Descargo de responsabilidad: Los personajes no son míos, solo los uso para mi diversión sin fines de lucro… solo de comentarios jajajaja.
Ya sé lo que parece, pero vamos… dale una oportunidad tú fan obsesionado con Serena y Darién… igual no es lo que crees… o si.
Rosas de Otoño.
Gorra. 2: Pétalos de Rosa.
-Quiero irme a casa -, fue todo lo que dijo y él no necesitó escuchar más. Caminaron en silencio hasta tomar un auto que los llevara a casa. Makoto miró todo el tiempo por la ventana, pero aún así, él pudo ver por el reflejo del vidrio como un par de lágrimas rodaron de sus ojos verde esmeralda. Naru se había portado muy despectiva hacia ella, haciéndole ver lo "sospechoso" y mal que se veía que ambos salieran juntos cuando Usagi no sabía. La rabia se apoderó de Mamoru al recordar aquella aguda y molesta voz, reclamando de modo muy pasivo agresivo, y más aun, considerando que Neprhite presenció todo y no hizo nada al respecto.
Cuando llegaron a la casa, Makoto se dirigió a su habitación cerrando la puerta tras ella. Mamoru se sintió mal también, una sensación extraña que le aceleraba el pulso y le provocaba un vacío en el estómago, se apoderó de él. Debió haber hecho algo, debió haber dicho algo. ¿Acaso Naru siempre la trataba así?. ¿Por qué Makoto no se defendió?
-¿Estas bien Makoto? -, le cuestionó mientras tocaba delicadamente a su puerta.
-Pasa-, contestó.
La habitación estaba en penumbras, pero la chica no estaba ahí, sino fuera, en el balcón. Las blancas cortinas se movían al compás del leve viento de otoño, era una noche aún cálida pero con esa aura cobriza, propia de la estación. Como si eso fuera poco, la luna brillaba enorme y descarada en el cielo.
-Lamento lo que pasó hoy, debí decir algo-
-Hubiera sido inútil, no te preocupes-, murmuró lastimeramente. -Esa es ciertamente la razón por la que no salgo mucho, en alguna época intenté salir, pero tarde o temprano me topaba con ellos y la historia era similar-
-¿Por qué no le pones un alto? -.
-Lo intenté una vez-, respondió apenada, - dijo que quise golpearla y corrió gritando como una loca. Morí de pena-, remató casi en un suspiro.
Ambos se miraron y no pasó mucho tiempo antes de que pudieran seguir conteniendo la risa.
-Me hubiera gustado verlo-.
-Creo que Mina tiene un video-, agregó entre risas.
-¿Aún lo extrañas? -, la pregunta interrumpió el alegre momento para volver a la penumbra, pero el joven de negros cabellos y ojos de cielo no podía detener su impulso por preguntar.
-A veces. Es una sensación de vacío en el pecho, como si te faltara el aire-
-¿Se lo ha dicho? -
-Se lo dije aquella vez. Pero cuando le dices tantas veces a una persona que te falta el aire si no esta y aún si decide quedarse con alguien más, pues ...
-Si lo sé-.
Ambos se miraron a los ojos por unos segundos, Makoto estiró su mano y le acarició la mejilla en señal de consuelo, a la vez que esbozaba una pequeña sonrisa. Su piel se sintió cálida y un poco rasposa por la barba que apenas si asomaba. El ladeó su rostro y levantó su hombro en señal de complacencia, dejándose llevar por el suave contacto de su piel, y también le sonrió.
Se sorprendió a si mismo queriendo acercarse, pero sus pies estaban clavados al suelo. Sabía que quería abrazarla, decirle que todo estaba bien y que pronto tiempos mejores vendrían para su mal tratado corazón, pero las palabras no salían. Era como si todas sus fuerzas estuvieran concentradas solo en sentir la caricia en su rostro, en el aroma a rosas frescas en su piel. Claro ella siempre olía a rosas, no podía ser de otra manera. Su corazón se aceleraba y entonces lo sintío; el aire le faltaba de nuevo. Soltó su cuerpo relajando sus músculos, y por instinto posó su mano sobre la de ella, sus labios se abrieron para hablar, pero el timbre de la puerta los interrumpió.
-¿Esperas a alguien? - dijo ella soltándose de inmediato y girando hacia la puerta.
