II

Para ese entonces Konoha ya era una Aldea grande, y nadie imaginaba que el montículo de casuchas protegidas por un grueso roble que era hace 20 años se convertiría en la mayor villa militar, famosas por sus innovaciones en el arte de amar y matar. Hashirama Senju forzó al roble a desarrollarse, tras un sueño donde personas en llamas eran devoradas por personas de sombras y solo un gran árbol, con una gran casa en su cima, podía protegerlos. Primero lo latigueó, luego le habló amablemente, y terminó por usar su propio Chakra elemental.

Con los Senju a la cabeza había estado deambulando la caravana de clanes por el mundo muchos años, hasta que Hashirama tuvo el sueño bajo un platanero de hojas grandes como barcazas. Se despertó furibundo y clavó su estandarte, decretando el fin de su nomadismo. Vivieron aceptando trabajos menores de espionaje y asesinato, uniéndose con otros clanes importantes, como los ceremoniosos Hyuga, los Sarutobi venidos del lodo, los atormentados Uzumaki, los devotos Shimura y los locos Inuzuka; y de tanto en tanto, se convirtieron en el clan ninja más laureado. Su principal técnica era la exageración. El clan Uchiha, sus enemigos, el clan maldito, el clan de los fratricidas, era conocido por su pedantería. Una vez levantada la primera carpa, Hashirama cumplió su sueño y llamó a los Uchiha para firmar la paz.

El líder del clan Uchiha era un hombre llamado Madara. De estatura promedio y de rostro promedio, fue conocido como el estratega más brillante que conociera el Este del continente asiático y dueño de las técnicas más avezadas que hubiesen visto los ninjas. Madara, que había visto su joven relación con Hashirama truncada por la disputa de clanes, y a diferencia de sus antecesores, apreciaba la paz. Llamó a sus abanderados y los convenció de ir por el acuerdo, de frenar tanto derramamiento de sangre sin sentido. Se acabaría la época de la guerrilla, de la muerte furtiva, del saqueo bárbaro, de las violaciones, las ofrendas paganas, los incendios vengativos, las venganzas y las venganzas de las venganzas. En fin, toda esa espiral de odio y muerte que había regido la existencia de los ninjas desde su creación apenas hace 12 años, finalmente estaría cerrada.

—¿Y qué vamos a hacer ahora con nuestras vidas?

—Lo que quieran.

Hashirama y Madara se reunieron, a cortina corrida y alrededor de una única llama, y con esa espuria promesa de tranquilidad, acordaron vivir juntos en esa bucólica villa, y el único problema que tuvieron que afrontar fue exterminar a esa gente serpiente que vivían en los bosques aleñados. No quedó ni uno.

Que dos clanes, los dos clanes más poderosos digamos, estén en paz y unidos era algo que no podía no tener repercusiones. Las nuevas despegaron en halcones y las imágenes de un pueblo unido, en sintonía hasta abominable, atravesaron las ciénagas más pantanosas, esas donde los extraños Aburame esperaban que la mosca cayera en la telaraña. El sueño era tan ridículo que podía funcionar. Así de pronto, los clanes marginales fueron asomando la cabeza, saliendo debajo de sus habituales piedras y se acercaron a Hashirama con ofrendas de paz para unirse al visionario proyecto.

Tres respetables clanes decidieron acercarse, y considerando sus posibilidades, decidieron hacerlo en Alianza, como habían ido trabajando hace ya algunas estaciones. Eran los sombríos y calmados Nara, los robustos y graciosos Akimichi y los hermosos pero insinceros Yamanaka. Los Nara, hacia 10 años, habían sido abanderados de los Uchiha, a quienes abandonaron para fundar su propia caravana y esto es lo que habían juntado. Madara advirtió de la poca lealtad de los Nara, pero Hashirama lo desestimó, afirmando que si se detenían por cualquier rencilla del pasado las alianzas del presente no existirían y cualquier proyecto de unidad total estaría condenado desde las entrañas.

—En Konoha estamos dispuestos a aceptar a quien vengan con buenas intenciones. No tenemos ningún problema en aceptar a los tres clanes.

—Me niego, Hashirama. No estamos en las mejores condiciones aún, apenas podemos suplir de la comida necesaria, ¿y dejaremos entrar a cuántos? ¿100, 150? Más bocas que alimentar.

