El Ceniciento
Parte II
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Eren corrió directo a su yegua que esperaba tranquila a unos metros y en cuanto se subió a ella arrancó el galope apurado, sin voltear a ver a Levi.
Las palabras tímido y torpe lo describían a él.
¿Qué había sido ese beso y esas súplicas? Eren no podía explicarse nada. Todo había pasado tan rápido que ni sus sentidos lograban procesarlo. En su mano aún perduraba la sensación del cálido beso. La imagen del príncipe Levi a su lado, la risa de ambos al cabalgar juntos, las miradas anhelantes que se buscaban y se encontraban en cada oportunidad, el metafórico fuego que lo consumía cada vez que estaba cerca del cuerpo bajo. Tantas emociones juntas. ¿Esa era la desesperación del amor? ¿Podía un joven plebeyo como él soñar con estar con alguien como Levi? ¿Era legal acaso ese pensamiento de codiciar un beso suyo? La conclusión era que estaba fervientemente feliz y enamorado por primera vez en su vida.
Cabalgó a toda prisa hasta su casa, que se hallaba ubicada en la parte más lejana del reino. Sintió que el tiempo había pasado demasiado rápido, que no llegó en su yegua sino flotando en una nube mágica.
Pero pronto la felicidad se le esfumó al encontrar a su tía parada en la puerta de la casa, con los brazos cruzados y mirada severa. A su lado estaban Sasha, Connie y Gabi. Eren bajó del caballo temeroso, pensando en qué decir, qué excusa poner para explicar la hora de su llegada, pero lo cierto era que no era bueno mintiendo y menos bajo presión.
Sasha y Connie se llevaron a Vainilla mientras ambos se miraban entre sí preocupados y le lanzaban miradas tristes. Eren se acercó lentamente, con la cabeza gacha, esperando su reclamo. Pero en su lugar, un dolor punzante recorrió su mejilla haciéndolo voltear el rostro, impactado. Se llevó la mano a la cara solo para comprobar que efectivamente, su tía Dina le había propinado una cachetada contundente en la mejilla derecha. Su escozor le sensibilizó las emociones, sentimientos frescos de enojo y resentimiento le abordaron en seguida. Pero se contuvo apretando los puños sin decir ni una palabra.
—Llegas demasiado tarde.
—Lo sé.
—Insolente. Quisiera que me dieras una buena explicación.
Eren se intimidó. —Lo que pasó es que... la clase de hoy acabó muy tarde, hubieron algunas complicaciones.
—Complicaciones dices… ¿Qué clase de complicaciones?
Eren trataba de acomodar la verdad, no podía mencionar que había estado demasiado ocupado estando junto al príncipe.
—A causa de mi falta de sueño, me quedé dormido al final de la clase, por los bebederos, hasta que su alteza me encontró y mandó a casa.
—¿Cómo que te quedaste dormido? ¿Estas diciendo que es mi culpa tu retraso, por qué te pedí hacer tus tareas ayer?
—Eso no-
—Te has vuelto un holgazán irresponsable. Y además has dejado en ridículo a tu familia por tu comportamiento. ¿Qué pensará el príncipe de nosotros? ¿Querías hacerle ver que eres explotado Eren? Seguro que ese era tu plan… ¿Es así como me pagas el que te haya acogido como un hijo?
—No, yo no-
—Debí imaginarlo...
—Lo siento tía Dina, le prometo que no volverá a pasar.
—Yo me encargaré de que no vuelva a pasar. Porque de ahora en adelante, será la última vez que salgas de este lugar por asuntos reales. En su lugar irán Connie o Sasha. ¿Entendiste?
—Si…
—Ahora, fuera de mi vista.
Eren se aguantó las ganas de llorar de la rabia y entró a la casa a toda prisa; subió todos los peldaños de las viejas escaleras de madera hasta su habitación, entró al frío cuarto, azotó la puerta cuando la cerró, y estando solo, por fin sus lágrimas pudieron resbalar por sus mejillas. No quería llorar. Siempre se repetía que debía ser fuerte ante todo. Pero cómo era posible que esa mujer le tuviera tanto odio, ¿qué había hecho mal? Hasta ahora había aguantado todas las humillaciones, burlas y malos tratos; todo el trabajo que le obligaba a hacer nunca fue contradecido por su parte, entonces ¿por qué?
Se sentía menos capaz de aguantar esa clase de vida. Menos cuando ya había llegado al extremo de recibir un golpe.
Eren trató de comprender a su tía, él no la odiaba, pues en verdad agradecía que no lo hubiera dejado solo y a la deriva en su niñez; todo ese tiempo le había dado un techo dónde dormir y comía sus tres comidas, eso ya era demasiado para un huérfano como él; esa era su casa después de todo. No tenía a nadie más en el mundo, ni a dónde huir. Sentía que estaba pagando el precio de haber probado la felicidad ese mismo día. Quizá sí había sido descuidado y no debió dejarse llevar... alguien como él no merecía fantasear con el amor.
Aún así, su único consuelo ahora solo podía ser pensar en Levi. Recordar su rostro y sus manos le hicieron apagar su llanto. No, no debía rendirse, aún no podía darlo todo por perdido. La vida le había mostrado que había una segunda opción: el amor.
Poco a poco las lágrimas desaparecieron y en su lugar se instauró una sonrisa, hasta que cayó en sueños profundos, soñando en la próxima vez que vería a Levi, y tal vez, solo tal vez… imaginar que su sueño podría cumplirse.