-¿Qué? - luchaba tratando de hilar las ideas, –Ah sí, pedí la cena-.
-Mamoru, vamos a ir por algo de comer, ¿Quieres venir con nosotros? -, un chico joven con bata de doctor y mirada perdida le gritaba desde la puerta del consultorio.
-Muchas gracias Okoyame, pero hoy traigo almuerzo —, contestó mirando a la pequeña caja delicadamente empaquetada y acomodada sobre la mesa a su lado.
-Claro que sí, eres un maldito afortunado-, exclamó el chico haciendo un ademán con los brazos.
-¿Qué pasa Okoyame?, ¿Van a venir? -, preguntó un nuevo residente que se acercaba.
-Mamoru trae el almuerzo que le puso su novia —, su voz hizo hincapié en la última palabra. Pero apenas el aludido abría la boca para respondedor fue interrumpido.
-Pues vaya que suerte. El curry que trajiste hace un par de días estaba riquísimo. -, interrumpió el recién llegado.
-Eso es porque este hombre que ves aquí, sale con la chica que es dueña de la cafetería que esta frente al parque central-
-Ese lugar sirve el mejor pastel de cereza que haya probado en mi vida-, agregó sorprendido. - -Todo lo que he probado ahí esta delicioso, y la chica es linda, aunque algo alta para mis gustos-
-Además trabaja mucho. Ella sola hizo todo el menú para la cena de graduados el año pasado-, comentó Okoyame.
-Es verdad. Hace unos meses el superior Sato, se animó y la invitó a salir. Pero ella le dijo que estaba muy ocupada y nunca más le llamó-.
-Vaya, yo no sabía eso-, susurró Mamoru.
-Bueno, pero no es nada de que preocuparse. A lo más, deberías ver que sucede con el tipo siniestro ese, el de cabello largo.-
-¿Qué hay con él¡-, preguntó intrigado.
-A veces está ahí, del otro lado de la acera, Pero en fin, igual no es nada.-, agregó el chico queriendo quitarle importancia.
-Bueno, pues nosotros los olvidados del amor nos vamos. Buen provecho Mamoru, te vemos al rato-, y ambos chicos salieron de la oficina dejando un Mamoru pensativo y mirando su almuerzo. Se levantó y camino para tomarlo. Al abrir la caja atada con un moño, pudo ver una variedad de guisos y una nota en una hoja de papel verde.
-Ten un buen día-, leyó para él mismo y no pudo evitar sonreír.
Esa misma noche ...
-Makoto ¿Eres tú? -, preguntó mientras levantaba su mirada de los libros. Había estado sentado en la barra de la cocina estudiando desde que llegó y no notó el tiempo que transcurrió.
-¿Qué haces despierto todavía? -, preguntó mientras se quitaba los zapatos y colgaba su impermeable en la puerta.
-Estaba estudiando. ¿Estás bien? Es muy tarde
-Si, lo siento. La chica que me ayuda a limpiar enfermó y tuve que quedarme a hacerlo. Estoy tan cansada-, refunfuño mientras se servía un vaso con agua. -¿Ya cenaste? -
-Comí algo-, contestó mientras volvía la vista a sus libros. Makoto encendió la estufa para calentar agua y prepararse un té, lo dejó ahí y se encaminó hacia su cuarto sin cruzar más palabras.
El chillido de la tetera sacó a Mamoru de vuelta de sus libros, tan solo unos minutos después. Se levantó a apagar la estufa y al ver que Makoto no volvía a la cocina fue a verla a su cuarto. Cuando entró la chica dormía de lado, con su ropa de cama ya puesta pero el celular en la mano. La contempló unos instantes de pies a cabeza, pensando que sus compañeros tenían razón, trabajaba demasiado. Ya no era aquella niña de quince años que junto a sus amigas pasaba el tiempo en el Crown y soñaba con enamorarse y ser feliz. Era muy irónico como un sueño a todas luces tan sencillo como ese, había sido tan complicado. Su rostro ya había madurado aunque conservaba la piel fina de una colegiala, unas pequeñas ojeras se le notaban bajo sus ojos, sus manos estaban ligeramente maltratadas y con algunas quemaduras seguramente por el horno de la cafetería,
Jaló lo más delicadamente que pudo las sabanas para poder taparla, pero ella se despertó un poco con el movimiento y le refunfuñó.
