—¿Jugar? —Soltó un ligero sollozo tratando de calmar su respiración, todavía con miedo en sus palabras, no confiaba en lo dicho por el demonio, pero no pudo evitar responderle—. ¡Jalaste una de mis alas!
—Sí, bueno… los demonios somos algo rudos al jugar. —Justificó al encoger un poco sus hombros con gesto despreocupado.
—P-por favor, muévete. —Pidió tratando de quitárselo de encima—. Yo solo quería… jugar aquí.
Ichimatsu lo miró atengo. ¿Qué clase de ángel era él? Casi parecía un niño humano, de esos que lloraban cuando estaban lejos de sus padres y se topaban con alguna dificultad. Ya se había topado con varios niños y por mero capricho los había asustado en menor o mayor grado y todos reaccionaban de la misma manera que ese ángel cobarde. Pero si era tan inocente e idiota como un niño humano, le sería más sencillo engañarlo mientras investigaba qué clase de tentaciones tendía.
Colocó sus manos en los hombros del ángel y lo miró a los ojos. El ángel pasó saliva.
—Si me muevo vas a huir, ¿verdad? ¿Estás asustado?
No podía responder a esa pregunta. Aún dudaba de él y esa duda le hacían desconfiar hasta de su propio ser y pensamientos.
—N-no lo sé, yo… uh… —Logró pronunciar suavemente—. Y-ya no te tengo miedo.
No era del todo verdad, aún estaba asustado, pero sabía que necesitaba tener el coraje para huir si es que conseguía que el demonio lo soltara, o para poder usar un poco de sus habilidades. No sabía qué, ni cómo, pero el coraje era necesario, y por eso estaba tratando de acumular pequeñas pizcas. Empuñó ambas manos y en ningún momento dejó de mirar los ojos del sinvergüenza que lo tenía inmóvil.
Por su parte, Ichimatsu enarcó una ceja por lo escuchado. No pudo soportarlo por mucho tiempo y terminó por soltar una leve risita.
—Vaya descarado que eres. —Dijo finalmente sin dejar de sonreír con burla—. No sabía que los ángeles sabían mentir.
Soltó sus hombros, pero todavía no se levantaba para no permitirle escapar. Estiró sus alas y las colocó en una posición más relajada en su espalda, pues hasta entonces se encontraban extendidas, listas para emprender el vuelo si era necesario.
—Puedo ver perfectamente que aún estás asustado. Además de mentiroso eres un cobarde. ¿No escuchaste cuando te dije que era solo un juego? Te lo demostraré.
Cómo demonio que era, sabía usar todo tipo de trucos para convencer a cualquiera y lo intentaría con él. Se puso de pie con lentitud y enseguida ofreció su mano al ángel para ayudarlo a incorporarse también.
—Mi nombre es Ichimatsu.
En su mente, presó de un pánico silencioso, el ángel rogaba a su padre por un poco de ayuda, tratando hacer caso omiso de las palabras del demonio que lo había atrapado en su mentira. Se reprendía por haber huido, y no conforme con eso, se atrevía a mentir, y para colmo, mal. Ya sabía cuál era el castigo para los malvados como él.
Sus tortuosos pensamientos fueron interrumpidos al sentir que el demonio se levantó. Lo descolocó aún más que le ofreciera la mano, pero volvió a distraerse cuando lo escuchó pronunciar su nombre. Dudó unos segundos y levantó la mano, pero enseguida volvió a bajarla. Suspiró cansado y finalmente terminó por aceptarla.
—Y-yo no te diré mi nombre. —Dijo algo desafiante aún.
Espero paciente a que procesara lo que acababa de decirle y se decidiera en aceptar o no su mano.
—Está bien, no tienes qué decirme lo que no quieres.
Tampoco esperaba que con ese simple acto confiara por completo en todo lo que le dijera, pero que aceptara su ayuda y no huyera ya era un paso. Se quedó quieto cuando los dos quedaron de frente con una sonrisa aparentemente sincera en su rostro.
—¿También escapaste? No es normal ver a ángeles jóvenes e inexpertos en la tierra.
El ángel miró al suelo evitando cruzar miradas con él, incluso después de su pregunta solo llevó sus manos hacia su espalda y entrelazó los dedos. Se sentía avergonzado y muy culpable por todo lo malo que había hecho ese día. Se limitó a suspirar y a responder un poco desanimado.
—"Joven e inexperto", ¿ah? —Se mordió los labios y miró de reojo al demonio, aunque volvió a retirarse de inmediato—. Yo… si, solo quería… ya no importa, yo… d-debo irme.