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Al día siguiente, Eren volvió a su rutina de siempre. Gracias a que había despejado su mente la noche anterior, se encontraba de mejor humor haciendo sus tareas con la misma dedicación y esfuerzo, aunque le pareció que los deberes habían aumentado y la actitud de su tía era más severa, pero no se permitió entristecerse. En su mente estaba la esperanza de volver al palacio, después de todo, el mismo príncipe le había invitado especialmente, estaba en verdad ocupado pensando qué atuendo se pondría, y su oportunidad llegó cuando sus caprichosos primos vaciaron su armario para llenarlos con ropa nueva que ese mismo día fueron a comprar.
Dado los servicios de Eren en el palacio, la remuneración por su trabajo había llegado en un gran pago de monedas de oro, dinero que injustamente fue utilizado por su tía.
Eso, después de recibir por parte del mensajero real una invitación del palacio por motivo del cumpleaños del príncipe:
"A causa del cumpleaños de mi único y bien amado hijo, yo, la reina de este feliz reino, hago una cordial invitación para que cualquier doncella joven y casadera, su familia, y cualquier miembro activo de la sociedad, me acompañen a celebrar este dichoso día, ya que este baile será para que mi hijo pueda escoger una esposa".
Después de leer la proclamación real, por supuesto que Dina Fritz tenía nuevos objetivos debido a la noticia, el príncipe Levi estaba buscando esposa. A su mente llegó la fantasía de verse rodeada de lujos y comodidades si tan solo su hija Gabi fuera elegida por el príncipe.
No perdió tiempo y seguidamente mandó a llamar al costurero del pueblo, que además era amigo y socio suyo, para que confeccionara un vestido elegante para ella y su hija, y un traje para su hijo, pero como siempre, se olvidó de Eren.
Parte de su castigo y su odio había sido la decisión de no permitir que Eren asistiera al baile, Dina pensó que, con su temible advertencia, Eren por fin sería miserable, pero se irritó cuando la actitud de su sobrino era la de siempre, hasta podría decir que más alegre y paciente, esas razones no la hicieron dudar de su desdeñosa decisión.
Por su parte, Eren ya sabía que su tía sería egoísta y que no mandaría a confeccionar un traje para él. Pero no necesitaba de ella, las ropas depuradas pero en buen estado de su familia, lo motivaron a fabricarse un traje él mismo, con algunas modificaciones en las mangas, algunos adornos, un corte y costura aquí y allá, Eren trabajó el día restante antes del baile en un hermoso traje verde a su medida. Estaba orgulloso que otro de sus talentos fuera la costura, casi ni se notaba que era un atuendo fabricado por él; estaba decidido y nadie podía quitarle su determinación o eso creía él.
Desde que Levi vio partir a Eren en su caballo, sintió un miedo inexplicable de no volver a verlo. El día de su cumpleaños le pareció lejano, sintió el tiempo marchar lento, se sumía en sus pensamientos y fantasías en cada oportunidad, quizá le costaba admitir que estaba nervioso y más ansioso que nunca. Durante esos dos días, tenía un plan pensado para el día de la fiesta, el anillo que había mandado a hacer y que ahora poseía en sus manos, era de oro, con una gema verde esmeralda incrustada. Modelo inspirado en los ojos de Eren, los únicos que ahora anhelaba ver.
Estaba tan decidido a casarse que él mismo se intimidó de sus propios sentimientos, los cuales eran tan desbordantes y apasionados.
Y solo una persona podía confirmar si eran los sentimientos correctos por la persona correcta.
Después de la merienda, Levi y su madre siempre pasaban un largo rato juntos, ambos se encerraban en la biblioteca y leían un libro en la sala de estudio.
Hablar con su madre no era complicado, pero hablar sobre amor era una cosa distinta, varias ocasiones él había mostrado su desdén hacia esa clase de temas y la última vez no había sido diferente.
Sostuvo su libro un buen rato, releyendo las palabras una y otra vez hasta que se armó de valor.
—Madre… Quiero preguntarte algo.
—¿Si? — le contestó ella sin despegar su mirada del libro.
—Cuando te casaste con mi padre, ¿cómo supiste que era el indicado?
La reina se sorprendió por el repentino tema, pues Levi odiaba hablar del romance y del destino, siempre se la pasaba desmintiendo los mitos del amor verdadero. Luego lo miró con ternura al recordar su romance con el rey.
—Solo lo supe Levi.
—¿Pero cómo?
—Solo lo sabes. No hay ningún código para esto... Con solo verlo... con solo sentir su mano sobre la tuya, sientes que ya nada importa, solo él, los dos. Sientes esas cosquillas en el cuerpo y nervios también. El tiempo se congela, se convierte en nada, y la medida de cuánto le quieres es indefinida, me atrevo a decir que infinita. Lo único que deseas es estar a su lado todo el tiempo, para siempre si es posible. — mientras su madre hablaba de su propio amor, Levi invocó a Eren en su memoria. Justo como Kuchel lo describió, la sensación era la correcta.
Eren le hacía bien con solo existir. Su voz, el brillo de sus ojos, su sonrisa sincera, el sonido de su risa, todo estaba tan fresco en su mente.
Deseó verlo en ese preciso momento al recordar cuando sus labios besaron su mano y Eren se sonrojó tímido. No pudo evitar que un suspiro se le escapara por la boca mientras sus pensamientos se llenaban de Eren.
Su madre lo miró con curiosidad y sonrió: —¿Por qué me lo preguntas?
—Creo que, posiblemente tu sueño de verme casado suceda pronto.
—Levi, te ruego que no juegues conmigo.
—No lo hago, te estoy diciendo la verdad. — su mirada y la forma de afirmar sus palabras, disiparon toda duda.
Su madre tenía muchas preguntas pero decidió callar, lo miró por largo rato hasta que Levi volvió a su libro.
