que ella estaba bien.

Habían caminado unos pasos cuando un grupo de aves pasó volando demasiado cerca de sus cabezas para internarse y desaparecer por el camino que seguían, justo antes de escuchar el rugido de Kirara proveniente de esa dirección. InuYasha no esperó para cargar a Kagome en su espalda y comenzar a correr, llegando con rapidez a un claro apenas iluminado por los escasos rayos solares que lograban atravesar las frondosas ramas de los árboles que lo rodeaban. Buscaron con detenimiento, pero no lograron encontrar rastros de Shippō o Kirara, a pesar de que su olor estaba ahí.

—InuYasha, mira…

El aludido se acercó a donde se encontraba Kagome, agachada observando un nido destruido, y entre la paja había una pequeña ave aparentemente herida. La colegiala levantó la mano en un ademán de tocarla para comenzar a atenderla, pero el hanyō la detuvo con un movimiento, de forma precavida.

—Ten cuidado, puede ser una trampa.

—No puedo dejarlo así, es apenas un polluelo —respondió, haciendo caso omiso de la advertencia —. Si no curo sus heridas, podría morir.

—Eres demasiado buena —masculló, observando con recelo cómo la sacerdotisa comenzaba a evaluar las heridas del ave y lo atendía, limpiando las heridas y usando algunas hierbas que llevaba con ella antes de vendarlas.

—Sólo es un ave, InuYasha. No va a comernos, tú exageras demasiado —le dijo de vuelta, soltando un resoplido mientras seguía su labor.

—Keh, sólo soy precavido. Además, aún no encontramos a Shippō ni a Kirara.

—Seguiremos buscándolos cuando termine aquí —comentó, concentrándose en su labor pues ya estaba por acabar —. Estoy segura de que estarán bien, no percibo ninguna energía maligna en los alrededores.

—¿No lo sientes? —InuYasha parecía extrañado con esa respuesta. —Hay una energía poderosa aquí. No es maligna, pero…

—¿Energía? Creí que sólo era la esencia del bosque…

El hanyō abrió la boca para responderle, pero sus palabras no lograron salir cuando vio frente a ellos a una imponente ave observándolos con recelo, la mirada fría logró que un temblor recorriera su espina dorsal. Instintivamente sacó sus garras y mostró sus colmillos, soltando un gruñido que alertó a Kagome.

—Qué violencia —la voz provino de todos lados, a pesar de que no era amenazante, su tono era serio —. ¿Volverás a destruir mi bosque, hanyō?

—¿Tu bosque? —Él entrecerró los ojos, intentando descubrir a qué se refería con eso la voz. —No tengo idea de lo que hablas, pero si no muestras tus verdaderas intenciones, voy a acabar contigo en este preciso instante.

—InuYasha, abajo —Kagome calmó a su compañero, llevándolo al suelo para que dejara sus amenazas. Observó al ave con detenimiento antes de volver a hablar. — ¿Este es tu hogar? Si hemos causado algún daño, nos disculpamos, no queríamos…

—¡Kagome! ¡¿Por qué hiciste eso?! Además, ¿por qué le hablas tan calmada? ¡Podría ser una trampa!

—¿Quieres callarte? Ni siquiera has dejado que se explique…

—Ustedes dos sí que son escandalosos —el tono fue algo cansino, como si toda esa discusión estuviese de más —. No necesito esto en mi bosque. Sin embargo, salvaron a uno de mis hijos… a pesar de las dudas, permitiste que ella lo ayudara. Tengo demasiada curiosidad… ¿Qué hay en sus corazones?

InuYasha y Kagome intercambiaron una mirada llena de dudas antes de que fuesen separados abruptamente, perdiéndose cada uno en un lado del bosque.


¡Hi! Acá está la segunda entrega, como dije, no serán capítulos cortos, pero quise explorar diversas ideas que espero, le gusten a la cumpleañera. Además de la intriga, claro, que hay detrás. ¿Qué les va a pasar ahora? Pues, lo descubrirán en un próximo capítulo (que no tardará en llegar, estoy segura de eso).

Por ahora, me despido para subir el siguiente cap y luego seguir escribiendo para terminarlo lo antes posible. Prometo pronto tener más noticias sobre este pequeño experimento.

Un abrazo y gracias por leer~

Yumi~