El ambiente en la secundaria Santa Paula era cada vez más festivo y expectante. Las monjas hacían lo que podían para controlar a los chicos que seguían a Ritsuka a todas partes, hasta que el mismo Daiki fue a buscar a la directora de la escuela, para exponerle que el podría cuidar de la joven para que nadie la siguiera molestando en los pasillos y al salir de la escuela. Las profesoras quedaron también en ayudar a Daiki, y a la tarea también se unieron Manato Sawatari y Rina Takamiya. Así, los tres jóvenes, terminaron por convertirse en los guardaespaldas improvisados de la idol en ascenso.

Meimi estaba bastante recelosa de que el muchacho de pelo negro que le gustaba estuviera todo el tiempo mucho más preocupado por cuidar a su compañera que en prestarle atención a ella. Sin embargo, parecía que Ritsuka agradecía que Daiki, Manato y Rina la tratasen de manera normal y no la vieran como una diosa inalcanzable. La invitaban a los recesos a tomar sus alimentos juntos y parecían estar haciendo una amistad con ella. La pelirroja no podía quedarse fuera, y justo fue en aquel receso en que ella se acercó a los chicos para intentar integrarse a ellos.

-Hola, Haneoka!- saludó Manato, como siempre pavonéandose. –Es agradable tenerte aquí. Creo que ya conocías a Ritsuka…-la aludida saludó a Meimi de forma muy tímida. Meimi vió la oportunidad perfecta para romper el hielo:

-Felicidades Ritsuka! Espero que toda esa gente te deje de molestar pronto…- soltó de manera tan brusca que la chica idol se extrañó-

-Gracias, pero…no te conozco. ¿Cómo te llamas?- Ritsuka se mordió los labios de incomodidad.

-Yo soy Meimi Haneoka.- habló altivamente. – Seira se acercaba a convivir. Rina alzó sarcásticamente una ceja con el tono de diva de la joven pelirroja. Habría continuado con esa actitud de no ser por aquella discreta mirada severa de Seira que la disuadió.-

-Eh…sí. ¿Cómo fue que ganaste el concurso?- farfulló Meimi tratando de ser más amable.

- Mi padre trabaja en la televisión local, mi madre lo convenció de que me llevara al concurso. Desde pequeña me gusta cantar, dicen que lo hago bien...- se sonrojó.- Competí contra una veintena de chicas que se presentaron, aunque fue muy difícil. Las otras muchachas estaban muy bien preparadas…-

-¿Cuál es la siguiente etapa ahora?- preguntó Seira con una sonrisa en los labios.-

-Voy a hacer mi debut en televisión dentro de dos semanas. Honestamente me da algo de miedo. Nunca había cantado ante un público tan grande.- tembló de ansiedad al concluir la frase.

-Lo harás bien. Confiamos en ti.- espetó Daiki en tono jovial y relajado.- La verdad es que eras muy bonita y tienes mucho talento.- El muchacho se sonrojó un poco al terminar la frase. Se miró con la chica idol a los ojos de forma muy fugaz. Ritsuka soltó una risita avergonzada. Meimi crujió los nudillos amenazadoramente.

-Yo también espero que lo hagas muy bien, Rituska. Bueno. Ya me voy. Un gusto conocerte…- La pelirroja se dio la vuelta de manera brusca y Seira la siguió.

-Meimi, todo bien?- preguntó la monja mientras se alejaban con paso veloz.-

-Sí, todo perfectamente bien.- graznó la chica sin disimular la molestia de su voz.- Sólo espero que Ritsuka haga su debut y que ya se olviden de ella pronto, como pasa con todas las idols.- Seira suspiró. Sabía que su amiga era bastante obstinada y era difícil razonar con ella cuando estaba de mal humor. Daiki continuó hablando animadamente con Ritsuka mientras la pelirroja echaba miradas asesinas por encima del hombro.