La noche del baile llegó. Todo el reino había esperado ansiosamente la gran fiesta, pues era cuando las mujeres se podían lucir usando hermosos vestidos, y los caballeros podían hablar con ellas sin temor a quedar censurados por la estricta etiqueta.
En casa de los Fritz no fue diferente, pues Dina y sus hijos habían pasado toda la tarde arreglando su aspecto; desde temprano habían mandado a traer los trajes ya listos, y mientras, las vanidosas mujeres de la casa empolvaban y perfumaban sus pieles.
El vestido de su hija Gabi, después de varias demandas y ajustes, había resultado ser un vestido abombado de dos capas, debajo de la falda llevaba un soporte de hierro que hacía ver el vestido realmente abultado. Por debajo, la tela era color negro y la capa principal era color durazno, grandes moños recogían los faldones del vestido y el corset tenía costuras de hilo negro y encaje; en su rostro, el maquillaje era muy marcado, su cara estaba empanizada por un polvo blanco, tinta rojo potente en los labios, y sobre los parpados se vislumbraban colores morados.
Jean por su parte, vestía un conjunto de tres piezas; unos pantalones grises ceñidos, la tela tenía impreso figuras de un tono mas oscuro; una camisa negra de manga larga con holanes en el cuello y en las mangas, y por encima una chaqueta color vino con adornos negros. Por ultimo, Dina, había escogido un vestido compuesto de los mismos colores, la falda de aro con holanes toda color negro, y la parte superior del vestido era de cuello alto y cerrado, de mangas largas y amplias en las muñecas, color vino. Era un vestido recatado que combinaba a la perfección con su piel amarilla.
Si me lo preguntan, para mí todos parecían vampiros a punto de chuparle la sangre a alguien, estaban envueltos en demasiada excentricidad y vanidad. Eran trajes demasiado vistosos, pero a los ojos de Dina, Gabi ya lucía como la princesa del reino y Jean como el próximo gran Duque. Viendo a sus dos creaciones vestidos y dispuestos, se dirigieron a la puerta para abordar el carruaje que ya se hallaba situado en la entrada de la casa, pero pronto sus intenciones se interrumpieron por una voz dulce y familiar.
—Esperen por favor — llamó Eren, bajando las escaleras a toda prisa.
Las tres cabezas voltearon su atención hacia el joven que ya estaba de pie frente a ellos. La expresión de cada uno fue idéntica, pasó de la sorpresa a la indignación y por último a la envidia, pues Eren lucía exactamente como un joven noble. Encima del chaleco azul cielo con botones dorados, llevaba puesta una chaqueta color verde enebro, que tenía en los costados costuras doradas en forma de hojas. Llevaba puesto un pantalón beige, junto con los mejores zapatos que tenía.
Dina sintió que la cubrieron los humores.
—¿Qué pretendes hacer vestido de esa forma?
—Pienso ir al baile también.
—¿Ir tú al baile? Debes estar bromeando Eren —comenzó Dina con veneno—. Mírate, ofenderás a su alteza por tu aspecto andrajoso.
—No me importa cómo vaya vestido, el príncipe Levi me ha invitado personalmente a asistir, no puede prohibirme no ir esta vez.
—Mentiroso.
—No estoy mintiendo.
—Ja, ¿crees en verdad que te dejaré ir? Parece que olvidaste tu castigo. Te dije que no volverías a salir de esta casa y menos sin mi permiso.
—Pero esta vez no depende de usted.
—¡Mocoso impertinente!, no pienso dejar que confundan a mis hijos con un montón de pueblerinos solo porque vienes con nosotros. No irás y punto.
—No puede hacer esto… La invitación va dirigida a todo el reino sin excepciones, entonces yo también tengo derecho a ir.
—A ver si comienzas a entender cuál es tu lugar Eren, lo diré por última vez, ¡No iras a ese baile! — le gritó, caminando hasta Eren con furia.
—Quítate el saco, ¡Ahora! —demandó feroz, en su cabeza el deseo de regocijarse con el sufrimiento que provocaría.
Eren se resistió, retrocediendo, pero entonces Jean avanzó hacia él y lo tomó del brazo, jaloneándole la ropa.
—¡Obedece! —volvió a gritar ella, Eren se sintió pequeño y se quitó su saco resignado y a punta de tirones.
Cuando Dina tuvo la chaqueta entre sus manos, tomó unas tijeras del cajón más cercano, sosteniendo la ropa en el aire, encajó el fijo de la punta en la tela, desgarrándola poco a poco. Arremetió contra ella, como si estuviera encajándola en algún animal para asegurarse de matarlo, con saña terminó de romper el precioso saco verde y luego lo dejó caer al suelo.
Durante la escena, Eren comenzó a desbordar en un llanto silencioso, sus preciosos ojos se arrugaron para mirar a su tía con abrumador sufrimiento. Luego, Jean lo tomó de nuevo para arrebatarle el chaleco, después de que Dina volviera a extender su mano en busca de una nueva prenda.
Jean así lo hizo y le entregó el chaleco azul de botones dorados, y Dina ejecutó el mismo procedimiento, hasta dejarlo hecho trizas. Por último, ella caminó hasta Eren, le tomó de las muñecas y arrancó con fuerza los holanes blancos de la camisa.
Eren lloraba por cada acción atroz, pero nunca dejó de verla a los ojos.
—Porqué… ¡¿Por qué se comporta así conmigo?! ¿Qué he hecho que la ha ofendido tanto?