"Joven, inexperto, inocente, crédulo, inepto". Ichimatsu tenía demasiadas palabras para describirlo, y estaba repasando cada una de ellas en su mente mientras lo escuchaba hablar con ese tartamudeo nervioso, sin embargo, casi estalla de nuevo al escuchar que quería irse, afortunadamente pudo controlarse a tiempo. No podía dejar que se marchara, todavía no sabía cómo tentarlo.
—¿Te vas tan pronto? —Comenzó mostrándose desilusionado—. Bueno, si quieres que tu paseo en la tierra sea tan corto y ya quieres ir a recibir un castigo… —Se dio la vuelta y pretendió prepararse para marcharse—. Eso me dice que es la primera vez que escapas, porque cualquiera aprovecharía para explorar o jugar más. De cualquier manera, al regresar, vas a ser reprendido. Cuando yo escapó de mis ocupaciones hago que el tiempo valga la pena.
El ángel giró el rostro y miró la espalda del demonio.
—Es… es cierto, me van a castigar. —No quería irse, sabía que aún faltaba mucho por ver en la tierra—. ¿Cuántos años tienes? ¿Dices que te has escapado antes?
El ángel volvió a quitar la vista del demonio.
—Jyushimatsu. —murmuró un poco de mala gana—. Ese es mi nombre. En el lenguaje antiguo también es un número.
Ichimatsu amplió su sonrisa procurando no mostrar sus afilados dientes, sabía que eso podría asustar al ángel, ellos solían ser prejuiciosos con lo que consideraban "imperfecciones" y lo que quería ahora era que se relajara. Al menos ya le había confiado su nombre, una muestra de que ya no se encontraba tan tenso. Estaba avanzando con él, pero debía tener cuidado.
—¿Un número? El mío también. En el idioma antiguo significa "uno". Ya tenemos algo en común.
—Yo… el mío es "catorce".
Tal parecía que su intento de conversación había funcionado. Se movió despacio para no alertarlo y caminó directo a uno de los árboles. Se sentó bajo su sombra, aunque alerta por si quería escapar.
—Entonces… ¿cuántos años tienes? —Repitió al verlo sentarse en el árbol.
—No tengo tantos años, soy un demonio joven también. —Respondió sin dudarlo, no era un secreto de cualquier manera—. Me he escapado tantas veces que perdí la cuenta. Lo hago cada vez que quiero, es más divertido estar en la tierra que en el infierno.
—¡El cielo es divertido! —Alzó un poco se voz, pero enseguida se corrigió. Se relajó un poco al ver que el demonio se veía más tranquilo, parecía que ya no iba a atacarlo con esa manera rara de jugar. Pero una combinación rara de miedo y curiosidad comenzaba a invadirlo, quería saber qué más había en la Tierra—. ¿Qué haces aquí por lo regular?
—Si tuviste que escapar entonces no es tan divertido como crees.
—¡No fue por eso!
—Relájate. —Dijo después de una corta carcajada. Jyushimatsu volvió a darle la espalda y el demonio volvió a reír—. El infierno no es divertido, solo hay almas de pecadores que son torturadas y no hay algo de divertido en hacer sufrir a quien ya está sufriendo. En la tierra puedo tortu… asustar niños, adultos y mujeres, ya sabes, haciendo cosas que les da miedo a los humanos estúpidos.
—¿Estúpidos? ¡No son estúpidos! —Volvió a levantar la voz interrumpiendo la explicación del demonio—. Todos ellos son creación de los dioses, mi pa… —Él mismo detuvo sus palabras y decidió sentarse, aunque sin romper la distancia entre ambos—… Yo solo quería ver las hermosas cosas de este mundo. El cielo es hermoso y soy muy feliz, pero… —Rozó ambas manos contra el césped debajo de él, no pudo evitar sonreír, pues estaba realmente feliz de tocarlo, se sentía diferente al césped que existía en su hogar y le gustaba—. Hay algo aquí que me llama… creo.
Ichimatsu dejó de sonreír cuando Jyushimatsu levantó la voz de esa manera. Para ser un ángel no era nada tranquilo y diplomático, era muy impulsivo, aunque no llegaba a ser agresivo. Los humanos y los ángeles se parecían mucho más de lo que creyó alguna vez. Tal vez simplemente se volvían arrogantes y presuntuosos después de un duro entrenamiento, y este ángel aún no estaba educado como un perro obediente a los dioses.
—Eres como un niño humano que quiere explorar. —Contestó tratando de darle solución a sus dudas—. No voy a negar que subí por la misma razón la primera vez. —Al menos en eso era sincero—. Yo también soy creación de tus dioses, ¿crees que tampoco soy estúpido?
—Claro que no lo eres. —Fastidiado, se puso en pie y comenzó a andar alejándose del demonio—. Y-yo… me voy a otro lado.
