Disclaimer: De Horikoshi todo. Pero yo los quiero mucho, de veras.
Finalmente, me decidí a ampliar esta historia. Creo que los tres se merecían que lo hiciese. Incluso All Might quien, por cierto, tendrá que conformarse con tener la última línea del capítulo anterior. Tendrá un total de cuatro capítulos.
En el mundo real
—¡Deku-kun!
Uraraka saltó sobre él y le estrechó fuertemente entre sus brazos. Avergonzado, Izuku se dejó hacer, notando el calor en sus mejillas que le indicaba que se había sonrojado. El resto de compañeros llegó rápidamente para darle la bienvenida y felicitarle por su alta en el hospital.
—Nos tenías preocupado, Midoriya —dijo Kirishima palmeándole la espalda con ímpetu.
—¡Siempre tan exagerado, tío! ¡Hasta para caer herido en batalla tienes estilo y lo haces a lo grande! —exclamó Kaminari, asomando por encima del hombro de Kirishima.
—Kaminari, no sabes cuándo callar, ¿verdad? —dijo Jirou, haciéndolo callar con una colleja.
—Es un placer tenerte aquí, Midoriya. —Iida gesticulaba apresurado y se inclinaba en una reverencia.
—Aunque no te esperábamos tan pronto —croó Tsuyu. Izuku le sonrió, complacido y contento de que sus amigos se alegrasen tanto de verle.
—Recovery Girl es realmente eficaz —admitió Izuku, con una sonrisa avergonzada—. Aunque aún necesito reposo.
—Si hubiéramos sabido que venías, habríamos avisado a…
—Despejad el terreno —ordenó Iida con contundencia, interrumpiendo a Kaminari—. Midoriya necesita descansar para recuperarse, no estar aquí atendiendo nuestras preguntas.
—No es necesario Iida-kun —musitó Izuku todavía más avergonzado, pero este ya había empezado a dar pequeños empujoncitos a todos, que empezaron a dispersarse.
Sólo Uraraka y Tsuyu quedaron a su lado. Izuku se mordió el labio. La gran mayoría de sus compañeros se habían acercado a saludarle, pero había echado de menos determinadas ausencias concretas.
—No he visto a Kacchan ni a Todoroki. —dijo Izuku, buscándolos con la mirada.
—Salieron hace un par de horas —respondió Tsuyu, observándole con una mirada curiosa y perspicaz. Izuku tragó saliva y asintió en respuesta—. Creo que fueron al campo número dos, han estado entrenando juntos sobre esta hora durante toda la semana. ¿Quieres ir a buscarlos?
—¿Qué? ¡No! —exclamó Izuku, ruborizándose de nuevo—. Sólo… sólo era curiosidad, como no estaban aquí con los demás…
—Deku-kun tiene que descansar —insistió Uraraka con una sonrisa—. ¿Quieres que te acompañemos a tu cuarto?
—No, no será necesario —se negó Izuku. No le entusiasmaba especialmente la idea de ir a la cama a dar vueltas y mirar al techo. Los médicos le habían aconsejado reposo, pero conciliar el sueño le costaba horrores desde que había despertado del coma—. Me gustaría darme una ducha primero, huelo a hospital.
—Cualquiera diría que, con el tiempo que pasas en la enfermería, ya te habrías acostumbrado al olor. —Izuku y Uraraka rieron ante el comentario de Tsuyu, pero esta les miró desconcertada e Izuku comprendió que lo había dicho en serio.
—Sólo quiero ducharme —insistió Izuku, sin deseos de dar más detalles.
Suele decirse que la gente en coma es capaz de escuchar y ser consciente de lo que ocurre a su alrededor. Izuku no estaba seguro de si eso era cierto. Retazos de conversaciones, sensaciones en su piel y olores familiares se mezclaban en sus recuerdos con imágenes que, indudablemente, eran fruto de sueños coloridos y pesadillas oscuras que nada tenían que ver con la realidad.
Desde que había despertado, Izuku no había tenido tiempo de pensar en todo aquello y, poco a poco, los recuerdos habían empezado a difuminarse en su cabeza como un sueño que se desliza fuera de la memoria al despertar hasta llegar a un punto en el que no estaba seguro de cuánto eran sueños, recuerdos o simple imaginación suya para rellenar huecos una vez despierto.