-Ya no eres una niña como para que venga a arroparte —, le gruñó él. Pero ella solo hizo algunos ruidos más y se giró. -Descansa Makoto-, le dijo mientras la cubría y le sacaba el celular para dejarlo en la mesa de noche, en la pantalla todavía brillaba la lista de reproducción que estaba escuchando. Mamoru apagó la luz y salió del cuarto, directo a la mesa para seguir estudiando.
La alarma de su teléfono fue más fuerte que el trinar de las aves en la ventana, de hecho, ellas solo consiguian arrullarle más el extraños sueño que había tenido. Perezoso se levantó rumbo al baño. al pasar por la habitación de su anfitriona pudo ver que la cama ya estaba hecha y que ella no estaba ahí. El baño seguía húmedo y ligeramente vaporoso.
Una vez que se alistó se dispuso a salir, pero al caminar cerca de la cocina una nueva caja con su almuerzo lo esperaba, sobre ella una nota como el día anterior.
-Ya no eres un niño como para desayunar cereal. Ten un buen día, Makoto —, el chico sonrió, sorprendido de lo terca y ocurrente que ella podía llegar a ser. Tomó la caja y se puso los zapatos, estaba dispuesto a que aquel fuera un buen día para todos.
Todo el día llovió sobre la ciudad. A ratos fuerte, en su mayoría una lluvia menuda digna de una tarde romántica. Las ventas fueron buenas, pero no esperaba más gente a esa hora de la tarde, así que despachó a su personal y volteó el letrero de la puerta a cerrado.
Aquellos días siempre le daban nostalgia. Se parecían a aquellas tardes donde acostumbraban romperle el corazón. Vaya tontería, como si se pusieran de acuerdo.
Comenzó a levantar una a una las sillas de cada mesa para barrer el suelo, mientras lo hacía los recuerdos se agolpaban en su corazón. Dos años atrás en un día similar con poca gente en la cafetería, Neprhite estaba sentado solo en un rincón mirándola fijamente mientras ella trabajaba detrás de la barra, sólo ordenó un café y ella le regaló una rebanada de pastel que apenas si probó. Estuvo ahí por varias horas esperando, sin platicar con nadie, lo que la puso por demás nerviosa. La relación nunca fue la mejor desde el principio, si bien él nunca le habia faltado el respeto tampoco interactuaba lo suficiente con ella. Cada vez que se aparecía frente a ella, la mayoría de las veces sin invitación, solo la observaba y si tenía suerte se despedía antes de irse.
En su corazón lo sabía inofensivo, después de todo si quisiera hacer algo ya había tenido oportunidades de sobra. Pero algo no la dejaba tranquila cuando él estaba cerca, tal vez por ser el único que seguía usando su don cuando regreso a la vida, lo poco expresivo que era, el hecho que desaparecía por días sin que nadie supiera de él, y esa mirada siniestra que para nada le ayudaba.
Las chicas trataban de convencerla que le diera una oportunidad, los chicos le decían que debería entender que para ninguno era fácil asimilar la situación. Pero nadie le había preparado para lo que vendría a continuación.
Cuando el lugar se vio vacío, el antiguo general se acercó a la barra y le preguntó:
-¿Terminaste? -
-Si- respondió titubeante.
-¿Podemos irnos ya? -
Sin saber a ciencia cierta donde se dirigían, ella lo siguió hasta el lujoso auto que tenía aparcado frente al local. Una vez arriba tomó rumbo hacia las montañas. Las gotas de lluvia se estrellaban contra la ventana cada vez más rápido. La tormenta arreciaba su intensidad y la chica preocupada, veía como se alejaba de su área segura.
-No tienes por qué preocuparte —, le dijo él como si hubiera olido el miedo en ella.
En cuestión de minutos llegaron a un mirador frente al observatorio de la ciudad. Makoto había estado ahí algunas veces, pero jamás durante una tormenta. Su corazón latía a mil por hora, pero al menos sabía dónde estaba. Permanecieron un largo rato que se antojaba eterno en completo silencio, viendo los rayos caer en el horizonte, iluminando los diferentes sectores de Tokio a su paso.
-Quiero que hablemos —, dijo al fin con un tono solemne propio de él.
-Claro dime —, trato de respondedor sin titubear.