—¿En verdad quieres saber? —preguntó airada, tomándolo de las mejillas y apretándolo de la quijada con fuerza—, porque no soporto ver tu cara, la odio. Es igual a la de tu asquerosa madre, la que me arrebató todo… — el modo e intensidad de sus palabras hicieron que Eren sintiera escalofríos—. Ahora limpia este desastre —ordenó, soltando el rostro de su sobrino bruscamente y recuperó su compostura de antes—. Nos vamos niños, si perdemos más tiempo llegaremos tarde. —terminó, caminando hacia la salida, junto a sus dos hijos con sonrisas triunfantes y malévolas.
Eren se quedó de pie en las escaleras, en una especie de trance, el cual solo le permitía llorar, su ropa elegante yacía despedazada en el suelo. Lo último que escuchó fue el relincho de los caballos del carruaje y los cascos de ellos mismos alejándose.
Su corazón dolía, y lo peor es que no había ningún lugar a dónde correr. Claramente no podía presentarse así al palacio, la única esperanza y rayo de luz posible en su vida, le había sido arrebatada por su tía, que ahora sabía, en verdad lo odiaba.
Eren quiso huir, y así lo hizo, salió a toda prisa de la casa por la puerta trasera, hasta los establos. El silencio, la quietud, la noche mansa… Todo indicaba que los caballos dormían plácidamente, y que Connie y Sasha ya se habían ido a sus propios hogares, no tuvo más remedio que quedarse en los establos, corrió a buscar consuelo de sus únicos amigos, mientras lloraba sin parar.
Casi se tiró al suelo a unos pasos de los bebederos, llenando de barro sus ya destrozadas ropas, al sentir que sus fuerzas eran insuficientes para seguir. En ese momento, todos sus pensamientos eran lastimeros y tristes, pensó que de nada le había servido conservar su corazón puro y justo si la vida no le estaba correspondiendo igual; el mundo era un lugar oscuro y atroz donde la felicidad no parecía durar ni un minuto.
Estaba preocupado porque seguramente el príncipe Levi le esperaba y él no llegaría como lo prometió, su última oportunidad para ser libre también se había ido.
Lloró amargamente, la esperanza se le estaba yendo de las manos.
—¿Magia? ¿esperanza? ¿bondad? Amor… De qué me ha servido confiar… —expresó en voz alta, desahogándose; luego pensó en sus padres, la última sonrisa que admiró de su madre que le acariciaba la cabeza con dulzura—. Mamá..., ¿qué debo hacer? ¿por qué me has dejado solo?
Eren escondió su rostro en sus rodillas y se quedó en esa posición varios minutos, a cada tanto sollozaba y su cuerpo temblaba, se abrazó buscando el confort que necesitaba.
Esta parte siempre será mi favorita, la parte donde la esperanza y la justicia tienen lugar.
—¿Por qué lloras? —pregunté.
Eren levantó su rostro y me miró, primero confundido, luego asustado.
—¿Quién eres pequeña?, qué haces aquí a mitad de la noche, ¿dónde están tus padres, te perdiste? Dime dónde vives y yo-
—Estoy aquí para ayudarte.
—¿Ayudarme tú a mí? No digas tonterías, mejor dime cuál es tu nombre para apresurarme a buscar ayuda.
—Me llamo Ymir, y soy tu hada madrina.
¿Sorprendidos? Casi me burlo cuando a Eren se le descolocó la mandíbula y su rostro dibujó una expresión de incredulidad.
—¿Qué?
—Eso que he dicho, y estoy aquí para ayudarte. Así que limpia esas lágrimas si es que quieres ir al baile.
—P-pero la magia no existe… es imposible, además eres una niña…
—Pensé que no te fijabas tanto en las apariencias —dije dramática, chasqueando los dedos a su vez, cambiando mi forma de niña a adulta. Eren tenía algo de razón, mi ropa no era la mejor, mi vestido blanco es viejo y además estoy descalza — ¿Mejor? —pregunté cuando hube vuelto a mi forma de niña, era más cómodo.
Eren quedó atónito ante mi cambio, asintiendo con seguridad repetidas veces en respuesta a mi pregunta, ya con las lágrimas secas.
Entonces… ¿Qué podía hacer ahora? Aquí no había ratones, ni calabazas, ni perros convertidos en cocheros elegantes. Además, Eren era un hombre, no una chica como en los demás cuentos.
Me acerqué hasta él y lo rodeé, examinando su cuerpo, su rostro, sus ojos esmeraldas y las opciones de transporte.
—Empezaré por arreglar tu aspecto, te haré lucir como todo un príncipe, después de todo, eso es lo que eres.
Visualicé a Eren en mi mente vestido con un traje fino color blanco, en sus hombros, una capa corta de dos vistas; color rojo por fuera y por dentro color azul rey, sujetada por dos charreteras de oro cuyos canelones eran del mismo hilo dorado. El cuello cerrado tenía los mismos adornos y costuras doradas en forma de hojas y flores pequeñas.
La imagen me gustó tanto que moví los dedos y Eren recibió una brisa ligera en la cara mezclada con arena, que lo invitó a cerrar los ojos al sentir cómo sus ropajes antes rotos, eran reemplazadas por finas telas de algodón y de seda. El viento lo rodeó, giró por su cuerpo junto con la arena de mis manos, que poco a poco lo transformaron y construyeron sus ropas.
El resultante había sido una fina chaqueta blanca con cuello levantado, hombreras de oro, los botones dorados y una banda blanca con flecos le cruzaba el torso, desde el hombro izquierdo hasta la cintura. Sus pantalones eran blancos y ceñidos, junto con unas botas negras de piel hasta la rodilla.
Al acabar la transformación, Eren abrió los ojos, se miró los pies cubiertos por las botas pulidas, luego se tanteó el pecho, y los hombros, tocando con sus dedos los hilos dorados; al percatarse de su capa adherida a los hombros, giró sobre sus pies para hacerla volar, la atrapó con su mano y sintió el suave algodón en ella.