El demonio volvió a tensarse en cuanto escuchó que se iba. Debía ser listo y usar lo poco que había escuchado de él para impedir que se fuera sin asustarlo. Solo había una cosa que podía usar hasta ahora.
—Si eso quieres, vete, pero ¿estás seguro de que estás viendo la parte divertida de la Tierra?
Jyushimatsu se detuvo. Ichimatsu volvió a sonreír.
—Ver árboles y pasto no es precisamente lo mejor que hay.
—¿No? —Mira hacia las ramas de los árboles que se movían por el viento—. ¿Hay algo mejor que esto? —De nuevo su atención estaba completamente en el demonio. Quería saber—. Quiero ver.
Sintió que sus vellos se erizaban, al igual que sus blancas alas ante la idea de explorar aún más, sus ojos brillaron intensos a la par que su aureola.
El demonio casi suelta una carcajada al saber que el muy idiota estaba desperdiciando un día de libertad mirando árboles y aburridas flores. No tenía una palabra englobar todo lo que pensaba acerca de su estupidez. Pero lo importante era que lo había conseguido, dio en el clavo al apostar por su curiosidad.
—Claro que hay cosas mejores que estar en este bosque. —Se puso en pie también y se acercó al ángel, dándose cuenta que este ya no se alejaba de él—. La mayoría de esas cosas están en el lugar donde los humanos habitan, por eso siempre estamos rondando sus aldeas. Puedo mostrarte si es que ya no me tienes miedo.
—¡Claro que quiero ir! —sonrió emocionado, y de dos pasos enormes se acercó al demonio para apurarlo a andar—. ¡Vamos, Ichimatsu! ¡Quiero ver sus aldeas y a los humanos! ¿Dónde es? ¿Hacia dónde?
La repentina explosión de energía logró tomarlo por sorpresa. No esperó que la idea de ver humanos lo emocionara tanto. Se mostró confundido por un segundo, turbado por su cambio de actitud.
—Eh… claro, yo te llevo. —Extendió sus alas negras antes de emprender el vuelo, sin borrar nunca su sonrisa confiada—. Está un poco apartado, así que iremos volando, ¿listo?
Ante la idea de emprender el vuelo, Jyushimatsu redujo su sonrisa, pero no lo dudo, agitó un poco sus plumas y volvió a sonreír. Eran tantas las ganas que tenía por ver a los humanos que dejó de pensar en su casi nula práctica al vuelo.
—¡Vamos! ¡Yo te sigo!
En un aleteo, Ichimatsu se encontraba a un par de metros sobre los árboles. Miró al ángel antes de elevarse un poco más esperando que le diera alcance pronto, pero por más que se elevaba se daba cuenta que el ángel no lo hacía. ¿Estaba pensando en correr y huir? De ser así, sería muy estúpido, si no pudo huir volando, mucho menos lo haría corriendo.
—¿Qué sucede? —Cuestionó algo impaciente—. No me digas que te duele el ala por lo de hace un momento.
—¡No! —respondió al instante.
Miró hacia arriba y empuñó sus manos. En su mente se repetía una y otra vez las casas que vería, los pueblos, a los propios humanos. Quería verlo todo, así que cerró los ojos con decisión, respiró profundo, flexionó las piernas e se impulsó con un gran salto, al mismo tiempo agitó sus alas para comenzar a volar, pero lo hizo demasiado rápido y su vuelo lo asustó.
—¡No, no, no! —gritó tratando de controlar el aleteo, cuando finalmente pudo volar a una velocidad más controlada sonrió amplio.
Haber recordado a los querubines volando con esas pequeñas alas lo habían ayudado bastante, sin embargo, no se dio cuenta que con su salto se había elevado demasiado. Buscó a sus alrededores y solo veía nubes, no podía distinguir ningún solo árbol.
—Uh… creo que lo perdí. —murmuró entrecerrando los ojos para ver a la lejanía.
—¿Qué rayos estás haciendo, ángel? —gritó de pronto Ichimatsu saliendo de entre las nubes—. ¿No quieres ver a los humanos?
Estaba molesto, no pensó que el ángel intentara hacer más tonterías como esa, pero en cuanto lo vio pasar a su lado a esa velocidad no demoró en acelerar su vuelo tampoco. Tampoco le tomó mucho tiempo en darle alcance. Si quería escapar no lo iba a permitir, él era muy rápido volando.
—No, es que… no sé qué pasó. —Dudó rascando su barbilla con las mangas largas de su traje—… ¡Vamos!
Desconfiado, comenzó a volar muy cerca del ángel para evitar que volviera a intentar algo parecido. No dijeron mucho en el traslado, pero Jyushimatsu no dejaba de mirar hacia todos lados, admirando cualquier formación de nubes, árboles, flores o cualquier animal que corriera asustado al sentir a un demonio demasiado cerca.