-Hay una chica ...-, las palabras parecían salir lentamente de su boca. El corazón de Makoto en ese momento se paralizó y sus ojos que, habían estado observando la tormenta se nublaron de repente. Las palmas de sus manos comenzaron a hormiguear, el calor la invadió por completo y no pudo disimular ni un segundo más la impresión que estas palabras le causaban.
-¿Una chica? -, preguntó vacilante.
-Su nombre es Naru-
-La amiga de Usagi-, susurró para sí, pero él la escucho perfectamente.
-No podría explicártelo bien, pero ... por eso tu y yo no estaremos juntos-
-¿Y para esto me has traído hasta aquí? -, exclamó enojada. El fingió no escucharla y permaneció en silencio, mirándola fijamente otra vez. El incomodo silencio era como un enorme elefante en el pequeño espacio del lujoso automóvil. Después de unos minutos cuando el dolor estaba por salir por cada poro de su piel, Makoto abrió la puerta del auto y en plena tormenta se echó a correr.
Corrió cuanto pudo, con la ropa empapada y el corazón hecho pedazos de nuevo. La lluvia en su rostro cubría las lágrimas que ya ni siquiera trataba de contener. Cuando no pudo más, paró en seco y se agachó en una expresión de dolor y rabia.
De pronto la lluvia parecía detenerse y un calor abrigador la rodeo. Era Neprhite que la había alcanzado y con su gabardina la cubrió acercándola a su pecho. Ella se refugió en èl casi instintivamente y se quedó ahí, sollozando. En plena tormenta los dos permanecían de pie empapados hasta la médula.
-¿Por qué lloras? -, le susurró al odio.
-¿Qué no es obvio?, No quiero que me dejes—,le contestó con la voz ahogada en tristeza y sollozos.
-Pero si nunca hemos estado juntos- refutó trivialmente.
Época actual
Divagaba en el pasado con la mirada perdida en la ventana principal, hasta que escuchó las campanillas de la puerta anunciar una visita.
-Lo siento señor, ya no tenemos servicio a esta hora—, sentenció cansada al recién llegado.
-¿Cómo que señor? -, contestó enfadado.
-¿Mamoru, que haces aquí? -, exclamó gratamente sorprendida.
-Pues venía por ti para llevarte a cenar, pero no esperaba ser insultado de esta manera—, dijo mientras se giraba fingiendo irse.
-Ya ven acá dramático-, le gruñó divertida. -Apenas comencé a limpiar, ¿Podrás esperarme? - ,le dijo señalando el lugar.
-Claro que no-
-¿No? -
-No. No te esperaré, voy a ayudarte a limpiar-
Makoto observó como aquel chico que, bajo el impermeable aún vestía su bata de doctor, se quitaba ambas para subirse las mangas de la camisa y soltarse la corbata. Sin esperar instrucciones, comenzó a subir las sillas y mover las mesas, le arrebató la escoba de las manos a la chica que pasmada lo seguía con la mirada.
-No me mires así, también fui mesero un tiempo... Si me corren del hospital podrías darme trabajo aquí-, bromeo mientras la empujaba rumbo a la cocina. -Tu encárgate de la cocina, yo del comedor—,y le guiñó un ojo.
Al ritmo de una alegre melodía, ambos chicos comenzaron a limpiar el lugar. Mientras él tarareaba la canción, ella sonería. Se había olvidado de la tormenta que afuera caía por que en su mente solo había la imagen de aquel hombre de ojos azules que, aunque no cantaba bien lo hacía sin miedo y que, de vez en vez, daba una vuelta con la escoba como si de una bailarina se tratase.
-No te pago para cantar y bailar Chiba—,le gritó burlonamente desde la barra.
-No me pagas Kino-, contestó entre risas.
-Pues para no pagarte pareces muy feliz-
-¿No estarás celosa de mi amiga la escoba? -
-¿Celosa yo? -
Mamoru caminó hacia ella y con un gesto galante le extendió la mano para pedirle la suya en una pieza de baile. Las mejillas de Makoto se ruborizaron de inmediato y por unos segundos se hizo de rogar.
-Vamos, tú sabes que lo quieres tanto como yo—, en su voz reinaba un tono coqueto y retador que ruborizó aún más a la castaña y la dejó sin palabras. Pero él no dejaba de insistir.