—No puede ser… —balbuceó, llevando su mano a su cabello que estaba peinado hacia atrás del lado izquierdo—. Estas cosas no existen...
—Y por último… — me acerqué hasta él nuevamente, tomando una de sus manos; hice el mismo movimiento de dedos y sus manos morenas fueron cubiertas por unos guantes blancos de seda, con costuras finas de hilo plateado. Se amoldaron perfectamente a la talla de sus manos —. Son unos guantes mágicos Eren, solo se amoldan al tamaño de tus manos. Ahora sí, estás listo. —sonreí.
Lancé un silbido sonoro hacia la dirección de los establos e inmediatamente salió corriendo un corcel blanco.
—Ese caballo no es mío, son para el palacio.
—Nadie lo notará. ¡Ahora en marcha!
Eren hizo caso y se subió sobre el corcel, luego me miró y me sonrió angelical.
—Antes de que lo olvide… Eren, el encantamiento durará solo hasta la última campanada de la media noche, después, todo volverá a ser como antes.
—Ymir… Gracias, lamento haber dicho que la magia no existía.
—Se feliz Eren —contesté, dando una nalgada al caballo para hacerlo trotar. Este relinchó y comenzó a andar deprisa, siguiendo el camino hasta perderse, y Eren se sujetaba de él.
—Erwin querido, acércate.
—Dígame Majestad.
—Dime querido, ¿acaso estoy haciendo las cosas mal? —preguntó herida—, ¿acaso no soy una buena reina y madre por igual?
—Lo es sin duda Majestad, la más noble que he visto.
—Dime sin mentir, ¿acaso no hay aquí decenas de doncellas hermosas… Las más bellas y casaderas de todo el reino?
—Sin duda es así Majestad.
—Entonces dime por qué Erwin, ¿porqué Levi no se ha interesado en ninguna de ellas? ¡Solo míralo! —Erwin dirigió su vista a la figura del príncipe, ubicada a lo lejos, sus pies bien puestos en la alfombra roja, inclinándose ante todas las señoritas de alegres vestidos y sonrisas coquetas—. Está totalmente aburrido, mira cómo las desprecia una por una.
—Me parece inconcebible majestad.
—Quisiera saber a quién espera tan ansioso, ¿a quién busca entre tanto rostro?
—Espero lograr saberlo yo también —pero Erwin ya sabía a quién esperaba Levi, después de todo, él mismo había escuchado de sus labios que esta noche se le declararía a Eren.
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Levi mientras tanto, lanzaba un bostezo por el repetitivo movimiento de reverencia ante toda dama de vestido esponjado, que se inclinaban ante él, batiendo las pestañas y tratando de comportarse como la chica ideal. Pero nada de lo que veía era tentador a sus ojos, pues su corazón ya tenía la imagen de la persona indicada, y esperaba ansioso a latir apenas lo viese.
Las mujeres a su alrededor lo miraban, unas suspiraban al verlo de pie, y otras se sentían ofendidas por no ser elegidas y más bien apartadas.
—¿Has visto al joven de hace unos momentos? ¿Sabes quien es? No sabía que hubiera otro príncipe en el palacio —escuchó la conversación que una doncella mantenía con otra—. Te juro que no he conocido a nadie más guapo en toda mi vida.
Levi escuchó con atención, su corazón palpitó al entender a quién se referían las mujeres. Entonces, el ruido de una aglomeración de personas llamó su atención justo cuando se inclinaba frente a él una joven de cabellos marrones con vestido demasiado lúgubre. Cuando levantó la vista, en tal vez varios metros, se encontraba parado y rodeado de mujeres hermosas, ese joven instructor que apenas hace dos días atrás, le había robado el sueño.
Levi inmediatamente se puso en marcha tan pronto como levantó la cara, caminó sin dudarlo.
Gabi, la hija de Dina, se quedó boquiabierta y sola en medio de la alfombra, mientras Levi la dejaba atrás; ella frunció marcadamente el ceño, indignada, sabiéndose despreciada. Pero al príncipe poco le importó dejar plantada a la señorita, lo más importante para él era apresurarse a reclamar a Eren y tocar su mano.
Conforme se abría paso, todos los invitados lo miraban sorprendidos, igual que la propia reina.
—Erwin, ¿qué está haciendo ese muchacho?
—Tranquilícese Majestad.
El príncipe llegó hasta su destino, donde Eren, casi alejado de todos, se encontraba rodeado por mujeres que le hacían preguntas sin dejarle caminar. Pero al sentir la presencia real, ellas se alejaron al instante, repelidas por el pomposo código de etiqueta y el respeto de tener a un magnate frente a ellas.
—Llegaste…Casi doy por hecha tu ausencia.
—Lamento llegar tarde, el palacio es enorme, no pude evitar perderme.
Levi admiró de pies a cabeza al hermoso joven de ojos esmeralda, los cuales por cierto, brillaban más que nunca, Eren en verdad lucía como un príncipe. Demasiado bien parecido, sus facciones tan marcadas, como sus pómulos y su barbilla perfecta, y su nariz recta con su piel radiante, sin ninguna imperfección más que la evidente apariencia tersa.
Su uniforme blanco, demasiado pulcro como las perlas, parecía brillar junto con sus ojos verdes. Sonrió cuando Levi le tendió la mano ya impaciente por tocarlo, sintiendo completamente suyo el placer de tomar su mano y besarla.
