10 años antes
Desde que era pequeño, Itadori Yuuji había sido un niño como cualquier otro. Bueno, hijo de magos y hermano gemelo de quien consideraba su antítesis en la vida más que su mayor apoyo, pero un niño común y corriente que deseaba con todas sus fuerzas conocer el colegio Hogwarts, aquel en donde sus padres habían estudiado y del cual había oído mil y una historias fantásticas que incluso, siendo mago y conociendo las cosas maravillosas que existían en aquel mundo, le parecían incluso imposibles.
Yuuji había sido siempre un niño común y corriente, ingenuo y un tanto despistado. Sin embargo, no era tonto y su intuición más que su mente lo habían ayudado en varias oportunidades sin contar su desmedida fuerza física, único rasgo que compartía con Ryomen además del parecido en sus facciones.
Y ahí habían terminado las similitudes, porque donde Yuuji era ordenado y silencioso, Ryomen era un caos y un tonto ruidoso; donde Yuuji evitaba el conflicto, Ryomen lo había generado él mismo. Donde uno era amistoso y afable, el otro era violento y confrontativo.
Y donde uno había ingresado en Gryffindor, el otro lo había hecho en Slytherin.
Si Yuuji y Ryomen habían sido muy unidos por una cuestión más sanguínea que racional, aquella separación había representado para Yuuji un quiebre en su relación con su hermano, hecho que había tardado varios años dentro del colegio en notar porque el cambio había sido tan sutil y progresivo que…
...bueno, quizás siempre había estado allí y apenas y lo había notado. Ryomen era la otra cara de la moneda pero nunca había ido en su contra, jamás lo había traicionado abiertamente. Si bien no se llevaban bien, siempre había habido un algo entre ellos que los mantenía unidos, así como una especie de pacto de sangre que ninguno de los dos había dado la aprobación para realizar pero que allí estaba, fuerte e indestructible, invisible pero sólido como una roca.
O eso había pensado Yuuji desde que era pequeño. En ciertas ocasiones, Ryomen daba miedo. No sólo a él sino también a todo niño de su edad con el que se cruzaban. Sin embargo, siempre se había sentido protegido por aquella extraña conexión que parecía impedir que su hermano se volviese en su contra de alguna manera y así creía habían sucedido sus primeros años en Hogwarts, aún cuando ambos se habían separado de aquella manera tan estúpida. ¿Por qué habían terminado en casas diferentes si en el fondo, de hecho, eran la misma persona?
Cuando había ingresado en primer año, aquella había sido la primera ocasión en la que Yuuji y Ryomen habían permanecido tanto tiempo separados el uno del otro; no sólo era la cuestión de las salas comunes y los dormitorios, sino también las clases y los horarios libres. Coincidían apenas en una, dos clases y...nada más. Bueno, y en los horarios de comida en el Gran Salón.
Aún así...aquello no tendría que haber significado una diferencia entre ellos y Yuuji no lo había visto así hasta su quinto año. ¡Quinto año! ¡Había tardado cinco años en notar que de hecho, Ryomen sí había cambiado!
Maldita sea.
Yuuji chasqueó la lengua y bufó, molesto con su hermano, con las casas, consigo mismo. Acababa de discutir de nuevo con Ryomen, de nuevo. Otra vez, el tono de la pelea que habían mantenido había sido lo que en realidad había preocupado más que fastidiado a Yuuji; Ryomen carecía de paciencia y ante el primer cuestionamiento siempre había comenzado a los gritos o como mínimo, con advertencias que terminaban transformándose en amenazas o palabras hirientes que alcanzaban como dagas al corazón del cualquiera, Yuuji ya estaba más que acostumbrado a eso.
Sin embargo, la discusión parecía haber sido incluso unilateral y el que la había sostenido había sido el mismo Yuuji, porque Ryomen se la había pasado esquivando sus preguntas, desviándose hacia otros temas e incluso Yuuji lo había notado evasivo y reticente a iniciar una pelea en medio del corredor que daba a la entrada de la sala común de Slytherin.