Makoto finalmente extendió su mano y él la atrajo hacia si con un giro, pero justo cuando iba a comenzar a bailar, un relámpago seguido de un estruendo ocasionó que la luz del lugar parpadeara, recordándoles que afuera el cielo parecía venirse encima.
-Te lo pierdes—, le dijo al oído.
Después de unos minutos, ambos terminaron de recoger sus pertenencias y se encaminaron a la salida.
-Quería llevarte a un buen lugar en el centro, pero creo que la lluvia no nos dejará-
-Vamos a casa, donde quiera es buen lugar- , él la miró sorprendido, era la primera vez que le devolvía un coqueteo en muchos días. -¿Traes un paraguas?-
-No-
-Entonces el último en llegar hace la cena-, gritó mientras corría bajo la tormenta cubriéndose solo con su bolso. Mamoru la miró perplejo y echó a correr tras ella.
-Si pudieras vivir en cualquier sitio del mundo, ¿Dónde sería? -
-Francia-
-¿Así, sin pensarlo? -
-Si-
El la miró intrigado esperando una explicación.
-Tiene las mejores escuelas de cocina del mundo. Quisiera ser una chef reconocida. Me gustaría volver a estudiar. Patinar con la torre Eifel de fondo, desayunar en la ventana de mi departamento con esa vista tan bella-
Él la miró fascinado. A estas alturas ya se había vuelto difícil para él no mirarla, después de todo tenía sentada enfrente a una joven hermosa, inteligente y soñadora, completamente autosuficiente que nada le pedía pero que, a pesar de lo que una parte de su ser decía que era un error, quería darle todo cuánto estuviera a su alcance.
El silencio reinó unos minutos en la obscura sala de estar. Cuando llegaron al departamento la luz ya se había ido en todo el sector. Después de secarse, Mamoru preparó unos canapés y sirvió el vino. Makoto por su parte reunió todas las velas que pudo y acomodó el ambiente para pasar una noche a la luz de las mismas.
-Yo te llevaré a Francia-, agregó con un tono decidido mientras bebía un trago más de su copa.
-Le temo a los aviones-, respondió después de pensarlo un poco.
-Veremos cómo resolver eso-
-¿Dime una cosa Mamoru? -, dijo mientras se acomodaba en el sillón para verlo de frente, la luz de la vela más cercana apenas si era suficiente para iluminar vagamente su rostro. -De unos días para acá siento que intentas tener algo conmigo-
Mamoru la miró sorprendido por lo directo del comentario. Sopesó un momento la respuesta y acercándose le contestó. -Bueno, tengo más días intentando no tenerlo... pero hay noches como esta en la que el deseo me gana. ¿No te pasa igual? -
Sus ojos esmeraldas brillaron asustados. Mamoru aprovechó la oportunidad y la tomó de la barbilla para besarla, pero apenas si un pequeño rose de sus labios ella giró su rostro y esquivó el gesto.
-Perdóname—,dijo apenado mientras se retiraba.
-No eres tú, bueno sí, los dos somos, esto está mal-, divagó confundida.
-¿Mal para quién?-, agregó mientras se sentaba erguido ante ella. -¿Mal para ti?, ¿Para mí?-
-Para los demás-
-Entonces no me interesa saberlo- refunfuño.
-¿Acaso ya no sientes nada por Usagi?-
-Estas molestándome—, dijo tirándose de vuelta en el sillón. -!Claro que lo siento!, Lo mismo que tu por Neprhite. Pero lo siento menos cuando estoy contigo-
-No estoy aquí para curar tus males-
-Para nada quisé decir eso—, y con ambas manos la volvió a tomar del rostro.
-Si quieres que me vaya me voy. Pero quiero quedarme para ti-
Makoto se puso de pie apenada. El hizo lo mismo.
-Si te digo que no quiero besarte desde hace días te estaría mintiendo. Quiero besarte y abrazarte—, pudo sentir como su garganta se anudaba, pero era muy tarde para detenerse. -Quiero que tú quieras lo mismo, que me mires a mí por quien soy y no por lo que debo ser-
-El rey Edymion-, susurró sin mirarlo.
-¡Mamoru Chiba!- gritó. -Médico, huérfano desde niño, buen lector, amante de las flores, completamente autosuficiente a mis veintes y sin esperarlo, muy enamorado de ti...-
-¿Veintes? -
Él la miró de reojo y ella sonrió picaramente.