La mano de Eren estaba recubierta por un guante blanco de seda, Levi la tomó delicadamente, besando el dorso -que ya se había vuelto costumbre-, siempre mirando a Eren, deleitándose por su expresión tímida, como en sus recuerdos.
—¿Quieres bailar?
—No hablas en serio.
—Hablo muy en serio, ¿no ves que esto es un baile?
—P-pero… ¿No deberías escoger a una de estas lindas chicas?
—Solo un baile contigo, por favor.
Eren dudó un segundo pero pronto aceptó la mano del príncipe para que lo condujera hasta la pista de baile, en medio del gran salón.
Todos los presentes miraban a ambas figuras masculinas con asombro. Habrá sido por la belleza de Eren, y que en verdad era imposible apartar la mirada de un joven tan exótico de cabellos castaños que era llevado de la mano con delicadeza por nada menos que el príncipe, que debía estar abriendo el baile con su futura esposa elegida. Pero estaba conduciendo a un joven en su lugar.
Cuando llegaron al punto correcto, Levi encaró a Eren, quien se encontraba inquieto y nervioso ante todas las miradas sobre él.
—Levi, yo no sé bailar.
—Tu solo sígueme y olvídate de todos.
—B-bien.
El príncipe como el caballero que era, pidió la mano de Eren y este se la entregó acalorado, mientras el otro se inclinaba ante él y luego le ponía una mano en su cintura, acercándolo a su cuerpo, Eren tímidamente colocaba su mano en su hombro, y la otra entrelazaba con la mano de Levi.
A la lejanía, la reina miraba fascinada la escena.
—¡Erwin! Quien es ese joven tan lindo, ¿Levi invitó algún reino vecino, es algún conde, hijo de un Duque quizás?
—No lo creo majestad.
—Es exageradamente bien parecido. Vestido con gran gusto… ¿No te parece que a su alrededor hay algo que lo hace brillar? —preguntó sin perder de vista a la joven pareja — ¿Levi… y él..?
Erwin asintió sonriéndole a la reina, y ella tras unos segundos de impacto, sonrió abiertamente.
—La música…
Apenas dio la orden, una tonada suave compuesta por violines y flautas comenzó a sonar quedamente y luego el sonido se intensificó.
Levi apretó la cintura de Eren levemente y movió sus pies para comenzar a bailar, era un vals sencillo. Su pie derecho dio un paso atrás y Eren lo siguió a cuestas, apretando de más su hombro, y con la mirada fija en el suelo, tratando de no equivocarse. Levi bufó divertido, moviendo su pie izquierdo en su lugar, muy lentamente al compás de la música.
—Eren, tranquilo, déjate llevar.
El dulce joven sonrió y asintió, dejándose guiar por Levi y su corazón. Los pasos eran lentos, sin prisa, era un balanceo suave e íntimo entre ambos.
No puedo describir lo linda y romántica que era la escena de verlos bailar.
Levi sintió que las palabras de su madre se cumplían, puesto que se sintió atrapado en otra realidad; de pronto dejó de ver a los invitados, todo el mundo desapareció y solo se concentró en Eren, que le sonreía amablemente; reía cuando se equivocaba de pie y cuando Levi lo hacía girar sobre sus pies, y más aún cuando este mismo lo obligaba a girar también.
Bailaron sumidos en su propio mundo, sosteniéndose de las manos para no soltarse, porque el contacto les era necesario ahora.
La melodía sonó hasta el final, ambos terminaron viéndose a los ojos y sus respiraciones y suspiros al alcance de sus oídos. Los invitados aplaudieron al finalizar el baile, y seguidamente las demás parejas se les unieron en la pista, contagiados por la tonada alegre de la siguiente melodía.
Pero Levi ya no deseaba seguir bailando, así que sin soltar la mano de Eren se abrió paso fuera del salón, guiando a Eren por los pasillos, solo los dos.
—Levi, ¿a dónde vamos?
—A donde pueda estar a solas contigo.
—Pero ¿qué pasará con la fiesta?
—Erwin se encargará de todo, nadie nos molestara.
A Eren se le subieron los colores al rostro, cualquiera habría malinterpretado sus palabras.
Atravesaron las habitaciones del palacio, hasta que llegaron a los jardines reales.
Levi calmó sus pasos antes ansiosos y miró a Eren mientras caminaba.
—Es realmente hermoso ¿no? —preguntó el joven cohibido por la mirada intensa del príncipe, y a su vez admirando el paisaje nocturno compuesto por la luna y las estrellas.
—Si, hermoso en verdad… —respondió Levi, no refiriéndose a ningún paisaje, sino a su compañero.
Caminaron largo rato, perdiéndose por los amplios jardines, rodearon la fuente hasta que llegaron a un espacio repleto de flores, donde había un reloj y una banca de piedra. Sin soltarse de la mano, Eren se sentó en ella por un lado, y Levi del otro, coincidiendo en cuerpos y miradas.
—¿Estás bien?
—Sigo preocupado por la fiesta, se supone que deberías estar con alguna mujer hermosa, no conmigo.
—Eres en verdad lento en esto.
—Pero si te soy sincero, estoy feliz de estar contigo.
—Y yo, he esperado mucho.
—¿Esperado? ¿esperado para qué?
—Para hacer esto…
Dicho lo último, Levi no pudo aguantar más la cercanía contraria por más tiempo; con su mano tomó el cuello de Eren y lo acercó a su rostro, acabando con los pocos centímetros que los separaban. Sus labios se rozaron tímidos y luego se besaron por fin.
Levi besó a Eren con amor profundo, su corazón estaba por fin pleno, sus sentidos aturdidos, aquel beso iba cargado de anhelos. Los labios de Levi comenzaron a moverse lentamente, besos cortos en el exterior. Solo moviendo sus labios y atrapando el sabor dulce de Eren en su boca.