—Es ahí. —Le dijo Ichimatsu y con una de sus manos señaló una pequeña aldea. Lo mejor era mostrarle una pequeña población por ahora, la gran ciudad podía descontrolar sus ya inestables emociones—. Son pocos humanos, pero por ahora es suficiente.
Los ojos de Jyushimatsu volvieron a brillar con intensidad cuando miraron hacia la aldea que el demonio señaló. Su enorme sonrisa se amplió aún más con mejillas rojas producto de la emoción.
—¡Waah! Vamos!
Se dejó llevar por su emoción y se dejó caer en picada hacia la aldea. Con brusquedad aterrizó en el bosque cercano dispuesto a correr para recorrer cada rincón, hasta que Ichimatsu aterrizó delante de él. Su aterrizaje fue mucho más suave, deteniendo su descenso al extender sus alas justo antes de llegar a las copas de los árboles.
—Qué aterrizaje tan malo. —Enarcó una ceja y lo miró de arriba abajo. Tenía la ropa y la cara llena de tierra y pasto—. Casi puedo asegurar que no has aprendido a volar adecuadamente.
—¡Jajajaja! No. —Respondió sacudiendo un poco su ropa—. Mis alas crecieron hoy.
Volvió a quedarse sin habla. Un ángel con ese nivel de inexperiencia debería ser una presa fácil para el más débiles de los demonios y él no podía comer su alma. Ahora no estaba seguro de ser un demonio poderoso en su círculo o realmente era alguien tan mediocre.
—Eres muy atrevido, salir cuando no sabes ni siquiera volar es algo muy estúpido. —Suspiró fastidiado y comenzó a andar rumbo a la aldea, esta vez dándole la espalda al ángel. Al menos ahora sabía que no iba a poder escapar por más que lo intentara—. Iremos caminando a partir de aquí, ya estamos a unos cuantos metros. Apresúrate.
—¡Si! —Siguió tras él casi sin pensarlo.
Jyushimatsu se sentía un poco "seguro" por saber que alguien lo ayudaría como guía en la tierra, aunque no dejaba de pensar que era un demonio, pero el hecho de que ambos fueran "prófugos" y que sus nombres coincidieran en su significado, le hacían creer que podía ser alguien idéntico a él, solo que de una raza diferente. Eso lo hacía vacilar por momentos, pero se recuperaba de inmediato. Colocó su mano derecha, cubierta por su manga, sobre su barbilla, y sin borrar su sonrisa, preguntó:
—Oye, Ichimatsu, ¿qué haremos allá?
Ichimatsu sonrió por el tono tan familiar que usó para llamarlo. Giró el rostro para mirarlo y se dio cuenta que daba pequeños brincos entre su caminata. Tal parecía que no había tardado mucho en confiar en él.
Metió sus manos en su bolsillo, aunque no bajó del todo su guardia. Era parte de su naturaleza estar siempre alerta.
—Yo me divertiré un poco haciendo… cosas de demonios. Tú puedes observar, si es lo que quieres, pero no te pierdas de mi vista. —Advirtió con un tono más severo.
No tardaron en llegar. Lo primero que vieron fue una gran plaza llena de gente: ancianos, niños, mujeres y hombres por todas partes, todos con enormes y gastidiosas sonrisas en el rostro. Esperaba poder cambiar eso muy pronto.
—Bien, estos son los humanos haciendo cosas innecesarias de humanos.
No salieron palabras de boca de Jyushimatsu, tan emocionado estaba de ver a tantos humanos vivos, con sus cuerpos físicos. No eran almas, sino verdaderos humanos viviendo en la Tierra.
—¡Almas con cuerpos! ¡Son cuerpos! —dijo para comenzar a reir de felicidad. Agitó sus alas entusiasmado y corrió un par de pasos para acercarse a ellos—. ¡Gracias, Ichimatsu!
Miró atento alrededor, dudó un poco en seguir avanzando, regresó sobre sus pasos, volviendo a quedar cerca de Ichimatsu.
—Ellos… no pueden verme, ¿o sí?... Es decir, en el cielo todas las almas nos miran y sonríen, pero aquí…
Miró atentamente lo que hacía. De alguna manera le pareció divertido verlo tan emocionado por algo tan aburrido como lo eran los humanos comunes y corrientes. Solo eran aldeanos con vidas monótonas, con familias, con negocios, con ocupaciones de adultos, ni siquiera podía asegurar que en esa aldea hubiera algún humano "divertido", de esos que pecaban más de lo que llevaban con vida
—Dudo mucho que alguien aquí pueda verte. Son muy pocos los humanos que lo hacen, así que no te preocupes.
Jyushimatsu asintió con la emoción renacida. Si nadie podía verlo, entonces miraría todo lo que quisiera.
—¡Entonces vamos!