-¿Acaso eso fue todo lo que oíste?-
Los días fueron pasando y a medida en que las hojas cambiaban de color, el par de jóvenes coleccionaba recuerdos juntos. Aunque aquella noche Makoto había salido bien librada de la conversación tan intensa, la amenaza de que en cualquier momento Mamoru pidiera la respuesta a su propuesta estaba latente.
Seguían disfrutando de su compañía sin que el ambiente hubiera cambiado mucho. Pasaban la mayoría de su tiempo libre sentados en la terraza, viendo una película en la sala y cuando no lo podían evitar, visitando a Rei en el templo, quien no perdía oportunidad en hacerles notar que debían guardar la distancia entre ellos. No era necesario dejarlo claro, lo que había en sus corazones solo les concernía a ellos y a nadie más, así que negarlo todo y no preocupar a su muy temperamental amiga, era una prioridad.
-¿Qué dices? ¡Es sensacional! - gritaba la rubia de largas coletas al otro lado del teléfono. - ¡Muero de ganas por verlos! - la voz de Usagi era jovial y escandalosa, salía a toda potencia del teléfono, avergonzando tanto a Makoto. -¿Y dime, se está portando bien?-
-No entiendo tu pregunta -
-Vamos Makoto, no seas penosa conmigo, tienes que contármelo todo-
-¡Porqué todos creen que hay algo entre nosotros? - , en su voz se notaban tintes de molestia, aunque por dentro luchaba por ocultar la culpabilidad, ella misma se convencía argumentando que después de todo, aún no pasaba nada que pudiera ser un verdadero problema.
-Oh, yo no he dicho eso. Pero me molestaría mucho con él si intentará conquistarte. Igual tengo que irme, pero nos vemos el próximo fin en la fiesta de la playa. Chao.-
El teléfono rodó hasta caer en uno de los cojines del sillón, Makoto se rindió ante el cansancio que le provocaba hablar por teléfono con Usagi y lo difícil que era mantener su atención. Estaba entusiasmada por su amiga, estaba conociendo tantos lugares tan increíbles, tantas ciudades, comía comida diferente casi diario y mandaba unas fotos fenomenales desde lo alto del avión. Todo al lado de su amor.
-Si no fuera por el avión estaría muerta de envidia—se dijo burlándose de sí misma y dejándose caer en el sillón más cercano. Estaba cansada, sus ojos se cerraban, miró el reloj y se dio cuenta que pasaban de las doce de la noche. -¿Dónde estará Mamoru?-, susurró extrañada. Sus pensamientos fueron interrumpidos por el pitido intermitente de su celular; acababa de recibir un mensaje diciéndole que llegaría más noche que no lo esperará. -A buena hora me avisas - refunfuñó.
Después de apagar las luces, se metió en la cama y se dispuso a dormir, pero todo aquel cansancio que había sentido unos momentos atrás se disipó. Su mente le jugaba una mala pasada nuevamente, justo antes de dormir, justo cuando estaba más cansada, todos sus problemas se presentaban tan vívidamente que le robaban el sueño. Fastidiada giró en la cama buscando la manera de acomodarse, golpeó las almohadas, se tapó y se destapó incontables veces pero no lo conseguía.
-¿Insomnio?-, escuchó desde el umbral de la puerta.
-¿Mamoru?-
-Intenta otra vez-
La chica se sentó inmediatamente, y prendió la luz de su mesa de noche, apenas aceptable para iluminar un poco la habitación.
-¿Pero qué rayos Neprhite?,¿Qué haces aquí?, ¿Cómo entraste? -, vociferó mientras se cubría con la sábana. Sin embargo, él no hizo el intento de contestar, solo se quedó ahí mirándola. Sus ojos cafés intensos permanecían clavados en ella, con ese brillo siniestro que arrastraba como una maldición pero que a ella, simplemente volvía loca. Al ver que no iba a responder se paró de la cama y poniéndose su bata en un rápido movimiento se encaminó hacia él. -Ya hemos hablado de esto, no puedes venir aquí-
Pero el joven general no venía a conversar, en menos de un parpadeo se acercó a ella y la rodeo por la cintura.
-¡Basta! Suéltame. -, los brazos de él se abrieron para permitirle salir. -Eres un salvaje-
-¿Ya tienes un príncipe, no?. Yo soy un general, soy salvaje por naturaleza-
-¿A qué viene ese comentario?, ¿Qué quieres? -
-¿Qué quieres tu Makoto?, Quiero que me digas que haces con él-, su voz era profunda y llena de desprecio.