Consolar a su madre e intentar aplacar su enfado con All Might, que había soportado estoicamente su cabreo maternal mientras se disculpaba repetidas veces por haber permitido que Izuku arriesgase tanto, reponer fuerzas y asimilar todas las noticias tras la batalla le había consumido demasiado tiempo como para pensar en aquellas imágenes difusas. Sin embargo, durante las noches esas mismas imágenes y sensaciones le desvelaban cada vez que su mente consciente intentaba aferrarlas. Cuando sentía a su cerebro caer en los brazos del sueño era cuando, como fotografías borrosas o detalles que se deslizan fuera de la mente al despertar, esas imágenes y sensaciones regresaban para convertirse en una suerte de ballena blanca que nunca conseguía atrapar y que le frustraba y llenaba de ansiedad, impidiéndole conciliar el sueño de nuevo.
Frotándose concienzudamente la piel en la ducha para alejar el olor a hospital, Izuku inspiró profundamente. El gel de almendras le inundó las fosas nasales, pero no le satisfizo. El olor a caramelo quemado, cítrico y menta inundaba sus recuerdos del coma. Había sido al despertar, en una cama más pequeña de lo que sus sueños recordaban cuando el olor a realidad y hospital le había llenado por entero, borrando cualquier otro rastro que pudiera quedar. En cierta ocasión, Izuku había leído que los olores y aromas son el detonante más potente de cualquier recuerdo. Sin embargo, aunque conseguía evocar los olores cuando pensaba en el coma, no conseguía despertar los recuerdos escondidos que estos ocultaban.
Salió del baño con el pelo todavía húmedo, sintiéndose limpio y fresco. Escuchó un segundo en dirección a la sala de estar donde todavía debían estar reunidos todos sus compañeros pero, sintiéndose incapaz de soportar otro sermón de Iida o algún consejo bienintencionado más de Uraraka, decidió hacer caso a las indicaciones médicas y retirarse a su habitación a intentar dormir. Irónicamente, desde que había despertado del coma se sentía cansado y con sueño pesar de haber estado inconsciente varios días.
—Hola, Izuku. No sabíamos que venías hoy —dijo la voz de Todoroki, sacándole de su ensimismamiento.
Él y Katsuki llegaban por el pasillo. Ambos iban sudados y despeinados y el flequillo de Todoroki se pegaba a su frente. Katsuki tenía las mangas del uniforme de entrenamiento quemadas y de la camiseta de Todoroki apenas quedaban un par de jirones que se sostenían por pura inercia. Los dos conservaban algunos apósitos en los lugares donde habían tenido vendas, pero ya no tenían el aspecto de estar terriblemente heridos como la última vez que los había visto en el hospital.
—Ho-hola Todoroki-kun. Hola, Kacchan —dijo Izuku, desviando la vista al suelo. Katsuki le saludó con un movimiento de cabeza—. Yo tampoco lo sabía. Que iba a venir a la residencia de la Yuei, quiero decir, mamá quería que me quedase en casa, a Aizawa-sensei y All Might les costó muchísimo convencerla de lo contrario.
—Me alegro de que estés aquí.
—Todos felices, entonces. Yo me voy a la ducha —masculló Katsuki, pasando al lado de Izuku, rozándole, y entrando en el baño, dejándolos solos en el pasillo.
—Es su forma de decir que está contento él también —explicó Todoroki seriamente, con la mirada perdida tras la puerta que Katsuki acababa de cruzar, como si viese a través de ella.
—Lo sé. Él es así. —Izuku sonrió comprensivamente.
Sin saber qué más decir, Izuku se despeinó el pelo de la nuca, nervioso. La comisura del labio de Todoroki se estiró hacia arriba, pero no llegó a sonreír. Izuku lo lamentó. No sabía bien por qué, pero le habría gustado que Todoroki sonriese, aunque fuese sólo levemente.
—Genial. Nos vemos, Izuku.
—Has-hasta luego, Todoroki-kun —se despidió Izuku, todavía desconcertado por la conversación, maldiciéndose por haberse quedado absorto mirando la boca de Todoroki y haciéndose a un lado para permitirle el paso.
Izuku caminó en dirección a su cuarto, pensativo. Todoroki lo había llamado Izuku desde el día que había despertado, en el hospital. Izuku no entendía en qué momento se había producido el cambio. Todavía estaba confuso con respecto al momento en que había recobrado el conocimiento.
Primero había sido consciente de que su madre estaba en la habitación. Su voz, llorosa y casi inaudible, recibía respuestas de la grave voz de All Might y la eternamente agotada del profesor Aizawa, que sonaba compungido. Sabía que había al menos una tercera persona en el cuarto, pues una respiración resonaba con pesadez con ocasionales ronquidos que le resultaban familiares. El sonido de una puerta cerrándose suavemente y el silencio, solamente interrumpido por los resoplidos de quien dormía, invadió la habitación.