Y eso no era propio de su hermano, para nada. Yuuji había tardado meses en percatarse de que aquel cambio sutil en su conducta se había instalado cada vez con mayor notoriedad, pero que no era nuevo. Ahora que comenzaba a darse cuenta y observaba todo en retrospectiva...sí, el cambio había sido con él, no con el resto, y Yuuji sabía que se debía a que estaba ocultando algo.
El problema era qué, porque sabía bien que cuando su hermano se comportaba de esa manera con él era porque la cosa era jodida en serio, más si tenía en cuenta que hacía tanto tiempo que venía así...tendría que haber escuchado a Nobara, ella había tenido razón cuando…
...también tendría que haberla oído cuando la muchacha le había gritado que ni se le ocurriera salir a aquellas horas de la noche fuera de la sala común de Gryffindor después del horario establecido a merced de algún prefecto, premio anual o profesor que estuviese patrullando los corredores en busca de alumnos impertinentes como él.
Claro que la habría oído sino hubiese tenido el cerebro incendiado y listo para agarrarse a golpes con su hermano, pero...bueno, no había sido el caso. De hecho, no sólo había salido demasiado tarde en la noche en contra de las reglas y se había peleado a gritos con Ryomen en medio de un corredor - él había gritado más, de hecho - sino que para colmo no había tomado la ruta más rápida y menos peligrosa hacia su sala común de regreso a su habitación.
Y claro, sino le daba la cabeza para eso, ¿cómo iba a darse cuenta de que en el pasillo oscuro por el que estaba transitando mientras odiaba internamente a su hermano...había alguien más? Y lo peor es que no sólo no lo había notado, sino que para colmo se lo había chocado de lleno. Ni siquiera había alcanzado a olfatearlo en el aire...
Por Merlín, a veces pensaba que Ryomen tenía razón cuando le gritaba que él se había llevado todas las neuronas de los dos al nacer.
Para empeorar la situación había impactado contra la otra persona de forma maciza, desestabilizándolo. Volvió a chasquear la lengua y algún improperio se le escapó, su voz haciendo eco en las paredes de piedra, los techos altísimos. Mientras se erguía derecho de nuevo, sus fosas nasales captaron un aroma intenso y un tanto asfixiante que lo hicieron fruncir la nariz. Claro, para colmo de males se había cruzado con un Alfa.
Cuando al fin vio con quién se había topado luego de romper varias reglas juntas, deseó seguir peleando con Ryomen en vez de estar allí.
Sabía que por cada casa había dos prefectos nombrados en quinto año y que a su vez eran dirigidos por los Premios Anuales, alumnos de séptimo año que tenían varias facultades extraordinarias así como también más obligaciones que el resto del cuerpo estudiantil. También sabía que los prefectos muchas veces se turnaban para patrullar algún que otro corredor, pero desconocía que también lo hacían los Premios Anuales.
¿Qué clase de mala suerte tenía Yuuji no sólo para toparse con un Premio Anual en medio de la noche fuera de su sala común...sino con uno de Slytherin? Conocía a Geto Suguru de nombre y vista, pero nunca había cruzado palabra con él pese a que era ayudante en la cátedra de Pociones; de hecho, su hermano Ryomen era el único integrante perteneciente a Slytherin con el que tenía algún tipo de interacción, pero conocía de primera mano la reputación de los pertenecientes a esa casa y sus posibilidades de salir airoso de allí eran...
Yuuji retrocedió un paso de forma instintiva cuando la figura más alta y corpulenta dio un paso hacia él, el torso inclinándose mientras el rostro se cernía amenazante sobre el suyo. El menor tragó saliva, nervioso e incapaz de generar una excusa rápida y creíble, aunque ya sabía que estaba jodido.
De repente, la expresión insondable de Geto cambió radicalmente, la sorpresa reflejada en sus facciones.
— Eres el hermano de Ryomen, ¿verdad? .— Yuuji jadeó cuando la pregunta resonó aún más que su insulto, el eco de la voz ajena retumbando también dentro de su cerebro.
— Ah...sí, sí. Desgraciadamente, sí.
Bueno, aquello último se le había escapado sin poder evitarlo y allí se había ido su única posibilidad de salir con vida de aquel corredor. Si su hermano iba a servirle para algo alguna vez en su vida, Yuuji se había encargado de tirar la chance por la borda. Sin embargo, el comentario pareció hacerle gracia al otro; no se animaba a respirar demasiado fuerte por miedo a cagarla, pero...quizás, tal vez...un brillo de esperanza…
— A mi también me cae mal, no te preocupes.