La respuesta a sus sentimientos llegó cuando a la par del beso, Eren movió también sus labios, tratando de asemejar los movimientos, suspirando a su vez y abriéndolos de a poco. Se sintió nervioso una vez que Levi se pegó más a él, tomándolo de la cintura y apretando sobre la ropa cuando su lengua quiso explorar más en su boca.
Eren pasó su mano por el cuello de Levi, subiendo su caricia hasta su nuca, y raspando con sus yemas el cabello azabache, embriagado de la sensación de tocarlo. Esto solo dio paso a Levi para continuar sus besos, y tomarlo en brazos.
En este punto era casi imposible separar sus rostros.
Se besaron un poco más, Levi siempre atento de las reacciones de Eren, luego besó sus mejillas y sus hoyuelos mientras sonreía y entonces Eren lo abrazó. El enamorado príncipe le recibió con afecto y aprovechó para oler el perfume de su cuello, tocando con sus labios y nariz la piel morena expuesta, que pareció generar cosquillas y risas de parte de Eren.
Levi volvió a repetir la acción notando cómo las manos contrarias apretaban su chaqueta, cada que acariciaba su cuello. Entonces, Eren se despegó de pronto, levantándose y caminando sin rumbo. Necesitaba aire, una cachetada, o un balde de agua fría sobre el cuerpo, cualquier cosa que comprobara que eso no era una ilusión.
Levi le siguió al instante, atrapándolo detrás de un arbusto de rosas, junto a un muro blanco. Y enseguida volvió a pescar los labios dulces, y Eren esta vez pasó sus brazos por encima de su cuello.
Se besaron largo rato, intercambiando suspiros y miradas cómplices de amor.
Con el ambiente tan calmado, tan silencioso, donde sólo podía escuchar sus propios latidos, Levi se sintió preparado para hacer su declaración, tenía la caja de terciopelo rojo guardada en su bolsillo, solo tenía que inclinarse y pedirle a Eren que se casara con él.
—Eren…—comenzó, despegándose de sus labios y mirándolo a los ojos —. Quisiera que me hicieras-
En ese preciso instante la primera campanada que anunciaba la media noche se dejó oír, y de inmediato crispó el cuerpo de Eren, que como pudo se alejó unos pasos de Levi, y él lo miró con confusión.
—¡Es media noche!
—Así es, ¿y qué?
—¿Cómo se hizo tan tarde?, lo siento Levi debo regresar.
—¿Qué ? ¿Por qué?
—Porque… mi tía se preocupara— intentó sonar convencido.
—Espera Eren, yo quiero decirte algo importante.
La segunda campanada sonó fuertemente y Eren lo miró afligido.
—Lo siento Levi, adiós.
Eren hizo indicios de comenzar a correr, pero la mano de Levi sujeto las suyas con fuerza.
—Espera… no puedes irte así.
—Déjame ir Levi, te lo suplico.
—No, no quiero, debes escucharme antes.
La tercera campanada sonó, alarmando en verdad a Eren, quien con pesar se soltó bruscamente de las manos de Levi, quien nuevamente trataban de impedir su huida. Tomo su mano izquierda, y conforme se soltaba, agarraba la otra.
—Levi… lo siento.
Entonces Eren usó su fuerza para escapar, tirando del agarre, logró zafarse por fin, y en su triunfo, Levi sostuvo firmemente su mano a la vez que le arrebataba su guante por el movimiento.
En la huida a toda prisa, lo único que quedó en la mano de Levi fue el fino guante blanco.
Éste no entendía nada. La repentina huida de Eren lo dejó confundido, se sentía herido y derrotado porque no había podido proponerle matrimonio. Luego pensó en las causas de Eren para correr, justo como la otra vez. Se acordó de las palabras de Erwin cuando insinuó que Eren quizá era maltratado en casa, así que, recuperándose del impacto, sus pies antes estáticos, corrieron también para ir tras de él. No podía dejarlo ir, no se creía capaz de soportar otro día sin estar a su lado.
Por su parte Eren llevaba una gran ventaja de camino, atravesó el mismo corredor y lugar por donde había llegado, hasta pasó en medio del gran salón, abriéndose paso entre los invitados que lo miraron asombrados. Después, era un ratón blanco corriendo por las escaleras, hasta que escuchó a los guardias ir tras él, y la voz de Levi a lo lejos.
—¡Eren! —gritó Levi, pero solo logró hacer que este corriera con más desesperación.
Al llegar a la entrada, el corcel blanco ya lo esperaba, la quinta campanada sonó en el reloj, y Eren se montó con maestría sobre el caballo. El animal apenas lo sintió arriba, despegó de inmediato, trotando a prisa, chocando sus cascos por la piedra negra.
Su velocidad le dio un poco de tranquilidad, y siguió por el camino alejándose poco a poco del palacio, no despegó el ritmo, pero se sintió abrumado porque tan bello momento se viese arruinado. ¿Qué quería decirle Levi y porqué estaba tan desesperado?
Justo entonces escuchó el sonido de caballos relinchando a lo lejos, no perdió un segundo pensando en nada más que en huir. El corcel blanco corría veloz por las calles, y Eren comprendió que si no los perdía de vista, lo atraparían enseguida. Se desvío por una de las calles, que daban directo a un campo desolado, justo para meterse al bosque, cabalgando, hasta que los cascos de sus perseguidores se hicieron lejanos, entonces la décima campanada sonó. Y Eren ya podía ver su ropa desvanecerse, desintegrarse como la arena en el viento. Poco le importó, porque ya casi vislumbraba su casa, justo cuando perdió de vista a los soldados del palacio, y el silencio lo abrumó, la última campanada deshizo el resto de su ropa.