Izuku había abierto los ojos pesadamente, intentando enfocar la visión para distinguir los borrosos bordes de las líneas. Cuando lo había conseguido, había vuelto la cabeza. Katsuki estaba en el sillón del acompañante, las piernas recogidas para poder subir los pies descalzos al asiento, la cabeza apoyada contra la oreja del sillón, durmiendo en un sueño inquieto que le hacía fruncir las cejas con un gesto de disgusto. Estaba lleno de vendas que parecían recién cambiadas y vestía un pijama de hospital. Izuku se preguntó por qué estaría ahí en lugar de tener una habitación propia.
Todoroki estaba de pie, el hombro derecho y la sien apoyados en la ventana y tenía los ojos cerrados. A través del reflejo del cristal, Izuku veía sus brazos, que tenía cruzados, estaban cubiertos de vendas y los apósitos que tenía en el rostro en las mejillas y la barbilla, cubriéndole prácticamente toda la piel. Vestía ropa deportiva, pero también estaba descalzo, sus pies sólo llevaban calcetines.
Su madre estaba sentada en una silla a los pies de su cama, con la cabeza baja y las manos cruzadas. Izuku sonrió, emocionado, al verla.
—Mamá… —graznó, sintiendo la boca terriblemente seca.
Su madre chilló de alegría. Izuku quiso decirle que bajase la voz para no despertar a Katsuki, pero este se había enderezado como un resorte al oír la voz de Izuku. Todoroki se apresuró a dar un par de pasos en dirección a la cama, pero se había detenido al lado del sillón donde estaba Katsuki, apoyando una mano en el respaldo, expectante.
—Estoy bien, mamá, estoy bien, de verdad, te lo prometo, mamá, estoy bien… —musitó Izuku una y otra vez, intentando contener sin éxito las lágrimas que le afloraban a los ojos, dejándose achuchar por los brazos de su madre, que se negaba a soltarle.
Su madre había tardado un rato en soltarle y había tenido que ser el propio Izuku quien la obligase a separarse. Sollozando, la mujer balbuceó algo de ir a buscar a un médico para avisarlo de que había despertado y salió de la habitación corriendo. Izuku se volvió hacia Katsuki y Todoroki. Ambos estaban de pie, a un par de pasos de la cama. Todoroki había puesto su mano en el hombro de Katsuki y parecía contenerle. Los ojos de este llameaban con algo que Izuku no sabía si era ira o determinación.
—La leche, maldito nerd —dijo Katsuki finalmente, entre dientes—. Si te llegas a morir te mato. ¿Me oyes? No puedes morirte porque aún me debes una, imbécil.
Izuku parpadeó, sorprendido. Quiso decirle que él no quería morirse, pero la cabeza había empezado a llenarse de imágenes mentales cuyas sensaciones se sentían reales como recuerdos pero cuyos colores y formas no se correspondían exactamente con la realidad. Flashes de una respiración cálida y regular que hacía moverse los pelos de su flequillo, la pesadez de un par de brazos sobre su estómago, la voz tranquila de Shouto junto a su oído, la voz de Katsuki, mucho más alterada pero sin elevar el volumen, contestándole. El olor de caramelo quemado que tan familiar le resultaba pero que no terminaba de ubicar, aunque la imagen de Katsuki le venía a la cabeza al pensar en ello, mezclado con el frescor de la menta del aliento de alguien que no ubicaba. La cama, que sentía mucho más estrecha y cálida y que ahora le parecía ancha y vacía.
—Me alegro de que hayas despertado, Izuku. —Izuku abrió todavía más los ojos al oír su nombre de pila en boca de Todoroki—. Estábamos muy preocupados porque eras el único que no lo hacía.
—¿Los demás? —preguntó con esfuerzo, deseando tener agua a mano.
—Están bien. Todo lo bien que se puede estar en una situación como esta —contestó secamente Katsuki, intercambiando una mirada rápida con Todoroki y negando con la cabeza. Izuku intentó descifrar qué se escondía detrás de aquel intercambio silencioso, pero Todoroki se adelantó y le ofreció un vaso lleno de agua.
—Vendrán a verte en cuanto sepan que has despertado, seguro.
—Gracias —susurró Izuku tras haber tragado.
Su madre había vuelto a entrar seguida de un médico y una enfermera. A través de la puerta abierta, distinguió el rostro aliviado de All Might, que le sonreía con sincera alegría, y el del profesor Aizawa que, sosteniéndose en unas muletas y escoltado por Present Mic, estaba a su lado. Todoroki pasó su mano por la cintura de Katsuki, empujándole gentilmente, cuando este remoloneó ante la petición del médico de salir de la habitación para revisar a Izuku. Este les siguió con la mirada, sorprendido por la tolerancia que parecía tener Katsuki al contacto físico de su compañero.