Y Yuuji respiró al oír la risa grave del otro. ¿Qué ángel de la guarda lo estaba ayudando en aquella ocasión?
— Procura regresar a tu sala común sin que nadie más te cruce, hazme el favor.
El tono de voz de Geto parecía exasperado y sin lugar a réplica, pero Yuuji detectó cierta condescendencia en sus palabras...y Yuuji no era nadie para esperar a que se arrepintiera y no sólo reportara su presencia allí, sino que encima le quitara puntos a su casa por aquella estupidez. Ni siquiera le había preguntado qué había estado haciendo allí a aquellas horas pero supuso que aquello era una característica inherente de los Slytherin: mientras menos se supiera, mejor.
— Claro, tendré cuidado. Gracias.
Yuuji sonrió al mayor antes de perderse de nuevo en la oscuridad del corredor al ver el saludo desganado que Geto le había hecho con la mano, caminando en dirección contraria; no sabía qué clase de suerte había tenido aquella noche pero no podía desperdiciarla.
Tenía que elegir muy bien los corredores que debía tomar si quería llegar más rápido a su sala común…
¿Por qué carajos Slytherin estaba tan lejos?
— Ja, sabía que ibas a estar despierto aún.
Cuando Suguru ingresó triunfante a su sala común intentando evitar que la risa se apoderara de él, sus ojos barrieron los sillones de cuero, los asientos y las mesas. Ya era pasada la medianoche y la mayoría de los estudiantes tenían clases a la mañana al día siguiente por lo que la mayoría ya estaba durmiendo o por lo menos, en sus cuartos.
La mayoría, claro. Cuando sus ojos se toparon con la mirada casi transparente, la sonrisa fue inevitable. Gojo Satoru yacía literalmente desparramado sobre uno de los sofás frente al gran hogar, aún encendido. Llevaba un libro en su regazo, ahora abandonado cuando el rostro del otro giró en dirección a Suguru. Éste lo vio a la distancia entrecerrando los párpados de pestañas blancas, las cejas alzadas y los labios fruncidos en una expresión entre asqueada y malhumorada.
— ¿Qué quieres?¿No tendrías que estar cumpliendo tu deber de chico perfecto?
— Se llama Premio Anual. Y sí, estaba haciendo eso.
— ¿Entonces?
— Entonces, me topé con un pequeño Omega Gryffindor fuera de su cama.
Suguru soltó un sonido estrangulado intentando retener la risa cuando el entendimiento llegó al cerebro de Satoru tras sus palabras, la expresión de suficiencia asquerosa desfigurándose en su rostro, tal y como si le hubiesen dado una bofetada de imprevisto.
De Slytherin se había transformado en Hufflepuff en menos de un segundo, sin escalas.
— ¿Qué? Espera, ¿de qué te ríes? Suguru, no le habrás dicho nada, no.
— ¿Qué quieres que le diga? Pobre chico, me da pena.
— Oye.
Satoru lanzó el libro sobre el sofá y se incorporó cuan alto era; sus piernas largas acortaron la distancia que había entre ellos en largas zancadas y el forcejeo no se hizo esperar; Suguru perdió la pelea no porque tuviese menos fuerza física, sino porque no podía luchar con Satoru al aún estar riéndose de él.
— ¿Qué estaba haciendo, qué quería? Suguru, deja de reírte de mí, ya estaríamos con eso.
— Y yo qué sé, me lo topé de casualidad.
— ¿No le preguntaste?
— No.
— ¿Eres estúpido?
— No tanto como tú.
Satoru lo empujó y se alejó varios pasos de él, bufando y desordenando sus cabellos blancos ante la mirada divertida del otro. En verdad, Suguru no tenía ningún deseo de volver a los corredores...tenía sueño y ningunas ganas de vigilar chiquillos estúpidos que desobedecieran las normas del colegio.
Ver a Satoru entrando en desesperación era una actividad mucho más remunerativa para su mente que la de castigar mocosos.
— Quizás estaba teniendo alguna cita a escondidas. Ese chico de Ravenclaw pasa mucho tiempo con él, eh. Aunque creo que también es Omega.