La carrera había sido adrenalínica y peligrosa, ni siquiera supo por qué había huido, siendo que ya no tenía motivos para volver. Pero aún así, regresó, quizá por el miedo y vergüenza de que Levi lo viera tan harapiento y descuidado.
Ya en su casa, llevó al corcel blanco al establo, el frío de la noche le recorrió el cuerpo, y con sus brazos se abrazó así mismo.
—Gracias amigo — le dijo a modo de despedida al corcel. Luego entró directamente a la casa y al cerrar la puerta, notó que su mano todavía estaba cubierta por el guante derecho, con los mismos hilos planteados y finos brillando.
Eren estaba feliz por su recuerdo, y fue directo a su habitación para taparse con las cobijas y pasar la noche pensando en Levi.
El príncipe mientras tanto esperaba consternado a sus soldados, había mandado al menos diez hombres a buscar a Eren y el baile dio por terminado.
La gente se retiró, y él esperaba en el ala este, mirando por la ventana el momento en que Erwin volviera junto a sus soldados, pero nada de eso sucedió. Cuando los guardias regresaron, lo hicieron solos, con la noticia de que Eren había desaparecido por el camino y no había ningún rastro de él.
Levi en verdad se irritó como nunca, y la aflicción de su corazón lo lastimó. En ese momento su madre se abrió paso en la habitación, Levi estaba sentado en silencio, moviendo el guante blanco en sus manos, pensando qué hacer.
—Levi querido…
—Me niego a perderlo.
—Hijo, tienes que tranquilizarte. Habla conmigo, dime quién es ese joven.
—Su nombre es Eren.
—Eren… no me digas que él es…
—Correcto.
—Pero él es… un simple plebeyo.
—¿Y qué?, ¿acaso no querías que me casara? Eren es el indicado para mí.
—¿Cómo estás tan seguro?, ni siquiera lo conoces.
—Porque yo le amo, y él me ama a mí —dijo con total seguridad y su madre se quedó sin palabras—. Debo encontrarlo pronto.
—Hijo, te entiendo, pero no puedes desobedecer las órdenes reales así. Debió ser proclamado tu compromiso, pero tú pareja huyó, no puedes casarte así.
—Estúpidas leyes reales, ya estoy cansado. ¿Me estás diciendo que debo renunciar a él?
—Solo digo que debe haber una proclamación real. Buscarlo por tu cuenta no es lo correcto, además, todo el reino debe de tener la oportunidad, así es esto.
—Bien, será sencillo. Solo hay un rostro y una mano a la que puede pertenecer este guante. Que la estúpida proclamación diga que me casaré con aquel a quien le quede este guante blanco.
—Eso es absurdo hijo, este guante puede quedarle a un sin número de jóvenes.
—Querías tú proclamación, ahí la tienes, ahora dile a Erwin que lo busque y que no vuelva sin él. Eso sí no quieres que yo mismo salga a buscarlo —sentenció, poseído por su mal humor y desesperación. Se levantó y dejó a su madre atrás.
Ella suspiró y su mirada era de preocupación. La situación era terriblemente extraña, debía saber quién era ese tal Eren que había capturado de tal modo el corazón de su hijo, así que, cuando redactó el documento correspondiente, y dio las órdenes a Erwin, ella se dedicó a buscar por su cuenta, el origen y a la familia Jeager.
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Al otro día, Eren despertó de un magnífico humor, aunque todavía no amanecía por completo, no sintió ganas de volver a dormir. Se levantó con ánimo dispuesto a empezar sus labores; se vistió y calzó sin tardanza, pero al intentar abrir la puerta del ático, esta no cedió. Después de varios intentos, forzando la cerradura con ambas manos, se dio cuenta que había sido encerrado, y la única que podía cometer tal acto abominable era Dina Fritz.
Cuando ella y sus hijos llegaron muy entrada la noche, Dina solo iba con un solo propósito, no permitir que Eren volviera a poner un pie en el palacio, pues sus ojos nadie los engañaba. Menos cuando su propio sobrino antes humillado, yacía frente a todos, robándose al futuro esposo de su hija, junto a la oportunidad de salir de la miseria.
Ella misma hubiera querido exponerlo ahí mismo, pero el gran Duque puso alta seguridad para mantener a ambos jóvenes alejados y protegidos de otros invitados, así que al volver, aprovechó que Eren dormía profundamente, para dejarlo encerrado en el ático.
Ya pensaría que hacer con él, pero de una cosa estaba segura, no dejaría que Eren volviera a ser feliz nunca, tenía miedo de que la verdad se supiera. De que encontrarán a Eren.
Eren por su lado golpeó la puerta, intentó salir por todos los medios pero nada podía traspasar esa puerta de madera gruesa y pesada, ni su cerradura de hierro; suplicó que lo dejaran salir, pero sus quejas fueron ignoradas, y Dina cumplió su palabra de no dejarlo salir.
Al medio día, después de la proclamación real, Dina dió rienda a nuevos propósitos. Quizás podía tener otra oportunidad y Eren la había ayudado bastante. Preparó a su Jean, su estilo y cuerpo se asemejaba al castaño, así que cuando supo que era un guante el que se le estaba probando a los jóvenes, ella no pudo tener mejor suerte.
N/A: Ay, les juro que yo mismo me emociono por mis propias historias ;-;
La verdad me divertí mucho escribiendo esto, la parte de Ymir me hizo reír, espero que no piensen que me fumé algo en este capítulo ni en el siguiente.
Decidí que sí va a tener otro pequeño capítulo :3 Entonces... Nos leemos~