Katsuki y Todoroki no habían vuelto a la habitación. Como Todoroki había predicho, el resto de sus compañeros había ido desfilando por allí en pequeños grupos en una única visita también, pero ni Katsuki ni Todoroki se habían encontrado entre ellos. All Might le había explicado que Katsuki había regresado a su habitación y que Todoroki estaba pasando un tiempo con su familia para arreglar algunos asuntos. Izuku había sentido que la habitación, a pesar de que ni su madre ni All Might la habían abandonado, se sentía triste y vacía y su cerebro insistía en confundir su mente con extraños sueños de Katsuki y Todoroki mezclados con sus recuerdos.
Izuku intentaba alejarlos, sobre todo durante las noches, pero se desvelaba intermitentemente sintiéndose solo en su cama. A pesar de que tanto en el hospital como en la Yuei las camas eran individuales, estaba obsesionado con que tenía demasiado espacio. Había intentado diversas posturas para conciliar el sueño, pero ninguna había funcionado. Cuando se lo había consultado a los médicos, estos le habían dicho que seguramente estaba asustado por haber pasado tanto tiempo en coma y que necesitaba acostumbrarse a la sensación de dormir de nuevo. También le habían recomendado reposo, pero Izuku no sabía cómo podía descansar alguien que se despertaba cada cuarenta minutos pensando que la cama era tan grande que se sentía caer. De la percepción de aromas no les había comentado nada, temiendo que no le dejasen abandonar el hospital.
Estaba poniéndose el pijama para dormir, intentando postergar el momento de irse a la cama a pesar de que se sentía todavía más cansado de lo que había creído inicialmente e intentando apartar a sus dos compañeros de la cabeza cuando unos golpes sonaron en la puerta. Izuku se apresuró a terminar de ajustarse la camiseta antes de abrir. Todoroki y Katsuki estaban al otro lado, ambos con ropas cómodas y limpias, todavía con el pelo húmedo de la ducha.
—Pasamos por el comedor para cenar con el resto y no te vimos —masculló Katsuki, renuente.
—Se nos ocurrió que quizá podrías tener hambre si no habías cenado y como Katsuki había preparado soba frío, se nos ocurrió traerte un poco —dijo Todoroki con una sonrisa amable, tendiéndole una bandeja con un cuenco tapado y unos palillos limpios.
—¿Katsuki? —preguntó Izuku, sorprendido al escuchar a Todoroki llamar así al otro chico.
—Cocina muy bien —le aseguro Todoroki, malinterpretándole.
—Sí, lo sé —tartamudeó Izuku, todavía desconcertado—. Siempre que él cocina huele genial y su comida tiene un aspecto muy apetitoso, pero…
—Sólo cógelo, Deku y cállate —dijo Katsuki, que se había quedado detrás de Todoroki con las manos dentro de los bolsillos. Izuku obedeció, pensando que el soba frío parecía oler a cítrico, menta y caramelo quemado, como en sus sueños—. Vamos, mitad y mitad. Ya se lo hemos dado, hemos visto que está bien y tengo sueño.
—¡Claro que estoy bien! —exclamó Izuku moviendo afirmativamente la cabeza, entusiasmado. No quería que todo el mundo pensase que no se encontraba bien—. Ni siquiera me duelen ya los brazos ni nada.
—Genial —asintió Katsuki, sacando la mano del bolsillo y tirando del codo de Todoroki—. Vamos, ya no tenemos nada que hacer aquí. Buenas noches, Deku.
—No lo llames así —le reprendió Todoroki.
Todoroki siguió hablando a Katsuki en voz baja mientras ambos caminaban hombro con hombro en dirección al ascensor. Izuku dejó de entender lo que le estaba diciendo, anonadado como estaba por el extraño comportamiento de ambos y respirando aliviado cuando Katsuki pareció reaccionar a las palabras de Todoroki con la explosiva violencia que le caracterizaba justo cuando se cerraban las puertas del ascensor.
—Eso ha sido muy extraño —musitó Izuku, entrando en la habitación y dejando la bandeja sobre su escritorio y destapando el cuenco, olfateándolo. Aunque no consiguió encontrar los matices a cítrico, menta y caramelo quemado que le obsesionaban, el apetitoso olor provocó que el estómago de Izuku rugiese, hambriento. Sentándose, empezó a dar buena cuenta de los fideos mientras repetía en su mente lo ocurrido con Todoroki y Katsuki, desconcertado por la media sonrisa que este había esbozado cuando habían montado en el ascensor y Katsuki había comenzado a reprenderle. Al terminar, cayó en la cuenta—. ¿Por qué habrá preparado Kacchan la comida favorita de Todoroki-kun para cenar?