— Suguru.
— Dime.
— Hazme un favor y muérete.
Satoru gimió falsamente angustiado y Suguru bufó, resignado a que su amigo se pareciese más a un Gryffindor que a un Slytherin en aquellas situaciones. De un tiempo a esa parte, Satoru había desarrollado un interés inusual que ya rayaba la obsesión con aquel muchachito de Gryffindor...Yuuji. Sí, ese era el nombre. Por qué, Suguru no lo sabía porque jamás habían cruzado palabra alguna pero aquello ya se había vuelto insostenible; Satoru le llevaba dos años a Yuuji pero aquello no parecía realmente importar porque su nivel de madurez mental distaba mucho de alcanzar esa edad.
O tal vez eran las hormonas las que le habían terminado de quemar las pocas neuronas que Satoru usaba para pensar coherentemente.
Volvió a comprobarlo cuando vio a Satoru hundiéndose de nuevo en el sofá que había estado ocupando previamente a su llegada. Suguru suspiró y se acercó con paso tranquilo sin llamar su atención; de un momento a otro, se agachó posando una mano sobre el hombro ajeno, tal y como si fuese a dar su pésame.
— Qué quieres ahora.
— No sé qué hacía en los corredores, pero sí sé que no va a poder devolver los libros que pidió prestados en la biblioteca.- Satoru volteó hacia él con el ceño fruncido, sin comprender.
— ¿Qué?
Del bolsillo, Suguru sacó una credencial pequeña y la paseó delante del rostro de Satoru. Al visualizarla, de nuevo, la expresión en el rostro de su amigo viró de la confusión a la sorpresa y luego a una especie de felicidad que asqueó a Suguru.
¿Es que acaso podía ponerse más idiota?
— Se le cayó cuando chocó conmigo. Ni se dio cuenta. Y no pienso devolvérsela.
Sin decir nada más, Suguru dejó la bendita credencial sobre el libro abandonado en los cojines. Sabía que si bien aquella podía ser la llave de la puerta que Satoru había estado buscando no iba a pedírsela tan abiertamente y bueno...Suguru tampoco iba a hacerse rogar.
Sonrió por última vez antes de salir de nuevo de la sala común al ver la expresión idiotizada en el rostro de Satoru, quien ahora sostenía la credencial entre sus manos.
De Slytherin a Hufflepuff...a Gryffindor, sin ninguna escala. Que Merlín y Morgana se apiadaran de él….
La sala común de Slytherin se desdibujó frente a sus ojos, todo volviéndose columnas de aparente humo líquido distorsionándose. Yuuji no podía acostumbrarse a aquella sensación tan extraña cuando salía de sus propios recuerdos dentro del Pensadero, menos cuando el recuerdo no era suyo y no sabía dónde concluía.
Así que...eso era lo que había sucedido con aquella credencial.
Ah. Había sido Suguru quien se la había sacado. Bueno, se le había caído, lo que fuera.
¿Por qué Satoru había quitado ese recuerdo de su mente y lo había guardado allí?¿Qué tenía de especial? Hacía poco, Yuuji había encontrado ciertos frascos de contenido dudoso en lo que...en lo que había sido el despacho de Satoru alguna vez para luego descubrir que se trataban de recuerdos de los que el mayor parecía haber querido deshacerse. Mientras su garganta se cerraba a medida que su mente salía totalmente de aquel recuerdo aleatorio, se preguntó con cierta angustia qué otros recuerdos almacenaría en los demás frascos con los cuales parecía no haber podido lidiar.
¿Por qué?
Inspiró aire fresco cuando su cabeza salió del pensadero, sus brazos relajándose sobre el sofá que ocupaba en esos momentos. Un trueno particularmente cercano lo sobresaltó, trayéndolo de nuevo al presente.
— ¿Te sientes bien?
La voz a sus espaldas no lo sobresaltó, pero sí lo hizo voltear. Yuuji sabía que no presentaba el mejor aspecto pero aún así sonrió, restándole importancia a la situación.
— Sí...yo...creo que ingresaré en un recuerdo mío que tiene conexión con éste. Me hizo recordar algo.
— Está bien, yo estaré aquí cualquier cosa.