Pasaron varios días, en los que Meimi hablaba de forma muy escueta de vez en cuando con Ritsuka y el grupo de Daiki, sin involucrarse demasiado. La tensión se notaba cada vez más mientras ella estaba ahí presente, aunque Daiki parecía no darse cuenta. Aquella tarde, Seira llegó a la capilla como era su costumbre todas las tardes para atender a las personas que iban a confesarse. Para su sorpresa, justo cuando caía el crepúsculo, una figura delgada había llegado corriendo a través del atrio de la iglesia.

-En qué te puedo ayudar, hija mía? – Era Ritsuka. La novicia se sobresaltó al saber quien era y verla jadeando.-

-Tu eres la hermana Mimori? Eres de mi mismo grado, si mal no recuerdo.-

-Así es Ritsuka. Te veo muy ajetreada. Que ha sucedido? Si gustas contarme, te escucharé.-

- Alguien ha entrado a robar a mi casa esta tarde, mientras estábamos fuera y se robaron no sólo el televisor, las joyas de mamá y otros aparatos. Han robado las joyas que me regaló mi abuela. Me dejó una tiara, un collar y unos pendientes. Son de oro puro. Estaba preparándolas para mi debut en la televisión. De verdad que esas joyas no sólo tienen un valor material, también tienen un valor en mi corazón…- sollozó afligida la muchacha.- Mi abuela murió hace un año. A ella le gustaba mucho oírme cantar las canciones que oía cuando era joven…-

-El Señor te escuchará. No debes temer. Esas joyas que tanto aprecias estarán de vuelta antes de lo que crees.- resolvió Seira con un gesto maternal.

-Avisé a la policía también. Espero que den con los objetos robados pronto…-Ritsuka salió de la iglesia pocos momentos después.

El teléfono de Meimi sonó unos minutos más tarde. Era Seira, quien le contó todos los pormenores del robo. Debía estar allí en la capilla, como era su costumbre cada que ocurría algo similar, a la medianoche. Pasaron las horas y la pelirroja llegó a la cita acordada. Para sorpresa de Seira, su amiga no se veía nada entusiasmada. Por el contrario, tenía una expresión de hartazgo en el rostro.

-Meimi, sabes que tenemos que hacer esto. No entiendo por qué tanta apatía la tuya.- la reprendió Seira al ver que su amiga no parecía muy dispuesta a cooperar. – Vamos.- insistió la novicia. La chica se levantó haciendo un gesto de desprecio.

-Que la luz del universo me proteja y me permita hacer el bien.- Nunca había tenido tantos problemas para pronunciar esa frase para transformarse en Saint Tail. Justo cuando iba a elevar sus oraciones con su amiga de pelo castaño, Meimi estalló roja de ira:

-Por mí ni siquiera intervendría. Que la policía lo resuelva si pueden.- Los ojos de Seira se abrieron estupefactos. No podía creer lo que escuchaba.-

-Meimi, hicimos este juramento para ayudar a las personas inocentes. No lo entiendo…Por qué estas actuando de esta manera? – Seira empezaba a perder su paciencia a prueba de todo.

-Ella no va a quitarme a Daiki! NO VOY A DEJAR QUE HAGA ESO, SEIRA!-chilló Saint Tail poniéndose de color púrpura. La monja se puso pálida, acometida por el estrés de golpe. – Daiki no se separa de ella para nada, incluso cuando los otros se van, la acompaña a su casa a solas!-

-No seas tan egoísta, Meimi!- le reclamó- Compórtate! No puedes dejar que tus celos y tus problemas personales interfieran con esto! Tienes una responsabilidad que cumplir, lo recuerdas?- Seira estaba gritándole.

-Esta bien. Ya voy.- espetó Saint Tail dándose la vuelta y tragándose la ira. Salió de inmediato de la iglesia sin decir nada más. Seira no vio las lágrimas de rabia que estaba derramando mientras se alejaba saltando por los techos