-Ese no es tu asunto-
-En eso te equivocas, por supuesto que es mi asunto. Dime, ¿Qué piensas hacer cuando él y Usagi vuelvan a estar juntos? -. Ahora era ella quien guardo el silencio, sus ojos inyectados de lágrimas parecían estar en una lucha sin tregua, para evitar que estas, salieran y delataran su dolor.
-¿Por qué estás tan seguro que eso va a pasar? -
-Lo dicen las estrellas-
-Y tus estrellas nunca se equivocan –, el sarcasmo en su voz hizo que el general torciera su boca en señal de desagrado.
-¿Y por qué tendría que ser así? ¿Por qué no podemos elegir algo diferente para nuestras vidas? Así como tú lo hiciste-
-Mírate, ya hasta hablas como él-
El general era un hombre de carácter fuerte e inquebrantable, voz seria, pocas expresiones. Makoto se había vuelto loca tratando de comprenderlo, pero sus sentimientos eran muy profundos y no dejaba que casi nadie los viera. Era una tumba. Pero también tenía su lado tierno, un lado oculto que salía de vez en cuando. Lentamente se acercó a ella al ver como sus ojos volvían a cristalizarse, ahora con más delicadeza la tomó por la espalda y la acercó a él en un abrazo cálido y sincero. Ella solo se dejó atrapar por aquel hombre de fuertes brazos y considerable altura, el único que la hacía sentirse pequeña y frágil. Con suma naturalidad olió su cabello y le plantó un beso en la frente,
-Detente- susurró girando su rostro para esconderlo de sus labios que comenzaban a buscarlo. -Por favor detente Neprhite-
-La señorita te ha pedido que te detengas amigo-, se escuchó de nuevo en el portal de la habitación mientras la luz se encendía. Ambos voltearon a ver a Mamoru con la sorpresa dibujada en sus rostros. Neprhite dio unos pasos atrás dejando a la chica libre. -Quizás debas irte Neprhite-, el general lo miró con desprecio sin emitir sonido alguno y después de despedirse de Makoto con la cabeza, desapareció.
-¿Estás bien? - le preguntó mientras se sentaba junto a ella en la cama. Sus cabellos cobrizos caían sobre su rostro, y al igual que sus manos, intentaban cubrir las lágrimas que no pudo contener más. Mamoru se acercó y la abrazó para tratar de consolarla. Así estuvieron unos minutos mientras en su mente se agolpaban miles de sentimientos a la vez. Después de un tiempo cuando ella se hubo calmado más, la giró hacia él y con su propia mano le secó las lágrimas que aún quedaban en sus mejillas. La tomó del rostro y pegó sus frentes mientras murmurando le repetía que todo estaría bien.
Lejos sobre una azotea Neprhite miraba la escena fijamente. Como aquel hombre al que habia jurado proteger estaba ahí, con la mujer que el quería, lo vió acercarse a consolarla, acariciar su mejilla ... lo vió mientras la besaba, y con la irá que aquello le causaba, en una nube de bruma desapareció .
Continuará...
Amenazas a continuación...
Inserte aquí abajo su amenaza, aunque si yo fuera tu querido lector que me odia... me esperaba al final, porque la vida da muchas vueltas como haz podido ver...
LitaKino1987. Gracias por tu comentario, me declaro abiertamente tu fan y aquí va mi ameniza hacia ti... puede que yo no sea tan buena escritora como tu, porque confieso que tus fics los he puesto para escucharlos (mientras trabajo) y la redacción es por demás excelente... pero si no me actualizas uno de tus fics de preferencia el de El secreto de sailor Júpiter o Desafiando al destino... olvídate que te actualice este... y que sepas que ya lo tengo casi acabado y solo me estoy haciendo del rogar. Me encantaría algun día escribir algo contigo porque veo que compartimos teorias en comun y eso es sensacional.
Querido invitado anomino... ojalá veas esto porque más adelante explico el porque Nephrite y Naru son pareja... a mi no me gusta esa pareja, pero veo que aquí abunda mucho... gracias por pasar.
ahora sí... amenazas aquí abajo...
gracias, los veo pronto espero.