—Pero más manos que podrán trabajar.

—¿Y qué nos ofrecen? ¿Qué contribución traerán a Konoha?

El segundo de los hombres, de una larga melena rubia y unos claros ojos azules, sonrió cabizbajo.

—¿Qué tal esta? —uno de los guardias saltó, atravesando el salón, desenfundan la espada, y apuntando el filo hacia Hashirama. Pero se detuvo, justo cuando la hoja reflejaba su mentón—, ni siquiera una gota.

—No tendría sentido empezar una relación matando a una de las partes —sonrió el Senju—, pero este es uno de mis hombres, ¿cómo lo han hecho?

—Se trata de la técnica secreta del clan Yamanaka. Jutsu de Control Mental, sirve para imponer una orden simple en una voluntad quebrada.

—Muy impresionante —Hashirama asintió, complacido—. Espero que se pueda revertir, no me regalan los guardias.

—Seguro.

El hombre levantó los dedos y como si corriera un seguro, el guardia abandonó su posición rígida, y cayó ante el espasmo de su sorpresa.

—¡¿Eh?! ¡Hashirama-sama, ¿qué es...?! ¿Acaso yo...? ¡Lo lamento tanto!

—¡Jajá, no hay nada que disculpar, Dan! Vuelve a tu lugar.

—Eh... claro.

Pero el joven no se movió, aunque intentó empujar sus extremidades, todo su esqueleto estaba tieso, paralizado de pie y sin dolor.

—¿Qué es lo que ocurre, Dan?

—Hashirama-sama... No puedo moverme.

—Se trata de otra de nuestras técnicas secretas. El Jutsu de Sombra Paralizante, especialidad de la familia Nara.

—Muy interesante. Combinados, tienen potencial prácticamente ilimitado.

—Como puede ver, no ocultamos nuestras técnicas. Realmente queremos formar parte de su Aldea, y una buena alianza se construye sobre la confianza.

—¿Y el tercer clan, cuál es su especialidad?

—... Somos buenos luchadores. Los Akimichi somos los mejores en el campo de batalla, imparables.

—Ya nos sobran buenos luchadores. Su clan es algo redundante. Muy bien, el clan Nara y el clan Yamanaka pueden quedarse. Los Akimichi, largo, no nos sobra tanto la comida.

—¡!

—Debe aceptarnos a los tres, o los tres nos iremos. Si uno es rechazado, todos nos iremos.

—... ¿Y a dónde exactamente planean irse? ¿A seguir viviendo en los bosques, a seguir pasando hambre y frío? —Madara era duro, pero Hashirama flexible.

—Venimos juntos. Entraremos juntos, o nos iremos juntos.

Se levantaron sincronizados. Madara lo tomó como una falta de respeto.

—¿Así? ¿Volverán todos, con sus familias y sus niños pequeños a vivir en los bosques y las montañas? ¿Solo por ese clan de gordos?

La triada de líderes reaccionó concentrando su Chakra de forma unificada, generando gran presión en la tienda, distorsionando el color del ambiente.

—... ¡Jajaja! —Hashirama rio a viva voz, dando palmadas en su muslo—. ¡Muy bien! ¡Eso es lo que buscamos aquí, unidad de verdad! ¡Los tres son bienvenidos de formar parte de la Aldea!

El ambiente se normalizó y la triada se sonrió buenamente.

—Estamos muy agradecidos —se giraron, pero antes de salir de la tienda, el líder Nara se volvió ligeramente—, Una cosa... ¿qué hubieran hecho si nuestra intención hubiese sido realmente asesinarlo, Hashirama Senju?

—Pues supongo que Madara los hubiera matado a todos...

—... Sí, lo imaginé.

Tan solo tras abandonar la tienda, los líderes entendieron que siempre habían estado al descubierto, como desnudos. Los ojos del conocido Madara Uchiha eran como decían, y veían más allá de sus técnicas, de las falsas sonrisas o los calzones apretados. No descubrirían sino hasta mucho después que eran los Hyuga los que merecían su cautela, por su bajo perfil y su lenta conspiración, y no los Uchiha con sus escandalosas rebeliones, pero bien sabían que Madara era muy capaz de concretar esos asesinatos en ese momento. Se asentaron, todavía más convencidos de que nunca se puede confiar lo suficiente en un Ninja.