B de Besos
Cada beso tenía un significado, un sabor y una emoción diferente, pensaba Shouko. Siempre dependía del humor o estado de ánimo del otro, sencillamente.
Pues, había días donde los besos de Satoru sabían a chocolate y crema batida, eran ansiosos y repentinos. Dándole a entender que ese había sido un buen día.
Y aunque ella detestase el dulce, se le contagiaba un poco su buen humor. Pese a que estuviera agotada por el trabajo.
En otros días, los besos sabían a café –con azúcar, obvio–, siendo estos los más calmados y suaves. Pues eran de esos días donde Gojō se sentía exhausto por tantas misiones y lidiar con los altos mandos; eran de esos días donde ella le dejaba recostar su cabeza en su regazo y le consentía, hasta que alguno de los dos debiera volver al trabajo.
Y por supuesto, también había besos con sabor a sal. No precisamente porque Satoru consumiera comida salada.
Eran besos salinos, temblorosos y necesitados. Y ella conocía tan bien el significado, que dolía en su pecho.
Sin embargo… Un día, hubo un beso que no tuvo sabor, fue uno relajado pero no logró comprender su significado. Era extraño y no lo entendía.
(Pese a que todo Satoru Gojō era extravagante e incomprensible en ocasiones).
Se sintió perdida.
Lo peor del asunto, fue que sucedió antes del incidente de Shibuya. Por lo que… No pudo preguntar lo que Gojō quiso decirle.
Y tampoco es que hubiera tiempo para cuestionárselo, al menos, no por ahora.
Ya habría más tiempo, se dijo.
(Y se quiso convencer).
